Cómo la icónica máquina de coser Singer cambió la vida de millones de personas en todo el mundo

La primera máquina de coser Singer, hecha por Isaac Singer y patentada en 1851. Getty images

Pocas máquinas han sido tan atesoradas en los hogares del mundo, pasadas de generación en generación, evocando memorias e inspirando sueños como la máquina de coser Singer.

Es además uno de los productos más vendidos de la historia.

La Compañía Máquina de Coser fue la creación de un excéntrico estadounidense llamado Isaac Merritt Singer, quien inventó lo que llamó «el motor de coser» y lo patentó en 1851.

Aunque no fue la primera máquina de coser, pues había sido inventada por Walter Hunt en 1833, la Singer era más confiable y capaz de coser continuamente 900 puntadas por minuto, 20 veces más que una costurera experta.

Dos años después fue aclamada como «uno de los dispositivos de ahorro de mano de obra más eficientes que se haya presentado al público».

Todo un espectáculo

Singer y su socio comercial Edward Clark se dedicaron a establecer lo que llegaría a ser un imperio comercial internacional.

«Singer era brillante para el espectáculo. Era muy bueno vendiendo la máquina de coser. Abrió fantásticas salas de exhibición grandes y lujosas en EE.UU. Además las llevaba a ferias y circos», le contó a la BBC la historiadora de textiles Lin Gadner.

Isaac Singer
Image captionSinger había sido actor y tenía una gran facilidad para montar espectáculos, y su talento contribuyó a crear la imagen de su máquina. En 1869, el artista Edward Harrison May lo retrató en una pose y ropa que reflejaba su riqueza y extravagancia característica.

«Sabía que tenía que persuadir no solo a los manufactureros de que las adoptaran, sino también a los consumidores de que las prendas cosidas a máquina eran tan buenas, y hasta mejores, que las cosidas a mano», señala Gardner.

«Durante toda la historia, la gente había cosido a mano todos y cada uno de los pedazos de tela, y de repente apareció esta máquina que supuestamente se iba a encargar de hacerlo… ¡era difícil de creer!«, explica Alex Askaroff, especialista en máquinas de coser.

«Así que montaron espectáculos públicos en Broadway, Nueva York: pagabas 10 centésimos de dólar y podías ver que era cierto. Y así es como todo empezó».

La creación de una ciudad

En la década de 1870, varias compañías estadounidenses se dieron cuenta de que podían vender sus máquinas en el extranjero.

Publicidad de Singer en español
Image captionLas máquinas Singer se llegaron
a vender en todo el mundo.

Para Singer, el mercado más obvio en el cual experimentar era Reino Unido.

Primero establecieron una fábrica en Glasgow, Escocia. Pero pronto fue evidente que, aunque producían más de mil máquinas a la semana, no podían satisfacer la demanda.

Así que buscaron otro sitio en Europa para hacer una sede más grande y, al final, se quedaron en Escocia, en un lugar que tenía todo lo que necesitaban: un río, bosques y tren.

La fábrica se empezó a construir en 1882 y 2 años después estaba lista. Era una instalación de vanguardia, la más grande de su tipo en el mundo.

«Hay un mapa brillante de 1861 en el que lo único que ves es un ferrocarril, un canal y el río Clyde», cuenta Gardner. «Y en el mapa de 1891 ya hay un laberinto de calles y la enorme fábrica».

«Literalmente cambió la geografía del lugar».

GUÍA INTERACTIVAMapa de la zona antes y después de la llegada de Singer

1891

Mapa de la zona depués de la llegada de Singer

1861

Mapa de la zona antes de la llegada de Singer

Más que eso.

Con el mundialmente famoso astillero de John Brown en el área empleando una enorme cantidad de personas y la flamante fábrica Singer, que atrajo a miles más, el aluvión de la industria inadvertidamente creó una ciudad completamente nueva que se llamó Clydebank.

Pero su gran impacto lo tuvo en los hogares de todo el mundo.

En las fábricas

No obstante, ese no fue el primer destino de la que era considerada una maravilla tecnológica.

Inicialmente la compañía abordó las fábricas, pensando que, al enterarse que con la máquina podían hacer un sombrero o un abrigo en dos días en vez de dos semanas, la comprarían.

Máquina Singer usada en la encuadernación de libros.
Image captionCosiendo libros desde el siglo XIX hasta el XXI.

Y efectivamente así fue: encargaron decenas, centenas y, en ocasiones, miles.

Además, su uso se extendió más allá de la manufactura de prendas de vestir. Alterando la forma de partes de la máquina, podía usarse para hacer una variedad de cosas, desde zapatos y guantes hasta libros.

De hecho, hoy en día siguen habiendo encuadernadoras de libros que las utilizan y no son nuevos modelos, sino las mismas máquinas que compraron hace décadas.

