HELÉNICAS – Jenofonte (Ed. Gredos)

En consecuencia, en la Hélade hubo aún mayor indecisión y confusión después de la batalla que antes.

Mercenario aventurero, filósofo, historiador, reportero de guerra, teórico político, instructor militar,… Jenofonte tuvo una trayectoria polivalente, al estilo del hombre renacentista, lo cual ha dado lugar a una obra variada pero también ha supuesto que pueda parecer algo inferior respecto a autores más concentrados en cada uno de los campos como Platón y Aristóteles en Filosofía o Tucídides en Historia.

Precisamente en su faceta como historiador tenemos las Helénicas. Obra que continua la labor de Tucídides donde este lo deja, y según Diógenes Laercio sería el propio Jenofonte el que hace publicar los libros de Tucídides, lo que dice mucho de él pese a la diferencia de calidad entre ambos autores.

Las Helénicas comienzan con dos libros, que parecen formar un conjunto propio, donde presenta la última parte de la Guerra del Peloponeso, centrándose principalmente en Atenas y en su derrota final, manifestada en ese gemido imparable que recorre los Muros Largos desde el Pireo a la Acrópolis y que es posible que el autor presenciara. Todo ello en medio de importantes cambios políticos que permiten contemplar diversas formas de gobierno, más actuales de lo que pueda parecer 2.600 años después, desde la democracia populista, impulsiva y autodestructiva, hasta la dictadura totalitaria con purgas, pasando por la oligarquía moderada, postura esta última a la que parece que Jenofonte se adscribía (aunque no es seguro que apoyase alguien como Terámedes, un veleta pero que defendió el derecho frente al tirano) y que se manifestará en su proximidad a Esparta.

Tras estos dos libros, posiblemente escritos poco después de los acontecimientos que narran, hay otros cinco que se cree que fueron escritos ya muy posteriormente y en los que el punto de vista se traslada a Esparta, lo cual refleja los movimientos de Jenofonte y el probable mayor conocimiento de los sucesos que tienen lugar cerca de donde se encuentra en cada etapa de su vida (como se ve en el detalle con que narra sobre lo sucedido en Fliunte y Sicion).

Puede parecer menos interesante que el S. V a.C., siglo de las Guerras Médicas, de Pericles y la Edad de Oro ateniense, de la Guerra del Peloponeso,… pero el S. IV a.C. nos muestra también el ascenso y caída de las potencias, en un ciclo continuo dentro de la Historia de la Grecia Clásica.

Así veremos el choque entre Esparta y sus antiguos aliados en la Guerra de Corinto, donde se aprecian también las diferencias de Jenofonte respecto a su predecesor en la menor profundidad del análisis y en remitir los problemas a ofensas religiosas como la de los tebanos contra Agesilao o la vieja afrenta de los eleos ocurrida veinticinco años antes. Por ello es bueno complementar con estudios más actuales de la situación en esa época como por ejemplo los de Cesar Fornis, José Pascual, Daniel Gómez,…

No es que Jenofonte mienta en su obra, debiendo compararla con otras como las Helénicas de Oxorrino para contrastar, sino que se encontraba lejos en los primeros compases del conflicto y luego se uniría a uno de los bandos junto a Agesilao, lo que se aprecia al narrar la derrota en Lequeo pues lo primero que cuenta es como Agesilao se entera y como se siente antes de narrar la batalla. En ese sentido el autor convierte a Agesilao en cierta forma en el héroe del relato, el general más competente y victorioso que iba a liberar Asia del persa; lo que oscurece otras acciones como la campaña naval y la crucial batalla de Cnido.

Además hay cierto antitebanismo en sus libros incluso negando la Liga Beocia, culpabilizando a dicha polis de muchas cosas, quizás influido por la visión de Tebas como ajena al equilibrio Atenas (mar) – Esparta (tierra) o quizás porque las victorias tebanas suponen que deba dejar las posesiones que le otorgaron los espartanos o simplemente por haber perdido a un hijo en combate a manos de los beocios.

La Paz de Antacildas solo será el comienzo de nuevos conflictos, con una Esparta que busca afianzar su poder a costa del resto, manipulando lo de liberar a las polis pequeñas y grandes, e incapaz de contener a sus ambiciosos comandantes (Fébidas, Esfodrias,…). Eso llevará a una nueva confrontación general, y tras diversas campañas a Leutra que provoca el ascenso y breve dominio tebano bajo Epaminondas, con un curioso juego de contraalianzas siempre contra la potencia dominante. Pero el paradigma geopolítico está cambiando con rapidez siendo representado por un Jasón de Feras capaz de crear un poderoso ejército profesional, que será la antesala de lo que está por llegar desde el norte.

En resumen se trata de un detallado recorrido por la Historia del S. V y IV a.C., donde destaca su conocimiento de las acciones bélicas, y políticas, con sus corruptelas, en algunos momentos, pero que hay que tratar con el debido conocimiento de sus preferencias.

En cuanta al lenguaje es muy claro, con un estilo entretenido, que incluso Cicerón definía como “más dulce que la miel”, y cuya traducción por Gredos es clara y bien acompañada de notas explicativas que ayudan a entender el contenido y el contexto de los hechos.

