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El detective medieval que resolvió uno de los grandes crímenes de la Historia

El 23 de noviembre de 1407, tres días después de escenificar su reconciliación con su primo Juan I de Borgoña (o, como es más conocido, Juan Sin Miedo), Louis I, duque de Orléans, encontraría su muerte en las calles de París en uno de los episodios más sangrientos de la historia francesa. Louis viajaba a lomos de su caballo cuando fue abordado por un grupo de hombres, que cortaron sus extremidades superiores antes de darle el definitivo toque de gracia.

El preboste de la ciudad Guillaume de Tignonville (es decir, el oficial real encargado de representar al rey en París) sería avisado apenas una hora después gracias a un apresurado mensajero. El panorama que Guillaume encontró en la vivienda de la calle Vieille du Temple en Marais donde habían sido depositados los restos de Louis I era dantesco. Una de sus manos había sido completamente seccionada, mientras que el otro brazo se encontraba rajado hasta el hueso. Como el propio capitán reflejaría en su informe, “su cabeza estaba tan dañada que el cerebro entero sobresalía”.

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