Etiquetado: 15.1. Arte del siglo XX y XXI (1951-…). Arquitectura

Moneo: “Cuando creía pasado mi turno, reconocen mi trabajo”

Moneo: “Cuando creía pasado mi turno, reconocen mi trabajo”

Extraño gesto el del jurado de los Premios Príncipe de Asturias el de
colgar al cuello de los dos arquitectos españoles más reconocidos y
antagónicos, Rafael Moneo (Tudela, 1937)
y Calatrava, la misma medalla por méritos tan opuestos. Moneo ha
recibido hoy, el día en que cumple 75 años, la noticia “como un regalo”.
“No sé si el jurado ha querido dar señal alguna sobre el camino que
debe tomar la arquitectura. Sáenz de Oiza también obtuvo el premio. Me
consta que hace bastante tiempo barajaron mi nombre como finalista y me
alegra que, cuando creía pasado mi turno, hayan reconocido mi trabajo”,
cuenta desde su estudio, en Madrid.
El arquitecto Rafael Moreno fotografiado en su estudio después de conocer el galardon. / GORKA LEJARCEGI
El arquitecto Rafael Moreno fotografiado en su estudio después de conocer el galardon. / GORKA LEJARCEGI
 Autor del Museo de Arte Romano de Mérida (1986), de la ampliación de
la Estación de Atocha (1992) y de la ampliación del Museo del Prado
(2007), está claro que Moneo ha sido un arquitecto eminentemente
reparador. Un proyectista que ha buscado más contribuir a la coherencia
de la ciudad que aportar una expresión personal. Por inclinación, por
capacidad o por decisión, sus intervenciones han ido siempre a favor del
contexto. Él mismo reconoce que “hay un momento en que la buena
arquitectura acaba perdiendo los rasgos personales para asimilarse y
crear esos rasgos más amplios de la ciudad”. Y puede que sea ese paso
atrás, esa manera cuidadosa, paciente y poco arriesgada de intentar
colaborar en la formación de la urbe lo que haya valorado el jurado para
reconocer a quien lleva décadas siendo el arquitecto español más
reconocido del mundo.
Es cierto que en la trayectoria de Rafael Moneo puede leerse, durante
algunas décadas, la historia reciente de la arquitectura: del
metafísico Ayuntamiento de Logroño (1981) a la posmoderna Casa de la
Cultura de Don Benito en Badajoz (1997). Pero lo es también que, llegado
un momento, Moneo se bajó del carro de la historia para salvaguardar su
propia obra. Más cartesiano y culto que creativo, optó por ejercer la
cautela y fue fiel a su naturaleza decorosa y concienzuda cuando tantos
edificios comenzaron a fragmentarse y a romper su perímetro con formas
escultóricas. En ese momento, el único premio Pritzker español (1996)
fue prudente. Se apeó de las tendencias internacionales, al contrario
que los portugueses Alvaro Siza o Eduardo Souto, que sí emplearon su
enorme conocimiento para acercarse a otra visión más vigorizante, y
también más formalista, de la arquitectura con resultados que permiten
aplaudir el cambio en personas que acumulan cinco décadas de profesión.
No fue el caso de Moneo, que ha jugado sus últimas bazas recuperando
la sobriedad moderna con la Biblioteca de Deusto (2010), junto al
Guggenheim de Bilbao, o apostando por la abstracción geométrica en el
elegante edificio de ciencias de la Universidad de Columbia (2011). El
más respetado entre los arquitectos españoles ha sido, sobre todo, un
maestro de arquitectos, un proyectista extraordinariamente culto y un
profesional responsable, y también intocable, que ha aprendido una forma
de gestionar su profesión alejada de la práctica de visitar
continuamente las obras y decidir allí acabados, entregas y, en
realidad, la coherencia final de un edificio.
Esa manera de trabajar, aprendida con otro premio Príncipe de
Asturias, Francisco Javier Sáenz de Oiza, el autor de Torres Blancas,
tuvo que cuestionarla Moneo cuando, tras ejercer de Decano en la Escuela
de Arquitectura de Harvard inició una práctica cosmopolita que le llevó
a construir en Estocolmo (Moderna Museet, 1998), Houston (Museo de
Bellas Artes, 2000) y Los Ángeles (Catedral, 2002 ). El mundo no es
compatible con la manera artesana de tomar decisiones a pie de obra.
Exige una profesionalización de la arquitectura que obliga a resolver
sobre los planos los detalles y encuentros que Moneo se había habituado a
solucionar en la obra. Ha sido el precio de crecer. Y aunque está claro
que Moneo no ha convertido su oficina en una gran firma anónima,
también lo está que el arquitecto no ha vivido el conflicto entre crecer
o concentrarse con facilidad. “He podido tener más trabajo del que he
tenido. Pero ¿qué hubiera ganado con multiplicar mi obra mucho más?
Seguramente no tanto. También he hecho más trabajos de más que de
menos”, reconocía a este periódico.

