Por Navidad, todos a casa

Soldados británicos en la I GM

Autor: JESÚS ESPELOSÍN

Fuente: nuevatribuna.es 20/11/2020

Julio 1914. Europa se encuentra en máxima tensión después de varios años de prolongación de aquella paz que Bismarck había propiciado manteniendo el equilibrio entre las cinco potencias europeas. Pero aquello no se sostenía y la guerra parecía inevitable, además de que, se pensaba, podía ser una solución. «La guerra que acabaría con todas las guerras» llegó a decirse.

Por otra parte, la experiencia de las guerras del siglo XIX, después de las napoleónicas, decía que una guerra era cosa de pocos meses, no más de seis en el peor de los casos. Por eso, en Reino Unido se hizo famosa la frase de «Por Navidad, todos a casa«. Se refería a la vuelta de los muchachos que había enviado al frente en tierras francesas y belgas. Después, es sabido que, dividido en dos guerras mundiales, aquello no acabó hasta 1944.

La guerra contra el coronavirus, que debiera ser más mundial que las dos tan famosas del siglo pasado, no la estamos tratando como tal, los norteamericanos, al igual que en las dos guerras mundiales ya mencionadas, entraron tarde

Misma preocupación, la Navidad de 2020, parece existir hoy en la guerra contra el  coronavirus. Puede leerse que se están haciendo planes para que el virus nos dé una tregua en Navidad que permita a las familias reunirse en torno al belén, al abeto y, sobre todo, al pavo, en esos días tan entrañablemente distintos en los que hasta los cuñados son bien recibidos. Pero resulta que el coronavirus no es como aquellos soldados franceses y alemanes que en la noche del 24 de diciembre de 1914 salieron momentáneamente de las trincheras y dejaron de dispararse durante unas horas para pasar su Navidad. El virus, como no tiene sentimientos, no puede ponerse sentimental y, por tanto, no va a dar una tregua navideña. Mas bien, es de esperar que, favorecido por la cercanía de las personas, la concentración de las mismas y cierta efusividad, derivada de la situación, el virus haga su agosto en diciembre.

El hombre, y también la mujer desde las leyes de igualdad, es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y, parece, que estamos dispuestos a tropezar nuevamente con esta piedra navideña pensando que la realidad va a ser como la deseamos sin hacer mucho para que así sea. Porque, además, esto de la Navidad no es lo único que no hemos aprendido.

La guerra contra el coronavirus, que debiera ser más mundial que las dos tan famosas del siglo pasado, no la estamos tratando como tal. Primero, porque hemos renunciado a tener un Estado Mayor. La Organización Mundial de la Salud, que debiera haber cumplido ese papel, está tan desprestigiada que nadie hace caso de sus recomendaciones. Debido a eso, cada cual hace la guerra por su cuenta, y nunca mejor empleada la frase. Frente a la unidad de acción del virus, cuya única estrategia, táctica, actividad y ocupación es reproducirse, cosa que hace con enorme facilidad y eficacia, los demás utilizamos multitud de respuestas.

Los norteamericanos, al igual que en las dos guerras mundiales ya mencionadas, entraron tarde. Esta vez no les podemos atribuir la «zona cero» de la gripe llamada «española» de 1918, pero el que el virus haya podido extenderse en una población de más de 300 millones de personas antes de que Trump se enterase del problema, no ha ayudado al caso. Y, mas, habida cuenta del papel de líder del mundo occidental que tienen atribuido. Quizás ese papel de liderazgo ha podido influir en que paises como México o Brasil, con gobernantes trumpistas y poblaciones millonarias, siguieran su ejemplo de negar la evidencia.

Pero es que, en Europa la respuesta ha sido, aunque temprana, dispersa. Habrá mucha reunión telemática entre responsables sanitarios y/o políticos pero la falta de unas directivas de Bruselas tan precisas como las que marcan el tamaño de las naranjas, por ejemplo, ha evitado la acción conjunta. Luego, la soberanía de cada país se ha encargado de que la lucha europea contra el coronavirus pueda recordarnos al gran Pancho Villa de sus mejores tiempos.

Excepto en España donde, además, el coronavirus nos pilló con el pie cambiado de una sanidad descentralizada en 17 responsables de su gestión, una por cada una de las comunidades autónomas en que está dividido nuestro país. Eso ha hecho que Sánchez no haya podido actuar como la admirada Merkel, la ciudadana prusiana que no tenía que convencer a 17 personas de lo que debía hacerse y ha actuado con la determinación de sus antecesores, no voy a decir como Hitler (que no era prusiano) pero si como Bismarck. Y he empezado por decir que excepto en España porque, estoy escribiendo de memoria, creo que somos la excepción en esa forma de proceder.

Eso de tomar decisiones por comunidades se ha llevado, no solo hasta el nivel territorial del municipio, si no al de barrios y, en algún sitio como Madrid, hasta la división administrativa de «zona sanitaria». Bien, no voy a ser yo, desde mi ignorancia en la materia, quien diga cómo debe hacerse, pero me extrañaría mucho que una pandemia mundial se combatiese como se hace en el mus cuando las cosas van mal: cada uno con las suyas.

Y, desde luego, que nadie piense en una tregua viral navideña. Podemos empeñarnos en levantar las restricciones una vez que se enciendan las luces multicolores de muchas calles españolas, pero, en ese caso, quien se va a dar un atracón en esas fiestas va a ser el virus.

Ah, y ya que estamos, Feliz Navidad.

Cómo una epidemia en Haití ayudó a Estados Unidos a convertirse en una potencia

La revuelta de los esclavos haitianos puso en marcha cambios que terminaron afectando la geopolítica mundial.

Autor: Ángel Bermúdez

Fuente: BBC 28/06/2020

Fue una epidemia cuyos efectos cambiaron la geopolítica mundial por muchos siglos.

A finales de 1801, Napoleón Bonaparte envió a Haití una de las mayores flotillas desplegadas hasta entonces por la Armada de Francia y sus fuerzas terminaron sucumbiendo ante un mosquito.

Decenas de miles de soldados franceses murieron víctimas de la mayor epidemia de fiebre amarilla registrada en el Caribe en 300 años.

Así naufragaron los planes de Bonaparte para las Indias Occidentales, en los cuales Haití era una pieza central.

Su fracaso creó las condiciones propicias para la consolidación de una pujante pero aún joven nación: Estados Unidos, cuyo ascenso transformaría el tablero internacional en los siglos por venir.

Pero ¿de dónde surgía tanto interés de Bonaparte por Haití?

Un imperio de azúcar y café

Tras haberse establecido a inicios del siglo XXVII de forma informal en la parte occidental de La Española -como se conocía entonces al territorio que hoy ocupan República Dominicana y Haití-, Francia logró que la corona española le cediera formalmente un tercio de la isla en 1697 con la firma del Tratado de Rijswijk.

Barcos franceses en Saint Domingue.
Image captionMás de 700 barcos recalaban en Saint Domingue cada año para exportar sus productos, sobre todo, azúcar y café.

Bautizada entonces como Saint Domingue, pronto se convirtió en la más próspera posesión de Francia en todo el Nuevo Mundo gracias a su producción de azúcar y café, de los que era el principal exportador a Europa, y, en menor medida, de cacao y añil.

A inicios de la década de 1780, más de 700 barcos recalaban cada año a cargar productos de esta colonia que por entonces representaba dos tercios de las inversiones francesas en el extranjero.

Toda esa prosperidad, sin embargo, se erigía sobre la base del uso masivo y brutal de la mano de obra de esclavos africanos.

Estos estaban atrapados en un círculo vicioso pues los hacendados dedicaban a su manutención la menor cantidad posible de recursos, persuadidos de que no merecía la pena gastar más debido a su alta tasa de mortalidad.

Como consecuencia de ello, la mitad de los esclavos morían durante su primer año en Haití debido a las duras condiciones de vida.

Esto hacía necesario «importar» cada año decenas de miles de humanos, lo que -a su vez- convertía la trata de esclavos en un suculento negocio.

Socialmente, Saint Domingue era una bomba de tiempo con múltiples clases que se odiaban y se temían mutuamente. Como describió el historiador francés Paul Fregosi:

«Blancos, mulatos y negros se aborrecían entre sí.

