LAS PIEDRAS DE CHIHAYA: EL HILO DEL KARMA – Sergio Vega
Esta novela, editada por la editorial Quaterni, es sin duda la mayor sorpresa de lo que llevo de 2013. Y me refiero a una sorpresa positiva. Además, siendo la opera prima de un autor novel el asunto tiene mucho más mérito. Nos traslada al Japón de mediados del siglo XIV, pocos años después de los dos intentos de invasiones mongolas sobre tierras niponas; estas invasiones que aumentaron la importancia de la casta de los bushi -los guerreros-, pero sobre todo la de aquellos que recibían el título de samurais, sirvientes directos del Emperador y el Shogún. Este último era el general supremo de Japón cuya labor era, en teoría, defender la nación de las invasiones extranjeras pero que había instaurado un gobierno de facto sobre las islas denominado bakufu, habiendo relegado al linaje imperial a una mera figura decorativa.
Así pues, estamos en los años en los que se va formando la casta de los samurais, la más noble de todas, por encima de los eta -las no-personas, los destinados a los trabajos más innobles-, comerciantes, campesinos, artesanos y guerreros no ennoblecidos. Es una época de tensiones entre el Emperador y el Shogún, cada uno con sus partidarios y detractores, los cuales forman una complicada red de alianzas territoriales que mantienen el equilibrio en el país.
Pues en esta época convulsa, en un lugar remoto, entre arrozales, nace el hijo de un humilde campesino. Un niño como cualquier otro, destinado a trabajar de sol a sombra toda su vida para producir ese arroz vital para su familia y su gobernador –jitto-. Pero este niño es especial, ya que posee un don, la capacidad de entrar en armonía con la naturaleza y sentir el fluir de su energía, e incluso de usarla para obrar portentos. Sin embargo, es algo que nuestro protagonista irá descubriendo poco a poco, ayudado por el sabio monje Shiro, quién se convierte en una especie de preceptor para el muchacho cuando es testigo de sus capacidades.
Sin embargo no son ellos los únicos protagonistas, ya que también sabremos de las andanzas de Kato Danjuro, famoso maestro de esgrima venido a menos, y de su amor por la dama Kiku, junto con la historia del joven Tadakuni, discípulo de Danjuro e hijo de un comerciante de riqueza tal que tiene a su servicio a gran cantidad de bushi e incluso algunos samurais, ya que es un importante sustento económico para el Shogún. Danjuro es el guerrero veterano que todo lo ha visto y ahora sólo aguarda un final que parece no llegar, mientras que el joven Tadakuni se ve inmerso en la ambición de su padre de que su hijo sea nombrado samurai para que su casa alcance la más alta nobleza.
Tanto Danjuro como Tadakuni están alejados del mundo de las intrigas palaciegas, dedicados por completo al ideal del guerrero, el bushido, un código de conducta que debían seguir todos aquellos que se considerasen honorables. O al menos lo siguen todo lo que sus sentimientos y pasiones les permiten.
Decir aquí que los personajes son muy sólidos, poseyendo muchas capas y alejándose de los simples estereotipos. Sus historias están trabajadas, al igual que sus motivaciones y el entorno que los rodea. Incluso los personajes secundarios que aparecen a lo largo de la novela -aparte de los mencionados existen algunos secundarios que convierten la novela en un relato coral- están bien trabajados. Estos personajes y sus historias nos son presentadas con un estilo narrativo que va como un guante a una historia del Japón feudal, de ritmo pausado, descriptivo y reflexivo que a veces estalla en un repentino torbellino de sangre y acero, lo que en su conjunto parece sacado de alguna novela de un autor japonés, o del ambiente de las películas más clásicas de samurais de Akira Kurosawa o Kenji Mizoguchi. Curiosa también la forma de narrar la historia, en primera persona cuando es el niño, en tercera persona cuando son los demás protagonistas, dándonos un extra de cercanía con el joven cuyo viaje parece el hilo conductor de la obra.