Hechas para perdurar

Las máquinas de coser Singer producidas a principios del siglo XX eran finamente diseñadas. Construidas con hierro fundido y una combinación de aleaciones, estaban hechas para durar. Eran virtualmente indestructibles.

Pero tenían un problema: también eran extremadamente costosas.

Así que en la década de 1870 se les ocurrió una idea que para entonces era toda una novedad: entregarle al consumidor la máquina y dejar que la pagara en cuotas a lo largo de algunos años.

Máquina Singer
Image captionEran casi indestructibles y llevaban decoraciones en pan de oro.

En el primer año las ventas subieron de 5.000 a 25.000 máquinas y cada año después la cantidad se doblaba.

Para 1918, al final de la Primera Guerra Mundial, las máquinas de coser Singer eran tan populares que estaban en uno de cada cinco hogares en el mundo.

Y esa no era la única táctica de marketing. Tenían vendedores de puerta a puerta, en las vitrinas de sus tiendas ponían chicas atractivas a coser, ofrecían cursos para aprender a manejar las máquinas… toda una estrategia que le aseguró a la marca su lugar a la cabeza de todas las demás durante décadas.

Así que abrieron fábricas en varios otros lugares del mundo.

En el hogar

Gran parte del éxito de Singer se debía a la lealtad de sus consumidoras. La compañía había alimentado esa relación desde que empezó a vender a particulares.

Conscientes de que la idea de llevar una máquina a la casa para que la usara una mujer era una idea sui generis, la presentaron como un aparato que ahorraba tiempo y podía ayudarles a ganar dinero.

Afiche promocional
Image captionUna máquina que tenía cabida
en todos los hogares, según la compañía.

A menudo se dice que este o aquel producto cambió la vida de la gente. Este es uno de esos casos.

Para darnos una idea, Andrew Godley, historiador de gestión y negocios, cuenta que, según «los diarios que escribían las amas de casa en EE.UU. en las décadas de 1860 y 1870, pasaban el equivalente a dos días a la semana haciendo o reparando ropa, cosiendo a mano y otras tareas asociadas con ello».

«La máquina de coser les ahorró el 90% de ese tiempo«, dice Godley.

Además, no solo podían coser para su familia más rápido, sino también para otra gente, cobrar y así ganar su propio dinero, algo realmente transformativo.

Un final feliz

Pero todo llega a su fin.

Cuando se recuperaron las industrias que habían estado inhabilitadas debido a la Segunda Guerra Mundial, el monopolio de Singer se vio amenazado.

Nuevas máquinas de coser mejores y más baratas entraron al mercado. Singer no adoptó la estrategia adecuada para competir y eso, combinado con la llegada de la revolución de la moda de los años 60 -con ropa barata y atractiva- llevó a que la compañía perdiera el estatus que por tanto tiempo había conservado.

No obstante, en algunos lugares las máquinas de coser Singer siguen transformando vidas.

Uno de ellos es la organización Street Girls Aid (o «Ayuda a chicas de la calle») en Ghana, donde reciben máquinas de coser restauradas por la organización benéfica Herramientas para la Autosuficiencia en un taller en Southampton, en el sureste de Inglaterra.

Gloria Boakyewaa
Image captionGloria Boakyewaa es una de las chicas que recibió una de las máquinas Singer.

Son máquinas Singer de principios del siglo XX y, sin embargo, generalmente solo necesitan una limpieza profunda para funcionar como nuevas.

Herramientas para la Autosuficiencia restaura unas 300 máquinas al año y las envía a Accra, a 5.000 kilómetros de distancia en dirección sur.

En Street Girls Aid decenas de jóvenes aprenden a coser, a diseñar y a soñar.

«No importa si las máquinas que tenemos son nuevas o viejas, lo que importa es que son duraderas«, dice Vida Amoako, la directora de la organización.

De hecho, la mayoría de las chicas prefieren máquinas de coser manuales, «porque no tienes que pagar cuentas de electricidad», dice una de ellas.

«Al final del curso de un año, se llevan la máquina con la que han aprendido. Así pueden abrir su propio negocio», explica Amoako.

Más de 20 jóvenes se gradúan cada año.

«¡Tener esta máquina de coser va a cambiar mi vida a más no poder!», exclama Abena Ntiriawah.

«Cuando termine el curso, voy a tener mi propio negocio para poder trabajar para mí misma», asegura Gloria Boakyewaa. «Voy a ser una profesional perfecta, una costurera de alta calidad».

