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Cara a cara de Picasso y Klee

Cara a cara de Picasso y Klee

Los herederos de los artistas: Alexander Klee (izda.) y Claude Picasso, en la presentación. | AFP

Una exposición en la capital helvética reúne por primera vez a dos grandes artistas de la misma generación cuyas personalidades no podrían ser más antitéticas: Pablo Picasso (1881-1973) y Paul Klee (1879-1940). El primero, de temperamento extrovertido como buen hijo del Mediterráneo; introvertido y espiritual, el suizo alemán. Los dos artistas se conocieron personalmente -se sabe que mantuvieron dos reuniones, una en París, otra en Berna- e incluso compartieron a algún marchante o galerista.

El lirismo y el misterio, unidos a la inclinación a la sátira y a la ironía de la obra de Klee contrastan poderosamente con la sensualidad y el carácter dramático de la pintura del español. Picasso era una auténtica fuerza de la naturaleza a cuya atracción resultaba difícil resistirse, como reconoció el propio Klee al señalar la importancia de estar siempre vigilante para evitar su influencia, aunque fuera involuntaria. «Es una personalidad muy fuerte, y ocurre que uno adopta inconscientemente cosas que aprueba. Pero cada cual debe seguir su propio camino», escribió Klee. No consiguió sustraerse totalmente a la influencia de su colega español, como puede apreciarse en la exposición que puede verse hasta el próximo 26 de septiembre en el centro Paul Klee de Berna. Ese influjo se hizo patente sobre todo a partir de que surgiese el cubismo analítico de la mano del genio español, a quien Klee incluso dedicó en 1914 un cuadro a modo de homenaje en el que utilizó incluso el formato oval de algunas pinturas cubistas de Picasso.

'Verfluchende Frau', de Klee (1939) y 'Femme Assise', de Picasso

La exposición, que reúne más de 180 obras de ambos artistas, procedentes de colecciones privadas y museos de Europa y Estados Unidos, comienza contraponiendo algunas pinturas líricas y melancólicas de los períodos azul y rosa de Picasso con los primeros dibujos, todos ellos abiertamente satíricos, de Klee. Especialmente interesante resulta la confrontación a la que ha sometido la comisaria de la exposición, Christine Hofpengart, el cubismo analítico de Picasso, frente a las creaciones geométrico-abstractas del mismo período de Paul Klee.

Otro de los puntos fuertes de la original muestra lo constituyen las obras de la llamada fase surrealista de Picasso y la respuesta que suscitan esas creaciones en su colega suizo. A los cuerpos femeninos descoyuntados que abundan en las pinturas de los años 20 y 30 de Picasso corresponden las fantasías grotescas de Klee, que marcarán su obra a partir de entonces. Con todo, la deformación de la figura humana no constituye una novedad en Klee: a través de esa desfiguración, el artista expresa estados anímicos como el amor, el miedo o la tristeza. Los grandes formatos de Picasso, sobre todo la monumentalidad de sus representaciones de mujeres, animó a Klee, según la comisaria de la exposición, a renunciar a los cuadros pequeños de su primera etapa.

El momento de mayor alejamiento entre los estilos de ambos artistas coincide con la llamada etapa clásica del español, que contrasta con el lenguaje visual desarrollado por Klee caracterizado por fuertes dosis de ironía y fantasía. Especialmente fascinante es también la contraposición de los cuadros de la última etapa de la vida de ambos creadores: Picasso se rebela contra la muerte hasta el final, aferrándose a la sexualidad de una forma casi obsesiva, mientras que Klee refleja la premonición sobre su propia muerte de una forma mucho más interior.

Efe | Berna (Suiza): Cara a cara de Picasso y Klee, EL MUNDO, 5 de julio de 2010
Pablo y Paul: tan cerca, tan lejos

Pablo y Paul: tan cerca, tan lejos

«Mujer llorando», Paul Klee (1939)El Centro Paul Klee de Berna celebra su quinto aniversario con una gran exposición en la que el artista alemán se mide con Picasso a través de 180 obras de estos dos maestros indiscutibles del siglo XX.

