KING AND EMPEROR: A NEW LIFE OF CHARLEMAGNE – Janet L. Nelson
Hace tiempo que no contamos con un buen estudio, biográfico y general, sobre Carlomagno; y un estudio completo, sólido, no libros (excesivamente) divulgativos que suelen ser refritos de contenidos pero que realmente aportan poca cosa: por ejemplo, de Breve historia de Carlomagno y el Sacro Imperio Romano Germánico de Juan Carlos Rivero Quintana (Nowtilus, 2009), que, además, resulta confuso ya en el propio título: es una obra sobre el personaje y su estricto período, pero nada tiene que ver con un Sacro Imperio Romano Germánico que, formalmente, no se fundó hasta siglo y medio después de la muerte de Carlomagno; otra obra divulgativa y generalista es Breve historia de los carolingios: auge y caída de la estirpe de Carlomagno de Ernest Bendriss (Dilema, 2009), que parece mejor fundamentada. Y ya quedan lejos obras académicas de conjunto sobre el período carolingio, como Carlomagno y el imperio carolingio de Louis Halphen (Akal, 1992; ed. orig, en francés, 1947), por no hablar de clásicos de la historiografía como Mahoma y Carlomagno de Henri Pirenne, publicado póstumamente en 1937 y que ha tenido constantes reediciones en castellano (a cargo de Alianza Editorial; la última, en formato bolsillo, en mayo de 2019); y desde luego hace falta, para el ámbito universitario, una obra más completa que La Europa de los carolingios de Amancio Isla Frez (Síntesis, 1999), en el marco de una colección muy útil pero también bastante estanca. Ariel publicó una biografía del personaje, Carlomagno, en 2001 y que quizá no estaría de más recuperar. Sea como fuere, dejando al margen manuales generales sobre la Edad Media sus primeros siglos, especialmente, con libros destacables como los de Chris Wickham —Una historia nueva de la Alta Edad Media: Europa y el mundo mediterráneo, 400-800 (Crítica, 2016 [1ª ed., 2009]) y El legado de Roma: una historia de Europa de 400 a 800 (Pasado & Presente, 2013), libros complementarios entre sí— y centrándome sólo en obras que aún pueden encontrarse (más o menos, en algún caso) en librerías, lo cierto es que convendría poner en el mercado hispano un libro actualizado (historiográficamente hablando) y académico para los tiempos que corren.
Una búsqueda sucinta en catálogos universitarios españoles sobre la obra anterior de Janet L. Nelson (n. 1942), profesora emérita en Historia Medieval del King’s College de Londres —por ejemplo, The Frankish World, 750-900 (The Hambledon Press, 1996), una biografía de Carlos el Calvo publicada en 1992 y obras más especializadas, como Courts, Elites and Gendered Power in the Early Middle Ages (Aldershot, 2007), Politics and Ritual in Early Medieval Europe (Hambledon Press, 1986), Rulers and Ruling Families in Earlier Medieval Europe (Rutledge, 1999); así como la coordinación de volúmenes colectivos como Lay Intellectuals in the Carolingian World (Cambridge University Press, 2007) o Rituals of Power from Late Antiquity to the Early Middle Ages (Brill, 2000), entre otros. Obras anteriores que han permitido la realización del manuscrito actual— me hace comprender que quizá su libro King and Emperor: A New Life of Charlemagne (Allen Lane, 2019) sea la que estemos esperando. Obra ambiciosa, todo hay que decirlo, y extensa, la culminación de una carrera académica, pero también (a tenor de las casi 1.900 notas a pie de página) sólida en sus argumentaciones y especialmente en el uso de las fuentes primarias (uno de sus principales alicientes).
Obra extensa, decía, que se erige en biografía del personaje, pero también una amplia panorámica al espacio y el contexto en el que vivió. Propiamente, la biografía comienza en el tercer capítulo, siendo el primero un estado de la cuestión, no tanto historiográfico como de las fuentes (de Eginardo a Alcuino, pasando por los corpus documentales sobre el período carolingio), y el segundo un recorrido por la familia de los carolingios, de Pipino II de Heristal o Pipino el Joven a su nieto Pipino III el Breve, pasando por Carlos Martel: grosso modo, un siglo, de mediados del siglo VII al mediados del siglo VIII. Casi noventa páginas para “situarnos” en los materiales con que contamos para la época y el contexto político (el poder) en manos de los mayordomos de palacio, pronto reyes francos con Pipino el Breve. Será, pues, a partir del tercer capítulo cuando “entra en escena” Carlos, futuro Carlomagno, con su nacimiento.
