Etiquetado: Personajes históricos

"El Macedonio" de Nicholas Guild

"El Macedonio" de Nicholas Guild

«El Macedonio» es una extraordinaria novela histórica que narra la vida de Filipo II, rey de Macedonia, padre del Alejandro Magno. La novela, escrita con la habilidad y la facilidad que tiene el autor para engarchar a los lectores, tal y como comprobé en la lectura de «El Asirio», cuenta en tono épico el acceso al trono del  reino de Macedonia de Filipo, el menor de los hijos del rey Amintas, que deberá hacer frente a múltiples peligros para salvar su débil e inestable reino; pero cuenta con poderosas armas: astucia, valentía y una personalidad arrolladora. Su lectura no te defraudará, es una gran novela épica.
"El Macedonio" de Nicholas Guild

"El Macedonio" de Nicholas Guild

«El Macedonio» es una extraordinaria novela histórica que narra la vida de Filipo II, rey de Macedonia, padre del Alejandro Magno. La novela, escrita con la habilidad y la facilidad que tiene el autor para engarchar a los lectores, tal y como comprobé en la lectura de «El Asirio», cuenta en tono épico el acceso al trono del  reino de Macedonia de Filipo, el menor de los hijos del rey Amintas, que deberá hacer frente a múltiples peligros para salvar su débil e inestable reino; pero cuenta con poderosas armas: astucia, valentía y una personalidad arrolladora. Su lectura no te defraudará, es una gran novela épica.
El General Juan Prim fue asesinado

El General Juan Prim fue asesinado

El General Juan Prim fue asesinado
Así lo señala en sus conclusiones la Comisión Prim de Investigación, formada por expertos de la Universidad Camilo José Cela, que han estudiado el cuerpo embalsamado.

El general Juan Prim es «prácticamente imposible» que sobreviviera a sus heridas los tres días que oficialmente se dijo, tras el atentado de 1870, y su momia presenta señales «compatibles con una posible estrangulación a lazo», además de que fue «suplantado por sus asesinos».

Así lo señala en sus conclusiones la Comisión Prim de Investigación, formada por expertos de la Universidad Camilo José Cela, que han estudiado el cuerpo embalsamado del que fuera presidente del gobierno (septiembre de 1869 – diciembre de 1870). «Hemos resuelto un crimen del siglo XIX con los avances tecnológicos del siglo XXI», ha señalado el presidente de la Comisión, Francisco Pérez Abellán, para quien la realidad de la muerte del general «está en su momia», conservada en Reus (Tarragona) perfectamente 142 años después.

«El hallazgo más sorprendente e inesperado» son los surcos y marcas en el cuello de la víctima «compatibles con una posible estrangulación a lazo», señala el texto. Los surcos en el cuello «encajan así en una necesidad de los asesinos de Prim de no permitir la recuperación del mismo, del que asustaban tanto su fortaleza física como su fortuna de salir indemne». Dichas señales han sido estudiadas «hasta descartar artefactos postmorten capaces de producirlas y procedimientos de embalsamamiento», aunque seguirá la investigación hasta despejar la última duda». El general, cuyo coche de caballos sufrió una emboscada el 27 de diciembre de 1870 en la madrileña calle del Turco, recibió heridas de bala que, «contrariamente a lo que se ha aceptado hasta ahora, fueron de gravedad» y los expertos consideran que «es prácticamente imposible que se produjera la supervivencia de los tres días oficiales».

Se deja así en evidencia «el falso comunicado del Gobierno de la época, que hablaba de heridas leves y, aunque no alcanzaron ningún órgano vital», los impactos del hombro izquierdo, como destaca el sumario de la época, resultarían «mortal ut plurimum» (mortal de necesidad). Esas lesiones causaron que el general no pudiera caminar normalmente, ni tener un habla «normalizada y fluida» y sus brazos quedaron inútiles.

El informe destaca que Prim fue «suplantado por sus asesinos, quienes, deliberadamente faltaron a la verdad en un discurso a la nación sobre la gravedad de sus heridas y engañaron al rey Amadeo I a su llegada al puerto de Cartagena». Al rey lo fue a recoger, en nombre de Prim, «aunque este no lo pudo ordenar», uno de los que más habían combatido su designación, el almirante Juan BautistaTopete, partidario del duque de Orleans para el trono. «El nuevo rey quedaba así en manos de sus peores enemigos».