Es significativo que el único libro que explica cronológicamente el trabajo de Rafael Moneo sea el volumen Apuntes sobre 21 Obras
(Gustavo Gili), que analiza en 679 páginas esa cantidad de proyectos,
menos de la mitad del trabajo del arquitecto. En esa lucha por crecer o
contenerse, las bazas de Moneo han sido la cultura, la capacidad
analítica y la disciplinada responsabilidad de ceñirse a lo que se le
pide. La experiencia de saber escuchar al lugar tanto como la de saber
solucionar los problemas le han servido para convertirse en uno de los
proyectistas más fiables del mundo. “Hay instituciones que no quieren
que el dinero para hacer un edificio se lo gaste un señor haciendo un
garabato”, confiaba, de nuevo, a este diario. Aplaudido por su rigor
constructivo y por su capacidad para realizar edificios sólidos y
entroncados con los lugares, y tibiamente discutido por no tener una
obra perfecta o por haber realizado las obras de más que él mismo
reconoce, Moneo no hace garabatos. Aunque pueda admirarlos.
El arquitecto favorito de Rafael Moneo es el danés Jorn Utzon, el
fallecido autor de la Ópera de Sidney, con el que trabajó durante un
año. Es también significativo que lo que más le gusta a Moneo de ese
edificio gestual y osado, en los antípodas de su discreta manera de
proceder no sea su espectacular vuelo ni su fuerza icónica sino su
inesperada implantación frente a la bahía. Y es ahí, en esa manera de
posarse, donde el edificio australiano apuesta por relacionarse con el
contexto, lo que permite que con el Kursaal de San Sebastián Moneo rinda
homenaje a su maestro.
Anatxu Zabalbeascoa, Madrid: Moneo: “Cuando creía pasado mi turno, reconocen mi trabajo”, EL PAÍS, 9 de mayo de 2012
Un olímpico espectáculo

Un olímpico espectáculo

Con un estadio vestido, temporalmente, para la ocasión y una piscina olímpica reconvertida en piscina de barrio, Londres anuncia unos Juegos Olímpicos sostenibles, sencillos y, sin embargo, memorables. Será la cercanía a la gente y la utilidad del evento el día después -el 10 de septiembre, cuando hayan terminado los Juegos Paralímpicos- lo que determine el valor de tanto esfuerzo para terminar de regenerar el este de la capital británica.

Una proyección virtual del centro acuático de Zaha Hadid para los Juegos de Londres.

Con todo, más allá de los fastos, toda celebración es simbólica, y la arquitectura que dibujarán los próximos Juegos tiene una gran dosis alegórica. Por un lado supone el regreso de la hija pródiga Zaha Hadid que, tras vivir 35 años en Londres, es por fin reconocida en su ciudad. Su Centro Acuático será la puerta del recinto olímpico y es, casi, su primer edificio en la capital, tras el colegio Evelyn Grace de Brixton, por el que recibió el premio Stirling en 2011. Por otro, unos Juegos Olímpicos son un escaparate abierto al mundo. Y no es asunto baladí que, en esta ocasión, dos olvidados de la arquitectura británica, Hadid y Peter Cook, exmiembro del colectivo pop Archigram, hayan firmado las piezas más destacadas. Algo así parece pensar el alcalde Boris Johnson cuando asegura que el estadio, que ha diseñado Cook junto al estudio Populous, «será el edificio más visto de la historia». Y eso que, frente a la opción maximalista que Ai Wei-wei y Herzog & De Meuron exhibieron en Pekín, el recinto londinense es liviano y nació con la ambición de ser desmontable. Sin uso asignado todavía, tras ser rechazado como sede del West Ham, que permanezca ya no se discute. Lo que se discute es si la arquitectura debe aprender del arte o el arte de la arquitectura. La vecina escultura de Anish Kapoor, Arcelor Mitta Orbit, levantada por el ingeniero Cecil Balmond para «competir con la Torre Eiffel» tiene mucho que aprender de la ligereza y la naturalidad del estadio de Cook, un arquitecto de obra escasa pero de profunda trascendencia.

En una arquitectura hecha con realidad, ideas, restos e ingenio trabajan cada vez más colectivos que no están dispuestos a que la sostenibilidad se convierta en una etiqueta estéril y hacen del reciclaje y la reutilización de contenedores o solares vacíos su trabajo cotidiano. Crecerá el número de grupos como Zuloark, Straddle3 o La Creativa dedicados, en España y en Latinoamérica, a indagar en esa arquitectura.

Una proyección virtual del centro acuático de Zaha Hadid para los Juegos de Londres.-

Frente a las ilusiones y la fiesta, la otra cara del año continuará siendo poderosa, pero ha optado por la discreción. Silenciando sus festejos, los grandes acaparadores de premios en la década pasada son hoy los grandes cuestionados. Ley de vida. Con todo, es natural preguntarse si el antiguo héroe Rem Koolhaas puede seguir dando lecciones de democracia y progresismo mientras firma con una mano el edificio más representativo de Pekín y con la otra el cuartel general de Rothschild en la City de Londres. Juzgando arquitectura sin contexto, el rascacielos es discreto y, lejos de competir con las torres cercanas, elige servir de fondo para la pequeña iglesia St. Stephen Walbrook que había permanecido oculta durante dos siglos. Puede que el hecho de que los banqueros hagan visible lo perdido sea un signo de los tiempos.

Entretanto, el panorama invita a trabajar desde la escasez. Son muchos los profesionales que, como Francis Keré en Burkina Faso, Mass Design Group en Ruanda o Anna Heringer en Bangladesh, llevan ventaja en esa búsqueda. ¿Sabrá valorarla también el jurado del Pritzker, que dejó sin premio al ya fallecido arquitecto egipcio Hassan Fathy pero está a tiempo de galardonar al brasileño Lelé (João Filgueiras Lima)?

Anatxu Zabalbeascoa, Madrid: Un olímpico espectáculo, EL PAÍS, 2 de enero de 2012

Arquitectura y diseño hacen pie

Arquitectura y diseño hacen pie

Los arquitectos y los diseñadores suelen distinguir entre arquitectura y construcción -los primeros- y entre objetos y piezas «de diseño» -los segundos-. Lo hacen asegurando que diseño, y arquitectura, es solo el 5% de lo que se produce o construye. Como si los montones de edificios que empeoran nuestras ciudades no llevasen la firma de un arquitecto o todos los objetos de una fábrica no hubieran sido diseñados. Afrontar la necesidad de hacer desaparecer esa frontera entre el exclusivo buen hacer y la desastrosa mayoría es el reto. No es trabajo para un solo año, pero lo mejor de 2011 está en esa línea. Una parte importante de los arquitectos siente que ha llegado el momento de preocuparse por ese 95% de lo construido que quedaba, supuestamente, fuera de la arquitectura.

