Morera Blanca. Morus alba
DESCRIPCIÓN
Árbol de hasta 18 m de alto, ramoso, de copa ancha y corteza lisa y gris cuando es joven, pero gruesa, muy agrietada y parda o gris al envejecer. Las hojas son caducas, simples, alternas, miden de 3 a 22 cm de largo y algo menos de ancho, y son muy variables en su forma: ovales, redondeadas o lobuladas, con dos o más lóbulos, pero siempre dentadas en su margen y con rabillos largos y algo pelosos en los que a veces se observa látex al ser tronchados. Son finas, generalmente terminadas en punta, acorazonadas en su base y por lo común lampiñas, de haz brillante y con el envés que puede tener algunos pelos entre los nervios. Estas características, junto con un fruto de rabillo largo, que cuando madura es más bien soso y habitualmente blanco, blanco-verdoso o rosado —si bien en ocasiones es rojo o negro—, lo diferencian de su congénere Morus nigra. Las flores no son muy vistosas y son unisexuales, es decir, las hay masculinas y femeninas. Salen generalmente en distinto pie de planta, pero a veces están separadas sobre el mismo pie de planta. Al fruto lo deberíamos llamar infrutescencia, porque es complejo y cada granito es el verdadero fruto, que se agrupa formando una estructura parecida a una mora de zarza y que botánicamente se conoce con el nombre de sorosis.
ECOLOGÍA
Las moreras son indiferentes al tipo de suelo, aunque se crían mejor sobre los profundos y fértiles y peor sobre los muy ácidos. Es muy tolerante con la contaminación, la poda severa y los rigores del frío y el calor, siempre que la falta de agua no sea muy prolongada.
DISTRIBUCIÓN
Es una planta de Oriente y es muy difícil saber con exactitud su área de distribución natural ya que se cultiva desde antiguo y sus semillas son fácilmente transportadas por las aves. Se cree originaria del centro y este de Asia: China, Corea, Mongolia y norte de la India. En la cuenca mediterránea se introdujo en el siglo VI, traída por unos monjes hasta Constantinopla para criar al gusano de seda. Dice la leyenda que los frutos llegaron escondidas en unos báculos de bambú, porque los chinos tenían en alto secreto el lucrativo negocio de la seda.
En la Península Ibérica y Baleares se cultiva con frecuencia como ornamental, principalmente en el este, centro y sur, y tuvo gran importancia sobre todo en Murcia y Granada, donde se criaba para la producción de la seda.