«Fils d’un colonel de l’armée de l’air, j’ai été bercé dès l’enfance par le ronronnement des moteurs à pistons». «Hijo de un coronel del Ejército del Aire, fui mecido desde la infancia por el ronroneo de los motores de pistón». Romain Hugault
Un Fokker Dr I, triplano de color rojo-Richthofen, sobrevuela mi cabeza eternamente, suspendido por hilos invisibles del techo de la habitación . Sobre las estanterías reposa el resto del Jasta, mi “circo volante” particular: lo componen el Nieuport francés, el Spad italiano y el RAF SE 5A británico. En la caja aguardan su turno, ansiosos por ser montados, un Albatros, un Fokker D VII y un Sopwith Camel.
Son los aviones de madera y tela que surcaron los cielos de la I Guerra Mundial. Las monturas de los últimos caballeros, los que lucharon entre cúmulos inmaculados, sobrevolando el barro y la sangre de las trincheras. En lugar de lanzas, embestían las ametralladoras Vickers o Spandau. En lugar de los escudos, ostentaban su heráldica personal estampada de vivos colores en los fuselajes. Realizando gestas ingrávidos en el aire, en lugar de retadores sobre un puente. Y el lema caballeresco de «mi Dios, mi rey y mi dama» se preservaba como reliquia en la conducta de esta élite de pilotos y aparecía escrito a lomos de sus aviones:
J’honore les dames, j’enfile les boches…
… que es precisamente lo que se lee, nada más abrir las páginas de este álbum, sobre el costado del Nieuport que pilota Henri Castillac, aquí uno de los ases de la aviación francesa.
Lo que sigue es el primero de una serie de tomos —a punto de publicarse el tercero en Francia— sobre la I Guerra Mundial vista desde el aire, y realizada a mayor gloria de la pasión del dibujante: los aviones de combate. El francés Romain Hugault lleva toda una vida dedicada a ellos; los conoce, los pilota… y los dibuja —a lápiz, sin el socorrido auxilio de las 3D— como pocos son capaces. No me costaría creer que incluso lo hace de memoria. El resultado son unas espléndidas escenas plasmando con gran realismo un variado muestrario de misiones aéreas, enfrentamientos entre ases enemigos, vuelos de reconocimiento, aterrizajes forzosos… en fin, biplanos agujereados para todos los gustos.
Los anteriores trabajos de Hugault le avalan como una potencia emergente en la bande dessinée sobre aviación. Repasemos:
• El último vuelo, obra creada en solitario, contiene una serie de cuatro aventuras independientes.
• El Gran duque, también con Yann al guión, ambientada en el frente ruso durante la IIGM.
• Más allá de las nubes, con Hautière, en la Batalla de Inglaterra, IIGM.
• Pin-up Wings. Galería de chicas sonrientes provistas de rotundo fuselaje. Suma tres tomos ya y tiene todos los visos de seguir aumentando.
Del mismo guionista, Yann —con dibujo de Juillard— y temática, podemos disfrutar también de un álbum precioso: Mezek, localizado en la primera guerra árabe-ísraelí, y donde, como curiosidad, encontraremos a dos viejos antagonistas repescados de la Batalla de Inglaterra: los Spitfire de la RAF, a los mandos ahora de los árabes, y los Messerschmitt Bf 109 (los mezeks) de la Luftwaffe, pilotados en este giro de la historia por… los israelitas. A propósito, en nuestro cómic se deja ver un albatros alemán revestido de la estrella de seis puntas de los judíos.
Deslumbrar al público francés no es fácil en este género de aventuras aéreas, que sin salir del país tiene ilustres precedentes: recordemos al Buck Danny de Jean-Michel Charlier y Hubinon, o un Michel Tanguy del prolífico Charlier y Uderzo/Jijé, como representativos de las altas cotas de calidad —y cantidad— alcanzadas (si bien ambos volaban aviones a reacción). De este último hubo un álbum titulado La Escuadrilla de las Cigüeñas, que resulta ser el mismo nombre dado al escuadrón donde pilota Castillac, el protagonista de nuestra historia. ¿Homenaje entre connoisseurs, quizá?
Cierto es que son muchos más los aviones que vuelan entre las páginas de un cómic. Los argentinos tampoco están mal servidos, porque cuentan con el magnífico As de pique, de Ricardo Barreiro y Juan Giménez: 27 capítulos narrando las andanzas de un bombardero B-17 en la IIGM. De japón —y su Estudio Ghibli— tenemos la obra Porco Rosso, sobre hidroaviones y cerdos piloto enamoradizos en el Adriático del periodo entreguerras. En los USA publicaron, allá por los pacíficos años sesenta, un cómic-book sobre un sosias del Barón Rojo al que llamaron As enemigo —por Bob Kanigher y Joe Kubert—, un alemán taciturno que no desprovechaba oportunidad para declamar su leitmotiv ”the sky is the killer of us all”. El personaje ha tenido varios revivals desde entonces, por ejemplo una muy pictórica novela gráfica a cargo de George Pratt, Enemy Ace: War Idyll.
Si continuamos rebuscando en la comicoteca podríamos encontrar también otras obras de aviación-bélica dignas de mención, como las del magistral Hugo Pratt sobre el El último vuelo del aviador y poeta Antoine de Saint-Exupéry a bordo de su inconfundible Lockheed P-38 Lightning, o En un cielo lejano, protagonizada por dos hermanos soldados, al igual que sucede en la historia de esta reseña…
… historia que apenas comienza a plantearse en esta primera entrega de la serie. Tiene como subtítulo Valentine, nombre que comparten un carro de combate (el primitivo modelo Schneider CA1) y una linda dama parisina (delatora de que el dibujante es también un asiduo pintor de las pin-ups que tradicionalmente adornan los morros de sus amados aparatos). El siguiente álbum se llama Sidonie, donde es de esperar que avance el desarrollo de la trama tejida alrededor de dos hermanos que, aunque gemelos, son de personalidades opuestas, y el porqué uno de ellos rehuye el combate con un albatros alemán que ostenta pintada una flor blanca, una “estrella de las nieves” —el piloto del edelweiss—.
Las trincheras devoradoras de hombres, pardos globos aerostáticos, los bigotes del káiser Guillermo II, el gigantesco cañón apodado Gran Berta, el Folies Bergère, la verde absenta… toda la vieja Europa contenida en el año 1917, incluso los propios pilotos de cascos de cuero, son relegados a comparsas por los verdaderos protagonistas de esta función: los aviones.
Ante la gran calidad del tratamiento dispensado a los aviones, verdaderos niños mimados del autor, el resto del entramado que sostiene a la historia palidece un tanto. Los personajes se muestran algo hieráticos, sus caras quizá faltas de expresividad. La secuencia de viñetas no siempre deja fluir la narración. El maquetista que hay en mí se extraña de ver pintados con camuflaje la parte inferior de alas y el fuselaje de algunos aviones. Pero todo lo anterior se disipa en cuanto notas que te da el viento en la cara y te preparas para maniobrar en un viraje Immelman… y eso el dibujante lo consigue. Quienes se hayan tirado sus buenas horas ante el simulador saben de qué hablamos.
La épica de los primeros aviones de caza está servida. Cabalgando un biplano se descubre el aire, un lugar nuevo donde matar y ser muerto.
Edición original: Le pilote à l’Edelweiss. Enero 2012.
Edición en España: Abril 2013
Guión: Yann
Dibujo: Romain Hugault
Formato: cartoné, 48 págs.
Precio: 14€
Technorati Tags: Yann y Hugault, aviación, caballeros del aire, I Guerra Mundial

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