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Los geniales recortes de Matisse

Los geniales recortes de Matisse

Henri Matisse (1869–1954) estaba convencido de que vivía sus últimos días cuando en 1941 encaró una delicada operación quirúrgica, a la que acabó sobreviviendo aunque le dejara postrado en una silla de ruedas. Lejos de sentenciar el epílogo de su carrera, el ya consagrado pionero del modernismo se volcó con ansias regeneradas en lo que consideraba una seconde vie (segunda vida), un nuevo lenguaje visual elaborado a base de recortes de papel pintados en tonos brillantes. Los cut-outs dejaron de ser meras plantillas de sus cuadros y esculturas para convertirse en un modo de representación en sí mismo. A esa última y prolífica etapa dedica la Tate Modern la primera exposición que ha conseguido reunir el grueso de los trabajos con los que el artista francés pretendió (entre 1936 y 1954) “esculpir” el color.

Una visitante de la exposición de Henri Matisse en la Tate Modern observa el cuadro 'El caracol'. / LEON NEAL (AFP)
Una visitante de la exposición de Henri Matisse en la Tate Modern observa el cuadro ‘El caracol’. /
 LEON NEAL (AFP)
La simplicidad de la propuesta, un proceso casi infantil de yuxtaposición de recortes, contrasta con la exuberancia creativa de las 130 obras procedentes de colecciones públicas y privadas de todo el mundo que la sede londinense del museo desplegará a partir del jueves. Organizada en colaboración con el MoMA de Nueva York, la muestra ha permitido la inédita exhibición en la misma sala del célebre título El caracol —integrante de los fondos de la Tate— junto a otras dos piezas ejecutadas en el mismo año 1953, Memoria de Oceanía y la gigantesca Composición con máscaras, como culminación de la técnica de los cut-outs. Matisse concibió el conjunto cual gran tríptico, tal y como atestiguan las fotografías tomadas en la época en su estudio de Vence, al sur de Francia.
Los cut-outs no significaron para Matisse una renuncia a la pintura: él lo llamaba “pintar con tijeras”. Aquejado ya antes de la operación de una salud muy precaria, que le impedía mantener la precisión de antaño ante el atril, ideó una técnica que acabó encarnando una nueva y radical forma de modernismo. Sus asistentes, dirigidas por la fiel ayudante Lydia Delectorskaya, pintaban hojas en blanco con gouache de vivos colores y, siguiendo las instrucciones del maestro, las pegaban en las paredes del estudio y de su habitación. Matisse dedicaba muchas horas a meditar sobre el juego de las combinaciones antes de emprender el tijeretazo para dar forma a sus figuras.
En la génesis del concepto están las láminas de sus primeros collages que ilustraron el libro Jazz, imágenes cuya jovialidad contrasta con la oscuridad de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial en que fueron realizadas, aunque la edición limitada no se publicó hasta 1947. El esquema de sus combinaciones con motivos circenses —acompañadas de un manuscrito— evoca ese género musical siguiendo una estructura rítmica que acaba quebrada por un repentino acto de improvisación.
El artista ha descubierto un nuevo formato de expresión y da rienda suelta a su libertad en aquel “jardín interior” de formas orgánicas que forraban las paredes de su hábitat, perfilando por ejemplo el movimiento de la danza que siempre le cautivó con una imaginería de creciente escala y complejidad. La serie de Desnudos azules, exhibidos en la Tate junto a algunas de las esculturas de su primera etapa, escenifica una fascinación recuperada por la figura del cuerpo femenino.
'Desnudo azul II'. / HENRI MATISSE
‘Desnudo azul II’. / HENRI MATISSE
Trabajaba frenéticamente en su vejez ante la certeza de que se le acababa el tiempo, y aquellos recortes que un día mostró en su estudio al amigo y rival Pablo Picasso le permitían producir a ritmo rápido. Una vez cautivado por el potencial de ese método, se olvidó completamente del pincel con el que en sus inicios había desafiado la ortodoxia, planteando innovaciones estilísticas que alteraron el curso del arte y le convirtieron en una de las figuras más influyentes del arte del siglo XX. Dos días antes de su muerte, en noviembre de 1954, seguía inmerso en la producción sus cut-outs o gouaches découpées.
Henri-Émile-Benoît Matisse dejó su firma en el diseño y ornamentación de la Capilla del Rosario del pueblo de Vence, en sus murales, el altar, el vía crucis pintado sobre las losas y los vitrales concebidos a partir de las plantillas de los recortes. Aquellos bocetos a golpe de tijera le ayudaron a imaginar sus composiciones transformadas en un vidrio que proyectaba sus colores en el blanco de la cerámica de la iglesia.
Nicholas Serota, el poderoso director del conjunto de galerías del grupo Tate, soñaba con poner en pie una exposición consagrada a los cut-outs desde que visitó esa capilla de la Provenza hace más de cuatro décadas. De forma inusual, Serota figura como uno de los comisarios de esa muestra, que califica como la “más evocadora y hermosa” de las vistas en Londres. Excesivo o no el calificativo, es una oportunidad sin precedentes de sumergirse en la invención de otra forma de hacer el arte.
Patricia Tubella: Los geniales recortes de Matisse, EL PAÍS, 15 de abril de 2014
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«El grito», de Munch, vendido por 91 millones de euros

«El grito», de Munch, vendido por 91 millones de euros

Desde que Sotheby’s anunció que iba a subastar una versión de «El grito» de Edvard Munch, estuvo claro que el récord establecido por «Desnudo, hojas verdes y busto» de Pablo Picasso tenía los días contados. La icónica obra, la única de las cuatro versiones existentes que aún quedaba en manos privadas, destronó anoche a la obra del malagueño sin miramientos.

Imagen del cuadro «El grito» de Munch. AFP

Los 106,5 millones de dólares (81 millones de euros) que el mejor postor pagó en 2010 por el lienzo de Picasso fueron superados, y con creces, por los 119,9 millones de dólares, aproximadamente 91 millones de euros, que un coleccionista privado, anónimo y que pujó vía telefónica decidió que valía «El grito». «En un momento de interés crítico para el artista y con el 150 aniversario de su nacimiento que tendrá lugar en 2013, esta primavera resulta ser un momento particularmente propicio para que “El Grito” salga al mercado», había adelantado horas antes de la subasta Shaw, vicepresidente de Sotheby’s en Nueva York y el encargado de su departamento de Arte Impresionista y Moderno.

Este cuadro, datado en 1895 y procedente de la colección de Petter Olsen, fue el único de los 76 lotes que la casa americana sacó ayer a subasta sin un precio estimado público. «Dada la poca frecuencia con la que verdaderos iconos salen al mercado, resulta complicado anticipar el valor de “El Grito”», explicó Shaw, quien opina que el alcance de esta célebre obra es superado por pocas −una de ellas «La Mona Lisa» de Da Vinci− y que es «una de las pocas imágenes que trascienden la Historia del Arte».

