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Leonardo da Vinci

¿Dibujó Leonardo da Vinci una ‘Mona Lisa’ desnuda?

Leonardo da Vinci continúa siendo una de las personalidades históricas quemás incógnitas abre en el panorma artístico y, ahora, casi 500 años después de su muerte, un nuevo misterio se suma a la larga lista: ¿fue él quien dibujó una ‘Mona Lis…

El misterio de la Gioconda desnuda

Los expertos del Louvre examinan desde el pasado mes de agosto un retrato de una mujer al carboncillo, conocido como la ‘Gioconda desnuda’, para intentar concluir si la mano de Leonardo de Vinci está detrás de este dibujo conservado en el Museo Condé de Chantilly. Según informa el diario francés ‘Le Figaro’, las conclusiones aún se harán esperar, pero los primeros indicios señalan que el dibujo fue tomado del natural y podría ser el boceto de todos los cuadros que reproducen la misma imagen, que han sido atribuidos bien al propio Leonardo, bien a algunos de sus discípulos. Y, también, que pueden haber trazos de Leonardo pero al menos el rostro fue dibujado por otra mano, la de un pintor diestro (mientras que el maestro de Vinci era zurdo).
El dibujo del museo de Chantilly, la Gioconda desnuda del Hermitage y el original del Louvre.
El dibujo del museo de Chantilly, la Gioconda desnuda del Hermitage y el original del Louvre.

“Estamos ante una composición que fue ejecutada en paralelo a la Gioconda, en la etapa final de la vida de Leonardo da Vinci”, ha indicado a France Presse Mathieu Deldicque, conservador en el Museo Condé de Chantilly, donde se conserva el dibujo desde que fue adquirido en 1862 por el duque de Aumale, habiendo sido atribuido primero al propio Leonardo y posteriormente a su taller.”Este dibujo es en parte del propio maestro”, ha aventurado en declaraciones a ‘Le Figaro’.

Da Vinci vivió entre 1452 y 1519, y la datación del dibujo por parte del Centro de Investigación de no estamos ante una pálida copia” sino ante un dibujo del natural (¿de la misma persona que sirvió de modelo de la Mona Lisa, por tanto?), con sus arrepentimientos y un modelado fino “de una extraña belleza”. Algunas perforaciones sobre el papel indican que podía haber sido utilizado como guía para trasladar el dibujo sobre tela: de hecho, el motivo del dibujo encaja con numerosas variaciones del tema de la ‘Gioconda Desnuda’, como la que se conserva en el Ermitage de San Petersburgo y que ha sido atribuida a diversos discípulos de Leonardo a modo de sátira o variante erótica de la obra del maestro. «Todo esta abierto. Se trata de una creación eminentemente leonardesca pero no es seguro que Leonardo da Vinci aportase su propio trazo. No está claro que este misterio se resuelva totalmente, aunque lo esperamos”, ha declarado Deldicque. Tras la capa de gouache que oculta el fondo del dibujo se podría ocultar un paisaje que ayudase a precisar la relación entre esta imagen y la obra del Louvre, o incluso indicar si más que una parodia o una variante erótica podría ser incluso una obra anterior que habría sido utilizada como versión previa de la más casta Mona Lisa.

San Juan Bautista de Leonardo, Museo del Louvre, París
San Juan Bautista de Leonardo, Museo del Louvre, París

Restauración de los Museos de Francia (C2REMF), instalado en los sótanos del Louvre, ofrece un marco temporal plenamente compatible con estas fechas (entre 1485 y 1538). Los exámenes, según el conservador del C2RMF Bruno Mottin, demuestran que “

Hay diversas versiones pintadas en óleo de este dibujo: en el Hermitage y el Louvre (atribuidas a Gian Giacomo Caprotti da Oreno, ppo Salai, candidato también a haber sido autor de la copia de la Mona Lisa contemporánea al original que se expone en El Prado), en la colección del cardenal Fesch, en la colección del conde de Spencer, en la Accademia Carrara de Bérgamo (más tardía, y atribuida a Procaccini) y en la Galería Nacional de Praga y en el castillo Rheydt de Alemania (ambas de Joos van Cleve). De hecho, Salai podría ser no solo candidato a autor del dibujo, sino quizás un posible modelo: las facciones de la Gioconda desnuda y su apariencia andrógina recuerdan al San Juan Bautista de Leonardo del que se ha dicho, en una lectura homoerótica de la pieza, que podría haber tenido al discípulo como modelo.

El misterio de la Gioconda desnuda, El Periódico de Cataluña, 29 de septiembre de 2017
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El testamento del perfeccionista Leonardo

