EL DISEÑO DE RÚBRICAS

POR QUÉ RÚBRICAS PARA LA EVALUACIÓN.

El aterrizaje del currículo LOMLOE en las aulas ha vuelto a poner de actualidad el uso de rúbricas como instrumentos de evaluación. Sin embargo, la rúbrica está muy lejos de ser una novedad. Al contrario, el empleo de rúbricas cuenta ya con una dilatada tradición en nuestro sistema educativo.

La LOMLOE pretende hacer hincapié en la realización de una evaluación fundamentalmente competencial. Y de ahí que se recomiende el uso de este instrumento desde el propio desarrollo curricular. Así, en la Orden de 30 de mayo de 2023, por la que se desarrolla el currículo correspondiente a la etapa de Educación Secundaria Obligatoria, se dice lo siguiente:

“Para la evaluación del alumnado se utilizarán diferentes instrumentos tales como cuestionarios, formularios, presentaciones, exposiciones orales, edición de documentos, pruebas, escalas de observación, rúbricas o portfolios, entre otros” (punto 4 del artículo 11. Procedimientos e instrumentos de evaluación).

Y este énfasis por el uso de rúbricas para el proceso de evaluación se debe a sus múltiples beneficios. Podemos mencionar algunos de ellos:

-constituyen una detallada guía para el alumnado de lo que deben lograr, orientándoles durante su aprendizaje,

-proporcionan un feedback preciso y completo sobre el proceso de aprendizaje, útil tanto para el alumnado como para el docente,

-dotan de una base de objetividad tanto a la calificación como a la evaluación.

De esta forma, las rúbricas se adaptan realmente bien a la evaluación competencial, pues permiten llevar a cabo una evaluación formativa eficaz.

 

ANATOMÍA DE UNA RÚBRICA.

Antes de iniciar el proceso de diseño de una rúbrica debemos tener en cuenta los distintos elementos que la conforman. Veamos la anatomía de una rúbrica mediante el siguiente ejemplo:

Por tanto, una rúbrica consta de estos elementos:

criterio de evaluación: procedente del currículo, constituye el referente fundamental para la evaluación. Por ello, la rúbrica pone el foco en el criterio que se pretende evaluar;

atributos o etiquetas: surgen de una segmentación del criterio de evaluación concreto y hacen referencia a los elementos concretos del mismo que se van a evaluar (dentro del marco del propio criterio);

escala de valoración: constituye una gradación de los indicadores de logro, diferenciando los distintos niveles o estadios de aprendizaje. Pueden ir desde el nivel más bajo al más alto o viceversa;

indicadores de logro: sirven para concretar al máximo el estadio en el que se encuentra un aprendizaje concreto. Deben redactarse atendiendo a un atributo o etiqueta y ser lo más objetivo, preciso y cuantificable que sea posible.

 

TIPOS DE RÚBRICAS.

Podemos distinguir varios tipos de rúbricas atendiendo a su estructura interna:

La rúbrica analítica: está pensada para evaluar un solo criterio de evaluación, segmentándolo en diferentes atributos o etiquetas. A veces nos encontramos con criterios que se refieren a aprendizajes muy amplios y que abarcan muchas habilidades que, aunque están relacionadas unas con otras, son diferentes. Por ejemplo, en el currículo de Lengua Castellana y Literatura de 1º de Bachillerato (Orden de 30 de mayo de 2023) nos encontramos con este criterio:

3.1. Realizar exposiciones y argumentaciones orales formales con diferente grado de planificación sobre temas de interés científico y cultural y de relevancia académica y social, ajustándose a las convenciones propias de cada género discursivo y con fluidez, rigor, coherencia, cohesión y el registro adecuado, en diferentes soportes y utilizando de manera eficaz recursos verbales y no verbales, respetando los valores constitucionales y desarrollando un espíritu crítico y de fomento de la igualdad en todas sus vertientes.