«El grito» fue la atracción principal de la primera gran subasta de Sotheby’s de la primavera, dedicada plenamente a arte impresionista y moderno; y en la que se pudo pujar por otras creaciones de reconocido prestigio como una versión de «El beso» de Auguste Rodin, «Los enamorados» de Marc Chagall o piezas de Renoir, Manet, Gauguin o Matisse. Otras pinturas que consiguieron elevados precios de venta fueron «Mujer sentada en una butaca» de Picasso, «Primavera necrofílica» de Salvador Dalí y «Cabeza humana» de Joan Miró; adjudicadas por 29, 16 y 14 millones de dólares respectivamente. Aunque eclipsadas por el magnetismo de «El Grito», otras 5 obras de Munch también salieron a subasta durante la sesión de ayer con distinta suerte. La menos afortunada fue «Noche de verano», una pintura al óleo que no encontró postor. La noche se saldó con ventas por un valor total de 330 millones de dólares, más de 250 millones de euros.

María G. Picatoste, Nueva York: «El grito», de Munch, vendido por 91 millones de euros, ABC, 3 de mayo de 2012

Lo más caro de Juan Gris

Lo más caro de Juan Gris

La obra «Violin et guitarre», de Juan Gris, ha logrado un precio récord para la obra del pintor español al ser adjudicada por 25,5 millones de dólares, durante la primera gran subasta de la temporada de otoño en la sede neoyorquina de Christie’s. Con esa suma, la pintura, concebida durante el verano de 1913, batió el anterior récord conseguido en 2008 por «Livre, pipe et verres», una pieza de 1915 que se subastó entonces también en la sede neoyorquina de Christie’s por 20,8 millones de dólares. La pieza, una de las favoritas del propio pintor, pertenece a una serie de trabajos que Juan Gris (1887-1927) inició durante una estancia en el sur de Francia con la que halló «su lenguaje pictórico de una forma más fluida», explicó el director del departamento de arte moderno e impresionista de Christie’s, Conor Jordan.

«Violin et guitarre», de Juan Gris. EFE

La obra del considerado el tercer hombre del cubismo, junto a Pablo Picasso (1881-1973) y Georges Braque (1882-1963), ha sido una de las protagonistas de una puja compuesta por 85 lotes entre los que hay diversos óleos de Fernand Léger (1881-1955) y una majestuosa escultura de Henri Matisse (1869-1954). La escultura de Matisse, «Nu de dos, 4 état», valorada entre 25 y 30 millones de dólares, es una de las grandes esperanzas de los responsables puja de Christie’s. La pieza es un ejemplo de la trayectoria escultórica de Matisse, una de las facetas más desconocidas del artista francés, y una muestra de como «transformó gradualmente, en el curso de veinte años, nuestro lenguaje visual hasta lo abstracto», señaló la casa de subastas.

«Nu de dos, 4 état», de Matisse. EFE

Otra de las obras destacadas de la puja fue el óleo «L’Air», una pintura de Joan Miró realizada en 1938 y que ha sido expuesta en grandes retrospectivas sobre el artista español en París y Nueva York. La pintura fue adjudicada en la primera gran puja de Christie’s en la temporada de otoño por 9,1 millones de dólares, cuando partía con un precio estimado de entre 12 y 18 millones. Se trata, según explicaron los responsables de Christie’s, de «un paisaje surrealista con cielo azul y una montañas con tonalidades amarillas que evocan la España natal de Miró», y que cuenta con «los colores de la bandera española así como de la región natal del artista, Cataluña».

«L'Air», de Miró. EFE

EFE / Nueva York: Lo más caro de Juan Gris, ABC, 4 de noviembre de 2010
Tras los pasos de Matisse en la Alhambra

Tras los pasos de Matisse en la Alhambra

En 1829 Washington Irving escribió sus célebres “Cuentos de la Alhambra” en unas habitaciones del monumento nazarí. Así lo recuerda una placa. Sería él quien inauguraría su Libro de Visitas. Ochenta y un años después estamparía su rúbrica en ese mismo libro otro ilustre visitante, el pintor francés Henri Matisse. Una exposición recrea aquel histórico viaje hace cien años y rastrea la fascinación que le produjo su visita a la Alhambra, que acabó transformando para siempre su concepción pictórica. Antes de visitar la muestra, queremos emular a Matisse y recorrer algunas de las estancias míticas del tesoro más visitado de España: más de tres millones el año pasado. Nos cuentan que desde la llegada de Michelle Obama este verano se ha notado un considerable aumento de visitantes.

"Odalisca con pantalón rojo", de Matisse (Museo Pompidou de París). SUCCESSION MATISSE/VEGAP

Algunas estancias están abiertas al público, como el Salón del Trono, donde Pedro I el Cruel se arrodilló emocionado. Otras son de visita restringida, como el maravilloso Peinador de la Reina, que Carlos V mandó construir para su mujer, Isabel de Portugal, con pinturas de artistas italianos y unas vistas maravillosas de la ciudad; la sala de los músicos (ciegos) sobrevuela la impresionante Sala de las Camas, antesala de los baños privados del emperador, que se hallan en restauración. Tanto entusiasmaban a Isabel la Católica que dejó fijada en su testamento una partida económica para su conservación. Estas estancias son mágicas, se respira en ellas una profunda emoción, la misma que sintió Matisse aquel 11 de diciembre de 1910, como contó a su esposa en una carta enviada desde la pensión Villa Carmona. Probablemente, vio ese día los doce leones originales en la fuente para la que fueron creados. Nosotros los vimos en una exposición, donde se muestran tras ser restaurados por primera vez. El mármol ha recuperado su esplendor perdido por la pátina del tiempo. En enero volverán a su lugar habitual.

Aún con el aliento entrecortado que te deja siempre una visita a la Alhambra, con todos los sentidos a flor de piel, recorremos, acompañados por los dos comisarios, María del Mar Villafranca y Francisco Jarauta, la exposición, organizada por el Patronato de la Alhambra y el Generalife y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, en colaboración con la Fundación “la Caixa” y que ha inaugurado la Infanta Doña Elena. Permanecerá abierta en el Palacio de Carlos V hasta el 28 de febrero.

Les proponemos diez momentos clave en el recorrido de “Matisse y la Alhambra”.

