Cómo una epidemia en Haití ayudó a Estados Unidos a convertirse en una potencia

La revuelta de los esclavos haitianos puso en marcha cambios que terminaron afectando la geopolítica mundial.

Autor: Ángel Bermúdez

Fuente: BBC 28/06/2020

Fue una epidemia cuyos efectos cambiaron la geopolítica mundial por muchos siglos.

A finales de 1801, Napoleón Bonaparte envió a Haití una de las mayores flotillas desplegadas hasta entonces por la Armada de Francia y sus fuerzas terminaron sucumbiendo ante un mosquito.

Decenas de miles de soldados franceses murieron víctimas de la mayor epidemia de fiebre amarilla registrada en el Caribe en 300 años.

Así naufragaron los planes de Bonaparte para las Indias Occidentales, en los cuales Haití era una pieza central.

Su fracaso creó las condiciones propicias para la consolidación de una pujante pero aún joven nación: Estados Unidos, cuyo ascenso transformaría el tablero internacional en los siglos por venir.

Pero ¿de dónde surgía tanto interés de Bonaparte por Haití?

Un imperio de azúcar y café

Tras haberse establecido a inicios del siglo XXVII de forma informal en la parte occidental de La Española -como se conocía entonces al territorio que hoy ocupan República Dominicana y Haití-, Francia logró que la corona española le cediera formalmente un tercio de la isla en 1697 con la firma del Tratado de Rijswijk.

Barcos franceses en Saint Domingue.
Image captionMás de 700 barcos recalaban en Saint Domingue cada año para exportar sus productos, sobre todo, azúcar y café.

Bautizada entonces como Saint Domingue, pronto se convirtió en la más próspera posesión de Francia en todo el Nuevo Mundo gracias a su producción de azúcar y café, de los que era el principal exportador a Europa, y, en menor medida, de cacao y añil.

A inicios de la década de 1780, más de 700 barcos recalaban cada año a cargar productos de esta colonia que por entonces representaba dos tercios de las inversiones francesas en el extranjero.

Toda esa prosperidad, sin embargo, se erigía sobre la base del uso masivo y brutal de la mano de obra de esclavos africanos.

Estos estaban atrapados en un círculo vicioso pues los hacendados dedicaban a su manutención la menor cantidad posible de recursos, persuadidos de que no merecía la pena gastar más debido a su alta tasa de mortalidad.

Como consecuencia de ello, la mitad de los esclavos morían durante su primer año en Haití debido a las duras condiciones de vida.

Esto hacía necesario «importar» cada año decenas de miles de humanos, lo que -a su vez- convertía la trata de esclavos en un suculento negocio.

Socialmente, Saint Domingue era una bomba de tiempo con múltiples clases que se odiaban y se temían mutuamente. Como describió el historiador francés Paul Fregosi:

«Blancos, mulatos y negros se aborrecían entre sí.

«Los blancos pobres no toleraban a los blancos ricos; los blancos ricos despreciaban a los blancos pobres; los blancos de clase media estaban celosos de los blancos aristócratas; los blancos nacidos en Francia menospreciaban a los blancos locales.

«Los mulatos envidiaban a los blancos, repudiaban a los negros y eran despreciados por los blancos.

«Los negros libres vejaban a los que aún eran esclavos; los negros nacidos en Haití consideraban como salvajes a aquellos traídos de África.

«Todo el mundo -con mucha razón- vivía con terror de los demás…Haití era un infierno, pero Haití era rico«.

En 1791, paradójicamente inspirados en la Revolución Francesa y en su Declaración de los Derechos del Hombre, los esclavos de Saint Domingue iniciaron una revuelta que 13 años más tarde culminaría en la declaración de independencia, la primera de un país de América Latina.

Muchos hacendados murieron en manos de sus esclavos y numerosas plantaciones fueron quemadas.

Levantamiento de esclavos en gran plantación en Cap-Français
Image captionMuchos hacendados blancos fueron asesinados y muchas plantaciones quemadas durante la revuelta de esclavos de 1791.

El alzamiento derivó en una guerra civil entre castas, en la que interesadamente también se inmiscuyeron otras grandes potencias coloniales como España e Inglaterra, que apoyaron a uno u otro grupo según sus conveniencias.

La presión de la revuelta fue logrando extraer concesiones de las autoridades francesas, que comenzaron a ofrecer la libertad a los esclavos que se sumaran a sus filas, haciendo de la necesidad, virtud.

Para 1794, Francia abolió la esclavitud en todas sus colonias en el Caribe.

A inicios de la década siguiente, François-Dominique Toussaint Louverture, un exesclavo devenido en jefe militar que formalmente juraba lealtad a Francia, se hizo con el control de Saint Domingue y en 1801 se hizo nombrar «gobernador general vitalicio».

Sus movimientos no pasarían inadvertidos en París.

Una invasión, un engaño

Decidido recuperar el control efectivo sobre la antigua colonia y restaurar su «grandeur«, en el otoño de 1801, Bonaparte envió una flotilla conformada por 26 fragatas, 35 navíos de línea, 22.000 soldados y unos 20.000 marinos, según datos recogidos por el historiador estadounidense J.R. McNeill.

Desembarco de las tropas francesas en Saint Domingue.
Image captionCon tropas mejor entrenadas y apertrechadas, Leclerc no tuvo dificultades para conquistar terreno en Saint Domingue.

A finales de enero de 1802, esta fuerza inicial llegó a su destino, desembarcando en tres puertos distintos.

En los meses siguientes recibirían más refuerzos, aunque no hay consenso entre los expertos sobre la magnitud de los mismos. Se estima que la fuerza total enviada a Saint Domingue osciló entre los 60.000 y los 85.000 hombres.

Al frente de esta expedición iba el general Victor Emmanuel Charles Leclerc, esposo de Pauline, la hermana menor y favorita de Napoleón.

El jefe militar había recibido instrucciones secretas sobre su misión.

«Napoleón planeaba que Leclerc, por medio de engaños o por la fuerza, restaurara la economía de plantación, restituyera Saint Domingue a Francia y pusiera fin a la independencia de facto impuesta por Toussaint», escribe McNeill en su libro «Mosquito Empires: Ecology and War in the Greater Caribbean, 1620-1914«.

Sus designios también incluían la reinstauración de la esclavitud pero solamente cuando se hubiera desarmado a los negros y deportado a sus líderes a Francia, por lo que había que mantener la discreción sobre estos planes.

Napoleón también instruyó a Leclerc para que actuara con astucia ante Touissant: primero debía mostrarle respeto para que bajara su guardia y, entonces, debía capturarlo.

François-Dominique Toussaint Louverture
Image captionPara 1801, el líder haitiano Toussaint Loverture se había hecho con el control de Saint Domingue.

Con unas tropas experimentadas y bien apertrechadas frente a las mal equipadas milicias locales, no fue difícil para Leclerc ir ganando cada vez más terreno hasta que en mayo de 1802 acordó un armisticio con Toussaint, quien accedió a retirarse a una de sus muchas haciendas en el campo.

Un mes más tarde, sin embargo, el líder haitiano cometió la imprudencia de acudir a una cita con Leclerc, quien lo arrestó para luego deportarlo a Francia, donde murió en un calabozo menos de un año más tarde.

Un enemigo pequeño y mortal

Algunos historiadores consideran que la captura de Toussaint se precipitó luego de que Leclerc descubrió que el líder haitiano, en realidad, estaba intentando ganar tiempo a la espera de que los franceses se retiraran derrotados por un enemigo implacable: la fiebre amarilla.

Mosquito Aedes aegypti.
Image captionEl pequeño Aedes aegypti puso fin a los planes de Bonaparte en el Nuevo Mundo.

«Toussaint tenía conocimiento médico y conciencia de cuándo y dónde las fiebres golpearían a sus enemigos europeos. Aparentemente él sabía que maniobrando para llevar a los blancos hacia los puertos y las tierras bajas durante la temporada de lluvias, estos morirían en masa», señalan los historiadores médicos John S. Marr y John T. Cathey.

Esta estrategia parece insinuarse en una carta que el general haitiano le escribió a Jean-Jacques Dessalines, quien le sucedería como líder y se convertiría en el primer mandatario del Haití postcolonial.

En su texto, Toussaint le da instrucciones a Dessalines para que incendie un puerto donde los franceses tenían una guarnición y le indica: «No olvides que mientras esperamos a la temporada de lluvia, que nos librará de nuestros enemigos, solamente tenemos la destrucción y el fuego como nuestras armas».

Sus cálculos estaban bien orientados, una vez iniciada la temporada de lluvias en 1802, las tropas francesas empezaron a caer bajo los ataques del pequeño pero implacable mosquito Aedes aegypti.

Leclerc da cuenta de que cuán difícil era esa batalla en una carta que por entonces envió al ministro de Defensa francés, Denis Descres:

«Un hombre no puede trabajar duro acá sin arriesgar su vida y es imposible para mí quedarme acá más de seis meses… ¡Mi salud es tan precaria que me consideraría afortunado si logro durar ese tiempo! La mortalidad sigue y el miedo causa estragos… usted verá que el ejército que calcula en 26.000 hombres está reducido en este momento a 12.000… en este momento tengo 3.600 hombres en el hospital», escribió.

«En las noches recientes he perdido entre 30 y 50 hombres al día en la colonia, y no pasa un día sin que entre 200 y 250 hombres entren en el hospital, de los cuales no más de 50 salen», agregó.

Victor Emmanuel Charles Leclerc,
Image captionEl general Leclerc, cuñado de Bonaparte, tenía instrucciones de reinstaurar la esclavitud en Haití.

Las condiciones en las que vivían las tropas francesas en fuertes atestados o en barcos en los puertos ofrecían un ambiente propicio para la reproducción y los ataques del mosquito.

Las fuerzas recién llegadas del extranjero no poseían, además, una cierta inmunidad a la enfermedad como la que podían haber desarrollado quienes llevaban tiempo residiendo en la isla.

Como consecuencia, las tropas de Leclerc se vieron diezmadas por la fiebre amarilla.

Según estimaciones de McNeill, entre 80% y 85% de los soldados franceses enviados a Haití perdieron la vida, la mayor parte de ellos debido a la enfermedad y solo unos pocos en combate.

«Según todos los estándares, el número de fallecidos y la tasa de mortalidad (en este caso) son difíciles de entender a menos que uno tome en cuenta la convergencia de factores ambientales y ecológicos ideales para un desastre epidemiológico«, resumieron John S. Marr y John T. Cathey.

Una de esas víctimas mortales fue el propio Leclerc, quien falleció en noviembre de 1802. Un año más tarde, las fuerzas francesas terminarían por retirarse de la isla y abandonar formalmente su intento de reconquista.

A su derrota contribuyeron algunos errores estratégicos como la captura de Toussaint, la decisión de Napoleón de reinstaurar la esclavitud en la isla de Guadalupe y las despiadadas acciones del sucesor de Leclerc, general Donatien Rochambeau, que llevaron a Francia a encontrar con cada vez mayor resistencia entre los negros y mulatos.

Ninguno de estos elementos, sin embargo, tuvo un efecto tan demoledor como la fiebre amarilla.

El nacimiento de una potencia

El intento de Napoleón de retomar el control de Saint Domingue fue seguido con interés por el resto de potencias pero causaba gran inquietud, especialmente, en un país recién independizado y aún en formación: Estados Unidos.

Thomas Jefferson
Image captionThomas Jefferson preveía que la ocupación francesa de Luisiana llevaría a conflictos con Estados Unidos.

A finales de 1800, España cedió a Francia a través de un acuerdo secreto la colonia de Luisiana.

Ese territorio abarcaba los actuales estados de Arkansas, Iowa, Misuri, Kansas, Oklahoma y Nebraska, así como partes de Minesota, Nuevo México, Dakota del Sur, Texas, Wyoming, Montana y Colorado; además del propio estado de Luisiana y de porciones de las provincias canadienses de Alberta y Saskatchewan.

