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Basilea presta al Reina Sofía y el Prado sus tesoros artísticos

Basilea presta al Reina Sofía y el Prado sus tesoros artísticos

El 'picasso' que ha prestado Basilea a los museos españoles. / MARTIN P. BÜHLER (KUNSTMUSEUM BASEL)
El ‘picasso’ que ha prestado Basilea a los museos españoles
 MARTIN P. BÜHLER (KUNSTMUSEUM BASEL)
Hace poco más de un año, el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, decidió telefonear a Bernhard Mendes, director del Kunstmuseum de Basilea, uno de los museos públicos más importantes del mundo. El responsable del centro de arte madrileño sabía que el suizo había iniciado unas ambiciosas obras de ampliación por las que la mayor parte de este año tendría que estar cerrado a los visitantes. Así se puso en marcha una operación gracias a la que Prado y Reina Sofía han podido incluir en sus programaciones dos exposiciones con obras maestras procedentes de Basilea. El Prado mostrará en su galería central 10 óleos de Picasso, con toda la carga simbólica que eso conlleva; el Reina Sofía expondrá 170 obras de los siglos XIX y XX en una doble muestra que ocupará la cuarta planta del edificio Sabatini. Son piezas que casi nunca han salido de Suiza, por lo que será una ocasión única de contemplar telas de Gauguin, Van Gogh, Renoir, Manet, Modigliani, Monet, Léger, Cézanne, Chagall y el propio Picasso. Se podrán ver desde el 18 de marzo hasta el 13 de septiembre.
Una semana antes de que las obras inicien su viaje hacia España, los responsables del Kunstmuseum de Basilea han mostrado a un grupo de periodistas españoles las obras y explicado la transformación del actual museo. El cantón suizo más pequeño en extensión, 37 kilómetros y 200.000 habitantes, cuenta nada menos que con una treintena de museos; un fenómeno al que no es ajeno el que Basilea fuera la capital mundial de la imprenta y uno de los centros intelectuales de mayor importancia desde el XVI.
El Kunstmuseum nació en 1662 a partir de una la suma de colecciones privadas. La de Basilius Amerbach, donde se incluía el legado de Erasmo de Rotterdam y varios retratos de Hans Holbein, constituye uno de los más preciados tesoros de un conjunto sobre el que el director ejecutivo del museo, Stephan Charles, ofrece cifras de vértigo: 300.000 obras desde la Edad Media, de las que solo el 5% forman parte de la permanente. Suma de espléndidas colecciones privadas, el museo fue creado
Un 'léger', parte del prestamo de Basilia. / MARTIN P. BÜHLER (KUNSTMUSEUM BASEL)
Un ‘léger’, parte del prestamo de Basilia.
MARTIN P. BÜHLER (KUNSTMUSEUM BASEL)
como tal en 1936 en un palacete clásico de exterior blanco. Los trabajos de ampliación, iniciados en 2013, concluirán a comienzos de 2016 y supondrán la creación de un edificio similar conectado por un subterráneo. Un equipo de jóvenes arquitectos de la ciudad ha sido el encargado de un proyecto aprobado en referéndum. El coste final será de cien millones de euros pagados a medias entre el cantón de Basilea y la Fundación Laurenz, vinculada a los omnipresentes laboratorios Roche. Stephan Charles asegura que no hay ninguna clase de contrapartida económica ni de ningún otro tipo por el préstamo: “Ellos se ocupan del transporte y de los seguros. Es un acuerdo entre amigos y queremos intensificar las relaciones en el futuro”.
¿Cómo se han escogido las obras que van a cada uno de los dos museos españoles? Nina Zimmer, conservadora jefe del museo responde: “Para el Prado estaba clara la elección de los 10 picassos y en el Reina Sofía se ha querido montar una pequeña historia del arte contemporáneo”. Esa “pequeña historia” que viaja hacia el Reina Sofía incluye todos los géneros y todos los formatos desde finales del XIX. Por citar solo algunos nombres: Munch, Kandinski, Braque, Dubuffet, Giacometti, Paul Klee, Mondrian, Gerhard Richter, Rothko, Jasper Johns, Andy Warhol, o Steve McQueen.
En paralelo se mostrará una segunda exposición que recoge, en 60 cuadros, la esencia de cómo se ha ido construyendo el Kunstmuseum, a base de sumar obras en depósito. Son piezas elegidas de las colecciones de Rudolf Staechlin e Im Obersteg, dos poderosos hombres de negocios que hicieron sus colecciones en paralelo. Staechlin, nieto de Rudolf Staechlin, cuenta que su abuelo comenzó en 1914 a coleccionar arte francés del siglo XIX, mientras que Obersteg prefirió adquirir desde 1916 obras maestras modernistas. A la hora de elegir sus obras favoritas, Rudi Staechlin no parece tener manos suficientes para señalar los alargados jardines de Van Gogh, la delicadeza de Modigliani o los tres retratos que Chagall pintó en 1914 y que solo han salido de Suiza en una ocasión. El de Madrid será su segundo viaje, como sucede con otras muchas obras que le acompañan.
Referéndum por Picasso