  • 1.-Un Jarrón Fortuny-Simonetti, del siglo XIV, de la colección de la Alhambra, que seguramente vería Matisse en su visita. Difícil saber si fue el que inspiró al artista en muchas de sus obras posteriores. Sea así o no, la pieza es soberbia. Frente a ella, un precioso carboncillo de Matisse: “La danza”, del Museo de Grenoble.
  • 2.- Las tres únicas obras que pintó Matisse en España, concretamente en Sevilla, se reúnen por vez primera. Y cuelgan junto a otras tantas que pintó Iturrino al lado de Matisse en el mismo taller. Dos parejas de parecidísimos bodegones nos hacen preguntarnos: ¿quién imitó a quién? ¿Miraría el español con el rabillo del ojo las obras del francés? También muy similares, la “Joaquina” de Matisse y la “Gitana” de Iturrino, que cuelgan juntas. Es testigo de este duelo pictórico de altura Auguste Bréal, con una pintura del patio interior de su casa sevillana que tantos días visitó Matisse.
  • 3.- Encerrada en vitrinas, se reúne una amplia documentación que da constancia del paso de Matisse por España: de las 37 cartas y postales que se conservan hay copias de aproximadamente la mitad (los originales no se prestan). En ellas leemos, por ejemplo, sus compras, el tiempo que hace, la impresión de sus visitas… Este apoyo documental es de gran interés y complementa a la perfección a las obras de Matisse.
  • 4.- La joya de la exposición es el lienzo “Rincón del artista”, de gran tamaño, préstamo del Museo Pushkin de Moscú y que acaba de ser limpiado. Llegó a Granada “in extremis” el miércoles por la noche. En él es ya evidente la experimentación plástica del artista, que renueva el lenguaje pictórico en este impresionante lienzo, que cuelga junto a un bodegón con berenjenas del MoMA.
  • 5.- Una exquisitez: “La marroquí”, un cuadro que Matisse conservó toda su vida y hoy es propiedad de uno de sus nietos. El pintor dejó inacabado el retrato de Fatma. Pintado en trazos negros, grises y blancos, parece un dibujo y resulta turbador, inquietante.
  • 6.- Dibujos. En la exposición hay pocos, pero son realmente interesantes. Cabe destacar “Española con abanico”, del Pompidou (boceto de un cuadro del Metropolitan que no ha venido). Sí se exhibe junto a un maravilloso mantón de manila que tenía Matisse en su estudio y que empleó como fondo de estas composiciones. El mantón es de la colección de la familia Matisse. Otro precioso dibujo es “Naturaleza muerta con azulejo de Iznik”, que se exhibe junto a uno de los azulejos que le pudo inspirar.
  • 7.- La baronesa Thyssen ha prestado para la muestra “Conversación bajo los olivos”, una de las escasas obras de Matisse en las colecciones españolas. Cuelga junto a la fotografía que sirvió como modelo para el cuadro: en ella posan la modelo Henriette y Marguerite, hija de Matisse.
  • 8.- Odaliscas. Se ha hecho una exquisita selección. Las hay sentadas, recostadas, desnudas, con pantalón rojo, con pantalón verde, a lo turco… Son préstamos del Metropolitan, del Pompidou… Junto a ellas, cuelgan tesoros de la Alhambra, como un magnífico panel de yesería del Palacio del Generalife, una celosía del Patio de los Leones, azulejos de la Puerta de la Justicia… Como testigos de tan emocionante diálogo, fotografías de la Alhambra tomadas por Laurent.
  • 9.- Matisse adoraba los textiles, que coleccionaba y tenía por todo su estudio. Los colocaba como fondos de sus composiciones. Una estupenda colección de tejidos de distintas épocas y procedencias se intercalan en las distintas salas. A destacar, un impresionante Moucharabieh que compró Matisse y empleó en algunos de sus cuadros, hoy propiedad del Museo Matisse de Niza.
  • 10.- Completan la muestra una selección de litografías de la colección del Victoria & Albert Museum de Londres . Matisse era un virtuoso y, como muestra, estas joyas. La poética del último Matisse está presente en una obra maestra de su última etapa, “Naturaleza muerta con granadas”, del 47, que cierra esta exquisita exposición, una auténtica delicatessen para degustar pausadamente.

Nos presentan a Jorge Helft, sobrino del histórico galerista Paul Rosenberg, quien ya expuso a Matisse en 1921. Nos cuenta que su padre era muy amigo suyo. “Solo falta en la muestra la amistad que unía a Matisse con Picasso. Éste lo admiraba, es el único pintor al que reconocía su genio. Salía amargado de su estudio”. Nosotros salimos entusiasmados de la Alhambra, pero continuamos tras los pasos de Matisse por Granada. Ya de noche, nos dirigimos al Sacromonte. En sus cuevas estuvo el pintor francés escuchando flamenco, admirando a los bailaores… Entramos en La Chumbera, donde una jovencísima Patricia Guerrero rinde homenaje a Matisse. Lo hace taconeando con garra, dominando con poderío su bata de cola y aleteando sus manos, que acarician un mantón de manila, como los que pintó Matisse. A lo lejos, la Alhambra luce espléndida.

Natividad Pulido, Granada: Tras los pasos de Matisse en la Alhambra, ABC, 15 de octubre de 2010
Las odaliscas que «nacieron» en la Alhambra

Las odaliscas que «nacieron» en la Alhambra

Entre noviembre de 1910 y enero de 1911, el pintor francés Henri Matisse(1869-1954) viajó a España sin un claro objetivo. Visitó Madrid, Sevilla, Córdoba, Granada, Toledo y Barcelona. En España pinta tres obras (dos bodegones y un retrato), pero el impacto de lo que contempla le inspira muchas más. La huella de los artesonados o de los yesos que adornan los interiores de la Alhambra están presentes en los fondos de sus composiciones.

La Infanta Elena inaugura la exposición de Henri Matisse, Matisse y La Alambra en el museo de Bellas Artes de Granada. Julián Rojas

Esa decoración de los palacios nazaríes ocupa un primer plano con las odaliscas (se exponen siete del largo centenar que pintó) que hasta ahora se creía que eran de inspiración puramente norteafricana. La exposición «Matisse y la Alhambra. 1910-2010» que a partir de mañana se abre al público en el palacio de Carlos V intenta demostrar al detalle cual fue la relación entre lo visto y lo pintado. Un centenar de obras, entre ellas 35 pinturas, prestadas por museos y coleccionistas de todo el mundo demuestran que la influencia fue real y de una gran relevancia en una parte muy importante de su producción. La infanta Elena inauguró ayer oficialmente la muestra.

María del Mar Villafranca, directora del patronato de la Alhambra y el historiador Francisco Jarauta son los comisarios de la exposición. Cuenta Villafranca que la idea surgió de pura casualidad, en 1991, mientras revisaba uno de los libros de visitas en los archivos de los palacios. Allí descubrió la firma del artista en la mitad de una página de las últimas hojas del volumen. «No se sabía que hubiera estado aquí, en la Alhambra, y ahí mismo empezó el trabajo de investigación», explica la responsable de esta institución que el último año tuvo tres millones de visitantes. En una entrevista concedida en 1947, Matisse confesó que la revelación le vino de Oriente.

Odalisca con pantalón rojo, una de las obras de la exposición de Henri Matisse, Matisse y La Alambra en el museo de Bellas Artes de Granada. Julián Rojas

Ahora se puede precisar que la visita a Granada fue definitiva en su obra, tal como se lee en las cartas que envía a su esposa y a sus amigos desde Andalucía en las que habla con fascinación de la forma en que la luz se filtra por las celosías o del paraíso de fuentes y de árboles que envuelve los palacios ( Ahí siguen los castaños, olmos, chopos, palmeras y cipreses) . Habla también en las cartas de su admiración de las formas geométricas rematadas con círculos del patio de los Arrayanes . Y describe como se embelesa contemplando los adornos con estelas de estrellas que llevan paraíso. Escribe también algunas curiosidades, como que a su paso por Toledo, a diez grados bajo cero, la barba se le congela y le pesa, de forma que caminar se hace muy duro.

