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BAILANDO CON LOBOS – Michael Blake

Bailando con lobos

«Cuando el último árbol sea cortado, el último río envenenado, el último pez pescado, solo entonces el hombre descubrirá que el dinero no se come». (Proverbio Cree)

La famosa Conquista del Oeste, como otros hitos de descubrimiento, se realizó paulatinamente en distintas etapas. En concreto, en lo que serían los Estados Unidos de América los primeros en recorrer los extensos territorios que había más allá de los montes Apalaches en el Este fueron aventureros, tramperos, y cazadores los cuales quedaron extasiados con una tierra virgen de grandes montañas y prístinos lagos en los que emanaba una sensación de libertad que no había ya en sus países de origen. Este nuevo paraíso pronto enganchó a estos hombres creando un tipo de personas que difícilmente volverían aclimatarse a la estricta sociedad existente en los nuevos estados del Atlántico. Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en el personaje de Ben Runsom en la película La leyenda de la Ciudad sin Nombre, el cual huye, junto a sus otros amigos buscavidas, de un territorio a otro en cuanto empiezan aparecer casas e iglesias. Este tipo primigenio de gente, los cuales se mueven de un lado a otro a caballo, piragua, o carros tirados por mulas a modo de galeones terráqueos, buscaban realizarse en la naturaleza, pero con el tiempo fueron desplazados por un nuevo ciclo de conquista en la que ya solo importaba eliminar a los nativos con tal de obtener sus territorios de caza a la vez que apoderarse de sus riquezas. El protagonista del libro que principio a reseñarles, el teniente John J. Dunbar, por desgracia le tocó vivir esta nueva etapa de conquista pero su forma de ser y sus ideales le retrotraían a aquellos hombres que se limitaban a vivir la aventura de lo desconocido y a tratar de manera justa y convivir con los indios nativos que se encontraban. Este canto a la libertad, a la vez que homenaje a los pobladores de las estepas americanas lo encontramos en la novela Bailando con lobos, del escritor Michael Blake, escrita en 1988 y que posteriormente fue adaptada a la pantalla en 1990, bajo título homónimo. 

Yo, al igual que muchos de los que leen estas líneas, conocimos esta historia a través de la película ganadora de siete oscars, e igualmente quedamos extasiados con las peripecias de este soldado de la Unión que cansado de la vida militar que lleva decide trasladarse a los extensos prados con la única intención de conocer la Frontera antes de que desparezca de la Historia. Michael Blake comienza esta epopeya justamente durante la Guerra de Secesión en donde la terrible carnicería que se produce entre los ejércitos confederados y unionistas hace que muchos soldados de ambos bandos hayan perdido las ganas de luchar al ver el sin sentido existente. Uno de estos soldados es el teniente John J. Dunbar que tras ser condecorado y ser considerado héroe de la Unión decide en un arrebato de sinceridad trasladarse hacia el Oeste para vivir en un puesto avanzado y alejarse de esta lucha atroz. Consigue la misión de trasladar víveres al Fuerte Sedgewick pero cuando llega allí descubre que éste ha sido abandonado hace tiempo sin saberse motivo alguno. Se encuentra solo, con la única compañía de su fiel caballo Cisco, y su nuevo amigo un lobo dócil apodado Calcetines, y aunque al principio tiene miedo de la soledad y de las terribles leyendas que circulan sobre indios corta cabelleras, pronto se da cuenta de la belleza que existe a su alrededor y decide, cual Robinson Crusoe, quedarse a arreglar el Fuerte. Pasa un tiempo entretenido en estos quehaceres, y un día determina que no quiere convertirse en una isla solitaria, así que emprende un viaje hacia lo desconocido para conocer a los nativos. Y es justamente cuando convive con ellos cuando comienza su verdadera aventura, pues poco a poco llegar a conocer sus modos de vida, rituales, e incluso descubre el amor con una india llamada En pie con el Puño Alzado.

Uno de los aciertos de la novela de Michael Blake es que junto con la narración el autor ha incluido el diario que el teniente Dunbar lleva consigo y que registra tanto el estado anímico en el que se encuentra en el Fuerte o en sus paseos por la estepa dorada, como todo aquello que observa y aprende, ya sea a base de texto escrito como con dibujos explicativos. Gracias a ello podemos comprender como vivían los indios e igualmente observar cual es la simbiosis que se establece entre estos pueblos con la naturaleza, de la cual son receptores de todas sus bondades y cuidan como un ser vivo a quien están agradecidos. De aquí se desglosa otro de los puntos fuertes de esta novela: la ecología. Nuestro protagonista, al principio, llega con ideas traídas de la civilización, pero pronto se deja seducir por el modus vivendi indígena, y observa que en nuestra, supuesta, vida superior, existen muchos fallos adquiridos con el tiempo y que esta gente que meramente vive en sus humildes tipis, o que caza búfalos o tatankas para sobrevivir, no los tiene ya que los considera superfluos y sin sentido. Los diálogos que mantiene con otros indios de la tribu como Ave que patea, Pájaro Guía, Cabello al viento o Diez Osos, son muy didácticos, pues disipan de un plumazo las ideas preconcebidas que tenían el teniente Dunbar con respecto a los nativos americanos.

Podríamos definir al protagonista de Bailando con Lobos con una frase del escritor estadounidense Henry David Thoreau: Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida…para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido. Algo en él le arrastra hacia la Frontera, pues siente el deseo de conocer un mundo no mancillado, sin macula, en el que el hombre blanco no haya puesto todavía el pie. Con un estilo envolvente, evocador y tierno en muchos momentos, Michael Blake nos lleva a ese lugar de la tierra donde unos hombres, a los que otros llaman erróneamente salvajes, son uno con la naturaleza, y en donde el aguerrido soldado John J. Dunbar encuentra la esencia de sí mismo cabalgando libremente por los prados infinitos, viendo a los peces nadar en ríos limpios como espejos, o soñando simplemente bajo un cielo estrellado. Bailando con lobos es de esas novelas que dejan marca y que pasado el tiempo uno vuelve a querer leer una y otra vez. Es de esos libros que hayan a un lector y difícilmente se despegan de él. En concreto, yo lo encontré en un puestecillo del Rastro de Madrid y desde entonces es raro el año que no he vuelto a acompañar a esta tribu perdida que mora en la lejanía de aquella Frontera Final.

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