VALORACIÓN Y EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE SUBDESARROLLO.-

Una valoracíón del concepto de subdesarrollo.-

Como señalan Méndez, R y Molinero, F(1988), “a lo largo de la década que sigue a la terminación de la II Guerra Mundial transcurre un período de tiempo en el que las sociedades desarrolladas toman conciencia de la existencia de un mundo en el que el hambre, las enfermedades, la incultura, el atraso técnico, la escasa capacidad económica…… conducen a millones de seres humanos hacia una situación desesperanzada.
Esta toma de conciencia se acompaña de numerosas teorías que pretenden diagnosticar la situación para aplicar la terapia oportuna”.

Los términos subdesarrollo, globalización, hambre, pobreza, están en vigor tras el análisis de los conceptos de los mismos y de los Organismos que tratan el tema. Diversas escuelas interpretan de desigual forma estos fenómenos, en el sentido de baja renta per cápita, fuerte crecimiento demográfico, hambre; entienden el subdesarrollo como una fase previa al desarrollo o por el contrario exponen que desarrollo y subdesarrollo no son dos polos extremos, opuestos, sino dos estructuras interdependientes.

En el estudio del subdesarrollo se combinan causas geográficas, históricas y económicas; así, aspectos naturales, demográficos, socioeconómicos, agrarios, mineros, energéticos, etc., explican que casi las dos terceras partes de la humanidad se sitúen en lo que hoy se denomina Sur, en donde el hambre, la pobreza, son el denominador común de miles de millones de seres humanos. Un análisis de la Globalización de la Economía lleva, en la actualidad, a asegurar que el dominio económico, cultural y de las comunicaciones por parte del Norte, rico y opulento, sume en la miseria al mundo subdesarrollado.

Los informes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y los Informes del Desarrollo Humano del PNUD, entre otros, llaman la atención sobre las desigualdades cada vez mayores entre los dos mundos, desarrollo y subdesarrollo

Las distintas interpretaciones que se realizan sobre este fenómeno se agrupan en tres escuelas:

Escuela liberal:

La escuela liberal señala la pobreza y sus manifestaciones: escaso PIB, baja renta per cápita, fuerte crecimiento demográfico, elevada tasa de mortalidad infantil, hambre… como principales responsables del subdesarrollo; oponen a la riqueza del desarrollo la pobreza del mundo subdesarrollado.

Escuela neoliberal:

Entienden el subdesarrollo como una fase previa al desarrollo; es decir, como una etapa que hay que superar para alcanzar los sucesivos estadios que llevan a una sociedad industrializada. El exponente de esta teoría es Walt Whitman Rostow, que elaboró un modelo de desarrollo basado en seis etapas: sociedad tradicional, condiciones previas para el despegue, despegue económico o “take – off”, camino hacia la madurez tecnológica, consumo masivo y búsqueda de calidad.

La etapa primera corresponde a una sociedad preindustrial, en la que el equilibrio entre población y recursos, así como el bajo nivel tecnológico, impide un progreso y en consecuencia se mantiene el estancamiento económico. En la segunda etapa se producen una serie de cambios que permiten el despegue hacia las siguientes etapas, caracterizadas por ser las que han seguido las sociedades industriales modernas (inicio de la Revolución industrial, su extensión a todos los sectores económicos, elevación de la renta per cápita, consumo a gran escala), y la etapa actual, donde una vez alcanzado un mejor nivel de vida se busca mejorar la calidad de ésta -Estado del Bienestar -.

Para esta escuela, más que hablar de países subdesarrollados se tendría que hablar de países pre-desarrollados o en vías de desarrollo.

Escuela marxista:

En esta escuela desarrollo y subdesarrollo no son dos polos extremos y opuestos, sino que son dos estructuras interdependientes; es decir, sin el subdesarrollo el desarrollo no podría existir, y por tanto, el primero es una lamentable consecuencia del segundo.

En su teoría del capitalismo periférico Amín, S. lo explica así: los países desarrollados, el centro, han creado los mecanismos que les permiten progresar, pero para ello los subdesarrollados, la periferia, tienen que mantener unas estructuras que hagan posible el progreso del “centro”, manteniéndolos en una posición de dependencia y al mismo tiempo de complemento de sus economías. Siendo más claros, es necesario que la “periferia” exporte materias primas, con lo que evita el desarrollo de su propia industria, e importe productos manufacturados para que el “centro” mantenga su hegemonía.

En este sentido, conviene recordar que se trata de un fenómeno moderno, unido a la construcción del sistema económico mundial a partir de la segunda mitad del s. XIX. El fundamento estriba en las diversas formas de expansión de los países europeos hacia el resto del mundo, suscitando la creación en África, América Latina y Asia de actividades productivas en el sector primario para satisfacer su propia demanda. Al ser el elemento motor, las sociedades europeas se convierten en le Centro del sistema, de modo que las otras regiones se integran en función de sus necesidades y de la dinámica del Centro, convirtiéndose así en Periferia. Inducidos desde el exterior los mecanismos de crecimiento, se producen distorsiones importantes en el modo de operar los factores socioeconómicos, que hacen imposible la reproducción del modelo de los países del Centro.

La problemática de los países subdesarrollados es relativamente reciente, aunque más reciente es la toma de conciencia de la misma, pues hace poco más de medio siglo que comenzó a tomarse en consideración el fenómeno del subdesarrollo.