Pero al gobierno de Thomas Jefferson no le preocupaba tanto la extensión del territorio sino su ubicación: controlaban el río Misisipi y el puerto de Nueva Orleans, por donde transitaban tres octavos de los productos que exportaba Estados Unidos.

Otro motivo de intranquilidad era el hecho de que el nuevo propietario fuera una potencia en pleno auge, como la Francia de Napoleón.

«Esto cambia completamente todas las relaciones políticas de Estados Unidos y generará una nueva época en el acontecer político», escribió el mandatario estadounidense en abril de 1802, poco después de haber recibido confirmación sobre la cesión de Luisiana.

«España habría podido retenerla tranquilamente durante años… no puede esperarse que esto ocurra nunca en las manos de Francia. La impetuosidad de su temperamento, la energía y lo inagotable de su carácter, la ponen en un punto de fricción eterna con nosotros…resulta imposible que Francia y Estados Unidos puedan seguir siendo amigos cuando se hallan en una situación tan irritante«, dijo el presidente estadounidense, según relata en su biografía el historiador Jon Meacham.

Intentando solucionar la crisis antes de que esta se presentara, Jefferson envió a inicios de 1803 a James Monroe como su enviado especial a París para negociar la compra de Nueva Orleans con Napoleón.

James Monroe
Image captionJames Monroe fue enviado a Francia a negociar la compra de Nueva Orleáns y adquirió toda la colonia de Luisiana.

El objetivo se consiguió pero con una sorpresa añadida: a la propuesta de compra de Nueva Orleans, Francia añadió la oferta de entregar toda la colonia de Luisiana.

Pero, ¿por qué tomó esta decisión?

«Para Francia mantener y defender tierras tan lejos de Europa se estaba haciendo cada vez más costoso y problemático. La derrota a manos de las fuerzas de los esclavos en Saint Domingue era especialmente irritante para Napoleón, quien creía que tenía que destinar sus recursos a campañas más próximas a casa», explica Meacham.

Así fue como el 30 de abril de 1803 se firmó el acuerdo mediante el cual Estados Unidos compraba Luisiana, con lo que ponía fin a cualquier preocupación sobre las ambiciones territoriales de Francia en su entorno más próximo y lograba duplicar su territorio a un precio de oferta: US$15 millones de la época, equivalentes a unos US$340 millones de 2020.

Historiadores como Bob Corbett colocan a Saint Domingue en el centro de la estrategia de Francia para el Nuevo Mundo, en la cual Luisiana estaba destinada a servir como productor de productos para alimentar a los esclavos de la isla.

«Sin la isla, el sistema tenía manos, pies e incluso cabeza pero no cuerpo. ¿De qué servía Luisiana cuando Francia había perdido la principal colonia que Luisiana debía alimentar y fortalecer?«, se preguntaba el historiador Henry Adams.

Otros investigadores creen -sobre la base de algunos indicios- que Bonaparte, en realidad, tenía planes para hacerse con el control de Luisiana y desde allí conquistar Estados Unidos o, al menos, establecerse como una gran fuerza en ese territorio, que había estado dividido entre estadounidenses, franceses y españoles.

Aún si alguno de esos escenarios hubiera fuera el correcto, la derrota en Saint Domingue parece haber puesto fin a esas ambiciones.

La compra de Luisiana abrió las puertas para la futura expansión estadounidense hacia el oeste, incluyendo la guerra con México tras la cual Estados Unidos se anexó Texas formalmente y compró California y el resto de los territorios al norte del Río Bravo.

Mapa de la compra de Luisiana.
Image captionLa compra de Luisiana permitió a EE.UU. duplicar su territorio y abrió las puertas para su expansión hacia el oeste.

Esta consolidación territorial no solamente ayudó a convertirle en el cuarto país con mayor territorio del mundo sino que además limitó a dos el número de países con los que compartía frontera terrestre y dejó a los océanos Atlántico y Pacífico como barreras naturales que le protegían de agresiones.

Todos estos elementos han sido fundamentales para evitar que el territorio continental de Estados Unidos sea atacado por enemigos externos y ha evitado que sus infraestructuras (y en gran medida su economía) se vean afectadas por conflictos bélicos.

Y todos estos cambios fueron posibles por la epidemia de fiebre amarilla que azotó a las tropas francesas en Haití.

Queda claro por qué el investigador Erwin Ackerknecht llegó a decir que probablemente esa haya sido «la epidemia más importante de la historia»

El mundo de Eduardo Toda

Eduardo Toda durante su viaje a Egipto con la expedición Maspero en 1886

Autor: FÈLIX RIERA, 

Fuente: La Vanguardia 20/06/2020

Hay hombres que solo adquieren notoriedad gracias a sus obras y otros que la consiguen al unir sus singulares vidas a estas. Uno de estos hombres notables, vitalistas, curiosos y cultos fue Eduardo Toda i Güell (1855-1941).

Fue vicecónsul de Macao, Hong-Kong, Cantón y Xiang-Hai, China. Luego cónsul en El Cairo, Egipto. Más tarde fue destinado a Glasgow y Helsinki. Luego fue también a Cagliari, en la isla de Cerdeña, Argel, París y Hamburgo. Josep Pla le dedicó un Homenot destacando que “el señor Toda ha contribuido a desprovincianizar el país”.

Hablaba siete idiomas, construyó una de las más variopintas bibliotecas que se conocen, donde uno podía hallar todo tipo de materias, lenguas e intereses; fue el padre de la egiptología española, escritor, columnista, historiador de arte y licenciado en Derecho. Fue un hombre abierto al asombro y al interés por comprender otras culturas; pero que tuvo una fijación o, como advirtió Josep Pla, una obsesión que le acompañó toda su vida: la reconstrucción del monasterio de Poblet. Poblet fue devastado, incendiado por las revueltas anticlericales de 1835 en España.

Diplomático, historiador, escritor, políglota…, de Eduardo Toda dijo Josep Pla que “contribuyó a desprovincianizar el país”

Desde muy joven, Toda se preocupó por el abandono que sufrió Poblet y se propuso su restauración. La obsesión por Poblet fija un aspecto central de su carácter, que se refleja también en sus dos otras obsesiones: China y Egipto. No se trata solo de viajar para ver sino para aprender a mirar todo aquello que le rodea. Una muestra de esta vocación por saber y restaurar el pasado desde el conocimiento lo encontramos en una obra que ahora se ha reeditado y que lleva por título A través del Egipto.

En esta edición los lectores podrán disfrutar de las ilustraciones de José Riudavets que ya acompañaron el texto cuando se publicó en 1889. Se trata de un libro para descubrir un Egipto relatado desde una mirada liberal y abierta que, en muchos aspectos, sigue vivo, como cuando relata las angostas calles de El Cairo. Su mirada sobre Egipto es la de un liberal que lucha contra los prejuicios y contra una visión fantasiosa de la vida.

Toda disfrazado de momia en  el museo de Bulacq,
Toda disfrazado de momia en el museo de Bulacq,

Su capítulo dedicado a la religión musulmana debería ser de obligatoria lectura en las escuelas. En él, describe los ritos acercándose a sus textos sagrados, a su organización religiosa, sin la más mínima carga de prejuicios occidentales. Su lectura ofrece un recorrido que va desde la historia de Egipto hasta su organización social, política, económica, describiendo sus paisajes, ciudades, ruinas y devastaciones.

Actúa como lo haría en Poblet, pero en el caso de Egipto restaurándolo desde la literatura. Un esfuerzo que permite al lector presenciar las grandes edificaciones egipcias, las ruinas de las grandes necrópolis que han sido destruidas, saqueadas o simplemente abandonadas. Todas las reconstruye de forma precisa, técnica y poética.

Sobrepasa el viaje mítico para ofrecer un viaje real de lo antiguo, y su capítulo sobre la religión debería ser de lectura obligatoria

El antiguo Egipto de los faraones reconstruido más allá de las actitudes del expolio colonialista que el país sufrió, para levantar acta de una civilización que Toda no observa como algo muerto sino vivo. El viaje que propone es a través, de un lado a otro, del presente al pasado, pero también del pasado al presente que le tocó vivir.

Ahí reside el interés de su propuesta literaria. Sobrepasa el viaje mítico para ofrecernos un viaje real por lo antiguo. Toda consiguió reconstruir Poblet junto a sus amigos Antoni Gaudí y Josep Ribera. Murió en 1941 y fue enterrado en el monasterio de Poblet.

Los ‘criminales contra la Humanidad’ a los que Franco dio título nobiliario

Autor: Antonio Seoane

Fuente: Nueva Tribuna 19/06/2020

Expusimos las dudas que nos plantea que los títulos nobiliarios puedan ser considerados entre las honores y distinciones a que se remite el art. 62 f) de la Constitución. Y afirmamos la inexistencia de leyes que regulen la concesión de títulos, de manera que en ausencia de una regulación legal podría no caber, bajo pena de nulidad, la concesión por el Rey de honores y distinciones. Porque la competencia real para conferir los empleos civiles y militares y conceder honores y distinciones ha de ejercitarse “con arreglo a las leyes”. Lo que quiere decir que exige un marco legal. Esa mención sería innecesaria si fuera una competencia ejercitable de manera discrecional.

Sin embargo hay que constatar que la entrada en vigor de la Constitución no alteró el funcionamiento en la materia, sin que nos conste que en momento alguno se haya cuestionado el régimen nobiliario. Con la única diferencia de que la competencia pasó sin solución de continuidad del difunto al Rey Don Juan Carlos I. En el Ministerio de Justicia siempre ha habido una dependencia dedicada a esta cosa de los títulos nobiliarios y en el Ministerio de Hacienda del mismo modo hay un negociado, escasamente rentable, que cobra el simbólico impuesto sobre la sucesión y rehabilitación de títulos nobiliarios. Por último continuó funcionando la Diputación Permanente y Consejo de la Grandeza de España y Títulos del Reino creada por una decisión real de 1815, como representación del Cuerpo que desarrolla cierta actividad pública. Una suerte de Sindicato de desocupados al que un Dictamen de 22 de Abril de 1999 del Consejo de Estado configura como Corporación semipública. Y naturalmente siguió la tramitación de concesiones, sucesiones y rehabilitaciones de títulos, todo ello dentro de una continuidad de facto.

Pero los problemas jurídicos estaban ahí, al acecho. Y, al albur de los diferentes intereses, pronto se hicieron presentes ante los Tribunales de Justicia y llegaron incluso al Tribunal Constitucional. Y estos problemas sustancialmente tenían que ver con el acomodo del derecho consuetudinario que rige las sucesiones en los títulos nobiliarios con el principio de igualdad y no discriminación establecido en el art. 14 de la Constitución. Significativamente no nos consta impugnación alguna directa de la constitucionalidad de los  títulos nobiliarios, en sí. En lo judicial. Porque en el ámbito del debate político sí se ha impugnado la concesión de títulos por Franco a algunos de los militares que le acompañaron en el Golpe y a los que incluso se califica de ‘criminales contra la Humanidad’. Judicialmente solo se han discutido las preferencias sucesorias. En concreto:

1.- Si puede preterirse a un sucesor al título por el hecho de haberse “malcasado”. Y cuando en estos ambientes se refieren a “malcasamientos” no aluden a que el/la esposo/a sea feo/a, gordo/a, borrachuzo/a o infiel. Malcasamiento es casarse con un plebeyo/a y no con alguien de la misma pureza sanguínea. Obviamente a quien se le denegó la sucesión en el título por tales razones, se creyó amparado por el art. 14 de la Constitución que prohíbe la discriminación por razón de nacimiento o condición social.