Entre pinturas, dibujos y estampas, el Kunstmuseum de Basilea posee 337 picassos. Entre todas las piezas, hay dos cuya historia habla mucho de los sentimientos de los suizos hacia el arte. Se trata de Arlequín sentado (1923) yLos dos hermanos (1906), dos obras depositadas por Rudolf Staechlin. Pero esos depósitos deben verse como préstamos que, en general, son definitivos, aunque la titularidad no se cede; las obras siguen perteneciendo a su propietario. En 1967, Staechlin necesitó dinero líquido y decidió poner en venta los dos picassosy descolgarlos de las paredes del museo. El vecindario de Basilea pidió que se convocara un referéndum para que el Ayuntamiento adquiriera las obras. El  ganó por mayoría y las dos telas fueron adquiridas por 8,5 millones de francos suizos. Seis los puso el consistorio y, el resto fueron aportaciones de entidades privadas. Enterado el pintor español de lo ocurrido decidió regalar a la comunidad nada menos que cuatro cuadros. Tres de ellas se podrán ver también Madrid: Hombre, mujer y niño (1906), Venus y amor (1967) y La pareja (1967). 
Ángeles García: Basilea presta al Reina Sofía y el Prado sus tesoros artísticos, EL PAÍS, 17 de enero de 2015
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CarbulArte 2015-01-13 09:00:00

CarbulArte 2015-01-13 09:00:00

El Museo Británico ha decidido prestar más piezas del Partenón, a pesar de las sonadas protestas del primer ministro griego, Antonis Samaras, por la cesión del dios del fluvial llisos al Hermitage de San Petersburgo, que el 18 de enero vuelve a su hogar adoptivo en Londres. El Museo de Metropolitano de Nueva York y el Louvre de París se encuentran en lista de espera, según ha informado ‘The Art Newspaper’. Un tercer museo también ha aspirado también a poder exhibir codiciadas piezas del Partenón, que se convertirán entre marzo y julio en la máxima atracción del Británico en una exposición titulada ‘Definiendo la belleza: el cuerpo en el arte clásico griego’.
El director del Museo Británico, Neil Macgregor, con esculturas de Pertanón al fondo.
El director del Museo Británico, Neil Macgregor, con esculturas de Pertanón al fondo.
De momento, el Británico ha colgado la etiqueta de ‘aptas para viajar’ a 20 de las 83 piezas del templo griego, entre esculturas y metopas. Grecia reclama desde hace décadas la devolución de los así llamados ‘mármoles de Elgin’, en honor a Lord Thomas Bruce Elgin, el diplomático que logró hacerse con una tercera parte del friso del Partenón en 1805, tras negociaciones con las autoridades otomanas que controlaban Atenas. Pese al revuelo diplomático causado por la cesión de Ilisos al Hermitage, el director del Museo Británco Neil MacGregor considera que el mundo de la cultura está por encima de la política y presume de tener «excelentes relaciones con los museos griegos» (donde hay prestadas actualmente 24 piezas del Británico).
Ningún museo griego, sin embargo, figura en la lista de candidatos a exhibir los ‘mármoles de Elgin’. «Con Grecia nunca ha habido una conversación sobre la posibilidad de prestar las esculturas del Partenón», ha confesado el director del museo británico. «Hasta la fecha nos han dejado muy claro que no las devolverían, y ése ha sido siempre el final de la conversación«.  Ningún museo griego ha respondido tampoco a las peticiones del Museo Británico para la exposición consagrada al culto al cuerpo en la Grecia clásica que abrirá sus puertas el 26 de marzo. Según MacGregor, la petición de préstamos ha sido cursada por los cauces convencionales, aunque de momento no ha habido respuesta. El director del Británico no quiso pronunciarse ante la posibilidad de un veto del Gobierno griego, en represalia por la cesión de los mármoles del Partenón.

El dios Ilisos y el dios Dionisio serán dos de la estrellas de la exposición ‘Definiendo la belleza’, donde estarán también el torso de Belvedere (cedido por el Museo del Vaticano) y la escultura en bronce del atleta desnudo hallada en Croacia en 1999, y que viajará por primera vez para la ocasión.

Carlos Fesneda, Londeres: El Museo Británico reabre la ‘guerra’ del Partenón, EL MUNDO, 9 de enero de 2015
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5 exposiciones imprescindibles para primavera

5 exposiciones imprescindibles para primavera

Vanguardias, pintura académica, maestros antiguos, artistas multidisciplinares y grandes colecciones. En lo expositivo, los primeros meses de 2015 vienen marcados por el eclecticismo y la reivindicación de artistas poco frecuentados. A continuación, cinco propuestas imprescindibles para apuntar en la agenda.

Rogier van der Weyden. El autor de El descendimiento, una de las grandes joyas de la colección del Museo del Prado, protagoniza una exposición con motivo de la restauración del gran Calvario del monasterioo de El Escorial. Sin duda, una ocasión única para contextualizar la obra de un maestro flamenco cuya influencia fue decisiva para el arte español y que vivió entre los años 1399 y 1464. En el Museo Nacional del Prado desde el 24 de marzo hasta el 28 de junio.
'El descendimiento' (1435), de Rogier van der Weyden.
El descendimiento‘ (1435), de Rogier van der Weyden.