Pero una exposición oral implica muchas habilidades diferentes: supone aprender a hablar en público, a expresarse con un lenguaje adecuado, a cuidar el vocabulario que se va a usar, a emplear un lenguaje gestual adecuado, a usar un buen tono, a apoyarse en recursos audiovisuales que enriquezcan la explicación, etc. Se trata, por tanto, de un criterio especialmente amplio. Pues para su evaluación podemos usar una rúbrica en la que midamos este criterio en exclusiva, concretando a nuestro alumnado los aprendizajes implicados a través de los atributos o etiquetas.

Podemos ver un ejemplo de este tipo de rúbrica en la siguiente imagen:

La rúbrica holística: está ideada para evaluar un criterio de evaluación concreto de una forma global, esto es, considerándolo como un todo, sin segmentar sus partes. En comparación con la rúbrica analítica, cuenta con la ventaja de agilizar el proceso de evaluación, facilitando la selección de un indicador de logro determinado, así como su calificación correspondiente. En cambio, es mucho menos precisa que la analítica y su información es más pobre, pues en su feedback no diferencia con claridad lo que se ha hecho bien o en lo que debe mejorar.

Pero también hay que señalar un inconveniente significativo: los criterios de evaluación, tal y como están redactados en la normativa LOMLOE, son muy amplios conceptualmente e incluyen con frecuencia muchas habilidades que, aunque están relacionadas unas con otras, son diferentes.

Por ejemplo, en el citado criterio de evaluación de Lengua Castellana y Literatura de 1º de Bachillerato que hace referencia a la realización de exposiciones y argumentaciones orales, al mismo tiempo, incluye diversas microhabilidades: la capacidad de hacerlas con cierta extensión, sobre temas complejos, organizar el contenido, ajustarse a las convenciones propias de su género, etc. De tal forma que un determinado alumno / a puede dominar algunas de ellas pero otras no. Por ejemplo, puede organizar el contenido de su exposición realmente bien pero no usar recursos no verbales. Así, alcanzará distintos niveles de logro en las distintas microhabilidades que contiene un mismo criterio de evaluación.

Y en esta forma de rubricar criterios se toma al criterio como un bloque, como un todo, sin que sea posible matizar. Es decir, no permite señalar ni informar al alumno / a qué habilidades en concreto domina y en cuáles puede mejorar. Es un déficit significativo de esta forma de rubricar criterios.

Un ejemplo de rúbrica holística es el siguiente:

La rúbrica globalizada: es una variante de la holística, pero que sirve para evaluar varios criterios diferentes en un único instrumento. Por supuesto, la evaluación de cada criterio será diferenciada.

Un ejemplo de rúbrica globalizada es el siguiente:

EL DISEÑO DE RÚBRICAS.

Uno de los errores más frecuentes a la hora de diseñar rúbricas es plantearlas en torno al producto final concreto de una situación de aprendizaje. Si lo hiciéramos así, estaríamos confundiendo el medio con el fin: el producto final no es otra cosa que el medio que usamos para que nuestro alumnado aprenda (esto es el fin). Además, tampoco sería operativo hacerlo así: tendríamos que elaborar rúbricas diferentes para cada producto final, incluso cuando trabajásemos un mismo criterio.

El punto de partida para el diseño de una rúbrica no debe ser otro que el criterio o criterios de evaluación concretos que nos dispongamos a evaluar en una situación de aprendizaje. El criterio es el referente fundamental para la evaluación -así lo dice el propio currículo-, por lo que si optamos por usar la rúbrica como instrumento debemos diseñarla poniendo el foco en el propio criterio de evaluación.

En realidad, son los criterios de evaluación los que hacen que un instrumento sea más adecuado que otro según la información sobre el aprendizaje que queramos obtener. Por ejemplo, las rúbricas se adaptan bien a aquellos criterios de evaluación que hacen referencia a aprendizajes de cierta complejidad, que requieren de muchos pasos o que ponen en juego numerosas características. En cambio, para criterios que hagan referencia a cuestiones más valorativas o actitudinales, las escalas de observación en general se adaptan mejor.

