Etiquetado: Rafael

Atribuyen a Rafael un cuadro desconocido, propiedad de un coleccionista privado de Córdoba

Atribuyen a Rafael un cuadro desconocido, propiedad de un coleccionista privado de Córdoba

'La Madonna de Foligno pequeña'
‘La Madonna de Foligno pequeña’
Un investigador de la Universidad de Granada ha atribuido al pintor renacentista Rafael un cuadro perteneciente a un coleccionista privado de Córdoba. El cuadro, denominado ‘La Madonna de Foligno pequeña’, reproduce una escena idéntica a ‘La Madonna de Foligno’, obra de Rafael que se exhibe en la Pinacoteca Vaticana, para la que habría servido como prototipo, ha informado este miércoles la Universidad de Granada.
Ha sido Luis Rodrigo Rodríguez Simón, profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada, quien ha identificado y atribuido de forma fehaciente la obra, cuyo autor hasta la fecha se desconocía, tras un minucioso estudio de varios años de duración.
Para ello, realizó sobre la pintura un estudio técnico-científico basado en la aplicación de una serie de técnicas instrumentales avanzadas y métodos científicos de análisis como rayos X, fotografía infrarroja, reflectografía infrarroja y fluorescencia de iluminación ultravioleta, entre otras técnicas.
La Virgen con el Niño
Al igual que en la original de la Pinacoteca Vaticana, cuyas dimensiones son de 320 por 194 centímetros, esta ‘Madonna de Foligno pequeña’ (93,5 por 66,5 centímetros) presenta una composición situada en un paisaje. Incluye un plano superior celeste en donde aparece la Virgen con el Niño y otro terrenal en el que figuran San Juan Bautista, San Francisco de Asís, San Jerónimo, Segismundo de Conti, camarlengo del papa Julio II y mandatario de la obra, y un querubín centrando la composición.
El cuadro llegó a Córdoba a finales del siglo XIX procedente de Francia y, según ha desvelado el estudio estratigráfico, fue cambiado de soporte desde la madera originaria al lienzo actual en la segunda mitad del siglo XIX. El cambio de soporte obedeció al hecho de que se detectó una preparación constituida por varias capas de blanco de plomo dispuestas sobre un conjunto de tres lienzos, que responden a los sistemas de transposición de soporte efectuados en el siglo XIX en Francia. Este mismo cambio se realizó sobre otras obras de Rafael, como ‘El éxtasis de Santa Cecilia’ (Pinacoteca Comunale de Bolonia) y también sobre ‘La Madonna de Foligno’ (Pinacoteca Vaticana).
El investigador descubrió ocultos dos fragmentos de papel adheridos al bastidor que confirman que el cambio de soporte fue realizado en Francia. El primero está escrito en lengua francesa con tinta gálica, y en él aparece la fecha «16 Avril» y el año 1888. En el otro ha aparecido un trozo de texto con letra de imprenta que corresponde a una hoja del catálogo de obras de arte publicadas para su venta a través de la casa de subastas Hotel Drouot de París, impreso en 1872.Según el investigador, este modo de trabajar con instrumentos de dibujo diferentes, desde la tiza al pincel, se ha encontrado en muchas obras de Rafael Sanzio, el famoso pintor renacentista.
Además, el estudio realizado ha hallado una correspondencia directa entre el dibujo subyacente de la cabeza de la Virgen que aparece en esta pintura, y un dibujo sobre papel del British Museum de Londres conocido como ‘Estudio para la cabeza de la Virgen’, lo que pone de manifiesto que ambos fueron realizados por Rafael. 
En ‘La pequeña Madonna de Foligno’ existen dos letras pintadas como decoración en la bocamanga de la túnica de la Virgen, que reproducen las letras mayúsculas ‘R’ y ‘U’, iniciales del nombre de Raffaello de Urbino. Según el profesor, Rafael dejó estampada una rúbrica similar en la decoración que forma parte del brocado que adorna la bocamanga de la túnica de la Virgen en su composición original de la Pinacoteca Vaticana con el mismo tema. También se han descubierto las primeras letras del nombre de Raffaello o Raphael y el año 1507, realizados de forma incisa cuando la pintura estaba fresca, sobre el color de carnación de la mano derecha de la Virgen. EFE
EFE, Atribuyen a Rafael un cuadro desconocido, EL PERIÓDICO, 9 de enero de 2014
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Atribuyen a Rafael un cuadro desconocido, propiedad de un coleccionista privado de Córdoba

Atribuyen a Rafael un cuadro desconocido, propiedad de un coleccionista privado de Córdoba

'La Madonna de Foligno pequeña'
‘La Madonna de Foligno pequeña’
Un investigador de la Universidad de Granada ha atribuido al pintor renacentista Rafael un cuadro perteneciente a un coleccionista privado de Córdoba. El cuadro, denominado ‘La Madonna de Foligno pequeña’, reproduce una escena idéntica a ‘La Madonna de Foligno’, obra de Rafael que se exhibe en la Pinacoteca Vaticana, para la que habría servido como prototipo, ha informado este miércoles la Universidad de Granada.
Ha sido Luis Rodrigo Rodríguez Simón, profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada, quien ha identificado y atribuido de forma fehaciente la obra, cuyo autor hasta la fecha se desconocía, tras un minucioso estudio de varios años de duración.
Para ello, realizó sobre la pintura un estudio técnico-científico basado en la aplicación de una serie de técnicas instrumentales avanzadas y métodos científicos de análisis como rayos X, fotografía infrarroja, reflectografía infrarroja y fluorescencia de iluminación ultravioleta, entre otras técnicas.
La Virgen con el Niño
Al igual que en la original de la Pinacoteca Vaticana, cuyas dimensiones son de 320 por 194 centímetros, esta ‘Madonna de Foligno pequeña’ (93,5 por 66,5 centímetros) presenta una composición situada en un paisaje. Incluye un plano superior celeste en donde aparece la Virgen con el Niño y otro terrenal en el que figuran San Juan Bautista, San Francisco de Asís, San Jerónimo, Segismundo de Conti, camarlengo del papa Julio II y mandatario de la obra, y un querubín centrando la composición.
El cuadro llegó a Córdoba a finales del siglo XIX procedente de Francia y, según ha desvelado el estudio estratigráfico, fue cambiado de soporte desde la madera originaria al lienzo actual en la segunda mitad del siglo XIX. El cambio de soporte obedeció al hecho de que se detectó una preparación constituida por varias capas de blanco de plomo dispuestas sobre un conjunto de tres lienzos, que responden a los sistemas de transposición de soporte efectuados en el siglo XIX en Francia. Este mismo cambio se realizó sobre otras obras de Rafael, como ‘El éxtasis de Santa Cecilia’ (Pinacoteca Comunale de Bolonia) y también sobre ‘La Madonna de Foligno’ (Pinacoteca Vaticana).
El investigador descubrió ocultos dos fragmentos de papel adheridos al bastidor que confirman que el cambio de soporte fue realizado en Francia. El primero está escrito en lengua francesa con tinta gálica, y en él aparece la fecha «16 Avril» y el año 1888. En el otro ha aparecido un trozo de texto con letra de imprenta que corresponde a una hoja del catálogo de obras de arte publicadas para su venta a través de la casa de subastas Hotel Drouot de París, impreso en 1872.Según el investigador, este modo de trabajar con instrumentos de dibujo diferentes, desde la tiza al pincel, se ha encontrado en muchas obras de Rafael Sanzio, el famoso pintor renacentista.
Además, el estudio realizado ha hallado una correspondencia directa entre el dibujo subyacente de la cabeza de la Virgen que aparece en esta pintura, y un dibujo sobre papel del British Museum de Londres conocido como ‘Estudio para la cabeza de la Virgen’, lo que pone de manifiesto que ambos fueron realizados por Rafael. 
En ‘La pequeña Madonna de Foligno’ existen dos letras pintadas como decoración en la bocamanga de la túnica de la Virgen, que reproducen las letras mayúsculas ‘R’ y ‘U’, iniciales del nombre de Raffaello de Urbino. Según el profesor, Rafael dejó estampada una rúbrica similar en la decoración que forma parte del brocado que adorna la bocamanga de la túnica de la Virgen en su composición original de la Pinacoteca Vaticana con el mismo tema. También se han descubierto las primeras letras del nombre de Raffaello o Raphael y el año 1507, realizados de forma incisa cuando la pintura estaba fresca, sobre el color de carnación de la mano derecha de la Virgen. EFE
EFE, Atribuyen a Rafael un cuadro desconocido, EL PERIÓDICO, 9 de enero de 2014
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Ronda nocturna con Javier Sierra por el Museo del Prado: siete cuadros esenciales