Raoul Dufy. Entre el fauvismo y el costumbrismo cotidiano, la obra de Raoul Dufy se resiste a las catalogaciones y sigue sorprendiendo a los entendidos. Esta retrospectiva de casi un centenar de obras da cabida a su faceta hedonista, pero también a registros más íntimos que permiten recuperar la obra de un artista con escasa presencia en nuestro país. En el Museo Thyssen del 17 de febrero al 17 de mayo.
'Niza' (1927-28), de Raoul Dufy.
Niza‘ (1927-28), de Raoul Dufy.
La colección del Kunstmuseum Basel. La exposición de un centenar de obras maestras pertenecientes a la colección contemporánea del primer museo público municipal del mundo es, por pleno derecho, un acontecimiento cultural de gran calado. Munch, Braque, Klee, Mondrian, Kandinsky, Giacometti, Tinguely, Arp o Nauman son sólo algunos de los artistas representados en ella. En el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía del 18 de marzo al 14 de septiembre.
'Mujer acostada que sueña' (1929), de Alberto Giacometti.
Mujer acostada que sueña‘ (1929), de Alberto Giacometti.
Jeremy Deller. El británico Jeremy Deller ha sabido reflejar como pocos las contradicciones de su país. Su trabajo, basado en la cultura popular, el pop, el fenómeno fan y los medios de comunicación, se expone por primera vez en España de manera conjunta a través de fotografías, instalaciones, vídeos y pósteres que demuestran las razones que le valieron el Premio Turner en 2004. En el Centro de Arte Dos de Mayo desde el 13 de febrero.
English Magic' (2013), de Jeremy Deller.
English Magic‘ (2013), de Jeremy Deller.
El canto del cisne. Pinturas académicas del Salón de París. Cabanel, Bouguereau, Moreau, Ingres o Sargent: los nombres de los artistas académicos franceses del siglo XIX han pasado de tener connotaciones peyorativas a adquirir un valor propio entre el público. Esta exposición toma como punto de partida las colecciones del Musée d’Orsay de París y plantea una revisión crítica de su conjunto que ayuda a entender el papel del academicismo en la configuración de la Modernidad. En la Fundación Mapfre desde el 14 de febrero hasta el 17 de mayo.

Carlos Primo: 5 exposiciones imprescindibles para primavera, EL MUNDO-Metrópoli, 2 de enero de 2015
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Pintar entre reyes

Pintar entre reyes

'El rey Carlos IV en traje de caza' (1799), de Francisco de Goya
‘El rey Carlos IV en traje de caza‘ (1799), de Francisco de Goya
Hay obras más llamativas en la exposición El retrato en las Colecciones Reales de Juan de Flandes a Antonio López que las de los dos artistas que aparecen nombrados en el título de la muestra. Sin embargo, ambos delimitan a la perfección el concepto que vertebra la muestra y que no es otro que la evolución del retrato cortesano en España. Del primero se expone un pequeño retrato de Isabel la Católica, fechado hacia 1500, que sorprende por su delicadeza y por su innegable fuerza visual. Del segundo, el largamente esperado retrato de La Familia de Juan Carlos I, comenzado en 1994 y concluido este mismo año.
Entre ambos encontramos casi seis siglos de obras que -y esta es la verdadera noticia- convergen por primera vez en un mismo espacio. Las 114 piezas incluidas proceden de las Colecciones Reales custodiadas por Patrimonio Nacional en emplazamientos como el Real Monasterio del Escorial, los Reales Alcázares de Sevilla o el propio Palacio Real de Madrid, donde se exponen hasta abril del próximo año. La gran mayoría (hasta 90) son pintura, aunque también hay esculturas, dibujos, grabados y tapices, y muchas de ellas han sido restauradas y vueltas a analizar por los especialistas. Más allá de las cuestiones museísticas, la exposición ofrece una inmersión en una atmósfera pictórica de extraordinaria calidad. Desde la codificación del retrato real en el siglo XVI gracias a Tiziano y Antonio Moro hasta las postrimerías del s. XVII, los reinados de los Austrias vieron la consolidación de la iconografía a través de obras como el Retrato ecuestre de Juan José de Austria (1648) de José de Ribera o un minúsculo óleo sobre papel de Velázquez, El conde duque de Olivares (h. 1638).
'Retrato de la familia de Juan Carlos I' (1994-2014), de Antonio López
‘Retrato de la familia de Juan Carlos I‘ (1994-2014), de Antonio López
La exposición, organizada en 12 salas, permite apreciar dos de los tenebrosos y magnéticos retratos que Juan Carreño de Miranda realizó para Carlos II y Mariana de Austria, ambos sepultados por las sombras del Salón de los Espejos del Real Alcázar. Era el fin de una dinastía, y la nueva era borbónica importaría aires franceses y más galantes a los retratos reales. Felipe V trajo consigo a retratistas como Hyacinthe Regaud, maestro de la teatralidad y la afectación que impuso un estilo muy apreciable en las obras dieciochescas incluidas en la muestra. Su huella se puede detectar en la obra de Miguel Jacinto Meléndez, acaso el más importante retratista español de aquella corte. Mengs ocuparía esa posición durante el reinado de Carlos III y, en la encrucijada entre el XVIII y el XIX, dos extraordinarios lienzos de Goya (Carlos IV, cazador y María Luisa de Parma con mantilla, ambos de 1799) imponen su presencia al resto.

Entre ellos y la luminosidad contemporánea de Antonio López median algunas salas muy interesantes, con muestras de talento romántico por parte de Antonio María Esquivel, Franz Xaver Winterhalter y Federico Madrazo, con interesantísimos retratos femeninos. También algunos coqueteos de Alfonso XIII con la pincelada finisecular de Sorolla o Ramón Casas. Es entonces cuando la línea se interrumpe con una cierta sensación de fin de siglo. El tiempo dirá si la obra de Antonio López es el inicio de una nueva etapa o tan sólo un epílogo.
Carlos Primo, Pintar entre reyes, Metrópoli, 23 de diciembre de 2014
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‘Medalla olímpica’ en arte para Madrid

‘Medalla olímpica’ en arte para Madrid

A veces los tesoros se encuentran pero no se ven. Están ahí, justo delante de las narices, camuflados por la obviedad. Hay tesoros efímeros, que pueden desaparecer sin ser vistos y, como los cometas, quién sabe cuándo volverán a pasar, si pasan… Hay tesoros que tienen la forma de la oportunidad.