2.- Si puede preterirse a la primogénita mayor en favor del varón de menor edad. Porque la preferencia por heredar del varón sobre la mujer primogénita parece que entra en conflicto claro con el art. 14 de la Constitución que prohíbe la discriminación por razón de sexo. Si ha de heredar el primogénito, lo hará con independencia de su sexo,

3.- Y si puede preterirse al hijo primogénito en la sucesión  del título por el hecho de haber sido concebido fuera del matrimonio. Porque el art. 14 de la Constitución prohíbe la discriminación por razón de nacimiento y el art. 39.2  garantiza la igualdad de los hijos con independencia de la filiación.

Si a cualquiera de nosotros se nos preguntara por el desenlace de esos litigios, nos atreveríamos a aventurar una respuesta afirmativa de los tribunales de justicia y del Tribunal Constitucional a  semejantes pretensiones.  Sin embargo, el Tribunal Constitucional, que no ha asistido a cursos de formación en perspectiva de género, sienta una doctrina absolutamente discutible e instrumental en cuya virtud concluye que el principio de no discriminación no es de aplicación a esta materia por las razones que expondremos. Y por consiguiente la sucesión en el título se rige por la “carta de concesión real” del mismo. Y si en ella se prevé que el malcasado pierde el derecho a la sucesión o que el varón tiene preferencia sobre la mujer, a ello ha de estarse (Sentencias del Tribunal Constitucional de fechas 24 de Mayo de 1982  núm. 27 y 3 de Julio de 1997 núm. 126). El tercer supuesto no fue necesario que fuera resuelto por el Tribunal Constitucional pues, siendo la doctrina constitucional vinculante para los Tribunales de Justicia, el Tribunal Supremo por Sentencia de fecha 8 de Marzo de 2016 desestimó la pretensión del hijo extramatrimonial de suceder en el título por la misma razón. Todas ellas con Votos particulares discrepantes.

Por decirlo de otra manera, en la misma realidad espacio-temporal, esta España nuestra, pero en diferentes dimensiones  están los nobles, a los que no se aplican los principios constitucionales, y el resto de los mortales a los que sí les son de aplicación. De aquí debió sacar Amenábar la idea de su película “Los Otros”. Y paradójicamente quién establece esa doctrina es quien  tiene encomendado velar por la aplicación y efectividad de los derechos constitucionales.

Podría el Tribunal Constitucional haber parodiado a George Wells (Rebelión en la Granja) con el famoso principio de que “todos los animales son iguales pero algunos son más iguales que otros” y afirmar que las personas son iguales con independencia de con quien se casen, que son iguales con independencia de su sexo o de haber sido concebidos fuera o dentro del matrimonio, pero que indiscutiblemente son más iguales los que se casan con alguien de su alcurnia que los que se casan con plebeyos, más iguales los varones que las mujeres, y desde luego son más iguales los hijos matrimoniales que los extramatrimoniales. La respuesta hubiera sido más coherente. O por lo menos nos habría hecho sonreír. Pero a esas alturas la falta de oxígeno obsta el sentido del humor.

En realidad es lo que se llaman Sentencias instrumentales en que el Tribunal Constitucional quiere entrar y entra. Pese a que no es competente y lo sabe. Y lo hace además incurriendo en incongruencia porque resuelve más de lo que las partes le proponen. Y eso no es precisamente bonito.

Es instrumental porque aunque está resolviendo sobre los títulos nobiliarios, en realidad lo hace pensando en otros colectivos con intereses más relevantes. En concreto, en la monarquía como forma de Estado que se funda en iguales principios que la nobleza. De exclusión de “malcasados”, de la mujer en favor del varón y desde luego del hijo ilegítimo (¡a saber quién podría acabar en el trono!). Y pensando también en la Iglesia Católica que no se atiene a ninguno de los principios constitucionales (exclusión generalizada de la mujer, inexistencia de democracia interna, etc.). Y así crea un espacio de inmunidad a los principios constitucionales. Por lo que hace a la institución monárquica el patinazo es histórico porque con el paso del tiempo resultó que nuestro actual Rey acabaría “malcasándose” con una plebeya el 22 de Mayo de 2004. Además es una Sentencia innecesaria y no constituye una verdad indiscutible porque a diferencia de la sucesión nobiliaria, que no está regulada en la Constitución, la sucesión en la Corona no solo está regulada, sino que se ha hablado de la eventualidad de reformarla para consagrar a partir de la siguiente generación la igualdad de hombre y mujer.

Es incongruente, porque en un pleito en que se está discutiendo la sucesión en un título, se pronuncia afirmando la constitucionalidad del sistema o régimen nobiliario. En concreto «no siendo discriminatorio y, por tanto, inconstitucional el título de nobleza tampoco puede serlo dicha preferencia». El argumento es de una falta de lógica absoluta, de lógica “parda” pues la conclusión no tiene nada que ver con la premisa, que además no es objeto del debate y que en modo alguno puede considerarse indiscutible.

En realidad, y como señala el Magistrado Don Francisco Rubio Llorente en su voto particular, el Tribunal Constitucional confunde dos instituciones diferentes, sobre las que no haremos especial hincapié por no incidir en cuestiones técnicas complejas: la derogación de la norma y su inconstitucionalidad. La Constitución decreta que “quedan derogadas todas las disposiciones que se opongan a lo establecido en esta Constitución”. En consecuencia no cabe analizar la inconstitucionalidad pues esta presupone que la norma está vigente y no derogada.

Y esa es precisamente la razón por la que el Tribunal Constitucional no debería haberse pronunciado sobre estas cuestiones. Porque la competencia para declarar la derogación de las normas preexistentes a la Constitución no incumbe al Tribunal Constitucional sino a los Tribunales ordinarios. Porque es un problema de jerarquía normativa y no un problema de comprobar si una norma vigente se atiene al mandato constitucional. Más cuando la materia se rige por derecho histórico (como el Código de Las Partidas) derogado pero que se dice conserva valor de derecho consuetudinario, no legal, y por Reglamentos (Ordenes y Decretos).

Finalmente el argumento utilizado por el Constitucional para situar la cuestión nobiliaria en una dimensión extra constitucional es realmente patético y falso. Considera que ostentar un título nobiliario “no supone en modo alguno en status o condición estamental y privilegiada ya que desde 1820 no es más que una preeminencia o prerrogativa de honor, un nomen honoris». En definitiva que es meramente simbólico y honorífico y “sólo despliega hoy sus efectos jurídicos en el ámbito de determinadas relaciones privadas”.

Para cualquier ciudadano medianamente intuitivo le bastaría oír cómo se dirige la Marquesa de Casa Fuerte al Vicepresidente del Gobierno en sede parlamentaria diciéndole que  es Marquesa, para entender que lo que le está diciendo no es precisamente que su título es meramente simbólico y honorífico sino que ella “es más”, que en sustancia “es más”. Y si se considera subjetivo el argumento, una intuición objetiva podría llevarnos a la misma conclusión: si la ostentación es meramente simbólica y honorífica y carente de relevancia jurídica cómo se explican estos pleitos que recorren toda la vía administrativa, toda la vía judicial y llegan al propio Tribunal Constitucional, con devengo de importantes gastos y costas. ¿Minutones por nada?

Pero por encima de todo hay un argumento legal y por tanto objetivo que desacredita el razonamiento del TC.  Hasta 1984 los Grandes de España lucraron el beneficio de disponer de pasaporte diplomático. Beneficio que fue derogado por RD 1024/1984, BOE núm. 129. Y este beneficio en modo alguno pertenece a la esfera privada, ni es simbólico ni honorífico. Más aún al estar vigente al aprobarse la Constitución en Diciembre de 1978 es una de las causas de que deba considerarse derogado, a la entrada en vigor de la Constitución, el  régimen nobiliario globalmente considerado.

Por Ley 33/2006 de 30 de Octubre, las Cortes reprobaron la doctrina del Tribunal Constitucional estableciendo el principio de igualdad de hombre y mujer en el orden de sucesión de los títulos nobiliarios. En su Exposición de Motivos acepta, retuerce y vuelve contra sí los argumentos del Constitucional. «El principio de plena igualdad entre hombres y mujeres debe proyectarse también sobre las funciones meramente representativas y simbólicas, cuando éstas son reconocidas y amparadas por las leyes». Y “concluye que es justo que la presente Ley reconozca que las mujeres tienen el mismo derecho que los varones a realizar esta función de representar simbólicamente a aquél de sus antepasados que, por sus méritos excepcionales, mereció ser agraciado por el Rey». Con cita de la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer, adoptada en Nueva York el 18 de Diciembre de 1979 y ratificada por España en 1984.

En el Voto particular a la Sentencia del TS, que también hemos referido, los Magistrados discrepantes afirman: “La Constitución recoge valores y principios esenciales para la convivencia, que deben servir como guía en la interpretación de las normas jurídicas, cualquiera que sea la institución  que regulen. No podemos abrir espacios blindados frente a la Constitución, por antigua que sea su data. No puede aceptarse que el derecho que regula los títulos nobiliarios sea inmune a los valores constitucionales, por lo que las normas de transmisión  de los títulos nobiliarios deben interpretarse conforme a la Constitución y los Tratados internacionales”.

Todo ello si se pudiera concluir que todo el sistema no fue derogado de plano por la Constitución española.

Leopoldo II, el rey belga que cometió en África «los abusos más atroces» del colonialismo europeo

La estatua de Amberes había sido quemada y atacada con pintura antes de ser retirada.

Fuente: BBC 10/06/2020

Una estatua del rey Leopoldo II que durante 150 años estuvo en el centro de Amberes fue retirada en las últimas horas de la ciudad belga.

Y es que desde hace años grupos activistas piden que se deje de honrar la figura del monarca, que se considera cometió como propietario del Congo algunas de las peores atrocidades de colonialismo europeo.

Leopoldo II sigue dividiendo a los belgas, a los que durante décadas se les enseñó que fue el responsable de llevar la civilización a esa parte África.

Una muestra de lo controvertido que es este personaje, es que en las últimas horas un portavoz de la alcaldía de Amberes aseguró que la retirada de la estatua no tiene nada que ver con las recientes protestas que se han dado en todo el mundo en contra del racismo, y dijo que la figura será llevada a un museo para ser restaurada y que no se descarta que vuelva a ser instalada en el espacio público.

«El mayor y más horrible legado de todos»

Leopoldo II
Image captionLeopoldo II se declaraba «propietario» del Congo.

«De los europeos que luchaban para hacerse con el control de África a finales del siglo XIX, se puede decir que el rey belga Leopoldo II dejó el mayor y más horrible legado de todos«, escribió en 2004 Mark Dummet, excorresponsal de la BBC en Kinshasa, en una nota sobre el monarca.

«Mientras las grandes potencias competían por conseguir territorios en otros lugares, el rey de uno de los países más pequeños de Europa esculpió su propia colonia privada de 100 kilómetros cuadrados en la selva tropical centroafricana», agregó Dummet.

Leopoldo II extendió sus dominios hasta controlar un territorio equivalente a 60 veces el tamaño de Bélgica.

Pero no sería tanto el tamaño de esas posesiones sino lo que allí ocurriría y las condiciones en las que sucedió lo que marcaría su legado.

Colonia privada

Leopoldo II, quien reinó en Bélgica entre 1865 y 1909, buscó convertir su pequeño país en una potencia imperial para lo cual lideró los esfuerzos para desarrollar la cuenca del río Congo.

Poco antes de morir, Leopoldo II entregó a Bélgica la administración de los territorios en el Congo.
Image captionPoco antes de morir, Leopoldo II entregó a Bélgica la administración de los territorios en el Congo.

Argumentando su deseo de llevar a los nativos africanos los beneficios del cristianismo, de la civilización occidental y del comercio, el monarca convenció a las potencias euroasiáticas de permitirle tomar el control de esa extensa región a través de una organización que llamó Asociación Internacional Africana y que en 1885 transformó en el Estado Libre del Congo.

