Ignacio Escañuela Romana.
Sandel en su libro sobre la Justicia hace referencia al cuento Los que se alejan de Omelas de Ursula K. Le Guin. En él, nos relata la siguiente historia. En Omelas existe la felicidad completa, las personas viven con toda la abundancia deseada por ellas. Tanta felicidad tienen que no precisan, ni siquiera, de tecnología industrial. Son tan felices que: «¿Cómo se puede explicar el gozo?», pues eran simplemente felices. Esa felicidad, entonces, que a todas las personas una u otra cuestión nos quita, que vivimos como ideal pero no logramos realizar jamás, que es tan deseada que tiene como resultado quitarnos precisamente el gozo.
El problema es que en un «lóbrego cuartucho» y pequeño,sucio y casi sin luz, «hay un niño sentado» que vive en completa soledad y maltrato efectivo, sucio y enfermo, malnutrido, y tiene retraso mental. El niño o niña quiere salir, pues conoce la vida exterior, y pide que lo saquen. Todas las personas saben de su existencia y todas son conscientes de que la felicidad completa de la ciudad y sus habitantes depende del estado misero de esa persona. Si se le auxiliase y sacase, esa felicidad terminaría.
No voy a contar a partir de este punto el cuento, cuya lectura recomiendo. Sandel llega también hasta aquí. La pregunta es: ¿deberíamos sacar al niño/a y auxiliarlo?. El utilitarismo nos dice que no, que las decisiones sociales deben ser tomadas en beneficio de la mayoría. Bueno, es lo que solemos hacer. Sabemos que la contaminación provocada por el tráfico causa enfermedades y muertes, pero las subordinamos a los beneficios de ese transporte: la mayoría gana con el acceso a recursos económicos, sanitarios, laborales, etc. Se podría aducir que en ese caso no hay problema: todas las personas tienen acceso a estos recursos (beneficios) y todas están expuestas a las consecuencias negativas de la contaminación (coste).
Sin embargo, esto no siempre es así. A menudo costes y beneficios van a diferentes personas. Si un país produce más CO2 por producción industrial se beneficia de la venta de esos productos, mientras que la contaminación es para todos los países: calentamiento global. Si la mayoría de las personas nos ponemos una vacuna, el coste (pinchazo) es de cada uno de nosotros, pero los beneficios son conjuntos: también el que no se pone la vacuna ve reducida la probabilidad de coger esa infección. Tiende a haber más tratamientos médicos para las enfermedades conforme más personas las padecen.
¿Hay límites al principio de beneficio por la mayoría?. ¿Hasta dónde puede llegar ese principio utilitario?. Las posturas kantianas o similares nos dicen que existen derechos referidos a la dignidad humana y que estos derechos no son disponibles por la mayoría. Por ejemplo, nos oponemos al sacrificio de una persona, en cualquier circunstancia de ella, para beneficiar (trasplantes) a otras, pues va contra derechos fundamentales (a la vida).
Lo curioso es que todos tendemos a aplicar diferentes soluciones a situaciones distintas, configurando una respuesta global contradictoria pero natural.
¿Se te ocurren circunstancias en que aplicamos el sacrificio de los intereses de una minoría para favorecer a la mayoría?. ¿Se te ocurren otras en que salvaguardamos los derechos de una minoría aun a costa de perjudicar los intereses de una mayoría?.
Finalmente, si lees todo el cuento, ¿dónde crees que van?.