LAS LETRINAS PÚBLICAS ROMANAS
Los escusados de tipo público eran conocidos como los foricae y se construían sobre una sala cuadrada o rectangular espaciosa, provista de un banco corrido adosado a la pared en todo el contorno. Este banco, de losas de piedra fina, tenía orificios ovoides con una abertura más estrecha en forma de gota delante; situados a distancias fijas donde se acomodaba el público que disponía de espacio suficiente para dejar objetos a su alrededor.
En el suelo solían correr unos pequeños canales con la inclinación suficiente para que el agua estuviera permanentemente en movimiento; junto a estos canales había unos cubos con unas escobillas con el mango de madera y con una bola de esponja que se usaban a modo de nuestro papel higiénico actual, limpiándolas en el canalillo de agua.
Una corriente interna de agua mantenía el lugar perfectamente drenado de residuos y de malos olores con características para la higiene muy avanzadas en aquella época.
Su interior estaba hueco y por él discurría de forma continua una corriente acuosa que transportaba los residuos hasta las cloacas.
Estas letrinas públicas que vemos en las imágenes son las mejor conservadas de la época romana. Muchos de los retretes siguen intactos, junto con el canal por el que fluía el agua con la que se lavaban.
En la mayoría de las letrinas los romanos solían disponer de esas esponjas marinas insertadas en mangos de madera que se utilizaban para lavarse las partes después de colmar las necesidades fecales, a falta de papel higiénico.
Solía abonarse una pequeña cantidad de dinero por su uso con el fin de mantenimiento y limpieza de las instalaciones, así como también para pagar el sueldo de los foricarium conductores. De tal guisa se convertía en un espacio de encuentro social, donde los romanos se citaban y departían un rato.
Algunas curiosidades:
· Los romanos que acudían a las letrinas públicas con esclavos les hacían sentarse primero en la bancada para que la piedra se calentara y estuviera confortable cuando llegara el turno del amo.
· Durante las campañas bélicas, los legionarios, al no disponer de letrinas exclusivas en los campamentos donde se instalaban, excavaban zanjas para defecar, lo que se convertía en un foco de infecciones, o bien buscaban un arroyo o riachuelo próximo para, después de surcar un pequeño canal y desviar parte de la corriente hacia su emplazamiento, poderse asear.
Pese a que no se conservan demasiados restos arqueológicos relacionados, se calcula que Roma llegó a contar con 144 letrinas en el siglo IV de nuestra era.
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