Esta institución privada no estaba vinculada con el estado belga sino que dependía directamente del monarca, quien se presentaba como su «propietario». Era la única colonia privada del mundo.

Pero detrás del discurso filantrópico de Leopoldo II había un gran interés en hacerse con las grandes riquezas del territorio.

Primero, del marfil, que era inmensamente apreciado en la época previa a la creación del plástico por ser un material que podía ser utilizado para crear infinidad de piezas, desde estatuillas hasta teclas de piano pasando por piezas de joyería y dientes falsos.

De allí surgió la mayor parte de la riqueza obtenida por el monarca durante los primeros años del Estado Libre del Congo. Los abusos y las extremas condiciones a las que eran sometidos los nativos africanos allí para obtener este preciado material fueron retratados por el escritor británico de origen polaco Joseph Conrad en su novela «El corazón en las tinieblas».

Manos mutiladas

Gradualmente, el interés por el marfil fue desplazado por la fiebre del caucho, cuando en la década de 1890 su uso se disparó para producir ruedas de bicicletas y de autos, para recubrir cables así como para fabricar cintas de transporte para automatizar el trabajo en las fábricas.

Ilustración de un hombre negro atrapado por una serpiente con la cabeza del rey belga
Image captionA inicios del siglo XX crecieron las críticas hacia lo que ocurría en el Estado Libre del Congo.

El negocio del caucho tenía sus complejidades, pues la materia prima se extrae de un árbol que tarda muchos años en crecer, por lo cual quienes controlaran territorios con abundancia de estos árboles tenían una fortuna entre sus manos. Y el Estado Libre del Congo tenía muchos de ellos.

También abundan los relatos sobre la crudeza con la que se explotaba este material en los territorios controlados por Leopoldo II.

«Él convirtió su ‘Estado Libre del Congo’ en un campo de trabajo masivo, hizo una fortuna para sí mismo con la recolección del caucho y contribuyó en gran medida a la muerte de quizá unos 10 millones de inocentes«, señaló Dummet.

La cifra de las posibles víctimas es controvertida.

En 1998, el historiador estadounidense Adam Hochschild publicó un libro en el que Leopoldo II quedaba señalado como el responsable de una suerte de holocausto africano, que superaría en cantidad de víctimas al número de judíos muertos a manos de la Alemania nazi.

En Bélgica, algunos expertos rechazaron las conclusiones del polémico texto. «Ocurrieron cosas terribles, pero Hochschild está exagerando. Es absurdo decir que murieron tantos millones«, le dijo entonces Jean Stengers, un historiador especializado en la época de Leopoldo II, al diario británico The Guardian.

Stengers reconoció que la población del Congo mermó de forma dramática durante los 30 años siguientes a la toma de control de ese territorio por parte de Leopoldo II, pero advirtió que era imposible saber cuántas víctimas hubo pues nadie sabía cuántas personas habitaban allí en ese momento.

En los jardines del Palacio Real de Laeken, Leopoldo II ordenó construir este invernadero para celebrar la adquisición del Congo.
Image captionEn los jardines del Palacio Real de Laeken, Leopoldo II ordenó construir este invernadero para celebrar la adquisición del Congo.

En lo que sí hay coincidencia entre los estudiosos fue en los métodos brutales utilizados por los representantes de Leopoldo II para obligar a la población nativa a explotar el caucho.

El Estado Libre del Congo estaba controlado por un ejército privado de unos 19.000 hombres conocido como Fuerza Pública.

Miembros de esta organización aterrorizaban a las poblaciones nativas para obligarlas a trabajar.

El método era el siguiente: entraban en una aldea por la fuerza, tomaban a las mujeres y a las niñas como rehenes y ordenaban a los hombres adentrarse en la selva para recolectar una cuota determinada de caucho.

Mientras los hombres cumplían con la tarea impuesta para salvar a sus esposas e hijas, estas morían de hambre o eran sometidas a abusos sexuales.

Además, quienes no fueran capaces de completar la cuota que les había sido impuesta estaban amenazados con la amputación de una de sus manos o de las de alguno de sus hijos.

Este castigo también era una práctica habitual por otros motivos. Los miembros de la Fuerza Pública tenían que demostrar que no «malgastaban» las balas de las que disponían, pues estas debían ahorrarse para ser usadas en caso de un motín.

Leopoldo II, rey de Bélgica
Image captionAunque rigió sobre el destino de millones de personas en Congo, Leopoldo II nunca visitó ese territorio.

Entonces, por cada bala gastada se les exigía que presentaran la mano cortada a uno de los rebeldes muertos. Como resultado, cuando los soldados regresaban de una expedición para sofocar una revuelta traían consigo cestas repletas de manos cortadas.

Pero esta medida de «ahorro» también se prestaba a otros adicionales abusos. Así, cuando un soldado erraba el tiro o cuando simplemente usaba sus balas para jugar al tiro al blanco, en ocasiones le cortaba la mano a un nativo para poder justificarse ante su oficial a cargo.

La biógrafa británica de Leopoldo II, Barbara Emerson, asegura que el monarca se sintió consternado cuando escuchó sobre los terribles abusos que ocurrían en sus dominios africanos -los cuales, por cierto, nunca conoció personalmente. «Estos horrores deben terminar o me retiraré del Congo. No seré salpicado de sangre y lodo», le habría escrito a su secretario de Estado.

Sin embargo, también se refiere a que comentó: «Cortar las manos. Es algo idiota. Yo les cortaría todo lo demás, pero no las manos. Eso es lo único que necesito en el Congo».

Un legado polémico

Durante la primera década del siglo XX se fueron acumulando las críticas en contra de los abusos que se cometían en el Estado Libre del Congo.

«Robo legalizado y ejecutado con el uso de la violencia», afirmó Dummet que era la forma como se describía en aquella época lo que ocurría en África bajo Leopoldo II.

Algunos historiadores señalan que esas críticas eran, en parte, impulsadas por otras potencias coloniales europeas que buscaban desviar la atención de sus propios abusos.

En todo caso, la presión ejercida sobre el monarca derivó en la decisión de este de transferir en 1908 su «propiedad» en África a Bélgica, con lo cual el Estado Libre del Congo se convirtió en el Congo Belga.

Leopoldo II murió poco después, pero dentro de los proyectos que había dejado en marcha estaba la construcción del Museo Real de África, en las afueras de Bruselas, que se convirtió en el primer museo de Congo en el mundo.

El Museo de África, a las afueras de Bruselas, es parte del controvertido legado de Leopoldo II.
Image captionEl Museo de África, a las afueras de Bruselas, es parte del controvertido legado de Leopoldo II.

Pensado, en parte, como un instrumento de propaganda sobre el proyecto colonial, esta institución fue reabierta en 2018 luego de pasar cinco años cerrada en labores de adaptación de su colección a los nuevos tiempos.

Guido Gryseels, director general del museo, explicó en una entrevista concedida al diario The New York Times que parte del trabajo que hicieron tiene que ver con los esfuerzos para cambiar la visión positiva del colonialismo que ofrecía la institución.

«Generaciones enteras de belgas vinieron acá y recibieron el mensaje de que el colonialismo era algo bueno, de que trajimos civilización, bienestar y cultura al Congo», señaló.

Para combatir esa narrativa, el museo reorganizó la colección y colocó información que destaca los problemas causados por el colonialismo.

Pero ¿y qué hay del legado de Leopoldo II?

Derechos humanos

Mark Dummet, excorresponsal de la BBC en Kinshasa, señaló que el país nunca se había recuperado realmente de aquella experiencia colonial.

«Los soldados del Congo nunca se alejaron del rol que les atribuyó Leopoldo como una fuerza para ejercer la coerción, atormentar y violar a la población civil desarmada», apuntó en su texto de 2004.

Sin embargo, aquellos abusos al parecer sí tuvieron una consecuencia positiva aunque no buscada.

Según Dummet, la campaña para revelar lo que había ocurrido en el Estado Libre del Congo, liderada por el diplomático Roger Casement, se convirtió en el primer movimiento masivo moderno en defensa de los derechos humanos.

«La aparición de sucesores como Amnistía Internacional, Human Rights Watch o la organización con sede en Kinshasa Voix de San Voix (‘La voz de los que no tiene voz’) significa que en la actual República Democrática de Congo los abusos no pueden ocultarse por mucho tiempo», apuntó Dummet.

Felipe V “se creía rana” y “apenas se aseaba”: cómo el rey español más trastornado pasó a la historia como un gran monarca

Montaje sobre el retrato de Felipe V que Jean Ranc hizo en 1723. El cuadro original se encuentra en el Museo del Prado de Madrid. Montaje: Pepa Ortíz

Autora: Sara Navas

Fuente: El País, 08/06/2020

Felipe V llegó a pasar 15 días postrado en la cama del palacio del Buen Retiro afirmando a gritos que estaba muerto. Tal y como confirma Eduardo Juárez, doctor en Historia Moderna, lo repetía insistentemente con la intención de demostrarse a sí mismo que seguía estando vivo. El monarca fue el primer Borbón que reinó en España y vivía obsesionado con la muerte y la enfermedad: Estuvo 30 años asegurando a todo el que quería escuchar que fallecería de forma inminente («es triste no ser creído, pero no tardaré en morir y se verá que tenía razón», le decía al cardenal Alberoni) y apenas comía porque decía que todo le sentaba mal. El quinto Felipe de la historia española, nacido en Versalles en 1683, era maníaco-depresivo, se negaba a cortarse las uñas de los pies hasta que apenas podía caminar, dormía de día y reunía a la corte de madrugada. Tampoco quería cambiarse de ropa porque tenía miedo a ser envenenado a través de ella, no se dejaba asear y sufría delirios. «Una madrugada Felipe quiso montar uno de los caballos que aparecían dibujados en los tapices del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, pues creía que eran tan reales como él mismo», reconoce a Icon Eduardo Juárez.

«Una madrugada Felipe V quiso montar uno de los caballos que aparecían dibujados en los tapices del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, pues creía que eran tan reales como él mismo», reconoce el doctor en Historia Eduardo Juárez

Creía ser una rana y negaba su condición humana

En otras ocasiones, el Borbón alucinaba creyendo ser una rana y como tal se comportaba en palacio. Croaba y brincaba por las estancias de La Granja negando su condición humana, pues estaba seguro de que carecía de brazos y piernas. Pero estos problemas no eran algo nuevo en la familia: su madre, María Ana Victoria de Baviera, sufrió fuertes depresiones que la llevaban a encerrarse durante días en sus aposentos sin querer ver a nadie y finalmente murió a los 30 años, cuando Felipe tenía solo seis.

Sin embargo, cómo trasciende un personaje al imaginario colectivo no siempre es un reflejo fiel de lo que realmente aconteció. A pesar de las escenas que el rey montaba en palacio de forma recurrente, logró tener muy buena prensa y ha pasado a la historia como un monarca reformador del Estado español y al que se le llamaba de forma benevolente El animoso. «Apenas se habla de que Felipe era demente, como tampoco se destaca que en el Tratado de Utrecht perdió todos los territorios españoles europeos», señala Juárez. La doctora en Historia Marina Alfonso Mola reconoce que se sabe muy poco de Felipe V, «un rey al que se le ha dedicado muy poco tiempo». La historiadora recuerda que fue el primer rey extranjero que tuvo España y eso se nota en el trato que le ha dado la historia. «Un ejemplo es que siempre se dice que la IIustración la comenzó su hijo Carlos III, pero la realidad es que fue él quien la inició», matiza Marina Alfonso.

