Cirugía en el quirófano del Prado

Sin posibilidad de tiempos muertos se encuentra ya a la espera de un tratamiento intensivo Felipe III a caballo, el gigantesco óleo pintado por Velázquez hacia 1634, al que entre otras cosas, una restauración caprichosa le había hecho ensanchar 20 centímetros en cada lateral.
El nuevo taller de restauración del Prado, situado en la última planta de la ampliación realizada por Moneo, ofrece un espectáculo grandioso en el que las joyas de la pinacoteca van desfilando para un auténtico tuneado de lujo. Lo delicado del trabajo hace que estas salas sean las más desconocidas del museo. Pero ayer pudieron ser visitadas para conocer al detalle los trabajos realizados bajo la dirección de George Bisaca, restaurador del Metropolitan de Nueva York, y José de la Fuente, restaurador de soportes de madera del museo madrileño, dentro del curso El Prado oculto. La vida secreta del museo, que dirige Francisco Calvo Serraller. Los dos expertos se han ocupado de restaurar anteriormente las tablas de piezas tan importantes como Las tres gracias, de Rubens, o El descendimiento, de Van der Weyden.
Mayte Dávila y su hermana Rocío forman parte del equipo de restauración que, desde hace décadas, dirige Pilar Sedano. Por las manos de ambas han pasado las telas más famosas del museo, meninas incluidas. Mientras Mayte da los últimos toques a los ya recuperados Adán y Eva, muestra con orgullo las fotografías en las que se puede ver al detalle el estado en el que se encontraban las tablas antes de entrar en su particular quirófano: cuatro agujeros en torno a la cabeza de Eva, la serpiente prácticamente reventada por la tensión de las tablas o la parte superior del muslo casi invisible por los surcos producidos al paso de la carcoma, entre otros muchos desastres.
«Las dos tablas», recuerda Mayte Dávila, «han sufrido mucho». Desde que la reina Cristina de Suecia se las regaló a Felipe IV porque le desagradaban, sufrieron el intento de ser quemadas por parte de Carlos III. Pasaron después a la Academia de Bellas Artes de San Fernando y, antes de llegar a las salas nobles del Prado, estuvieron durante muchos años sufriendo humedades brutales en los sótanos del Casón del Buen Retiro.
A la espera de recibir atención, se encuentra una de las obras más importantes de Velázquez, Felipe III a caballo. Lo más urgente es devolverla a sus dimensiones originales. No se le cortarán los centímetros añadidos. Se correrá el marco y se expondrá de manera que se vea la manera en la que fue retratado por el artista sevillano.
Después le tocará el turno a La reina Mariana de Austria, otra de las obras deslumbrantes de Velázquez. Los rojos, rosas y blancos de su vestido volverán a recuperar las tonalidades originales que el tiempo ha apagado.