EL MANIFIESTO COMUNISTA – Karl Marx y Friedrich Engels
«Un fantasma recorre Europa…».
Pasé la tarde hace poco en casa de mis padres, hacía tiempo que no iba así que como es obligatorio me puse a revisar las novedades de su colección de libros. Pero, no encontrando muchos tomos con tales características, me decidí a buscar por libros antiguos que recordase de cuando vivía con ellos, pues aunque de ediciones pobres y baratas son míticos para mí. No dí con ninguno. Le pregunté a mi madre por ellos; al parecer los empaquetaron y guardaron debajo de la cama, así que acabé la tarde escudriñando en las cajas de mi viejo hasta que me topé no solo con un libro, también hallé un recuerdo: Año 1993, plena crisis, en la cocina de nuestra antigua casa mi padre discutía con varios compañeros de la junta directiva de su cooperativa el modo de sobrevivir. Siendo aquella cúpula tan díscola (llamarlos gestores sería simbólico), sobra decir que cerraron Auto Comercial Ordóñez al poco tiempo, pero en aquella jaula de grillos oí por primera vez el titulo de un par de libros que no dejaban de mentar, y con los que al parecer pensaban plantar cara al inminente desahucio: El Libro de Cocina del Anarquista y El Manifiesto Comunista (normal que cerraran).
Efectivamente ambos son libros que tratan de afrontar «una crisis», aunque a distintos niveles, por su puesto. Del propio El Manifiesto Comunista (EM a partir de ahora) sacamos textualmente; «(…) ¿Cómo se sobrepone la burguesía a las crisis económicas? De dos formas: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistando nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente, los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis, preparando otras más profundas e importantes, y destruyendo los medios de que dispone para prevenirlas…». La verdad: esto suena a «tertuliano oportunata», pero ¿no es verdad, al comprobar los titulares de prensa de hoy, que ese es el modo del que tratamos salir de esta ahora?… El caso es que cogí el dichoso libro y lo he leído. Con treinta y demasiados años.
Si obviamos los tropecientos prólogos que existen de la obra, los millares de folios gastados en notas aclaratorias o las exactamente 389 notas a pie de paginas que tiene mi edición, resulta que EM es una lectura para nada aburrida. He de reconocer el mal trato, hasta hoy, que le he dado a la obra porque nunca la había afrontado con la perspectiva que te dan los desengaños y las victorias, y quizá haya sido esa dulce pátina la que da refugio a estos nuevos pensamientos… El Tiempo.
Siempre que leía el panfleto (sin animo peyorativo alguno) lo hacía como un leyente de fanzines; asentando inconsciente cada frase que no entendía del todo, o mascullando algún taco entre dientes cuando si lo hacía. Pero claro, leerlo con miles de años más es otra cosa, algo no lo ha hecho envejecer bien in my mind, es decir que lo archivaba en mi mente al ladito del soporífero y científico El Capital (del mismo autor), y justo en frente de El Contrato Social. Cuando resulta ser un texto mucho mas prosaico, en el buen sentido, y seguramente ahora lo ubicaré entre mis adorados El Aleph y Recuerdos del Futuro. Con EM uno puede sacar lecturas muy claras sin tenerse que quebrar mucho el coco e, incluso entre sus líneas, toparse con alguna magistral (sintética incluso; medio folio a lo sumo cada diez) clase de Historia de las Civilizaciones. Por eso para mí, en la comparativa con El Capital, EM sale ganando de calle (recuerden que hablo de entretenimiento).
Aunque en dichas semejanzas, la mayoría de estudiosos neutros (es decir «no comunatas») elevan El Capital a los altares, casi de la filosofía, y redundan en lo riguroso del trabajo de Marx. Para luego tildar EM de panfleto; casi siempre, ahora sí, de forma peyorativa. Es lógico que el fulgor de la juventud y la coyuntura en constante huida vivida por Marx le hicieran evolucionar hacia textos más pesados, pero no me atrevo a denostar aún EM, como otros. Ahora bien, reconozco que las inquietudes de Marx no fueron paralelas precisamente a las del marxismo, sobre todo al final de su vida, por lo que a veces me pregunto qué habría escrito Marx si hubiese vivido la revolución rusa, las guerras mundiales o las paces. O las guerras frías, o las paces calientes. ¿Qué hubiese pensado «el teórico» Marx de Lennin «el práctico»? Por no hablar de Iosif «el metálico»… Pues no lo sé, lo que sí sabemos es que Marx no confiaba mucho en que el comunismo resultase en Rusia. Debido al hecho de carecer esta de periodo «burgués» intermedio entre la economía feudal y la revolución proletaria, amén del hecho de no tener en absoluto nociones de política agraria. Como de hecho no triunfó. El que crea que El Telón de Acero o Pol-Pot tienen que ver algo con el comunismo (en minúsculas) es que aún ha de leer algo más.
Es importante, al menos para mí, contextualizar de previa un dato: EM fue un libro escrito en alemán, trascrito casi simultáneamente al inglés, y con traducciones inmediatas (pasado el año de ser publicado a lo sumo) al francés, italiano, flamenco y danés.
Tales traducciones especificadas en la primera pagina de la primera edición por la propia Liga Comunista: «Con este fin se han reunido en Londres
Los representantes comunistas de varios países, y han redactado el siguiente manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa».
Ni ruso, ni español, ni por supuesto chino. Es curioso.