Jarauta recuerda que el artista hace el viaje en un momento de crisis personal y artística. Busca una renovación formal respecto a lo que estaba haciendo hasta entonces. Acaba de visitar una exposición de arte Oriental en Munich, pero el Salón de Otoño París le ha rechazado dos obras inspiradas en la música y en la danza. El gran rival de Picasso vive un estancamiento creativo y decide cambiar de aires. La exposición arranca, precisamente por obras de ese momento de incertidumbre y renovación. En «La argelina» (1909), los trazos negros y rotundos con los que dibuja los contornos de la mujer y las telas que decoran el fondo, anuncian ya el abandono del Fauvismo y su fascinación por la decoración oriental. Junto a este impresionante óleo se expone el enorme jarrón nazarí de loza con reflejos dorados, el Fortuny -simonetti del siglo XIV, procedente del Museo de la Alhambra y que aparece reproducido en numerosas telas de Matisse.

La argelina, una de las obras de la exposición de Henri Matisse, Matisse y La Alambra en el museo de Bellas Artes de Granada. Julián Rojas

Pero puede que sea en las odaliscas donde más se pueda percibir la influencia granadina. Pinta la primera en 1921 en un momento en el que lo que le interesa es investigar el desnudo femenino. Estas mujeres semidesnudas envueltas en trasparencias y rodeadas de telas preciosas, tienen tal éxito que llega a pintar más de cien. La mayor parte son peticiones de coleccionistas americanos. Casi siempre utiliza la misma modelo, la bailarina Henriette Darricarrere, una bellísima mujer con la que se le puede ver aquí retratado en numerosas fotografías de la época.

Mantiene Jarauta que la belleza de los sofisticados baños de la Alhambra están presentes en los fondos decorativos sobre los que retrata a sus sensuales odaliscas. En ellas vierte todo un mundo de colores fuertes: rojos, dorados, azulones, que están también en el las pinturas originales del artesonado de las estacias de los sultanes. Son paisajes interiores que hablan también del estado de de ánimo de Matisse. Jarauta añade que la belleza de ltambién la liturgia católica sucumbió a la belleza de la decoración de los palacios, como se puede ver en los vestidos litúrgicos que los altos cargos del clero utilizan en las grandes ceremonias.

Bodegón Sevilla I, (derecha), y Bodegón Sevilla II, (izquierda), unas de las obras de la exposición de Henri Matisse, Matisse y La Alambra en el museo de Bellas Artes de Granada. Julián Rojas

La exposición incluye una serie de litografías inspirada en las odaliscas que la hija del artista, Margherite , depositó en el Victoria & Albert Museum de Londres. Se muestran frente a una selección de tejidos islámicos de diferentes épocas históricas que fueron atesorados por el pintor y cuyos motivos decorativos se reproducen una y otra vez. El final destá dedicado a los papiers collés, con los que el artista se reinventó cambiando los pinceles por las tijeras.

Jorge Helft, sobrino de Paul Rosemberg, el que fuera su marchante y amigo íntimo de Matisse durante décadas, recordó durante la exposición que Picasso sólo admiró a un artista contemporáneo y que ese fue Matisse. «Cada vez que visitaba su taller salía amargadísimo. Pese a ello, le respetaba y le admiraba. Cuando a Matisse no le iban bien las cosas, Picasso pedía a mi tío que le ayudara. El respeto era mútuo pese a ser dos personalidades fortísimas». ¿Cree que el peso del viaje a Granada fue tan determinante en su obra, como se cuenta en esta exposición?. «Sin dura», responde Helft. «La visita de un universo de belleza como la Alhambra pesó de manera contundente en sus cuadros y le inspiró todo un mundo con el que seguir deslumbrando «.

Varias de las obras de la exposición de Henri Matisse, Matisse y La Alambra en el museo de Bellas Artes de Granada. Izquierda, Odalisca con velo, centro, Torso con aguamanil, y derecha, Odalisca de pié y bandeja de frutas. Julián Rojas

Odalisca. Julián Rojas

Ángeles García, Granada: Las odaliscas que «nacieron» en la Alhambra, EL PAÍS, 15 de octubre 2010

Retorno a la Alhambra de Matisse

Retorno a la Alhambra de Matisse

Joaquina. Succession h. Matisse / VEGAP / 2010 El 11 de diciembre de 1910, entre los visitantes que se acercaron ese día hasta la Alhambra de Granada había uno muy especial: el pintor francés Henri Matisse. Había partido hacia España el 16 de noviembre en tren desde París y permaneció en nuestro país hasta el 25 de enero de 1911. Además de Granada pasó por Madrid, Sevilla, Córdoba, Toledo y Barcelona. En la capital visitó fugazmente el Prado y compró un tapiz alpujarreño del siglo XIX con granadas entrelazadas, que plasmaría en una de las tres obras que pintó en España, y un mantón de Manila con bordados de vistosos colores con el que más tarde retrataría a su esposa, Amélie, en el lienzo «La Española». La visita de Matisse al monumento nazarí pasó casi inadvertida (sí la relata Hilary Spurling en su estupenda biografía de Matisse publicada por Edhasa). Hasta que la directora del Patronato de la Alhambra y el Generalife, María del Mar Villafranca, encontró su firma registrada en el Álbum de Visitas. A partir de ahí comenzó a reconstruirse esta historia que, después de tres años de investigación, verá la luz el 15 de octubre en forma de exposición. Matisse regresa a la Alhambra un siglo después.

El mismo día que visitó la Alhambra, Matisse escribió, desde la habitación de la pensión Villa Carmona, donde se alojaba, una carta a su esposa, en la que le cuenta lo que le había fascinado la visita: «La Alhambra es una maravilla. Sentí allí una intensa emoción». Al fin se agitaron de nuevo sus sentidos; volvían a visitarle las musas. Se sabe que durante su estancia en Granada —del 9 al 11 de diciembre— se acercó también hasta las cuevas del Sacromonte para asistir a un tablao flamenco. Un itinerario que recuerda mucho al que siguió este verano Michelle Obama.