«Los blancos pobres no toleraban a los blancos ricos; los blancos ricos despreciaban a los blancos pobres; los blancos de clase media estaban celosos de los blancos aristócratas; los blancos nacidos en Francia menospreciaban a los blancos locales.

«Los mulatos envidiaban a los blancos, repudiaban a los negros y eran despreciados por los blancos.

«Los negros libres vejaban a los que aún eran esclavos; los negros nacidos en Haití consideraban como salvajes a aquellos traídos de África.

«Todo el mundo -con mucha razón- vivía con terror de los demás…Haití era un infierno, pero Haití era rico«.

En 1791, paradójicamente inspirados en la Revolución Francesa y en su Declaración de los Derechos del Hombre, los esclavos de Saint Domingue iniciaron una revuelta que 13 años más tarde culminaría en la declaración de independencia, la primera de un país de América Latina.

Muchos hacendados murieron en manos de sus esclavos y numerosas plantaciones fueron quemadas.

Levantamiento de esclavos en gran plantación en Cap-Français
Image captionMuchos hacendados blancos fueron asesinados y muchas plantaciones quemadas durante la revuelta de esclavos de 1791.

El alzamiento derivó en una guerra civil entre castas, en la que interesadamente también se inmiscuyeron otras grandes potencias coloniales como España e Inglaterra, que apoyaron a uno u otro grupo según sus conveniencias.

La presión de la revuelta fue logrando extraer concesiones de las autoridades francesas, que comenzaron a ofrecer la libertad a los esclavos que se sumaran a sus filas, haciendo de la necesidad, virtud.

Para 1794, Francia abolió la esclavitud en todas sus colonias en el Caribe.

A inicios de la década siguiente, François-Dominique Toussaint Louverture, un exesclavo devenido en jefe militar que formalmente juraba lealtad a Francia, se hizo con el control de Saint Domingue y en 1801 se hizo nombrar «gobernador general vitalicio».

Sus movimientos no pasarían inadvertidos en París.

Una invasión, un engaño

Decidido recuperar el control efectivo sobre la antigua colonia y restaurar su «grandeur«, en el otoño de 1801, Bonaparte envió una flotilla conformada por 26 fragatas, 35 navíos de línea, 22.000 soldados y unos 20.000 marinos, según datos recogidos por el historiador estadounidense J.R. McNeill.

Desembarco de las tropas francesas en Saint Domingue.
Image captionCon tropas mejor entrenadas y apertrechadas, Leclerc no tuvo dificultades para conquistar terreno en Saint Domingue.

A finales de enero de 1802, esta fuerza inicial llegó a su destino, desembarcando en tres puertos distintos.

En los meses siguientes recibirían más refuerzos, aunque no hay consenso entre los expertos sobre la magnitud de los mismos. Se estima que la fuerza total enviada a Saint Domingue osciló entre los 60.000 y los 85.000 hombres.

Al frente de esta expedición iba el general Victor Emmanuel Charles Leclerc, esposo de Pauline, la hermana menor y favorita de Napoleón.

El jefe militar había recibido instrucciones secretas sobre su misión.

«Napoleón planeaba que Leclerc, por medio de engaños o por la fuerza, restaurara la economía de plantación, restituyera Saint Domingue a Francia y pusiera fin a la independencia de facto impuesta por Toussaint», escribe McNeill en su libro «Mosquito Empires: Ecology and War in the Greater Caribbean, 1620-1914«.

Sus designios también incluían la reinstauración de la esclavitud pero solamente cuando se hubiera desarmado a los negros y deportado a sus líderes a Francia, por lo que había que mantener la discreción sobre estos planes.

Napoleón también instruyó a Leclerc para que actuara con astucia ante Touissant: primero debía mostrarle respeto para que bajara su guardia y, entonces, debía capturarlo.

François-Dominique Toussaint Louverture
Image captionPara 1801, el líder haitiano Toussaint Loverture se había hecho con el control de Saint Domingue.

Con unas tropas experimentadas y bien apertrechadas frente a las mal equipadas milicias locales, no fue difícil para Leclerc ir ganando cada vez más terreno hasta que en mayo de 1802 acordó un armisticio con Toussaint, quien accedió a retirarse a una de sus muchas haciendas en el campo.

Un mes más tarde, sin embargo, el líder haitiano cometió la imprudencia de acudir a una cita con Leclerc, quien lo arrestó para luego deportarlo a Francia, donde murió en un calabozo menos de un año más tarde.

Un enemigo pequeño y mortal

Algunos historiadores consideran que la captura de Toussaint se precipitó luego de que Leclerc descubrió que el líder haitiano, en realidad, estaba intentando ganar tiempo a la espera de que los franceses se retiraran derrotados por un enemigo implacable: la fiebre amarilla.

Mosquito Aedes aegypti.
Image captionEl pequeño Aedes aegypti puso fin a los planes de Bonaparte en el Nuevo Mundo.

«Toussaint tenía conocimiento médico y conciencia de cuándo y dónde las fiebres golpearían a sus enemigos europeos. Aparentemente él sabía que maniobrando para llevar a los blancos hacia los puertos y las tierras bajas durante la temporada de lluvias, estos morirían en masa», señalan los historiadores médicos John S. Marr y John T. Cathey.

Esta estrategia parece insinuarse en una carta que el general haitiano le escribió a Jean-Jacques Dessalines, quien le sucedería como líder y se convertiría en el primer mandatario del Haití postcolonial.

En su texto, Toussaint le da instrucciones a Dessalines para que incendie un puerto donde los franceses tenían una guarnición y le indica: «No olvides que mientras esperamos a la temporada de lluvia, que nos librará de nuestros enemigos, solamente tenemos la destrucción y el fuego como nuestras armas».

Sus cálculos estaban bien orientados, una vez iniciada la temporada de lluvias en 1802, las tropas francesas empezaron a caer bajo los ataques del pequeño pero implacable mosquito Aedes aegypti.

Leclerc da cuenta de que cuán difícil era esa batalla en una carta que por entonces envió al ministro de Defensa francés, Denis Descres:

«Un hombre no puede trabajar duro acá sin arriesgar su vida y es imposible para mí quedarme acá más de seis meses… ¡Mi salud es tan precaria que me consideraría afortunado si logro durar ese tiempo! La mortalidad sigue y el miedo causa estragos… usted verá que el ejército que calcula en 26.000 hombres está reducido en este momento a 12.000… en este momento tengo 3.600 hombres en el hospital», escribió.

«En las noches recientes he perdido entre 30 y 50 hombres al día en la colonia, y no pasa un día sin que entre 200 y 250 hombres entren en el hospital, de los cuales no más de 50 salen», agregó.

Victor Emmanuel Charles Leclerc,
Image captionEl general Leclerc, cuñado de Bonaparte, tenía instrucciones de reinstaurar la esclavitud en Haití.

Las condiciones en las que vivían las tropas francesas en fuertes atestados o en barcos en los puertos ofrecían un ambiente propicio para la reproducción y los ataques del mosquito.

Las fuerzas recién llegadas del extranjero no poseían, además, una cierta inmunidad a la enfermedad como la que podían haber desarrollado quienes llevaban tiempo residiendo en la isla.

Como consecuencia, las tropas de Leclerc se vieron diezmadas por la fiebre amarilla.

Según estimaciones de McNeill, entre 80% y 85% de los soldados franceses enviados a Haití perdieron la vida, la mayor parte de ellos debido a la enfermedad y solo unos pocos en combate.

«Según todos los estándares, el número de fallecidos y la tasa de mortalidad (en este caso) son difíciles de entender a menos que uno tome en cuenta la convergencia de factores ambientales y ecológicos ideales para un desastre epidemiológico«, resumieron John S. Marr y John T. Cathey.

Una de esas víctimas mortales fue el propio Leclerc, quien falleció en noviembre de 1802. Un año más tarde, las fuerzas francesas terminarían por retirarse de la isla y abandonar formalmente su intento de reconquista.

A su derrota contribuyeron algunos errores estratégicos como la captura de Toussaint, la decisión de Napoleón de reinstaurar la esclavitud en la isla de Guadalupe y las despiadadas acciones del sucesor de Leclerc, general Donatien Rochambeau, que llevaron a Francia a encontrar con cada vez mayor resistencia entre los negros y mulatos.