Cola de entrada en el Museo Nacional del Prado esta semana para ver la exposición de Rafael. / ÁLVARO GARCÍA
Cola de entrada en el Museo Nacional del Prado
 esta semana para ver la exposición de Rafael. / ÁLVARO GARCÍA

Madrid está ahora llena de esas joyas que cualquiera se puede perder. Se encuentran casi por todas partes. Se anuncian con carteles y banderolas en sus calles principales y se cuelgan de las paredes de los mejores museos de la ciudad. Sí: las obras de Rafael, Murillo y la Gioconda (de regreso de París) en el Museo del Prado; las pinturas desoladoras de Edward Hopper y los mil personajes del Paraiso de Tintoretto en el MuseoThyssen, la orgía de color y formas simples de Ernst Ludwig Kirchner en la Fundación Mapfre; las delirantes acuarelas de William Blake en Caixaforum; la primera retrospectiva de “uno de los artistas clave” del momento, James Coleman, en el Museo de Arte Reina Sofía junto a otro gran artista político, Hans Haacke… Grandes maestros de todos los tiempos y grandes obras conformando una ocasión única. Puede que no haya otra vez. Casi seguro que no habrá otra vez. Lo dicen los directores de las grandes pinacotecas de la ciudad y los comisarios de esas muestras que han dejado al llamado Paseo del Arte madrileño casi sin respiración. Que han convertido la capital en capital del arte, sin complejos.

Algo sucede cuando uno ve a esas mujeres desnudas en la bañera, aparte del rubor que produce sentir que uno está mirando por el ojo de una cerradura y colándose en la intimidad de ese cuarto de baño, donde ellas se secan y se tocan sin pudor. Se llama así, Mujeres bañándose, es una preciosa obra de Ernst Ludwig Kirchner, fundador del expresionismo alemán y a quien la Fundación Mapfre dedica una fantástica retrospectiva. Pero es que además, esa pieza, que destila vapores de jabón, y que tiene forma de tríptico de grandes dimensiones, llevaba decenios sin poder verse completa. Cada una de las tres partes estaba en un museo diferente y solo ahora (hasta el 2 de septiembre) puede verse en toda su plenitud, completa. Ahora es cuando es un tesoro. “No creo que se puedan volver a reunir las tres piezas”, comenta Pablo Jiménez Burillo, director general del Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre, promotora de la muestra. “De hecho, nos ha llevado dos años y medio montar esta exposición y, cuando hemos querido que viajara, se perdía el tríptico, así que completa sólo puede verse en Madrid”. Es Maria Luisa Barrio, comisaria de la muestra la que ensalza el valor de la obra: “El tríptico Bañistas representa a Erna (su pareja) y a su hermana Gerda en una secuencia casi literaria, a lo James Joyce”, dice. “Kirchner consideró este tríptico una de sus mejores obras. La fechó en 1915, aunque en realidad esta obra, que modificó con los años y cuyos lienzos están pintados por ambas caras (su insaciable afán por pintar le lleva a reaprovechar muchos de sus lienzos), es un testimonio de los diferentes cambios estilísticos del artista y, por tanto, uno de los objetivos que hemos buscado en esta exposición”, comenta Barrio.
La capital, con los años, se ha sumado al circuito de los grandes museos internacionales con naturalidad y carácter: “Esto es fluctuante. A veces es Madrid, otras veces Londres o París. Este verano sin duda es Madrid. La calidad y variedad de la oferta expositiva es excepcional. Esta medalla olímpica nos la llevamos”, asegura Miguel Zugaza, director del Museo del Prado. “Se puede venir al Prado solo para admirar la Santa Cecilia de Rafael o los dibujos y cartones preparatorios para la Transfiguración”, dice Zugaza, refiriéndose al más ambicioso cuadro de altar del pintor fetiche del Renacimiento, en el que Rafael incluyó un episodio ajeno a ese pasaje bíblico, el fracaso de los Apóstoles al exorcizar a un endemoniado, que le permitió una exhibición de su destreza para mostrar estados físicos y anímicos. “Otra razón sería la reunión de obras creadas por Murillo en sus últimos años, fruto de la amistad con Justino de Neve. Es una afortunada coincidencia este encuentro entre Rafael y Murillo”, comenta Zugaza, que asegura estas grandes exposiciones viajarán: “Las dos. Rafael, a París, y Murillo, a Sevilla y Londres. La colaboración entre museos es básica”.
La semana pasada, sin ir más lejos, estuvieron en Madrid visitando estas exposiciones representantes de museos como Henry Loyrette, presidente del Musée du Louvre; Martin Roth, director del Victoria and Albert de Londres: o el conservador de fotografía del MoMA, Quentin Bajac, que antes estaba en el Pompidou y que fue comisario de la exposición La Subversión de las Imágenes que realizó la Fundación Mapfre en 2010. El caso de la exposición de Edward Hopper era “un antiguo anhelo”, en palabras de Guillermo Solana, director artístico Museo Thyssen-Bornemisza. “Una retrospectiva de Hopper tenía que ser aquí, porque tenemos cuatro en nuestra colección”, presume. Y, aunque no llegaron los Halcones de la noche sí lo hicieron todas esas mujeres con alma de hotel y mirada perdida. Y ahí están, atesorando sueños.
En opinión del director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, que parte del hecho de que actualmente el museo de arte contemporáneo ofrece todo aquello que puede ofrecer el arte de nuestros días: “La tradición de las bellas artes de Coleman, la imbricación de los medios de comunicación y la información en la obra de Haacke y el aspecto etnográfico de Rosemarie Trockel”, explica. “Críticos e historiadores están viniendo a ver las exposiciones por su cuenta, sin haber sido invitados por nadie y eso es una buena señal”, señala. “Madrid había pecado de hipertrofia pero ahora ya tiene capilaridad, aparte de los grandes museos, hay centros alternativos (como Matadero, Tabacalera y otros museos más pequeños) con propuestas muy interesantes. Y todo ello compone un escenario único, sólo falta rentabilizarlo: crear comunidad, que Madrid promueva las residencias y se convierta en una ciudad de acogida de artistas venidos de todas partes. Madrid puede ser la capital cultural del Sur”, sentencia. Algo que resume Zugaza en una frase: “Que no decaiga”.