A partir de aquí, el recorrido de Nelson es cronológico en lo que queda de libro, desarrollando lo que sabemos (y lo que podemos matizar) de la biografía del personaje. Las casi seiscientas páginas posteriores del manuscrito siguen la estructura propia de una biografía, como la autora rememora en sus conclusiones, centrándose en el desarrollo de «una vida en [su] tiempo», para poder «comprender la compleja personalidad de este hombre excepcional y las experiencias y recuerdos que ayudaron a formarlo» (capítulo final, “By Way of Conclusions”). La autora, insiste en ello a menudo y el resultado final habla por sí mismo (a tenor del aparato crítico), se ha preocupado por ofrecer al lector todo lo que las fuentes (y las evidencias arqueológicas cuando es menester) sobre el personaje y con la mayor claridad posible; en esto último quizá un lector que espere una biografía al uso quede algo disconforme: el alarde de erudición de la autora en cuanto al tratamiento de fuentes puede que le deje la sensación de que la figura de Carlomagno, y en especial la narración, quede en escorzo y que haya episodios (en especial los bélicos) sobre los que parece que Nelson pase de puntillas o liquide demasiado pronto.
Así, un lector especializado en historia militar encontrará escasas (en el conjunto del volumen) las páginas dedicadas a las campañas sajonas entre los años 772 y 804, por ejemplo; otros, interesados en los aspectos más luctuosos del largo reinado de Carlos, tendrán la sensación de que se “ventila” con demasiada rapidez la conspiración de Pipino el Jorobado (“Pippin, the son of Himiltrude” en el libro; otros lectores, en cambio, echarán de más las (a menudo largas) secciones dedicadas a comentarios de fueros, privilegios, escrituras de donación y de fundación de monasterios y conventos (charters, en el original, palabra con significado poliédrico) que abundan en el libro, por no hablar de las disquisiciones en torno a concilios religiosos, así como el pulcro y escrupuloso análisis de textos y fuentes en los que se detiene la autora (lo reiteramos, uno de los puntos fuertes del libro).
Pero también habrá quien considere que la autora conoce al dedillo todo lo que está relacionado (o lo que las fuentes nos cuentan, a menudo con divergencias entre sí) con los matrimonios y la numerosa prole (legítima y natural) de un Carlomagno con una vida sexual muy activa, la vida familiar del personaje, que, a su vez, a medida que los hijos crecen y asumen responsabilidades, se abre a la cuestión del reparto de territorios (y coronas) y que en las últimas décadas implicaron a Carlos el Joven (eventual sucesor, tras la “deposición” de Pipino el Jorobado) en el territorio franco, Carlomán (rebautizado como Pipino) en la Italia anexionada tras la conquista del reino lombardo y Luis (futuro emperador) en la Aquitania; a grandes rasgos, estos fueron los territorios en los que Carlomagno instaló, siendo apenas niños, a varios de sus hijos, en una senda muy “merovingia” de repartos de poder y coronas. También habrá lectores que se sientan muy interesados por las relaciones de Carlos (ya antes su padre Pipino) con los lombardos en el norte de Italia y en la guerra que, en 774, acabó con la dinastía reinante; o por las también convulsas relaciones del rey franco con el duque Tasilón de Baviera durante varias décadas y hasta la deposición de este último en el año 788, o la campaña de Roncesvalles en el año 778 (comentada con detalle).
