EL AVENTURERO VIVAR – David López
Tras casi cuatro años en “la pila” le llegó por fin el turno a esta novela que me ha parecido excelente y que me ha reportado un enorme placer con su lectura, arrepintiéndome constantemente durante la misma de no haberle concedido su oportunidad mucho antes, aunque es sabido que cada libro tiene su momento. A pesar de sus más de 500 páginas la he prácticamente devorado, y al finalizarla he sentido esa sensación de orfandad que se tiene cuando llegas a la última página de una historia que te ha enganchado profundamente y que al concluir ya no podrás seguir disfrutando.
La historia que narra alterna frecuentemente dos momentos separados 11 años por el tiempo: uno, en 1741, durante el ataque británico sobre Cartagena de Indias, y el otro sucedido en 1730, donde ocurren importantes sucesos que influirán poderosamente en lo que habría de acaecer posteriormente en la batalla por la ciudad llave de Las Indias.
A pesar de que en los últimos años se hayan publicado un buen número de novelas ambientadas en el gran asalto británico sobre Cartagena de Indias (en contraste con el prolongado ostracismo previo para el público en general de suceso tan importante), no estamos ante una novela más sobre la figura de Blas de Lezo. Aquí el gran marino vasco no resulta el personaje principal de la novela, sino que su presencia es limitada, y aunque las referencias a su persona son frecuentes, no lo es tanto su participación en la mayor parte de la trama novelesca, aunque sí lo fuera y decisiva en los hechos históricos.
El verdadero protagonista de la novela es Sergi de Vivar, el aventurero que le da título, entendido esto no como un adjetivo, sino como un curioso empleo aún vigente en la Real Armada en el siglo XVIII, especialmente en el Mediterráneo, desempeñado por voluntarios enrolados generalmente para hacerse acreedores de unos méritos que les redimieran de ciertos actos deshonrosos o para la mejora de su condición social (por ejemplo su falta de hidalguía que no les permitía el acceso a la oficialidad de mar y guerra).
A lo largo de la novela, mediante frecuentes saltos entre 1741 y 1730, es posible reconstruir el devenir vital de Vivar, ayudando con ello a entender qué le ha hecho convertirse en la clase de agente “especial” de la Corona, que siente un profundo odio por todo lo inglés, al que Lezo, tras la recomendación expresa recibida del gobernador de Cuba, encarga la difícil misión de encontrar al traidor que está sobornando a soldados españoles y que actúa como quintacolumnista de las tropas británicas lideradas por Vernon en pleno asalto sobre el entramado defensivo de Cartagena de Indias.
Junto con la historia de Vivar, sin duda la columna vertebral de la novela, desfilan por la novela otros numerosos personajes más o menos secundarios, entre los cuales cobra especial protagonismo el teniente de navío Guillén, cuya participación en la defensa de la ciudad y la ayuda que presta a Vivar en diversos momentos del asedio resultan especialmente destacados, aderezado con la relación de cortejo que mantiene con la hija del coronel Desnaux, comandante de la artillería española en las fortificaciones de tierra. Entre esos numerosos personajes, algunos mantienen una presencia más o menos frecuente a lo largo del libro (bien en la trama de 1741 o en la de 1730), como el sarcástico capitán de navío Alderete, el citado coronel Desnaux, el inefable capitán de infantería Macías, o especialmente relevante en los casos del guardiamarina Muntaner y la mulata Luisa. Otros en cambio aparecen y desaparecen con rapidez, como corresponde a una situación bélica casi continuada a lo largo de más de una década, en plena Guerra del Asiento o de La Oreja de Jenkins (que por cierto, también aparece en la novela, y bajo unas circunstancias novelescas de lo más imaginativas).
El autor de la novela, David López, del que ya se reseñó en Hislibris su novela previa a ésta, «La travesía», escribe notablemente bien, estupendamente me ha parecido a mí, poseedor de un estilo muy fluido pero al mismo tiempo profundamente elegante, con momentos rayanos en lo poético, y con un gusto excelente en la elección de las palabras. Sus personajes emplean un lenguaje muy creíble y adecuado para el siglo XVIII, con numerosas expresiones y vocablos que contribuyen poderosamente a la ambientación de la historia, pero que en ningún caso se hacen incómodos para el lector o dificultan el avance, antes bien, resultan ampliamente agradables (los diálogos me han parecido magníficos), pues permiten escucharles como se esperaría que hablasen, y no como personas actuales trasladadas a ese contexto histórico, defecto habitualmente identificado en muchas novelas históricas escritas actualmente. Este ha sido para mí otro de los grandes méritos de la novela, junto con una trama indudablemente atractiva, el encontrarse ante un libro tan bien escrito que su lectura navega con tanta facilidad como la de alguna de las más marineras naves que surcan el Caribe en muchas de las páginas de este libro. Algunas pinceladas de fina ironía salpicando de cuando en cuando el texto (en particular en boca del capitán de navío Alderete o las del asturiano teniente de navío Vigil) contribuyen de cuando en cuando a lograr breves momentos de anticlímax que arrancan una sonrisa, cuando no una carcajada, del lector antes de volver a sumergirlo en la vorágine del relato.