Patricia Ortega Dolz, Madrid: ‘Medalla olímpica’ en arte, EL PAÍS, 14 de julio de 2012
Ojos en el Magreb

Ojos en el Magreb

MOHAMED EL BAZ.105.Bricolaje de lo incurable. Detalles. Never Basta, 2011. Galería Jean Gabriel MitterrandRivalidades y comercio, invasiones, migraciones, dependencias e independencia, expolio y sometimiento. Pero también miles de sutiles signos de convivencia y de mutua contaminación cultural. Lo cierto es que la relación entre las dos orillas del Mediterráneo no ha sido fácil. La incomunicación, en el más amplio sentido, es quizá el signo de un frustrante intento de comprenderse, de convivir, de identificarse. En lo que se refiere al arte, el deseo de alcanzar el paso de la modernidad occidental llevó a muchos pintores del Magreb a adoptar la pintura sobre lienzo y adaptarse a los movimientos en boga, ajena a sus prácticas artísticas tradicionales. Pero algo no cuajaba del todo. No ha sido hasta hace un par de décadas, y en particular en los últimos años, cuando ha surgido con fuerza una pléyade de artistas del norte de África con propuestas intensas y propias, con lenguajes plásticos maduros. Ahora la globalización ha conseguido que esa ancestral incomunicación quede de lado. La exposición Magreb dos orillas, que está en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta el 15 de enero, da pruebas de que en esa región hay artistas con muchas cosas qué decir y capacidad para expresarlas.

6. Bouderbala radio5 La mayoría de ellos ha pasado por la experiencia de la emigración, algunos viven en Europa e incluso han nacido allí. Y es quizá esa experiencia la que articula su discurso, integrando los dos mundos. Hay una visión crítica y también reivindicativa. El video Miopía de la tunecina Nicène Kossentini juega en tres pantallas con el ojo, el pastor y las cabras, integrando el paisaje al hecho y al acto de observar. El marroquí Mohamed El Baz (foto superior) incendia las cabezas de sus personajes o enciende la realidad con unas letras de neón rojo. Meriem Bouderbala (foto inferior) hace una simbiosis de su doble identidad oriental-occidental a través de autorretratos que la radiografían como odalisca, lo íntimo y lo que se revela a los ojos de lo demás. La presencia de la espiritualidad se deja sentir en las piezas de Mounir Fatmi, de complejas caligrafías en soportes como hojas de sierra circulares. También las obras de Yazid Oulab respiran la poética sufí, convertida en humo, y la de Younès Rahmoun evoca un derviche giróvago a través de un cono de luz. La arquitectura también es un tema que interesa a artistas como Chourouk Hriech y sus construcciones ornamentales que suben por las paredes, o los óleos de Driss Ouadahi que contraponen vistas urbanas con estructuras superpuestas en busca de la vibración del color. Es una exposición que abre un abanico habitualmente cerrado en los circuitos de arte. Quedan pocos días para verla, vale la pena darse prisa.

Magreb dos orillas. Círculo de Bellas Artes. Alcalá, 42. Madrid. Sala Picasso. Hasta el 15 de enero.

Fietta Jarque: Ojos en el Magreb, EL PAÍS / Papeles perdidos, 4 de enero de 2012
La exposición de Antonio López en el Thyssen, entre las diez mejores de 2011

La exposición de Antonio López en el Thyssen, entre las diez mejores de 2011

La muestra que la National Gallery dedica a Leonardo da Vinci es una de las más destacadas a nivel internacional, mientras que en España la exhibición de Antonio López en el Thyssen batió récords

La exposición que la National Gallery de Londres dedica a Leonardo Da Vinci, con el mayor número de obras del genio italiano jamás reunidas, es una de las más destacadas muestras del panorama internacional organizadas en 2011, mientras que en España la exhibición que el Museo Thyssen dedicó al manchego Antonio López batió récords de asistencia.

El artista Antonio López, en su taller. Ernesto Agudo. La exposición de Antonio López en el Thyssen, entre las diez mejores de 2011

Estas son diez de las exposiciones más destacadas durante este año:

  1. 1- «Leonardo en la corte de Milán»: La National Gallery de Londres ha conseguido reunir el mayor número de pinturas nunca exhibidas de Leonardo da Vinci en una exposición emblemática y única en la que se puede contemplar uno de los periodos más destacados del genio italiano, el que paso en Milán durante los años 1482 a 1499.
  • 3- «Antonio López»: Desde 1993 el artista manchego Antonio López no mostraba su obra en una exposición y lo ha hecho en el Museo Thyssen Bornemisza en una muestra visitada por 318.169 personas, lo que la convierte en la que mayor expectación ha suscitado en toda la historia de la institución.
  • 7- «Richter: Panorama»: La retrospectiva que dedica hasta el 8 de enero la Tate Modern de Londres a Gerhard Richter explora las distintas facetas de este pintor alemán durante una carrera de cinco décadas, marcada por contradicciones y variedad de recursos.