Ronda nocturna con Javier Sierra por el Museo del Prado: siete cuadros esenciales

4. La transfiguración (Rafael)
La última pintura del maestro de Urbino, tenía 34 años solamente cuando murió, es «La transfiguración». Cuando fue enterrado, encima de su catafalco fue colocado este cuadro. 
Detalle inferior de La transfiguración, de Rafael
Detalle inferior de La transfiguración, de Rafael
Es bastante excepcional en la historia de Rafael, es casi un tratado de cómo este mundo se comunica con el otro: «En la parte superior está Jesucristo, flanqueado por Elías y por Moisés. En la parte terrestre, en la inferior, todo repleto de apóstoles, pero ninguno ve lo que está sucediendo. Ninguna mirada está puesta sobre escena impresionante, que está teniendo lugar sobre sus cabezas, excepto una de un personaje que no está descrito en los Evangelios y que es el niño descrito como el poseído, el endemoniado, es un niño al que le están apuntando la mayoría de los dedos. Ese niño tiene un ojo puesto en la parte superior de la escena y otro en la inferior. El estrabismo está muy forzado marcando que es el único de toda la escena capaz de ver lo que ocurre en las dos partes de la representación. Es más, un brazo apunta el cielo y otro a la tierra marcando claramente el eje hacia el que debemos mirar. A una pequeña lección: en medio de la escena aparece una mujer, de espaldas, que es una representación de Sofía, de la sabiduría clásica, y esa mujer tiene sus manos con sus dos índices apuntando al niño, invitándonos claramente que a través de la Sofía, de la sabiduría, se puede llegar a comprender la existencia de nuestros mundos y localizar aquellos que son capaces de ver nuestros mundos. 
¿Por qué Rafael en el último tramo de su vida se preocupa por esto? Todo tiene que ver con sus lecturas. En el Maestro del Prado lo que se presenta también es la existencia de libros, manuscritos, alguno de ellos nunca impreso, que sirvieron de inspiración a muchos pintores para comunicar mundos. Ese libro, el eje intelectual del Maestro del Prado, es el Apocalipsis Nova, una de cuyas copias se conserva en el Monasterio del Escorial. Y se da la casualidad de que el oficio de tinieblas, el sepelio de Rafael, se celebró en la Iglesia de Roma donde se abrió por primera vez la Cristiandad. Nada es casual.

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Ronda nocturna con Javier Sierra por el Museo del Prado: siete cuadros esenciales

Ronda nocturna con Javier Sierra por el Museo del Prado: siete cuadros esenciales

4. La transfiguración (Rafael)
La última pintura del maestro de Urbino, tenía 34 años solamente cuando murió, es «La transfiguración». Cuando fue enterrado, encima de su catafalco fue colocado este cuadro. 
Detalle inferior de La transfiguración, de Rafael
Detalle inferior de La transfiguración, de Rafael
Es bastante excepcional en la historia de Rafael, es casi un tratado de cómo este mundo se comunica con el otro: «En la parte superior está Jesucristo, flanqueado por Elías y por Moisés. En la parte terrestre, en la inferior, todo repleto de apóstoles, pero ninguno ve lo que está sucediendo. Ninguna mirada está puesta sobre escena impresionante, que está teniendo lugar sobre sus cabezas, excepto una de un personaje que no está descrito en los Evangelios y que es el niño descrito como el poseído, el endemoniado, es un niño al que le están apuntando la mayoría de los dedos. Ese niño tiene un ojo puesto en la parte superior de la escena y otro en la inferior. El estrabismo está muy forzado marcando que es el único de toda la escena capaz de ver lo que ocurre en las dos partes de la representación. Es más, un brazo apunta el cielo y otro a la tierra marcando claramente el eje hacia el que debemos mirar. A una pequeña lección: en medio de la escena aparece una mujer, de espaldas, que es una representación de Sofía, de la sabiduría clásica, y esa mujer tiene sus manos con sus dos índices apuntando al niño, invitándonos claramente que a través de la Sofía, de la sabiduría, se puede llegar a comprender la existencia de nuestros mundos y localizar aquellos que son capaces de ver nuestros mundos. 
¿Por qué Rafael en el último tramo de su vida se preocupa por esto? Todo tiene que ver con sus lecturas. En el Maestro del Prado lo que se presenta también es la existencia de libros, manuscritos, alguno de ellos nunca impreso, que sirvieron de inspiración a muchos pintores para comunicar mundos. Ese libro, el eje intelectual del Maestro del Prado, es el Apocalipsis Nova, una de cuyas copias se conserva en el Monasterio del Escorial. Y se da la casualidad de que el oficio de tinieblas, el sepelio de Rafael, se celebró en la Iglesia de Roma donde se abrió por primera vez la Cristiandad. Nada es casual.

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Rafael, las pasiones de un genio,

Rafael, las pasiones de un genio,

Fornarina, la célebre amante de Rafael
Fornarina, la célebre amante de Rafael

La felicidad vende por lo general
peor que la desgracia, salvo si en el relato dichoso entra en juego el
final injusto y abrupto. Rafael disfrutó de una vida plena de alegrías
y de éxito, pero que, ay, resultó demasiado corta. Corta, pero
suficiente para que su arte se considere insuperable aun hoy, casi
cinco siglos después de su muerte. Falleció a los 37 años en Roma, su
ciudad de adopción, por causas un tanto peregrinas que han acabado en
el gran anecdotario de la cultura occidental achacadas a su legendaria
fogosidad. Hasta tal punto abusó de los placeres sexuales junto a su
amante, la Fornarina, que llegó a casa un día tan falto de fuerzas que
precisó atención. Un error de cálculo médico, relatan las crónicas de
la época, acabó por darle la puntilla y, tras varios días consumido por
una devastadora fiebre, se fue el Viernes Santo de aquel año de 1520
(¡el mismo día de su nacimiento en 1483!). Roma se despertó bañada en
lágrimas por la desaparición de su mejor pintor, del intelectual más
refinado y sensual, del campeón de todos los ingenios, del más afinado
notario del incomparable sueño renacentista.