La descripción de los numerosos episodios bélicos de la novela es realista e incluso cruda, mostrando la guerra con toda la dureza y crueldad que le es propia y no con la elegancia inverosímil con la que nos la muestran por lo general los cuadros de época. Nada o muy poco hay de caballeroso en una guerra como la que sostienen españoles y británicos en gran parte del libro, donde se recurre a todo tipo de armas y de argucias para contrarrestar al enemigo, y donde en numerosos lances no se concede cuartel. El autor se ha documentado bien, no sólo en el asedio de Cartagena de Indias, sino en todo lo relativo a indumentarias, armamento, organización militar y naval, etc. En los agradecimientos finales del libro se confiesa un apasionado de la novelas del gran autor irlandés Patrick O´Brian (al igual que yo mismo), y ello sin duda se aprecia en esta clase de detalles en su novela, o cuando narra algunas acciones navales que transcurren en la misma.
Lo cierto es que esa documentación y el esfuerzo narrativo por parecer verosímil se palpa en todo momento, también cuando narra otros aspectos no estrictamente bélicos, como la vida de los cimarrones (esclavos huidos) en La Española, los episodios de la vida social cartagenera, o sobre personajes y hechos que acaecen en los bajos fondos de la rica y exuberante perla de la América Española.
La parte final del episodio histórico es bien conocida: los británicos sufren una derrota sin paliativos tras estrellarse durante dos meses contra la obstinada defensa española (y los estragos de las enfermedades tropicales, como el vómito negro), a pesar de la abrumadora superioridad en tropas y armamento de los primeros (más de 100 barcos, entre ellos numerosos navíos de línea, y 30.000 hombres) frente a los comparativamente exiguos recursos de los hispanos (sólo 6 navíos de línea y alrededor de 3.000 hombres), con unas pérdidas en torno al 50% de sus efectivos (un desastre probablemente superior al de la Gran Armada en 1588). Sin embargo el final de la trama puramente novelesca resulta una sorpresa para el lector hasta prácticamente la última página.
Entre los aspectos menos positivos de la novela cabría citar una carencia absoluta de mapas que permita un más que necesario seguimiento de las operaciones (mal habitual en muchos libros editados actualmente, aunque pueda ser paliado gracias a Internet) y algunos defectos menores de edición que se hubieran subsanado con una mejor revisión del texto (algunos intercambios erróneos de nombres propios o la omisión de algunas palabras). Seguramente habrá quien también considere un aspecto negativo la mala imagen generalizada que se ofrece de los británicos a lo largo de todo el libro, pero lo cierto es que ello tiene lugar en gran medida en el más que oportuno contexto que supone hacerlo de boca de sus antagonistas españoles, que en pleno siglo XVIII consideran a Gran Bretaña su enemigo cuasi secular, y que sienten una animadversión (mutua) que es completamente histórica, por lo que a mí me resulta plenamente coherente en el marco de amplia verosimilitud que transmite la novela en su conjunto, en la que por otra parte tampoco escatima autocrítica cuando resulta conveniente (la mala relación entre el Virrey Eslava y el teniente general Lezo, extensiva a las diferencias existentes entre marinos y soldados y sus problemas de coordinación; las diferencias sociales evidenciadas en la sociedad cartagenera como ejemplo de toda la América Española; la vergüenza para la Humanidad que supuso la esclavitud; etc.). Además, si autores como Dudley Pope (al que David López envía un “recado” en sus notas finales) se permitieron maltratar permanentemente a los españoles en sus novelas (conocido es el artículo de Arturo Pérez-Reverte en el que harto del enésimo exabrupto antiespañol del autor británico, arroja por la borda de su barco en alta mar la colección completa de sus novelas, en pleno calentón), ¿por qué un autor español debería gastar mayor deferencia, ignorando además la realidad histórica? (¡Pardiós!, como dirían Vivar o cualquiera de sus camaradas en la defensa de Cartagena).
En suma, una novela que me ha entusiasmado por su excelente calidad narrativa, que espero pueda ser compartida por muchos más hislibreños, y que me hace ponerme a seguir lo que mi paisano David López pueda llegar a publicar en un futuro, además de interesarme en la lectura de sus otras novelas ya publicadas (la ya mencionada de tipo histórico, «La travesía» y la negra «El crimen de Los Monegros»).
«El Aventurero Vivar»
David López
Roca Editorial, 2013
512 páginas
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