Uno nació cerca de Berna en 1879; el otro dos años después en Málaga. El primero murió en 1940; el segundo, 33 años después. Ambos artistas comparten nombre y marchante (Kahnweiler) y los dos sufrieron el exilio. Son casi las únicas coincidencias de sus biografías. En el terreno artístico fueron muy prolíficos -se dice que Klee llegó a pintar 1.000 obras en un solo año- y dotados de una imaginación portentosa. En 1933 Paul Klee visitó a Picasso en su taller de París. En el 37 Picasso le devolvió la visita. Setenta y tres años después vuelven a encontrarse en el bellísimo museo que Berna dedicó en 2005 a Klee, un regalo póstumo con el que quedó saldada una deuda que esta ciudad tenía pendiente con el artista: Klee murió sin obtener la nacionalidad suiza que tanto anhelaba, pese a haber nacido y vivido mucho tiempo allí. Quiso renunciar a la alemana: huyó del país porque los nazis le consideraban «un artista degenerado».

Mientras Picasso se mide en Barcelona con Rusiñol y a punto está de hacer lo propio con Bill Viola en Málaga, se ve ahora cara a cara con Klee en Berna. Dos autorretratos (el de Picasso, de 1907, y el de Klee, de 1909) abren la muestra. Ambos tienen una mirada afilada, poderosa. Pero, a priori, no podrían estar dos artistas más en las antípodas. Sus personalidades son opuestas: Klee es introvertido, espiritual, romántico, poético… Picasso, en cambio, es extrovertido, todo genio, poderío, fuerza y desborda sensualidad. Se admiraron mutuamente y el artista español fue una constante fuente de inspiración para Klee, como queda patente recorriendo esta muestra. Están presentes todas las etapas de Picasso: desde su formación academicista, sus etapas rosa y azul, hasta el cubismo, su vuelta a los clásicos, sus grandes series finales… Y todo ello con grandes obras maestras procedentes de colecciones de todo el mundo. Excepcionales los préstamos del MoMA, la Fundación Beyeler y el Staatliche Museum de Berlín.

Las obras de cada etapa picassiana cuelgan junto a las correspondientes creaciones que hacía Klee en los años siguientes, en general plagadas de crítica, sátira e ironía. Las etapas de formación de ambos maestros se exhiben por separado. A las cabezas africanas que Picasso utilizaría para «Las Señoritas de Aviñón» responde Klee con bustos femeninos grotescos. A los bodegones cubistas de Picasso (en la exposición los hay espléndidos, como «Mujer con mandolina» y «Mujer sentada»), Klee corresponde con unas naturalezas muertas de una intensa paleta de colores, como la del «Homenaje a Picasso» (1914). Fue el único tributo que hizo Klee en su vida a otro artista. Los metafóricos diálogos se suceden con los desnudos, los cuerpos y rostros deformados, los minotauros (elaboradísimos los de Picasso, aparentemente infantiles los de Klee), las cabezas femeninas (muy emocionante el duelo de mujeres llorando: la de Picasso, Dora Maar, en el 37, mientras pintaba el «Guernica»; la de Klee, dos años después).

El proyecto, en el que han colaborado las familias de ambos artistas (Claude Picasso y Alexander Klee), nace con un marcado carácter didáctico. A los paneles explicativos y los audiovisuales que se suceden por las salas hay que sumar las actividades del Kindermuseum del Centro Paul Klee, un espacio lúdico-creativo donde juegan y aprenden «niños» de 5 a 100 años. «Sus obras parecen hechas por un niño», le dijeron un día a Klee. «¡Si fuese verdad!, dijo.

Natividad Pulido, Berna (Suiza): Pablo y Paul: tan cerca, tan lejos, ABC, 7 de junio de 2010
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