José AMESTOY ALONSO
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

Descargar este documento.-

Otra valoración o forma de ver el subdesarrollo y sus causas.-

Desde hace más de cuarenta años, el padre Piero Gheddo –del Instituto Pontificio para las Misiones Extranjeras, de Milán– viaja por el mundo para conocer de primera mano, y dar a conocer, la labor que los misioneros realizan en las zonas más pobres y conflictivas de los cinco continentes. Fruto de ese trabajo periodístico son decenas de libros y millares de artículos. Su conocimiento sobre el terreno le permite romper tópicos y denunciar –sin polémicas– algunos prejuicios ideológicos presentes cuando se habla del Tercer Mundo.

Hoy, como nunca, los temas de cooperación internacional, de ayuda al desarrollo, etc. son una constante en la opinión pública. Sin embargo, la impresión es que los frutos no parecen responder en la misma medida.

— Después de tantos años de periodismo en el Sur del mundo, estoy convencido de que no comprendemos a los pueblos pobres: los juzgamos siempre a partir de cómo son las relaciones con nosotros: comercio, política internacional, materias primas, turismo, etc., pero se nos escapa la verdadera vida. No será posible entrar en comunicación y en comunión con pueblos tan diversos, si no se presta más atención a su vida interna, cultural, social, religiosa. Si en los últimos cuarenta años se ha errado mucho en este campo, es porque falta una “cultura del desarrollo” fundada en el conocimiento de los pueblos, en la claridad de los objetivos y de los medios para alcanzarlos.

— ¿Y cuál debería ser, según su experiencia, el punto de partida?

— En mi primer viaje a la India, en 1964, caí en la cuenta de que el desarrollo de un pueblo nace de dentro, de una revolución cultural que movilice las culturas estáticas que no disponen de estímulos interiores para crear un mundo mejor. El budismo, por ejemplo, no justifica ni la democracia ni la justicia social ni ninguna otra idea nueva. Todo está bien como está, no hay que cambiar nada porque, según la ley del “karma”, cada uno tiene lo que le conviene para su vida. El que es “paria”, paciencia, ya renacerá “brahmán” en la vida siguiente…

El desarrollo procede de las ideas nuevas que trae el Evangelio: la dignidad del hombre, la igualdad de todos los hombres, hijos del mismo Padre, los derechos humanos, la justicia social, el respeto por la mujer y los niños, el bien público, la importancia del trabajo para mantener la familia… He escuchado infinidad de veces en países musulmanes, asiáticos y africanos en general, que el concepto de empeño en el trabajo lo ha llevado el cristianismo: para la tradición local, la aspiración es poder vivir sin trabajar.

Las lagunas de los “No Global”

— En los últimos años han nacido diversos movimientos (No Global, New Global) que parecen una reacción contra un cierto modo de entender las relaciones entre Norte y Sur…
— Hace tiempo, pregunté a un misionero que llevaba treinta años en Tanzania, cuáles eran las causas del subdesarrollo africano. Me dio cuatro: la ignorancia, por la falta de escuelas; el fatalismo, causado por las religiones tradicionales; la corrupción de los gobiernos y el poder de los militares, responsables de los frecuentes golpes de Estado. Muchos de estos países dan el treinta por ciento del dinero a los militares y el dos por ciento a la educación, y todavía menos a la sanidad.

Los No Global no protestan contra estas raíces locales del subdesarrollo. Protestan sólo contra occidente, que tiene culpas históricas y actuales, pero que no es ciertamente la causa radical. Los campesinos de mi región producen setenta y cinco quintales de arroz por hectárea; en la agricultura africana la media es de cuatro a cinco quintales. Nuestras vacas dan de veinticinco a treinta litros de leche al día; la vaca africana da un litro al día, cuando tiene el ternero… ¿La culpa de este abismo es de occidente? Pienso que es más bien falta de instrucción y de educación. Cuando cito estos datos, me responden: el responsable es el colonialismo, que no ha educado. Es cierto. Pero, ¿qué ha ocurrido en estos últimos cuarenta años de independencia? Temo que en muchos casos se ha ido hacia atrás.

Los No Global no protestan contra las dictaduras y la ausencia de libertad en los países pobres, la tortura habitual en las cárceles, la tremenda corrupción de muchos gobiernos, el predominio de los militares, las costumbres inhumanas que habría que cambiar (inferioridad de la mujer, poligamia, penas sangrientas, etc.).

Dos mil años, de un salto.

— Un slogan frecuente es que “el veinte por ciento de la población mundial se ha apoderado del ochenta por ciento de las riquezas”.

— Creo que no se puede ayudar a los pobres contando mentiras. Es necesario decir: el veinte por ciento de la población mundial produce el ochenta por ciento de las riquezas. Y las produce porque venimos de dos mil años de historia en los que es patente la influencia de la Palabra de Dios. Muchos pueblos pobres han salido de la prehistoria hace poco más de un siglo.

Cuando se habla de las poblaciones técnicamente subdesarrolladas, no se reflexiona suficientemente sobre la realidad de que la aceptación de lo que llamamos “progreso” no es un hecho pacífico. Incluso los instrumentos más simples como el arado de hierro, los fertilizantes, la bomba para el agua… requieren un cambio de mentalidad, de visión del mundo. Para nosotros occidentales, este cambio ha madurado durante siglos. Los pueblos pobres se ven obligados a dar ese salto en el espacio de una o dos generaciones. No se pueden imponer novedades que alteran el universo cultural y religioso de un pueblo. Pero, al mismo tiempo, los pueblos desean gozar del bienestar, de los derechos humanos que ven en otros más avanzados.

Diego Contreras
ACEPRENSA Servicio 165/03.

Descargar este documento.-

Descripción general de privacidad

Este sitio web utiliza cookies para que podamos brindarle la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en su navegador y realiza funciones como reconocerlo cuando regresa a nuestro sitio web y ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones del sitio web le resultan más interesantes y útiles.