HELÉNICAS – Jenofonte (Ed. Gredos)

En consecuencia, en la Hélade hubo aún mayor indecisión y confusión después de la batalla que antes.

Mercenario aventurero, filósofo, historiador, reportero de guerra, teórico político, instructor militar,… Jenofonte tuvo una trayectoria polivalente, al estilo del hombre renacentista, lo cual ha dado lugar a una obra variada pero también ha supuesto que pueda parecer algo inferior respecto a autores más concentrados en cada uno de los campos como Platón y Aristóteles en Filosofía o Tucídides en Historia.

Precisamente en su faceta como historiador tenemos las Helénicas. Obra que continua la labor de Tucídides donde este lo deja, y según Diógenes Laercio sería el propio Jenofonte el que hace publicar los libros de Tucídides, lo que dice mucho de él pese a la diferencia de calidad entre ambos autores.

Las Helénicas comienzan con dos libros, que parecen formar un conjunto propio, donde presenta la última parte de la Guerra del Peloponeso, centrándose principalmente en Atenas y en su derrota final, manifestada en ese gemido imparable que recorre los Muros Largos desde el Pireo a la Acrópolis y que es posible que el autor presenciara. Todo ello en medio de importantes cambios políticos que permiten contemplar diversas formas de gobierno, más actuales de lo que pueda parecer 2.600 años después, desde la democracia populista, impulsiva y autodestructiva, hasta la dictadura totalitaria con purgas, pasando por la oligarquía moderada, postura esta última a la que parece que Jenofonte se adscribía (aunque no es seguro que apoyase alguien como Terámedes, un veleta pero que defendió el derecho frente al tirano) y que se manifestará en su proximidad a Esparta.

Tras estos dos libros, posiblemente escritos poco después de los acontecimientos que narran, hay otros cinco que se cree que fueron escritos ya muy posteriormente y en los que el punto de vista se traslada a Esparta, lo cual refleja los movimientos de Jenofonte y el probable mayor conocimiento de los sucesos que tienen lugar cerca de donde se encuentra en cada etapa de su vida (como se ve en el detalle con que narra sobre lo sucedido en Fliunte y Sicion).

Puede parecer menos interesante que el S. V a.C., siglo de las Guerras Médicas, de Pericles y la Edad de Oro ateniense, de la Guerra del Peloponeso,… pero el S. IV a.C. nos muestra también el ascenso y caída de las potencias, en un ciclo continuo dentro de la Historia de la Grecia Clásica.

Así veremos el choque entre Esparta y sus antiguos aliados en la Guerra de Corinto, donde se aprecian también las diferencias de Jenofonte respecto a su predecesor en la menor profundidad del análisis y en remitir los problemas a ofensas religiosas como la de los tebanos contra Agesilao o la vieja afrenta de los eleos ocurrida veinticinco años antes. Por ello es bueno complementar con estudios más actuales de la situación en esa época como por ejemplo los de Cesar Fornis, José Pascual, Daniel Gómez,…

No es que Jenofonte mienta en su obra, debiendo compararla con otras como las Helénicas de Oxorrino para contrastar, sino que se encontraba lejos en los primeros compases del conflicto y luego se uniría a uno de los bandos junto a Agesilao, lo que se aprecia al narrar la derrota en Lequeo pues lo primero que cuenta es como Agesilao se entera y como se siente antes de narrar la batalla. En ese sentido el autor convierte a Agesilao en cierta forma en el héroe del relato, el general más competente y victorioso que iba a liberar Asia del persa; lo que oscurece otras acciones como la campaña naval y la crucial batalla de Cnido.

Además hay cierto antitebanismo en sus libros incluso negando la Liga Beocia, culpabilizando a dicha polis de muchas cosas, quizás influido por la visión de Tebas como ajena al equilibrio Atenas (mar) – Esparta (tierra) o quizás porque las victorias tebanas suponen que deba dejar las posesiones que le otorgaron los espartanos o simplemente por haber perdido a un hijo en combate a manos de los beocios.

La Paz de Antacildas solo será el comienzo de nuevos conflictos, con una Esparta que busca afianzar su poder a costa del resto, manipulando lo de liberar a las polis pequeñas y grandes, e incapaz de contener a sus ambiciosos comandantes (Fébidas, Esfodrias,…). Eso llevará a una nueva confrontación general, y tras diversas campañas a Leutra que provoca el ascenso y breve dominio tebano bajo Epaminondas, con un curioso juego de contraalianzas siempre contra la potencia dominante. Pero el paradigma geopolítico está cambiando con rapidez siendo representado por un Jasón de Feras capaz de crear un poderoso ejército profesional, que será la antesala de lo que está por llegar desde el norte.

En resumen se trata de un detallado recorrido por la Historia del S. V y IV a.C., donde destaca su conocimiento de las acciones bélicas, y políticas, con sus corruptelas, en algunos momentos, pero que hay que tratar con el debido conocimiento de sus preferencias.

En cuanta al lenguaje es muy claro, con un estilo entretenido, que incluso Cicerón definía como “más dulce que la miel”, y cuya traducción por Gredos es clara y bien acompañada de notas explicativas que ayudan a entender el contenido y el contexto de los hechos.

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