Un rey incapaz de gobernar solo

Otro agravante que desembocó en sus salidas de tono es que al sucesor de Carlos II no se le educó para ser rey, y menos rey de España. «Siempre fue el segundón de sus hermanos y de pronto se encontró con una responsabilidad que le superaba, no se sentía capaz de estar a la altura y sufría por ello», anota Marina Alfonso. Tenía 17 años cuando, en 1700, cambió Versalles por la corte española solo y sin apenas hablar español. De ahí que el idioma que se hablara en la corte durante su reinado fuera el francés. «En La Granja todos los topónimos del jardín son palabras en francés adaptadas al castellano y tanto la abdicación como el codicilo de su testamento están escritos en ese idioma», apunta Juárez.

El primer Borbón de España fue un joven culto y abierto de mente, pero tenía serias dificultades para adaptarse. Su padre, Luis de Francia (hijo de Luis XIV), y su hermano Luis, murieron cuando él ya se encontraba en España. Estas pérdidas acrecentaron aún más la sensación de soledad y desamparo que tanto le angustiaba. «Felipe V tuvo tutores que le ayudaban a reinar porque las depresiones que padecía le impedían hacerlo. Estuvo rodeado de políticos muy capaces que terminaron gobernando por él. Felipe no quería ser rey de España, lo que quería era quedarse en Francia, por eso mandó construir La Granja, un palacio real al estilo francés donde pensaba retirarse en cuanto pudiera abdicar en su hijo Luis», explica a Icon el historiador.

Llamaba la atención el fervor sexual del rey. El mismo que sentía por la religión y que le llevaba a vivir en constante contradicción, pues cada vez que tenía relaciones sexuales, algo que ocurría a menudo, sentía la necesidad de confesarse inmediatamente para desembarazarse del pecado que acababa de cometer

Su fervor sexual le llevaba a confesarse constantemente

Además de sus manías y delirios, llamaba la atención el fervor sexual del rey. El mismo que sentía por la religión y que le llevaba a vivir en constante contradicción, pues cada vez que tenía relaciones sexuales, algo que ocurría a menudo, sentía la necesidad de confesarse inmediatamente para desembarazarse del pecado que acababa de cometer. «Le aterraba morir en pecado y, como se pasó media vida creyendo que se estaba muriendo, iba a misa a diario para que le absolvieran lo antes posible», afirma Juárez.

Felipe V se casó solo unos meses después de ser coronado rey de España con María Luisa Gabriela de Saboya, de quien terminó enamorándose con la misma obsesión que dominaba su existencia. La vida sexual del matrimonio fue ajetreada y juntos tuvieron cuatro hijos, pero en 1714 ella murió, con 25 años, a causa de la tuberculosis. Al poco tiempo de enviudar, el monarca se casó con Isabel de Farnesio, con quien tuvo siete hijos más. «El rey era muy activo sexualmente, pero muy fiel. No concebía mantener relaciones con otras mujeres que no fueran su esposa cuando se encontraba lejos de casa y se ofendía muchísimo si le ofrecían la posibilidad de hacerlo», explica Marina Alfonso Mola, que también incide en el hecho de que el Animoso fue el último rey español en ir a la guerra y dar ejemplo participando personalmente en una batalla. Precisamente durante los meses que pasaba fuera de palacio concentrado en estrategias militares su salud mental mejoraba y sus obsesiones y delirios -a los que se referían como «vapores»- apenas hacían acto de presencia.

Era ciclotímico: pasaba de no levantarse a una actividad sin freno

Sin embargo, cuando regresaba a la corte volvían sus miedos e inseguridades. Era ciclotímico: pasaba de ser incapaz de levantarse a llevar una actividad sin freno. Como explica Marina Alfonso Mola, el rey era muy responsable pero sentía una inseguridad absoluta que le paralizaba porque pensaba que se equivocaba constantemente en sus decisiones. A Felipe V le pudo una presión para la que nadie le había preparado en Versalles y su sueño no era otro que abdicar en su hijo Luis para poder retirarse a La Granja. «Él habría sido feliz siendo un noble sin ambiciones políticas», reconoce la doctora en Historia. Finalmente, logra apartarse de la corona en 1724, pero Luis I muere de viruela ocho meses después de acceder al trono, a los 17 años, y Felipe no tiene más opción que volver a tomar el mando. Aunque ya es tarde. A partir de entonces el rey nunca recobraría la cordura.

Felipe V murió a los 60 años entre enajenaciones y desvaríos a los que se sumaba una falta de higiene personal tal que cuando trataron de amortajarle al quitarle la ropa que llevaba puesta se iba también la piel

Le obsesionaba la muerte y no quería bañarse

«El rey está bajo una continua tristeza. Dice que siempre cree que se va a morir, que tiene la cabeza vacía y que se le va a caer. Y no es que tenga miedo de la muerte pues no la teme en absoluto pero le absorbe involuntariamente esta idea y no puede desprenderse de ella. Quisiera estar siempre encerrado y no ver a nadie más que las personas, muy pocas, a que está acostumbrado. A cada momento me manda a buscar al padre Daubenton o a su médico, pues dice que esto le alivia». En la biografía Felipe V, de Marina Alfonso Mola y Carlos Martínez Shaw, se recoge esta carta que envió el marqués de Louville, amigo y confidente de Felipe V, al canciller Torcy.

Las salidas de tono que sufría Felipe V tuvieron lugar, en más de una ocasión, en presencia de diplomáticos que las dejaron reflejadas en la correspondencia que enviaban. «Lo cierto es que es imposible tener una visión real de lo que le ocurría al rey porque tenemos que fiarnos de lo que otros decían», opina Mola. Lo que ha trascendido es que a los 45 años la locura del rey no tenía marcha atrás. Murió a los 60 entre enajenaciones y desvaríos a los que se sumaba una falta de higiene personal tal que cuando trataron de amortajarle al quitarle la ropa que llevaba puesta -y que durante tanto tiempo se negó a quitarse- se iba también la piel. «Tuvieron que momificarle. Es el único rey de España momificado, pero fue imposible hacer otra cosa con él», afirma Eduardo Juárez.

El motivo por el que su locura que no pasó a la historia

Como afirma Juárez lo más sorprendente del caso de Felipe V es que «su locura» no haya trascendido más. Como sí ocurrió, por ejemplo, y con menos motivos, con Juana I de Castilla, popularmente conocida como Juana la Loca. El historiador lo explica así: «Por motivos políticos y dinásticos, en el caso de Juana interesó que se la tomara por loca. Con Felipe, sin embargo, no convenía». Juárez recuerda que cada persona histórica es una caricatura asociada a un momento histórico (véase el caso de Carlos II, el Hechizado). Felipe V estuvo al frente de un proceso reformista borbónico en el que no encajaba un protagonista débil y trastornado, de ahí que para conocer los padecimientos que dominaron su azarosa vida haya que profundizar en la historia.

Misisipi sigue ardiendo: historias de violencia racista

Autor: Salvador Giné

Fuente: La Vanguardia 05/06/2020

La muerte de George Floyd como resultado de la violencia policial es la última en una lista abrumadoramente larga y demasiado presente en la actualidad estadounidense. La tradicional impunidad de los que atentan contra sus conciudadanos por motivos racistas retrotrae a episodios tristemente célebres, como el caso MIBURN, un triple asesinato cuyo instigador tardó cuarenta años en ser juzgado.

En 1964, la población negra de Estados Unidos era de 20 millones de personas, el 11% del total. El 60% se encuentra en el sur, en los antiguos estados esclavistas , y casi la mitad subsiste por debajo del umbral de pobreza. La segregación racial, teóricamente abolida, está bien presente. En el estado de Misisipi, solo 57 niños de color asisten a colegios de blancos, y el acceso a la universidad les está socialmente vetado.

Pero es en el plano electivo donde se perpetúa de forma más patente el dominio de los blancos. Impedir que los negros voten y accedan a cargos de autoridad es la mejor manera de obstaculizar la efectiva igualdad social. La oligarquía blanca de Misisipi emplea brechas legales que, mediante métodos “civilizados”, traba el acceso al voto a los escasos osados que quieren ejercer su derecho.

Muchos locales, como este cine de Misisipi, tenían una entrada secundaria para los negros.
Muchos locales, como este cine de Misisipi, tenían una entrada secundaria para los negros. (Library of Congress / Wikipedia)

Para revertir esta situación, a principios del año siguiente, algunas asociaciones, como la NAACP (Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color) y después el COFO (Consejo de Organizaciones Federadas) y el CORE (Congreso para la Igualdad Racial), inician campañas de preparación y concienciación para que la población negra asuma como propio el derecho al voto.

La movilización

Estas asociaciones, además de asesorar sobre los derechos individuales y de voto a los residentes negros, organizan clases de alfabetización con profesores voluntarios. Los cursos se imparten en las iglesias, que se convierten en las llamadas Freedom Schools, “Escuelas de Libertad”.

Todo ello confluye con un resurgimiento del Ku Klux Klan , que fija su objetivo en eliminar de raíz cualquier intento de formación de los negros. Con la connivencia de las autoridades locales y del estado sureño, los actos de amenaza del KKK son extremadamente violentos, desde palizas hasta el asesinato.

A principios de 1964, el COFO prepara el Mississippi Freedom Summer, el “Verano de la Libertad de Misisipi”. Pide a las asociaciones homónimas de los estados del norte que envíen a unos ciento cincuenta abogados y a cerca de un millar de estudiantes voluntarios para extender las Escuelas de Libertad a un mayor número de iglesias.

Esta iniciativa se verá frenada por la violencia de los White Knights (“Caballeros Blancos”), un grupo del KKK. El COFO reduce la cifra de voluntarios y se ciñe, por seguridad, a las ciudades más grandes.

Un fatídico viaje

El clan de los White Knights vive su momento álgido precisamente en 1964, cuando alcanza en torno a siete mil miembros. Formado por blancos extremistas de clase media-baja, el clan se dedica a apalear a asistentes a los cursos y quema numerosas iglesias.

A los pocos días de llegar a Meridian, Schwerner recibe las primeras amenazas del KKK

Ante la pasividad de la policía del estado, el Departamento de Justicia obliga a intervenir al FBI, la agencia federal de investigación. La presencia del FBI no detiene los ataques a los templos, pero servirá para investigar el asesinato de tres voluntarios, un suceso que conmociona a todo el país.

Respondiendo a la petición de voluntarios, en enero de 1964 llegan a Misisipi el sociólogo Michael Schwerner, un neoyorquino blanco de 24 años, y su esposa. Schwerner, contratado por el CORE para organizar cursos, se establece en Meridian. A los pocos días recibe las primeras amenazas del KKK.

La ciudad de Meridian, en Misisipi, donde tendría lugar el juicio por la desaparición de Chaney, Goodman y Schwerner.
La ciudad de Meridian, en Misisipi, donde tendría lugar el juicio por la desaparición de Chaney, Goodman y Schwerner. (Michael Barera / CC BY-SA 4.0)

Entre los voluntarios destinados a Meridian figura el también neoyorquino Andy Goodman, un estudiante blanco de Ciencias Políticas de 20 años. Junto a ellos trabaja el local James Chaney, un negro de 21 que, siempre a la luz del día, les acompaña en sus desplazamientos fuera de la ciudad.

A finales de mayo, los tres se desplazan a una iglesia en Longdale para iniciar los cursos. Tres semanas más tarde, los asistentes son apaleados y, por la noche, el edificio es quemado por el KKK. Los White Knights también buscan a Schwerner, pero no se encuentra allí.

Es un montaje: liberar a los tres jóvenes para tenderles después una emboscada homicida

El 21 de junio, Schwerner, Chaney y Goodman visitan los restos de la iglesia. Después deciden volver a Meridian, pero su vehículo es visto por Cecil Price, ayudante del sheriff del condado de Neshoba y simpatizante del KKK, que les sigue. Chaney, al volante, ha sido instruido para no detener el coche en lugares apartados ni por indicación de policías blancos. Acelera, pero al final no tiene más remedio que parar.

