EL HOMBRE TRANQUILO – Maurice Walsh
La editorial Reino de Cordelia nos trae la famosa historia del boxeador que regresa a Irlanda desde los Estados Unidos para hallar la paz en un tranquilo rincón de su Kerry natal, y que hasta ahora estaba inédita en España oscurecida por la alargada sombra de la película de John Ford, protagonizada por Maureen O’Hara y John Wayne. Pero este libro no sólo nos presenta el relato de Paddy Bawn Enright y Ellen Roe O’Danagher, los cinematográficos Sean Thornton y Mary Kate Danaher, alrededor de él se agrupan cuatro relatos más y un prólogo, así como, una introducción de Javier Reverte.
El hombre tranquilo aparece por vez primera publicada en la revista estadounidense The Saturday Evening Post en febrero de 1.933 y en agosto de ese mismo año se publica en Irlanda en el Chamber’s Magazine, para dos años más tarde ser editada junto a otros cuentos en el volumen titulado Green rushes (que hace referencia a la vieja costumbre irlandesa de extender juncos verdes en la entrada de la casa para dar la bienvenida a quien llega a la misma), y dicho volumen es el que ahora se publica en España con el título de El hombre tranquilo.
Antes de cada relato, que se titulan: Y llegó la hija del capitán; Al otro lado de la frontera; El hombre tranquilo; La joven pelirroja y Dublín ciudad perversa, aparece un poema alusivo al argumento del mismo. De los cinco relatos los dos primeros están narrados en primera persona pero a partir del tercero, esto es, El hombre tranquilo, pasa a ser un narrador omnisciente el que nos va a ir contando la historia de Ellen Roe y Paddy Bawn, y lo mismo sucederá con los dos últimos relatos. Cronológicamente, los relatos abarcan desde 1.921 el primero de ellos, a 1.928 el quinto y último. Es decir, el primer relato se sitúa a fines de la Guerra de Independencia de Irlanda, que consistió básicamente en una guerra de guerrillas librada por el IRA y los Black and Tans, y el último ya en un Dublín en paz.
Varias son las características comunes de los relatos empezando por estar hondamente impregnados de nacionalismo, puesto que, Maurice Walsh era un convencido nacionalista, sin embargo, en ellos no se aprecia una actitud fanática. La amistad, y me refiero con ello a la amistad masculina, es otra de las características comunes de los relatos, amistad con todas las consecuencias, con el sacrificio o postergación de la propia felicidad e incluso por encima de los diferentes bandos aunque esto último también sucede en el caso de las relaciones amorosas. Otra de las particularidades es la descripción de la pesca en los ríos y lagos irlandeses. Esta actividad de la pesca con caña se nos describe de un modo exhaustivo, y parece que notemos los tirones en nuestros brazos propinados por las sacudidas de truchas y salmones. También aparecen en los relatos las viejas historias de aparecidos pero no se trata de las típicas historias de fantasmas, una de ellas está llena de ternura y lirismo y en otra el humor es pieza importante.
Nos encontramos con un libro bien escrito, con un estilo directo y un ritmo en general reposado. Con diálogos ágiles y con unas buenas descripciones del paisaje irlandés tanto veraniego como invernal. Nos vemos inmersos en verdes prados y en valles que rebosan de riachuelos, ríos y lagos que bullen de pesca, y en montes y bosques donde abunda la caza.
Ahora bien, hablando sobre el volumen que el autor nos presenta como una novela, en mi opinión, y como tal subjetiva, no nos hallamos ante una novela a pesar de que los relatos sigan un orden cronológico y algunos personajes aparezcan en los diferentes relatos de un modo más o menos tangencial o directo sino ante un libro de relatos. Relatos que dan la sensación de estar construidos alrededor de El hombre tranquilo y no de haber sido pensados como una unidad, es decir, que a mi entender han sido escritos con posterioridad al relato central y hechos encajar en él.
En definitiva, nos encontramos ante una lectura entretenida y con algunos aspectos interesantes. Un libro para pasar un par de tardes entretenidas y poco más. Por otra parte, es inevitable hablar de la película dirigida por John Ford y que está basada en el tercero de los relatos de este volumen y cuyo guionista fue Frank s. Nugent. Dejando a un lado que literatura y cine son lenguajes distintos y que por lo tanto siempre van a existir diferencias, estamos ante uno de esos casos en que la adaptación cinematográfica no desvirtúa la esencia del texto literario que adapta a pesar de las reiteradas protestas que en este sentido realizó Maurice Walsh.
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