Pandolfo
Pico, embajador de Isabella d’Este en Roma, describió el “grandísimo y
universal abatimiento por la pérdida de la esperanza de las cosas
grandísimas que de él se aguardaban”. Hasta los fenómenos inexplicables
pusieron de su parte; una grieta, como consigna Antonio Forcellino en
la novelesca biografía Rafael.
Una vida feliz
 (Alianza),
se abrió en el palacio del Vaticano en aparente respuesta sobrenatural
al hecho luctuoso, lo que obligó al Papa a abandonar sus apartamentos.
En
realidad, Rafael pudo morir de malaria o por una intoxicación del plomo
contenido en la pintura que empleaba. Pero ¿quién necesita una
explicación empírica ante un relato mitológico tan bien redondeado?
Debida
a esto o a aquello, su muerte marcó en cierto modo el principio del fin
del esplendor renacentista de Roma. Atraído por sus sensuales placeres
y por las huellas seductoras de la recién descubierta Antigüedad, el
joven y desconocido pintor de 25 años había llegado en 1508 desde
Florencia. Le precedía una fama ganada a pulso gracias a su don de
gentes, esa capacidad para la amable intriga y el deslumbrante trabajo
desarrollado en Urbino y Umbría, cuando, tras la repentina muerte de su
progenitor, Giovanni Santi, al chico le tocó siendo un niño hacerse
capitán del barco artístico del taller de su Urbino natal.
A
la Ciudad Eterna llegó requerido por el papa Julio II, en respuesta a
una llamada que el ambicioso Rafael llevaba tiempo queriendo recibir;
la Roma deseosa de sacudirse el polvo de la ignominia sembrada por el
papa español Alejandro VI era el sitio indicado para alguien como él.
'Santa Cecilia', una de las piezas más interesantes de la exposición / PINACOTECA NACIONAL DE BOLONIA
‘Santa Cecilia’  / PINACOTECA NACIONAL DE BOLONIA

Junto
a Julio II y su sucesor, León X, el artista contribuyó a construir el
relato de un tiempo para el que su muerte sirvió de punto y aparte, que
se haría final en 1527 con el Saco de Roma. “La entrada de los soldados
luteranos supuso un simbólico cierre al Renacimiento”, explicaba
recientemente Miguel Falomir en la estancia de Constantino, una de las
cuatro habitaciones papales pintadas por Rafael y su taller (en este
caso, sobre todo por su taller). Para demostrarlo, el máximo experto
del Prado en pintura italiana hasta 1700 señalaba, con el museo
vaticano cerrado, las huellas dejadas por los invasores, una suerte de
grafitis del siglo XVI en la logia de Rafael, sublime terraza
particular de León X y lugar habitualmente hurtado a los ojos del
público. La entrada la había franqueado Antonio Paolucci, director de
la institución vaticana, tras sentenciar: “¿Los dos mejores pintores de
la historia? ¡Velázquez y Rafael!”.


Como
una cápsula de ese tiempo
 y
de aquellas circunstancias biográficas irrepetibles se presenta la
muestra El último
Rafael,
 reunión de
40 pinturas y 30 dibujos con la que, desde el 12 de junio, el Museo del
Prado indagará junto con el Louvre en el estilo tardío del genio.
Prometen una de esas exposiciones que, como suele decir la crítica
anglosajona, aspiran a definir una generación.
Además
de una ocasión única para contemplar un número insospechado de joyas
provenientes de dos de las mejores colecciones del artista del mundo (y
no solo de esas, también hay préstamos tan importantes como la Santa Cecilia de la Pinacoteca Nacional
de Bolonia), la muestra aporta la novedad de atreverse con la etapa
última de nuestro hombre, habitualmente poco explorada. Y a menudo
denostada: Rafael, acaso el pintor más influyente de todos los tiempos,
también ha sido víctima de los mayores malentendidos. Cuando en el
siglo XIX corrientes de creadores academicistas italianos y alemanes,
así como los prerrafaelitas, recuperaron su obra, confundiendo ese
torrente de creatividad en continua evolución con una traición a los
ideales del principio de su carrera y despreciaron sus años romanos.
¿Por
qué? Precisamente por eso que pretenden celebrar los comisarios Tom
Henry y Paul Joannides, dos de los mayores expertos de Rafael en el
mundo, en quienes humildemente han delegado las labores de especialista
Falomir y Vincent Delieuvin, supervisores desde el Prado y el Louvre.
La exposición es tanto sobre Rafael como sobre su taller, verdadera
factoría de 50 trabajadores cuyos designios rigió el genio con astucia
de buen jefe (sí, en eso también era excepcional). Una máquina de
aceptar encargos en la que las ideas partían de una sola cabeza, pero
la ejecución se dejaba en manos de pintores que trascendían al mero
aprendiz, sobre todo en los casos de Giulio Romano y Giovanni Francesco
Penni.
La muestra esconde un trabajo de cinco
años. Y el catálogo aspira a condicionar los estudios rafaelitas por
una buena temporada. En la lista de las obras incluidas se avanzan
atribuciones que darán que hablar en el mundo académico. Se brindará
también una interesante reflexión sobre la autoría, al colocar el foco
en la calidad más que en la mera firma y situar el final después de la
muerte de Rafael: en el conjunto destaca una sección, desgajada
espacialmente del resto, de obras en torno a La transfiguración, copia
propiedad del Prado terminada entre 1520 y 1528 por el taller de Romano
yPenni. La original, conservada en la pinacoteca vaticana y considerada
una obra cumbre del artista, no puede viajar.

“Es una exposición sobre el modo en que funcionaba la mente de Rafael y
cuán precisas eran sus instrucciones para que otros culminasen el
trabajo, de las que conservamos valiosa información en los dibujos y
cartones”, aclara con quirúrgica precisión británica el comisario Tom
Henry. La razón de que Rafael cediera tanto protagonismo a sus
colaboradores halla su explicación, por un lado, en la misma manera en
que funcionaban los talleres de la época (alejada sin duda de la idea
romántica del artista solitario que se pelea de principio a fin con su
obra). Por otro, en la escasa capacidad del genio de Urbino de decir
que no a los encargos.

'Bindo Altovitti'
‘Bindo Altovitti’

Para
el Vaticano, el taller pintó cuatro estancias gigantescas que fueron
aumentando en complejidad técnica y emoción artística, además de la
mencionada logia, una loggetta y una stufetta. Rafael
sabía bien a quién debía lealtad, como se puede comprobar en las
representaciones que de sus patrones (y de sí mismo) fue dejando caer
en los frescos de las estancias. Después de todo, fue Julio II quien
permitió la materialización de su sueño romano. Llegó al Vaticano
recomendado por un pariente lejano, el arquitecto Donato Bramante. La
idea inicial era que participase junto a otros artistas en la
decoración de la biblioteca personal de Julio II. Cuando este vio de lo
que Rafael era capaz, mandó echar a los demás para confiarle todo el
trabajo al recién llegado.