Bodegón Sevilla I. Succession h. Matisse / VEGAP / 2010 Cuentan los comisarios de la exposición —María del Mar Villafranca y Francisco Jarauta— que Matisse llegó a España «en un momento anímico delicado»: acababa de morir su padre de un infarto y sus obras «La Danza» y «La Música» habían recibido un rechazo brutal por parte de crítica y público en el Salón de Otoño de ese año. Fueron acogidas con abucheos, gritos y mofas. Triste y deprimido, llega Matisse a Múnich en octubre de 1910 para visitar una exposición de arte islámico, que le impresiona, con piezas del Louvre, del taller de Gustave Moureau… Dos de ellas se incluyen en la muestra: una miniatura persa del siglo XV y un jarrón nazarí. A aquel iniciático viaje a Múnich se sumaría un mes después el deslumbramiento que le produjo la Alhambra, como cuentan los comisarios: «El arte oriental, en general, y el islámico, en particular, le ofrecieron posibilidades como los sistemas decorativos del monumento nazarí, su arquitectura, la disposición de sus interiores, los azulejos de cerámica vidriada, la luz filtrada de sus estancias y patios a través de las celosías, el color en sus matices y posibilidades…» El arte de Matisse ya nunca sería el mismo.

No tardó mucho en aparecer en su pintura la huella islámica. En diciembre el pintor francés llega a Sevilla. Aún seguía enfermo, con una fuerte crisis nerviosa. Se aloja en el Hotel Cecil. Allí frecuenta a amigos y colegas como Auguste Bréal —se ofrece a ser su guía por la ciudad y le introduce en el flamenco— y Francisco Iturrino. Éste le presta pinceles y pinturas. Ambos compartieron estudio. En Sevilla realiza Matisse tres pinturas, que por vez primera se muestran juntas en esta exposición. Por un lado, dos naturalezas muertas que le había encargado el industrial y coleccionista ruso Serguei Shchukin para su casa: «Bodegón Sevilla I» y «Bodegón Sevilla II». En este último rBodegón Sevilla II. Succession h. Matisse / VEGAP / 2010eproduce el tapiz alpujarreño que adquirió en Madrid. Por otro lado, «Joaquina», retrato de una bailaora que Bréal le buscó como modelo. A Matisse siempre le había apasionado la danza, presente en toda su producción. En Andalucía quedó fascinado con los bailaores gitanos. Especialmente, con Dora, una joven de 16 años, de la que escribió: «Es un milagro de agilidad y de ritmo. Me reveló lo que podía ser la danza. Yo la comparaba a la famosa Isadora Duncan, cuyos gestos cortaban la fluidez de la música, mientras que Dora prolongaba el sonido con sus movimientos». Los tres únicos cuadros que Matisse pintó en España se medirán en la exposición con otros tantos de Iturrino.

Vino, mujeres y tabaco

Por su correspondencia sabemos lo que pensaba Matisse de España: que el Prado es «exquisito», que «los españoles no son tan guapos como se dice —dibujó a uno con forma de barril—, que Sevilla era «maravillosa»… «¡Vivan el vino, las mujeres y el tabaco!», escribió con euforia. Prolongó su estancia en Sevilla un mes más, lo que provocó la ira y los celos de su mujer. Creía que las sevillanas lo habían hechizado. Antes de partir definitivamente de España, visitó Toledo y sus grecos, y Barcelona.

La exposición, organizada por el Patronato de la Alhambra y el Generalife y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, en colaboración con la Fundación «la Caixa», se inaugura el 15 de octubre y estará abierta hasta el 28 de Succession h. Matisse / VEGAP / 2010febrero. Dividida en cinco secciones («Lección de Oriente», «El viaje a España: Matisse y la Alhambra», «De Marruecos a Niza», «Odaliscas: paisaje interior» y «Luz y armonía»), reúne en el Museo de Bellas Artes (situado en el Palacio de Carlos V) un centenar de obras: 35 de Matisse, entre óleos, dibujos, litografías y una escultura, se exhiben junto a fotografías históricas, cartas y postales que han cedido los Archivos Matisse de Issy-les-Moulineaux y la Universidad de Yale, así como tejidos y objetos decorativos que el pintor coleccionó con pasión toda su vida. Se han transcrito las tres cartas que Henri Matisse envió a su esposa desde Granada. Se completa la muestra con piezas de arte islámico (cerámica, bronce, celosía, cristal), que tanto amaba el artista. Hay préstamos de museos tan relevantes como Louvre, Metropolitan, MoMA, Pompidou, Victoria & Albert, Ermitage o Pushkin. Los herederos del artista, Claude y Barbara Duthuit, han apoyado el proyecto.

El «virus orientalizante» ya lo tiene Matisse metido en las venas —y en sus pinturas— irremediablemente. Tras su vuelta a Francia, planea viajar a Rusia (le fascinarán los iconos) y Marruecos. Tánger le deslumbra. A esta época pertenecen «La marroquí» o «Rincón del artista», presentes en la exposición. Ya instalado en Niza, Matisse pinta bellísimas odaliscas, en las que se cuelan todos los elementos que absorbió en sus viajes, incluida su fugaz pero intensa visita a la Alhambra, cuyas reminiscencias se intuyen en todos sus trabajos. Una estupenda selección de estas odaliscas compartirá sala con piezas procedentes de la Alhambra. Cierran la muestra los papiers collésque hizo en Vence en sus últimos años.

Natividad Pulido, Madrid: Retorno a la Alhambra, ABC, 2 de octubre de 2010
Matisse, un radical en Nueva York

Matisse, un radical en Nueva York

Bañistas en el río (1909-1910), de Henri Matisse, cuadro cuya restauración ha inspirado la exposición del MoMA

A veces restaurar un cuadro puede llevar a descubrir misterios soterrados bajo el lienzo de los que solo el propio autor era consciente y que permiten mirar hacia el artista desde una nueva perspectiva. Bajo la superficie del cuadro de Henri Matisse Bañistas en el río (1917), joya de la colección del Art Institute de Chicago, se escondían nueve años de trabajo en los que el pintor francés viajó de un lienzo lleno de color similar a los de su primera etapa a otro con connotaciones cubistas para finalmente terminarlo con una dosis de experimentación que culminaría en la obra que todos conocemos y que desde el próximo domingo corona la muestra Matisse, Radical invention 1913-1917, en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York.

Tras haberse mostrado previamente en el Art Institute de Chicago, esta exposición -compuesta por 110 obras- plantea una nueva forma de mirar hacia uno de los periodos clave en la cronología del artista. «El germen de la exposición está precisamente en el trabajo de restauración de Bañistas en el río. El Art Institute quería mostrar el lienzo en todo su esplendor y me llamaron como asesor. Al eliminar las capas de barniz y de antiguas restauraciones, y a través de rayos X y otras técnicas descubrimos líneas ocultas y colores más cercanos a su primera época que a la fecha en la que finalizó el cuadro. Entonces decidimos analizar otras 25 obras de este periodo y vimos que había similitudes. Así nació esta muestra, centrada en ese periodo tan especial de Matisse que hasta ahora no se había analizado en profundidad». Con su fuerte acento británico, el conservador jefe emérito de pintura y escultura del MoMA, John Elderfield, explica con pasión de erudito el viaje de cinco años junto a su colega Stephanie D’Alessandro, del museo de Chicago, y que ha culminado con esta exposición, ordenada cronológicamente y que arranca con un pequeño cuadro de Cézanne, Tres bañistas, adquirido por Matisse en 1899.