Este artículo está basado en parte en el documental de la BBC Scotland «The Singer Story: Made in Clydebank» (La historia de Singer: hecho en Clydebank»)

Por qué la Ley Seca de EE.UU. fracasó de una manera tan espectacular

La ley seca tuvo como objetivo ilegalizar la producción y venta de alcohol en todo Estados Unidos. GETTY IMAGES

Autor: Tim Harford

Fuente: BBC, 27/10/2019

Los economistas tenemos un pequeño problema de imagen. La gente cree que descaradamente manipulamos las estadísticas, hacemos terrible pronósticos con cifras alegres y somos unos aguafiestas en los cócteles.

Es posible que parte de la culpa la tenga un hombre que, hace un siglo, probablemente fue el economista más famoso del mundo: Irving Fisher.

Fue Fisher quien infamemente declaró, en octubre de 1929, que el mercado bursátil había alcanzado «un nivel alto permanente».

Nueve días después, la bolsa de valores cayó estrepitosamente y generó el período conocido como la Gran Depresión.

En cuanto a los cócteles, lo más bondadoso que se puede decir de Fisher es que era un anfitrión generoso.

Como registra Mark Thorton en su libro «La economía de la prohibición», un invitado de Fisher escribió: «Mientras yo devoraba una sucesión de deliciosos platos, (Fisher) cenaba con un vegetal y un huevo crudo».

Era un fanático del buen estado físico, que evitaba el consumo de carne, té, café y chocolate.

Tampoco bebía alcohol y era un ardoroso partidario de la prohibición, la medida de las autoridades estadounidenses de vetar la producción y venta de alcohol, que empezó en 1920.

Fue un cambio extraordinario que hizo que la quinta industria más grande del país de repente se volvió ilegal.

Fisher predijo: «(Quedará) escrito en la historia como el comienzo de una nueva era en el mundo, de cuyo logro esta nación estará siempre orgullosa».

Añadió que no podía encontrar a un solo economista dispuesto a oponerse a esa política en un debate.

Irving Fisher
Image caption Irving Fisher creía que la ley seca marcaría «el comienzo de una nueva era en el mundo».

De hecho, la prohibición resultó ser tan acertada como su vaticinio del alto nivel permanente de la bolsa, pues hoy los historiadores la consideran un fracaso.

La ley fue violada tan ampliamente que el consumo descendió apenas en una quinta parte.

Fue finalmente anulada en 1933, cuando, en una de sus primeras medidas, el nuevo presidente Franklin D. Roosevelt legalizó la cerveza, provocando la aclamación de muchedumbres frente a la Casa Blanca.

Productividad versus borrachera

Las raíces de la ley seca en EE.UU. se pueden rastrear a la religión, teñida tal vez con un poco de esnobismo clasista.

Pero la verdadera preocupación de los economistas era la productividad.

¿No serían las naciones sobrias mucho más competentes que aquellas con una fuerza laboral borracha?

El primer cargamento de cerveza "legal" llega a la Casa Blanca, después del fin de la prohibición en abril de 1933.
Image caption El primer cargamento de cerveza «legal» llega a la Casa Blanca, después del fin de la prohibición en abril de 1933.

Para confirmar la teoría, parece ser que Fisher se tomó algunas libertades con las cifras. Sostuvo, por ejemplo, que la prohibición representaba US$6.000 millones para la economía estadounidense.

El problema es que la cifra no surgió de un cuidadoso análisis.

Fisher empezó con los reportes de unos cuantos individuos a los que un trago fuerte con el estómago vacío los hacía 2% menos eficientes.

Luego supuso que los trabajadores habitualmente ingerían cinco tragos fuertes antes de iniciar labores, así que multiplicó ese dos por cinco y concluyó que el consumo de alcohol rebanaba 10% de la producción.

Cifras dudosas, por decir lo menos.

Tal vez los economistas no hubieran quedado tan sorprendidos por el fracaso de la ley de prohibición si hubieran podido saltar medio siglo hacia el futuro para conocer las perspectivas del Nobel de economía Gary Becker sobre «crimen racional».

Crimen y demanda

Becker observó que volver algo ilegal simplemente añadía otro costo que la gente racional sopesaría con otros costos y beneficios, en este caso, la multa por violar la ley modulada por la probabilidad de ser encontrado con las manos en la masa.

Ilustración de dos profesionales estadounidenses bebiendo en una casa suburbana, cerca de 1945
Image caption¿Es verdad que un trago al día puede reducir la productividad?

Hablaba en serio: la primera vez que lo conocí, estacionó su auto de una manera que podría ser multado. «No creo que se fijen mucho», me dijo, reconociendo con una sonrisa que había cometido un crimen racional.

«Los criminales racionales», dijo Becker, «proveerán bienes al precio que se ajuste».

Si los consumidores pagan ese precio depende de lo que los economistas llaman elasticidad de la demanda.

Imaginémonos, por ejemplo, que el gobierno prohíba el brócoli. ¿Se pondrían unos «contrabandistas» a cultivar brócoli en jardines escondidos para venderlo en callejones oscuros a un precio inflado?