La Virgen, el niño Jesús y Santa Ana,
de Leonardo da Vinci.
En el reparto de papeles de la Santísima Trinidad del Renacimiento
italiano, Rafael era el maestro despreocupado de vida y labores ligeras;
Miguel Ángel, el hombre de la feroz determinación superado por el mal
genio; y Leonardo, el esclavo de la perfección paralizado por la
enormidad de sus empresas artísticas y científicas. Esto último, dato
bien conocido, volvió a quedar demostrado anoche con la brillante
conferencia sobre la restauración de la Santa Ana que el conservador de pintura italiana del museo del Louvre, un jovencísimo Vincent Delieuvin, impartió en el Prado.
El rescate al que fue sometida durante 18 meses la tabla,
propiedad del Louvre, así como el proceso de investigación necesario
para montar la muestra de 135 piezas (entre ellas, la Gioconda del
Prado) que le dedica el museo parisiense hasta el finales de junio, han
desvelado secretos que Delieuvin desgranó con contagioso entusiasmo y un
español envidiable.
En el proceso resultó crucial el descubrimiento en 2005 en la universidad de Heidelberg de una edición de Cicerón,
impresa en 1477, que contiene una anotación datada en octubre de 1503
del funcionario de la cancillería florentina y colaborador de Maquiavelo
Agostino Vespucci en el que compara a Leonardo da Vinci con Apeles,
gran pintor de la Grecia Antigua. También se hace referencia a la Santa
Ana trinitaria y a la famosa Lisa Gherardini, en un apunte que sirvió
para disipar todas las dudas sobre la identidad del personaje retratado
en La Gioconda.
Esto viene a confirmar que Leonardo le dio vueltas al cuadro desde 1500 hasta su muerte en 1519.
También que, en contra de lo que se creyó siempre, Da Vinci se atascó
en el proceso de acabado de la tabla y no tanto en su concepción.
Delieuvin se apoyó en imágenes y en el resultado de las reflectografías
infrarrojas efectuadas durante la restauración para surcar las
procelosas aguas del proceso de creación leonardiano (se llegaron a
hacer tres cartones aunque solo se conserve el de Londres, propiedad de
la National Gallery y presente en la exposición) y una docena de
dibujos. De hecho, recordó el conservador, “se trata de la única obra
del pintor de la que ha sobrevivido tanto material preparatorio”.
La exposición rastrea la influencia de la pieza, que cuenta la
terrible historia de una madre que acepta la muerte de su hijo, en el
arte occidental: de Miguel Ángel o Rafael (que no la vio terminada) al
surrealista Max Ernst. En su preparación se fijaron las tres teorías
sobre quién  encargó la pieza. Pudo ser un capricho de Luis XII y de su
mujer Ana durante la invasión francesa de Venecia, o quizá la iniciativa
partió del propio Leonardo, porque buscaba desafiar con esta tabla a
Miguel Ángel y Botticelli e imponerse como el gran pintor de su época,
cimentando así el éxito obtenido en la magistral Última cena.
Aunque a lo mejor simplemente respondió a un interés de la diócesis
florentina y su recobrado por Santa Ana, símbolo republicano en la
ciudad, tras la expulsión en 1499 de los Médicis.
También quedó justificado en la charla de Delieuvin el remoloneo de
Da Vinci en sus propias circunstancias vitales. No es ya que la
realización de la inconmensurable obra La batalla de Anghiari
se pusiera por medio, es que durante la concepción de la Santa Ana
vivió, además de en Florencia, en Milán (1506-1508), en Roma (1513-1513)
y, hasta su muerte, en Francia, donde se quedó la pieza para siempre,
entre las brumas en sfumato propias de la técnica del no finito
y su naturaleza de obra inacabada. “Fue sin duda su testamento
artístico”, explicó el conservador, que desveló que en el reverso de la
tabla se hallaron tres dibujos.
Delieuvin hizo referencia a La Gioconda del Prado, que fue redescubierta durante el proceso de preparación de la exposición. El Louvre la solicitó para ser mostrada junto a la Santa Ana
y eso propició la restauración efectuada por Ana González Mozo y
Almudena Sánchez, que ayer atendieron a la charla junto a Miguel
Falomir, conservador de pintura italiana del Prado. Gracias a ella, la
tabla pasó de copia del montón, perteneciente a las colecciones reales
desde el siglo XVII, a réplica hecha simultáneamente y de vital
importancia para avanzar en el conocimiento sobre el original. La Gioconda del Louvre, explicó, no podía ser movida para
complementar la muestra: “Unas 20.000 personas la visitan cada día y las
estancias en las que se encuentra la exposición no están preparadas
para tal afluencia de gente”.
También tocó Delieuvin la polémica por la restauración de la Santa Ana,
proceso durante el cual dos de los integrantes del equipo técnico
denunciaron que el proceso estaba siendo agresivo y dimitieron. “La
restauración se debió a meras razones de conservación. Se quitaron
barnices y reentelados, pero se dejaron dos o tres capas para evitar
entrar en contacto con la pintura de Leonardo”.
 Iker Seisdedos, Madrid: El testamento del perfeccionista Leonardo, EL PAÍS, 24 de mayo de 2012

Vincent Delieuvin: “La Gioconda’ parece una muerta”

Hace muchas, demasiadas décadas que retumba entre las paredes del Louvre uno de los debates más apasionantes del mundo del arte: el que enfrenta a partidarios y detractores de restaurar La Gioconda de Leonardo da Vinci. Dos escuelas de pensamiento, dos filosofías enfrentadas, ilimitadas dosis de simbología y el inevitable factor de conveniencia o inconveniencia por razones de márketing, chocan cuando está en juego el futuro del retrato más famoso del mundo. ¿Hay que seguir contemplando a esa Mona Lisa misteriosa y evanescente —también podría decirse borrosa y llena de porquería— que cantaron Théophile Gautier, los otros poetas románticos y los hacedores de leyendas y que sigue siendo admirada cada día por 20.000 visitantes, o es preciso una operación urgente a corazón abierto para sacar los colores a una enferma que corre peligro?

'La Gioconda', durante los exhaustivos estudios y pruebas a que fue sometida en 2004. / ÁLVARO GARCÍA
‘La Gioconda’, durante los exhaustivos estudios y pruebas a que fue sometida en 2004. /ÁLVARO GARCÍA

Si así fuera, claro está, la dirección del Louvre tendría que acometer otra misión realmente heroica: sustituir todo el merchandising de una de las imágenes más representadas y reproducidas del mundo, en feroz competencia con el Che Guevara. “Es verdad que en lo que toca a La Gioconda, vivimos en medio de dos lógicas enfrentadas”, acepta Vincent Delieuvin, responsable del departamento de pintura italiana del XVI en el Louvre. Pero acto seguido, y tras dibujar en su cara un gesto grave en mitad de esta entrevista con EL PAÍS, advierte: “La Gioconda, hoy, parece una muerta, es una pintura que está desapareciendo poco a poco, y si no se hace algo, la enferma empeorará”. La presencia en una exposición actual del Louvre de la llamada Gioconda del Prado, una copia recientemente restaurada en los talleres de la pinacoteca madrileña, añade aún más argumentos: “La gente ve esa Gioconda española en el Louvre, tan limpia, y se queda boquiabierta, casi le parece un cuadro pop, y claro, piensan lo que puede tener el original debajo de esa capa de suciedad”, explica Delieuvin. A sus 35 años, que no parecen más de 28, es un cualificado experto en la obra de Da Vinci. No en vano fue él quien coordinó la espectacular restauración de otra de las obras cumbres de Leonardo: Santa Ana con la Virgen y el Niño.