Ninguno de estos elementos, sin embargo, tuvo un efecto tan demoledor como la fiebre amarilla.

El nacimiento de una potencia

El intento de Napoleón de retomar el control de Saint Domingue fue seguido con interés por el resto de potencias pero causaba gran inquietud, especialmente, en un país recién independizado y aún en formación: Estados Unidos.

Thomas Jefferson
Image captionThomas Jefferson preveía que la ocupación francesa de Luisiana llevaría a conflictos con Estados Unidos.

A finales de 1800, España cedió a Francia a través de un acuerdo secreto la colonia de Luisiana.

Ese territorio abarcaba los actuales estados de Arkansas, Iowa, Misuri, Kansas, Oklahoma y Nebraska, así como partes de Minesota, Nuevo México, Dakota del Sur, Texas, Wyoming, Montana y Colorado; además del propio estado de Luisiana y de porciones de las provincias canadienses de Alberta y Saskatchewan.

Pero al gobierno de Thomas Jefferson no le preocupaba tanto la extensión del territorio sino su ubicación: controlaban el río Misisipi y el puerto de Nueva Orleans, por donde transitaban tres octavos de los productos que exportaba Estados Unidos.

Otro motivo de intranquilidad era el hecho de que el nuevo propietario fuera una potencia en pleno auge, como la Francia de Napoleón.

«Esto cambia completamente todas las relaciones políticas de Estados Unidos y generará una nueva época en el acontecer político», escribió el mandatario estadounidense en abril de 1802, poco después de haber recibido confirmación sobre la cesión de Luisiana.

«España habría podido retenerla tranquilamente durante años… no puede esperarse que esto ocurra nunca en las manos de Francia. La impetuosidad de su temperamento, la energía y lo inagotable de su carácter, la ponen en un punto de fricción eterna con nosotros…resulta imposible que Francia y Estados Unidos puedan seguir siendo amigos cuando se hallan en una situación tan irritante«, dijo el presidente estadounidense, según relata en su biografía el historiador Jon Meacham.

Intentando solucionar la crisis antes de que esta se presentara, Jefferson envió a inicios de 1803 a James Monroe como su enviado especial a París para negociar la compra de Nueva Orleans con Napoleón.

James Monroe
Image captionJames Monroe fue enviado a Francia a negociar la compra de Nueva Orleáns y adquirió toda la colonia de Luisiana.

El objetivo se consiguió pero con una sorpresa añadida: a la propuesta de compra de Nueva Orleans, Francia añadió la oferta de entregar toda la colonia de Luisiana.

Pero, ¿por qué tomó esta decisión?

«Para Francia mantener y defender tierras tan lejos de Europa se estaba haciendo cada vez más costoso y problemático. La derrota a manos de las fuerzas de los esclavos en Saint Domingue era especialmente irritante para Napoleón, quien creía que tenía que destinar sus recursos a campañas más próximas a casa», explica Meacham.

Así fue como el 30 de abril de 1803 se firmó el acuerdo mediante el cual Estados Unidos compraba Luisiana, con lo que ponía fin a cualquier preocupación sobre las ambiciones territoriales de Francia en su entorno más próximo y lograba duplicar su territorio a un precio de oferta: US$15 millones de la época, equivalentes a unos US$340 millones de 2020.

Historiadores como Bob Corbett colocan a Saint Domingue en el centro de la estrategia de Francia para el Nuevo Mundo, en la cual Luisiana estaba destinada a servir como productor de productos para alimentar a los esclavos de la isla.

«Sin la isla, el sistema tenía manos, pies e incluso cabeza pero no cuerpo. ¿De qué servía Luisiana cuando Francia había perdido la principal colonia que Luisiana debía alimentar y fortalecer?«, se preguntaba el historiador Henry Adams.

Otros investigadores creen -sobre la base de algunos indicios- que Bonaparte, en realidad, tenía planes para hacerse con el control de Luisiana y desde allí conquistar Estados Unidos o, al menos, establecerse como una gran fuerza en ese territorio, que había estado dividido entre estadounidenses, franceses y españoles.

Aún si alguno de esos escenarios hubiera fuera el correcto, la derrota en Saint Domingue parece haber puesto fin a esas ambiciones.

La compra de Luisiana abrió las puertas para la futura expansión estadounidense hacia el oeste, incluyendo la guerra con México tras la cual Estados Unidos se anexó Texas formalmente y compró California y el resto de los territorios al norte del Río Bravo.

Mapa de la compra de Luisiana.
Image captionLa compra de Luisiana permitió a EE.UU. duplicar su territorio y abrió las puertas para su expansión hacia el oeste.

Esta consolidación territorial no solamente ayudó a convertirle en el cuarto país con mayor territorio del mundo sino que además limitó a dos el número de países con los que compartía frontera terrestre y dejó a los océanos Atlántico y Pacífico como barreras naturales que le protegían de agresiones.

Todos estos elementos han sido fundamentales para evitar que el territorio continental de Estados Unidos sea atacado por enemigos externos y ha evitado que sus infraestructuras (y en gran medida su economía) se vean afectadas por conflictos bélicos.

Y todos estos cambios fueron posibles por la epidemia de fiebre amarilla que azotó a las tropas francesas en Haití.

Queda claro por qué el investigador Erwin Ackerknecht llegó a decir que probablemente esa haya sido «la epidemia más importante de la historia»

La peste del año 1855

Autor: EDMUNDO FAYANAS ESCUER

Fuente: nuevatribuna.es 22/04/2020

La peste volvió a aparecer en el año 1855, esta vez en la provincia de Yunnan en China. Era el quinto año del mandato del emperador Xianfeng que pertenecía a la dinastía Qing. Se fue extendiendo a través de las rutas del opio y del estaño hasta llegar, en el año 1894, a Cantón y Hong Kong. Provocó la muerte de doce millones de personas.

La extensión de la peste continuó por la India en el año 1896, y a través de las rutas comerciales marítimas en el año 1900, ya había afectado a poblaciones de los cinco continentes.

La peste bubónica fue endémica debido a la plaga de roedores terrestres infectados en Asia Central. Fue siempre una causa conocida de la muerte entre las poblaciones humanas migrantes y establecidas en esta región durante siglos. La afluencia de personas nuevas, debido a los conflictos políticos y el comercio mundial, provocó la distribución de esta enfermedad en todo el mundo.

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Como ya hemos visto en anteriores artículos, el nombre hace referencia a esta pandemia como el tercer gran estallido de peste bubónica que afectó a la sociedad europea. La primera fue la Plaga de Justiniano, que asoló el Imperio Bizantino y sus alrededores entre los años 541 y el 542. La segunda fue la Peste Negra, que mató al menos un tercio de la población europea en una serie de ondas de infección en expansión desde los años de 1346 a 1353.

La iglesia y las religiones ha jugado un papel que ha favorecido el desarrollo de mitos que no ha servido para parar las pandemias, no solo en este caso como es el caso del obispo de Pamplona, sino por ejemplo con la prohibición del uso del condón en la pandemia del SIDA

Los patrones de esta peste indican que las olas de esta pandemia de finales del siglo XIX y principios del siglo XX pueden haber sido de dos fuentes diferentes. La primera era principalmente bubónica y se transportaba en todo el mundo a través del comercio marítimo, mediante el transporte de personas infectadas, ratas y cargas que transportaban pulgas.

La segunda cepa, más virulenta, tenía un carácter principalmente neumático con un fuerte contagio persona a persona. Esta cepa se limitó en gran parte a Asia, en particular a las regiones de Manchuria y Mongolia

Fue una plaga sin precedentes, pues por primera vez en la historia de la Humanidad, estuvo activa durante más de un siglo, del año 1855 a 1959. La peste bubónica se extendió por los cinco continentes y llegó a ser conocida como la tercera pandemia de la peste. Según la Organización Mundial de la Salud, la pandemia se consideró activa hasta 1960, cuando los fallecimientos a nivel bajas mundial bajaron hasta 200 al año.

Afectó en distintos periodos de tiempo a grandes ciudades como Hong Kong en el año 1894, Bombay en 1896, Sidney en el año 1900, Ciudad del Cabo en 1910, Los Ángeles en 1924. América latina también padeció esta pandemia.

