MONET Y LA ABSTRACCIÓN
Que Monet fue un pintor decisivo para la evolución de la pintura contemporánea es algo que nadie podría poner en duda ni un solo instante. Que además mantuvo a lo largo de toda su trayectoria una evolución absolutamente coherente en la que, sin abandonar jamás los postulados impresionistas investigó nuevas maneras de abordar la creación pictórica es también comúnmente aceptado. Esa pintura contemporánea tiene, qué duda cabe, muchas raíces, pero una de ellas, y de las más importantes, es la obra de Claude Monet (1840-1926).
Claude Monet: «El estanque de nenúfares» (1917-19). Viena.
Que el expresionismo abstracto supuso una radical renovación del panorama de la pintura en los años próximos a la finalización de la Segunda Guerra Mundial tampoco es algo que esté sometido a debate. Que, pese a su radicalismo estético, las propuestas de esa corriente norteamericana gozan aún de vigencia y están en la base de muchos de los planteamientos de artistas actuales queda inmediatamente claro a quien se moleste en asomarse de vez en cuando a las exposiciones organizadas por museos y galerías de arte. Conforme pasa el tiempo, las obras de artistas como Jackson Pollock (1912-1956), Mark Rothko (1903-1970), Adolph Gottlieb (1903-1974) y tantos otros de aquellos pintores norteamericanos no hacen sino avanzar en su consideración de clásicos contemporáneos.

Mark Rothko. Izquierda: «Dorado y magenta» (1956). Colección privada. Derecha: «Sin título» (1969). Pamplona.
Impresionismo y expresionismo abstracto. Dos propuestas pictóricas separadas por un océano y más de medio siglo de distancia temporal, a partir de las cuales el Museo Thyssen de Madrid organiza una llamativa exposición a la que titula «Monet y la abstracción«. Quizás el título juegue un poco al desconcierto del espectador puesto que, como es sabido, el abstracto pictórico es una corriente enormemente variada que dispone de muchos precedentes y toma carta de naturaleza en las propuestas de algunas de las vanguardias europeas de comienzos del siglo XX y, sobre todo, en las aportaciones de Wassily Kandinsky (1866-1944) cuya obra no está recogida en la muestra, como tampoco están presentes las de otras tendencias sin las cuales el abstracto no puede ser cabalmente entendido.
Salí de la exposición bastante satisfecho. Disfrutar de las obras de Monet seleccionadas para la muestra me resultó enormemente sugerente, como lo fue compararlas con las de los expresionistas abstractos norteamericanos aquí reunidas. Se ponen delante del espectador obras aparentemente alejadas entre sí y se solicita que cada uno saque de ello sus propias conclusiones; que se busque entre unos y otros cuadros analogías y consecuencias. Consecuencias: así se titula precisamente un inmenso cuadro de Adolph Gottlieb que invita a la concentración, a pensar y a recrearse en todo lo que desde Monet hasta la abstracción nos ha aportado la pintura.
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Adolph Gottlieb: «Consecuencias» (1959). Fundación Adolf y Esther Gottlieb.
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El Museo Thyssen ha montado un excelente microsite sobre la exposición, con información básica e imágenes de muchas de las obras expuestas. Coincide con ella, en Madrid, otra magnífica muestra sobre el impresionismo, basada en fondos del Museo d´Orsay. La Web que sobre ella ha montado la Fundación Mapfre es un ejemplo señero de lo que puede hacerse por difundir el arte en Internet.