Centro Social en Teo (A Coruña) de Jacobo Malde, Santiago Rey, Ismael Ameneiros, Blanca Carballal y Daniel Dapena.- DÍAZ SANTOS (BISIMAGES)

La labor excede a la propia disciplina y exige una pérdida de privilegios en la ya vapuleada profesión. Pero es, además de una obligación, una oportunidad. Y en esa línea se mueven muchos estudios prometedores. El arte puede ser la máxima ambición, pero es escurridizo y escaso. Son los hechos, y no la actitud, los que hacen al artista. Y este año Europa, y sobre todo España, han vivido un parón constructivo sin precedentes. El 34,4 % de los arquitectos está en paro. El número se multiplica exponencialmente al llegar a los albañiles. Y obliga a reflexionar.

En medio de esta redefinición profesional cada vez hay más proyectistas que, lejos de aspirar a convertirse en artistas del mundo, intentan hablarle al mundo desde las obras que firman en su región. Tiempo para pensarlas, tiempo para visitarlas y distancias cabales para hacerlo, son las nuevas medidas que barajan los arquitectos. Si la arquitectura de altos vuelos regresa para cuidar nuestras casas mejorarán los barrios. Y habrá mejores ciudades. El Premio Pritzker a Eduardo Souto de Moura refrenda esa idea. El portugués es, tras el suizo Peter Zumthor, el segundo Pritzker con los pies en el suelo tras una hornada de galardonados que coronó el deconstructivismo de Thom Mayne como uno de los caminos a seguir.

Asistimos a un momento de cambio en el que hasta la arquitectura monumental se redefine. Aunque continúa la carrera por los récords Guinness y China densifica con rascacielos sus nuevas ciudades, en Europa se ha instalado la reparación. En esa línea, la reconstrucción del Neues Museum de Berlín, firmada por David Chipperfield, se hizo este año con el Premio Mies van der Rohe de la UE. Y demostró que la restauración del pasado puede hacerse sin pastiches, que los edificios deben hablar de su origen pero también construir su futuro.

Casa en Gualba (Barcelona) de H Arquitectures.- A. GOULA

En España, Nieto y Sobejano han trasladado el Museo de San Telmo al siglo XXI sin callar su pasado ni negar su topografía. Y Tuñón y Mansilla le han inventado al hotel Atrio de Cáceres una piel de mampostería que lo asimila a la plaza de San Mateo. Con todo, 2011 ha sido el año del icono popular. El auditorio El B de Cartagena, firmado por Selgascano, podría ser el emblema de una nueva arquitectura que busca acercarse a la gente sin concesiones a lo fácil. Recorrer el interior de ese auditorio es adentrarse en un nuevo mundo que invita al conocimiento. También las reciclables e indestructibles sillas Tip Ton (Vitra) de Barber & Osgerby invitan a sentarse. En su empeño por lograr el asiento comodín (útil en interiores y exteriores, y utilizable en restaurantes, viviendas u oficinas) Rolf Fehlbaum, el dueño de la empresa Vitra, ha lanzado un asiento extraordinario por poco más de 100 euros. Este año 2011 ha mostrado que con los ojos abiertos a las necesidades de la gente y más cerrados a la rentabilidad de las decisiones el diseño y la arquitectura pueden crecer desde sus propias dificultades.

Anatxu Zabalbeascoa, Madrid: Arquitectura y diseño hacen pie, EL PAÍS, 29 de diciembre de 2011

Lugar de encuentro

Lugar de encuentro

Recreación de las fuentes, la Torre de la Libertad y el bosque urbano. | www.911memorial.org

Recreación de la Zona Cero y los edificios que se han proyectado

El americano-israelí Michael Arad ha diseñado el monumento a las víctimas de la nueva Zona Cero. Ganó el concurso entre 5.200 propuestas de 63 países 

Unos días después del 11 de septiembre de 2001, Michael Arad se despertó de madrugada. Vivía entonces en el East Village, en el sureste de Manhattan. Salió a la calle y caminó sin dirección. Llegó a Washington Square Park. Aquellos días de septiembre la plaza era un lugar de encuentro de insomnes. Colocaban velas, los dibujos de los niños de las Torres Gemelas, «pasajes del Corán y de la Biblia, grafiti de ‘amor y paz’ en lo alto de la estatua ecuestre» (escribió Don de Lillo en Harper’s Magazine). Arad, de forma espontánea, se unió al grupo. Cuenta que por primera vez se sintió parte de Nueva York, de la heterogénea comunidad en permanente renovación que da forma a la ciudad.

Arad (nacido en 1969 en Londres, pero de nacionalidad americano-israelí) habla en la oficina de Handel Architects en Nueva York, el estudio de arquitectura donde trabaja. Parece que ha contado su historia muchas otras veces, pero construye la narración con lentitud y elige con cuidado las palabras, como si fuera consciente de lo fácil que es convertir el recuerdo en una simple anécdota. En su silla tiene el casco y el chaleco de las obras de la Zona Cero junto a varias pruebas de materiales con rótulos inscritos y una maqueta completa de la futura Zona Cero.

«Uno de los primeros recuerdos que tengo de aquel día es que era una mañana preciosa». Comienza a contar su historia. El día del ataque a las Torres Gemelas vivía en Nueva York. Desde la azotea de su casa vio caer la primera torre con cierta sensación de irrealidad, sin entender lo que estaba ocurriendo.

