LAS GUERRAS APACHES – David Roberts
Mangas Coloradas.
Vittorio.
Cochise.
Geronimo.
Nombres legendarios gracias al Western. Y tan legendarios que este libro no consigue superar la carga de leyenda que conllevan. Aunque el autor intenta transmitir las diversas versiones de cada hecho y extraer de ellas la verdad objetiva, su objetividad se ve lastrada desde el principio: El suyo es el punto de vista de los apaches. Y no consigue superarlo. Hay una evidente simpatía hacia estos, y esta es la primera prevención que debe tener todo lector al afrontar la lectura.
Pero no deja de ser una lectura interesante. No edificante, pero si instructiva. De cómo unas pequeñas bandas de guerreros se convierten en legendarias gracias a los medios de comunicación de masas. Porque lo que es objetivo, es que las partidas apaches siempre fueron pequeñas, mal armadas y carentes de verdaderos planes para la batalla. Su mera existencia reivindicaba un modo de vida tradicional que los norteamericanos cuestionaban con su misma presencia. Y por ello, los sucesivos líderes apaches deben pasar toda su existencia entre el compromiso y el conflicto. El compromiso con los norteamericanos, acaso mendaces en ocasiones, pero demasiado poderosos. Y el conflicto, que conlleva la derrota, pero permite al menos, transitoriamente, recuperar el antiguo modo de vida.
Y estas son las coordenadas de las guerras apaches. Por un lado, el poder de los EEUU, tan terrible, que cada vez que un indio es conducido al Este, se le considera embrujado a la vuelta por el modo obsesivo en el que clama por la paz. Naturalmente, el embrujo se lo ha producido el contemplar tantos hombres blancos, tantas armas, tantos recursos. Esta táctica de guerra psicológica ya la habían empleado antes los norteamericanos con los sioux y los comanches (Y la emplearían de nuevo con los ciudadanos soviéticos que tuviesen que viajar por EEUU por cualquier motivo)
Y por el otro, las pequeñas bandas condenadas de apaches, aferradas a un modo de vida propio, frente al modo de vida de las reservas, donde el ocio termina por destruirles. Y es que en cierta forma, a pesar de sus errores y equivocaciones, de las corruptelas asociadas, el libro también reclama la constitución de las reservas, donde los indios podían vivir con todas sus necesidades costeadas por el gobierno, y donde solían refugiarse después de sus correrías, asumiendo que serían perdonados y sus crímenes, que no veían como tales, olvidados. (Idéntico al caso de muchos de los que se reunieron en Little Big Horn)
Es un libro sobre campañas pequeñas, agotadoras, crueles y llenas de asesinatos. Campañas oscuras, polvorientas y extenuantes, muy lejos de los westerns de la edad de oro.
Las campañas que pusieron fin a la libertad de la última nación india. Y otra más de las campañas asimétricas que han tenido que librar los poderosos EEUU.
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