— Es muy sencillo: si restauráramos La Gioconda haríamos exactamente lo mismo que con la Santa Ana. El mismo método, el mismo proceso.

— Pero ¿la restaurarán o no?

— Mmmm… ahora mismo no hay planes para eso.

— Pero ¿cree usted que es necesario hacerlo?

— Absolutamente.

— ¿Por qué?

— Porque la pintura de Leonardo da Vinci es una pintura llena de vida y ahora mismo cuando vemos La Gioconda parece que estamos viendo a una muerta. Está grisácea, sin colores. Y la pintura de Da Vinci no es así. En las catas que hemos efectuado en las zonas menos afectadas del cuadro ya hemos podido comprobar que los colores maravillosos de Leonardo están ahí: el azul del cielo, el rosa… Si usted ve La Gioconda en su estado actual y luego ve cómo ha quedado la Santa Ana, caerá en la cuenta de lo que digo.

— Así que, tarde o temprano, se limpiará y se restaurará.

— Ahora mismo no hay planes, aunque la restauración de una deja claro que la de la otra es perfectamente posible.

— Y al conservador de pintura italiana del XVI en el Louvre le gustaría, evidentemente…

— Evidentemente. Es un sueño. Pero de todas formas, se encuentra en permanente estado de vigilancia intensiva.

— ¿Ah, sí? ¿Y en qué consiste exactamente esa UCI de la pintura más famosa del mundo?

— Hay un dispositivo de conservación extremo, que alerta sobre la más mínima alteración.

— El último chequeo intensivo se le practicó en 2004, ¿verdad? ¿y desde entonces?

— No, en 2004, cuando se instaló en su nuevo emplazamiento (la Sala de los Estados Generales) se le hizo un chequeo intensivo, es cierto; pero con posterioridad, en 2009, se le practicó una nueva reflectografía y otras pruebas.

— ¿Con qué resultado?

— Que La Gioconda tiene síntomas de fatiga.

Vincent Delieuvin, conservador de pintura
 italiana del Louvre. / 
ÁLVARO GARCÍA
— Sospecho que, además del reto técnico que supondría, una hipotética restauración tendría que hacer frente a otros problemas: es una obra con un limitado poder icónico.

— Eso es cierto. Pero mire la Santa Ana

— (Risas) Bueno, todavía no estamos ahí. Y, en último término, la decisión de restaurar o no obedece siempre a criterios técnicos, a una verdadera necesidad de restauración. Como le ocurría a la Santa Ana, donde se estaban produciendo pequeños desprendimientos de pintura.

— Ya, pero hay una diferencia. Puede que gran parte de lo que podríamos considerar el gran público no sepa quién pintó la Santa Ana. Pero no hay casi nadie en este mundo que no sepa lo que es La Gioconda. A lo peor, la decisión de restaurarla tendría que partir no de un director del Louvre o de un ministro de Cultura… sino de un presidente de la República.

— ¿Y en La Gioconda?

— Una cosa está clara: cuanto más tiempo pase, peor se verá el cuadro. Hay partes que ya casi no se aprecian. Y dentro de cinco años, se apreciarán menos. O aceptamos que al final tendremos una especie de pintura contemporánea toda negra, y aceptamos que no se verá nada, o estaremos obligados a intervenir. Los barnices hacen como una pantalla, el aspecto tridimensional del que la dotó Leonardo ha desaparecido. Es un cuadro que está desapareciendo… la parte inferior está prácticamente invisible.

— Y la enferma empeorará. Y eso que hacemos trampa, porque La Giocondaes la única obra del Louvre que goza de una iluminación específica… hay una instalación especial de luz alrededor de ella que contrarresta los efectos de oscuridad de los barnices. Sin esa luz especial, la pintura es mucho más oscura todavía. Aparte de que tiene una fisura bastante grande en la cabeza, provocada por el envejecimiento de los barnices, que acaban estratificándose. Y ahí ya tuvimos que intervenir, claro. Pero hay peligro de levantamiento de materia pictórica.— Es cierto, yo lo vi por primera vez en 1978, y por última vez hace dos años. No tiene nada que ver, por desgracia…

Vincent Delieuvin sabe de lo que habla. El rescate de la Santa Ana con la Virgen y el Niño le avalan. “Creíamos saberlo todo sobre esa obra y nos dimos cuenta de que había todo un mundo por descubrir; y allí, en el taller de restauración, era como ver resucitar a Leonardo día tras día, a medida que aligerábamos la capa de barniz, reaparecía su universo, por ejemplo, el rostro melancólico de esa Virgen que sabe que su hijo morirá, tan sutil, tan ambiguo, magnífico, era fascinante, íbamos recomponiendo el puzle milímetro a milímetro y obteniendo respuestas a nuestra pregunta fundamental: cómo era posible que Leonardo da Vinci se hubiera pasado 20 años pintando este cuadro”.

Lo que más le sigue impresionando en la galaxia Leonardo es la obsesión del maestro toscano por el más microscópico de los detalles. “Era un genio, pero también un auténtico maniaco, por eso no podía acabar sus obras”.

Lo ocurrido en los talleres del Louvre con esta obra maestra sirve de inevitable test de cara a una hipotética restauración de la Mona Lisa. “Como ocurre con La Gioconda”, explica Dieulevin, “a lo largo de los siglos fueron añadiéndose a la pintura varias capas de barniz; se trata de capas muy irregulares en algunas zonas del cuadro que, con el tiempo, sufrieron fisuras y fueron ensombreciendo el cuadro y modificando sus colores, al ir amarilleando: esa capa amarillenta había conferido a la pintura un aspecto como de blanco y negro; mucha gente ha confundido ese efecto con el famoso sfumato de Leonardo pero él, en sus tratados de pintura, deja claro que el sfumato es una transición entre las luces y las sombras… pero siempre a través del color y de sus variaciones”.