Su mujer trabajaba en Broad Street, cerca del World Trade Center. Fue a buscarla. Lograron encontrarse en una plaza y caminaron sin rumbo por Manhattan, cada vez más lejos, como hicieron miles de personas. Cuando cruzaban el Puente de Williamsburg, sobre el East River, vieron derrumbarse la segunda torre. Una noche, varios días después, caminó hasta Washington Square.

Varias semanas más tarde comenzó a trabajar en un monumento a las víctimas. Barajó varias ideas. El primer proyecto que pensó se construía directamente sobre el agua del Hudson, pero le pareció irrealizable y lo descartó. Se decidió al final por otro proyecto: dos enormes piscinas, cada una sobre la huella de las torres destruidas en los ataques, con las paredes cubiertas por los nombres de las 2.742 víctimas que murieron en la Torres Gemelas, las 224 personas asesinadas en los aviones secuestrados y las seis víctimas del ataque al World Trade Center de 1993.

El agua fluye sin pausa hacia el interior de las piscinas, por las paredes de los cubos. Los visitantes caminarán en penumbra por el interior. Por un instante, cuando salgan a la superficie, la repentina aparición de la luz los cegará. El monumento se llama ‘Reflejando la ausencia’. En 2003, Arad ganó el concurso entre 5.200 propuestas de 63 países. Tenía 34 años. Vivía en Nueva York desde 1999.

Los visitantes podrán sentarse en los bancos a la sombra de los árboles y formar una comunidad espontánea, como la que encontró Arad en Washington Square Park en los días posteriores al 11 de septiembre de 2011. El arquitecto se refiere al memorial como un lugar de encuentro.

Carlos Martínez de la Serna*: Lugar de encuentro, EL MUNDO / 11-S Especiales, septiembre de 2011

* Carlos Martínez de la Serna ha trabajado en los últimos años, hasta junio de 2011, en Nueva York en uno de los edificios junto a la Zona Cero.

Un centro comercial para romper prejuicios

Un centro comercial para romper prejuicios

El nuevo mercado de Inca, en Mallorca, se acerca al edificio urbano modélico
 

Un centro comercial puede ser un edificio modélico. La nueva
arquitectura consiste más en borrar antiguos prejuicios que en idear
nuevas filigranas. Charmaine Lay y Carles Muro han tardado una larga y
paciente década en construir el nuevo mercado de Inca, en Mallorca. Y el
edificio resultante es un espacio público con una plaza ciudadana, un
aparcamiento, un supermercado, un centro comercial y, por supuesto, un
nuevo mercado. Con las viejas calles rodeando el renovado espacio
abierto, el mercado-centro comercial es un edificio bajo frente a las
construcciones bajas del casco histórico y crece para albergar oficinas
frente a las nuevas edificaciones de la plaza.
El nuevo mercado de Inca, en Mallorca, obra de Charmaine Lay y Carles Muro.-
Lo sobresaliente es que todos los cambios siguen el sendero trazado
por una cubierta-rampa que, zigzagueante, dibuja la sombra de los
mercaderes, entra en el recinto y trepa hasta las oficinas para unir lo
desunido y dibujar así una idea de ciudad plural y sin embargo
cohesionada. Así, a la compacta fragmentación del casco histórico, el
nuevo edificio opone una continuidad volumétrica que tiene más de camino
que de imposición. Aun estando allí, por fin terminado, es un proyecto
que propone una idea de arquitectura serena y futura.
Detrás de la
demolición del antiguo mercado de la ciudad estaba la habitual búsqueda
de ampliar los metros cuadrados de explotación sumada a la mala
conciencia que obliga (cuando afortunadamente existe) a dotar a los
centros urbanos de espacios públicos. Lay y Muro hicieron magia.
Hundieron aparcamiento y supermercado, sin quitarles la luz, y
trabajaron para que el proyecto emergiera del suelo y creciera
suavemente -de los puestos a los despachos- como crecen los niños, casi
sin que nos percatemos hasta que uno repara en su altura. La cubierta de
madera podría ser un suelo ascendente y es una cinta que une todas las
tipologías que convergen en la plaza (mercado, aparcamiento, oficinas y
centro comercial) y que se inclina y asciende en zigzag, abriendo nuevas
aberturas para que la ventilación y la iluminación naturales se cuelen a
través de una celosía metálica.
La continuidad -con el programa,
con el barrio- y la discontinuidad -con el antiguo mercado rodeado de
calles y coches- se dan cita en este proyecto sin paradojas. Como apunta
Luis M. Mansilla en una publicación sobre el mercado de Inca editada
por Lampreave, el proyecto realiza a la vez una suerte de movimiento
centrífugo (liberando espacio para la plaza pública) y centrípeto
(recolocando la pérgola que protege a los mercaderes y conduce,
perimetralmente, al mercado).
Así, parece sencillo porque no
revela el esfuerzo que siempre es una convivencia. El camino de madera
es el proyecto. Es su cubierta y es la cara que contemplan los vecinos
que miran la plaza. ¿Trataron Lay y Muro de idear una nueva tipología?
Este proyecto demuestra que no buscaron revolucionar las viejas
tipologías, pero debieron esforzarse en hacerlo. Al final, la idea de
trascender a la condición objetual de un edificio y vincularlo a la
ciudad pasa por exprimir el potencial urbanístico de la arquitectura. Y
eso es definir de nuevo. Redefinir el lugar sin borrarlo. Al revés,
subrayándolo.
Anatxu Zabalbeascoa, Barcelona: Un centro comercial para romper prejuicios, EL PAÍS, 5 de septiembre de 2011
Arturo Berned: «Detrás de la belleza, hay siempre un número»

Arturo Berned: «Detrás de la belleza, hay siempre un número»

Primero fue arquitecto, pero se decantó por la escultura porque le parece más sincera. Le apasiona la racionalidad y la belleza. Es Arturo Berned, que muestra su trabajo reciente en Madrid

