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PERILLÁN – Terry Pratchett

Perillan«El que interrogaba a nuestro joven viajero tendría, aproximadamente, su misma edad; pero su aspecto era de lo más extraño que Oliver hubiera visto en su vida; chato, de frente lisa y rastro vulgar; y todo lo sucio que pueda estar un chiquillo, mas con aires y modales de un hombre (…) Era sin duda, el mozalbete más fanfarrón y jactancioso entre los que levantaran cuatro palmos y medio sobre el suelo». (Charles Dickens, Oliver Twist)

Casi todo el mundo conoce a Sir Terry Pratchett como el padre fundador del universo Mundodisco en donde la fantasía, el humor y la locura en dosis justas crean un ambiente en donde todo es posible. Por tanto sería raro que este autor entrara con paso firme en una página de literatura histórica como esta. Pero hay que admitir que por una vez este hecho sí es posible. La saga Mundodisco está adobada con un buen número de libros protagonizados por brujas aventureras que utilizan la cabezologia; desastrados magos; o tal vez una Muerte a quien le gustan los gatos. Esto es solo un ejemplo de una gran lista de inolvidables personajes que harían de esta reseña un listado inabarcable. Pero entre todos sus libros también existen algunos independientes que también llaman la atención. Uno de ellos es éste que les presento aquí, y aunque el autor nos diga que es fantasía histórica, desde mi humilde punto de vista, creo que pone los dos pies en el terreno de la novela histórica. Se trata, nada más ni nada menos que de Perillán (2012). 

No es cuestión de justificar la inclusión de este libro en el territorio de la literatura histórica. Los hechos que aparecen aquí servirán de juez y jurado para comprender el motivo por el que reseño aquí esta novela. Y como toda ha de tener un comienzo, hemos de adentrarnos en el inmenso Londres decimonónico, justamente en el primer tercio del reinado de la augusta Reina Victoria. Allí, entre pobres venidos de distintas parte de Inglaterra, y hábiles carteristas vive nuestro protagonista. Un chico inteligente y rápido de entendederas llamado Perillán. La acción del libro comienza cuando una noche lluviosa, al salir de una alcantarilla (pues nuestro protagonista es alcantarillero de profesión), se ve inmerso en una trifulca con varios matones y tras derrotarlos consigue salvar a una damisela en apuros. Esta pelea y su encuentro con un escritor que empieza a despuntar, un tal Charles Dickens (¿les suena de algo?), desencadenará una serie de aventuras frenéticas por la Ciudad del Támesis en el que el reverso oscuro de la alta política intenta quitarse de en medio a Perillán y así poder seguir encubriendo un asunto turbio para que no estalle una nueva guerra en el continente. El intentar descubrir los motivos por el que esta mujer fue apaleada hará que nuestro protagonista se mueva por distintos niveles de la sociedad ofreciéndonos todo un muestrario de cómo era vivir y sobrevivir en el Londres Victoriano.

Uno de los grandes valores de esta excelente novela es que Perillán, a modo de don Quijote, nos enseña como era aquel mundo, aquella ciudad, caput mundi del nuevo imperio sobre la tierra en esos momentos. Como ya he mencionado antes el gran desarrollo industrial, político y social hizo que a la capital del Reino Unido, Londres, emigrara parte de la población buscando la gran oportunidad de su vida. En su mayoría eran pobres de solemnidad que al llegar a la ciudad tuvieron que agruparse en barriadas, convirtiendo partes de ella en auténticas barricadas de miseria, que en muchos casos estaban colindantes con los más encopetados barrios. Algunos de aquellos lugares donde florecía la negrura de la vida se llamaban por ejemplo Seven Dials o el mítico Whitechapel. Perillán se pasea por estos lugares como si fuera su casa enseñándonos donde moran los carteristas, las prostitutas, en que callejones no hay que meterse, y cuáles son los humildes trabajos de estas personas, desde el listo trilero, el tabernero soez o la triste florista que muchas veces cae presa de algún caballerete depravado. Lo interesante de toda esta olla a presión sobre la que se asentaban las regias posaderas de las clases pudientes es que en aquellos tiempos no había conciencia de qué hacer con los pobres de solemnidad. Lo normal era que se murieran de hambre, que para eso eran la hez del mundo. Pero aunque parezca que nadie se preocupaba por ellos en verdad existían personas de clase media que percibían que en aquel orden natural había algo que no encajaba. Terry Pratchett, en esta novela, nos muestra a dos personas que quisieron cambiar aquella situación. Se trata del novelista Charles Dickens y el investigador social, reformista, periodista y fundador de la revista satírica y humorística Punch Henry Mayhew. El primero denuncia la miseria de lo sociedad a través de sus novelas, mientras que el segundo es la clase de hombre que a base de recoger datos, recavar información y entrevistar a lo más bajo de la sociedad consigue llamar la atención de las clases pudientes para que echen una mano y así salvar a gran parte de la población londinense que se muere literalmente de hambre. Gracias a este ingente labor Henry Mayhew pudo compilar todo su trabajo en una obra que hoy todavía es referente para saber como era aquel mundo: London Labour ante London poor (Los oficios y los pobres de Londres).

Debido a sus correrias Perillán se introduce en lo alto y en lo bajo de la sociedad, y a pesar de ser un personaje inventado, gracias a él podemos conocer a distintos personajes históricos del momento. Ya les he hablado de Charles Dickens, que entonces trabajaba como periodista en el periodico Morning Chronicle (situado tal vez cerca de Fleet Street), pero también nos habla de Robert Peel, fundador del cuerpo de policía que sustituyó a los cazachorizos de Bow Street, y dos veces ministro; del poderoso primer ministro Disraeli; la hacendada y filántropa Angela Burdertt-Couts, creadora de “las escuelas harapientas”; del gran ingeniero Joseph Bazalgette, encargado de remodelar el alcantarillado de Londres; e incluso se hace mención continua de un tal Boney (Napoleón) y de las recientes guerras continentales que han llenado la ciudad de soldados indigentes y mutilados. Todo un carrusel de personajes históricos que deambulan por las páginas de este libro y que son verdaderamente exponentes del poderío que Inglaterra ostentaba en aquellos momentos.

Pero todos estos personajes no son meras figuras de cartón piedra. Terry Pratchett consigue crear un ambiente perfecto, haciendo que el lector que desee pasearse por el Londres victoriano y correr las mismas aventuras de Perillán, lo haga de manera fidedigna a como se vivía entonces. Todos los personajes que aparecen, por tanto, tienen alma y pasión, evitando en todo momento que estén vacíos. A ello se le suma que el autor utilice distintos tipos de lenguaje en el libro. Los de clase bajan utilizan términos y jergas de la época, y en cambio los de clase alta son más comedidos y correctos con lo que hablan. Es decir no existe un lenguaje igualitario para todos sino que cada uno representa a su clase. Esto hace que la novela adquiera mayor nivel de veracidad y profundidad. En conclusión, nos encontramos con un rara avis dentro de la novela histórica, pero no por el tema, sino por el autor que se adentra por primera vez en este campo. Por tanto solo queda decir ¡Felicidades Sir Pratchett! ¡Misión conseguida!

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