DE PADRES A HIJOS – Mika Waltari

DE PADRES A HIJOS - Mika WaltariSin duda cabe la discusión sobre si esta obra de Mika Waltari, “Isästä poikaan”, —editada en dos volúmenes, sobre los años setenta, por Plaza & Janés  en la “Colección Reno” y bajo el título de “De padres a hijos”—, es o no una novela histórica al uso. En principio no lo es y está más cerca de las novelas sobre las grandes sagas familiares del cambio de siglo —“Mariona Rebull” de Ignacio Agustí o “Capitanes y Reyes” de Taylor Cadwell, por citar alguna de las que primero me vienen a la memoria—. Sin embargo, su incardinación dentro del espacio cronológico que se inicia con el despertar de la conciencia nacional finlandesa y remata en la consolidación final de un estado “suomi” independiente, así como la descripción de las luchas iniciales por crear escuelas finlandesas o de la revuelta contra la política de eslavización del zar Nicolas II, la pujanza del movimiento obrero finés, la guerra civil y los albores de la Segunda Gran Guerra, bien podrían hacer que mereciera ese calificativo de narración histórica. Por muy cercanos que hayan sido los hechos al autor y aunque este no hubiera tenido la voluntad de crear una novela de tal naturaleza, hoy puede ser recibida  ―percibida― como tal por el lector amante del género.

Yendo al grano, la obra nos cuenta en tres generaciones, y por tanto en tres libros ―agrupados en dos volúmenes para la edición española―, el proceso de adaptación a los nuevos tiempos de una familia finesa de origen agrícola y cuyos miembros, algunos de ellos, se ven obligados, ante el declive económico de la finca y el deterioro moral paterno, a abandonar la granja Kustala, en Hämeenlinna (Finlandia Oriental), para buscarse la vida en la pequeña ciudad de Helsinki, un baluarte de la cultura sueca en medio del país finés. Así, mientras uno de los hermanos, Tomas, queda en una granja que al final se verá obligado a vender, Elías Gustavvson, protagonista de la primera novela (“El hombre y su sueño”), se ve obligado a buscarse la vida, junto al joven Lauri, en la cuadrilla de trabajo de un maestro albañil de cierta fama. Su participación en la construcción, por suscripción popular, de la Escuela Finlandesa de Helsinki y su natural inquietud, le lleva a esforzarse en la lectura gratuita de libros de la  biblioteca de dicha Escuela y a plantearse, como objetivo vital, conseguir que sus hijos lleguen a estudiar en ella con el objetivo de servir, en un futuro no muy lejano, al desarrollo de la patria deseada. El auge de la construcción y el trabajo a destajo durante las estaciones cálidas le permitirán manejar cada vez más dinero y a coquetear seriamente con el alcohol. Su matrimonio con una mujer luterana maravillosamente caracterizada por el autor ―próxima a la más estricta beatería, pero dotada de carácter dominante e intransigente para con los vicios de su marido―, ayudada por la miseria a que les conduce el decaimiento económico de Helsinki, destruirá no solo la relación  de pareja sino la personalidad del propio Elias. Sólo la grave situación de riesgo sufrida por los dos hijos, Toivo y Samuel, romperán la resistencia de Elías que se plegará definitivamente, incluso mediando una conversión, al menos aparente, a la fe y a la propia forma de ver la vida que tiraniza el pensamiento de la mujer. A partir de ese momento, el ahora Elias Kusta —hacía ya tiempo que había cambiado su apellido sueco por el finés—, sólo vivirá para que sus vástagos alcancen los estudios universitarios.

Como siempre es habitual en Waltari, el personaje protagonista está magistralmente delineado a través de sus reflexiones interiores, sus dudas, sus caídas, sus arrepentimientos y la derrota y abandono final de sus ideales. Los caracteres femeninos (la vanidosa y descuidada esposa de Lauri, o la santurrona beata y exigente compañera de Elías) son brillantes y tan excesivos como sólo Mika es capaz de construirlos con verosimilitud. El fermento nacionalista de los campesinos inmigrados, la lucha por la dignificación de lengua suomi y el apego a los valores tradicionales, el prestigio de la cultura sueca entre los pudientes y la incomprensión de los rusos dominantes son las enormes contradicciones sociales que impregnan el fondo de la novela de una manera suave, ambiental, sin estridencias, pero cabal.

En el segundo libro (“Una llama en el alma”), se nos cuenta la peripecia vital de los hijos de Elías, su desarrollo intelectual y la consecución de sus estudios universitarios. Uno, Samuel, será jurista  pragmático y el otro, Toivo, filósofo inquieto y teólogo, perseguidor, en la vida, de “la verdad”. Este último casi parece un trasunto del propio Mika, enamorado de la antigüedad clásica y, en especial, de la filosofía de Zenón de Elea, frente al espíritu “esteta” de sus amigos burgueses. No obstante, terminados sus estudios ―al tiempo que un nacionalista finlandés asesina al general Bobrikov, gobernador zarista del Gran Ducado de Finlandia― decepciona a su madre, rechazando inicialmente la carrera sacerdotal, para buscar su destino en la vida, pero la caida de su armazón estoico, de su serenidad, ante los embates de la natural carnalidad de la hija de su huésped en una ciudad de provincias —Toivo ha aceptado la cátedra de latín a fin de liberarse de las muchas deudas contraídas para financiar sus estudios— le llevará a un matrimonio forzado al mismo tiempo que Finlandia recobra su Dieta y autonomía, para encontrar definitivamente la vocación sacerdotal en medio de los horrores de la revuelta de Viapori,  y el sacrificio de la socialista guardia roja finlandesa en apoyo de la conocida revuelta de los marinos rusos. Así, Toivo deviene en sacerdote luterano, comprometido y social, del lumpen de Helsinki, para terminar, joven, devorado por la tuberculosis…

El tercer libro (“La Ardiente Juventud”) se centra en la experiencia vital del segundo de los hijos de Toivo, Luhani, su infancia en medio del levantamiento obrero y la guerra civil de blancos (voluntarios, jääkäri) y rojos, la victoria de los blancos con Mannerheim, y la desolada potsguerra. Luhani centrará su desarrollo intelectual, primero en la literatura y después en la filosofía “práctica”, en medio de una enorme confusión y soledad, rechazado por uno y otro bando, sintiendo, al final, con cierto desconsuelo, que el hombre, como el propio Luhani, no es sino “un espino seco al borde del camino, y su  cultura está constituida por retazos de libros leidos y hace tiempo olvidados”.

En el fondo, marco y personajes le sirven a Waltari para analizar las corrientes sociales y de pensamiento de fines del XIX y principios del XX, caracterizando unos personajes, por ellas arrastrados, pero siempre bien definidos, bandeados de un lado a otro por los vientos del tiempo, superados a veces, pero siempre conscientes, al menos, de sí mismos y de su impotencia. No deja de ser sin embargo, una obra de juventud y sobre la juventud, pues incluso la madurez de los personajes no es sino la culminación o el fracaso de los ideales u objetivos de aquella juventud. Merece la pena perder un tiempo leyendo las peripecias de esta familia. No son lo mejor de Waltari, pero preconizan el Waltari que llegará a ser. Yo, al menos, las recomiendo para el caso de que se puedan encontrar en la actualidad.

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