SEBASTOPOL 1942. MANSTEIN CONQUISTA CRIMEA – Rubén Sáez Abad

PortadaSebastopol_zps184b750a«Von Manstein concentró (…) la mayor colección de piezas de artillería que dirigiría un único mando durante toda la Segunda Guerra Mundial».

En los planes iniciales para la Operación Barbarroja, Crimea y Sebastopol carecían de importancia y no constituían un objetivo prioritario. Con una fría lógica terrestre, el O.K.W. había decidido que, una vez aislado el angosto istmo de la península, las fuerzas soviéticas destacadas en ella podrían ser ignoradas y sobrepasadas sin peligro. Como en el caso de Stalingrado, Sebastopol era apenas un nombre en un mapa, una referencia geográfica sin verdadero contenido y cuya importancia no dejaría de aumentar a medida que las fuerzas alemanas fuesen acercándose, atraídas por una gravedad irresistible. Un ejemplo más de que ni siquiera el Estado Mayor alemán era capaz de anticipar a nivel teórico toda eventualidad.

Al comenzar la invasión de la Unión Soviética, y conforme a las órdenes del Stavka para un contraataque general, las fuerzas aéreas destacadas en la península comenzaron las operaciones estratégicas de inmediato. Y con inmejorable percepción estratégica, eligieron el punto más débil y crucial en todo el dispositivo alemán: Los campos petrolíferos rumanos. Perfectamente conscientes del alcance de la amenaza, los planes operativos alemanes variaron de inmediato para pasar a incluir Crimea y la estratégica base de Sebastopol. Conforme a su firme estrategia terrestre, las fuerzas de la Wermacht destruirían la amenaza aérea en el suelo.

No se trataba de un objetivo sencillo. Precisamente por su enorme exposición a un ataque enemigo, Sebastopol era una fortaleza en el más amplio sentido de la palabra, protegida por fuertes y posiciones de artillería de gran calibre. No solo eso, había sido concebida desde siempre como tal, un bastión ruso, como ahora soviético, desde el que proyectar la fuerza naval propia y protegerla del ataque externo. La avanzada agresiva de una nación poderosa hacía un mar lleno de enemigos. La guerra de Crimea había consistido básicamente en el asedio de dicha plaza durante el XIX. Ahora, durante el siglo XX, los soviéticos habían puesto todo su ingenio en asegurar la defensa de una posición tan expuesta. Por parte alemana, se pondría el mismo empeño e intelecto en expugnarla. Nos encontrábamos así ante el escenario favorito de los planificadores militares del tiempo de entreguerras: Una gran operación de asedio. Por sus implicaciones industriales y técnicas, lo que se enfrentaba era la capacidad de cada una de las naciones en conflicto, tanto como la de las tropas en combate.

El hecho de que la movilidad de las tropas alemanas convirtiese en algo risible las extensas líneas fortificadas, que habían sido la señal de identidad del pensamiento militar del periodo que va entre las dos grandes guerras mundiales, no debe hacernos olvidar que todos los logros del a ingeniería y de la planificación militares se habían concentrado en no pequeña parte en desarrollar y construir las defensas más poderosas y mejor armadas. Sebastopol era uno de los ejemplos más acabados, y pronto podría demostrar tanto su verdadera valía como las limitaciones crónicas de su planteamiento.

Conquistar la península de Crimea fue una tarea casi menor comparado con el nivel de fortificaciones que los alemanes se encontraron al llegar ante el perímetro defensivo de la gran base naval. Las tropas alemanas y aliadas (puesto que los rumanos desplegarían también sus fuerzas en este frente, junto con una pequeña unidad de lanchas rápidas italianas) se encontraron frente a una defensa planteada en profundidad, con el objetivo evidente de estancar y desangrar la gran fuerza móvil alemana. A partir de ese momento, Von Manstein va a luchar cada día para ganar no solo la ciudad, también su bastón de mariscal del Reich, contra una serie de dificultades acumulativas:

  • La gran densidad de las fortificaciones. Junto a las grandes defensas del tiempo de paz, la población y la tropa habían sido movilizadas para establecer un nuevo perímetro de campos minados, zanjas y fortines de tierra.
    Su falta de municiones en gran cantidad. Agravada por la pésima cadena logística, la dificultad de las comunicaciones y el sobreesfuerzo de la industria alemana.
  • El número limitado de sus fuerzas de infantería y los escasos refuerzos. Von Manstein, un comandante de tropas acorazadas, tenía que hacer frente ahora a un escenario de combate de artillería e infantería en directa oposición a la idea de movilidad mecanizada.
  • El deficiente apoyo de la Luftwaffe. Sobrecargada de tareas, sin efectivos suficientes y afectada igualmente por los problemas de aprovisionamiento.
  • El constante apoyo logístico que presta la flota soviética del Mar Negro a la base. Sin fuerzas marítimas pesadas, con un despliegue muy tardío e ineficaz de las ligeras y una Luftwaffe poco adaptada a las operaciones aire-mar, la base va a recibir una enorme cantidad de refuerzos y provisiones durante el asedio. Sin embargo, el efecto acumulativo de las operaciones aéreas sobre unas fuerzas navales que no pueden aumentar, termina teniendo su efecto.
  • La amenaza constante de perder sus fuerzas a favor de otra gran operación. Algo crítico a medida que comienza el despliegue de las fuerzas que avanzarán contra el Volga y los campos petrolíferos rusos.

Los soviéticos tampoco se limitarán a una defensa pasiva. Nada más haber dado inicio al asedio, Von Manstein encuentra con un ataque soviético desde el Cáucaso, que le obliga a desviar su atención y sus tropas, facilitando la continuación de las labores defensivas. No obstante, a pesar de su prometedor inicio, las tropas alemanas derrotan con contundencia la ofensiva soviética. Será la única que se produzca para liberar la plaza, dándose inicio así al asedio. Asedio lento, constante, efectivo, pero en el que los soviéticos consiguen mantener su posición durante casi un año entero.

En esta operación se ponen de manifiesto las limitaciones de la fuerza alemana. A pesar de que la propaganda germana mantenía la superioridad técnica y la tecnológica, lo cierto es que el material alemán no resulta decisivo, y que sus grandes cañones-monstruo son empleados deficientemente, tanto por falta de un plan razonable como por sus propias limitaciones y la dificultad de su aprovisionamiento. El resto de sus fuerzas artilleras, no son necesariamente superiores a los modelos de la primera guerra mundial, y los ingenios del tipo «Goliath» funcionan deficientemente. En realidad, la moderna fuerza mecanizada alemana, se limita a sí misma a una operación clásica en la que Manstein destaca con eficacia, pero sin poder demostrar el genio que un día los soviéticos sufrirán en la tercera batalla de Kharkov.

Así pues el libro detalla la operación que termina con la conquista de la base y del rango supremo en la Wermach por parte de Manstein, a través de sus diferentes fases:

  • El planteamiento general del conflicto.
  • Las operaciones en Ucrania.
  • La conquista de Crimea.
  • La derrota de la contraofensiva soviética.
  • El asedio de Sebastopol.
  • La caída final.

Si siempre son necesarios los mapas, en este caso más que en ninguno, y el libro está a la altura. En una guerra de asedio como esta, librada sobre posiciones hoy desaparecidas o ya entonces destruidas, hacen mucha falta los excelentes y detallados mapas a color y gran formato que el libro aporta, donde encontrar las diversas posiciones e hitos geográficos donde se libraron las acciones decisivas.

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