LA PRIMERA CRUZADA, 1096-1099 – Rubén Sáez Abad
Rubén Sáez Abad es un gran conocido para los aficionados a la historia militar. Su línea de publicaciones en este ámbito es amplia y variada, avalada por su doctorado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, y ganador del Premio Nacional Defensa 2004 otorgado por el Ministerio de Defensa en su modalidad de Historia y Geografía Militar por su trabajo sobre técnicas y máquinas de asedio en la Antigüedad.
El tema central de esta obra es la Primera Cruzada transcurrida entre los años 1096-1099, en apenas 140 páginas vamos a conocer con más detalle cómo se gestó aquella primera incursión cristiana en busca de la liberación de los Santos Lugares desde la llamada del Papa Urbano II hasta la llegada a Jerusalén de los cruzados cristianos. En el año 1095 el emperador bizantino Alejo I envió una delegación de emisarios al Concilio que se estaba celebrando en Piacenza. Su objetivo radicaba en conseguir tropas voluntarias que ayudasen a los bizantinos en su lucha contra los turcos. El Papa Urbano II encontró en ese desesperado auxilio una buena oportunidad para liderar un movimiento que supusiese la reunificación de la Iglesia escindida entre Oriente y Occidente. El Concilio de Clermont-Ferrand, celebrado entre el 18 y el 28 de noviembre del año 1095, sería el escenario elegido por Urbano II para hacer pública su llamada a una Cruzada cristiana. La famosa arenga papal Deus lo volt, Dios lo quiere, sería el lema elegido para arengar a la recluta. Se iniciaba así de esta manera el camino hacia Jerusalén.
Por lo que se refiere la estructura formal de esta obra, destacar su bien ordenada configuración de los tiempos, dándoles a cada uno su valor real. A una breve introducción de las vísperas de la Primera Cruzada le seguirán, ya propiamente dichos, los capítulos en los que el discurrir militar alcanzará su máximo protagonismo. Los mapas son desde luego algo a resaltar y para bien, su calidad es excelente, de lo mejor que se publica en el mercado editorial y toda una garantía para poder seguir el transcurrir de las batallas con gran facilidad.
En su prólogo el autor se cuestiona si ¿realmente el amor a Dios y la defensa de su Iglesia fue la que movió a tantos y tantos Europeos cristianos a morir por la cruz? O ¿podemos esbozar otros motivos, principalmente el económico? Cuando uno comienza el libro con este par de interrogantes en el aire puede quedar ciertamente perplejo si nos atenemos al mito de las Cruzadas. La posterior lectura del mismo responderá, si no totalmente, sí con cierto peso argumental para apostar por los motivos que empujaron a esos cristianos a decidir luchar en Tierra Santa.
La difícil coyuntura del momento, períodos de epidemias y hambrunas, brindó la oportunidad a muchos campesinos de integrarse en las tropas que partirían hacia Oriente en busca de un futuro mejor. Fueron hombres que no tenían nada que perder a los que se les unieron barones de segunda fila, el propio Urbano II no era muy partidario de implicar a los grandes monarcas en esta campaña, su objetivo no era otro que monopolizar dicha cruzada sin la intervención de otros poderes que pudiesen comprometer su liderazgo. Pedro el Ermitaño fue uno predicadores más importantes que contribuyeron a promover la Cruzada; su liderazgo consiguió reunir en la ciudad de Colonia a entre 15.000 y 20.000 seguidores. ¿Cómo sería el paso de estas tropas por los diferentes territorios hasta su llegada a la capital imperial? Tal y como afirma el autor su comportamiento no fue diríamos muy piadoso. Los saqueos y destrucciones estuvieron a la orden del día hasta el punto de que llegaron a ser combatidos o escoltados por los monarcas afectados. Una vez en tierras imperiales su desorden continuado, sus incursiones sin ninguna lógica, la falta de una logística adecuada y una dirección militar pésima de aquella Primera Cruzada Popular acabaría en desastre, siendo trágico el final de la mayoría de sus integrantes. A pesar de ser un capítulo breve, es desde luego un buen entrante para lo que nos espera de esta brillante narración. La Cruzada oficial, con sus excelente tropas bien preparadas, harán cambiar el signo de la batalla. A partir de ahora vamos a encontrarnos con los principales protagonistas de las Cruzadas, los caballeros que comandaron las diferentes tropas puestas al servicio del emperador bizantino. Hugo de Vermandois, hermano del monarca francés, Goodofredo de Bouillon, Raimundo de Saint-Guilles, Roberto de Normandía, Esteban de Fois, Roberto II de Flandes y Bohemundo de Tarento entre otros, serán los personajes más importantes en la Primera Cruzada. Tanto sus maneras de dirigir la batalla como sus ansias de poder serán expuestas magistralmente en la obra. En este eje central que serán los asedios, mayoritarios frente a las batallas en campo abierto, descubriremos el primer envite con el turco en el asedio de Nicea, una ciudad que estratégicamente no podía dejarse atrás sin atacarla si lo que se deseaba era avanzar hacia Jerusalén con las retaguardia asegurada. Fue en Nicea donde se demostró la importancia del cuerpo de zapadores y de servicios de máquinas de asedio a la hora de afrontar fortalezas. La batalla de Dorilea, que siguió al asedio de Nicea, demostró tal y como afirma Rubén Sáez Abad la fragmentación entre las diferentes unidades cristianas, hecho que sin duda debilitaba su fuerza. La toma de Edesa fue cuanto menos significativa, la codicia por hacerse dueño de la ciudad llevaría ya a un claro enfrentamiento entre los cruzados. Los asedios de Antioquía junto al de Jerusalén son desde luego ampliamente estudiados y conforman las dos acciones más importantes de los cruzados, el autor así lo entiende y dedica la mayor parte de este trabajo a ambos.
Apasionante es el juego de estrategias desarrollado tanto por parte de los sitiados como por parte de los sitiadores, no cabe duda de que resultaría de suma importancia llevar a cabo un asalto rápido de las fortalezas antes de la posible llegada de refuerzos que hiciese balancear las fuerzas apostadas en dichos asedios. Para el autor, un factor muy importante para el triunfo final fue la poca cohesión del contingente turco. Este hecho evitó a los cruzados tener que enfrentarse a unas tropas más eficaces y con mayor capacidad de movilización. Los diferentes planes ocultos, además de las divergencias entre los mandos cruzados y la puesta en marcha de operaciones en el que la artillería pesada saldría vencedora frente a la excelencia en el arma de arqueros turcos, son desde luego otro plato fuerte de este trabajo.
Narración trepidante, sobresaliente análisis de todos los detalles tácticos y estratégicos y con un broche de oro: un final donde se expondrá de una manera muy resumida las diferentes opciones de hacer la guerra de asedio en la Edad Media. Este anexo final puede leerse antes de comenzar la lectura de la campaña propiamente dicha; su utilidad a la hora de poder comprender y analizar con más rigor las tácticas y estrategias utilizadas en los diferentes asedios, seguro que será de gran provecho para el lector.