LA GUERRA CARLISTA – Ramón María del Valle-Inclán

vaites, vaites

El carlismo y la Tercera Guerra Carlista sirvieron de fuente de inspiración y contexto para diversos escritores. En este caso Valle Inclán, quien ha formado parte tradicionalmente de los planes de estudios (aunque muchas veces se han fijado más en su teatro), publicó a inicios del siglo XX tres novelas de las que iba a ser una serie mayor que quedó inacabada.

En el autor pesarían sus vínculos con el partido carlista desde la década de 1900, y la amistad con algunos de sus representantes, llevándole a adoptar algunos de los puntos de vista de ese movimiento, en parte por convicción y en parte por romanticismo, ese romanticismo que destilan las causas perdidas sean la carlista, la jacobina (Walter Scott o R.L. Stevenson) o la Lost Cause inventada precisamente en esos años.

La perspectiva adoptada es mayormente desde la visión de personajes carlistas opuestos a la 1ª República; aunque en algún momento se traslada a la perspectiva de algún personaje republicano como el sargento de los forales o de los oficiales, si bien por lo general no son vistos con simpatía (teniendo en cuenta que muchos acabaron pronto como monárquicos alfonsinos).

La primera novela, Los cruzados de la causa, nos lleva a la Galicia del marqués de Brandomin, una Galicia de mayorazgos, sacristanes trabucares, ancianos que dan sus últimas monedas,… Una Galicia alejada del frente pero que trata de sostener al “rey legítimo”, con algo de realismo mágico y a la que el autor da un tono crepuscular donde se ve el fin de la viejas clases y el ascenso de los usureros (que recuerda al Gatopardo), y que en la realidad histórica si tuvo un pequeño papel en ese conflicto. Varios personajes que delambulan pero ella se repetirán en las siguientes obras, e incluso en otras novelas de Valle-Inclán, como el Marqués, Cara de Plata,…

La segunda, El resplandor de la hoguera, lleva el foco a Navarra y Euskadi, una tierra de mozos fuertes y de partidas, pero también de asesinatos (incluso a los del propio bando), de bebes azules de frío, de combates, de “paseos” o juicios sumarísimos que recuerdan a lo que sucederá en la Guerra Civil. Una guerra salvaje y cruel donde desaparece cualquier atisbo de romanticismo decimonónico y se nos muestra el esperpento valleinclanesco que hay en el conflicto (como la escena de la chimenea o el hijo del bajalatero).

La última, Gerifaltes de antaño, se centra en el cura Santa Cruz, un cuervo como lo describen los republicanos, un lobo que sabe medir a los hombres y que se impone por el miedo sobre amigos y enemigos. Un personaje ambicioso pero entregado a su causa.

Finalmente la obra queda inacabada existiendo solo algunos capítulos de La Corte de Estella, que presenta una idealizada Estella carlista, y de La muerte bailando, que entra en un ambiente más costumbrista.

Es importante señalar que Valle-Inclán se aleja del salgarismo de otras novelas y también de la idealización de las aventuras, donde a lo mejor esconderse aterido en un pajar es más útil que hacerse matar atacando en plan Hollywood a soldados enemigos. Adoptando además un estilo que resulta muy moderno, con capítulos muy breves, en los que el foco narrativo va cambiando entre diversos personajes dando su perspectiva de los diversos hechos.

En resumen una obra clásica pero no por ello anticuada, al contrario que otras contemporáneas, sino que es bastante adecuada para un lector actual.

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