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Modigliani de récord

Modigliani de récord

La pintura "Nu assis sur un divan (La Belle Romaine)", de Amedeo Modigliani (1884-1920)

La pintura «Nu assis sur un divan (La Belle Romaine)», de Amedeo Modigliani (1884-1920), ha logrado un nuevo precio récord para una obra del pintor italiano al ser adjudicada a por 68,9 millones de dólares durante una subasta de arte impresionista y moderno en la sede de Sotheby’s en Nueva York. La obra de Modigliani, realizada en 1917, está considerada, según los responsables de la casa de pujas, como «uno de los mejores desnudos de la historia del arte» junto a «El nacimiento de Venus» de Sandro Botticelli (1445-1510), la «Venus del espejo» de Diego Velázquez (1599-1660) y la «Olympia» de Édouard Manet (1832-1883).

Con un precio final de 68.962.500 dólares, la obra batió así el récord por una pintura de Modigliani que hasta ahora ostentaba el cuadro «Jeanne Héburtene (devant une porte)», retrato de la amante francesa del artista italiano, vendida en 2004 por 31,4 millones de dólares por la misma casa de subastas. Anteriormente, «La Belle Romaine» había protagonizado en 1999 otro récord al ser adjudicada por 16,8 millones de dólares. Este cuadro forma parte de una serie de desnudos que Modigliani realizó durante 1917 y que están considerados «el mayor logro artístico» del pintor italiano, según aseguró el director del departamento de arte impresionista y moderno de la casa de subastas, Simon Shaw.

Con esta subasta dedicada al arte impresionista y moderno, Sotheby’s inauguró este martes la temporada de grandes pujas de otoño en Nueva York y en la venta, que sigue adelante en estos momentos, también consiguió un precio millonario otra pieza del artista italiano. Se trata de «Jeanne Hébuterne (au chapeau)», que partía con un valor estimado entre los 9 y los 12 millones de dólares y se acabó adjudicando a un precio de 19,1 millones de dólares. Además de estas dos piezas de Modigliani, también destacó por el momento en la subasta la venta por 24,7 millones de dólares de «Le bassin aux nymphéas», de Claude Monet (1840-1926).

Efe | Nueva York: Modigliani de récord, EL MUNDO, 3 de noviembre de 2010

Modigliani engrandece su leyenda

Modigliani engrandece su leyenda

Obra de Modigliani subastada. EL PAÍSUno de los artistas que más leyendas ha suscitado a lo largo del siglo XX, Amedeo Modigliani (1884-1920), fue lo que podríamos llamar el prototipo de creador bohemio. Simpático, atractivo, seductor, elegante y tremendamente estimado por sus amigos llevó una vida repleta de excesos alcohólicos, narcóticos y sexuales.
La casa de subastas Christie´s acaba de adjudicar en París a un comprador anónimo una escultura de este artista, titulada Tête, realizada entre 1910 y 1912 y perteneciente hasta ahora a la Colección Gaston Levy (1893-1977), por 43,18 millones de euros, una cifra que la convierte en la pieza más cara jamás subastada en Francia y el récord mundial para una obra del Modigliani jamás vendida en una subasta. De esta forma, esta escultura de unos 65 centímetros supera al Retrato de Jeanne Hébuterne, realizado en 1919, que había sido vendido en 2007 por 31,3 millones de euros.

El artista maldito

Modigliani murió en plena juventud, con tan sólo 36 años, víctima de una tuberculosis que arrastraba desde niño, y protagonizó uno de los entierros más distinguidos y memorables jamás celebrados en París. Colegas, literatos, marchantes y vecinos acompañaron a Modi –como le llamaban sus amigos– en su último viaje al cementerio parisino de Père-Lachaise mientras que, inevitablemente, comenzaba a fraguarse la dramática leyenda del artista bohemio perseguido por un destino trágico. El apócope de su apellido lo puso fácil: Modi, maudit, maldito; el suicidio de su compañera sentimental y modelo, Jeanne Hébuterne, dos días después de su entierro, acrecentó el mito. Desde entonces se le recordará como “el artista maldito”. No fue un artista típico, tampoco de vanguardia, o al menos no lo fue del todo o no lo fue siempre; fue fundamentalmente un retratista, un pintor de personas que vivió en la ciudad más indicada –París– en el momento más oportuno –principios de siglo– retratando, con un estilo absolutamente personal, elegante y refinado, el extraordinario y humilde barrio de la artes que fue Montparnasse.