Pieza de Arturo Berned perteneciente a la serie «Cabezas». ABC

¿Creatividad y matemáticas? Parece imposible, pero la respuesta es Arturo Berned. Este artista materializa la belleza formal y también la espiritual. Se considera una persona racional, pero hay pasión en su labor. Como escuchar Hoppípolla, de Sigur Rós. Comienza suave, va in crescendo, hasta que algo explota y no puedes dejar de escucharla, como una cadencia. Es una obra que se instala en tu cabeza sin permiso; que, en algún momento, reniega de sus ángulos rectos para curvarse y atraparte. Sus obras se encuentran en colecciones privadas como las de Fierro o Satrústegui, y en fundaciones como Loewe. Ahora, y hasta el 30 de septiembre, se puede disfrutar de su trabajo más reciente en el edificio Leitner, en Madrid.

Construirse a sí mismo

Fue arquitecto durante 17 años, hasta 1989, año en que una burbuja –y no la inmobiliaria– explotó dentro de él y le hizo darse cuenta de que quería convertir la escultura en su amante exclusiva. «Con la escultura, a diferencia de con la arquitectura, consigues ver el efecto inmediato de tus decisiones», afirma Berned. Sus influencias como artista provienen de corrientes como el neoplasticismo holandés o el constructivismo ruso, que niegan el arte como copia de la naturaleza. Es decir, se caracterizan por eliminar los elementos reales y representar modelos, sensaciones. Algunas de las esculturas de Berned emulan bailarinas o soldados, otras son puro juego plástico con la intención de provocar impresiones placenteras en el espectador. ¿Cómo? Basándose en la proporción áurea (también conocida como número de oro, o número fi, nombre que da título a su actual exposición en Madrid). Se trata de una relación entre segmentos de rectas. Y es que, según Berned, la belleza se basa en esto: «Si algo no se acerca a la proporción, no es bello». Evidentemente, habla de la belleza formal, la objetiva. «La música, las pirámides o el caparazón de un caracol. Todo se basa en la proporción», añade. Luego está la belleza interior de la que hablan películas tan básicas como La Bella y la Bestia, de Walt Disney, o tan complejas y maravillosas como El hombre elefante, de David Lynch. Pero se trata de una belleza subjetiva.

Así, pues, y en la línea del famoso arquitecto francés Le Corbusier, muchas de las obras de este ex arquitecto converso se basan en proporciones del ser humano. «Son muy grandes, pero no asustan porque se fundamentan en medidas proporcionales antropomórficas», afirma Berned. Este tipo de arte le permite conseguir cosas que parecen imposibles, como congelar el movimiento de una bailarina a través de cuatro ángulos rectos, o explicar el funcionamiento del amor, de una pareja, con dos placas iguales que no llegan a tocarse, pero que están irremediablemente unidas.

Y no es todo. El crítico de arte y ex director del Reina Sofía, Juan Manuel Bonet (París, 1953), ha alabado el trabajo de Berned, del que ha dicho que «su estética contiene una mística de la belleza a la manera de Leonardo, Miguel Ángel u otros maestros». Y añade que el escultor ha conseguido sortear «el relativo desdén español hacia la geometría, liderando la lucha contra la alergia española hacia lo constructivo».

Racionalidad y pasión

Las obras de Arturo Berned han sufrido, sin duda, una evolución. Comenzó incorporando la peana a la pieza, hasta que se dio cuenta de que no le interesaba la base, sino la cabeza, la pieza en sí. «Quise profundizar en la actividad de escultor. Quitarle importancia a lo que no la tiene, y dársela a lo que sí», afirma el artista. De ahí surge la serie Cabezas, que no necesita soporte alguno.

El material de estas y de todas las piezas es, por lo general, acero corten (aunque abunda el aluminio), un material que, en contacto con el oxígeno, crea una película antioxidante. «La pieza se autoprotege», destaca Berned. «Además, es un material que dependiendo de la luz, adquiere unos colores, unos matices. Puede llegar a parecer incluso una lámpara deslumbrante», añade. Por otra parte, una de sus piezas favoritas es Disyuntiva. Dicha obra se basa en la idea de que en numerosas ocasiones nos encontramos ante la posibilidad de tomar un camino u otro totalmente opuestos. Sin embargo, tal y como afirma el escultor, «ambas decisiones están unidas, porque tan importante es el camino que eliges, como el que has decidido no escoger. Uno no existe sin el otro».

En definitiva, se podría decir que Arturo Berned muestra una obra aparentemente racional, en la que solo hay cabida para la belleza formal, matemática, numérica. Sin embargo, su obra va mucho más allá. Hay literatura, amor, amistad, familia, historias. Porque, como Berned afirma, «el arte es el traje de la sociedad».

Arquitecturas de la utopía

Arquitecturas de la utopía

Vasili Aksiónov analiza en Las cumbres de Moscú -novela con múltiples planos de lectura- las perturbaciones del discurso político y del lenguaje de los ciudadanos

