Las odaliscas que «nacieron» en la Alhambra

María del Mar Villafranca, directora del patronato de la Alhambra y el historiador Francisco Jarauta son los comisarios de la exposición. Cuenta Villafranca que la idea surgió de pura casualidad, en 1991, mientras revisaba uno de los libros de visitas en los archivos de los palacios. Allí descubrió la firma del artista en la mitad de una página de las últimas hojas del volumen. «No se sabía que hubiera estado aquí, en la Alhambra, y ahí mismo empezó el trabajo de investigación», explica la responsable de esta institución que el último año tuvo tres millones de visitantes. En una entrevista concedida en 1947, Matisse confesó que la revelación le vino de Oriente.

Jarauta recuerda que el artista hace el viaje en un momento de crisis personal y artística. Busca una renovación formal respecto a lo que estaba haciendo hasta entonces. Acaba de visitar una exposición de arte Oriental en Munich, pero el Salón de Otoño París le ha rechazado dos obras inspiradas en la música y en la danza. El gran rival de Picasso vive un estancamiento creativo y decide cambiar de aires. La exposición arranca, precisamente por obras de ese momento de incertidumbre y renovación. En «La argelina» (1909), los trazos negros y rotundos con los que dibuja los contornos de la mujer y las telas que decoran el fondo, anuncian ya el abandono del Fauvismo y su fascinación por la decoración oriental. Junto a este impresionante óleo se expone el enorme jarrón nazarí de loza con reflejos dorados, el Fortuny -simonetti del siglo XIV, procedente del Museo de la Alhambra y que aparece reproducido en numerosas telas de Matisse.

Pero puede que sea en las odaliscas donde más se pueda percibir la influencia granadina. Pinta la primera en 1921 en un momento en el que lo que le interesa es investigar el desnudo femenino. Estas mujeres semidesnudas envueltas en trasparencias y rodeadas de telas preciosas, tienen tal éxito que llega a pintar más de cien. La mayor parte son peticiones de coleccionistas americanos. Casi siempre utiliza la misma modelo, la bailarina Henriette Darricarrere, una bellísima mujer con la que se le puede ver aquí retratado en numerosas fotografías de la época.
Mantiene Jarauta que la belleza de los sofisticados baños de la Alhambra están presentes en los fondos decorativos sobre los que retrata a sus sensuales odaliscas. En ellas vierte todo un mundo de colores fuertes: rojos, dorados, azulones, que están también en el las pinturas originales del artesonado de las estacias de los sultanes. Son paisajes interiores que hablan también del estado de de ánimo de Matisse. Jarauta añade que la belleza de ltambién la liturgia católica sucumbió a la belleza de la decoración de los palacios, como se puede ver en los vestidos litúrgicos que los altos cargos del clero utilizan en las grandes ceremonias.

La exposición incluye una serie de litografías inspirada en las odaliscas que la hija del artista, Margherite , depositó en el Victoria & Albert Museum de Londres. Se muestran frente a una selección de tejidos islámicos de diferentes épocas históricas que fueron atesorados por el pintor y cuyos motivos decorativos se reproducen una y otra vez. El final destá dedicado a los papiers collés, con los que el artista se reinventó cambiando los pinceles por las tijeras.
Jorge Helft, sobrino de Paul Rosemberg, el que fuera su marchante y amigo íntimo de Matisse durante décadas, recordó durante la exposición que Picasso sólo admiró a un artista contemporáneo y que ese fue Matisse. «Cada vez que visitaba su taller salía amargadísimo. Pese a ello, le respetaba y le admiraba. Cuando a Matisse no le iban bien las cosas, Picasso pedía a mi tío que le ayudara. El respeto era mútuo pese a ser dos personalidades fortísimas». ¿Cree que el peso del viaje a Granada fue tan determinante en su obra, como se cuenta en esta exposición?. «Sin dura», responde Helft. «La visita de un universo de belleza como la Alhambra pesó de manera contundente en sus cuadros y le inspiró todo un mundo con el que seguir deslumbrando «.
