–Evaluar mucho, calificar solo lo necesario. La influencia de la evaluación sobre el aprendizaje es enorme, por lo que debemos fomentar la cultura de la evaluación. Sin embargo, la calificación tiene una función más bien certificativa del aprendizaje, por lo que debemos practicarla lo justo, ni más ni menos. “Tan pronto el alumno recibe una nota, el aprendizaje finaliza”, afirma Dylan William.
–Calificar sí, pero solo cuando tengamos una visión globalizada y contextualizada del aprendizaje. Evidentemente, con anterioridad a la calificación debemos evaluar con la finalidad de orientar el aprendizaje, pero sin una visión global y contextualizada la información que viajaría a los descriptores operativos no sería tan completa como se precisa en los criterios de evaluación.
–Enfocar la evaluación mucho más al proceso que al producto final. Cuando el proceso de aprendizaje se está desarrollando es mucho más fácil reorientarlo -si es necesario- o incorporar propuestas de mejora. Esto es más complejo si el producto final ya está acabado. Además, no debemos confundir el objetivo (el aprendizaje) con el medio (el producto final).
–Proporcionar feedback de calidad. La información que proporcionemos a nuestro alumnado debe ser constructiva y, al mismo tiempo, fomentar la reflexión. Así, más que darle una solución concreta lo que debemos procurar es hacerle preguntas para que pensando el alumno llegue al punto esperado por sí mismo.
–Priorizar la información. Si hacemos demasiadas sugerencias o propuestas de mejora a un alumno seguramente se sentirá abrumado y se verá incapaz de llevarlas a cabo todas ellas. Por ello, para que el feedback sea lo más efectivo posible debemos priorizar la información, dándole las indicaciones justas y necesarias -incluso obviando algunas que consideremos secundarias-, para asegurarnos que lo ha entendido y que lo integrará en su aprendizaje.
–Asegurar la integración del feedback en el aprendizaje. Tiene una importancia clave que el alumno entienda el feedback y lo incorpore a su práctica diaria. Por ello, debemos fomentar los procesos de reflexión y de autoconocimiento.
–Fomentar los procesos de autoevaluación y coevaluación. Es importante que el alumno practique con asiduidad la autoevaluación, reflexionando sobre su propio aprendizaje, siendo consciente de sus logros y también de sus dificultades. Asimismo, la coevaluación puede suponer una magnífica ocasión para adquirir ejemplos o modelos de desempeño. Se trata, en definitiva, de crear un clima de evaluación constante.
–Feedback de utilidad. La información que le proporcionemos a nuestro alumnado debe responder a tres preguntas clave: dónde se encuentra su aprendizaje, hacia dónde debe ir y cómo conseguirlo. Las tres son imprescindibles.
–Feedback en positivo. Es más útil dar información con un enfoque constructivo y dirigido a un futuro cercano que limitarnos a juicios negativos hacia cosas que ya no es posible cambiar y que solo sirven para desmotivar.
–¿Segundas oportunidades? Sí, gracias. Si un alumno se muestra crítico sobre su propio aprendizaje, reconoce sus errores y se propone superarlos pidiendo una segunda oportunidad, el docente no debe impedirlo, pues supondría cortar un camino hacia el aprendizaje.
–Apostar por el uso de instrumentos que ofrezcan información más cualitativa que cuantitativa. Las rúbricas, por ejemplo, no se limitan a dar un número, sino que aporta información muy valiosa sobre el estadio exacto en el que se encuentra el aprendizaje.
–Seleccionar instrumentos de evaluación adecuados. No todos los instrumentos nos van a ofrecer la misma información. El instrumento importa, y mucho.
–El instrumento sí, pero antes. Si el alumno es conocedor de la rúbrica que se va a usar para la evaluación, por ejemplo, esta se convertirá en una auténtica guía para su aprendizaje, mostrándole con claridad cómo debe orientar su aprendizaje.
5 comentarios
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Juan Manuel
Buenas.
Exacto: se evalúa todo, pero solo se califica cuando se tenga una visión globalizada del aprendizaje.
Saludos.
Juan Manuel
Buenas, María.
No debes confundir evaluación con calificación: en clase se evalúa todo, pero solo se califica cuando se tenga una visión globalizada del aprendizaje.
Por tanto, sí debes evaluar todas y cada una de las actividades de tu situación de aprendizaje, asociadas estas a criterios de calificación. Sin embargo, solo calificas los criterios de una actividad si te ofrecen una visión globalizada del aprendizaje.
Se evalúa todo y se califica lo necesario.
Saludos.
Juan Manuel
Buenas, María.
No debes confundir evaluación con calificación: en clase se evalúa todo, pero solo se califica cuando se tenga una visión globalizada del aprendizaje.
Por tanto, sí debes evaluar todas y cada una de las actividades de tu situación de aprendizaje, asociadas estas a criterios de evaluación. Sin embargo, solo calificas los criterios de una actividad si te ofrecen una visión globalizada del aprendizaje.
Se evalúa todo y se califica lo necesario.
Saludos.
María
Entiendo que todas las actividades que se realicen en una situación de aprendizaje deben estar asociadas a algún criterio de evaluación y por lo tanto deben ser evaluadas, pero no todas tienen por qué ser calificadas. ¿Sería esto correcto? Muchas gracias.
María
¿ Sería correcto que algunas de las actividades que se planteen en el aula no se califiquen? ¿ O todas las actividades deben estar asociadas a algún criterio de evaluación y por tanto todas deben ser calificadas?