«Le intrigaba Cézanne, aunque nunca lo había entendido del todo. Pero cuando vio este cuadro se enamoró, aunque no podía pagarlo. Se acababa de casar y su mujer, que recibió un anillo de diamantes por la boda, decidió cambiar el anillo por el cuadro. Ese lienzo es la piedra angular para desarrollar una nueva forma de composición y trabajo con el color», asegura Elderfield. Así, en la primera sala se ven diversos trabajos inspirados en esa obra, entre ellos Bañistas con tortuga (1909), que inauguraría un periodo caracterizado por el continuo retorno a lienzos pintados previamente. «Los cambios no ocurren de la noche a la mañana, por eso hemos querido mostrar cómo se va a acercando a ellos», dice Elderfield. La primera entrega de la escultura La espalda I, también está fechada en 1909. Matisse realizaría cuatro versiones diferentes en los siguientes 20 años, utilizando siempre el molde de la anterior para arrancar.

Sus viajes a Marruecos provocarán un giro radical en las composiciones de este artista nacido en 1869 y al que su encuentro con otros paisajes hizo interesarse por las estructuras formales y dejar de lado su interés por el color. En 1913 pinta tres obras diferentes a todo lo hecho anteriormente: La ventana azul, Flores y plato de cerámica y Retrato de Madame Matisse. Retratos como Mujer italiana o el espectacular lienzo Los marroquíes, ambos de 1916, dejan constancia de los atrevimientos de este artista al que también marcó la frustración de no poder participar (por su edad) en la I Guerra Mundial. Lo escribió en 1916: «A veces me enferma pensar en todo lo que no estoy participando ni contribuyendo. Trabajo todo lo que puedo… No puedo decir que no luche, pero no es la lucha real».

Bárbara Celis, Nueva York: Matisse, un radical en Nueva York, EL PAÍS, 14 de julio de 2010
‘Autorretrato con paleta’, de Manet, estrella de la subasta en Sotheby’s

‘Autorretrato con paleta’, de Manet, estrella de la subasta en Sotheby’s

Autorretato con paleta, de Manet, en la subastaUn autorretrato de Edouard Manet de 1878 se vendió el 23 de junio de 2010 por 22,4 millones de libras (27 millones de euros o 33,1 millones de dólares), en una puja de arte moderno e impresionista de la casa de subastas Sotheby’s. El «Autorretrato con Paleta» tenía un precio estimado de salida de entre 20 y 30 millones de libras, y fue pintado por el artista francés en el momento cumbre de su carrera. Antes de la subasta, el vicepresidente de Sotheby’s, Charles Moffet, justificó el alto precio de la obra al manifestar que se trata «del mejor autorretrato de la historia de la pintura». Este cuadro fue subastado en el marco de una importante puja en Londres con obras de Matisse, Derain, Picasso o Rodin, que se saldó con ventas por un valor total de 112,1 millones de libras (135,3 millones de euros o 166,1 millones de dólares), una de las cifras más elevadas conseguidas hasta ahora por Sotheby’s en Londres.

Autorretrato con paleta, de Edouard ManetLa obra, cuyo título completo es Portrait de Manet par lui-même en buste o Manet a la palette, es uno de los dos autorretratos del artista, considerado padre del impresionismo, y el único que sigue en manos privadas: el otro está en el museo Bridgestone, de Tokio. Este óleo sobre lienzo, de 83 x 67 cm, representa al artista con pose formal y elegante. Ha formado parte de varias exposiciones muy importantes, incluyendo la retrospectiva de Manet que se llevó a cabo en 1983 en el Grand Palais de París y en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York con motivo del centenario de su fallecimiento. Para Charles Moffet, vicepresidente ejecutivo de Sotheby´s en Nueva York y comisario de aquella muestra de 1983, «esta obra no es sólo un retrato, sino un tema de la vida moderna. Manet es un hombre en un mundo cambiante. Francia es una democracia en 1878, y aquí hay un muchacho que está en la cima de su profesión, vestido como un exitoso hombre de negocios, de calle pero elegante». Siguiendo a este experto, en la obra se aprecia una clara inspiración en los maestros de períodos anteriores. Así, «su actitud es muy parecida a la que muestran Las Meninas«, atribuyendo con estas declaraciones reminiscencias de Velázquez en la postura y expresión del lienzo. «Al mismo tiempo, está coqueteando con la abstracción en la forma en que pintó su mano». De esta manera, el lienzo tiene referencias claras a los viejos Maestros -entre ellos los españoles Velázquez, ya mencionado, y Goya, tan admirados por el francés- con un audaz y moderno tratamiento formal.

A lo largo de los años, Autorretrato con paleta ha pertenecido a grandes coleccionistas, entre los que están Auguste Pellerin, uno de los más importantes de principios de siglo XX y que llegó a reunir en su colección 50 obras de Manet. También perteneció a Jakob Goldschmidt, famoso banquero de Nueva York cuya colección se subastó en Sotheby´s Nueva York en 1958. Posteriormente, la obra fue adquirida por Juan Loeb, miembro de otra importante familia de banqueros neoyorquina, por 176.800 dólares. En 1997, Stephen A. Wynn, propietario de un casino en Las Vegas, adquirió la pieza en una subasta en Christie´s Nueva York por 18,7 millones de dólares, para después venderlo privadamente al coleccionista Steven A. Cohen. Ésta fue, hace diez años, una de las primeras adquisiciones de Cohen y los expertos estiman que pagó por el lienzo entre 35 millones y 40 millones de dólares.

Clave en el desarrollo del arte moderno, Manet procede de la escuela del realismo que dominó el arte francés de finales del siglo XIX y sus obras rompieron las convenciones, logrando la admiración y el seguimiento de los artistas más jóvenes de la época. Su famoso «Déjeuner sur l’herbe» (1862-1863) fue rechazado por el conservador Salon des Artistes Français, pero se exhibiría más tarde en el primer Salon des Refusés (Salón de los Rechazados). Casi inmediatamente, el elegante Manet se convirtió en héroe de la vanguardia, «un rebelde con sombrero de copa», y en mentor de toda una generación de artistas como Monet o Renoir. Cuando el autorretrato aquí comentado se subastó por última vez, en 1997, como parte de la colección del filántropo estadounidense John Loeb, se vendió por unos 14,3 millones de euros al cambio de hoy.