La base del controvertido proceso de restauración de la Santa Ana fue precisamente esa: un progresivo —y milimétrico— aligeramiento de esos estratos de barniz. “Los restauradores no quitaron todas las capas de barniz, sino que las fueron aligerando para evitar entrar en contacto directo con la materia pictórica de Leonardo, y segundo, respetar lo que en el Louvre llamamos la pátina del tiempo”. Para ello, el equipo de conservadores y restauradores de pintura italiana del Louvre, con la italiana Cinzia Pasquali y Vincent Dieulevin a la cabeza, recurrieron a un sofisticado aparato capaz de medir con absoluta precisión el espesor de cada capa de barniz. Se trata de un rayo que penetra en el cuadro y se detiene en el borde de cada capa de barniz, por ínfima que esta sea. “Eso permite un control casi matemático de la restauración, y una seguridad casi absoluta; en vez de cortar por lo sano, fuimos aligerando poco a poco, loncha a loncha, como si fuera un salchichón…”. El resultado: la paleta original de Santa Ana, la Virgen y el Niño luce esplendorosa, con sus azules/azules, sus rosas/rosas y sus blancos/blancos… y no como la de una pintura que pareciera enferma de hepatitis.

Borja Hermoso, Madrid: “La Gioconda’ parece una muerta”, EL PAÍS, 26 de mayo de 2012

Los dibujos de anatomía de Leonardo salen a la luz en el Palacio de Buckingham

Los dibujos de la anatomía humana del siglo XVI creados por Leonardo da Vinci serán expuestos por primera vez el próximo 4 de mayo en el Palacio de Buckingham. «Leonardo da Vinci: Anatomist» será la mayor exposición de estudios sobre el cuerpo humano elaborados por el genio florentino, que durante más de 300 años permanecieron ocultos.

Fragmento de algunos de los dibujos de anatomía de Leonardo. ABC

Según los expertos, esos dibujos, que se exhibirán al público en la Queen’s Gallery (en el Palacio de Buckingham), habrían transformado el conocimiento europeo de la anatomía humana de haberse hecho públicos mucho antes. En cambio, permanecieron guardados en un álbum con ecuadernación de piel hasta el siglo XX.

Entre 1489 y 1513, el maestro creó detallados estudios de los huesos, músculos y órganos internos humanos, como el corazón o el cerebro. La intención de Da Vinci era publicar esos estudios en un tratado sobre anatomía, pero en el momento de su muerte, en 1519, su investigación anatómica aún figuraba entre los documentos privados -y desorganizados- del artista.

Legados a su discípulo Melzi

Leonardo legó sus cuadernos de notas y dibujos a su joven ayudante Francesco Melzi, quien murió en 1570. Ese año, tras el fallecimiento de Melzi, su hijo vendió los dibujos del pintor italiano al escultor Pompeo Leoni, que se encargó de mantenerlos unidos en un álbum, junto con otros cientos de dibujos artísticos.

Leoni grabó su nombre, junto al de Leonardo, con letras de oro en la cubierta del álbum, donde se puede leer: «Dibujos de Leonardo da Vinci, preservados por Pompeo Leoni». Según explicó el comisario de la exposición, Martin Clayton, a los medios británicos, la encuadernación de Leoni representa «una parte enormemente importante de la historia de 500 años de los dibujos anatómicos de Leonardo».

«Durante 300 años, el cuaderno fue, a efectos prácticos, la tumba de los dibujos. Los mantuvo juntos, y en condiciones maravillosas, pero también propició que no circularan ni se publicaran», indicó este experto. Los dibujos tan solo vieron la luz alrededor de 1900 y «ahora sabemos que figuraban entre los dibujos anatómicos más increíblemente detallados y precisos de todos los tiempos».

EFE, Londres: Los dibujos de anatomía de Leonardo salen a la luz en el Palacio de Buckingham, ABC,24 de abril de 2012

Vasari, el ‘notario’ de Leonardo

Si hace apenas unas semanas, el Museo del Prado anunciaba el hallazgo de una ‘gemela’ de la ‘Gioconda’, ahora un equipo de investigadores afirma haber encontrado restos que podrían pertenecer a ‘La batalla de Anghiari’, ‘el Leonardo perdido’ del que no se tiene noticia desde hace cinco siglos.

Se trata de una de las obras más admiradas por los contemporáneos del artista. Una pintura que decoraba uno de los muros del Palacio Viejo de Florencia, y que hemos podido conocer únicamente gracias a copias como la realizada por Rubens. Ahora, el equipo de investigadores dirigido por Maurizio Seracini afirma haber dado con «trazas de pigmentos compatibles» con la composición química usada por el genio renacentista en ‘La Gioconda’.

Para ello, tuvieron que perforar ‘La batalla de Marciano’, la obra de Giorgio Vasari bajo la que supuestamente se ocultaba la de Da Vinci. Varios investigadores se apearon del proyecto, por entender que una búsqueda que preveían estéril traería como consecuencia, además, el deterioro de una de las principales pinturas de Vasari.

Y es que, la obra de Leonardo parece condenada a estar rodeada de incógnitas. Enigmas que, sin duda, tendrían fácil solución si hoy pudiéramos hablar con Vasari, artista, historiador y, sobre todo, admirador de Leonardo.

¿Quién fue Vasari? Retrato de Vasari.

Giorgio Vasari (1511-1574) es considerado el primer historiador del arte, después de que reuniera ‘Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos’ (Florencia 1550; revisada en 1568), donde alternaba datos artísticos con anécdotas, rumores y leyendas.

«Vasari es un personaje fundamental en la Historia del Arte y en la Historiografía», explica Alicia Cámara, catedrática de Historia del Arte de la UNED. «Tiene una concepción de la Historia del Arte, que, basada en la biografía, establece que el arte va siendo cada vez mejor. Fija tres etapas en la historia del arte hasta su tiempo, y el culmen llega con Miguel Ángel».

