Se escribe con “L”

  • Hablamos de la cultura en su hondo sentido de saber popular que le daba Machado. Definía éste el folclore por boca de Juan de Mairena: “lo que el pueblo piensa y siente, tal como lo siente y piensa, y así como lo expresa y plasma en la lengua que él, más que nadie, ha contribuido a formar”. Eso es el folclore auténtico y sin trampantojos. Y pocas veces viene tan a punto esta expresión, porque canto y poema de José Antonio Labordeta son la negación de ese otro mal llamado folclore, sofisticado y envilecido, conformista y deformante, que es una caricatura del sentir popular para solaz de mediocres escapistas. Era 1974, escribía Tuñón de Lara, hablaba de José Antonio Labordeta. Era ese floclore de verdad, de caminar sin pausa, de hablar sin prisa, de recorrer caminos siguiendo la máxima cervantina: quien lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe  mucho. Era Labordeta. Una mochila al hombro y un váyanse a la mierda que representaba el sentir de ese país cansado, de esa tercera España condenada a exiliarse de sí misma, en sí misma. Pero hubo un tiempo en el que libertad se escribía con ele, con ele de Labordeta.

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