EN EL CORAZÓN DEL MAR – Nathaniel Philbrick

3338704492_1657733035_zAviso a navegantes. Nos hallamos ante una verdadera obra maestra. Y, si tal vez es imprudente citar así un texto no demasiado conocido y de escasa difusión como éste, pues dejémoslo entonces en que se trata de un trabajo de gran categoría. Ciertamente, con esta lectura nos vemos envueltos desde primer momento, pese a que se nos están narrando unos hechos en principio no demasiado atractivos, la existencia de unos personajes casi anónimos, desconocidos para el gran público. Sin embargo, sus vivencias y desventuras atrapan con una mezcla de terror y admiración, de angustia y patetismo, que no pueden dejar indiferente ni al más frío de los corazones. De hecho, de la experiencia vivida por los anónimos protagonistas de este ensayo surgió la idea que guió al genial Herman Melville a dar a luz, treinta años más tarde, a su más conocido y denso engendro: Moby Dick o la Ballena Blanca.

Un cachalote atacando un buque ballenero hasta el punto de llevarlo a las profundidades del océano, realidad y ficción dándose la mano en este caso de un modo que raya lo salvaje, me atrevo a decir. En efecto, si nos remontamos en la historia de la navegación al año del Señor de 1820, hallaremos un barco ballenero, el Essex, cuya procedencia era el puerto por excelencia dedicado a tan lucrativo negocio; Nantucket. Y veremos como, tras la desaparición en alta mar del buque, fueron hallados náufragos a bordo de barcas balleneras en diferentes puntos del pacífico sur, a miles de millas del punto en que realmente el barco había zozobrado, tras más de tres meses de deriva. Una proeza de supervivencia que superaba infinitamente la meritoria ruta del capitán William Bligh, famoso por su regreso tras ser abandonado en alta mar por su propia tripulación (en el célebre caso de la Bounty). Aquellos náufragos, sin embargo, fueron rescatados en un estado absolutamente lamentable; delgados hasta lo inhumano, quemados por el sol, marcados por el horror del escorbuto, y con la cabeza prácticamente perdida por la desesperación. Los indicios sobre su subsistencia a bordo de las chalupas balleneras en las que fueron hallados no daban lugar a dudas: el canibalismo. La puritana sociedad del momento no encajó demasiado bien aquello, y tan sólo un iluminado como Poe sería capaz de homenajear su conducta, años después, en su siempre sorpresiva narración de Las aventuras de Arthur Gordon Pym.

De los escasos supervivientes, el primer oficial, llamado Owen Chase, publicó un relato sobre las desventuras de la tripulación del Essex, que en su momento se convirtió en una especie de best-seller. Otro tripulante superviviente, el entonces grumete Thomas Nickerson, también relató sus vivencias, muchos años más tarde, en su vejez, y lo hizo desde un punto de vista muy diferente a Chase, contradiciendo algunos argumentos de éste en que él salía especialmente favorecido de la aventura. Sin embargo, este segundo relato quedó inédito por varias circunstancias y, tras ser hallado por casualidad en 1960, no vio la luz hasta 1984, cien años después de su elaboración.

Nathaniel Philbrick es un autor eminentemente naval, miembro de una familia de tradición literaria, así como oriundo de la zona reina de la caza ballenera de entonces, el estado de Massachussets. Ha investigado tanto sobre aquel pretérito negocio que ha acabado afincándose en la misma isla de Nantucket, donde se ha convertido en una eminencia local a nivel histórico. La solvencia de sus argumentos es innegable, pero además su estilo narrativo es ágil y ameno, dinamizando la trama cual si se tratase de una novela, en ocasiones. La reconstrucción de Nantucket, del negocio ballenero y de sus protagonistas de entonces es tan fiel que realmente conseguimos hacernos una idea de cómo debiera ser todo aquel tinglado, hoy en día completamente desaparecido. El resultado sobre el papel es magistral, un trabajo exhaustivo y analítico, que busca siempre la comparación entre los diferentes puntos de vista que cada fuente documental aporta de unos sucesos que, por suerte o por desgracia, nadie más que ellos (a parte del viejo y gruñón Neptuno, evidentemente) podría certificar o desmentir.

El relato es un retrato de una sociedad, de un momento histórico, de un oficio antiguo, el de ballenero, que ha pasado a la historia como algo sucio, burdo, poco noble, especialmente si se aplica sobre él un enfoque en clave actualista con argumentaciones ecologistas de por medio. Craso error, creo yo, pues aquellos hombres no eran más que pescadores, en busca de su propia supervivencia, cuyo empeño estaba especializado en un combate de igual a igual contra unos leviatanes marinos de más de quinientas toneladas de peso. Una batalla legal, a fin de cuentas, con la sombra de la muerte a las espaldas.

En fin, como apuntaba, los sucesos del hundimiento del Essex inspiraron a Melville. Y además, de qué manera. Un hombre como él, implicado personalmente en la pesca ballenera de entonces, es imposible que no fuera tremendamente impactado por la leyenda del horror de lo sucedido al Essex. Leyendo lo ocurrido, asimilando el modo de vida de aquellos pobres diablos, es cuando podemos entender mucho mejor a Melville y su opus magna. Por ello, recomendaría especialmente este libro a cualquiera que diga de sí mismo que adora a la ballena blanca y todo lo que gira entorno a ella.

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