En su tiempo y en el nuestro

Suele suceder con determinados artistas que, después de su muerte, se les convierte popularmente en algo parecido a héroes románticos al margen de su vida y obra, haciendo de ellos grandes iconos de la pobreza, la mala vida o la soledad, sumando a sus obras un morboso valor añadido. Ocurrió con Van Gogh, acosado durante gran parte de su vida por unos delirios y paranoias que, tras su suicidio, pasaron a ser lo más rentable y característico de su pintura. Fue, también, el caso de Goya, cuyas angustiosas y terroríficas visiones le convirtieron en un artista atormentado y víctima indirecta de la guerra o, en menor medida, de Andy Warhol, a quien no le habría importado morir asesinado si, de esta forma, pasaba a la historia como un mártir e icono de la violencia en el arte.

Modigliani, en su tiempo, fue el artista más respetado de París, según declaró el pintor, novelista y crítico Wyndham Lewis a un periódico londinense; un París, por cierto, en el que se encontraban ni más ni menos que Pablo Picasso, Henri Matisse, Diego Rivera o Constantin Brancusi, entre tantos otros. Sea exagerada o no la afirmación de Lewis, la verdad es que la obra de Modi no pasó inadvertida en ningún momento y, aunque en sus últimos años de vida aumentó el número de ventas –debido, más bien, a un cambio de actitud con determinados compradores que a la evolución de su arte–, fue después de su muerte cuando le llegó el verdadero éxito, el boom de Modigliani.

Mucho tuvo que ver, seguro, su imagen de bohemio radical, los insolentes y desafiantes escándalos que solía protagonizar en los cafés o su peculiar estilo de vida “ejemplar” en los llamados années folles (años locos) parisinos. “Superando el valor icónico de la gorra y la pipa de Picasso o el flequillo infantil y las gafitas redondas de su buen amigo Foujita, Amedeo aparece caracterizado infaliblemente con un atuendo igual de legendario que sus arrogancias: la chaqueta de terciopelo (con rozaduras y lamparones), los fulares rojos estilo Garibaldi, los sombreros de ala ancha…”, escribe Vicente Molina Foix refiriéndose a la famosa frase que pronunció un, por entonces, ya consagrado Picasso: “El único en París que sabe vestir es Modigliani”.

Caras largas

Durante los catorce frenéticos años que vivió en París, Modigliani fue perfeccionando un estilo pictórico, absolutamente personal y original, que se alejó, en gran medida, de las modas cubistas, expresionistas o futuristas imperantes en la época de inicio de las vanguardias y, claro está, no por ello en contra. Modi se mostró, en todo momento, convencido de que no era necesario afiliarse a un movimiento para tener éxito, siempre creyó que la calidad de sus obras sería suficiente para triunfar. Y, aunque nunca lo supo, tenía razón.

Dejó para la posteridad un gran legado artístico que, lamentablemente, ningún otro pintor ha continuado durante el siglo XX y, por tanto, sin discípulos, no se le puede considerar maestro, pero su estilo es, sin duda, uno de los más personales y reconocibles de todos los tiempos. Contemplar esas figuras estilizadas, esos rostros con nariz y cuello elegantemente alargados que provienen de la más profunda y elitista miseria de Montparnasse remite al espectador a un mundo fascinante: la bohemia parisina de principios de siglo.