Es poco probable, porque la demanda de brócoli es elástica: si su precio sube, la mayoría de nosotros compraría coliflor o repollo a cambio.

Pero resulta ser que con el alcohol, la demanda es inelástica: así suba el precio, muchos todavía lo pagarían.

El presidente de EE.UU., George Bush, coloca la Medalla Presidencial de Libertad al premio Nobel de economía de 1992, Gary Becker
Image captionGary Becker recibió la Medalla Presidencial de Libertad de EE.UU. en 2008 por su trabajo en teorías económicas.

La prohibición fue una bonanza para criminales racionales como Al Capone, que defendió su contrabando en términos empresariales.

«Le doy al público lo que el público pide», declaró. «Nunca he tenido que enviar vendedores agresivos. Nunca hubiera podido dar abasto».

Los mercados negros también cambian los incentivos de otras maneras.

Tus competidores no te pueden llevar a juicio, así que, ¿por qué no utilizar cualquier medio necesario para establecer un monopolio local?

La teoría mayormente aceptada de que la violencia delincuencial subió súbitamente después del establecimiento de la ley seca ayudó a su derogación.

Cada cargamento de artículos ilegales conlleva algún tipo de riesgo, así que,¿por qué no volverte más eficiente haciendo tu producto más potente?

Durante la prohibición, el consumo de cerveza cayó frente al de bebidas espirituosas. Cuando se derogó la ley, esa tendencia se revirtió.

Al Capone
Image captionAl Capone no fue condenado por contrabando, sino por evasión fiscal en 1931.

Y, ¿por qué no cortar costos reduciendo la calidad? Si estás destilando ilegalmente un aguardiente casero, no tienes que incluir tus ingredientes en la etiqueta.

Prohibiciones

Estados Unidos no fue el único país en ensayar con una ley seca. Otros incluyeron Islandia, Finlandia y las islas Feroe. Hoy en día las naciones que imponen una veda estricta al alcohol tienden a ser islámicas.

Otras tienen restricciones parciales. En Filipinas y algunas partes de América Latina, por ejemplo, no hay venta de alcohol durante elecciones, tampoco en Tailandia durante festivos budistas, con la excepción de la zona franca de los aeropuertos.

En EE.UU. todavía hay condados «secos» y las llamadas «leyes azules» que prohíben su venta los domingos.

Esas leyes inspiraron al economista Bruce Yandle a acuñar un término que se ha vuelto común en una rama de la economía llamada teoría de la elección pública: «contrabandistas y bautistas (de la denominación religiosa)».

La idea es que las regulaciones frecuentemente están apoyadas por una sorpresiva alianza entre moralistas magnánimos y cínicos con ánimo de lucro.

Pensemos en las prohibiciones contra la marihuana. ¿Quién las apoya?

De acuerdo a la teoría de Yandel, los «bautistas» son los que creen que la marihuana es mala.

En cambio, los «contrabandistas» son los criminales racionales que se lucran de las drogas ilícitas, tal como cualquier otro que tenga un interés económico en las leyes antidrogas, como los burócratas que reciben sueldo para hacer cumplir las leyes.

Planta de marihuana
Image captionEl consumo de marihuana se ha despenalizado en muchos lugares.

En años recientes, esa alianza se ha debilitado: la marihuana ha sido legalizada o despenalizada desde California hasta Canadá, de Austria a Uruguay.

Acalorados debates continúan en otros países. Si se va a imponer un costo a los productores de marihuana, ¿debería hacerse aplicando leyes contra la venta de marihuana o haciéndola legal y gravarla con un impuesto?

En Reino Unido, el Instituto de Asuntos Económicos, un centro que estudia el libre mercado, ha analizado las cifras sobre la demanda elástica de la marihuana.

Calcula que un impuesto de 30% erradicaría casi por completo el mercado negro, recaudaría casi US$1.000 millones para el gobierno y llevaría al consumo de drogas más seguras, de la misma manera que la derogación de la ley seca condujo a la producción de bebidas alcohólicas más seguras.

En la actualidad no es difícil encontrar economistas que se opongan a la prohibición de la marihuana: por lo menos cinco premios Nobel han hecho un llamado para poner fin a la «guerra contra las drogas», instando en su lugar a «políticas basadas en evidencia y sustentadas por rigurosos análisis económicos».

Naturalmente, esa evidencia se centra en la productividad. Algunos estudios concluyen que la marihuana afecta las funciones; otros no encuentran efecto alguno.

Un caso atípico y un poco improbable encontró que fumarse un «porro» proporcionaba un impulso a corto plazo a la producción horaria de trabajadores.

Uno se pregunta qué reacción tendría Irving Fisher a eso.