Es detenido por infringir el límite de velocidad, y Schwerner y Goodman, por “sospechosos”. Los tres son encerrados en la comisaría de la pequeña localidad de Philadelphia. Por la noche son puestos en libertad y enfilan los 60 km hasta Meridian. Es un montaje del KKK: liberarles para tenderles una emboscada homicida en una carretera solitaria.

El día siguiente, la dirección del CORE comunica la desaparición del trío al FBI, que encuentra el vehículo, vacío y calcinado, entre unos cañizales. Las amenazas de muerte contra Schwerner hacen presagiar un complot criminal del KKK. El FBI bautiza la investigación como MIBURNMississippi Burning, expresión que Alan Parker utilizó para dar título a su película sobre el tema, aquí llamada Arde Mississippi.

El caso MIBURN

Los enviados del FBI interrogan a unos quinientos testigos, incluidos el ayudante del sheriff Cecil Price y el propio sheriff, Lawrence Rainey, así como Edgar Ray Killen, líder local del KKK. Decenas de periodistas y equipos de televisión llegan a la zona. El presidente Lyndon B. Johnson pide al FBI el máximo esfuerzo en la investigación.

Pero esta no avanza. El miedo paraliza a los testigos blancos. En ese entorno rural todos se conocen. Aun así, alguien informa a la agencia. Los cuerpos están enterrados cerca de una presa. El FBI encuentra una parcela en la que aparecen, a cuatro metros de la superficie, los tres cadáveres. Schwerner y Goodman tienen una bala incrustada en el tórax; Chaney, tres.

Cartel del FBI denunciando la desaparición en 1964 de Andrew Goodman, James Chaney y Michael Schwerner.
Cartel del FBI denunciando la desaparición en 1964 de Andrew Goodman, James Chaney y Michael Schwerner. (Dominio público)

Cuatro meses después, el FBI detiene por asesinato a 21 sospechosos, entre ellos, al sheriff, su ayudante y varios líderes del KKK, como Killen o Sam H. Bowers, fundador de los White Knights. La detención salta a todas las portadas. El propio Martin Luther King alaba que los crímenes no queden impunes. Las expectativas se torcerán pronto.

Un juicio interminable

El estado de Misisipi no muestra interés en juzgar a los asesinos. El código penal federal no contempla el homicidio, así que el FBI acusa ante un juez federal territorial a los arrestados de conspiración por vulnerar los derechos individuales (con penas inferiores a las de homicidio), pero pocos días después la vista preliminar desestima los cargos. La resolución: “falta de pruebas”.

En 1965, el Departamento de Justicia presenta las acusaciones ante Harold Cox, juez federal de Jackson. Este decide mantener la acusación solamente contra el sheriff Rainey y su ayudante Price, y rechaza las acusaciones para el resto de encausados. El Departamento de Justicia recurre la decisión ante el Tribunal Supremo, que en 1966 anula la decisión y ordena a Cox reabrir el proceso. En este tiempo han “caído” de la lista tres miembros del KKK acusados de encubrimiento.

El sheriff Lawrence Rainey (dcha.) y su ayudante, Cecil Price, escuchan su acusación antes de ser liberados bajo fianza.
El sheriff Lawrence Rainey (dcha.) y su ayudante, Cecil Price, escuchan su acusación antes de ser liberados bajo fianza. (Bettmann / Bettmann Archive)

El juicio empieza en octubre de 1967 en Meridian ante un jurado popular. Este, cinco hombres y siete mujeres, todos blancos, aduce que no pueden llegar a ninguna conclusión. Cox les ordena que lo hagan. Al día siguiente declaran culpable a Price y a otros seis acusados. El juez les impone penas de prisión de entre tres y diez años. Es la primera condena en Misisipi de unos blancos (y miembros del KKK) por delitos contra negros.

Entre los absueltos se cuentan el sheriff Rainey y Killen, que además de líder del KKK en el condado es pastor baptista. El jurado alega que no puede culpar de asesinato al “reverendo” Killen. Según el FBI, este, de carácter furioso e impredecible, es el verdadero organizador del crimen.

Consecuencias políticas

Aprovechando la consternación por los asesinatos, Johnson acelera la aprobación de una ley impulsada por su antecesor, JFK. En julio de 1964, el presidente ratifica la Civil Rights Act (ley de derechos civiles), que prohíbe la segregación racial en los espacios públicos, y al año siguiente, el Congreso aprueba la Voting Rights Act (ley de derechos electorales), que suspende los exámenes escritos. Esta última ley se abre paso después del “Domingo Sangriento” , dura represión policial de una marcha popular de profundo impacto social.

El puente Edmund Pettus de Selma se convirtió en un símbolo de la lucha por los derechos civiles de los negros.
El puente Edmund Pettus de Selma se convirtió en un símbolo de la lucha por los derechos civiles de los negros. (Civil Rights Trail)

El asesinato de Chaney, Schwerner y Goodman sirve para instaurar nuevas leyes de igualdad social, pero en el terreno judicial todo sigue exactamente igual. Cumplida la condena, los acusados (que nunca serán juzgados por asesinato) vuelven a sus casas. Solo el paso de los años y el cambio de mentalidad social llevarán a reabrir en los años noventa varios casos que habían quedado impunes.

El proceso por el caso MIBURN no llegará hasta 2005. Un hecho trascendental cerrará muchas heridas: la acusación formal de Edgar Ray Killen por el triple asesinato. El juicio empieza el 15 de junio. El día 21, 41 años exactos después de los hechos, el jurado declara al reverendo culpable de tres homicidios.

Killen, de 80 años, escucha la sentencia del juez: 20 años de cárcel por cada homicidio

Sentado en una silla de ruedas, Killen, de 80 años, escucha la sentencia del juez: 20 años de cárcel por cada homicidio. Apelará, pero la sentencia será ratificada por un tribunal superior. Pese a su edad, el iracundo pastor conserva intacto su genio desafiante. A su entrada en prisión, un facultativo negro le examina para valorar su estado de salud. “Sr. Killen, ¿tiene usted pensamientos suicidas?”. “Antes te mataría a ti”, responde.

El reconocimiento público de las víctimas no llegará hasta 2014. El 24 de noviembre, en un acto en la Casa Blanca, el presidente Barack Obama entrega a los parientes de James Chaney, Andrew Goodman y Michael Schwerner la Medalla Presidencial de la Libertad.

Juegos, erotismo y sexo en los primeros Borbones

Autor: EDMUNDO FAYANAS ESCUER

Fuente: nuevatribuna.es 20/05/2020

La influencia francesa en la corte española durante el reinado del primer Borbón, Felipe V, alteró la tradicional austeridad que rodeaba la Corte de los Austrias. El exagerado culto a la belleza y los placeres mundanos fueron importados desde Versalles con juegos sexuales y libertinos. Unas prácticas en las que el morbo y el pecado lo invaden todo hasta alcanzar el ámbito clandestino del placer humano. El universo más íntimo, donde no caben leyes ni límites.

Felipe V fue el primer Borbón en España. Destaca por su obsesión sexual, que se convierte en una patología. Nunca renunció al coito diario e introdujo en la Corte real española numerosas prácticas sexuales, tales como “el impávido”o “la gallina de vida o ciega” que escandalizaron a los puritanos.

f1Felipe V de Borbón, el rey de la infamia de Xátiva

Un aspecto muy llamativo del reinado de Felipe V es su poco apego a la higiene personal, llegando a celebrar reuniones diplomáticas en su habitación, medio desnudo, sin asear y con un fuerte olor personal.

Su primer matrimonio fue con María Luisa Gabriela de Saboya, conocida como la reina niña. Tuvieron dos hijos fruto de su relación, ambos fueron reyes de España,Luis I el breve y Fernando VI. El primer encuentro sexual del matrimonio fue de antología: gritos, llantos, golpes y forcejeos, al parecer debido al miedo de ella y a la ansiedad de él.

La princesa de los Ursinos informa a Luis XIV de lo bien que iba la pareja y le dice “no hay manera de que el Rey abandone la alcoba y por su gusto estaría todo el día en la cama con la Reina”. María Luisa muere el catorce de febrero de 1714, debido a una larga enfermedad que padecía y a la desmedida afición al sexo de Felipe V, siendo sometida sexualmente hasta su último día.

No sólo impuso a sus sucesivas esposas la práctica del coito diario, sino que él mismo se entregaba siempre que podía a la masturbación. Le causaba grandes torturas morales en la adolescencia, que cubría acudiendo al confesor tras cada masturbación

El duque de Saint-Simon, que era embajador especial de Francia para asuntos relacionados con Luisa Isabel de Orléans, contó que, unos días antes, en la noche de bodas en Guadalajara, “la real pareja permaneció encerrada a cal y canto veinticuatro horas ininterrumpidas…”.

Ante el fallecimiento de la reina, el gobierno plantea la necesidad de buscarle rápidamente una nueva esposa, pues era de conocimiento público su afición al sexo. Hubo muchas pretendientes y entre las candidatas destaca Isabel de Farnesio, propuesta por el cardenal Julio Alberoni, que era consejero de Felipe V y la definía de la siguiente manera “una buena muchacha de veintidós años, feúcha, insignificante, que se atiborra de mantequilla y de queso parmesano y que jamás ha oído hablar de nada que no sea coser o bordar”.

La princesa de los Ursinos ante semejante definición la eligió, pensando, que podría seguir gobernando como había hecho con María Luisa Gabriela de Saboya. Sin embargo, la realidad era muy distinta pues tenía un carácter fuerte y un gran talento para gobernar su vida y las de su entorno. El engaño a la princesa de los Ursinos fue total.

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La princesa de los Ursinos salió a recibir a Isabel de Farnesio en Jadraque adelantándose a Felipe V, que la esperaba en Guadalajara. Al recibirla, la princesa de los Ursinos no hizo la reverencia y la trató con familiaridad. Isabel de Farnesio reaccionó de forma violenta, expulsándola de su presencia y de España de manera inmediata.

Supo conquistar al rey negándole la consumación del matrimonio, hasta que lo tuvo a sus pies. A partir de entonces Isabel de Farnesio reinó.

Nada más poner un pie por primera vez en el Palacio del Buen Retiro, la residencia de la familia real, Isabel de Farnesio fue conducida directamente a la alcoba en la que había fallecido su predecesora. La habitación, oscura y asfixiante, llevaba sin ventilarse los diez meses transcurridos desde la muerte de María Luisa Gabriela. Felipe cumplió con el capricho morboso de yacer con su segunda esposa por primera vez en palacio en el mismo tálamo en el que había agonizado la primera.

La postura ortodoxa para el coito, en aquella época, era la tradicional del misionero, el hombre arriba y la mujer abajo. El primer Borbón nunca fue muy dado a la ortodoxia, al menos en el aspecto sexual. Los confesores permitían, que dicha postura se invirtiera siempre y cuando el hombre acabara polucionando en lo que la Iglesia llamaba el “vaso natural” de la mujer y cuya finalidad era la procreación.

Durante toda su vida, Felipe V tuvo una descarada adicción al orgasmo múltiple, considerado por él como una de las razones fundamentales de la existencia. No sólo impuso a sus sucesivas esposas la práctica del coito diario, sino que él mismo se entregaba siempre que podía a la masturbación. Le causaba grandes torturas morales en la adolescencia, que cubría acudiendo al confesor tras cada masturbación.

Durante una separación de su primera esposa, en lugar de requerir los servicios de prostitutas, prefería practicar el placer solitario, por más que le torturara. De hecho, le preguntó al clérigo si podría ser perdonado por ello en caso de haberlo hecho con el pensamiento puesto en su esposa. La respuesta fue, que por supuesto contaría con la comprensión de Dios.

Veamos algunos de los juegos que se desarrollan en esta primera Corte de Felipe V.