El Museo del Prado presenta su colección de miniaturas

El Museo del Prado presenta su colección de miniaturas

El Museo del Prado ha dado a conocer este lunes su colección de miniaturas, una de las más relevantes que se conservan en España así como la publicación del catálogo razonado de estas piezas que el prado expone por primera vez.

El Museo del Prado da a conocer su colección de miniaturas

La exposición, constituida por 36 miniaturas y tres pequeños retratos, podrá visitarse desde este martes 11 de octubre hasta el 26 de febrero en la primera sala de la cámara acorazada en la que se exhibe de forma permanente el Tesoro del Delfín. «Se habla de las colecciones ocultas del Museo del Prado. Quizás ésta sea la más oculta de todas», ha dicho Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación del Museo del Prado.

Durante la presentación de esta muestra, el Museo ha dado a conocer la publicación que recoge y analiza en profundidad, también por primera vez, las 164 miniaturas y los 16 pequeños retratos que conforman esta curiosa e importante parte de sus fondos. Este volumen es obra de la exhaustiva investigación realizada desde 1987 por Carmen Espinosa Martín, la principal especialista en miniaturas de España.

Según ha explicado esta experta, esta colección muestra un 50 por ciento de obras de autores españoles y es una de las más relevantes de los museos españoles, que no internacionales, ya que España apenas está presente en otras colecciones extranjeras.

Pintadas al gouache sobre vitela, tablillas de marfil o papel, las miniaturas representan la faceta más íntima de la pintura ya que, en general, pertenecían a la esfera de la vida privada aunque también desempeñaron una función de Estado, pues los monarcas regalaban joyeles con miniaturas a los embajadores y emisarios extranjeros con motivo de su proclamación, matrimonio o por la firma de tratados, convenios y acuerdos.

MINIATURA NO SIEMPRE MINI

Espinosa ha aclarado que miniatura no hace referencia al tamaño de la obra sino a una específica «técnica pictórica». En este sentido, se han reunido los pequeños retratos más significativos de la colección entre los que figuran nombres de artistas bien conocidos como Francisco de Goya (con su óleo sobre cobre de Juana Galarza de Goicoechea de 1805) pero otros muy desconocidos como Guillermo Ducker, Florentino Decraene, Juan Pérez de Villamayor, Cecilio Corro o Luis de la Cruz y Ríos, cuyo retrato de la Infanta Luisa Carlota de Borbón es «la joya» de esta colección, ha dicho.

El buen pintor de miniaturas ha de poseer destreza y precisión en el manejo del pincel dado que los pigmentos se aplican mediante la superposición de puntos de color en las zonas de la carne. El resto del soporte se prepara como en la pintura al óleo.

Tanto los pequeños retratos como las miniaturas que se exhiben ahora por primera vez en el Prado son técnicamente pinturas, realizadas en diferentes tipos de soportes y con distintos materiales pero con idéntica función. En España, no hubo miniaturas en sentido estricto hasta el siglo XVIII, ha recordado Carmen Espinosa, y la función que desempeñaban las miniaturas en otras cortes de Europa aquí la desempeñaban los pequeños retratos, de ahí la importancia de los tres ejemplares que se muestran en la exposición.

ESPAÑOLES Y EXTRANJEROS

Entre las 36 obras que responden a la definición de miniaturas, se incluyen obras de miniaturistas españoles, mayoritariamente del siglo XIX. Entre ellos el retrato de Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pacheco, IX duque de Osuna de Guillermo Ducker; el retrato del periodista Ramón de Navarrete y Fernández Landa obra de Cecilio Corro; Isabel II, reina de España, de Juan Pérez de Villamayor; o un San Miguel, de Manuel Arbós y Ayerbe. Entre los artistas extranjeros de finales del siglo XVIII y principios del XIX aquí representados se encuentra la Pareja de retratos de mujeres, de Charles Guillaume Alexandre Bourgeois; el retrato de Francisco I, emperador de Austria, de Heinrich Friedrich Füger; o el retrato de Hans Axel von Fersen de Niclas Lafrensen.

UN ABANICO ESPECIAL

A esta presentación se incorpora el homenaje a una de las personas destacadas en la historia del Museo del Prado, tras la reciente adquisición de un Abanico de boda, de Luis Eusebi, cuyo «país» está pintado al gouache sobre piel de cisne; y varillaje de marfil con aplicaciones de madreperla, que se expone por primera vez al público. El italiano Luis Eusebi (1773-1829), destacado pintor de miniaturas, de países de abanicos y, sobre todo, historiador de la pintura, trabajó en los inicios del Real Museo de Pinturas en 1819, con funciones al frente de lo que entonces se denominaba Conserjería del Real Museo. Además de las tareas propias de su cargo redactó los catálogos del Real Museo hasta la fecha de su muerte, y participó activamente en la elaboración de los planes artísticos de la Institución, que hoy muestra, con este abanico, una de sus escasas obras localizadas. El montaje se acompaña, además, de un video en el que se puede apreciar en detalle, mediante imágenes ampliadas, la técnica de ejecución y la gama de colores.

Ep, Madrid: El Museo del Prado presenta su colección de miniaturas, La Razón, 10 de octubre de 2011

Todo es dinero… el arte también

Todo es dinero… el arte también

El cambista y su mujer, obra de Marinus van Reymerswaele presente en la exposición Dinero y belleza.-«Follow the money«. Es la regla de oro que Garganta Profunda les regala a los dos periodistas que acaban destapando el Watergate. Seguir el rastro del dinero es lo que hace también la inteligente e inusual exposición abierta en el Palazzo Strozzi de Florencia hasta el 22 de enero. Dinero y belleza. Los banqueros, Botticelli y la hoguera de las vanidades se centra en el brote de inmensa riqueza que caracterizó el siglo de oro de la ciudad, cuando la Edad Media se disolvió en el Renacimiento.

