UN RÁPIDO PASEO POR EL CABO DE GATA. Volcanes, palmitos y flamencos

En el sureste de España, protegido por la Sierra Nevada  de los frente atlánticos, se encuentra el Cabo de Gata, la zona más seca de la Península, con un clima semidesértico como el que ya os enseñé en un paraje cercano, el Desierto de Tabernas, en el que los bosques, más que árboles, son grandes concentraciones de pitas

Forma parte este cabo de un amplio Parque Natural que ha protegido la zona de desmanes urbanísticos (bueno, de todos no, pues seguro que alguno le suena el problema de un hotel en la playa de Algarrobico).

Una de sus peculiaridades es su origen geológico, pues se trata de una de las pocas zonas volcánicas de la península, originada a finales de Terciario, tras la gran orogenia alpina que levanto las Béticas (toda la zona sigue siendo una de los lugares con más terremotos de la Península, por el choque de la placa africana y la europea, que levanta lentamente esta costa un cm al año).

Al tratarse de volcanes tan antiguo se encuentran muy erosionados, con una roca rojiza, fruto de la oxidación del hierro que se encuentra en la lava solidificada (sin embargo, podéis ver aún las antiguas burbujas de una lava ácida y viscosa, ahora convertidas en una forma de cuevas).

Dique volcánico

Bomba volcánica

El trayecto se puede iniciar partiendo de Almería. Se recorre así una larguísima playa con dunas embrionarias que nos llevará hasta el cabo.

Entre ellas y los volcanes, en una antigua albufera, ya los fenicios instalaron salinas que aún hoy se encuentran en funcionamiento y que nos dejan una pequeña sorpresa. En medio de una zona tan árida, estas delgadas láminas de agua marina albergan una gran biodiversidad de crustáceos que son el alimento de gran cantidad de aves, entre ellas una gran colonia de flamencos, ya estable.

(Por cierto, estas plantas del primer plano son barrilla, planta halófila que puede vivir, como los taray, en aguas salobres, y de la que antiguamente se extraía cal y jabón)

Subiendo hacia el cabo encontraréis la única palmera europea original, el palmito, que aguanta las altas temperaturas, la sequedad y un suelo poco evolucionado. (Su tronco, muy blanco, es un verdadero manjar para las ensaladas)

Ya en la propio cabo encontraréis los pitones (las chimeneas fosilizadas de los volcanes) en lo que llaman el acantilado de las sirenas (pues en ellas habitó hasta hace poco años, una colonia de foca monje, en la actualidad casi extinguida en el Mediterráneo).

En la zona debió existir un templo romano dedicado a Venus, aunque su nombre actual quizás proceda de las ágatas, unas piedras semipreciosas de origen volcánico que se podían encontrar en sus proximidades

Vicente Camarasa

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