Como hemos visto, la novela posee un toque fantástico-místico que no desentona con la narración, la cual está salpicada aquí y allá de reflexiones filosóficas sobre el budismo, el zen, el shintoismo, el confucianismo y la propia existencia humana en general. El propio Shiro nos dice que muy pocas personajes cada generación nacen con el poder del joven protagonista y muchos entrenan toda su vida sin apenas desarrollarlo. Así que debemos aceptar ese toque de fantasía como algo que forma parte del mundo que nos muestra la novela, un mundo en el que el bushido forma ya parte de la tradición caballeresca aunque la cuestión sea muy discutida hoy día. No se sabe mucho del origen del bushido y casi todo lo que sabemos nos ha sido transmitido por autores de los siglos XVIII-XIX, en una época en la que el papel del samurai como guerrero había sido casi olvidada y muchos miembros de esta casta se dedicaban a filosofar sobre lo que deberían haber sido. Ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo. Sergio Vega toma para su novela la idea de que existía ya un código de honor y de conducta similar al que nos ha llegado hasta hoy día, una base sólida sobre la que se construyó en los siguientes siglos el camino del guerrero, que luego, siglos después, todo samurai tomó como propio, o eso quisieron ver los mencionados autores de siglos posteriores, quienes quizás trataban de cubrir con una capa de honorabilidad una casta de sanguinarios y ambiciosos guerreros siempre inmersos en traiciones y guerras fratricidas.
Así pues, el autor apuesta por la versión quizás más idealizada pero construye a su alrededor un mundo tan vívido y bien estructurado que encaja como un guante y no podemos evitar pensar durante la lectura que bien pudo haber sido así la forma de vida de los guerreros japoneses del siglo XIV.
Como puntos negativos, quizás apuntar algún capítulo -que, al menos que en los siguientes libros tengan su razón de ser- que parece aportar poco a la trama salvo añadir más enseñanzas filosóficas a nuestro joven protagonista, como el encuentro con un sabio hindú. Por otro lado, aunque escasos, hay algunos fallos de edición menores -una frase a la que le falta una palabra, una palabra sin una letra…- y otros que quizás sean salidos de la pluma del autor, como que durante los capítulos iniciales nuestro narrador se suba a un pino primero y a un arce en un capítulo posterior, pero en el mismo capítulo confunda el árbol, o bien que nos encontremos en los capítulos finales varios laismos, o una vegetación exultante -que supongo sería exuberante, más aun cuando el adjetivo exultante aparece poco después de nuevo-. Puntos negros menores que no empañan una obra que me ha impactado profundamente y que recomiendo a todos los amantes de lo japonés, y, por qué no, a quien busque una lectura de calidad alejada del “estilo best-seller”. Quizás la temática esté muy alejada de los gustos del gran público en general, al cual es más fácil llegar con la “historia que conoce”, pero el esfuerzo que pueda suponer leer esta obra creo que queda compensado. Además, el niño cuya historia vamos siguiendo es tan inculto que el monje Shiro deberá continuamente explicar tal o cual historia, costumbre o la situación política en general, cuando no lo hace el narrador en tercera persona y esto puede resultar de mucha ayuda al lector no demasiado familiarizado con el mundo del Japón feudal.
Lo dicho, un libro que recomiendo con entusiasmo y que espero la editorial presente a los premios Hislibris del próximo año. Algo muy gordo tengo que encontrarme de aquí a final de año para no votar a Sergio Vega como “Mejor autor novel”.
Mientras tanto a esperar la segunda parte de esta trilogía para continuar con las historias de sus protagonistas, cuyo título parece que será “Las piedras de Chihaya: La nube rasgada”, mientras que el último volumen será “Las piedras de Chihaya: El dragón y el crisantemo”.
Las piedras de Chihaya: El hilo del karma
Autor: Sergio Vega
Páginas: 560
Editorial Quaterni, Septiembre de 2013
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