Ronda nocturna con Javier Sierra por el Museo del Prado: siete cuadros esenciales

4. La transfiguración (Rafael)
La última pintura del maestro de Urbino, tenía 34 años solamente cuando murió, es «La transfiguración». Cuando fue enterrado, encima de su catafalco fue colocado este cuadro. 
Detalle inferior de La transfiguración, de Rafael
Detalle inferior de La transfiguración, de Rafael
Es bastante excepcional en la historia de Rafael, es casi un tratado de cómo este mundo se comunica con el otro: «En la parte superior está Jesucristo, flanqueado por Elías y por Moisés. En la parte terrestre, en la inferior, todo repleto de apóstoles, pero ninguno ve lo que está sucediendo. Ninguna mirada está puesta sobre escena impresionante, que está teniendo lugar sobre sus cabezas, excepto una de un personaje que no está descrito en los Evangelios y que es el niño descrito como el poseído, el endemoniado, es un niño al que le están apuntando la mayoría de los dedos. Ese niño tiene un ojo puesto en la parte superior de la escena y otro en la inferior. El estrabismo está muy forzado marcando que es el único de toda la escena capaz de ver lo que ocurre en las dos partes de la representación. Es más, un brazo apunta el cielo y otro a la tierra marcando claramente el eje hacia el que debemos mirar. A una pequeña lección: en medio de la escena aparece una mujer, de espaldas, que es una representación de Sofía, de la sabiduría clásica, y esa mujer tiene sus manos con sus dos índices apuntando al niño, invitándonos claramente que a través de la Sofía, de la sabiduría, se puede llegar a comprender la existencia de nuestros mundos y localizar aquellos que son capaces de ver nuestros mundos. 
¿Por qué Rafael en el último tramo de su vida se preocupa por esto? Todo tiene que ver con sus lecturas. En el Maestro del Prado lo que se presenta también es la existencia de libros, manuscritos, alguno de ellos nunca impreso, que sirvieron de inspiración a muchos pintores para comunicar mundos. Ese libro, el eje intelectual del Maestro del Prado, es el Apocalipsis Nova, una de cuyas copias se conserva en el Monasterio del Escorial. Y se da la casualidad de que el oficio de tinieblas, el sepelio de Rafael, se celebró en la Iglesia de Roma donde se abrió por primera vez la Cristiandad. Nada es casual.

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