Durante cinco años, Modigliani se dedicó exclusivamente a la escultura. El polvo que desprendían los materiales y sus problemas respiratorios derivados de la tuberculosis que arrastraba desde niño hacían de la talla en piedra una actividad muy peligrosa para sus pulmones, por lo que decidió abandonarla definitivamente y dedicarse a la pintura. Comenzó a esculpir en el taller de uno de sus grandes maestros y amigos, Constantin Brancusi, cuya inconfundible manera de combinar clasicismo y modernidad admiró. Además, estuvo influido, al igual que Picasso y numerosos artistas de la época, por el arte africano que descubrió a su llegada a París.

Enrique del Río: Modigliani engrandece su leyenda, hoyesarte.com, 14 de Junio de 2010
El robo (más fácil) del siglo, en el Museo de Arte Moderno de París

El robo (más fácil) del siglo, en el Museo de Arte Moderno de París

AGENCIA ATLAS 20-05-2010

En la imagen, un policía científico saca del museo uno de los marcos de las obras robadasUn solitario ladrón, encapuchado y vestido de negro, como en la típica película, entró por una ventana durante la madrugada del jueves en el Museo de Arte Moderno de la Villa de París, a un paso de la Torre Eiffel, y robó con un cúter cinco de sus más valiosos cuadros: Le pigeon aux petits pois, de Pablo Picasso; La pastorale, de Henri Matisse; L’olivier près de l’Estaque, de Georges Braque; La femme à l’éventail, de Amadeo Modigliani, y Nature morte aux chandeliers, de Fernand Léger.

Los investigadores, al principio, tasaron el golpe en unos 500 millones de euros. El Ayuntamiento de París, la institución de la que depende el museo, lo rebajó a 100 millones. En cualquier caso, se trata de uno de los más espectaculares robos de obras de arte ocurridos en Francia. Según los policías especializados, los cuadros expoliados no circularán en ningún mercado clandestino del arte: el robo puede ser producto del encargo concreto de un millonario o pertenecer a la categoría del artesecuestro.

Nada funcionó como debía esa noche, excepto la habilidad y la suerte del ladrón: la alarma no saltó y los tres guardias que hacen rondas ni oyeron ni se dieron cuenta de nada. De hecho, el robo no fue descubierto hasta las siete de la mañana. Los policías, con todo, cuentan con una pista: una de las cámaras de seguridad grabó de madrugada a un individuo encapuchado entrando por uno de los ventanales de la parte de atrás del museo, que da al Sena.

Estos ventanales, que casi llegan hasta el suelo y miden cinco metros de alto por dos de ancho, están protegidos por un cristal y una verja negra de hierro, de unos dos metros de alta, sellada con una cadena y un candado. El ventanal en cuestión presentaba ayer el cristal roto y la cadena cortada. El ladrón la forzó con una pinza anticadenas de brazos largos. Acceder a la zona de estos ventanales es muy fácil: ayer varios niños jugaban al patinete a unos metros y una modelo se hacía fotos para una revista de moda en una esquina cercana.

Los policías precintaron el lugar próximo al ventanal que sirvió de entrada al ladrón e inspeccionaron los alrededores en busca de huellas y de pistas. También examinaron los marcos de los cuadros, abandonados por el malhechor, que se limitó a cortar las telas con un cúter y llevárselas. Los cuadros no estaban en la sala pegada a la ventana, así que el ladrón recorrió el museo sin que nadie le viera, ni a la ida ni a la vuelta ya con las telas.

Todavía es pronto para saber si sólo hubo un ladrón (como indica la grabación de la cámara) o si el robo fue producto de una banda. De cualquier manera, según aseguró ayer el adjunto del alcalde de París para Asuntos Culturales, Christophe Girard: «Si se trata de una banda, es una banda muy coordinada». El robo pone de manifiesto las deficientes medidas de seguridad de los museos parisinos. Un empleado del museo reveló ayer al diario Le Parisien que hacía más de dos meses que los vigilantes habían advertido fallos en la alarma. El alcalde de París, Bertrand Delanoë, lo confirmó más tarde.