La muestra reconstruye cómo las familias de mercaderes florentinos se transforman en banqueros (o usureros), la relación conflictiva entre los provechos que levitaban bajo sus manos, la moral cristiana y la austeridad cívica: la redención de las ganancias solo era posible a través la inversión en el arte. «Por eso los Medici fueron grandes mecenas», comenta Ludovica Sebregondi, historiadora del arte que ha orquestado la exposición junto al escritor y traductor Tim Parks.

La impresionante selección de obras de artistas flamencos e italianos, alternadas con objetos como las primeras letras de cambio, básculas para pesar el oro, candados, cajas fuertes y bolsas de cuero, se abre bajo la estrella -casi una bendición profana- del fiorino, acuñado en 1252: 300 gramos de oro puro, la primera divisa pensada para gestionar grandes transacciones de mercancías. Como la moneda que Tío Gilito conserva bajo un cristal dio comienzo a su enorme fortuna, el fiorino fue el germen del comercio europeo. «Hasta entonces las operaciones se llevaban a cabo con monedas de plata -dice Sebregondi- . Valían muy poco y esto lo complicaba todo. Los florentinos del siglo XIV empiezan a viajar con lana, cuero o piñones, a cobrar y luego a prestar oro o a hacer cambios de divisas. No es casual que el léxico financiero tenga su raíz filológica en el italiano. Banco corresponde al italiano mesa: se refiere a los puestos plegables que los mercantes abrían al llegar a las ferias y donde ponían su mercancía o monedas para prestar. Bancarrota es literalmente el gesto de romper ese pupitre si el mercader-banquero no podía pagar.

Taxistas y porteros, invitados

«Vosotros sois la tarjeta de visita de la ciudad. Antes de admirar el David de Miguel Ángel o de sacarse el billete para ver a Sandro Botticelli en los Uffizi, los turistas que llegan a Florencia cogen un taxi desde el aeropuerto y dejan la maleta en el hotel. Sois los primeros aborígenes que tratan con ellos». James M. Bradburne, director artístico del Palazzo Strozzi, se dirige a medio centenar de personas. Son taxistas, porteros de hotel y funcionarios que atienden a los turistas en los puntos de información sembrados por la ciudad. Para ellos, la Fundación Strozzi organiza una pequeña presentación y una visita guiada por cada exposición que inaugura. Son ellos quienes la recomendarán a los visitantes que no saben qué hacer en Florencia. Una iniciativa que se se puso en marcha hace cinco años; una idea sencilla, pero muy acertada, en una ciudad que vive de su arquitectura, de sus museos y tan rica de joyas secretas que a veces ni estudiando al dedillo las guías se consigue conocerlas todas. Un consejo a pie de calle puede valer más de cien páginas.

A la cita, el miércoles, acudieron cerca de 50 personas. Pero al menos el doble habían mostrado su interés contestando a la invitación. Para los que no pudieron dejar el trabajo entre semana, el sábado y el domingo la entrada a la exposición será gratis. «Porque ver con tus propios ojos es imprescindible para vender bien un producto», considera Chiara Baruffa, jefa de recepción del Hotel Loggiato dei Serviti.

Aquí llegaron los problemas. ¿Cómo conciliar las ganancias con la salvación del alma? Invirtiéndolas en belleza. Transformando el vil metal en estética y monumento eterno. «El arte permite al dinero convivir con lo sagrado», sella Parks. No por nada, el fiorino llevaba por un lado el lirio, símbolo de la ciudad, y por el otro a San Juan Bautista. Como si fuera también un amuleto contra la codicia…

Cuando Cosimo el Viejo de’ Medici le preguntó al Papa Eugenio IV cómo garantizarse la salvación eterna sin renunciar a su fortuna, el Pontífice le contestó: «Dona 10.000 fiorini al Convento de San Marco». Ese conjunto fue restaurado entre 1436 al 1446 y hoy sigue siendo un inmenso ejemplo de arquitectura renacentista.

Las grandes familias de banqueros -Medici, Sassetti, Bardi, Peruzzi- no solo comisionaban pinturas que colgaban en la pared de su cuarto de dormir. Fundaron iglesias y conventos, construyeron palacios, pagaron estatuas y tablas de altares y frescos en edificios. En el siglo XV, el dinero se hace escultura, arquitectura, pintura porque necesita lavarse la cara, tener una pública utilidad, buscar el Bien común, quitarse de encima el lastre del pecado y salvar el alma y la reputación de su dueño. «No es el dinero desnudo que explica y funda el arte y la belleza del Renacimiento, sino la dimensión ética del donar a Dios donando a la ciudad, invirtiendo el dinero privado, fruto del propio trabajo, en el escenario de las calles y de las plazas», comenta Salvatore Settis, historiador del arte y crítico del diario La Repubblica. «Nada más lejano», sigue, «de las mezquinas relaciones entre arte y dinero que hoy nos propinan políticos sin ideas, dispuestos a desbaratar el Coliseo o los templos griegos de Agrigento, arrojándolos al mercado como si fueran bisuterías inútiles de una abuela extravagante y despilfarradora. Nada más lejano de las maniobras indignas de empresarios que se disfrazan de mecenas para apoderarse de los bienes públicos».