Dejó unos doce millones de muertos, muchos de los cuales fueron en la India. Esta pandemia hizo, que se crearan medidas extraordinarias para su contención por primera vez en la historia. La cuarentena, las evacuaciones forzosas y la quema de los vecindarios afectados, como sucedió en el barrio chino de Honolulu en Hawai, fueron aplicadas en el año 1900.

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¿Cuál fue el foco del contagio?

Al oeste de Yunnan hay un depósito natural o nidus para la peste y hoy en día sigue siendo un riesgo para la salud. La tercera pandemia de la peste se originó en esta zona tras una rápida afluencia de chinos han para explotar la demanda de minerales, principalmente cobre, en la última mitad del siglo XIX.

El aumento del transporte en toda la región puso en contacto a las personas con las pulgas infectadas por la peste, y fue el factor principal entre la rata de pecho amarillo y los humanos. La gente volvió a llevar las pulgas y las ratas a zonas urbanas en crecimiento, donde a veces los pequeños brotes llegaban a proporciones epidémicas. La peste se extendió aún más después de que las disputas surgidas entre los mineros musulmanes y los chinos Han.

Estalló una revuelta violenta conocida como la rebelión Panthay principios de los años 1850, que provocó movimientos de tropas y migraciones de refugiados. El estallido de la peste ayudó a reclutar personas en la Rebelión Taiping. En la última mitad del siglo XIX, la plaga comenzó a aparecer en las provincias de Guangxi y Guangdong.

En la isla de Hainan y, más tarde, en el delta del río Pearl, incluyendo Cantón y Hong Kong. Mientras que William McNeil y otros pensaban que la plaga era llevada desde el interior a las regiones costeras por las tropas, que regresaban de las batallas contra los rebeldes musulmanes, Benedict sugiere que fue el lucrativo comercio de opio, que comenzó después del año 1840, el que favoreció la expansión de la peste en China.

En la ciudad de Cantón, a partir de marzo del año 1894, la enfermedad mató 60.000 personas en pocas semanas. El tráfico marítimo diario con la ciudad cercana de Hong Kong extendió rápidamente la plaga. Al cabo de dos meses, después de 100.000 muertos, las tasas de mortalidad se redujeron por debajo de las tasas epidémicas, aunque la enfermedad continuó siendo endémica en Hong Kong hasta el año 1929.

A finales del siglo XIX, los científicos ya tenían un mayor conocimiento de la plaga. En el año 1894, en Hong Kong consiguieron aislar al bacilo que causaba la pandemia. Los expertos identificaron ya en el año 1905, el papel que jugaban las ratas y las pulgas en la transmisión de la enfermedad.

Durante los cincuenta años siguientes se extendió por todo el mundo y causó unos doce millones de muertes. La epidemia se dio por controlada en el año 1960. Sin embargo, durante su extensión se establecieron focos zoonóticos estables en mamíferos de países en los que nunca antes había existido, como Estados Unidos, países de América del Sur (Perú, Bolivia, Brasil, Ecuador) y muy particularmente en Madagascar. Por ello, se puede afirmar que la tercera pandemia aún está presente en los focos estables de estos países.

Aunque en el siglo XVII dio inicio la revolución científica, planteándose una visión alternativa de las causas y los mecanismos de transmisión de las epidemias en general y de la peste en concreto, no es hasta el siglo XIX, cuando Louis Pasteur propone la “teoría germinal de las enfermedades infecciosas”. Esta teoría establece que las enfermedades infecciosas no proceden de la generación espontánea o del desequilibrio de los humores, sino que tienen sus causas en gérmenes con capacidad de transmisión entre las personas.

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Robert Koch demuestra esta teoría a raíz de sus investigaciones en tuberculosis y establece sus postulados, que proponen unos criterios experimentales para demostrar que un agente es responsable de una determinada enfermedad.

Alexander Yersin identifica la bacteria Yersinia pestis en el año 1894, como causa de la peste y Paul-Louis Simond descubre que la rata es el huésped primario y la pulga de la rata “Xenopsylla cheopys” actúa como vinculo de la transmisión entre la rata y el hombre.

Con el conocimiento de su etiología y su epidemiologia, la epidemia vehiculizada a través de las ratas fue controlada con relativa facilidad. La infección se extendió a las poblaciones de pequeños mamíferos de América, Asia y África, estableciéndose nuevas especies contaminantes, que se convirtieron en endémicas en estos nuevos territorios.

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¿QUÉ PASO EN HONG KONG EN EL AÑO 1894?

La peste de Hong Kong del año 1894 fue el inicio del estallido de la tercera pandemia en el mundo. En mayo de 1894, el primer caso se produjo en Hong Kong. El paciente era un secretario hospitalario nacional y lo descubrió el doctor Yu Xun, que era el decano del Hospital Nacional, que acababa de volver de Guangzhou

Cuando se construyeron los edificios de estilo chino en la zona de la montaña Taiping, que era la zona más densamente poblada de Hong Kong, hizo que se convirtiera en la zona más afectada de la epidemia. 

Hubo varias razones para el rápido estallido y la rápida propagación de la plaga. Primero, en los primeros tiempos de Kailuan, Sheung Wan era un asentamiento chino. El diseño de las casas allí no incluía canales de drenaje, lavabos ni agua corriente.

La gran concentración de edificios y la falta de baldosas eran también puntos débiles en el diseño de viviendas en ese momento. En segundo lugar, durante el Festival de Ching Ming del año 1894, muchos chinos residentes en Hong Kong volvieron al campo para barrer las sepulturas, que coincidieron con el estallido de la epidemia en Guangzhou y fue causa de la introducción de las bacterias en Hong Kong. Además, en los primeros cuatro meses de 1894, las precipitaciones disminuyeron y se secó el suelo, acelerando la propagación de la plaga.

Las medidas tomadas abarcaban tres aspectos:

– Establecer hospitales de peste y desplegar personal sanitario para tratar de aislar a los pacientes con peste.

– Realizar operaciones de búsqueda casera, descubrir y transferir pacientes con peste y limpiar y desinfectar casas y zonas infectadas.

– Establecer cementerios designados y asignar una persona responsable del transporte y el entierro.

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Controlar la epidemia se convirtió naturalmente en la máxima prioridad del gobernador de Hong Kong. De mayo a octubre del años 1894, la peste en Hong Kong mató a más de 2.000 personas y un tercio de la población huyó de Hong Kong.

Entre los años 1910 y 1911, la pandemia se extendió por todo el noreste de China, ocasionado la muerte de más de 60.000 personas. La tasa de mortandad entre los infectados era del cien por cien.

La llegada de la peste a Hong Kong en el año 1894, generó graves enfrentamientos entre las autoridades coloniales británicas y las elites chinas sobre qué medidas tomar para hacer frente a la nueva pandemia y como tratar a las víctimas.

La pandemia surgió en la zona oeste del territorio y las autoridades coloniales británicas crearon brigadas de inspectores que recorrían todas las calles donde se ordenaba el confinamiento.

El gran problema y lo que levanta gran polémica fue donde hospitalizar a los enfermos de la pandemia. Las tropas británicas obligaban a abrir las ventanas, mientras que los médicos chinos consideraban que las corrientes de aire creadas que provocaban aires letales. Otra de las órdenes implantadas fue vaciar las casas de los utensilios y demás enseres domésticos para quemarlos en la calle.

Se establecieron grupos de empleados para pintar las casas con una solución de cal que actuaba de forma desinfectante. Estas medidas fueron elogiadas por el gobierno británico por haber puesto freno a la pandemia. Sin embargo, la pandemia volvió de forma recurrente durante décadas, como ya hemos visto, estableciendo un patrón estacional.

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¿QUÉ PASÓ EN LA INDIA?

La plaga se trasladó desde Hong Kong a la India británica, provocando la muerte de unos diez millones en la India en su primera oleada. Posteriormente, en los treinta años siguientes mató a otros doce millones y medio. Casi todos los casos eran de la pestebubónica, con un porcentaje muy reducido cambiando por la peste neumónica.

La enfermedad se inició en las ciudades portuarias, empezando por Bombay, para posteriormente, trasladarse a otros puertos como Pune, Kolkata y Karachi.

Hacia el año 1899, el brote se extendió a comunidades más pequeñas y zonas rurales en muchas regiones de la India. En general, el impacto de las epidemias de peste fue más grande en la India occidental y septentrional, que eran las provincias designadas entonces como Bombay, Punjab y las provincias Unidas, mientras que la India oriental y sur no estuvieron tan afectadas.