«A la hora de cualificar a los artistas», continúa, «se basa en cuestiones como la excelencia técnica, la belleza de la obra, una serie de categorías desde el punto de vista estético y de la valoración que se han seguido usando durante mucho tiempo». «Obviamente hoy es algo muy superado, pero Vasari es fuente imprescindible para cualquier persona que quiera estudiar Historia del Arte».

¿Qué le movió a escribir tal libro?

Según explica el doctor en Historia del Arte José Riello en ‘Descubrir el Arte‘ (edición enero 2012), «influyó su afición a las artes, su estrecha relación con numerosos artistas, su erudicion y su afición a la literatura y la escritura. Él mismo confesaba que recopilaba datos y curiosidades sobre artistas italianos ‘por pasar el rato’. Estas noticias, ordenadas después, y antecedidas por una introducción enjundiosa sobre la arquitectura, la escultura y la pintura, fueron publicadas en el libro».

Vasari «pretendía desentrañar los motivos que llevan a un artista a realizar sus obras, para lo que otorgó el mismo valor a la tradición anecdótica y a la documental«, añade.

El Vasari artista

La catedrática Alicia Cámara destaca también la otra vertiente de Vasari: la de artista de corte. «Es el que mejor representa esa figura al servicio de los Médici, en Florencia, en concreto para Cosme I. Es una artista multifacético, porque es pintor, pero también es arquitecto (a él se debe la galería de los Uffizi), dentro de la tendencia manierista del XVI. Y como pintor también tiene una serie de obras muy importantes de encargo».

De ahí parte de las reticencias mostradas por numerosos investigadores a la hora de buscar el ‘leonardo’. Muchos dan por hecho que el fresco fue destruido antes de que Vasari pintase ‘La batalla de Marciano’. De hecho, llevaron a los tribunales la investigación, que llegó a ser paralizada por el perjuicio que ocasionaría a la obra de Vasari.

¿Por qué sobre un ‘leonardo’? Afp

De confirmarse que ‘La batalla de Anghiari’ permanece bajo los trazos de la obra de Vasari, ¿qué llevaría al pintor a cubrir una obra de uno de sus artistas más admirados? Alicia Cámara se muestra cautelosa: «Mientras los especialistas no saquen a la luz realmente lo que hay debajo, no se podrá valorar. Y si finalmente existe, entonces será el momento de decir por qué se cubrió. Falta por hacer mucha investigación antes de extraer conclusiones».

Según explica la catedrática, no era raro que se «actualizaran» determinadas estancias, y unas obras de arte cubrieran otras. Especialmente cuando éstas se encontraban deterioradas, por un incendio, por ejemplo. «También se tiraban edificios renacentistas en el siglo XIX y XX para levantar edificios nuevos, antes de que existieran las leyes de patrimonio», recuerda.

Vasari recibió el encargo de decorar y reestructurar el Salón de los Quinientos del Palacio Viejo. Todo rastro del trabajo de Leonardo se pierde tras el fresco que encargaron a Vasari: ‘La batalla de Marciano’. En su libro, éste da alguna pista de lo que pudo pasar:

«Creyó poder colorear la pared al óleo, por lo que compuso una mezcla tan espesa para encolar la pared que, mientras seguía pintando en esa sala, empezó a chorrear, de tal manera que en poco tiempo tuvo que abandonar la obra».

¿Qué pudo mover a Cosme de Médici a pedir a Vasari que pintara esa obra? «Para saberlo, lo primero es esperar a que se compruebe si efectivamente está el ‘leonardo’ debajo», afirma Cámara. «Es posible que quedara tan poco de la obra de Leonardo que por eso decidieron darle otra decoración«, aventura.

El fresco fue encargado a Da Vinci a principios del siglo XVI porRetrato de Da Vinci.los gobernantes florentinos, como conmemoración de la victoria de la República de Florencia sobre la milanesa en la batalla de las llanuras de Anghiari, en junio de 1440. Leonardo abandonó el proyecto un año después.

Cámara recuerda que Da Vinci no usaba el fresco, que es uno de los problemas de conservación de sus obras. «Leonardo a veces dejaba obras sin acabar, porque para él la pintura es parte de un proceso científico, de conocimiento del mundo, de experimentación… Es pensar con la imagen. Y a veces perdía el interés porque ya había satisfecho su curiosidad científica«. El propio Vasari lo cuenta en ‘Las Vidas’ (Cátedra): «Ideaba con la mente dificultades tan maravillosas que con las manos, por muy diestras que fueran, no las podría haber expresado jamás».

Qué dice Vasari de Leonardo

De lo que no cabe duda es de la admiración que profesaba Vasari a Leonardo. Así, lo describe como «poseedor de cualidades que trascienden la naturaleza», además de un «ser maravillosamente dotado de belleza, gracia y talento en abundancia«.

«Grandísimos dones se ven llover muchas veces desde los influjos celestes sobre los cuerpos humanos de forma natural, y a veces, de manera sobrenatural, reunirse extraordinariamente en un único cuerpo belleza, gracia y virtud de tal forma que, doquiera se dirija tal individuo, cada una de sus acciones es tan divina que, dejando atrás a todos los demás hombres, manifiestamente se dan a conocer como cualidades generosamente otorgadas por Dios, y no adquiridas mediante arte humana alguna». «Aparte de la belleza de su cuerpo, nunca suficientemente alabada, poseía una gracia más que infinita en cualquiera de sus actos«.

Cuenta, además, que era un gran músico y «recitador de rimas improvisadas» y que «la perfección de la Mona Lisa hace estremecerse a cualquier artista valioso». No omite su rivalidad con Miguel Ángel, con quien de hecho estaba compitiendo cuando pintó ‘La batalla de Anghiari’.