Sin embargo, hasta el afortunado matrimonio entre poder económico, político y arte «para los ciudadanos» no duró. Aquel sistema, que seis siglos más tarde parece de lo más virtuoso, entró en una profunda crisis con la predicación del monje Girolamo Savonarola (1452-1498). La parábola humana y artística de Sandro Botticelli refleja tal cambio de perspectiva. En las últimas obras del pintor florentino, los colores tenues, las luces hechizadas de los cuentos mitológicos de los años ochenta del siglo XV se rompen en tinieblas: en la exposición se admiran ambientaciones cargadas de dramatismo y tensión. El oro desaparece, como los desnudos. Botticelli, que encantó al mundo con su pincel, compartió la condena del lujo de Savonarola. Botticelli, que fue rico y que murió pobre…

Lucía Magi, Florencia: Todo es dinero… el arte también, EL PAÍS, 23 de septiembre de 2011

Sombras del Museo del Prado

Sombras del Museo del Prado

La ampliación de la principal pinacoteca española ha propiciado una desigual ordenación de la colección

'Rendición de Bailén', de Casado del Alisal.La ampliación del Museo del Prado sigue deparando sorpresas poco agradables. No se olvida aún la desfavorable impresión que produjeron las nuevas salas. Aunque este año se han redimido con la exposición de Chardin (el formato pequeño de los cuadros conjugaba bien con las dimensiones de las salas), permanece todavía el recuerdo de la muestra de Francis Bacon en la que los cuadros parecían, más que estorbarse, excluirse.

La ampliación del museo no se limita a las nuevas salas y al Claustro de los Jerónimos, sino que ha propiciado una reordenación de la colección cuya conclusión está prevista para el año próximo. Una parte de esa reordenación resulta cuando menos intrigante. Me refiero a las obras alojadas en la planta baja.

Entrando en esa planta desde el extenso hall de la ampliación, el visitante encuentra la pintura española de los siglos XII al XVI y pasa de inmediato a obras italianas de los siglos XV y XVI, expuestas en las salas más cercanas a la fachada del museo, mientras que las interiores alojan pintura flamenca y alemana de la misma 'Testamento de Isabel la Católica', de Eduardo Rosalesépoca. De las salas dedicadas a autores italianos, faltan los venecianos, que se han reunido todos en la planta superior, quizá para mostrarlos en torno a Tiziano, cuya relación con Velázquez tiene evidente sentido. Hasta ahí todo va bien, pero a partir de la Sala de las Musas comienzan los problemas. Esta segunda mitad de la planta baja la ocupa la pintura española del XIX. Sin duda hay obras excelentes, como las de Fortuny, por ejemplo, pero en general el contraste es casi hiriente. Las fantasías del Bosco, los límpidos paisajes de Patinir, la justeza de Fra Angelico o la sencilla fortaleza de Mantegna forman un mundo que de pronto se derrumba ante la poca frescura de algunas obras académicas o la sensualidad rebuscada de otras. Colocadas en un espacio independiente y destacando los cuadros de mayor interés (ahora desdibujados entre los demás), la colección del siglo XIX español adquiriría valor propio. Ahora, en la vecindad de italianos y flamencos posee un aura de correcta decadencia que en nada la favorece.

Hay algo más. Entre las obras del siglo XIX están los cuadros de historia, como La rendición de Bailén (Casado del Alisal), El testamento de Isabel la Católica (Rosales) o Los fusilamientos de Torrijos (Gisbert). Con cuadros como ésos se inauguraron las nuevas salas de la ampliación del museo y fueron al parecer un potente atractivo para el público que visitó aquella muestra. Tal vez por eso se han incluido ahora entre los cuadros expuestos. Sea o no por esa razón, lo cierto es que están ahí y que en una sala contigua se han colocado Los fusilamientos del tres de mayo y La carga de los mamelucos de Goya así como sus pinturas negras, separándolas del resto de su obra alojada en la planta primera.

'Duelo a garrotazos', de Goya. Si la ubicación de la pintura del XIX resulta, digamos, incómoda, la asociación entre las obras de Goya y los cuadros de historia es del todo inadecuada. La visión de Goya de los sucesos de mayo de 1808 significó una quiebra en la tradición de la pintura histórica: en sus cuadros no hay héroes sino víctimas, y a la figura del rey o el militar victoriosos opone la rebeldía de los sin nombre. Poco tiene que ver esta percepción de la historia, anticipo de la modernidad, con las concepciones académicas que subyacen a los cuadros de historia citados. Menos que ver tienen aún estos temas convencionales de la historia de España con las pinturas negras y su aguda visión de las tensiones del Trienio Liberal que habrían de persistir a lo largo de buena parte de nuestra historia. Tampoco hay razón alguna para separar estas obras de las demás de Goya que en buena medida las anticipan y explican.

Sólo parece haber dos razones para esta peculiar ordenación. Una podría ser el numeroso público que visitó la muestra inaugural de la ampliación del Prado donde se colgaron estos y otros cuadros de historia. La otra, un cierto afán de revivir glorias patrias. Si son ésas las razones, poca consistencia tienen. La primera no se sostiene porque el número de visitas no debe ser criterio de selección de obras de un museo. Carece de sentido que a un centro de estudios se le exija calidad y al museo cantidad, como si de un superventas se tratara. La segunda razón es aún más discutible, porque desprende cierto aroma nacionalista. Las obras de Goya sobre los sucesos del 2 y el 3 de mayo desbordan las fronteras de este país: señalan un umbral de las tensiones europeas del siglo XIX y parte del XX. Integrarlos con los cuadros de historia ya referidos es reducirlas a anécdotas en lo histórico y lo artístico. Esperemos que la sensibilidad del espectador separe lo que esta ordenación ha unido con tan poca fortuna.

Juan Bosco Díaz-Urmeneta: Sombras del Museo del Prado, El Día de Córdoba, 29 de agosto de 2011
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