El
imprevisible pontífice, cuya mayor aspiración, además de las conquistas
militares, fue pisotear la memoria de su antecesor, supo entender que
el arte podía ser un fenomenal vehículo propagandístico. Vivía la
increíble destreza de Rafael como una victoria moral sobre el nefasto
papa borgia Alejandro VI, que encargó la decoración de sus apartamentos
a un más modesto Pinturicchio.
Uno
de los cuadros más inquietantes de Rafael sigue siendo el retrato que
hizo de Julio II (1512) y que se guarda en la National Gallery de
Londres. En él se ve al pontífice con una larguísima barba, fruto de un
juramento. El que, preso de la obcecación militar, se hizo a sí mismo
de no afeitarse hasta vencer al ejército de Ferrara y expulsar de
Italia a los invasores franceses. En los ojos se adivina la melancolía
por la derrota militar, sí, pero también un claro mensaje: el Papa,
cuya actitud belicosa había sido afeada hasta por Erasmo de Rotterdam,
conservaba el gesto apacible del que solo disfrutan los practicantes de
la profunda vida espiritual.
Cuando
Julio II murió, en 1513, su sucesor, León X, más inclinado a los
placeres terrenales y cinegéticos que a presentar batalla, no vio la
necesidad de alterar el statu
quo
 artístico y
financiero que encontró. Quizá porque Agostino Chigi, apasionado
banquero sienés y empleador predilecto de Rafael, le recibió en su
pontificado con un préstamo de 75.000 ducados.
Para
Chigi, que perdía y recobraba la amistad con Julio II como van y vienen
los valores bursátiles, Rafael pintó una de sus obras cumbres al
fresco: la Logia de
Psiche,
 en Villa
Farnesina. Con música barroca de fondo y la luz primaveral del
ajetreado Trastevere inundándolo todo a través de los ventanales de la
terraza cubierta, Gabriele Finaldi, director adjunto del Prado,
detallaba en una reciente visita a Roma, y con su contagioso interés
por las historias de la pintura antigua, algunas de la excentricidades
de Chigi, que dan una idea del ambiente de despreocupación en el que
Rafael vivió sus años de plenitud. “Cuentan que en las comidas aquí
celebradas se empleaba una vajilla de oro que luego se tiraba al Tíber.
Luego, al parecer, se recogía con una red tendida previamente en el
fondo del río”.
Cartón para la lapidación de san Esteban
Cartón para la lapidación de san Esteban

No
fue aquel el único desprecio a la mesura que contemplaron estas
paredes. Giorgio Vasari, pintor y arquitecto que sin embargo alcanzó la
inmortalidad como el primer historiador del arte, cuenta en el tratado
publicado en 1550 Las
vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimbabue a nuestros tiempos
 (Cátedra) que Chigi se vio
obligado a colocarle a Rafael una cama para que terminase el encargo
que se le había hecho sin dejar de atender sus impulsos sexuales.

“Rafael
era una persona muy enamoradiza y aficionada a las mujeres, siempre
dispuesto a servirlas”, escribió Vasari, tipo dado a la discreción,
pero obligado por los célebres amoríos del genio, aventuras en las que
contaba con la complicidad de su íntimo amigo Giulio Romano. Dos
cuadros del pintor destacan sobre los demás en su incesante búsqueda
del ideal de belleza femenina. Retrato
de mujer,
 conocido
como La Velada (hoy en Florencia), y La Fornarina, pintado en un gesto de
extremada sensualidad y conservado en la Galería Nacional de Arte
Antiguo de Roma, en el Palacio Barberini.
Solucionarle la logística amatoria no
era la única manera de atizar a Rafael. También funcionaba el truco de
enfrentarle continuamente al arte de sus enemigos, ardid por lo demás
muy extendido entre los mecenas del Renacimiento. Contra Sebastiano del
Piombo se vio arrojado por ejemplo durante la decoración de la
Farnesina y ante el encargo del que sería su último cuadro, La transfiguración, destinado a presidir
inacabado su funeral en el Panteón romano, donde hoy descansan sus
restos acompañados del epitafio “Esta es la tumba de Rafael, en cuya
vida la Madre Naturaleza temió ser vencida por él y a cuya muerte ella
también murió”.
Cierto
es que Del Piombo nunca pareció rival de la misma altura de su maestro
Miguel Ángel. Es célebre la anécdota que cuenta que Rafael cambió su
forma de atacar los frescos de las estancias vaticanas cuando Bramante
le permitió ver sin permiso parte del trabajo de su contrincante en la
Capilla Sixtina. Siempre estuvo nuestro hombre presto a competir,
atento al trabajo de Leonardo y de otros. “Sentía pánico a la
obsolescencia”, explicó Falomir durante un paseo por la Pinacoteca
vaticana, “desde el día en que vio cómo Perugino, con quien se formó,
pasó de ser un gran pintor a un mero condenado a la irrelevancia”.
Guiado
por la luz de aquella revelación, no descansó hasta verse solo en la
cúspide de los artistas de Roma. Sucedió a la llegada de León X (a
quien también retrató, aunque luciese un gesto ciertamente más
bobalicón). Hacia 1514, Miguel Ángel, aislado por su ingobernable
temperamento, se hallaba enfrascado en una de sus titánicas tareas
escultóricas. Y Leonardo (tercer vértice de la santísima trinidad del
Renacimiento descrita por Falomir), de quien, según Delieuvin, Rafael
estudió atentamente el segundo cartón de la Santa Ana durante su estancia en
Florencia, era un anciano superado por la ambición de sus obsesiones
científicas. Entonces, el pobre chico de Urbino fue invitado a suceder
a Bramante, muerto ese año, como jefe de antigüedades de Roma y pudo
dar rienda suelta a otra de sus grandes pasiones: la arqueología.
Al
nombramiento siguieron tiempos de enorme actividad para Rafael, años de
ideas esbozadas que otros se encargaban de culminar. “Todo el mundo
comprendió, no solo en Roma, la máxima que dice que si quieres ver algo
terminado con rapidez, debes encargárselo a un hombre ocupado”, afirma
Tom Henry. “En esta época solo se puede certificar la autoría al 100%
de los cuadros que pintó de sus amigos y benefactores”. Entre ellos,
tres de las estrellas de la exposición, los retratos de Baldassarre
Castiglione (1519) y el autorretrato con Giulio Romano, y el de Bindo
Altoviti (1516-1518), provenientes del Louvre y de la National Gallery
de Washington.
Estas
piezas, pero sobre todo la imponente La
transfiguración,
 ofrecen
la poderosa tentación de imaginar qué habría podido salir del pincel de
Rafael de no haber sucumbido tan joven a su propia leyenda. Incluso
Henry, cuya religión, “el pensamiento positivo anglosajón”, no le
permite esta clase de aventuras en los resbaladizos terrenos del
arte-ficción, se atreve a considerar que, si no hubiera muerto, la
evolución del arte occidental se habría ahorrado unos 80 años.
‘El
último Rafael’ ocupará las salas del Prado entre el 12 junio
y el 16 de septiembre.