El ‘Leonardo perdido’

‘La batalla de Anghiari’ es, junto con ‘La última cena’, la obra más conocida de Leonardo por sus contemporáneos, ya que podían contemplarla en la pared del Palacio Viejo. «Nosotros ahora nos quedamos patidifusos con la ‘Gioconda’, sin embargo en la época no tenía un público, ya que fue realizada para un particular -Francesco del Giocondo-. Se sabe que Leonardo apreciaba mucho la obra, es una obra muy importante ya en su tiempo, pero no tiene esa proyección pública que tiene la Florencia de los Medici encargando una victoria militar como es ‘La batalla de Anghiari'», explica Alicia Cámara. «Sucede lo mismo con ‘Las Meninas‘ de Velázquez, que tampoco se pintaron para nosotros».

Tal vez la investigación abierta permita contemplar por primera vez la obra. O tal vez no quede nada de ella. Lo único claro es que por el momento queda conformarse con las copias de ‘La batalla de Anghiari’, o recrearla mentalmente en virtud de la descripción que Vasari hacía de la misma en ‘Las Vidas’. [Reproducimos ambas a continuación] 'La batalla de Anghiari' de Rubens.

«Había aumentado tanto la celebridad de este divino artista, gracias a la excelencia de sus obras, que todos aquellos que amaban el arte, es más, la ciudad entera, deseaba que hiciese alguna obra en su memoria. Y se hablaba por todas partes de encargarle alguna obra grande y notable, donde lo público pudiera verse ornado y honrado por el gran ingenio, la gracia y el juicio apreciables las cimeras y el resto de los adornos, sin contar la increíble maestría que mostró en las formas y lineamentos de los caballos, cuya bravura, músculos y elegante belleza consiguió hacer mejor que ningún otro maestro.

Dibujó su anatomía mediante escorzos, así como la de los hombres, reconduciéndolos a la auténtica luz moderna. Se dice que para dibujar este cartón construyó un mecanismo muy ingenioso, que se levantaba al acortarlo y bajabha al alargarlo. Creyó poder colorear la pared al óleo, por lo que compuso una mezcla tan espesa para encolar la pared que, mientras seguía pintando en esa sala, empezó a chorrear, de tal manera que en poco tiempo tuvo que abandonar la obra.

Y entre los gonfaleros y los ciudadanos notables, se decidió que pintara alguna bella obra en la gran sala del Consejo, que acababa de rehacerse. Piero Soderini, el entonces gonfalonero de Justicia, le encargó la sala. Leonardo deseaba realizarla y empezó un cartón en la sala del Papa, ubicada en Santa Maria Novella, con la historia de Niccolò Piccinino, capitán del duque Filippo de Milán, en el que dibujó un grupo de caballos que combaten por un estandarte, obra tenida por excelente y de gran maestría debido a las admirables consideraciones que tuvo en cuenta al representar esta fuga.

En ella se reconocen la rabia, el desdén y la venganza tanto en los hombres como en los caballos; entre ellos hay dos que, enredados por las patas delanteras, muestran tanta venganza con los dientes como los hombres que los cabalgan en combate por dicha bandera; un soldado la apresa con las manos, mientras que con la fuerza de sus hombros pone al caballo en fuga, con su cuerpo vuelto, aferrado al asta del estandarte para tratar de arrancarlo a la fueraza de las manos de otros cuatro; dos de ellos lo defienden cada uno con una mano y tienen la otra en el aire, intentando cortar el asta con las espadas; mientras, un soldado viejo con un gorro rojo, gritando, tiene en una mano el asta, y en la otra un alfanje, y amenaza furioso con cortar las manos de los que, con toda su fuerza y apretando los dientes, procuran en actitud fiera defender su bandera. En el suelo, entre las patas de los caballos, hay dos figuras en escorzo que están combatiendo. Uno de ellos, sobre el suelo, tiene encima un soldado que levanta el brazo cuando puede clavearle con toda su fuerza el puñal en la garganta, y quitarle así la vida, mientras que el otro, forcejeando con piernas y brazos, hace todo lo posible para no morir».

Elena Mengual, Madrid: Vasari, el ‘notario’ de Leonardo, EL MUNDO, 25 de marzo de 2012

El Louvre quita años ‘La Gioconda’

La Gioconda.El Museo del Louvre ha decidido cambiar la edad de la Gioconda. Hasta ahora, se pensaba que Leonardo da Vinci pintó la Mona Lisa entre 1503 y 1506. Desde este momento, la horquilla oficial se alarga trece años más: de 1503 a 1519. El cambio coincide con la exposición Santa Ana, la última obra de arte de Leonardo da Vinci, que se inauguró el jueves y se podrá visitar hasta junio. Parte de la responsabilidad de la nueva datación es de la Gioconda madrileña, la copia en tiempo real del original recién hallada y restaurada por el Museo del Prado, que se expone ahora en el Louvre junto a la resucitada Santa Ana. Los exámenes científicos realizados a la copia y a los originales sugieren que Leonardo trabajó en sus dos piezas maestras hasta su muerte en Francia, en 1519.

La copia del Prado, pintada por un discípulo del genio, quizá por su amante, al mismo tiempo que Leonardo elaboraba el original, ha ofrecido la pista crucial: el paisaje del fondo parece estar inspirado en uno de los 21 dibujos de Leonardo que posee la Reina de Inglaterra y que también se exponen junto a la gemela de la Gioconda y a la Santa Ana.

El vínculo entre el dibujo preparatorio y el fondo de la Gioconda madrileña fue descubierto por la restauradora del Prado Ana González Mozo, que levantó una capa de pintura negra que cubría el fondo del retrato desde la segunda mitad del XVIII. El conservador de la Colección Windsor, Martin Clayton, dató ese boceto entre 1510 y 1515 basándose en impresiones de estilo, lo que indicaría que el perfeccionista toscano trabajó en el fondo de la Gioconda hasta mucho más tarde de lo que se pensaba.