Del mismo modo, habrá lectores muy interesados en las relaciones de Carlos con los diversos papas de su vida, especialmente, Adriano y León III, el que le coronaría como emperador en la Navidad del año —en la documentación oficial aparece la fórmula Carolus serenissimus augustus deo coronatus magnus pacificus imperator Romanum gubernans imperium qui et per misericordiam dei rex Francorum et Langobardorum (véase el capítulo 14, “Fin de siècle—debut de siècle: Romanum gubernans imperium”), siendo el título Romanum gubernans imperium utilizada desde entonces y sustituyendo el oficioso título “emperador de los romanos” que el personaje nunca utilizó. No hay que olvidar que Esteban II ya proclamó a su padre, Pipino el Breve, patricius Romanorum—; a su vez, los habrá que den valor a la panorámica “internacional” que Nelson ofrece a menudo en el volumen: la diplomacia de Carlos con el rey Offa de Mercia, en la isla de Gran Bretaña, con la emperatriz Irene en Bizancio (que se resentiría del fracasado proyecto de casar a una hija del rey franco con el emperador Constantino VI) y su sucesor Nicéforo, o con el califa abasí Harún al-Rashid (más allá del episodio siempre contado del elefante que el califa le regaló a Carlos). O las conquistas en la Marca Hispánica y las razias contra los ávaros en el este; “marcas” que, curiosamente, no se mencionan como tal en el volumen, superando algunos clichés historiográficos.
Todo ello conforma un volumen extenso y espléndidamente documentado que arroja una luz “actualizada” sobre el personaje y su época, su vida y su gobierno (se habla menos de lo esperado sobre la administración carolingia, al menos como una organización estanca y no dependiente de un monarca en movimiento que sólo se instaló en Aquisgrán de manera estable desde mediados de la década de los años 790); su interés por controlar todos los aspectos de gobierno en su extenso imperio, ya en las regiones “históricas” de Austrasia y Neustria, como también la Italia lombarda, la Aquitania o las conquistas en “Alemania”); el recurso al detalle en cuanto a documentación oficial muy diversa (charters) por parte de la autora y que aporta muchos datos sobre el funcionamiento del patronazgo real. Vemos a un rey siempre “gobernando” y dando indicaciones a sus hijos coronados y los consejeros de estos, y preocupado por el bienestar de esposas e hijas. Un rey en constante movimiento y, por tanto, buen conocedor de lo que sucede en las diversas regiones y territorios, a pesar de unas largas distancias (como destaca la autora en el primer capítulo) que a menudo dificultan una rápida respuesta a una situación crítica determinada.
El resultado es bastante más que una biografía estricta del personaje: es un estudio sumamente complejo de su imperio y sobre todo su contexto. Sesenta y cinco años vivió Carlomano, cuarenta y cinco de reinado (los tres primeros habiéndose repartido el reino con su hermano Carlomán), de 768 a principios de 814. Guerras en Italia, el nordeste (Sajonia) y el sur (norte de Hispania), con algunos episodios puntuales de enfrentamiento con los daneses en el norte y los bretones en el extremo occidente de su imperio. Y gobierno sobre todos los territorios, con documentos escritos que permiten seguir el rastro de sus decisiones, de lo más “civil” a los ámbitos religiosos (concilios episcopales “regionales”), así como la influencia en Roma (que Carlos visitó en varias ocasiones) y sobre un Papado que dejó de considerar al emperador “romano” (bizantino) como el principal destinatario de su correspondencia oficial. Vida pública y también privada, o todo lo privada que puede ser la de un monarca que tuvo hasta diecinueve hijos (de los cinco matrimonios y las concubinas) y que no consideraba la “monogamia” como una condición de obligado cumplimiento. Y también un desarrollo cultural (no hasta el punto de agotar la etiqueta de “renacimiento carolingio” que la tradición ha asimilado con gran parte de su reinado), que también tiene su constatación en construcciones urbanísticas: en Aquisgrán, sobre todo, cuya iglesia catedral sí pudo ver terminada en vida (en ella sería enterrado) aunque no el palacio real.
En conclusión, ante la ausencia palmaria de obras académicas actualizadas en castellano sobre Carlomagno y su período desde hace años, el volumen de Janet Nelson deviene una obra prácticamente ineludible y que merece la pena ser publicado en el mercado hispano, tanto por su relevancia historiográfica como por el personaje en sí: símbolo de una europeidad que el personaje, obviamente no vivió ni contempló, pero que de alguna manera sí asumió como monarca de un extenso territorio que en cierto modo prefigura los desafíos (y dilemas) de la Europa unida contemporánea.