Sobre los posibles autores intelectuales del magnicidio, los hallazgos y aportaciones de la Comisión «están en la línea de prestigiosos autores» que señalan a Antonio de Orleans, duque de Montpensier, y al general Francisco Serrano.

Además, el informe recuerda que el Promotor Fiscal, Joaquín Vellando, se atrevió a proponer el procesamiento de Antonio de Orleans, «uno de los hombres más ricos y poderosos del momento, candidato al trono de España y presunto autor intelectual y financiero de los atentados contra Prim». Los asesinos «se sentían amenazados con el cambio de dinastía que había procurado Prim» pues la llegada del rey Amadeo I «les haría perder su posición privilegiada».

Las conclusiones criminológicas indica que antes del atentado, el ministro de Gobernación Práxedes Mateo Sagasta, y el gobernador de Madrid, Ignacio Rojo Arias, «conocedores» de que habían intentado matarlo dos veces y que se preparaba «de forma inminente un tercer atentado (…) se inhibieron del asunto sin tomar medida alguna de protección».

Probablemente, el de Prim sea el «crimen más caro de la historia» pues «fueron contratados prácticamente todos los asesinos a sueldo disponibles en España en aquel tiempo, a los que se les ofrecía un cantidad diaria de diez pesetas, un premio de cinco mil duros y la garantía de seguridad de permitirles escapar». El magnicidio «buscaba la conquista del poder, produciendo el crimen un enfrentamiento mortal entre masones» -tanto Prim como la «mayoría» de sus asesinos lo fueron- y aunque «no puede atribuirse a una conjura masónica», esas fuentes «pueden arrojar mucha luz sobre los ocurrido», considera el informe.

En cuanto al sumario del caso, que está muy deteriorado, la Comisión cree que «es una de las joyas jurídicas de nuestra historia» y recomienda que los tomos que aún se conservan «sean especialmente protegidos y puestos a disposición de estudiantes e investigadores, en un lugar más adecuado y accesible que el que hoy ocupa».

La Comisión encontró la lista original con los doce presuntos asesinos en dicho sumario, que «desde el principio «apunta hacia los poderosos personajes que presuntamente tramaron la conspiración y ordenaron el magnicidio». Aunque «ya para siempre serán presuntos puesto que nunca llegará a celebrarse el juicio», finaliza el informe.

Tomado esencialmente de http://www.publico.es



El General Juan Prim fue asesinado

El General Juan Prim fue asesinado

El General Juan Prim fue asesinado
Así lo señala en sus conclusiones la Comisión Prim de Investigación, formada por expertos de la Universidad Camilo José Cela, que han estudiado el cuerpo embalsamado.

El general Juan Prim es «prácticamente imposible» que sobreviviera a sus heridas los tres días que oficialmente se dijo, tras el atentado de 1870, y su momia presenta señales «compatibles con una posible estrangulación a lazo», además de que fue «suplantado por sus asesinos».

Así lo señala en sus conclusiones la Comisión Prim de Investigación, formada por expertos de la Universidad Camilo José Cela, que han estudiado el cuerpo embalsamado del que fuera presidente del gobierno (septiembre de 1869 – diciembre de 1870). «Hemos resuelto un crimen del siglo XIX con los avances tecnológicos del siglo XXI», ha señalado el presidente de la Comisión, Francisco Pérez Abellán, para quien la realidad de la muerte del general «está en su momia», conservada en Reus (Tarragona) perfectamente 142 años después.

«El hallazgo más sorprendente e inesperado» son los surcos y marcas en el cuello de la víctima «compatibles con una posible estrangulación a lazo», señala el texto. Los surcos en el cuello «encajan así en una necesidad de los asesinos de Prim de no permitir la recuperación del mismo, del que asustaban tanto su fortaleza física como su fortuna de salir indemne». Dichas señales han sido estudiadas «hasta descartar artefactos postmorten capaces de producirlas y procedimientos de embalsamamiento», aunque seguirá la investigación hasta despejar la última duda». El general, cuyo coche de caballos sufrió una emboscada el 27 de diciembre de 1870 en la madrileña calle del Turco, recibió heridas de bala que, «contrariamente a lo que se ha aceptado hasta ahora, fueron de gravedad» y los expertos consideran que «es prácticamente imposible que se produjera la supervivencia de los tres días oficiales».