Es bien sabido que Leonardo empezó a pintar la Mona Lisa en 1503, porque aquel año un funcionario florentino, llamado Agostino Vespucci, lo anotó en un cuaderno. Pero la fecha en que el maestro toscano terminó la obra sigue produciendo controversia entre los especialistas. Si Leonardo era, como parece, un enfermo de perfeccionismo, resulta raro pensar que solo dedicara tres años a rematar su obra más admirada. El Prado fechó la copia del Prado en 1516, lo que ya hizo pensar que el original no pudo estar terminado en 1503. Ahora, el conservador del Louvre Vincent Delieuvin se inclina a pensar que la fecha de terminación fue 1519.

Según publica la web The Art Newspaper, la ficha técnica de la Mona Lisa original en la galería principal del Louvre va a ser retocada muy pronto, y la nueva fecha ayudará a resolver algunas dudas nunca aclaradas. Si Leonardo tardó 16 años en terminar la Gioconda, es normal que la familia de Lisa del Giocondo, que en teoría le encargó el retrato, se hartara de esperar. El retraso ayudaría a explicar por qué el cuadro nunca fue entregado a los Giocondos. Además, Lisa tenía 23 años en 1503. Y cuando Leonardo acabó, la joven se había marchitado…

Los conservadores del Louvre no paran aquí. Ahora quieren trasladar la copia madrileña cerca de su hermana durante unas horas, con el museo cerrado, para estudiar otros detalles. El comisario Vincent Delieuvin ha explicado a este diario que tanto la restauración de la Sana Ana como la copia del Prado “han revelado detalles que han cambiado la visión de la Gioconda”. Por ejemplo, Delieuvin ha encontrado en el original “un pueblecito colgado en las rocas grises del paisaje” que nadie había visto. Los conservadores han visionado fotografías y radiografías tomadas en 2004 y comprobaron que una parte del dibujo de las rocas de la copia del Prado está ahí, tan borroso que casi no se ve.

Todas estas novedades han reabierto el peliagudo debate sobre la restauración de la Gioconda. Según Delieuvin, “la restauración de la Santa Ana, y la magnífica restauración de la copia del Prado han demostrado que técnicamente es posible restaurar la Gioconda. Todavía está mejor de lo que estaba la Santa Ana. Pero un día habrá que hacerlo, porque cada día está más oscura y toda gran obra de arte necesita al menos una restauración por siglo”.

Miguel Mora, París: El Louvre quita años ‘La Gioconda’, EL PAÍS, 30 de marzo de 2012

La ‘Gioconda’ de El Prado fue realizada al mismo tiempo que el original

Las bodegas del Museo del Prado han sido el escenario de uno de los más importantes descubrimientos de la Historia del Arte: los conservadores de la pinacoteca han hallado en sus fondos una réplica de la Gioconda de Leonardo da Vinci, pintada por uno de sus pupilos favoritos, probablemente Andrea Salai (que a la postre se convertiría en uno de los amantes del maestro) o Francesco Melzi. Los expertos del Prado han empleado varios meses en estudiar, limpiar y quitar el oscuro barniz que cubría la tabla. Lo que durante muchos años fue considerado en el seno del Prado como una copia más –y bastante banal- del retrato más célebre del arte mundial ha acabado siendo catalogado como una verdadera bomba. Tanto los máximos expertos del Prado como los del Museo del Louvre han aceptado ya el carácter oficial del hallazgo (según informaciones a las que ha tenido acceso este periódico y que también está recogiendo el periódico online Art Newspaper), y han subrayado la importancia del mismo. Con toda probabilidad, la obra será cedida temporalmente a sus colegas del museo parisiense por por los responsables del Prado, que confirmaron el descubrimiento a EL PAÍS. Allí será exhibida en la misma galería donde se encuentra la Gioconda, la obra más visitada del Louvre.

No estamos ante una mera copia del retrato de las muchas que pululan por el mundo: se trata de un verdadero work in progress, un retrato paralelo, una especie de fotocopia ejecutada de forma simultánea por el alumno mientras el profesor pintaba su obra maestra. Hay que subrayar, además, que el tamaño de original y réplica es prácticamente el mismo: 77 X 53 centímetros para el primero, y 76 X 57 para la segunda. El discípulo de Leonardo habría ejecutado la réplica a medida que el maestro toscano iba pintando el original en su estudio de Florencia, lo que además arrojará nuevas informaciones sobre la forma en que se trabajaba en los gabinetes de los grandes maestros. Diversos estudios fotográficos y radiológicos efectuados sobre el cuadro arrojan resultados que, muy probablemente, van a cambiar el rumbo de las teorías e interpretaciones en torno al inmortal retrato de la que, según la tesis más respetada, pudo ser la joven Lisa Gherardini, esposa de un rico comerciante florentino llamado Francesco del Giocondo.

Durante mucho tiempo, los expertos del museo madrileño creyeron que la obra que dormía en sus depósitos –y que incluso llegó a ser colgada durante un tiempo en sus paredes- había sido pintada por un artista flamenco u holandés: el soporte, tabla de roble, no era utilizado por los artistas florentinos, que preferían el uso de otros soportes… como el nogal. Sí por los flamencos, lo que llevó a los conservadores a considerar la pintura como obra flamenca. Pero estudios posteriores arrojaron nuevos resultados: la copia de la Gioconda no estaba hecha sobre roble sino sobre… nogal.

Otro de los motivos cruciales de que la pintura permaneciera escondida durante siglos se refiere al fondo del retrato, totalmente oscuro, por contraposición al original del Museo del Louvre, en el que puede apreciarse el verde paisaje de la Toscana. Hoy se cree que ese fondo negro fue añadido al cuadro en el siglo XVIII. Los restauradores del Prado emplearon meses en despojar a la tabla de su absurda oscuridad y, sorpresa, se toparon con la luz, el color y el trazo de los mismos paisajes del norte de Italia presentes en el original de Leonardo da Vinci. En estos momentos, el equipo de restauración de la pinacoteca madrileña continúa adelante con su trabajo, retirando las sucesivas capas de barniz que durante más de 500 años han ido tapando el rostro de la joven del cuadro. Con toda lógica la obra objeto del hallazgo goza, tras ser convenientemente saneada, de un estado de conservación muy superior al de la Monna Lisa del Louvre: el rostro del original de París permanece oscurecido por el barniz envejecido por el paso del tiempo, lo que hace que el aspecto de la muchacha del cuadro parezca el de una mujer de mediana edad, mientras que el del Prado ofrece ahora la visión de una chica de unos 20 o 25 años. El mundo del arte está, en otras palabras, ante una Gioconda rejuvenecida.

