TODO LO QUE ERA SÓLIDO – Antonio Muñoz Molina
Durante años he sido un profundo admirador y seguidor de la obra de Antonio Muñoz Molina. Le descubrí con Beltenebros y El invierno en Lisboa, me convenció de pleno con El jinete polaco y no dejé de leer cada una de sus novelas o cuentos según aparecían, hasta que, por esas cosas de la veleidad lectora o por la desgracia de leer alguna de sus obras menos afortunadas, dejé de hacerlo. Alguien me recomendó este último libro suyo, más un amplio reportaje periodístico, un ensayo pegado a la actualidad que cualquier otra cosa, y consiguió picar mi curiosidad. Quien me lo recomendó acertó de pleno, era un libro que tenía que leer y le doy las gracias por ello.
Todo lo que era sólido es el reflejo en nuestro propio espejo de la imagen de Medusa. El mito dice que la monstruosa Medusa convertía en piedra a quien la miraba fijamente a los ojos, tal cual esta crisis contra la que nos enfrentamos: si no la miramos valiéndonos de un espejo, nos hallaremos inmovilizados ante el horror que nos encontramos como individuos y como sociedad.
Muñoz Molina nos muestra en este libro lo que no fuimos capaces de advertir del 2007 en adelante. Lo que no fuimos capaces de advertir nosotros, el autor o casi todos los que ahora parece que tuvieran previsto todo cuanto ocurre. Apoyándose en la lectura de los periódicos, en concreto de El País, del año 2007, va desgranando los fastos, los desmanes, el gasto excesivo, la corrupción rampante, la megalomanía tanto financiera como constructiva, la irreflexión en torno al gasto público, la disipación del crecimiento en la poza de la dilapidación de todos los recursos. Nos veíamos a nosotros mismos como los amos del mundo, subidos en lo alto de los edificios y contemplando con desdén como superábamos uno tras otro a los países de nuestro alrededor en el tendido de kilómetros de vías de alta velocidad, como éramos capaces de erigir cientos de edificios dedicados a ensalzar nuestra propia vacuidad como ciudadanos de una nación de nuevos ricos. Nuestros Presidentes de gobierno se vanagloriaron de que en España se construían mas viviendas por año que en Alemania, Francia e Italia juntos, que nuestro PIB superaba muy por encima la media europea, que nos encontrábamos en disposición de superar a nuestros socios de la UE en riqueza. Lanzábamos al viento las campanas de la celebración del crecimiento ilimitado, de la compra de viviendas cada vez más caras y con mayor equipamiento, ya no sabíamos vivir si no era en urbanizaciones con piscinas y pista de padle, electrodomésticos más grandes, tecnología más puntera o coches de lujo y no éramos capaces de percibir que todo eso que creíamos sólido, seguro, duradero, estaba edificado sobre una gran burbuja de aire recubierta del ladrillo, la especulación y la corrupción. Todo aquello que era sólido se derrumbó sobre nuestras cabezas, todo aquello que brillaba como un sol demostró tener la fugacidad de lo inaprensible.
Hoy, cuando ya han pasado más de seis años del comienzo de esta locura que embargó a España, y a los españoles, aún estamos tratando de explicarnos cómo pudo ocurrirnos todo esto. En su libro, Muñoz Molina, solo nos apunta algunas soluciones, no económicas, más bien morales y éticas, de sentido común y decencia personal. Quizá lo principal que debamos aprender de esta locura es a no repetir los errores. Errores que cometimos nosotros y que les permitimos cometer a quienes nos dirigen, esos electos que han llegado a creer que son electos por encima de las elecciones, que han perdurado en los cargos a base de comprar las voluntades, a base de amasar fortunas y silenciar conciencias.
Todo lo que creíamos sólido se desvanece en el aire y debemos volver a construirnos una realidad que se sustente sobre la razón. Como cita el autor, dijo Machado “no está el mañana ni el ayer escritos”, no hay destinos fijados de antemano, lo que hoy ha sido desgracia puede ser trasformado con esfuerzo en un presente y futuro distintos. Libros como este deben hacernos comprender de dónde venimos y plantearnos dónde queremos llegar sin volver a construir realidades tan fugaces como pompas de jabón.
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