Se deja así en evidencia «el falso comunicado del Gobierno de la época, que hablaba de heridas leves y, aunque no alcanzaron ningún órgano vital», los impactos del hombro izquierdo, como destaca el sumario de la época, resultarían «mortal ut plurimum» (mortal de necesidad). Esas lesiones causaron que el general no pudiera caminar normalmente, ni tener un habla «normalizada y fluida» y sus brazos quedaron inútiles.

El informe destaca que Prim fue «suplantado por sus asesinos, quienes, deliberadamente faltaron a la verdad en un discurso a la nación sobre la gravedad de sus heridas y engañaron al rey Amadeo I a su llegada al puerto de Cartagena». Al rey lo fue a recoger, en nombre de Prim, «aunque este no lo pudo ordenar», uno de los que más habían combatido su designación, el almirante Juan BautistaTopete, partidario del duque de Orleans para el trono. «El nuevo rey quedaba así en manos de sus peores enemigos».

Sobre los posibles autores intelectuales del magnicidio, los hallazgos y aportaciones de la Comisión «están en la línea de prestigiosos autores» que señalan a Antonio de Orleans, duque de Montpensier, y al general Francisco Serrano.

Además, el informe recuerda que el Promotor Fiscal, Joaquín Vellando, se atrevió a proponer el procesamiento de Antonio de Orleans, «uno de los hombres más ricos y poderosos del momento, candidato al trono de España y presunto autor intelectual y financiero de los atentados contra Prim». Los asesinos «se sentían amenazados con el cambio de dinastía que había procurado Prim» pues la llegada del rey Amadeo I «les haría perder su posición privilegiada».

Las conclusiones criminológicas indica que antes del atentado, el ministro de Gobernación Práxedes Mateo Sagasta, y el gobernador de Madrid, Ignacio Rojo Arias, «conocedores» de que habían intentado matarlo dos veces y que se preparaba «de forma inminente un tercer atentado (…) se inhibieron del asunto sin tomar medida alguna de protección».

Probablemente, el de Prim sea el «crimen más caro de la historia» pues «fueron contratados prácticamente todos los asesinos a sueldo disponibles en España en aquel tiempo, a los que se les ofrecía un cantidad diaria de diez pesetas, un premio de cinco mil duros y la garantía de seguridad de permitirles escapar». El magnicidio «buscaba la conquista del poder, produciendo el crimen un enfrentamiento mortal entre masones» -tanto Prim como la «mayoría» de sus asesinos lo fueron- y aunque «no puede atribuirse a una conjura masónica», esas fuentes «pueden arrojar mucha luz sobre los ocurrido», considera el informe.

En cuanto al sumario del caso, que está muy deteriorado, la Comisión cree que «es una de las joyas jurídicas de nuestra historia» y recomienda que los tomos que aún se conservan «sean especialmente protegidos y puestos a disposición de estudiantes e investigadores, en un lugar más adecuado y accesible que el que hoy ocupa».

La Comisión encontró la lista original con los doce presuntos asesinos en dicho sumario, que «desde el principio «apunta hacia los poderosos personajes que presuntamente tramaron la conspiración y ordenaron el magnicidio». Aunque «ya para siempre serán presuntos puesto que nunca llegará a celebrarse el juicio», finaliza el informe.

Tomado esencialmente de http://www.publico.es



Don Juan de Austria. Una historia de ambición y celos

Don Juan de Austria. Una historia de ambición y celos

Hijo natural del emperador Carlos V (I de España) y de la alemana Bárbara Blomberg, nació en la ciudad germana de Ratisbona sobre 1547. Su padre, Carlos, lo conoció ya en su retiro en el monasterio de Yuste. Fue considerado miembro de la familia real y recibió educación en Castilla, cursando estudios en la Universidad de Alcalá de Henares. Su hermanastro, el rey Felipe II, ante su evidente vocación militar le encomendó diversas misiones militares, rodeándolo de consejeros de calidad, en las que destacará, como en la represión de la rebelión de los moriscos en las Alpujarras o la lucha contra los piratas berberiscos en el Mediterráneo, alcanzando su máximo reconocimiento al frente de la Liga Santa que combatió a los turcos en la Batalla de Lepanto (1571), donde logró una resonante victoria, que le dará fama y acrecentará sus ambiciones personales (deseaba el tratamiento de alteza y la concesión del título de infante, así como un reino propio).
Fue por ello, por lo que posiblemente Felipe II, temeroso de su popularidad, le envió a un puesto en el que otros grandes militares españoles habían fracasado, a luchar contra la rebelión protestante en los Países Bajos, precisamente allí, sin dinero para pagar las tropas y sin hombres suficientes, negados desde España, no le fue posible acabar con la rebelión protestante y morirá en 1578 en Namur (Flandes) como consecuencia de unas fiebres tifoideas contraídas en esta campaña.
Fue, sin duda, una de las figuras más destacadas de la España de su tiempo, con un gran poder de atracción y con gran renombre internacional, lo cual unido a su ambición personal; despertaron, sin dudas, las suspicacias de su hermanastro el rey Felipe II. Su proyecto de invadir Inglaterra y convertirse en rey de ésta, será posteriormente puesto en práctica por Felipe II con la Armada Invencible, en 1588; aunque lamentablemente, para los intereses de nuestro país, fracasará.
Don Juan se encuentra enterrado en el Panteón de Infantes del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Para más información:
Don Juan de Austria. Una historia de ambición y celos