No es la primera vez que asaltan un museo parisino en los últimos meses. En junio de 2009, otro ladrón entró en el Museo Picasso aprovechándose del andamio construido para llevar a cabo unas reformas en el edificio y, sin romper nada ni dejar huellas, se llevó una carpeta con 33 dibujos del artista que se guardaban en una vitrina sin cerradura y sin alarma. El caso sigue abierto.

'Le pigeon aux petits pois' de Pablo Picasso

'La pastorale' de Henri Matisse

Antonio Jiménez Barca, París: El robo (más fácil) del siglo, EL PAÍS, 20 de mayo de 2010

¿Y ahora qué, señor ladrón?

Peter O'Toole y Audrey Hepburn, dos ladrones de arte en 'Cómo

Pongamos que acaba usted de llegar a un garaje de las afueras de París después de pasar la noche vestido de negro y con un pasamotañas en la cabeza (con perdón por la licencia literaria), ‘de visita’ por el Palais de Tokyo de Trocadero. Contra la pared, amontonados como si fueran material de obra, ha dejado cinco lienzos de Picasso, Matisse, Braque, Modigliani y Léger. Pip-pip. Recibe una alarma informativa en el móvil: «Roban obras por valor de 500 millones de euros en París». Vaya exitazo, sí, pero: ¿y qué hacemos ahora con este ‘stock’?

En otras palabras: ¿qué o quién puede estar detrás de un golpe como el de anoche en París? ¿Qué posibiidades de rentabilizar el robo tienen sus autores? Porque no es cuestión de ir a una casa de subastas con ‘La pastoral’ de Henri Matisse como si tal cosa. Señor ladrón, todavía no está todo hecho. «Muchas veces, los ladrones ven la oportunidad material de completar el robo, ven que la seguridad flojea, y se lanzan pensando en que van a dar un gran golpe. En realidad, no saben el lío en el que se meten«, explican a EL MUNDO.es fuentes policiales. «Si fueran obras menos importantes, todavía, pero una pieza de primer nivel que sale en los periódicos ‘se quema’ inmediatamente en el mercado. Nadie se atreve a comprar una obra así».

¿Entonces qué?

Primer escenario: el robo ha sido un encargo de un coleccionista insaciable. La operación, en ese caso, es relativamente sencilla. Habrá que hacer llegar el botín hasta el ‘cliente’ que pagará una comisión y, con su afán fetichista temporalmente satisfecho, meterá los cuadros en alguna salita cerrada hasta el final de los tiempos.
Segundo escenario: el chantaje. En ese caso, el robo no es tanto un robo como un secuestro. Los ladrones contactarán con el propietario legítimo del botín sustraído (sobre todo, si es un particular), y le pedirán un rescate por él. Una variedad muy interesante de este tipo de operaciones se dio en el reciente caso de ‘La virgen de la rueca’ de Leonardo Da Vinci. Allí, el inductor del crimen se ofreció como mediador en el rescate de la obra. La jugada le salió mal.

Tercer escenario: el mercado informal. Que es una variante del primer escenario. En este caso, el inductor del robo tiene los recursos para abrir una subasta secreta y negra-negrísima entre los coleccionistas interesados en tener un ‘matisse’, un ‘picasso’, un ‘modigliani’… El problema es que este mercado informal es más permeable a la infiltración de la policía. Fue lo que ocurrió el año pasado en España, cuando un particular quiso liquidar los diarios de Niceto Alcalá Zamora (robados al término de la Guerra Civil) y se encontró con que su comprador era un guardia civil. O con los mapas de la Biblioteca Nacional, o con los cuadros de Esther Koplowitz

'L'olivier près de l'Estaque' de Georges Braque

'La femme à l'éventail' de Amédéo Modigliani

'Nature morte aux chandeliers', de Fernand Léger

¿Y ahora qué, señor ladrón?, EL MUNDO, 20 de mayo de 2010

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