Las medidas del gobierno colonial para controlar la enfermedad incluyeron cuarentena, campos de aislamiento, restricciones de viaje y la exclusión de las prácticas médicas tradicionales de la India. Las restricciones a las poblaciones de las ciudades costeras fueron establecidas por comités especiales de la peste con poderes totales y aplicadas por el ejército británico. Los indios encontraron estas medidas culturalmente intrusivas y, en general, represivas y tiránicas.

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Las estrategias gubernamentales de control de plagas experimentaron cambios importantes entre los años 1898-1899. Entonces, era evidente que el uso de la fuerza para hacer cumplir las regulaciones de peste se estaba mostrando contraproducente y, ahora que la plaga se había extendido a las zonas rurales, sería imposible la aplicación en zonas geográficas más grandes. 

Las autoridades de salud británicas en la India comenzaron a obligar la vacunación generalizada contra la peste, que fue realizada por el doctor Waldemar Haffkine contra la peste. Las autoridades británicas también autorizaron la inclusión de los médicos indígenas dentro de su sistema de medicina en los programas de prevención de la plaga.

Las acciones represivas del gobierno para controlar la peste llevaron a los nacionalistas de Pune a criticar públicamente al gobierno colonial. El veintidós de junio del año 1897, los hermanos Chapekar asesinaron a Walter Charles Rand, un oficial de servicios civiles hindú, que actuaba como presidente del Comité de la Peste Especial de Pune y su ayudante militar, el teniente Ayerst.

La acción de los Chapekars fue considerada como un acto de terrorismo. El gobierno colonial acusó a la prensa nacionalista culpable de incitación. La activista independentista Bal Gangadhar Tilak fue acusado de sedición por sus escritos, así como también el editor del diario Kesari, siendo condenado a dieciocho meses de prisión rigurosa.

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Pira funeraria en la ciudad hindú de Sonapur

La reacción pública ante las medidas sanitarias promulgadas por el Estado indio británico reveló en última instancia las limitaciones políticas de la intervención médica en el país. Estas experiencias fueron formativas en el desarrollo de los servicios modernos de salud pública de la India.

Uno de los aspectos que llamaba mucho la atención en la metrópoli eran las tradiciones fúnebres de los hindúes y de los musulmanes, debido al exotismo que significan para los europeos.

LA PESTE EN MÉXICO

El puerto de Mazatlán vivía a finales del Siglo XIX una insólita prosperidad comercial, lo que le situaba ante los ojos del exterior como una de las ciudades más progresistas del Occidente de México. El origen del brote en el continente americano fue atribuido al barrio chino de San Francisco en el Estado de California.

Sin embargo debemos saber, que la población mexicana vivía sumida entre el lodo y la inmundicia, las aguas negras carecían de la canalización adecuada, por lo que en todas las áreas de la ciudad se podían ver lagunas de agua estancada y surgían fuertes olores fétidos.

Las autoridades municipales y los notables de la comunidad, solo discutieron como terminar con estas aguas negras y remediar esta insalubre situación. Sin embargo, nunca se tomaron decisiones, que permitieran mejorar las detestables condiciones higiénicas de la ciudad.

Esta falta de unión de criterios entre el gobierno y la sociedad dominante, colocaron a la población en una circunstancia prácticamente de fragilidad, y se pudiera en cualquier momento desarrollar cualquier enfermedad infecciosa. Ya anteriormente la ciudad había sufrido el cólera morbus en el año 1849 y la fiebre amarilla en el año 1883.

Como vemos, la negligencia era total y absoluta, nadie parecía darse cuenta de los riesgos a los que estaban expuestos y aunque se tenía conocimiento de la existencia de un terrible mal infeccioso, que durante siglos había azotado a la humanidad, se le creía extinguido de las costas americanas.

La epidemia de la peste negra, de la variedad Bubónica se manifiesta en el puerto de Mazatlán el trece de octubre del año 1902. Se piensa que el virus lo trajeron unos marineros que venían a bordo del vapor Curacao, procedentes de San Francisco.

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Se dice que el virus en sus inicios no se evidencia con suficiente claridad, quizás esto se debió a la falta de conocimientos sobre el mal o al hecho de las autoridades de negarse a aceptar, que la ciudad pudiera estar asociada con un problema infeccioso, sin aceptar que la realidad era otra.

Los primeros brotes del mal se dieron en una vecindad de malolientes pocilgas de madera, conocidos como “Cuarteria de Lamadrid”, a corta distancia de los cobertizos de la aduana marítima y el muelle principal de embarque.

A los siete días de presentarse el primer brote de la enfermedad tuvieron lugar las primeras muertes de una espeluznante cadena, que no tendría fin hasta la completa erradicación de la epidemia.

La epidemia empezó poco a poco a infectar a los ocupantes de las casas cercanas y esto alarmó a la población, quienes pidieron la intervención de las autoridades, las que en voz del delegado del Consejo Superior de Salubridad, les informó que después de una concienzuda investigación se había evaluado, que solo se trataba de una forma grave de Paludismo, causado por tantos pozos de agua infectada y al muladar existente en esos caseríos.

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Ante la inacción de las autoridades, la peste se propagaba con una espantosa rapidez y fuera de todo control. Al final se tomaron medidas como la puesta en cuarentena del puerto, el aislamiento de las personas infectadas, que eran evacuadas de sus casas en camillas especiales.

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Posteriormente, se criticó la falta de higiene de esos barrios de la ciudad, especialmente los vertederos de basura y los malos sistemas de desagüe. Algunas de las viviendas de los infectados fueron quemadas y se instituyó la fumigación de calles y cloacas.

Para evitar la propagación a otras partes del país se cerró la ciudad. Se calcula que murieron unas 600 personas.

LA INVESTIGACIÓN DE ESTA PANDEMIA

Los investigadores que trabajan en Asia durante la Tercera Pandemia identificaron las causas y el bacilo de peste. En el año1894, en Hong Kong, el bacteriólogo francés suizo Alexandre Yersin consigue aislar la bacteria responsable, la que se denominara Yersinia pestis, en honor de este doctor y determinó el modo común de transmisión. 

La enfermedad es causada por una bacteria que normalmente se transmite por la picadura de las pulgas en un huésped infectado, a menudo una rata negra

Sus descubrimientos condujeron a tiempo a métodos de tratamiento modernos, incluyendo los insecticidas, el uso de antibióticos y, eventualmente, las vacunas contra la peste. El investigador francés Paul Louis Simond demostró en el año 1898, el papel de las pulgas como agente contaminante.

La enfermedad es causada por una bacteria que normalmente se transmite por la picadura de las pulgas en un huésped infectado, a menudo una rata negra. Las bacterias son transferidas de la sangre de las ratas infectadas a la pulga de las ratas.

f5Waldemar Haffkine

El bacilo se multiplica en el estómago de la pulga, bloqueándolo. Cuando la pulga siguiente muerde un mamífero, la sangre consumida se regurgita junto con el bacilo al torrente sanguíneo del animal mordido. Cualquier brote grave de peste en humanos está precedido de un brote en la población de roedores. Durante el brote, las pulgas infectadas, que han perdido sus huéspedes de roedores normales buscan otras fuentes de sangre.

El gobierno colonial británico en la India presionó el investigador médico Waldemar Haffkine, para que desarrollara una vacuna contra la peste. Después de tres meses de trabajo persistente con un personal limitado, estaba preparado un formulario para pruebas humanas. El diez de enero del año 1897, Haffkine la probó en el mismo. 

Tras los resultados de la prueba inicial, los voluntarios de la prisión de Byculla fueron utilizados en una prueba de control. Todos los presos inoculados sobrevivieron a las epidemias, mientras que siete presos del grupo que no estuvieron en la prueba murieron. Al final del siglo, el número de inoculados sólo en India llegaba a los cuatro millones. Haffkine fue nombrado director del laboratorio de la peste, llamado Instituto Haffkine en su honor y se encuentra en la ciudad Hindú de Bombay.

¿Qué paso en Navarra con la pandemia de 1855?