El equipo directivo del Prado, con su director Miguel Zugaza a la cabeza, tenía previsto presentar en sociedad este hallazgo el día 23 de este mes, pero una ponencia presentada hace dos semanas en un congreso celebrado en Londres ha precipitado las cosas. En dicha reunión de expertos en pintura del Renacimiento se llegó a mostrar una fotografía que mostraba el proceso de limpieza: el antes y el después de la copia, con el fondo negro, y sin él. También se habló en el congreso londinense (celebrado de forma paralela a la exposición de la National Gallery Leonardo da Vinci, pintor de la corte de Milán) de las pruebas de reflectografía por infrarrojos efectuadas en la tabla; dichas pruebas fueron comparadas con las que en 2004 se aplicaron al original del Louvre, arrojando sorprendentes resultados en cuanto a la similitud con el original. Ana González Mozo, una de las especialistas de la pinacoteca madrileña, presentó una ponencia en la que establecía la evidencia de que la copia salió del estudio de Leonardo. Las razones por las que el maestro deseó y permitió que un discípulo ejecutara una réplica de forma paralela a su trabajo es todo un misterio. El propio misterio que siempre rodeó a la propia vida de Leonardo da Vinci…

Borja Hermoso, Madrid: La ‘Gioconda’ de El Prado fue realizada al mismo tiempo que el original, EL PAÍS, 1 de febrero de 2012

El Louvre, en el punto de mira, por la polémica restauración de un Leonardo

«La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana», de Leonardo (Museo del Louvre). ABCEclipsados por la «Gioconda Superstar», cuelgan en una de las galerías anexas del Louvre otras obras de Leonardo cuya presencia pasa desapercibida ante la avalancha de turistas que buscan frenéticamente a la Mona Lisa. Difícil de entender, pues son mucho más bellas. Hablamos de «La Virgen de las Rocas» (una de las dos versiones que existen), «La belle ferronière», «San Juan Bautista», «La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana»… Este último es hoy, con permiso de la Gioconda, el gran protagonista del museo parisino, pero no precisamente por una buena noticia. Hace 17 años, el Louvre abandonó la idea de su restauración por miedo a cómo acometer los trabajos. Se temía que los disolventes empleados para retirar los barnices afectaran al sfumato(célebre técnica inventada por Da Vinci, consistente en crear un efecto difuminado que se obtiene gracias a la superposición de varias capas de pintura, proporcionando a la composición unos contornos imprecisos).

Pero en 2009 se retomó aquella vieja idea y un año después comenzó finalmente la restauración del cuadro. Para ello se designó un comité científico internacional de 20 miembros, que establecieron las pautas de los trabajos, a punto de concluir. Está previsto que la obra vuelva a lucir en público a partir del próximo mes de marzo en una gran exposición. Pero en octubre saltó la polémica: la revista especializada «Journal des Arts» alertaba de los riesgos que suponía para el cuadro el tipo de intervención escogida. En un reportaje alzaban la voz algunos expertos denunciando que la restauración amenazaba con borrar de los rostros de la Virgen y el Niño el sfumatoleonardesco y que proporcionaría a la obra unos brillos que nunca tuvo. Creían que la intervención era demasiado agresiva.

El museo se defiende

El Louvre se defendió entonces argumentando que las acusaciones no tenían fundamento alguno y que los trabajos eran necesarios y urgentes, pues se estaban borrando los rostros del Niño y de Santa Ana, así como detalles del vestido de la Virgen y del paisaje del fondo. Tuvo que salir al quite el responsable del Departamento de Pintura del Louvre, Vincent Pomerade, quien aseguró que se trataba de «una restauración extremadamente prudente» y que la mano de la restauradora, Cinzia Pasquali, del Centro de Restauración de los Museos de Francia, no se acercaba en absoluto a la capa de pintura original.

Dos reputados miembros del comité científico han abandonado el proyecto. Aunque ninguno ha explicado sus motivos, estaban en desacuerdo con el método seguido en la restauración de la obra. Se trata de Ségolène Bergeon Langle, conservadora jefe de Patrimonio y exdirectora del Instituto francés de restauración de obras de arte, y Jean-Pierre Cuzin, antiguo conservador jefe del Departamento de Pintura del Louvre. Dos pesos pesados del mundo del arte en Francia. La noticia ha caído como un jarro de agua fría en el Louvre. Por si fuera poco, la prensa británica echa más leña al fuego. «The Guardian» y «The Telegraph» destacan en sus ediciones on line que en el comité científico hay dos especialistas de la National Gallery de Londres, Larry Keith y Luke Syson, que han sido muy favorables a esta restauración. Curiosamente, el museo londinense acoge en estos momentos la mayor exposición dedicada hasta el momento a Leonardo. Fuentes del Louvre afirman que el 3 de enero analizarán la obra los expertos y entonces hablarán.

Leonardo comenzó a pintar esta obra inacabada (óleo sobre tabla, de 168 por 130 centímetros) hacia 1503. No se sabe quién la encargó. Se cree que pudo ser el Rey Luis XII de Francia para agradecer a Santa Ana el nacimiento de su hija. El cuadro formó parte de las colecciones de Francisco I hasta su ingreso en el Louvre.

Natividad Pulido, Madrid: El Louvre, en el punto de mira, por la polémica restauración de un Leonardo, ABC, 30 de diciembre de 2011

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