Don Juan de Austria. Una historia de ambición y celos

Hijo natural del emperador Carlos V (I de España) y de la alemana Bárbara Blomberg, nació en la ciudad germana de Ratisbona sobre 1547. Su padre, Carlos, lo conoció ya en su retiro en el monasterio de Yuste. Fue considerado miembro de la familia real y recibió educación en Castilla, cursando estudios en la Universidad de Alcalá de Henares. Su hermanastro, el rey Felipe II, ante su evidente vocación militar le encomendó diversas misiones militares, rodeándolo de consejeros de calidad, en las que destacará, como en la represión de la rebelión de los moriscos en las Alpujarras o la lucha contra los piratas berberiscos en el Mediterráneo, alcanzando su máximo reconocimiento al frente de la Liga Santa que combatió a los turcos en la Batalla de Lepanto (1571), donde logró una resonante victoria, que le dará fama y acrecentará sus ambiciones personales (deseaba el tratamiento de alteza y la concesión del título de infante, así como un reino propio).
Fue por ello, por lo que posiblemente Felipe II, temeroso de su popularidad, le envió a un puesto en el que otros grandes militares españoles habían fracasado, a luchar contra la rebelión protestante en los Países Bajos, precisamente allí, sin dinero para pagar las tropas y sin hombres suficientes, negados desde España, no le fue posible acabar con la rebelión protestante y morirá en 1578 en Namur (Flandes) como consecuencia de unas fiebres tifoideas contraídas en esta campaña.
Fue, sin duda, una de las figuras más destacadas de la España de su tiempo, con un gran poder de atracción y con gran renombre internacional, lo cual unido a su ambición personal; despertaron, sin dudas, las suspicacias de su hermanastro el rey Felipe II. Su proyecto de invadir Inglaterra y convertirse en rey de ésta, será posteriormente puesto en práctica por Felipe II con la Armada Invencible, en 1588; aunque lamentablemente, para los intereses de nuestro país, fracasará.
Don Juan se encuentra enterrado en el Panteón de Infantes del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Para más información:
El caso de la momia asesinada

