Los maestros impresionistas dominan el otoño artístico
Recibí tu carta, no iré hasta el lunes, pero veo que has tenido mucho trabajo y lamento no haber podido ayudarte. Recuperaré el tiempo perdido cuando hagamos la exposición de nuestro amigo.
Creo que «Los acuchilladores» dará resultado, aunque hay otra tela que, por lo que recuerdo (SIC), es más peculiar. Es una ventana con una figura de hombre visto de espaldas, con las piernas separadas, que mira hacia la calle. Pero tal vez la regaló, en cuyo caso sería menos representativa que «Los acuchilladores». Martial te informará.
Qué terrible ha debido de ser para ti la muerte de ese pobre joven.
Las cosas me van cada vez mejor en este momento, afortunadamente.
Hasta el lunes, abrazos.
Claude Monet
No iré hasta el lunes, a menos que pueda mañana
(Carta enviada por Monet a Renoir, incluida en el libro «Los años de Giverny. Correspondencia», que publica este otoño Turner)
Comisariada por el presidente y los conservadores del Museo d’Orsay —el templo de los impresionistas franceses, y algo más— la retrospectiva Claude Monet ha reunido más de dos centenares de obras desperdigadas en Europa, EE.UU. y Japón, «arropando» las grandes colecciones francesas del artista, ya de por sí excepcionales. «Sería necesaria casi toda una vida, viajando por varios continentes, para ver todas las obras reunidas, por vez primera», comenta con una brizna de orgullo Guy Cogeval, para insistir en el trabajo de «hormiga» que ha sido necesario, durante varios años, para poder reunir en una sola exposición doscientas obras maestras dispersas en museos de varios continentes. Más allá del esperado éxito comercial, nada desdeñable para la economía del Ministerio de Cultura, esta retrospectiva aspira a dejar su propia huella en la magna historia de las exégesis del puesto de Monet en el advenimiento del arte moderno y contemporáneo.
Goya y Turner, entre otros, ocupan siempre el puesto majestuoso que ilumina la modernidad pictórica. Grandes movimientos, como el de los románticos alemanes, precedieron el aldabonazo impresionista, que suena, glorioso, con una legendaria obra de Monet, «Impression, soleil lévant» (1872). Desde esa obra, hasta la no menos legendaria serie de las Nymphéas (1904 – 1909), el arte moderno sufre un cataclismo que pone fin a todas las tradiciones que venían del Renacimiento. Los «ismos» que vendrían, durante varias décadas, ampliarían los efectos sísmicos de tales convulsiones. Con Picasso, la pintura se precipitaría en insondables abismos, de los que todavía no se ha recuperado. Con Monet, la pintura ha desembocado, ya, en la abstracción lírica: pero todavía está en pie la pintura de caballete, la pintura retiniana. La vieja pintura figurativa agonizaba. Monet anuncia la desaparición de la figura humana en el cuadro. Pero su obra se encuentra en el umbral donde todavía se cruzan la pintura de ayer y la pintura de mañana.
La retrospectiva del Grand Palais permite explorar esas raíces y caminos, esenciales, cuando las nuevas figuraciones y la muerte histórica de las vanguardias comienza a suscitar muchas revisiones de la historia general de la pintura del siglo XX. Adorado por el gran público, bien catalogado y estudiado, Monet nunca ha estado ausente en ninguna historia de la pintura. Las vanguardias veían en él un precursor de la abstracción lírica. Las escuelas figurativas más diversas reconocían su magisterio permanente. Hoy, como ayer, Monet continúa siendo una «bisagra» esencial: su primera pintura de caballete, ante los paisajes de Normandía o Argenteuil, nos habla de aquellas lejanas batallas de la ruptura con la pintura académica de su tiempo; las Nymphéas, al fin, siempre, inauguran un mundo nuevo, intacto y glorioso, seminal.
Juan Pedro Quiñonero, París: Los maestros impresionistas dominan el otoño artístico, ABC, 20 de septiembre de 2010