Himnos
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- Acostumbra a decir la profe que hay canciones, hay días, hay momentos… y cada quien tiene sus manías, sus himnos, sus rituales. Su Yo pisaré las calles nuevamente los once de septiembre, su Grândola vila morena los veinticinco de mayo y su Marsellesa tal día como hoy. En un aciago mes de abril que se hizo eterno porque las vacaciones de Semana Santa no llegaban, el insti era demasiado grande, los alumnos demasiado pequeños y el equipo directivo, demasiado (a secas) la posibilidad de hacer cualquier cosa menos dar clase en la hora maldita de los viernes, arremolina a profesores y alumnos en torno al salón de actos sea cual sea la actividad propuesta. En nuestro caso, era un concierto didáctico de despedida a un grupo de escolares franceses que habían pasado una semana en el centro. La gaita era la protagonista y un hacendoso (que no virtuoso) compañero perpetró algunos temas de la música tradicional asturiana e incluso bretona, por aquello de agasajar a nuestros visitantes. El fin de fiesta fue un desentonado, al tiempo que desganado, Asturias patria querida. Cosa que no es de extrañar, si tenemos en cuenta que más del sesenta por ciento de los alumnos presentes no eran asturianos y tampoco me consta que hubiese ningún borracho en la sala. Con todo, en las últimas estrofas el asunto se fue animando ¿quién no sabe el Asturias patria querida? Tanto que el grupete de franceses se puso en pie, nos miró como debieron mirar sus aguerridos ancestros la Bastilla cuando la tenían a tiro de piedra y a voz en grito, ante el desconcierto del los presentes, la mirada interrogante de algunos compañeros que preguntaban qué cantan y la emoción de la profe, que no pudo por menos que unirse a ellos, comenzaron a cantar La Marsellesa.