Vista de la Universidad de Moscú tomada en los años cincuenta.- KEYSTONE / GETTY IMAGESEn 1945, con veinte millones de muertos a la espalda y el mundo fracturado en bloques, la URSS necesitaba construir un faro nítido para el movimiento comunista internacional; se proyectó para ello un gran Palacio de los Sóviets y, a su alrededor, siete espectaculares torres. Cada vysotka sería diferente pero el conjunto -moles de ladrillo más anchas que altas, con caprichosas geometrías de aire retro y unas treinta plantas de altos techos- unificaría estilos arquitectónicos y mensajes políticos. La física y otras leyes vendidas al imperialismo impidieron a los arquitectos del PCUS levantar una silueta de Lenin de suficiente tamaño para que en su índice derecho cupiese el despacho del batono Iósif Stalin, pero sus siete atributos quedaron esparcidos en lugares estratégicos de la ciudad. Sesenta años después, Moscú es tan conocida por la Plaza Roja como por esta corona de espinas que alberga misterios y ministerios, el hotel Ukraína, la Universidad Lomonósov y algunos centenares de viviendas donde aún vegeta una heterogénea élite fruto del primer socialismo, superviviente de la Revolución, la guerra civil rusa y las dos guerras mundiales. La vysotka elegida como escenario para las peripecias de Kiril Smelchakov -crisol de las esencias revolucionarias, autor de los versos preferidos de Stalin y ejemplar combatiente-, Glika Novotkannaya -la novia canónica del socialismo, hija de una perfecta pareja soviética y heroína del deporte universitario- y sus coetáneos da una precisa idea de lo que fue el neogótico soviético desde el punto de vista constructivo pero también como laboratorio de la nueva sociedad sin clases. Uno de los mayores atractivos de este libro es que simultanea la descripción del urbanismo estaliniano (incluida la reordenación castrense de la capital) con la intimidad de individuos perfectamente reconocibles en los ídolos de la época (actores, tractoristas, cosmonautas).

Con una fluidez que la emparenta con las más audaces novelas de la modernidad, Vasili Aksiónov (1932-2009) se permitió trenzar aquí una «comedia de situación» única por su contexto objetivo (la acción transcurre inmediatamente antes de 1953, en pleno derrumbe del estalinismo, con héroes tan frágiles como su líder máximo) y por la dramática condición de los protagonistas, llevados siempre al límite en un paródico calco de las leyendas clásicas. En un juego intertextual que conecta a filólogos, militares y agentes secretos de manual con los auténticos Beria y Grádov de Una saga moscovita -la abrumadora novela con la que el legado aksionoviano irrumpió hace unos meses en el mercado en lengua española-, el autor subraya las conexiones con los poetas y narradores que hicieron de Rusia uno de los epicentros de la literatura universal. Mandelstam y Tsvietáeva están muy presentes por continuas alusiones explícitas y por la reivindicación de una memoria poética que las vanguardias rusas salvaron de la furia dictatorial. Mientras tanto, la Guerra Civil española consolidó definitivamente el mito popular de un territorio épico y exótico y España se convirtió en otro de los grandes argumentos del imaginario colectivo ruso; Aksiónov refleja este fenómeno que periodistas como Mijaíl Koltsov y Román Karmen, voluntarios como las hermanas Abramsón y millares de interbrigadistas amplificaron hasta el punto de que topónimos y frentes como Guadalajara, el Jarama o el Ebro quedaron para siempre en la fantasía popular.

El talento de Aksiónov, sin duda uno de los más importantes narradores del XX ruso, queda de manifiesto en la lucidez con que analiza las perturbaciones del discurso político y del lenguaje de los ciudadanos. No hace falta saber ruso -ya se encarga Luisa Borovsky de traducir los muchos matices de esta imprescindible novela- para imaginar la potencia de los subtextos y dobles sentidos en los diálogos entre los moscovitas del medio siglo. No por casualidad los más audaces lingüistas tuvieron, en la gestación de la Unión Soviética, uno de sus más fértiles campos de trabajo; la torre que utiliza Aksiónov, como La casa del malecón de Trífonov o la calle Arbat de Rybakov, sitúa al lector en un mirador privilegiado desde el que se ve Siberia, se añora París y se sueña con unas playas yugoslavas que la obscena praxis de los dirigentes se encargó de difuminar. Con toda probabilidad el humor -en su versión más libre y desprejuiciada- era el único filtro capaz de explicar lo inexplicable: el fracaso de la alianza paneslava que Tito le propuso a Stalin y que aquí queda al desnudo, para solaz del lector y para las antologías del despropósito estratégico a escala planetaria.

De los muchos niveles de lectura de Las cumbres de Moscú vale la pena destacar los que indagan en la cultura lúdica de los juegos de palabras -particularmente relevante en un estado que enterró el zarismo a golpe de acrónimo y acabó suicidándose en un fango de añoranza por la sintaxis decimonónica- y los que se adentran en la semántica de la disidencia. Cuando, después de años de exilio en Washington y en Biarritz, Aksiónov regresó a Moscú en 1995, constató que las biografías con las que había ido construyendo este poderoso rascacielos novelístico tal vez se habían despojado del patronímico pero habían convertido las cumbres de Stalin en protagonistas indiscutibles de la gran comedia urbana y humana.

Las cumbres de Moscú. Vasili Aksiónov. Traducción de Luisa Borovsky. La otra orilla. Barcelona, 2011, 350 páginas. 23 euros

Victor Andresco: Arquitecturas de la utopía, EL PAÍS / Babelia, 30 de julio de 2011

Elogio de Marbella

Elogio de Marbella

Hotel Puente Romano de Marbella
Bajo la losa de hormigón de la estética ‘malaya’, la ciudad conserva algunos tesoros arquitectónicos. Y ahora, celebra a su autor.

Hablar de Melvin Villarroel es hablar de Marbella, y de su arquitectura. El horizonte que perfila la costa marbellí pertenece en esencia a la contribución que Villarroel realizó en los casi 40 años de vida entregada al urbanismo. Su inspiración: el pueblo andaluz; su obsesión: encontrar en cada una de sus creaciones el equilibrio perfecto entre naturaleza y urbanismo.