El caso de la momia asesinada

Puede que nunca sepamos cómo murió Tutankamón, pero parece que ya sabemos de qué falleció Ramsés III, y no fue precisamente de muerte natural: le rebanaron la garganta. Una nueva investigación sobre la momia del rey, una de las más queridas por los aficionados a la egiptología, ya que tuvo el privilegio de ser la que inspiró la caracterización de Boris Karloff y Lon Chaney Jr. en la serie de películas clásicas de terror iniciada con La momia (1932), ha concluido que el notable faraón de la XX dinastía fue brutalmente asesinado.
En una carambola digna del CSI (sección tebana) o Mentes criminales, los científicos afirman haber dado, apenas 3.000 años después del crimen, con el asesino del faraón (o al menos uno de ellos). Fue otra momia, esta realmente espantosa, no en balde se la conoce como la Momia Aullante, por su atormentada expresión. En esa segunda momia, los estudiosos identifican al príncipe Pentaura, hijo de Ramsés III, que fue uno de los principales implicados en el conocido complot palaciego para matar a su padre bautizado como la Conjura del Harén, y al que, según las fuentes, se le obligó a suicidarse, posiblemente por estrangulación. Y luego dicen que la historia antigua no es interesante…
Resulta curioso que nadie se hubiera dado cuenta antes de que la momia de Ramsés III presenta un tajo delantero en el cuello de tal envergadura que, según el nuevo análisis, le cortó la tráquea y la carótida y le alcanzó la espina dorsal. Vamos, una herida mortal de necesidad y realizada con una hoja afilada y evidente mala leche. Hasta ahora se especulaba con la causa de la muerte e incluso un reconocido egiptólogo como Jean Yoyotte apuntaba en 1996 que la momia “no presenta huellas de violencia” (!). Es lo que tienen las momias: no paran de dar sorpresas; recordemos la alegría que nos proporcionó Tutankamón al recobrar su pene. Es cierto que la momia de Ramsés III llevaba el cuello muy tapado (con capas espesas de lino), como para no coger frío.
Los resultados de la nueva investigación los ha publicado el lunes pasado en el British Medical Journal un equipo encabezado por el paleopatólogo y antropólogo molecular Albert Zink, del Instituto para Momias y el Hombre de Hielo (que ya es centro) de Bolzano (Italia). Zink ha estudiado también al (des)congelado Ötzi y, en un contexto mucho menos frío, a las momias de la época de Amarna (Tutankamón y familia).
Los científicos realizaron tomografías computerizadas a los cuerpos de Ramsés III y la Momia Aullante (conocida también de manera menos descorazonadora como Hombre Desconocido E), que se encuentran en el Museo Egipcio de El Cairo, y les extrajeron muestras para análisis de ADN, cuyos resultados, afirman, “sugieren fuertemente” que son padre e hijo.
Ambas momias fueron descubiertas en 1881 en el escondite (cache) de Deir el Bahari, un popurrí de cuerpos embalsamados que los sacerdotes habían resepultado allí piadosamente tras siglos de saqueos (Ramsés III tiene su tumba original en el Valle de los Reyes, la KV11, la famosa de los arpistas ciegos). Maspero, el gran egiptólogo, desenrolló in situ a Ramsés III ya buscando heridas que probaran que no sobrevivió al mencionado complot palaciego.
Las fuentes del coup d’état ramésida son tres papiros: el papiro judicial de Turín y los papiros Rollin y Lee, más cortitos. Los textos nos hablan de una tremenda conspiración para asesinar al rey en la que estarían involucrados una reina secundaria, Tiy, y el hijo de esta, el citado Pentaura —al que se habría querido colocar en el trono en lugar del legítimo heredero—, así como otras esposas y una larga lista de funcionarios, muchos de ellos vinculados al harén real. El papiro de Turín nos proporciona nombres de esos “grandes criminales”, algunos presentados con seudónimos deshonrosos como el mayordomo (siempre hay uno en estas situaciones) Mesedsura, que significa “odiado de Ra”. En la lista de magnicidas hay seis inspectores del harén, un cargo sin duda de confianza. También había escribas, un capitán de arqueros nubio y un heraldo, que parecen ocupaciones menos distraídas.
La conjura incluía un levantamiento popular y el uso, probablemente menos efectivo, de magia negra, con el empleo de imágenes de cera. A los acusados se los juzgó por grupos, y 38 fueron condenados. Varios fueron obligados a suicidarse en el propio tribunal. Por las fuentes no sabemos si el faraón sobrevivió a la conspiración.
Ahora, el tajo del cuello, que no parece resultado de un descuido del barbero, y el complot parecen sumar dos y dos. Además, los científicos han hallado en la herida de la momia un amuleto wedjet (un ojo de Horus) que habría sido colocado para sanar ritualmente al faraón en la otra vida.
En cuanto a la Momia Aullante, cualquiera que la vea no puede dejar de pensar que le ocurrió algo muy grave. Los autores de la nueva investigación señalan indicios de estrangulamiento. El cuerpo además no fue momificado de manera usual, sino bastante cruda (!), y se lo cubrió con una ritualmente impura piel de cabra, lo que se interpreta como evidencia de un castigo eterno.
La idea de que esta fea momia pudiera ser el hijo asesino de Ramsés III ya la había adelantado en 2008 el ínclito Bob Brier (el arqueólogo estadounidense que fabricó una momia moderna con un cuerpo donado a la ciencia). También se había hecho notar que la expresión agónica del rostro podía deberse a que el individuo fue momificado en vida y se le vertió resina por la garganta…
Yo no sé ustedes, pero a mí todo el asunto me recuerda muchísimo al argumento de The mummy, la película de 1999 (aunque no sabemos si Tiy tenía la envergadura de la inolvidable Anck su Namun de Patricia Velásquez).
¿Y en toda esta historia dónde está Zahi Hawass?, se preguntarán. Bueno, la de Ramsés III era una de las investigaciones que se desarrollaban bajo su implacable mirada desde hace años y que, de culminar durante su mandato, él se hubiera encargado de protagonizar con gran despliegue mediático, sombrero incluido. De hecho, el diario egipcio Al Ahram le atribuye al antiguo ministro de Antigüedades el liderazgo del equipo que ha reabierto el viejo caso…
Tomado de http://cultura.elpais.com
El caso de la momia asesinada