La epidemia de cólera del año 1855, fue la más importante por sus repercusiones de las tres que asolaron Navarra en el siglo XIX. A mediados del siglo XIX, Navarra tenía empadronadas 297.422 personas. Los navarros, en el siglo XIX, vivían una situación de retraso industrial, como sucede en casi toda España y, unas condiciones de vida y trabajo muy duras.

Si a esto añadimos, que la propiedad de la tierra estaba desigualmente repartida entre unas pocas personas, que las condiciones higiénico sanitarias de la población eran cuanto menos insalubres, con una provincia azotada cíclicamente por epidemias y las tres guerras carlistas. A ello hay que unir, los comportamientos marginales que eran moneda de uso común.

La epidemia estuvo presente en la Península Ibérica a través de diversos brotes descritos por el contemporáneo González Samano en el año1858, a los que denominó como épocas. La segunda abarca desde el año 1853 hasta el año 1856, siendo la más negativa de todos estos años el de 1855.

La enfermedad se inició en Navarra en el mes de febrero pero no será hasta la llegada de los meses del verano cuando se manifieste con toda su fuerza. De este modo, será la provincia española, que más pueblos vea afectados, 716 en total. La epidemia se extendió en el mes de junio como una mancha de aceite desde el sur de la provincia, afectando a toda la Ribera.

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Los efectos perduran a lo largo de todo el mes de julio y comienzan a difuminarse en agosto. En la Navarra Media, los estragos de la epidemia comienzan en el mes de julio y no será hasta finales de agosto o comienzos de septiembre cuando ésta pase a la Montaña.

Habrá poblaciones afectadas hasta noviembre, por lo que Navarra padeció la enfermedad durante seis largos meses. Según González Samano, fallecieron un total de 13 .715 personas, cifra muy elevada, probablemente cuestionable, pero que muestra el alto índice de mortalidad que debió producir este cólera. Si seguimos los estudios de Jordi Nadal calcula que Navarra perdió el 4% de sus habitantes.

La lucha contra la enfermedad aunó a las autoridades en una causa común. Los sacerdotes hacen de médicos en muchas ocasiones y los fondos monetarios procedentes de recaudaciones municipales y eclesiásticas, las distribuyen indistintamente alcaldes, concejales y eclesiásticos.

Al mismo tiempo y muy oportunamente, como se producía en algunos lugares de Europa, la reina Isabel II realiza una donación caritativa de 16. 000 reales de vellón para toda Navarra. En aquellos años, había un gobierno progresistas de la Unión Liberal dirigido por el general Leopoldo O’Donnell. No debemos olvidar que Navarra era una provincia profundamente conservadora y mayoritariamente carlista.

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Simultáneamente, se publican otras órdenes relativas a la ubicación de cementerios, funerales de cuerpo presente, organización de la beneficencia, etc, pero no deja de ser notable, como algunos vieron en esto, una incursión más del gobierno liberal en el dominio eclesiástico.

Cuando la epidemia todavía no ha hecho más empezaren Navarra pero es más que posible predecir que su paso por la provincia va a ser devastador, el obispo de la diócesis PamplonaSevero Andriani ya tiene escrita una carta pastoral, en la que expone cuales son las causas de esta pandemia y cuales las consecuencias si no se remedian los males con iniciativas cristianas.

La causa descansa para el obispo en la infidelidad del hombre hacia Dios, que es el padre misericordioso de todos los hombres, es un dios que perdona los pecados a través de la penitencia y que a cambio de pequeños sacrificios ofrece una vida eterna. Sin embargo, la España del bienio progresista y también en Navarra, vive una época descristianizadora y liberal.

Los gobiernos de la época achacan las causas de la epidemia al contagio provocado por el descuido de las normas elementales de higiene desarrolladas, a la mala alimentación que crea organismos biológicamente endebles y a las conductas absolutistas-represivas de los cordones sanitarios, que lejos de aislar a las poblaciones sanas de la enfermedad, las subsumían en la angustia y el acongojamiento.

Según el obispo Severo Andriani“el liberalismo se desprendía una nueva sensibilidad que rechazaba esa manera tradicional de entender la muerte. En efecto, el miedo tradicional a la muerte era el miedo al castigo en el más allá, mientras que el miedo al cólera cuyos efectos mortíferos formaban parte de la experiencia cotidiana de los españoles del siglo- era el miedo al castigo en esta vida por medio de la muerte corporal”.

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“Muchos habrá entre vosotros, mis amados Diocesanos, que pretenderán explicaros este fenómeno por las causas físicas y naturales haciendo abstracción de la providencia, como si Dios fuera un Ser relegado a los cielos, que ni sabe ni cuida de las causas humanas… Todo el mundo menos el pecado, reconoce a Dios por primera causa, todo marcha bajo la acción reguladora de su Providencia. La legislación liberal y la violación de los preceptos religiosos tornan al Dios bienhechor en el Dios de las siete plagas egipciacas del Antiguo Testamento.

El hombre, ateo ahora, ha transgredido la ley y nunca ha sido tan general y pública entre nosotros la profanación de los días consagrados al Señor; nunca tan grande el abandono de los Padres en la educación de sus hijos y el de los Amos en el cuidado de sus criados y domésticos; nunca tanto el escándalo y relajación de las costumbres públicas y privadas.

Pero hay algo peor aún, el enfrentamiento directo contra Dios. Hoy se escarnecen sus dogmas no sólo en el interior de las conciencias, no sólo en el hogar doméstico, sino en públicas reuniones, y aun en escritos que se buscan y leen con avidez y se propagan entre la incauta juventud con espíritu de proselitismo. Debido a estos motivos, Dios se ha enojado y ha enviado desde el Ganges hasta el más recóndito rincón de España la segunda gran plaga de cólera del siglo”.

Como vemos, en muchas pandemias, la iglesia y las religiones ha jugado un papel que ha favorecido el desarrollo de mitos que no ha servido para parar las pandemias, no solo en este caso como es el caso del obispo de Pamplona, sino por ejemplo con la prohibición del uso del condón en la pandemia del SIDA.


BIBLIOGRAFIA

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Gregg, Charles. “Plague: An Ancients Disease in the Twentieth Century “. 1985. Albuquerque. University of New Mexico Press.
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, The Promised Messiah. “Noah’s ark: an invitation to faith”.
Kelly, John. “The Great Mortality: An Intimate History of the Black Death, the Most Devastating Plague of All Time”. 2005. New York: HarperCollins Publishers.
Martinez Lacabe. Eduardo. “La pandemia de 1855 en Navarra”. 1996. Gerónimo de Uztariz nº 12.
McNeill, William H. “Plagas and People”. 1976. New York. Anchor Books.
Orent, Wendy. “Plague: The Mysterious Past and Terrifying Future of the World ‘s Most Dangerous Disease”. 2004. New York. Free Press.

Lo que la historia nos enseña sobre las consecuencias económicas de grandes epidemias como la peste

Fotograma de La Peste, serie de Alberto Rodríguez

Autora: Marina Estévez Torreblanca

Fuente: eldiario.es 15/03/2020

Hace siglos, los barcos estaban obligados a guardar cuarentenas en los puertos durante las pestes para evitar su propagación a las ciudades costeras. Ahora se prohíben los vuelos desde Italia a España o hacia Estados Unidos desde Europa. El coronavirus es incomparablemente menos letal que la peste negra, que asoló el mundo en varias oleadas sobre todo entre los siglos XIV y XVIII, acabando con la vida de unas 100 millones de personas en Europa, África y Asia (entre el 25 y el 60% de la población europea, según estimaciones).

Los contextos históricos y de desarrollo científico son también muy diferentes, pero, con todas las distancias y sin posibilidad de hacer una comparación directa, ambas son epidemias y podrían compartir ciertos rasgos comunes sociológicos y económicos, que también se encuentran en otras crisis sanitarias de envergadura como la gripe de 1918, explica a eldiario.es la profesora de Historia Económica de la Universitat Autònoma de Barcelona Carmen Sarasúa.

Los efectos de la pandemia de coronavirus aún son imposibles de estimar en su totalidad al estar aún inmersos en esta crisis. Pero se espera que el impacto económico a corto y medio plazo sea muy alto: se interrumpen los sistemas de transporte y abastecimiento y cae la producción de muchos sectores, además de la demanda. Y al caer la demanda, como explicaba Keynes tras la Depresión de 1929, baja el empleo y cae el ingreso de los hogares, lo que aumenta aún más el desempleo (además de la recaudación fiscal, los ingresos con los que cuenta el estado para financiar servicios públicos).