LOS LABERINTOS

El Palacio de la Granja conserva intactos algunos de los rincones en los que disfrutaron Felipe V e Isabel de Farnesio junto a su Corte. El laberinto es el único de Europa que se conserva en su diseño original de su época.

Será empleado para los juegos eróticos del Nocturnal, que posteriormente veremos y el de la gallina ciega.

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LOS BOLOS

Era uno de los preferidos en el palacio de la Granja. Los jardines de este palacio tenían cuatro pistas, de las que ya no queda nada. Se habían construido rebajando el suelo, entre setos y con dobles muretes adosados con flores. Todo estaba medido, para que los jugadores y espectadores se aislasen del mundo y se concentrasen en el juego.

EL MALLO

Es también único en Europa. Se trata de la antesala del golf. Se jugaba con una maza y una bola, que debía colarse por una portería metálica pequeña. Se jugaba a pie o a caballo. Se hacía de forma individual, por parejas o por equipo. Se apostaba mucho dinero.

La Reina siempre se dejaba ganar por Felipe V porque tenía muy mal perder. El mallo había sido un juego del populacho, hasta que pasó a ser aristocrático. Cualquier gran palacio barroco de la época debía tener una de estas pistas en sus jardines. Se construían planos inclinados para salvar los desniveles del suelo.

EL NOCTURNAL

Se conoce como eran las estructuras de este juego, pero se desconoce como era la maquinaria que se empleaba en él. Se dice, que fue inventado por Luis XIV y constaba de dos anillos concéntricos, era como una especie de tío vivo. En el círculo interior colgaban unas anillas con números inscritos. El círculo exterior era un circuito circular con caballos de madera que giraban. Montando los caballos en este círculo exterior se trataba de conseguir los catorce puntos necesarios para buscar a la mujer que tenía ese número y tener una noche sexual con ella.

Los caballeros sobre los caballos de madera lucharían por conseguir una de las cifras clavadas en la anilla.

Las damas tenían cada una un número y se debían esconder por los rincones de los jardines. El que conseguía sumar 14 buscaría en los lugares más recónditos del jardín para encontrar a la dama.

LA GALLINA DE LA VIDA

Conocida popularmente el juego de la gallina ciega, ha sido retratado magistralmente por diversos pintores como Fragonad, Eugen Pierre Francois y Francisco de Goya.

Consiste en vendar los ojos a uno/a de los participantes, sin que pueda ver nada y mientras los que están a su alrededor hacen todo tipo de tocamientos libidinosos y eróticos. Juego que provocaba grandes risas y era muy popular dentro de la corte de Felipe V.

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EL IMPÁVIDO

Otro de los juegos que se practicaba en su Corte era el denominado “El Impávido” que consistía en lo siguiente:

“En un pequeño salón se había dispuesto una amplia mesa redonda cubierta por un elegante mantel blanco que llegaba hasta el suelo. Una sala adyacente albergaba varios percheros donde dejaban las calzas que vestían y su ropa íntima los seis varones invitados a la fiesta privada organizada por los monarcas.

Después fueron ocupando los seis asientos alrededor de la mesa, desnudados de la cintura para abajo. Cuando todos estaban sentados, se entreabrió sigilosamente la puerta del salón para permitir la entrada de una elegante dama, claramente aristocrática por su parte, que llevaba los ojos cubiertos por un antifaz y vestía un ligero déshabillé bajo el que no llevaba ropa interior.

Con agilidad se inclinó para colocarse debajo de la mesa. El espectáculo allá abajo era verdaderamente curioso y también obsceno: los genitales de los seis hombres se ofrecían procaces a los deseos e insanas intenciones de la dama.

Comenzaba así el libertino juego del Impávido, una invención de la corte versallesca que estaba haciendo furor en los salones de la aristocracia en el país vecino.

La dama eligió un miembro viril al azar, sin reparar demasiado en cómo era. Cerró los ojos, lo tomó suavemente con una mano y acercó su boca hasta acertar a introducirlo en ella y comenzó a succionar con la delicadeza de la ingravidez.

El caballero no tardó en perder la compostura, por lo que quedó eliminado y tuvo que retirarse ya que el juego consistía en aguantar impávido mientras la dama se empleaba a fondo en el reto de la excitación.

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Juguetes sexuales del siglo XVIII

Ganaba aquel a quien no se le notara que estaba siendo elegido de la lujuria desatada debajo de la mesa… a través de una doble y oculta mirilla estratégicamente colocada, Isabel de Farnesio y Felipe V espiaban el juego sin perderse ni uno solo de los movimientos.

La mujer fue realizando una felación tras otra, e iban cayendo eliminados los hombres. Cundo el triunfo se dirimía ya sólo entre dos de los participantes, a cada cual con más férrea fuerza de voluntad, lo que hacía el juego más intenso y excitante. Era el momento en que Felipe V se colocaba detrás de Isabel de Farnesio, le subía las faldas y le separaba las piernas.

Dildo que usaba Felipe V con Isabel de Farnesio con camafeo

Emitió un grito ahogado al tiempo que su cuerpo se arqueó al sentir cómo era penetrada por un objeto extraño y frío, que parecía tener forma de cuerno… de falo terso y duro, que el rey comenzó a mover en cadencias cortas una vez y otra, y fue llegando hasta lo más hondo de Isabel.

Felipe V se aproximó otra vez a su rostro sin dejar descansar la mano que mecía el artilugio mientras susurraba con lenta cadencia:

Es un dildo… un juguete que despierta fantasía…

¿Espero a que sentís como si yo mismo os estuviera horadando en los más profundo de vos…?

Os lo enseñare cuando acabéis, no antes…

A esto se le llama también biyoux de religieuse… alhaja de religiosa… a ve si adivináis por qué…“

En la libertina Francia del s. XVIII se impuso clandestinamente a modo de consolador un objeto al que llamaban dildo. Su forma fálica y el extraordinario pulido de la superficie de madera hacían las delicias de las nobles damas parisinas. Normalmente estos dildos usados por las elites, solían llevar un camafeo.

Mientras la corte se entretenía con todo este tipo de juegos, los españoles se morían de hambre, devastado como se encontraba el país debido a la larga guerra de Sucesión.

Luisa Isabel de Orleans, la esposa de Luis I el breve

Nació en el Palacio de Versalles. Debido a que casi nadie le prestaba atención cuando era niña, Luisa Isabel recibió poca educación y parecía destinada a casarse con algún príncipe alemán o italiano, que no fuera muy conocido. Al igual que su hermana menor, Diana, fue educada en un convento. Estuvo muy unida a su hermano, LuisDuque de Chartres por nacimiento, pero al morir su padre en el año 1723, heredaría el título de Duque de Orleans.

Con apenas doce años, contrajo matrimonio por poderes con el Príncipe de Asturias en el año 1721, el futuro rey Luis I de España, que contaba con quince años de edad. A pesar de la fría acogida de la familia real española, especialmente por parte de Isabel de Farnesio, la madrastra de su futuro marido, se casó con Luis el veinte de enero del año 1722 en el palacio de Lerma (Burgos).

Luisa Isabel de Orléans tenía catorce años cuando se convirtió en reina consorte del rey Luis I al abdicar su padre, Felipe V. Será la primera reina de España con inclinaciones lésbicas. La primera y la única, que se sepa.

Luisa Isabel era nieta de Luis XIV por la rama bastarda. Era hija de una hija bastarda habida por el rey francés con madame de Montespan. Los padres esperaban un niño y cuando vieron, que era niña, se sintieron tan decepcionados que ni siquiera se preocuparon de educarla.

Luisa Isabel llegó a la edad de poderse casar tan desprovista de modales e instrucción como si se hubiera criado en las alcantarillas de París. El embajador Saint Simón, que la trajo a Madrid expresó su descontento ante el comportamiento nada tímido de su tutelada: “No puede disimular su carencia de educación. Altiva con sus damas, abusa de la bondad de los reyes… es desatenta con todo el mundo y caprichosa”.

Como exigía el protocolo, Saint Simón fue a despedirse de ella antes de regresar a Francia. Así se describe la situación:

“Estaba Luisa Isabel bajo un dosel, en pie, las damas a un lado, los Grandes al otro. Hice mis tres reverencias y después mi cumplido. Me callé luego, pero en vano porque no me respondió ni media palabra. Tras el embarazoso silencio, quise darle tema para contestarme y le pregunté si algo deseaba para el rey, para la infanta y para madame, el duque y la duquesa de Orleans. Me miró y soltó un eructo estentóreo.

Mi sorpresa fue tan grande que quedé confundido. Un segundo eructo estalló tan ruidoso como el primero, perdí la serenidad y no pude contener la risa; y mirando a derecha e izquierda vi que todos tenían la mano sobre la boca y que aguantaban la risa.

Finalmente, un tercer eructo, más fuerte aun que los dos primeros, descompuso a todos los presentes y a mí me puso en fuga con cuantos me acompañaban, con carcajadas tanto mayores cuando que forzaron las barreras que cada uno había intentado oponerles.

Toda la gravedad española quedó desconcertada; todo se desordenó, nada de reverencias: cada uno torciéndose de risa salió corriendo como pudo, sin que la princesa perdiera un átomo de seriedad”.

Llegó a sufrir un encierro ordenado por su esposo harto de los permanentes escándalos. Abundando en lo mismo, el marqués de Santa Cruz apunta, “Esta mañana la reina se fue al jardín y por segunda vez volvió a almorzar con las criadas …. después anduvo paseando en ropa interior por todas las galerías de palacio dando locas carreras … a continuación se hizo guisar un pichón y esta tarde se ha hinchado de rábanos escabechados, que no sé cómo no revienta”.

Peor para la rígida moral española eran los juegos lésbicos, que tenían lugar en la alcoba privada de la reina, en la que se encerraba en compañía de sus más distinguidas criadas. Completamente desnudas, las jóvenes, incluida Luisa Isabel, se entregaban a los más mundanos placeres.

Todo ello tenía cabida en una corte en la que la máxima autoridad, Felipe V, era el primero en salirse de las normas establecidas para los comportamientos íntimos. En los círculos cortesanos no se hablaba de otra cosa que no fuera el desenfreno sexual del rey, como puede leerse en la novela “La corona maldita,” de Mari Pau Domínguez en la que se muestra la desenfrenada lucha que mantenía el primer Borbón contra la muerte a través del sexo.

La extravagante conducta de Luisa Isabel se convirtió en la comidilla de las cortes europeas. El embajador inglés Stanphone escribe lo siguiente “El alejamiento cada vez más patente de Luis hacia la reina se debe a sus extravagancias, como jugar desnuda en los jardines de palacio; a su pereza, desaseo y afición al mosto”.

Para sorpresa de todos, cuando el desventurado Luis enfermó de viruela Luisa Isabel cambió totalmente de conducta, sentó cabeza, asumió el papel de esposa devota y apenas se separó de su cabecera en los diez días que duró la enfermedad y agonía, aún sabiendo que era muy contagiosa, de hecho también contrajo la viruela, pero la superó.

Muerto el rey Luis I, su padre Felipe V, regresó a Madrid para hacerse cargo del gobierno y devolvió a Francia a la reina viuda.

LOS BORBONES FRANCESES

LUIS XIV

Luis XIV convirtió al Palacio de Versalles en el centro de la vida social y cultural de la aristocracia francesa. Lo que no se sabía es cómo era la intimidad de los encuentros entre los nobles. Si seguimos el libro escrito por Michel Vergé-Franceschi y Anna Moretti “Una historia erótica de Versalles”, las fiestas sexuales estaban a la orden del día.

f12Palacio de Versalles

La historia de Ninon de Lenclos

Nació, el diez de noviembre del año 1620, en París. Su madre era una religiosa devota, pero su padre era conocido por sus andanzas en los burdeles de la ciudad. Ninon combinó influencias de ambos. Si bien no era religiosa, era una estudiosa de la literatura y de las artes. Pero al mismo tiempo, fue una ávida exploradora de los placeres humanos.