Villarroel se caracterizó por ser un hombre discreto y desconocido, un apasionado de la música y del entorno. Un hombre muy querido en la tierra de la que se enamoró, y la misma que ahora le homenajea. El reconocimiento viene por partida doble. EL 28 de Julio se inaugurará la ‘Avenida Arquitecto Melvin Villarroel’ y se coronará con un busto del arquitecto en la rotonda principal, que ha realizado el escultor Victor Ochoa, un prestigioso artista seleccionado por la familia. Ochoa que ha estudiado el personaje y la obra para el trabajo encomendado afirma que «el encargo lo he aceptado por la fuerza y profundidad del personaje de Melvin Villarroel, así como el sentimiento de inmenso cariño hacia su persona que me han transmitido sus hijos. Un sentimiento que he intentado plasmar en la obra». El resultado: un peculiar busto de dos metros y medio de altura que «emergerá de la naturaleza». Afirma María Asenjo, responsable de comunicación de la celebración.

Aunque ésta llega tarde para Melvin, que falleció en octubre de 2010, a los 74 años, pero no para su esposa e hijos, ni para el pueblo marbellí. Una prueba de ello es que la idea surgió de uno de sus vecinos. Por aquel entonces, Melvin todavía vivía y por expreso deseo suyo se ha elegido la avenida que él propuso. «Es una avenida muy especial, separa el Hotel Puente Romano (su creación de mayor reconocimiento) y la urbanización Marina del Puente que desemboca en el mar, y que tiene mucha vegetación, algo que ha caracterizado su estilo como arquitecto» dice María.

Villlarroel se caracterizó por huir de la obstentación y optar por llenar de naturaleza cada nuevo espacio. «Su estilo: crear complejos turísticos, auténticos pueblos andaluces con las comodidades actuales» apunta María Asenjo. No hay que olvidar que Melvin era además de arquitecto, urbanista, «apostaba por diseñar a lo grande», crear grandes proyectos, la prueba de ello es que los hoteles y resorts que él diseñó gozan de plena vigencia en la actualidad: en la Costa del Sol, algunas como ‘Marina del Puente’, ‘Alcazaba Beach’, ‘La Alzambra’, ‘Mansion Club’, la remodelación del ‘Marbella Club’, ‘Marina del Este’ en la costa granadina, en Tenerife ‘El Jardín Tropical’ y El Gran Hotel Abama. Y todo este legado fue el mejor pasaporte para dar su salto al continente asiático donde realizó el ‘Fair Lakes’ un complejo ubicado en Shanghai.

Esta ‘Arquitectura del vacío’ que realizaba, se basaba en una constante, la de dotar a cada proyecto urbanístico del vacío que le pertenece. En nada se corresponde con la abrumadora masa gris paisajística que la Costa del Sol ofrece al visitante. Melvin amaba la naturaleza y este amor ha quedado patente en todos los proyectos que llevan su firma. No comulgó con la especulación inmobiliaria de los años de Gil, en los que como en muchas otras costas españolas, la naturaleza fue erosionada hasta ser absorbida por gigantes moles de cemento. Todo un horror para la vista.

La integración de la naturaleza

«En su arquitectura ha conseguido crear espacios en el que la discreción es la protagonista. Es la propia naturaleza la que te otorga esa intimidad pero sin que la posibilidad de interacción con lo que te rodea se desvanezca» afirma María, y es que las formas vegetales son una constante que roba protagonismo a las edificaciones, destacando entre la riqueza natural pequeños detalles de su estilo arquitectónico como las chimeneas.

Para terminar de celebrar el trabajo del arquitecto también se está preparando la creación de la ‘Ruta Arquitectónica-Turística Melvin Villarroel’ en Marbella, todo un recorrido por cada uno de los complejos urbanísticos donde el arquitecto grabó parte de su esencia.

Irene Moreno Palmero | Madrid: Elogio de Marbella, EL MUNDO, 24 de julio de 2011

Un edificio de un kilómetro busca batir el récord mundial

Un edificio de un kilómetro busca batir el récord mundial

La torre será parte de un complejo que se ha denominado Ciudad del Reino al norte de la ciudad de Jeddah, en Arabia Saudita. ADRIAN SMITH + GORDON GILL ARCHITECTUREAlgo tan difícil de lograr como el récord mundial de altura de un edificio podría terminar durando los 15 minutos de gloria que tan democráticamente pronosticó Warhol. El estadounidense Adrian Smith -que hace año y medio firmó en Dubái el Burj Khalifa, de 828 metros, con el estudio de arquitectura de Chicago Skidmore Owings y Merrill- acaba de ser elegido para levantar el rascacielos que destronará su creación anterior.

Ha cambiado el contexto. El nuevo rascacielos de Smith estará en Arabia Saudí, medirá 1.000 metros y crecerá en el centro de un nuevo barrio de lujo y comercio que se construirá en Jedah, cerca del mar Rojo. También ha cambiado el arquitecto: Smith abandonó hace un lustro la firma de Chicago con la que trabajó en el Burj para fundar Smith&Gill con Gordon Gill y Robert Forest. Su nuevo estudio tiene hoy sedes en Estados Unidos y Dubái. También 150 empleados (en los tiempos que corren). Y, aunque firmó en Chicago la torre Trump, realiza la mayor parte de sus trabajos en países como India, Malasia, Corea del Sur, Emiratos Árabes o China.

En apenas cinco años han levantado la torre Jin Mao, en Shanghái, y la torre Pearl, en Guanzhou. Hace un mes anunciaron que levantarían en China el cuarto edificio más alto del mundo. Sin embargo, ayer, Smith y Gill escalaron tres puestos más para ponerse, de nuevo, a la cabeza de la sección de arquitectura del Libro Guinness de los récords. Su futura torre Kingdom (Reino) tendrá el observatorio más alto del planeta, un hotel Four Seasons, una terraza en la planta 157 y oficinas y apartamentos de lujo.