En el caso de la peste negra, esta epidemia supuso cambios importantísimos en la economía y un fortísimo retroceso; el descalabro de población tardó cien años en recuperarse. «Desapareció el comercio, cayeron las ciudades, la gente se fue al campo, murieron reyes, afectó a todos los estratos sociales», expone en una entrevista con Efe Pedro Gargantilla, profesor de Historia de la Medicina de la Universidad Francisco de Vitoria y jefe de Medicina Interna del Hospital de El Escorial (Madrid).

A corto plazo, las consecuencias económicas más relevantes de la también llamada peste bubónica, originada en el desierto del Gobi, se pueden resumir en que los campos quedaron sin trabajar y las cosechas se pudrieron. De ello se derivó una escasez de productos agrícolas, acaparados únicamente por aquellos que podían pagarlos. Los precios subieron, por lo que crecieron las penalidades y el sufrimiento de los menos pudientes.

«Es indudable que esta epidemia produjo efectos económicos que supusieron la recesión más drástica de la Historia. Es relevante destacar que es en esta época, con clara influencia de la epidemia de la peste, cuando se pone fin a la construcción masiva de monasterios, iglesias y catedrales. Por todo ello, se puede decir que es el motivo del cierre del periodo medieval», recalca esta publicación de BBVA.

El hambre, la peste y la guerra que marcaron el siglo XIV acabaron trasformando la sociedad y disparando las desigualdades. Los poderosos aumentaron su poder y su riqueza y el pueblo llano quedó más empobrecido y perdió algunos derechos de las generaciones anteriores, como se explica en este artículo.

Pero cuando se habla de los efectos económicos de la peste negra que asoló Europa a mediados del XIV, a pesar de sus inicios devastadores, los historiadores coinciden en señalar otros efectos económicos y sociales positivos para los supervivientes. Como explica Carmen Sarasúa, «la tierra era abundante, al caer la oferta de trabajo los salarios aumentaron, y se ha visto por ejemplo que las mujeres encontraron muchas más oportunidades laborales en los gremios que hasta entonces las habían vetado, en los jornales agrarios, etc». Unos efectos que también se han observado tras picos de mortalidad como los que se producen en las guerras, aunque no palíen ni compensen la devastación económica y social y la pérdida de vidas iniciales.

Además, las epidemias han servido para introducir mejoras de la salubridad pública que pretenden reducir el riesgo de las aglomeraciones urbanas. En el caso de las oleadas de peste, acabaron por favorecer la recogida de basuras y aguas fecales, la regulación de la presencia de animales vivos y muertos, o la construcción de cementerios fuera de los recintos urbanos y la obligación de encalar iglesias (tras  la promulgación de la Real Cédula Carlos III en 1787).

Consecuencias de otras epidemias

Otra epidemia que hundió la economía fue la gripe de 1918 (mal llamada gripe «española» por ser uno de los primeros países donde se informó de ella, al ser ajeno a la guerra), que causó más muertos que la I Guerra Mundial (unos 50 millones según estimaciones). Entre la enfermedad y la contienda se hundió la actividad económica y hubo cambios en los movimientos migratorios, aunque es difícil discernir qué parte del hundimiento de la economía se puede achacar a cada fenómeno.

Brotes infecciosos más recientes, incluso los temores de algunos relativamente contenidos, han afectado en las últimas décadas al comercio. Por ejemplo, la prohibición de la Unión Europea de exportar carne vacuna británica duró diez años debido a un brote de la enfermedad de las vacas locas en el Reino Unido, pese a que la transmisión a humanos es relativamente limitada.

Además, algunas epidemias prolongadas, como el VIH y la malaria, desalientan la inversión extranjera directa. Un informe del Fondo Monetario Internacional sobre epidemias estima el costo anual esperado de la gripe pandémica en unos 500.000 millones de dólares (0,6% del ingreso mundial), incluidos la pérdida de ingresos y el costo intrínseco del aumento de la mortalidad.

Y aunque el efecto sanitario de un brote es relativamente limitado, sus consecuencias económicas se pueden multiplicar con rapidez. Por ejemplo, Liberia sufrió una reducción del crecimiento del PIB de 8 puntos porcentuales entre 2013 y 2014 durante el brote de ébola en África occidental a pesar de la baja tasa general de mortalidad en el país durante ese período.

Ganadores y perdedores en las epidemias

Los efectos de los brotes y epidemias no se distribuyen de manera equitativa en la economía. Algunos sectores incluso podrían beneficiarse financieramente, mientras que otros sufrirán en forma desmedida. Las farmacéuticas que producen vacunas, antibióticos u otros productos necesarios para la respuesta al brote son posibles beneficiarios. 

Como explica Sarasúa, en todas las coyunturas hay sectores económicos que se benefician. Cuando hay una demanda excepcional de determinados bienes y servicios los sectores que los proporcionan «hacen su agosto» (podría ser el caso de mascarillas o alimentos de primera necesidad estos días en España), mientras que se hunden los que proporcionan bienes y servicios que dejamos de consumir y los que se ven afectados por la interrupción de componentes y materias primas.

Pero la desigualdad también se refleja en la enfermedad y la mortalidad. Ahora mismo, una de las grandes causas de desigualdad en el impacto de una epidemia es el acceso a la asistencia médica. En los países que carecen de sistemas públicos de asistencia médica universal, donde hay que pagar las pruebas de diagnóstico, los tratamientos, y la hospitalización (caso de EEUU), el nivel de renta será determinante.

Literatura como fuente histórica sobre las pandemias

La profesora recuerda tres obras literarias que resultan fuentes históricas de gran valor sobre las epidemias: El Decamerón, de Boccaccio, describe la peste que asoló Florencia en 1348; el Diario del año de la peste, escrito por Daniel Defoe en 1722, que narra la epidemia de peste que sufrió Londres en 1665, que mató a una quinta parte de la población. Y Manzoni, en Los novios, relata la peste de Milán en 1628.

«Las tres nos hablan del miedo, de cómo la sociedad se enfrenta a la muerte masiva e inesperada, algunos buscando culpables y acusando a determinados grupos o individuos, recurriendo a la magia y a la religión…otros tratando de entender las causas científicas de lo que ocurre, buscando soluciones racionales y cívicas que hacen avanzar a la sociedad y palían los efectos económicos adversos que tienen estas crisis», concluye Sarasúa.

El cólera y los bulos: desinformación antes del coronavirus

Autor: JAVIER MARTÍN GARCÍA

Fuente: La Vanguardia 07/04/2020

La extensión del cólera en España en 1834 nos mostró cómo las ‘fake news’ y la falta de información pueden agravar los efectos de una plaga

Es mediodía en un tenso 17 de julio de 1834 en la Puerta del Sol. La incertidumbre es palpable en toda España, más aún en Madrid, donde la actualidad política y social deja poco espacio para la calma. Hace apenas diez meses que ha muerto el rey Fernando VII, y el país se prepara para afrontar una guerra civil. El hermano del antiguo monarca, Carlos María Isidro, reclama la sucesión frente a la decisión de aquel, que apostó por su hija, Isabel II. El postulante ha logrado entrar en la península por el País Vasco y dirige un ejército que busca implantar sus ideas absolutistas en toda España.

Aquel 17 de julio, una desgracia sanitaria se suma a estas preocupaciones. Lo que al principio solo eran rumores se ha convertido en un clamor. Una enfermedad está atacando con especial virulencia a las clases más populares de la capital. Decenas de personas están muriendo entre vómitos, diarreas y dolores. Todo parece indicar que la ciudad sufre un brote de cólera, el mismo cólera que ya ha arrasado media Europa y cuya gravedad tanto poderes públicos como medios de comunicación están tratando de disimular con escaso éxito.

Solo falta una chispa para que Madrid estalle. Aquel mediodía, un mozalbete de los muchos que pululan por la populosa Puerta del Sol se acerca a un aguador e introduce barro en la cuba en la que porta el líquido. Un grupo de personas que contemplan la escena atacan furiosamente al muchacho. La violencia se extiende por la ciudad. ¿Por qué una trastada mil y una veces repetida genera esta vez una reacción desmesurada?