Iker Seisdedos: Rafael, las pasiones de un genio, EL PAÍS, 3 de junio de 2012
Visita a Rafael antes de su viaje a Madrid

Visita a Rafael antes de su viaje a Madrid

Giorgio Vasari, pintor y arquitecto del Cinquecento que sin embargó
quedó para la posteridad como el primer historiador del arte, disfrutaba
con un buen chisme biográfico. En su clásico de 1550 Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimbabue a nuestros tiempos
(Cátedra) consignó célebremente las causas de la muerte de Rafael: “Y
así, extralimitándose en sus placeres amorosos, sucedió que una de las
veces cometió más excesos de lo habitual y volvió a casa con mucha
fiebre. Los médicos creyeron que había sufrido una insolación (…)
imprudentemente, le extrajeron sangre”.
En efecto, la fogosidad acabó en 1520 a los 37 años, un viernes
santo, “el mismo día que había nacido”, con el gran pintor del
Renacimiento italiano, quien tenía serias dificultades para decir que no
en la cama de su amante, la «insaciable» Fornarina. Y no solo entre
aquellas sábanas. La incontenible propensión a aceptar encargos
artísticos es uno de los temas centrales de la exposición El último Rafael,
cuya inauguración prevé el Museo del Prado (en colaboración con el
Louvre y la Fundación AXA) para el 12 de junio. La muestra reunirá 70
piezas (entre dibujos y pinturas, suyos y de sus discípulos) y se
centrará en sus tradicionalmente denostados años de esplendor romano,
entre 1513 y 1520.

Un grupo de personas contempla la ‘La Transfiguración’, de Rafael / Kote Rodrigo (EFE)

 “Una época en la que decía a todo que sí, como arquitecto, arqueólogo
y pintor, y luego ya veía cómo cumplía. Con su propia mano, en el caso
de retratos importantes o de seres queridos, como el de Baltasar
Castiglione, los ojos azules más impresionantes de la historia, y si no,
con la ayuda de su taller, que llegó a contar con 50 empleados”,
aseguró el martes en la Logia de Rafael Miguel Falomir, jefe de
departamento de pintura italiana de la pinacoteca madrileña. Sus
explicaciones eran seguidas por Arnold Nesselrath, responsable de
conservación desde hace 35 años de los Museos Vaticanos, y por la
silenciosa mirada de un guardia suizo cuya presencia marcaba los límites
entre la contemplación artística y los asuntos de estado de Benedicto
XVI.

Asomada a la milenaria Roma y decorada al fresco por el pintor y los
suyos entre 1518 y 1519, la terraza del apartamento del papa León X es
hoy es uno de esos lugares repletos de tesoros que rara vez abren su
puerta (por lo demás angosta y casi inadvertida en una esquina de la
Estancia de Constantino) al público del Vaticano. También resultaba para
Falomir un inmejorable ejemplo de cómo funcionaban las cosas en la
factoría Rafael en los tiempos que pretende acotar la muestra del Prado
(comisariada bajo su coordinación y la del conservador del Louvre
Vincent Deleuvin por los ingleses Paul Joannides y Tom Henry): la idea y
las correcciones (siempre que la pronta evaporación de los frescos las
permitieran) eran del genio de Urbino, que si se decidía firmar
estampaba un Raphael Urbinas; el estuco a la antigua corría a cargo de
Giovanni da Udine; y la confianza pictórica se depositaba en Giulio
Romano o en Giovanni Penni.
Una de las cuatro Estancias pintadas por Rafael en sus últimos años, que se encuentran en el Palacio Apostólico del Vaticano / Kote Rodrigo (EFE)
Una de las cuatro Estancias pintadas por Rafael
 en sus últimos años, que se encuentran en el Palacio
  Apostólico del Vaticano. Kote Rodrigo (EFE)

La explicación a cómo un joven artista recién llegado a Roma y de
escasa experiencia se convirtió en el favorito de dos papas y en “el
pintor más influyente de todos los tiempos” hay que buscarla a pocos
metros de aquí, en la Signatura, primera de las célebres estancias
pintadas por Rafael. Cuando Julio II se hizo con el poder celestial en
1507, vio claro el modo de marcar diferencias con su antecesor,
Alejandro VI, “un apóstata y un judío sin circuncidar”, que encargó la
decoración de sus dominios a Pinturicchio. Julio II hizo venir a algunos
de los mejores pintores de Italia y les confió el embellecimiento de su
biblioteca, pero al ver el trabajo de Rafael, que llegaba recomendado
por Bramante, pariente lejano, ya no tuvo ojos para otro artista.

En el Vaticano, Rafael y su taller pintarían cuatro estancias (la de
la Signatura, la de Heliodoro, la del Incendio del Borgo y la de
Constantino), además de la logia de León X, una logietta y una stufetta
(un baño) para el cardenal. En la estancia de Signatura, lugar de la
famosa Escuela de Atenas, donde él mismo parece contemplarnos desde dos
lugares distintos, ya se encuentran las claves de un estilo basado en un
vastísimo repertorio tanto de composiciones (que van creciendo en
virtuosismo y capacidad de fascinación y cuentan con cumbres como la
primera pintura a oscuras de la historia), como de personajes: su pincel
era capaz de todos los tipos humanos.
Esto le convirtió durante siglos en el mejor espejo donde los
aprendices de pintor podían mirarse, pero también acarreó, según
Falomir, el malentendido de ser confundido con un artista académico. Su
enorme influencia alcanzó su paroxismo en el XIX cuando movimientos
academicistas en Italia y Alemania, así como los prerrafaelitas (en eso
también resulta excepcional; es el único artista que ha dado nombre a
una escuela) reivindicaron su producción temprana y despreciaron la que
llenará las salas del Prado.
También se hizo patente desde muy temprano su obsesión por evitar la
obsolescencia, rasgo definitorio de su personalidad, según Gabriele
Finaldi. El director adjunto del Prado lo había explicado esa mañana
rabiosamente primaveral en la solemne majestuosidad del Panteón y ante
la tumba de Rafael, que lucía una corona de flores depositada por los
alumnos de la Accademia Raffaello Urbino.
Es tan célebre su rivalidad con Miguel Ángel, que trabajaba en los
frescos de la Capilla Sixtina al mismo tiempo que él en las estancias,
como el episodio que cuenta que nada volvió a ser igual en su concepción
del arte desde el día en que Bramante le permitió ver a hurtadillas
parte del trabajo de su enemigo antes de su conclusión. Al menos, le
quedó el consuelo de diseñar la serie de tapices destinados a acompañar
la obra magna de Miguel Ángel y que desaparecieron (solo para ser
recobrados en parte) en el Saco de Roma de 1527 a manos de los mismos
soldados que decoraron porciones de las estancias con grafittis del Renacimiento aun visibles.
No fue Miguel Ángel el único artista contra el que pintó Rafael. Para
asegurar que priorizaría su encargo de La transfiguración (1517-1520),
propiedad de la Pinacoteca Vaticana, Julio de Médicis pidió para la
misma iglesia de Narbona una pieza (La resurrección de Lázaro,
hoy en la National Gallery) a su archicontricante Sebastiano del Piombo,
discípulo de Miguel Ángel. Rafael no terminó la colosal tabla (que
acabó presidiendo su funeral), pero se empleó a fondo en ella. Tanto,
que para Falomir, sirve de compendio de la pintura de Rafael, así como
de invitación a pensar que, de no haber fallecido tan joven, “el arte se
habría ahorrado cien años”.
La transfiguración, impedida para viajar, estará presente en
la muestra del Prado gracias a la copia del museo hecha por el taller
de Romano y Penni, que continuaron su vida de artistas sin el príncipe
Rafael, que al parecer fue también un buen jefe y un tipo con gran don
de gentes. La tabla se acompañará de obras relacionadas en una sala
aparte.
El resto de la exposición se centra en la producción realizada por el
genio fuera de los muros vaticanos y muy a menudo en el resbaladizo
terreno de la autoría compartida. Entre las estrellas figurarán las ocho
obras maestras, ocho tablas transferidas a lienzo (caprichos de la era
napoleónica) que posee el Prado y que llegaron, como en el caso de El Pasmo de Sicilia,
que se restaura estos días en los talleres de la pinacoteca madrileña,
desde los dominios españoles del sur de Italia. Con el conjunto, Falomir
se propone fijar este periodo como “el más influyente de Rafael”.
Para todo lo demás, siempre quedará una visita a la capital italiana,
la gran inspiración del artista. Lejos de las intrigas vaticanas, el
genio ejerció de jefe de antigüedades de la ciudad (“buscó Roma en Roma,
y la encontró”, escribió el poeta Celio Calcagnini), proyectó la Villa
Madama a las afueras, y pintó entre 1515 y 1517 los frescos de la Loggia
de la Psiche en la deliciosa Villa Farnesina, un oasis en el bullicioso
Trastevere. Capricho del banquero sienés Agostino Chigi, resulta otro
buen ejemplo de las dificultades para decir que no de Rafael, de nuevo
consignadas por Vasari: “No podía atender bien este encargo, debido al
amor que le tenía a una mujer”. Chigi, desesperado, instaló una cama en
el lugar. “Logró que ella estuviera con él continuamente (…), gracias a
lo cual se pudo terminar el trabajo”.
Iker Seisdedos, Madrid: Visita a Rafael antes de su viaje a Madrid, EL PAÍS, 12 de mayo de 2012
Nuevos hallazgos en la «Madonna del Gran Duque» de Rafael