Lujo es un adjetivo que hoy parece irrenunciablemente asociado a ciertas alturas. Y, visto que nada es capaz de representar la imagen del poder tan rápidamente como la torre más alta del mundo, en Oriente Próximo parecen empeñados en quedarse con los récords tras destronar en el podio al sureste asiático, más concentrado hoy en rentabilizar la densificación de sus ciudades que en convertir en habitable el aire.

Según Adrian Smith, la futura torre Kingdom se empezará a construir inmediatamente. Su diseño limpio, en forma de aguja, es, cuenta, «a la vez orgánico y tecnológico». Recuerda a un grupo de hojas cuando estas empiezan a abrirse mientras brotan del tallo: todavía son una, pero apuntan a un despliegue inmediato. Esas hendiduras darán sombra a las terrazas del rascacielos. Y esa es una de las novedades: el edificio más alto del mundo tendrá terrazas con vistas al mar Rojo para huéspedes sin vértigo.

Más allá de la altura, es su diseño lo que ha convencido, dicen, a los inversores saudíes Jeddah Economic Company, que pondrán sobre la mesa los 850 millones de euros que costará levantar el proyecto. Hay más números: 59 ascensores (cinco de ellos de dos pisos), 12 escaleras automáticas y 10 metros por segundo para llegar al observatorio más alto del planeta.

«Ser el más alto no es importante», han declarado los inversores, que aseguran que su objetivo es «construir la mejor torre». Las bazas de Smith&Gill para conseguirlo pasan por el rosario de edificios que han ido colocando en la parrilla de salida de esta competición de altura a lo largo de su trayectoria. También por la voluntad de que el rascacielos no consuma energía desmesuradamente, gracias a una fachada que -sostienen los autores- reducirá las pérdidas energéticas. Con todo, será el trazo aerodinámico el que dibuje una silueta inolvidable.

Con su Torre Kingdom Adriam Smith se impuso a los proyectos de Norman Foster, César Pelli o los propios Skidmore Owings & Merrill. Si termina construyéndose, Smith habrá matado al padre, SOM, y devorado a su hijo más alto, el Burj.

La torre estará hecha de acero y cristal y contará con elementos de ahorro de energía. ADRIAN SMITH + GORDON GILL ARCHITECTURE
El complejo contará con una terraza de unos 30 metros de diámetro. ADRIAN SMITH + GORDON GILL ARCHITECTURE
La torre con más de 1.000 metros de altura será la más alta del mundo. ADRIAN SMITH + GORDON GILL ARCHITECTURE
El edificio tendrá un hotel y apartamentos de lujo, así como un espacio dedicado a oficinas. ADRIAN SMITH + GORDON GILL ARCHITECTURE

Anatxu Zabalbeascoa, Barcelona: Un edificio de un kilómetro busca batir el récord mundial, EL PAÍS / Tentaciones de verano, 3 de agosto de 2011

Barrio artesano en Sevilla

Barrio artesano en Sevilla

PEASS_06Un zoco, en lugar de un polígono, fue el modelo urbano que los arquitectos con estudio en Bilbao, Luis Suárez (1974) y Asier Santas (1972) siguieron para levantar un parque empresarial para artesanos en el límite norte de Sevilla.
A la idea de domesticar el trabajo, los proyectistas añadieron la de urbanizar el lugar de trabajo con recursos mínimos y clásicos: “proporción, escala, luz del norte e historia”, cuenta Suárez. Y es cierto que en el diseño de este barrio de talleres de artesanos tiene tanto peso la propuesta de un nuevo modelo como el rescate de la tradición.

La puesta al día de esa tradición pasa por levantar aquí un grupo de edificios económicos con estructura de hormigón y celosía prefabricada de hormigón blanco. En el plano corto se trata de trabajar con intimidad pero sin aislamiento, con frescor pero sin oscuridad. En el largo, los arquitectos han querido reproducir la condición urbana de un barrio humano: con calles estrechas, plazas para encuentros y una vía principal con los espacios más significativos o los principales comercios. La idea es ilusionar con una nueva periferia que, modesta y sabiamente, no quiere inventar la ciudad del mañana. Pero que, al hacerlo, repesca soluciones del pasado que tal vez no deberíamos haber abandonado.

Así, los edificios se protegen del sol con unos lucernarios formados con cerchas metálicas y con la ventilación cruzada que posibilita el tiro de los patios interiores. También la celosía, que uniformiza la fachada, contribuye no solo a la percepción del conjunto, también favorece el control climático y, as,í a la sostenibilidad del edificio. El urbanismo pone su parte con el recurso clásico de estrechar las calles en las que se congregan edificios de diversas alturas y tamaños. Suárez habla de la suma de los 10 inmuebles como de un alfoz y es cierto que, sino una suma de pueblos, los edificios sumados sí pueden leerse como un nuevo barrio recogido y cohesionado.

Los arquitectos cuentan que buscaban levantar una “arquitectura sin eufemismos” y es el orden dimensional (a partir de módulos de cinco metros) lo que les dio la clave para calcular la escala. Así, en el barrio, encuentra eco la individualidad de cada artesano (con talleres de diversos tamaños y altura) pero también la unidad urbana que conforman esa suma de calles diversas que forman el barrio.

Más allá de lograr un vecindario compacto, un pueblo incrustado en el tejido urbano, el nuevo parque empresarial de Arte Sacro quiere unir sus calles domesticadas y su presencia a la de la ciudad donde se encuentra. De ahí que una de las zonas más cuidadas del programa –que costó 500 euros por metro cuadrado, informan los arquitectos- hayan sido las cubiertas: la parte más visible desde varios de los bloques cercanos al nuevo barrio-parque-taller.

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Anatxu Zabalbeascoa: Barrio artesano en Sevilla, EL PAÍS, Blog «Del tirador a la ciudad», 22 de junio de 2011 (FOTOS: Luis Asín)
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