Caricatura sobre la relación del carlismo con el clero en una revista satírica del siglo XIX.
Caricatura sobre la relación del carlismo con el clero en una revista satírica del siglo XIX. (Dominio público)

El boca a boca propaga entre los madrileños que el temido cólera está afectando a individuos sanos que enferman justo después de beber o entrar en contacto con el agua. A ello se suma el hecho de que las autoridades apenas ofrecen información sobre lo que ocurre. El pueblo empieza a buscar culpables. Mientras tanto, Madrid teme el avance de las tropas carlistas, defensoras, entre otras cosas, de los privilegios de la Iglesia.

La matanza de frailes

Un bulo se extiende por la capital: como una quinta columna de los carlistas, los religiosos están contratando a niños e indigentes para que envenenen las aguas de las que se surten los madrileños. Es la Iglesia la que está propagando el cólera… No ayudará a desmentirlo el hecho de que, tal como explica el historiador Antonio Moliner Prada en el libro colectivo El anticlericalismo español contemporáneoel clero insista una y otra vez en que la enfermedad es un “castigo divino” por la ausencia de fe de los ciudadanos.

Desatada la tensión, una turba de madrileños agrede a un franciscano que pasea por la céntrica calle Toledo. En la misma vía, la muchedumbre consigue acceder al Colegio Imperial, administrado por los jesuitas, y asesina a cuanto religioso se encuentra. La situación se descontrola y son asaltados conventos de diferentes órdenes religiosas, cuyos habitantes son acuchillados, asesinados a garrotazos o quemados vivos.

El convento de San Francisco el Grande se lleva la peor parte, con cerca de cuarenta muertos. Según datos de Julio Caro Baroja en su Historia del anticlericalismo español, “alrededor de setenta y cinco religiosos fueron asesinados en Madrid el 17 de julio de 1834”.

Un bulo generado a partir del miedo y la desinformación había provocado una terrible “matanza de frailes”

Un bulo engendrado a partir del miedo y la desinformación había generado una jornada funesta, que se conocería como “la matanza de frailes”. Algo que, por otro lado, no ocurrió exclusivamente en nuestro país. Años antes, en Varsovia, y también ante la aparición del cólera, el exacerbado antisemitismo había culpado a los judíos de propagar la enfermedad, mientras que en París llegó a intervenir el Ejército para frenar los desmanes populares contra los que consideraban responsables de extender la plaga: médicos, curas, boticarios o ricos. El cólera mataba, pero también lo hacía la desinformación.

¿Cómo se coló en España?

La pandemia del conocido como cólera-morbo, o asiático, tiene su origen en el año 1817, cuando se desplaza desde las zonas próximas al río Ganges (donde era endémico) hasta las localidades limítrofes. Después, en varias oleadas y siguiendo las tradicionales rutas de la comunicación y el comercio, alcanzó Europa. En España irrumpió, concretamente en el puerto de Vigo, en enero de 1833 desde Portugal. Poco después penetró en la frontera extremeña y desde allí se extendió por Andalucía.

El invierno frenó la expansión, pero el movimiento de tropas para sofocar el levantamiento carlista diseminó la enfermedad por toda España, sobre todo a partir de junio de 1834. Tardará más de un año y medio en desaparecer, afectando fatalmente a alrededor de un 3% de la población.

El encubrimiento de información por parte del gobierno del moderado Francisco Martínez de la Rosa, temeroso de que un estado de pánico generalizado paralizase aún más la precaria economía española, fue contraproducente a la hora de frenar su expansión.

Francisco Martínez de la Rosa, presidente del consejo de ministros durante el brote de cólera.
Francisco Martínez de la Rosa, presidente del consejo de ministros durante el brote de cólera. (Dominio público)

Los medios de comunicación tardaron también en reaccionar, contagiados por este clima de prudencia. Un ejemplo paradigmático de esta disfunción se desarrolló en Madrid. El 2 de julio de 1834, los partes que emitían los médicos a la Junta Municipal advertían de la existencia de casos de cólera en las calles de la capital. Sin embargo, al menos durante los diez primeros días del mes, Diario de Avisos de Madridel medio oficial, se limitaba a ofrecer consejos sobre la forma de evitar contraer la enfermedad y a presentar las medidas que se estaban poniendo en marcha para que la epidemia no entrase en la ciudad, dando a entender que esto aún no había ocurrido.

Una prevención insuficiente

Desde luego, casi todo acerca del cólera era desconocido. La enfermedad llevaba a la muerte a un alto porcentaje de los contagiados en menos de una semana. Se ignoraban su causa y su medio de transmisión, y los planes preventivos puestos en práctica no pasaban de ser ensayos a ciegas.

En 1827 se había creado la Real Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía, que unificaba a los colegios de Medicina y Cirugía. Con su patrocinio se envió una comisión de tres expertos a varios países europeos castigados por el cólera y se nombró al prestigioso médico Mateo Seoane corresponsal médico en las islas británicas. Los informes de unos y otro, diecinueve entre 1831 y 1833, apenas tuvieron eco más allá del ámbito científico.

Una muchedumbre ataca una iglesia de los jesuitas en Madrid.
Una muchedumbre ataca una iglesia de los jesuitas en Madrid. (Dominio público)

La Comisión Médica propuso, en orden de prioridad, cinco medidas para frenar el contagio y reducir sus efectos: eliminar los focos de insalubridad, reducir la miseria en las clases populares, facilitar los cuidados médicos, instruir a la población en sanidad y “evitar la introducción de las causas morbíficas”. Este último punto, centrado en el aislamiento de las poblaciones contaminadas y en prohibir la comunicación con focos internacionales de contagio, fue el único que se llevó a cabo.

A finales de 1831, se pusieron en cuarentena los barcos procedentes de países en los que se desarrollase la epidemia, y pronto se hizo lo mismo respecto al contacto terrestre con poblaciones contaminadas, creándose los llamados cordones sanitarios. En 1832, se crearon Juntas de Sanidad en las provincias fronterizas que debían velar por el cumplimiento de esas medidas. Todas ellas fueron insuficientes para frenar el contagio a partir de 1833.

Los pobres, principales damnificados

Lo que resultaba imposible de frenar eran las transformaciones que se estaban produciendo en el mundo. El tránsito diluía las fronteras. El desarrollo de los transportes y la industrialización fueron los principales estimuladores de la extensión de la plaga y de las que se sucederán. A partir de entonces, queda claro que es un disparate disociar los aspectos científicos y sociales al tratar de controlar una pandemia.

El cólera se convirtió en uno de los principales impulsores de la medicina preventiva de la modernidad

La enfermedad afectaba en especial a los estratos más bajos, sobre todo en el ámbito urbano, donde se hacinaban miles de personas que habían acudido a las capitales en busca de trabajo. Las pésimas condiciones de vida favorecían el contagio y la letalidad del cólera. Aquellos forasteros que no habían conseguido un puesto eran expulsados a sus lugares de origen.

La represión contra las clases populares y los indigentes fue una constante que se pretendía justificar por la ausencia de higiene. Sin embargo, esta represión también respondía al hecho de que eran los más pobres quienes espoleaban en mayor medida los levantamientos contra los privilegiados.

Lecciones aprendidas

Como toda crisis sanitaria, también esta enfermedad trajo consigo lecciones. El grado de mortalidad en espacios sobrepoblados y la insalubridad asociada a los mismos impulsó la mejora de elementos como el suministro de aguas, el alcantarillado o la limpieza de fábricas, instituciones públicas u hospitales. El cólera se convirtió en uno de los principales acicates de la medicina preventiva de la modernidad.

No menos importante fue la toma de conciencia de la trascendencia de los médicos y su formación. Hasta poco antes, las supersticiones convivían y a veces tenían más influencia que la labor científica, y el médico era concebido apenas como un simple sangrador. Las medidas higiénicas, sumadas a una mayor organización, con hospitales más modernos y pulcros, supusieron un paso de gigante en la lucha contra las pandemias.

La historia nos ha enseñado que toda situación sanitaria crítica, como la que estamos viviendo hoy con el coronavirus, es una catástrofe, pero al mismo tiempo supone una oportunidad de aprendizaje para regenerar los aspectos sanitarios, sociales y económicos que han sido sobrepasados por la enfermedad.