Nuevos hallazgos en la «Madonna del Gran Duque» de Rafael

Un análisis con rayos X ha demostrado que el fondo oscuro que aparece en uno de los cuadros más famosos de Rafael, la «Madonna del Gran Duque», no es original, sino que se añadió posteriormente. Al menos hasta el siglo XVII, en la pintura, que se conserva en el Palacio Pitti de Florencia, eran visibles estructuras arquitectónicas y un paisaje. Rafael pintó esta famosísima Virgen de gran dulzura, imagen eterna de la maternidad, poco después de su llegada a Florencia, en 1505. Sobrecoge su belleza y en ella destaca la cualidad de Rafael para dotar de apariencia divina a sus personajes.

1. Virgen con el Niño; 2. Balaustrada; 3. Paisaje; 4.
Estructura arquitectónica; 5. Otra estructura arquitectónica

Durante tres generaciones, los historiadores del arte se han dividido sobre dos tesis: para unos, el fondo negro siempre existió; para otros, el fondo negro es un retoque posterior. Hace unos años, algunas radiografías ya indicaban que Rafael no había dado ese color oscuro uniforme. Ahora, tras una investigación realizada por el Opificio delle Pietre Dure, con financiación del periódico japonés «Yomiuri Shimbun», llega la respuesta definitiva sobre este cuadro, que ha tenido gran influencia en artistas posteriores. Gracias a un análisis mediante fluorescencia X, en la práctica una radiación que estudia el componente químico del pigmento, se demuestra que el fondo negro no es original, sino que se añadió en torno al siglo XVII. Las nuevas técnicas han permitido definir el cuadro pintado por Rafael: una Virgen y el Niño en el interior de una habitación, a su izquierda se abre una ventana con un paisaje y detrás una balaustrada.

La filosofía de la luz

Los historiadores del arte Marco Ciati, director de la Sección de Pintura del Opificio, y Alessandro Cecchi, del Palacio Pitti, declararon al «Corriere della Sera» que existía la sospecha de que el fondo negro era un añadido, porque en todas las Vírgenes pintadas por Rafael en torno al 1505-07 aparece siempre el paisaje.

El descubrimiento se considera de gran trascendencia porque permite reescribir una importante página de la Historia del Arte. Es decir, se demuestra ahora que también en la «Madonna del Gran Duque» Rafael recibe la influencia de Leonardo da Vinci, lo que significa una adhesión a la filosofía de la luz. Se trata, en definitiva, del Rafael que nos es conocido y no, como hacía suponer el fondo negro añadido, travestido de Caravaggio.

Descubierta esa continuidad de la relación con Leonardo, queda por descubrir todavía un misterio: ¿Por qué se cubrió de negro el precioso fondo de estructuras arquitectónicas y paisaje, que todavía existen en la tabla según demuestran las radiografías? ¿Había sufrido la pintura un daño marginal? ¿Y la misma tabla está íntegra o, como parece, pudo ser cortada en la parte baja? Los autores de la investigación piensan ahora en la restauración del óleo sobre tabla, que mide 84 centímetros de alto y 55 de ancho. Cambiar ahora esta imagen popular de Rafael es un problema también histórico, pues de la «Madonna del Gran Duque» se han difundido millones de copias. Marco Ciatti y Alessandro Cecchi señalan que, antes de proceder a la restauración, se realizarán en breve otras investigaciones para verificar el estado de conservación de la pintura. La financiación correrá también a cargo del periódico de Tokio.

Alfonso Gómez Fuentes, Roma: Nuevos hallazgos en la «Madonna del Gran Duque» de Rafael,
ABC, 5 de enero de 2011

Cuando Rafael ganaba a Miguel Ángel

Cuando Rafael ganaba a Miguel Ángel

Unas empleadas del Victoria & Albert, bajo 'La curación del Leproso'. | Reuters

¿Hay algo tan mayúsculo como los frescos de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel en el arte del Renacimiento? No, pero casi. Y de vez en cuando, en los días muy especiales, lo cuelgan ‘ahí debajo’, en la misma Capilla Sixtina. Son los 10 tapices de Rafael Sanzio, que, durante los siglos XVIII y XIX, fueron admirados como las grandes obras de su tiempo. ¿Por delante de los frescos de Miguel Ángel? Más o menos.

Ahora, cuatro de los siete tapices que han sobrevivido a los siglos en el Vaticano, viajarán a Londres para vivir un reencuentro histórico. Por primera vez en la Historia, las telas viajan se exponen (desde ayer) junto a sus originales, los cartones que compuso Rafael y a partir de los cuales se elaboraron en Bruselas los tapices. Juntos, ‘padres e hijos’, serán la gran estrella de la temporada en el Victoria & Albert Museum Londres. Y lo de histórico no es una exageración: ni siquiera el pintor de Urbino pudo ver los tapices junto a sus dibujos. Ni él, ni nadie antes. La muestra, que celebra la visita del papa Benedicto XVI al Reino Unido, le hubiera conmovido.

¿Suena confuso? Contemos la historia completa para aclararnos. En 1508, el Papa Julio II reclutó a Miguel Ángel para que pintara los frescos de la Capilla Sixtina (que hasta entonces, estaba decorada con un ‘campo’ de estrellas sobre un cielo azul). En 1512, Miguel Ángel terminó su obra maestra. En 1513, Jullio II (un Rovere genovés) murió. Y su sucesor, León X (un Medici florentino), pensó que algo tendía que hacer para estar a la altura… Así que, en 1515, se dirigió a Rafael Sanzio y le encargó la serie de 10 tapices. ¡Qué maldad, Su Santidad! Miguel Ángel desdeñaba abiertamente a Rafael, que, sin embargo, le robaba clientes, fama y encargos. De hecho, los tapices costaron cinco veces más que los frescos del artista toscano.