Una vez seleccionado el criterio de evaluación concreto y tras decidir que la rúbrica es el instrumento más adecuado para su evaluación, el siguiente paso consiste en establecer los atributos o etiquetas. Estos deben concretarse a partir de la lectura detenida de los criterios, procurando segmentar los aprendizajes contenidos en este.

Así, por ejemplo, para la rúbrica del criterio 3.1. de Lengua Castellana y Literatura de 1º de Bachillerato:

“Realizar exposiciones y argumentaciones orales formales con diferente grado de planificación sobre temas de interés científico y cultural y de relevancia académica y social, ajustándose a las convenciones propias de cada género discursivo y con fluidez, rigor, coherencia, cohesión y el registro adecuado, en diferentes soportes y utilizando de manera eficaz recursos verbales y no verbales, respetando los valores constitucionales y desarrollando un espíritu crítico y de fomento de la igualdad en todas sus vertientes”.

Podemos segmentarlo en partes como, por ejemplo, el grado de planificación, el ajuste a las convenciones propias del género, la fluidez, el rigor, la coherencia, la cohesión y el registro adecuado, etc., estableciéndolas como etiquetas.

Y, tras los atributos, debemos proceder a la redacción de sus correspondientes indicadores de logro. Para esto se puede tomar la misma gradación que establece la normativa de la ESO para las calificaciones: insuficiente (de 1 a 4), suficiente (5), bien (6), notable (de 7 a 8) y sobresaliente (de 9 a 10).

En la redacción de cada indicador debemos procurar concretar con la máxima precisión que sea posible el estadio de aprendizaje de cada nivel para así dotar de objetividad al proceso de evaluación y para que los niveles se diferencien con claridad.

 

LOS BANCOS DE RÚBRICAS.

En Internet podemos encontrar bancos de rúbricas que podemos consultar fácilmente. Ahora bien, debemos tener en cuenta que en la mayoría de las ocasiones deberemos adaptarlas a los criterios de evaluación concretos de nuestro currículo, pues con frecuencia estas rúbricas se han diseñado pensando más en el producto final que en el criterio de evaluación.

Teniendo esto en cuenta, uno de los bancos de rúbricas más completos es el que nos ofrece el INTEF en su web. Se trata de un repositorio de rúbricas y de otros instrumentos de evaluación muy rico y, además, permite agilizar la búsqueda mediante la introducción de filtros por materias, niveles educativos, etc. Su consulta es altamente recomendable.

 

LA APLICACIÓN DE LA RÚBRICA EN EL AULA.

Tras el diseño de una rúbrica tal y como hemos visto, el siguiente paso será aplicarla al aula. Es importante señalar aquí que debemos compartir la rúbrica con nuestro alumnado antes de comenzar el trabajo, asegurándonos de que la comprenden bien. Es decir, sería un error que el docente usara la rúbrica para evaluar sin que previamente la conociera su alumnado, pues no debemos olvidar que este instrumento de evaluación también es útil para orientar el aprendizaje de nuestro alumnado, para marcarle el camino de lo que debe hacer.

Así pues, la rúbrica debe ser conocida y comprendida por nuestro alumnado antes de iniciar el trabajo.

Una de las mayores dificultades que conlleva el uso de rúbricas en el aula es la gestión de la información. Si nos paramos a pensar que vamos a usar una rúbrica por cada alumna/o en grupos de alrededor de treinta y si, además, tenemos lo vamos a hacer en varios grupos, la información que se genera es inmensa. Por ello, es fundamental utilizar un medio que sea ágil, rápido y sencillo tanto para configurar la rúbrica como para informar a nuestro alumnado, para recoger la información y para transmitirla.

Para esto existen multitud de herramientas digitales que hacen que el uso de rúbricas sea un poco más sencillo. Por ejemplo:

  • Plataformas que ofrecen la posibilidad de crear y aplicar rúbricas, como MoodleGoogle Classroom.
  • Corubrics: se trata de un complemento para las hojas de cálculo de Google, fácil de instalar y usar. Aquí encontrarás más información sobre su funcionamiento.

 

PARA SABER MÁS…

Artículo sobre el diseño de instrumentos de evaluación.

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