Matisse: Odaliscas jugando a las damas«Odaliscas jugando a las damas» del fauve Henri Matisse, y «Árboles en Collioure» de André Derain fueron las otras dos grandes obras que se subastaron en Sotheby’s de Londres. La primera se vendió por 11,8 millones de libras (14,2 millones de euros o 17,5 millones de dólares) y la segunda por 16,2 millones de libras (19,5 millones de euros o 24 millones de dólares). El trabajo de Matisse, pintado en 1929 y por primera vez a la venta en una subasta, es uno de sus trabajos más icónicos, perteneciente a la serie de trabajos realizados en su estudio de Niza (Francia) y caracterizados por los desnudos femeninos o por las representaciones de mujeres vestidas con prendas exóticas. Tanto en los vestidos como en los exuberantes interiores se aprecia la impronta de la cultura oriental que sirvió de inspiración a Matisse desde su viaje a Marruecos entre 1912 y 1913. Derain: Árboles de Collioure«Árboles de Collioure«, del también fauve André Derain, «representa la cumbre del estilo artístico del pintor, además de ser un hito en la evolución del arte del siglo XX», destacó Sotheby’s. El cuadro perteneció a Ambroise Vollard, el legendario marchante del París de comienzos de siglo XX, pero no se supo de su paradero hasta 1979, cuando se encontró en una caja fuerte de la Sociedad General de París junto a otros importantes cuadros. Al parecer los depositó allí en 1939, poco después de la muerte de Vollard, Erich Slomoic, un joven yugoslavo amigo del coleccionista que murió a manos de los nazis en 1942 al regresar a su país natal, sin que revelara a nadie el paradero de los cuadros.

De Picasso se pudo pujar por tres lienzos, de sus últimos años de vida, y por tres dibujos que representan en modo muy realista a la fotógrafa Dora Maar, que fue una de sus musas y amantes. El lienzo que alcanzó un precio más alto fue «Busto de Matador», pintado por el artista español en 1970, vendido por 5,3 millones de libras (6,4 millones de euros o 7,8 millones de dólares). Los dibujos de Dora Maar se vendieron por 2,9 millones de libras (3,5 millones de euros o 4,3 millones de dólares). Otras ventas millonarias fueron «Bouquet de Pivoines», de Manet, que se vendió por 7,6 millones de libras (9,1 millones de euros o 11,2 millones de dólares); «Le petit déjeuner. Radiateur», de Bonnard, que se vendió por 6,2 millones de libras (7,5 millones de euros o 9,2 millones de dólares); y «Étude pour ‘nu rose'», de Matisse, que se vendió por 5,8 millones de libras (7 millones de euros o 8,6 millones de dólares).


Fuentes:
El entusiasmo regresa al mercado,

El entusiasmo regresa al mercado,

Autorretrato de Manet. EFELas subastas de verano de este año en Londres, que comienzan esta semana, prometen buenos resultados, a tenor de la calidad de las colecciones y las obras que presentan tanto Christie’s como Sotheby’s. Además, llegan precedidas del entusiasmo del mercado por el récord de Modigliani hace unos días en París (su escultura «Tête» se vendió por 43,1 millones de euros), los excelentes resultados de Art Basel y las altas cotizaciones en las ventas de mayo en Nueva York, donde Picasso volvió a recuperar su trono gracias a «Desnudo, hojas verdes y busto», rematado en Christie’s por 106,5 millones de dólares. Optimismo, desde luego, no falta en el mercado.

Abre plaza el martes Sotheby’s, que ofrece la primera parte de la dos de que consta la subasta de la colección del marchante francés Ambroise Vollard, cuyas obras habían permanecido depositadas en una caja fuerte en un banco durante 40 años. En 1939 falleció Vollard en un accidente de tráfico. Eric Slomovic, un joven yugoslavo socio del marchante, depositó una colección con más de 140 obras en el Banco Societé Génerale. Poco después, Slomovic huyó a Yugoslavia, donde en 1942 falleció a manos de los nazis. La caja fuerte permaneció cerrada durante 40 años. El Banco la abrió en 1979 para ver si podía recuperar cuatro décadas de impago de alquiler y quiso sacarlas a subasta, pero antes de que iniciara la puja hubo una demanda legal y no llegó a celebrarse. Tras un acuerdo con los herederos, habrá dos ventas: la primera, mañana en Londres. El lote más destacado es «Arbres à Collioure», obra maestra de André Derain (10-15 millones de euros).

Además, hay otros dos cuadros muy destacados en la subasta de pasado mañana en Sotheby’s. Por un lado, un autorretrato de Manet con paleta y pinceles (1878-79). Su precio estimado: 24-36 millones de euros. Según el vicepresidente de Sotheby’s, Charles Moffet, «es el mejor autorretrato de la historia de la pintura». Por otro, el lienzo «Odaliscas jugando a las damas», de Matisse (12-18 millones de euros), que sale por primera vez a subasta.

El miércoles le toca el turno a Christie’s. Dado el número de piezas relevantes que saca a la venta, la firma decidió reunirlas en una exposición, bajo el título «Yuxtapuestas: obras maestras a lo largo de los tiempos», que pudo verse del 14 al 17 de este mes en Londres. Hay dos cuadros que destacan muy especialmente. Por un lado, cómo no, Picasso, con una de sus codiciadas pinturas de la época azul, «Retrato de Ángel Fernández de Soto», también conocido como «El bebedor de absenta» (valorado entre 36 y 48 millones de euros). Este cuadro llega precedido por la polémica. Lo compró la Fundación del compositor Andrew Lloyd Webber en 1995 por 29,2 millones de dólares (procedía de la colección Stralem) y lo quiso revender años después, pero se encontró con un escollo. Los herederos del banquero judío Paul Mendelssohn Bartholdy denunciaron que la obra se vendió a la fuerza bajo la presión nazi en 1934 a un marchante berlinés y paralizaron la venta. Tras meses de litigios, ambas partes llegaron a un acuerdo cuyos detalles son confidenciales. Eso sí, los herederos del banquero renunciaron a la propiedad del cuadro. No sabemos a cambio de qué o de cuánto.

Otra obra maestra indiscutible de la subasta del miércoles es «Nenúfares», de Monet. Parte con una estimación similar al picasso. Son muy escasos y a su vez cotizadísimos los cuadros de la serie de nenúfares que el francés pintó tomando como modelo el estanque de su jardín en Giverny. Es la mayor de las nueve obras que sobreviven de las que pintó en 1906. Es de esperar que no falten coleccionistas dispuestos a pujar por estas dos grandes joyas. Pero hay otras muchas obras importantes: «Retrato de Ria Munk III», de Klimt; «Parque del hospital de Saint-Paul», de Van Gogh… Las próximas semanas habrá más obras maestras en Christie’s: el día 30 sale a subasta un retrato que Warhol hizo a Elizabeth Taylor, «Silver Liz» (1963), que no se ha visto en público en dos décadas y cuya estimación es de 7,2-9,6 millones de euros. Y el 6 de julio, en la venta de arte antiguo, destacan cuadros de Rubens y Bellini. Si, como dicen, no faltan compradores para las grandes piezas ni siquiera en época de crisis, muchos millones cambiarán de manos en este animado arranque de verano.