En diciembre de 1516, Rafael terminó con los cartones que habrían de servir de base para los tapices. Sus originales viajaron a Bruselas, al taller de Pieter van Aelst, que habría de llevar a la tela los dibujos del artista. Su trabajo fue un lujo: pan de oro, revestimientos de plata… Una condena: con los siglos, algún desaprensivo destrozó algunos de los tapices para quedarse con sus materiales preciosos. En 1519, el taller de Bruselas envió los primeros tapices a Roma. Y en 1520, Rafael muere. Los cartones se quedan en Bruselas sin que nadie los reclame, pasan a las manos de algún chamarilero genovés y terminan en la colección del Rey Carlos I de Inglaterra en 1623. Hasta que llega la hora del reencuentro en Londres. Sobre el papel, sobre la tela, imágenes formidablemente compuestas como ‘El sermón de Pablo’, ‘La curación del leproso’ o ‘La pesca milagrosa’. Juntos, al fin.

ELMUNDO.es | Madrid: Cuando Rafael ganaba a Miguel Ángel, EL MUNDO, 9 de septiembre de 2010

El regalo del Papa a los anglicanos

El regalo del Papa a los anglicanos

Con motivo de la visita de Estado de Benedicto XVI a Reino Unido, cuatro tapices que Rafael creó para la Capilla Sixtina salen por vez primera fuera del Vaticano

El asunto ha adquirido ya aires de acontecimiento. Rafael Sanzio concibió, poco después de que su rival Miguel Ángel culminase los frescos de la Capilla Sixtina, una rica colección de tapices para decorar sus paredes inferiores. Cuatro de aquellas exquisitas piezas, bordadas en lana, seda e hilos de plata dorados, van a ser exhibidas en Londres, y juntas por primera vez fuera del Vaticano, con ocasión de la inminente visita de Estado de Benedicto XVI a Reino Unido. Y en otro espléndido inédito, estarán acompañadas por los diseños originales de Rafael, los cartones que sirvieron de plantilla o de espejo para el trabajo de los mejores tejedores de Europa.

La pesca milagrosa, uno de los cuatro tapices de Rafael que se podrán ver en el museo Victoria & Albert de Londres.-

A partir del próximo miércoles y durante solo seis semanas, el generoso préstamo del Papa al reino de los anglicanos permitirá corroborar en la sede del Victoria & Albert (V&A) por qué los elaborados tapices eran considerados hace 500 años una de las más preciosas manifestaciones del arte. El museo londinense es depositario de los bocetos originales, los llamados Cartones de Rafael, en realidad unos cuadros de formato monumental que colgarán, lado a lado, en la sala consagrada de forma permanente al genio del Renacimiento.

El artista italiano se volcó durante dos años en esa serie de pinturas sobre pasajes de la historia de san Pedro y san Pablo, por encargo de León X. Quizá el ambicioso papa Medici quiso medirse así con su antecesor, Julio II, patrocinador de los frescos que Miguel Ángel había culminado en la Capilla Sixtina tan solo tres años antes. Si, tal como sostienen algunos historiadores, este último pudo sentirse intimidado por el brillo de un Rafael guapo, encantador y más joven, el proyecto de los tapices para cubrir las paredes bajas de la misma capilla confirmaba el valor en alza del rival.

La sede apostólica pagó por la concepción y ejecución de los tapices 16.000 ducados de oro, al menos cinco veces más que lo desembolsado por el resto de la decoración de la capilla.

La empresa requería un ingente esfuerzo en tiempo y recursos humanos. Los cartones de Rafael fueron enviados a Bruselas, el gran centro de los tejedores europeos, y fielmente reproducidos en el taller del maestro Pieter van Aelst. Los artesanos cortaron los bocetos en tiras y los copiaron tejiendo cada uno desde la parte posterior hasta llegar a realizar al menos 10 de los 16 tapices inicialmente encargados (los únicos de los que se tiene constancia) en 1519. Las tiras fueron reunidas de nuevo para recuperar unas pinturas que son consideradas obras de arte en sí mismas, aunque no fueran inicialmente concebidas como tales. Poderlas contemplar junto a su plasmación en tejido es el lujo que brindará el Victoria & Albert en vísperas de la visita oficial del Pontífice, quien tiene previsto aterrizar en suelo británico el 16 de septiembre.

El tapiz ha acabado hoy relegado a la categoría de cenicienta de las artes, pero en su época de pleno apogeo era objeto codiciado por los monarcas europeos como expresión de su poderío. Diversos soberanos se interesaron por los celebrados cartones de Rafael, a partir de los cuales comisionaron copias. En 1623, el príncipe de Gales y futuro Carlos I adquirió siete de las plantillas para su fábrica de tapices en Mortlake. Pagó por ellos sus buenas 300 libras de la época (equivalente a medio millón de libras de hoy).

Ese tesoro de Rafael ha permanecido en Inglaterra como propiedad de la corona, si bien cuelga en las paredes del V&A desde 1865, cuando la reina Victoria lo concedió en préstamo a ese museo tan querido por su marido Alberto.

Los tapices originales que alumbraron fueron trasladados a Roma en 1521, donde a lo largo de los siglos solo han estado colgados en su emplazamiento original durante ceremonias solemnes pontificias oficiadas en la Capilla Sixtina. La última ocasión data de 1983, cuando se exhibieron allí con ocasión del quinto centenario del nacimiento de Rafael. Hoy cuentan con su propia galería en el Vaticano, después de haber sido expuestos en diversas localizaciones del palacio Apostólico, e incluso en la plaza de San Pedro a merced de los caprichos meteorológicos. Casi cinco siglos después, han perdido lo más vibrante de su colorido, pero retienen intacta su fuerza artística.

La pesca milagrosa, La entrega de Cristo a san Pedro, La curación del paralítico y El sacrificio de Listra son las cuatro piezas que viajarán a Londres. El origen y la culminación de la obra, un conjunto que los ojos de Rafael no tuvieron nunca la oportunidad de contemplar.

Patricia Tubella, Londres: El regalo del Papa a los anglicanos, EL PAÍS, 3 de septiembre de 2010
Arte bajo sospecha

Arte bajo sospecha

La Madonna de los claveles de Rafael- NATIONAL GALLERYLa lista de atribuciones falsas o dudosas llena el mundo del arte. La National Gallery de Londres expone una parte del trabajo constante que los historiadores llevan a cabo para establecer la autoría de las colecciones de los museos. Durante todo el verano se podrán ver las falsificaciones, errores y descubrimientos de Botticelli, Holbein, Rembrandt y otros artistas.

El soldado muerto no era de Velázquez. El jinete polaco no lo pintó Rembrandt. El coloso parece que tampoco es de Goya. La lista de falsas o dudosas atribuciones llena el mundo del arte. Los museos y el mercado tiemblan cada vez que los expertos se reúnen. ¿Hasta qué punto podemos estar seguros de la veracidad de las cartelas que informan sobre la autoría de una obra? La National Gallery de Londres ha sido una de las primeras instituciones en agarrar el toro por los cuernos y poner bajo la lupa de los investigadores una buena parte de su imponente colección de arte antiguo formada por 2.300 obras. El resultado de la primera fase de la investigación del prestigioso museo británico afecta a 40 pinturas, que se presentan en forma de exposición -Fakes, mistakes and discoveries (falsificaciones, errores y descubrimientos)- el próximo día 30.