Fue Bakunin, precisamente, el primero en traducirlo al ruso ya pasada la década de los sesenta (1860) y José Mesa Leompart en la de los setenta al español. Al chino ni idea.
¿Por qué me parece curioso? Es obvio que en ruso, en chino y en español es en los idiomas que más grandes objetivos ha alcanzado EM, para luego girar de nuevo la rueda de la historia (¿Adelante? ¿Hacía atrás? Quién sabe… Hoy China es la primera).
Me divierte pensar en un estirado snob británico del Partido Comunista Inglés de charla con Marx en el club de lectura, tomando cerveza negra sin darle crédito ninguno a los salvajes rusos, ni a los pobre chinos, ni mucho menos, a esos bajitos con bigotes de España. Al final toda esa panda se fue para el carajo al trasladar La Internacional a Nueva York, quizá si hubiesen permanecido en Londres…
EM me parece un ejemplo perfecto de la desorbitación de una obra. Es un libro que pone enfermo, con pasajes y pasajes llenos de virus, como diría el viejo Billi Burrougs, «aunque no son más que palabras», apuntaría cualquiera. Cierto, solo palabras, pero hay palabras y «palabras». Existen algunas muy poderosas capaces de sembrar y germinar ideas. Ideas que embarazan actos, y actos que traen sangre y muerte. Por lo tanto palabras que son virus. Es Frankenstein y es David Bowie a la vez. Es Frankenstein, evidentemente, por la monstruosa proporción de «reacciones» (en ambos sentidos) que desató y desata una creación. Y es David Bowie porque, como con el británico con su música, EM es posiblemente uno de los textos que mas a influido en todos y cada uno de los seres humanos que vivieron algún periodo (el que sea) del siglo XX, y quién sabe de los que vendrán… No en vano se considera a Carlos Marx uno de los padres de la sociología (si Tuerto, conjunto con Weber y Durkheim) y según la BBC el pensador más influyente del siglo pasado (curiosamente; sin haber puesto un pie en él: murió en 1883).
¿Qué dice EM? Que la burguesía es revolucionaría, que el capital no es necesario; sino vital. Que gracias al sistema capitalista descubrimos América, y que ello nos trajo las bondades de la globalización. Enriqueció la cultura mundial, puso en contacto al mundo y nos tarjo la modernidad, La Edad Moderna.
Pero dice mas cosas, claro. Abolir la propiedad privada, la familia, los derechos…. «Bah ¿Quién quiere derechos cuando no los necesite?» En realidad todas las proclamas que aparecen en EM lo hacen en forma de puntualizaciones (como si de previa nos hubiésemos hecho eco ya de tales atrevimientos y buscásemos en él respuesta) que no son para nada esos simples titulares: « ¡Abolir la Familia Ya!» y etcétera, sino que son razonados en cierto modo, pero razonados.
El texto si que pone al lector en la siguiente tesitura muy claramente párrafo a párrafo; elegir entre: «libertad y derechos» o «igualdad y deberes». Es decir; parte en dos El Contrato Social. Ya parecía olfatear el joven Carlos la trampa que se esconde detrás de la preciosa palabra LIBERTAD. ¿Acaso por eso fue tan crítico con las dos primeras revoluciones francesas? ¿Por eso echaba pestes por la boca al hablar de anarquistas? Puede. Pero volviendo a las aboliciones, señalar solo que al hablar de “abolir a la familia” trata de exponer el hecho claro de que solo ciertas “clases” son capaces de disfrutar de las verdaderas bondades familiares, ya que el resto (el ploretariado) está incapacitado para ello por motivos mas que evidentes (recordamos que, por ejemplo los mineros británicos mantenían jornadas laborales de mas de doce horas, y empezaban a trabajar en ellas una vez tenían fuerza de llevar el martillo a su padre). Es decir; no tenían hijos tenían camadas. Como la familia católica aquella de los Monty Python.
Hoy la cosa es muy distinta ¿no?
La abolición de la propiedad privada también está matizada en EM, ya que trata de exponer lo siguiente; nadie, dentro de La Revolución quiere quedarse con nuestra casa, las herramientas (¿Incluiremos aquí nuestro coche?), o las modestas soluciones versátiles para la vida moderna adquiridas en Ikea, por los “no ricos”. No, nada de eso. La expropiación de la propiedad privada que se debe llevar a cabo, según Marx, es siempre en términos macroeconómicos y/o latifundistas. Sostiene que toda adquisición pretérita a La Revolución se debe a un abuso, como mínimo, de los derechos fraudulentos que alguien se otorgó sobre algo, que por supuesto, antes no era suyo. Y la verdad es que es una idea tiene empaque…
Todo lo demás es historia, una peculiar mirada atrás. Es la fotografía de «la edad de las revoluciones y el fin del absolutismo feudal», tomada con una cámara muy «intervencionalista» (aunque cualquier edición con mogollón de notas a pie de página equilibra ciertos desvanes): El prisma de un señor apartida, pobre y sorprendentemente desordenado, cuasi-caótico.
¿Engles? Para muchos un auténtico pagafantas, uno de los mayores de la historia. Para mí, el tipo que asumió la paternidad del hijo bastardo de Marx con la criada, después de financiarlo, muy cicatero eso sí, a él y a su extensa familia durante toda la vida… Es decir, el tipo al que en realidad se le debe todo.
«¡Hislibreños del mundo Unios!»
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