Natividad Pulido, Madrid: El entusiasmo regresa al mercado, ABC, 20 de junio de 2010

El robo (más fácil) del siglo, en el Museo de Arte Moderno de París

El robo (más fácil) del siglo, en el Museo de Arte Moderno de París

AGENCIA ATLAS 20-05-2010

En la imagen, un policía científico saca del museo uno de los marcos de las obras robadasUn solitario ladrón, encapuchado y vestido de negro, como en la típica película, entró por una ventana durante la madrugada del jueves en el Museo de Arte Moderno de la Villa de París, a un paso de la Torre Eiffel, y robó con un cúter cinco de sus más valiosos cuadros: Le pigeon aux petits pois, de Pablo Picasso; La pastorale, de Henri Matisse; L’olivier près de l’Estaque, de Georges Braque; La femme à l’éventail, de Amadeo Modigliani, y Nature morte aux chandeliers, de Fernand Léger.

Los investigadores, al principio, tasaron el golpe en unos 500 millones de euros. El Ayuntamiento de París, la institución de la que depende el museo, lo rebajó a 100 millones. En cualquier caso, se trata de uno de los más espectaculares robos de obras de arte ocurridos en Francia. Según los policías especializados, los cuadros expoliados no circularán en ningún mercado clandestino del arte: el robo puede ser producto del encargo concreto de un millonario o pertenecer a la categoría del artesecuestro.

Nada funcionó como debía esa noche, excepto la habilidad y la suerte del ladrón: la alarma no saltó y los tres guardias que hacen rondas ni oyeron ni se dieron cuenta de nada. De hecho, el robo no fue descubierto hasta las siete de la mañana. Los policías, con todo, cuentan con una pista: una de las cámaras de seguridad grabó de madrugada a un individuo encapuchado entrando por uno de los ventanales de la parte de atrás del museo, que da al Sena.

Estos ventanales, que casi llegan hasta el suelo y miden cinco metros de alto por dos de ancho, están protegidos por un cristal y una verja negra de hierro, de unos dos metros de alta, sellada con una cadena y un candado. El ventanal en cuestión presentaba ayer el cristal roto y la cadena cortada. El ladrón la forzó con una pinza anticadenas de brazos largos. Acceder a la zona de estos ventanales es muy fácil: ayer varios niños jugaban al patinete a unos metros y una modelo se hacía fotos para una revista de moda en una esquina cercana.

Los policías precintaron el lugar próximo al ventanal que sirvió de entrada al ladrón e inspeccionaron los alrededores en busca de huellas y de pistas. También examinaron los marcos de los cuadros, abandonados por el malhechor, que se limitó a cortar las telas con un cúter y llevárselas. Los cuadros no estaban en la sala pegada a la ventana, así que el ladrón recorrió el museo sin que nadie le viera, ni a la ida ni a la vuelta ya con las telas.

Todavía es pronto para saber si sólo hubo un ladrón (como indica la grabación de la cámara) o si el robo fue producto de una banda. De cualquier manera, según aseguró ayer el adjunto del alcalde de París para Asuntos Culturales, Christophe Girard: «Si se trata de una banda, es una banda muy coordinada». El robo pone de manifiesto las deficientes medidas de seguridad de los museos parisinos. Un empleado del museo reveló ayer al diario Le Parisien que hacía más de dos meses que los vigilantes habían advertido fallos en la alarma. El alcalde de París, Bertrand Delanoë, lo confirmó más tarde.

No es la primera vez que asaltan un museo parisino en los últimos meses. En junio de 2009, otro ladrón entró en el Museo Picasso aprovechándose del andamio construido para llevar a cabo unas reformas en el edificio y, sin romper nada ni dejar huellas, se llevó una carpeta con 33 dibujos del artista que se guardaban en una vitrina sin cerradura y sin alarma. El caso sigue abierto.

'Le pigeon aux petits pois' de Pablo Picasso

'La pastorale' de Henri Matisse

Antonio Jiménez Barca, París: El robo (más fácil) del siglo, EL PAÍS, 20 de mayo de 2010

¿Y ahora qué, señor ladrón?

Peter O'Toole y Audrey Hepburn, dos ladrones de arte en 'Cómo

Pongamos que acaba usted de llegar a un garaje de las afueras de París después de pasar la noche vestido de negro y con un pasamotañas en la cabeza (con perdón por la licencia literaria), ‘de visita’ por el Palais de Tokyo de Trocadero. Contra la pared, amontonados como si fueran material de obra, ha dejado cinco lienzos de Picasso, Matisse, Braque, Modigliani y Léger. Pip-pip. Recibe una alarma informativa en el móvil: «Roban obras por valor de 500 millones de euros en París». Vaya exitazo, sí, pero: ¿y qué hacemos ahora con este ‘stock’?

En otras palabras: ¿qué o quién puede estar detrás de un golpe como el de anoche en París? ¿Qué posibiidades de rentabilizar el robo tienen sus autores? Porque no es cuestión de ir a una casa de subastas con ‘La pastoral’ de Henri Matisse como si tal cosa. Señor ladrón, todavía no está todo hecho. «Muchas veces, los ladrones ven la oportunidad material de completar el robo, ven que la seguridad flojea, y se lanzan pensando en que van a dar un gran golpe. En realidad, no saben el lío en el que se meten«, explican a EL MUNDO.es fuentes policiales. «Si fueran obras menos importantes, todavía, pero una pieza de primer nivel que sale en los periódicos ‘se quema’ inmediatamente en el mercado. Nadie se atreve a comprar una obra así».

¿Entonces qué?

Primer escenario: el robo ha sido un encargo de un coleccionista insaciable. La operación, en ese caso, es relativamente sencilla. Habrá que hacer llegar el botín hasta el ‘cliente’ que pagará una comisión y, con su afán fetichista temporalmente satisfecho, meterá los cuadros en alguna salita cerrada hasta el final de los tiempos.
Segundo escenario: el chantaje. En ese caso, el robo no es tanto un robo como un secuestro. Los ladrones contactarán con el propietario legítimo del botín sustraído (sobre todo, si es un particular), y le pedirán un rescate por él. Una variedad muy interesante de este tipo de operaciones se dio en el reciente caso de ‘La virgen de la rueca’ de Leonardo Da Vinci. Allí, el inductor del crimen se ofreció como mediador en el rescate de la obra. La jugada le salió mal.

Tercer escenario: el mercado informal. Que es una variante del primer escenario. En este caso, el inductor del robo tiene los recursos para abrir una subasta secreta y negra-negrísima entre los coleccionistas interesados en tener un ‘matisse’, un ‘picasso’, un ‘modigliani’… El problema es que este mercado informal es más permeable a la infiltración de la policía. Fue lo que ocurrió el año pasado en España, cuando un particular quiso liquidar los diarios de Niceto Alcalá Zamora (robados al término de la Guerra Civil) y se encontró con que su comprador era un guardia civil. O con los mapas de la Biblioteca Nacional, o con los cuadros de Esther Koplowitz

'L'olivier près de l'Estaque' de Georges Braque

'La femme à l'éventail' de Amédéo Modigliani

'Nature morte aux chandeliers', de Fernand Léger

¿Y ahora qué, señor ladrón?, EL MUNDO, 20 de mayo de 2010

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