En Londres se podrán ver las sorpresas más llamativas a las que se han enfrentado los expertos. Replantean o retiran la firma de obras atribuidas en nuestra memoria a Botticelli, Hans Holbein, Rembrandt, Rafael, Durero o Jan Gossaert. A veces se descubre al auténtico autor; otras, como en el caso de El soldado muerto, de Velázquez, persiste la incógnita. Pero, certezas aparte, lo que resulta realmente apasionante es conocer cómo han trabajado los expertos con cada una de las obras «sospechosas» y en qué pruebas han fundado sus conclusiones.

El engaño premeditado en el mundo del arte antiguo no es la principal causa de las falsas autorías. Miguel Zugaza, director del Museo del Prado de Madrid, asegura que todos los museos del mundo hacen constantemente cambios de atribución de obras en su colección. «Supone un fruto más del avance en el conocimiento sobre sus colecciones. Muchas veces nos olvidamos de que la disciplina de la historia del arte es muy joven y una buena parte de ella es una historia atribucionista».

Los comisarios de la exposición de la National Gallery de Londres, Marjorie E. Wieseman, conservadora de pintura holandesa, y Ashok Roy, director de investigación científica del museo, ponen como ejemplo de puro engaño y falsedad el cuadro Portrait Group (retrato de grupo), adquirido en 1923 con el convencimiento de que se trataba de una obra del siglo XV. Pero ahora han comprobado que la tela contiene pigmentos utilizados por primera vez en el siglo XIX.

La Madonna de los  claveles de Rafael, redescubierta por medio de rayos infrarrojos-  NATIONAL GALLERYOtro ejemplo es el Retrato de Alexander Mornauer, comprado por el museo en 1990, pintado por un artista alemán desconocido y durante mucho tiempo atribuido a Hans Holbein. En este caso, los expertos constataron la aplicación de una capa de pintura azul sobre el fondo original marrón; además, había una modificación en la caída del sombrero del hombre retratado.

Pero hay artistas especialmente maltratados por el engaño. Botticelli es la gran víctima en la National Gallery. La exposición dedica un espacio propio a las dos obras adquiridas en 1874 convencidos de la autoría de Botticelli. Una de ellas era Venus y Marte, de Sandro Botticelli (aproximadamente de 1485), una de las joyas de la colección permanente. La otra era Alegoría, considerada compañera de Venus y Marte y valorada por algunos críticos en aquel momento como una obra de mayor calidad. Pero había sido realizada por un discípulo desaventajado de Botticelli. Los dos cuadros se mostrarán uno al lado del otro. De esta manera, los visitantes podrán apreciar las diferencias entre una obra maestra y una copia de estilo.

Hay también falsas atribuciones hechas sin intención de engañar, producto de los llamados errores humanos. Ese fue el caso de El Hombre con calavera, adquirido por la galería en 1845 como obra de Holbein contra el criterio de algunos expertos. Los análisis dendrocronológicos, que determinan la edad del panel de madera utilizado como soporte, demuestran como la pintura es posterior a 1543, año del fallecimiento de Hans Holbein.

Para Ashok Roy, el contenido de esta exposición no es todavía el repaso definitivo de la colección. «Era el momento adecuado para ofrecer al público una síntesis del trabajo de estudio científico y técnico de la colección de la National Gallery con miras a despertar el interés de los visitantes por los procesos y tipos de investigación que facilitan la comprensión de los cuadros. También nos pareció que disponíamos de estudios suficientes para explicar al público cómo trabajamos. El estudio de la colección se realiza principalmente gracias a fondos públicos: nuestros visitantes tienen derecho a saber cómo se cuidan sus cuadros y cómo se interpretan».

El estudio de las obras no obedece a sospechas sobre su autoría. Se hace de oficio. «Es un proceso continuado a medida que las obras son recatalogadas, llevadas a exposiciones (aquí y en el extranjero) o tratadas en los estudios de conservación. Alrededor de un 60% de la colección de la planta principal de la National Gallery ha sido objeto de estudio técnico. Pero como disponemos de nuevas técnicas, a menudo nos resulta muy informativo volver a mirar los resultados de exámenes realizados con anterioridad».

Las sorpresas pueden ser muchas en un trabajo de esta envergadura. La mayor de todas, para los comisarios, afecta a una pieza legada a la National Gallery en 1924 como obra del pintor boloñés Francesco Francia (La Virgen y el Niño con un ángel). Es una falsificación deliberada. En los años cincuenta, determinaron la falsedad del cuadro. Pero luego fue rehabilitado. Nuevas técnicas de estudio, por fin, han revelado la verdad que escondía el cuadro: es una copia de una pintura del Carnegie Museum de Pittsburgh (Estados Unidos) realizada en el siglo XIX.

En España, de manera más esporádica, ha habido recolocaciones de autorías. La más sonada y polémica afecta a El coloso, de Francisco de Goya, el artista más copiado debido a su enorme éxito en vida. La conservadora del Museo del Prado Manuela Mena fue la encargada de anunciar al mundo la polémica orfandad de ese cuadro. El anuncio sentó mal a muchos expertos: consideraban que se hizo sin suficientes pruebas o, por lo menos, sin que estas fueran incuestionables.

Saint George and the Dragon (hacia 1470), de Paolo Uccello. La historia que reproduce el cuadro procede de una colección de vidas de santos escrita en el siglo XIII, The Golden Legend. Uccello realizó una versión anterior y menos dramática del mismo tema que se encuentra en París.- NATIONAL GALLERYEl historiador de arte español Valeriano Bozal ha pedido, sin éxito hasta el momento, un encuentro de expertos internacionales para abrir un debate sobre la autoría de El coloso. Él considera imprescindible llegar a un consenso sobre la atribución. «No se ha hecho así. Se le ha quitado la autoría a Goya con unas pruebas débiles y poco relevantes. Se ha mutilado el patrimonio sin argumentos contundentes».

Miguel Zugaza asegura que «todas las opiniones son bienvenidas y merecen nuestro respeto. El debate es siempre enriquecedor. De hecho, para el estudio de El coloso también hemos realizado algunas consultas con especialistas externos». El director del Prado señala a Goya como el artista con más pinturas cuestionadas: «Según surge el interés dentro y fuera de España por su obra en el siglo XIX aparecen multitud de imitadores y en algunos casos falsificadores de sus temas y de sus obras». Zugaza, más que esperar nuevas sorpresas en el futuro, señala que «la misión principal de la institución es seguir avanzando en el conocimiento de las colecciones».

El Museo del Prado no tiene previsto secundar la iniciativa de la National Gallery sobre el arte y la copia. «Veo esta exposición como un homenaje al estudio crítico de la obra de arte que hacen los museos, un trabajo en el que se sustenta la propia credibilidad y autoridad de estas instituciones. Todos los museos del mundo hacen constantemente cambios de atribución de obras de su colección», subraya Zugaza.

¿La confusión en el arte antiguo la viviremos también en el arte contemporáneo? Ashok Roy lo ve más que probable. Zugaza, en cambio, es optimista. «Afortunadamente, tenemos más información sobre cualquier artista contemporáneo que sobre los maestros antiguos. Imagínese si el Prado en vida de Goya hubiera publicado su catálogo razonado. Nos habríamos ahorrado dar algún que otro disgusto».

Close examination. Fakes, Mistakes and Discoveries. National Gallery. Trafalgar Square. Londres. Del 30 de junio al 12 de septiembre. www.nationalgallery.org.uk.

Arte bajo sospecha, EL PAÍS / Babelia, 19 de junio de 2010
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