A la edad de diecisiete años quedó huérfana y heredó una interesante fortuna. La administró de manera ejemplar. Compró una casa y la ambientó como pocas. No pasó mucho tiempo, hasta que pasó a ser un sitio de encuentro de buena parte de la nobleza francesa.

Ninon tenía una gran cultura literaria, además de su belleza. Luego mostraba sus dotes sexuales. Algunas veces con hombres que elegía individualmente para encuentros íntimos. Otras con muchos a la vez. Algunas estimaciones se animan a aventurar que tuvo sexo con más de 5.000 personas, la mayoría miembros de la nobleza. Se dice que nadie dejó de pasar por su cama, con la única excepción del rey.

Ninon despertaba pasiones tan exacerbadas que muchos hombres, especialmente sus amantes más jóvenes, terminaron suicidándose, sin que a ella le importara demasiado. Por otro lado, testimonios de la época dan cuenta de que entre sus parejas sexuales estuvo su propio hijo, cuando ella tenía ya más de cincuenta años.

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Retrato de Ninon de Lenclos

La presión de una parte de la corte que rechazaba sus prácticas, la obligó a pasar más de un año confinada en un convento. Eso no la hizo perder el deseo. Al contrario, allí descubrió el lesbianismo. Sus aventuras eróticas continuaron cuando salió y se extendieron hasta que pasó los 60 años. Después se convirtió en una especie de asesora sexual para muchas mujeres que la iban a consultar. Murió el diecisiete de octubre del año 1705 a los 84 años.

EL MATRIMONIO DE LUIS XIV CON LA ESPAÑOLA MARÍA TERESA DE AUSTRIA

Luis XIV se había convertido en un maravilloso bailarín y en un caballero de porte grave que amaba los placeres: bailes, caza, banquetes, mujeres. Poseía una inagotable energía y una salud robusta, que le permitirían resistir no sólo la enfermedad de la gota, la operación de una fístula y los estragos de un asombroso apetito, sino los tratamientos de los médicos y la falta de higiene de la época, que se traducía en una dentadura tan estropeada como la de la mayoría de sus contemporáneos.

La corte parisina creía, que Luis XIV sólo estaba preocupado por sus amores con María Mancini, la sobrina del cardenal Mazarino. Sin embargo, el rey preparaba en secreto su verdadera entrada en la política. 

Luis XIV sometió el amor a las exigencias de la diplomacia en el año 1660, cuando se produce su casamiento con la hija del rey de España Felipe IVMaría Teresa de Austria, que además era prima hermana suya. Fue la ratificación del Tratado de Paz de los Pirineos, que puso fin a la guerra entre los dos países.

La boda se celebró en San Juan de Luz, el nueve de septiembre, y un año después los dos jóvenes esposos entraban solemnemente en París, con la aprobación de la reina madre, feliz por esta unión dinástica.

María Teresa había renunciado a los derechos de sucesión de la corona española, a cambio de una dote de 500.000 escudos. Mazarino sabía que las agotadas arcas españolas jamás podrían pagar esta cifra, con lo que dejaba abierta a Luis XIV la posibilidad de reclamar en el futuro la sucesión real, como así sucedió con la imposición de Felipe V como rey de España.

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Luis XIV no encontró de su gusto a aquella española gordita, de dientes estropeados y con un peinado horrible, que hablaba con dificultad el francés y prefirió la compañía de sus amantes, primero la duquesa de Valliere, que le dio cuatro hijos al monarca, y después la marquesa de Montespan.

Fruto de este matrimonio fueron seis hijos, todos fallecidos en la infancia a excepción del que será el Gran Delfín de Francia.

Ignorada por el rey, María Teresa gozó de pocas simpatías en la corte de Versalles. Por otra parte, su procedencia de un país rival de Francia despertaba recelos. Así las cosas vino a alegrar la soledad de la reina un diminuto pigmeo, al que bautizaron con el nombre de Nabo.

Algunos creen que fue regalo del duque de Beaufort, almirante de Francia, que sentía cierta simpatía por la reina española. Otros que fue el propio rey que lo había recibido del embajador de Issiny, un reino africano entre las actuales Ghana y Costa de Marfil.

El pigmeo Nabo era la alegría de la reina y su única distracción, de tal forma que alcanzaron una gran amistad y complicidad, hasta que un día la esposa de Luis XIV quedó embarazada y no era como consecuencia de su relación sexual con Luis XIV, pues hacía tiempo que no mantenían ningún contacto sexual.

El embarazador había sido el pigmeo Nabo, el cual al saberse el estado de gestación de la reina se le hizo desaparecer para siempre. El espectáculo vino cuando María Teresa de Austria dio a luz a una niña negra, con las sonrisas que había en los presentes en el parto. A la niña se le bautizó con el nombre de Ana Isabel de Francia y al poco tiempo murió aduciendo, que era una niña muy débil y delicada.

La historiografía francesa siempre ha procurado saltarse este acontecimiento, puesto que el gran Luis XIV el denominado rey Sol fuera cornudo y además de un pigmeo negro, resultaba totalmente negativo, cuando para los franceses su rey era el campeón en el sexo.

Aquí cabe recordar un capítulo posterior que pasó en España, cuando Carlos III comentaba con su hijo la preparación de su boda con María Luisa de Parma. Carlos III le recordó la posibilidad que todo hombre tiene que sufrir alguna infidelidad. Carlos IV, le dijo muy seguro de sí mismo “Pienso que los reyes están libres de las preocupaciones que tienen el resto de los maridos porque sus esposas no les pueden engañar con otras, ya que una reina no tiene otro rey cerca más que su esposo”.

Carlos III no pudo aguantarse ante la simpleza del razonamiento de su hijos Carlos IV y le respondió: “Carlos, Carlos, que tonto eres, las princesas también pueden ser putas, hijo mío”.

LAS AMANTES DE LUIS XIV

Luis XIV tuvo hasta treinta y seis amantes oficiales, que le dieron entre dieciséis o diecisiete hijos bastardos con distintas damas de su corte. De hecho, en asuntos de amor, el monarca francés era de lo más democrático, desde una princesa real hasta una simple sirvienta, siempre y cuando fueran bellas, todas eran aptas para calmar su ardiente temperamento, tal y como lo indicó en su día su cuñada la Princesa Palatina, segunda mujer de su hermano Felipe, Duque de Orleans.

La amante del rey tenía un cierto papel en la Corte de Versalles y lograba convertirse en un personaje concreto, al menos algunas de sus amantes. No todas lograron ser elevadas a la categoría de duquesas y sentarse en un lugar destacado cuando el rey iba a misa o tener sus propios apartamentos en el palacio, como no todos los hijos nacidos de estas relaciones lograban tener el mismo status.

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La marquesa de Montespan

Luis XIV enamoró a la sobrina de Mazarino, Olimpia Mancini, esposa del príncipe de Saboya, condesa de Soissons y madre del célebre príncipe Eugenio, fue la protagonista de uno de esos largos trances sentimentales que acabó con la expulsión de la bella italiana de la corte, en la que había logrado ser nombrada para ejercer un cargo de importancia en el escalafón de las damas de palacio.

El régimen de las amantes oficiales había empezado al poco tiempo de su casamiento, cuando el rey estableció una estrecha relación con su cuñada madame Enriqueta, duquesa de Orleans y, para evitar el escándalo, tomó por amante a una dama de honor de ésta, Louise de La Valliére.

f17Louise de La Valliére

Era una muchacha tímida y algo coja, de dieciséis años, le dio cuatro hijos ilegítimos, a quienes crió la esposa de Colbert. Dos hijos fallecieron pronto. Los otros dos, los supervivientes, fueron legitimados por el rey y recibieron los títulos de Vermandois y de Blois.

En el año1667, Luis XIV decide cambiar a su amante La Valliére por Atenaida de Rochechuart, la espléndida marquesa de Montespan, que durante diez años dominó al rey y a la corte como la verdadera sultana de las fiestas de Versalles.

La marquesa de Montespan, que era descarada, inteligente, ingeniosa, bella y experta. Tenía entonces veintiséis años, y le bastaba un guiño para seducir al rey, que envía al exilio al poco conforme esposo de la marquesa.

La marquesa de Montespan pasa a ser la favorita única hasta el año 1679. Única hasta donde el apetito insaciable del rey lo permite. Para ella construye el exótico Trianon de Porcelana que era un complejo palaciego. Juntos tienen ocho hijos, que entregan para su cuidado a Françoise d’Aubigné. Dos murieron de corta edad. Los seis restantes fueron legitimados y ennoblecidos por el monarca.

La Montespan se hizo famosa por sus críticas a los personajes de la corte, por sus burlas e imitaciones, por su desenfado y su enorme capacidad de intriga. El mando de la Montespan se hizo más visible al ser nombrada superintendente de la casa de la reina en el año 1680.

Los años, y los sucesivos partos, no perdonan. Sus siete partos fueron tema del Parlamento, que legitimó a los cuatro hijos bastardos que sobrevivieron.

Aquellos pechos de la marquesa que hacían pecar a un santo van perdiendo atractivo mientras al rey se le va pasando la fiebre, la lujuria desmedida, y empieza a sentirse atraído por la maternal d’Aubigne, que era viuda.

Luis XIV cansado de sus cóleras y de sus celos, se separó de ella cuando la marquesa se vio implicada en un sonado escándalo. El caso de los venenos, que salpicó a un número importante de personalidades, acusadas de brujería y asesinato y se retira a un convento de monjas en el año 1670.

El peso del matrimonio es mucho más agradable si se lleva entre tres. Luis XIV no tiene ningún reparo en dejarse ver con ambas favoritas a la vez. Incluso ordena que sus habitaciones del palacio de Versalles comuniquen con las habitaciones de una y otra. Esas relaciones conformarán un enjambre de pasillos y pasadizos que es hoy el palacio, que poco a poco va ganando terreno física y metafóricamente.

f19La marquesa de Maintenon

Muere María Teresa de Austria en el año 1863. Luis XIV contrae un matrimonio morganático con la ya marquesa de Maintenon. No tuvieron hijos, pero más de treinta años de vida en común borraron la sonrisa maliciosa de quienes la rebautizaron como madame Maintenant sin entender por qué, pese a seguir coleccionando amantes, el monarca siempre volvía a la cama de aquella mujer sin el atractivo, ingenio ni descaro de otras.

Fue la unión de dos seres muy distintos que se amaron mutuamente y que seguían cohabitando, sexualmente, hasta los últimos años de la vida del rey. La presencia de esta mujer madura, formada en la tribulación, en la miseria y en un primer matrimonio atroz, con un viejo marido enfermo, fue un sedante para los excesos de la corte misma, que a partir de esa fecha mantuvo un tono de mayor austeridad en los lujos y en el derroche de las fiestas.

Luis XIV

Luis XIV tuvo otras amantes como Anne de Rohan Chabot de la que se sintió atraído por su cintura de avispa y la esbeltez de su cuerpo, para lo que Anne se sometía a un severo régimen alimenticio y sólo comía “pollo, ensalada, fruta, algunos productos lácteos y un poco de vino mezclado con agua”.

Todas tuvieron orígenes diversos y algunas tuvieron una gran influencia en aspectos culturales, sociales e incluso en la política. Muchas de ellas marcaron modas y costumbres como la importancia del aseo, entre ellas debemos destacar a Moretti y Vergé Fransceschi.

El destino de estas amantes de Luis XIV fue dispar, unas murieron jóvenes, otras cayeron en desgracia, otras acabaron en conventos y Madame de Maintenon que acabó casándose con el rey.

Luis XIV muere en el año 1715. Había conseguido convertir el palacio de Versalles en un templo de la lujuria y el libertinaje. Mientras el pueblo francés vive en la miseria más absoluta.