El caso de la momia asesinada

Puede que nunca sepamos cómo murió Tutankamón, pero parece que ya sabemos de qué falleció Ramsés III, y no fue precisamente de muerte natural: le rebanaron la garganta. Una nueva investigación sobre la momia del rey, una de las más queridas por los aficionados a la egiptología, ya que tuvo el privilegio de ser la que inspiró la caracterización de Boris Karloff y Lon Chaney Jr. en la serie de películas clásicas de terror iniciada con La momia (1932), ha concluido que el notable faraón de la XX dinastía fue brutalmente asesinado.
En una carambola digna del CSI (sección tebana) o Mentes criminales, los científicos afirman haber dado, apenas 3.000 años después del crimen, con el asesino del faraón (o al menos uno de ellos). Fue otra momia, esta realmente espantosa, no en balde se la conoce como la Momia Aullante, por su atormentada expresión. En esa segunda momia, los estudiosos identifican al príncipe Pentaura, hijo de Ramsés III, que fue uno de los principales implicados en el conocido complot palaciego para matar a su padre bautizado como la Conjura del Harén, y al que, según las fuentes, se le obligó a suicidarse, posiblemente por estrangulación. Y luego dicen que la historia antigua no es interesante…
Resulta curioso que nadie se hubiera dado cuenta antes de que la momia de Ramsés III presenta un tajo delantero en el cuello de tal envergadura que, según el nuevo análisis, le cortó la tráquea y la carótida y le alcanzó la espina dorsal. Vamos, una herida mortal de necesidad y realizada con una hoja afilada y evidente mala leche. Hasta ahora se especulaba con la causa de la muerte e incluso un reconocido egiptólogo como Jean Yoyotte apuntaba en 1996 que la momia “no presenta huellas de violencia” (!). Es lo que tienen las momias: no paran de dar sorpresas; recordemos la alegría que nos proporcionó Tutankamón al recobrar su pene. Es cierto que la momia de Ramsés III llevaba el cuello muy tapado (con capas espesas de lino), como para no coger frío.
Los resultados de la nueva investigación los ha publicado el lunes pasado en el British Medical Journal un equipo encabezado por el paleopatólogo y antropólogo molecular Albert Zink, del Instituto para Momias y el Hombre de Hielo (que ya es centro) de Bolzano (Italia). Zink ha estudiado también al (des)congelado Ötzi y, en un contexto mucho menos frío, a las momias de la época de Amarna (Tutankamón y familia).
Los científicos realizaron tomografías computerizadas a los cuerpos de Ramsés III y la Momia Aullante (conocida también de manera menos descorazonadora como Hombre Desconocido E), que se encuentran en el Museo Egipcio de El Cairo, y les extrajeron muestras para análisis de ADN, cuyos resultados, afirman, “sugieren fuertemente” que son padre e hijo.
Ambas momias fueron descubiertas en 1881 en el escondite (cache) de Deir el Bahari, un popurrí de cuerpos embalsamados que los sacerdotes habían resepultado allí piadosamente tras siglos de saqueos (Ramsés III tiene su tumba original en el Valle de los Reyes, la KV11, la famosa de los arpistas ciegos). Maspero, el gran egiptólogo, desenrolló in situ a Ramsés III ya buscando heridas que probaran que no sobrevivió al mencionado complot palaciego.
Las fuentes del coup d’état ramésida son tres papiros: el papiro judicial de Turín y los papiros Rollin y Lee, más cortitos. Los textos nos hablan de una tremenda conspiración para asesinar al rey en la que estarían involucrados una reina secundaria, Tiy, y el hijo de esta, el citado Pentaura —al que se habría querido colocar en el trono en lugar del legítimo heredero—, así como otras esposas y una larga lista de funcionarios, muchos de ellos vinculados al harén real. El papiro de Turín nos proporciona nombres de esos “grandes criminales”, algunos presentados con seudónimos deshonrosos como el mayordomo (siempre hay uno en estas situaciones) Mesedsura, que significa “odiado de Ra”. En la lista de magnicidas hay seis inspectores del harén, un cargo sin duda de confianza. También había escribas, un capitán de arqueros nubio y un heraldo, que parecen ocupaciones menos distraídas.
La conjura incluía un levantamiento popular y el uso, probablemente menos efectivo, de magia negra, con el empleo de imágenes de cera. A los acusados se los juzgó por grupos, y 38 fueron condenados. Varios fueron obligados a suicidarse en el propio tribunal. Por las fuentes no sabemos si el faraón sobrevivió a la conspiración.
Ahora, el tajo del cuello, que no parece resultado de un descuido del barbero, y el complot parecen sumar dos y dos. Además, los científicos han hallado en la herida de la momia un amuleto wedjet (un ojo de Horus) que habría sido colocado para sanar ritualmente al faraón en la otra vida.
En cuanto a la Momia Aullante, cualquiera que la vea no puede dejar de pensar que le ocurrió algo muy grave. Los autores de la nueva investigación señalan indicios de estrangulamiento. El cuerpo además no fue momificado de manera usual, sino bastante cruda (!), y se lo cubrió con una ritualmente impura piel de cabra, lo que se interpreta como evidencia de un castigo eterno.
La idea de que esta fea momia pudiera ser el hijo asesino de Ramsés III ya la había adelantado en 2008 el ínclito Bob Brier (el arqueólogo estadounidense que fabricó una momia moderna con un cuerpo donado a la ciencia). También se había hecho notar que la expresión agónica del rostro podía deberse a que el individuo fue momificado en vida y se le vertió resina por la garganta…
Yo no sé ustedes, pero a mí todo el asunto me recuerda muchísimo al argumento de The mummy, la película de 1999 (aunque no sabemos si Tiy tenía la envergadura de la inolvidable Anck su Namun de Patricia Velásquez).
¿Y en toda esta historia dónde está Zahi Hawass?, se preguntarán. Bueno, la de Ramsés III era una de las investigaciones que se desarrollaban bajo su implacable mirada desde hace años y que, de culminar durante su mandato, él se hubiera encargado de protagonizar con gran despliegue mediático, sombrero incluido. De hecho, el diario egipcio Al Ahram le atribuye al antiguo ministro de Antigüedades el liderazgo del equipo que ha reabierto el viejo caso…
Tomado de http://cultura.elpais.com
Enrique IV de Castilla, el Impotente

Enrique IV de Castilla, el Impotente

Enrique IV de Castilla ha sido conocido como rey por el sobrenombre de El impotente, además de achacársele esta enfermedad, se le acusó de homosexual y algunas otras lindeces igual de negativas en la época y, por otra parte, habituales para desacreditar a reyes o grandes personajes con el fin de descalificarlos en las luchas por el poder entre las distintas facciones nobiliarias.
Enrique, sucede a su padre, Juan II de Castilla en 1454, se casó con Blanca de Navarra, a la que acabará repudiando y solicitando la anulación del matrimonio por no haberse consumado el mismo tras varios años de casamiento. Tras la anulación matrimonial se casa con Juana de Portugal, con quien tiene una hija, Juana.

Las luchas del rey con la nobleza castellana y su débil carácter le hacen ceder repetidamente a las presiones de la misma, la cual hace circular la leyenda de que su hija es ilegítima, por ser el rey impotente y se alude a la paternidad del valido del rey, Beltrán de la Cueva, de ahí el apodo de Juana la Beltraneja. El rey es depuesto por la parte de la nobleza en la llamada “farsa de Ávila” en la que entronizan a su hermanastro Alfonso, pero tras la muerte de éste, pocos años después, se ponen al lado de la hermana de éste, Isabel, la futura Isabel la Católica, hermanastra de Enrique, frente a los derechos al trono de su hija Juana. El rey se ve obligado a aceptar a Isabel (Tratado de los Toros de Guisando) con la condición de concertar él su matrimonio, hecho que Isabel no respetó al casarse con Fernando de Aragón en secreto, por lo que, enterado Enrique, proclamó a su hija Juana como heredera al trono jurando públicamente que era hija legítima. El país entró en una época de anarquía por las luchas entre las distintas facciones nobiliarias que apoyaban a uno u otro bando,  y a la muerte de Enrique, sucedida en 1474, se inicia una guerra civil entre los partidarios de Juana de Tratámara, la Beltraneja y los de su tía Isabel. Guerra que tendrá también tintes internacionales por el apoyo portugués a Juana y de Aragón a Isabel. Finalmente, la guerra acaba con la victoria de Isabel en 1479, que se convierte así en reina de Castilla con el nombre de Isabel I.

Gregorio Marañón realizó un ensayo sobre Enrique IV en 1930 basándose en las descripciones de las crónicas de la época y, fruto de ellas, señalaba que el rey debió de padecer un tumor en la hipófisis que le provocaría un crecimiento exagerado de las extremidades, así como de las manos y los pies, elevada estatura, encorvamiento, impotencia, infertilidad y otras anomalías. Lo que también es cierto es que las crónicas de la época están infestadas de bulos con el fin de desprestigiar a personajes poderosos en las luchas por el poder. Algo por lo demás, que sigue siendo habitual en nuestra época.

Por otra parte, los restos de Juana la Beltraneja no han sido hallados y no se ha podido corroborar, hoy día, la veracidad de las acusaciones que ponían en duda la paternidad de Enrique IV.

Como extremeño que soy, os diré que Enrique IV se encuentra enterrado en el Monasterio de Guadalupe (Cáceres), junto a otros miembros menores de la realeza castellana.

Enrique IV de Castilla, el Impotente

Enrique IV de Castilla, el Impotente

Enrique IV de Castilla ha sido conocido como rey por el sobrenombre de El impotente, además de achacársele esta enfermedad, se le acusó de homosexual y algunas otras lindeces igual de negativas en la época y, por otra parte, habituales para desacreditar a reyes o grandes personajes con el fin de descalificarlos en las luchas por el poder entre las distintas facciones nobiliarias.
Enrique, sucede a su padre, Juan II de Castilla en 1454, se casó con Blanca de Navarra, a la que acabará repudiando y solicitando la anulación del matrimonio por no haberse consumado el mismo tras varios años de casamiento. Tras la anulación matrimonial se casa con Juana de Portugal, con quien tiene una hija, Juana.

Las luchas del rey con la nobleza castellana y su débil carácter le hacen ceder repetidamente a las presiones de la misma, la cual hace circular la leyenda de que su hija es ilegítima, por ser el rey impotente y se alude a la paternidad del valido del rey, Beltrán de la Cueva, de ahí el apodo de Juana la Beltraneja. El rey es depuesto por la parte de la nobleza en la llamada “farsa de Ávila” en la que entronizan a su hermanastro Alfonso, pero tras la muerte de éste, pocos años después, se ponen al lado de la hermana de éste, Isabel, la futura Isabel la Católica, hermanastra de Enrique, frente a los derechos al trono de su hija Juana. El rey se ve obligado a aceptar a Isabel (Tratado de los Toros de Guisando) con la condición de concertar él su matrimonio, hecho que Isabel no respetó al casarse con Fernando de Aragón en secreto, por lo que, enterado Enrique, proclamó a su hija Juana como heredera al trono jurando públicamente que era hija legítima. El país entró en una época de anarquía por las luchas entre las distintas facciones nobiliarias que apoyaban a uno u otro bando,  y a la muerte de Enrique, sucedida en 1474, se inicia una guerra civil entre los partidarios de Juana de Tratámara, la Beltraneja y los de su tía Isabel. Guerra que tendrá también tintes internacionales por el apoyo portugués a Juana y de Aragón a Isabel. Finalmente, la guerra acaba con la victoria de Isabel en 1479, que se convierte así en reina de Castilla con el nombre de Isabel I.

Gregorio Marañón realizó un ensayo sobre Enrique IV en 1930 basándose en las descripciones de las crónicas de la época y, fruto de ellas, señalaba que el rey debió de padecer un tumor en la hipófisis que le provocaría un crecimiento exagerado de las extremidades, así como de las manos y los pies, elevada estatura, encorvamiento, impotencia, infertilidad y otras anomalías. Lo que también es cierto es que las crónicas de la época están infestadas de bulos con el fin de desprestigiar a personajes poderosos en las luchas por el poder. Algo por lo demás, que sigue siendo habitual en nuestra época.

Por otra parte, los restos de Juana la Beltraneja no han sido hallados y no se ha podido corroborar, hoy día, la veracidad de las acusaciones que ponían en duda la paternidad de Enrique IV.

Como extremeño que soy, os diré que Enrique IV se encuentra enterrado en el Monasterio de Guadalupe (Cáceres), junto a otros miembros menores de la realeza castellana.

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