El siglo XX y la evolución de las culturas

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“El siglo XX puede servirnos como gigantesco resumen de la historia del ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor”. José Antonio Marina y Javier Rambaud

Autor: José Luis Ibáñez Salas

Fuente: Nueva Tribuna, 21/12/2018

En Biografía de la humanidad. Historia de la evolución de las culturas (Ariel, 2018), libro que he comentado recientemente en Periodistas en Español, sus autores, José Antonio Marina y Javier Rambaud, dividen el siglo XX en dos mitades, a la primera, que llegaría hasta el final en 1945 de la Segunda Guerra Mundial, la llaman época de la locura, a la segunda (que llega hasta hoy, pues lo prolongan) la llaman época de las soluciones 2018122010063972289precarias. Consideran que 1989 y la caída del muro de Berlín es un punto de inflexión.

La época de la locura

Tras un reparto colonial a cargo de los países europeos que abre heridas entre los imperialistas que quieren ser más potencias que las potencias, con unos gobiernos desconectados de las preocupaciones de sus sociedades y más centrados en orientarse hacia la guerra, a comienzos del siglo XX ya se buscaban pretextos para un conflicto que se veía cada vez más como inevitable en medio de una “dialéctica de rearme continuo”. Muchos intelectuales seguían considerando a la guerra un asunto noble, higiénico.

Y la guerra estalla, una guerra fundamentalmente (pero no sólo) europea, la Gran Guerra, a la que llamamos desde hace décadas Primera Guerra Mundial porque luego vino otra.

Fue espantoso el balance de aquel conflicto bélico, con más de quince millones de muertos. ¿La humanidad no aprendió nada, como afirman los autores de Biografía de la humanidad…? En cualquier caso, a su final, en 1918, habían desparecido cuatro imperios (el ruso, el otomano, el austro-húngaro y el alemán) y otros dos quedaron muy dañados (el francés y el británico), y a la inmediata aceleración económica la sucedió desde 1929 una gran crisis mundial, la Gran Depresión.

Del convaleciente Imperio ruso nació en 1917 un revolucionario nuevo país que acogió los ideales marxistas de liberación de las clases desfavorecidas pero acabó convirtiéndose en un Estado totalitario. Y en algunos países, tras la Primera Guerra Mundial, destacando Italia y Alemania a ese respecto, triunfaron dictaduras de corte fascista que surgieron entre otras razones en contraposición a aquella extensión del comunismo. Los dos totalitarismos, el nazifascista y el socialistacomunista, “reflejaban el descontento con la modernidad, la inestabilidad del sistema capitalista y la polarización extrema de ideologías nacionalistas, socialistas y racistas surgidas el siglo anterior”. Fueron ambas ideologías, la comunista y la fascista, “respuestas revolucionarias ante el malestar generado por la modernidad industrial y el liberalismo político, con los múltiples conflictos que conllevaban (de clase, género, partido o nación), y la erosión de las comunidades tradicionales en nombre del individualismo”.

El mundo más desarrollado se organizó alrededor de esas dos ideologías y la liberal, a cuya contra habían surgido dichos totalitarismos.

El expansionismo alemán de su dictador nazi Adolf Hitler llevó a la Segunda Guerra Mundial. La guerra, que acabó estallando en septiembre de 1939, quería ser para Hitler “el crisol purificador la raza”, la mejor escenificación del darwinismo social: y fue la magnífica representación de la deshumanización de la humanidad que culminaría en el horrible Holocausto.

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La derrota en 1945 de los nazis y sus ultras aliados italianos y japoneses a manos de la alianza entre las democracias occidentales y la dictadura soviética fue sucedida por un mundo dividido que cabalgó inestable durante décadas sobre el filo de la llamada Guerra Fría.

La época de las soluciones precarias

En el nuevo orden mundial escindido en dos existía algo más que las dos superpotencias (Estados Unidos al frente de las sociedades capitalistas occidentales y la URSS capitaneando el llamado bloque soviético): pronto, en la década de los 60, la difusa comunidad de los países no alineados, casi todos salidos del proceso de descolonización postbélico, y también de inmediato, antes aún, desde 1949, la dictadura comunista china, al margen de la autoridad moscovita, un caso único de revolución llevada a extremos delirantes que sobreviviría a sí misma transformándose al acabar el siglo en un comunismo capitalista por supuesto sin democracia.

Tras la Segunda Guerra Mundial, “el mundo occidental disfrutó de un periodo de desarrollo mantenido, que implantó una sociedad de consumo. Y en 1948, amparada en la recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU), se acordó la Declaración Universal de Derechos Humanos con el objeto de fundar una especie de nunca más taponador de una nueva confrontación mundial, que incluía en su preámbulo “la dignidad como base de nuestra arquitectura política y legal” tendente al establecimiento de la libertad, la justicia y la paz en el mundo.

“Una de las mutaciones más revolucionarias” del siglo pasado fue el movimiento de liberación de la mujer (el movimiento feminista), esencialmente si atendemos al finalmente fracasado proyecto socialista desmoronado con la caída del Imperio soviético desde finales de la década de 1980:

“Una vez conseguido el voto, el movimiento feminista se centra en la lucha contra la discriminación, en la crítica de las estructuras sexistas de poder y en la concienciación ante las desigualdades en la familia y el trabajo”.

El legado del siglo XX

Globalización y feminismo son dos de las grandes herencias que el XXI ha recibido del XX. El fenómeno cultural que (ya) es la globalización se gestó definitivamente en el siglo XX. Las dos ramas específicas de la tecnología en ese siglo fueron la informática y la ingeniería genética, a decir de Rambaud y Marina. Ellas están en la base del posthumanismo hacia el que los sapiens nos podemos ver abocados (ya en el siglo XXI, hoy en día, estamos a punto de entrar en la era del posthumanismo: la gran amenaza que pesa sobre nuestra especie es que “la humanidad puede deshumanizarse”).

Y…

“En la actualidad, hay dos serias amenazas: la ecológica y los niveles intolerables de desigualdad que puedan alcanzarse”.

Ambas las hemos heredado del siglo XX, que, a su vez, las heredó de la noche de los tiempos. Aunque la desigualdad parece que desciende desde hace docenas de años, aún está ahí, arriesgándolo todo. Y el equilibrio ecológico está seriamente tocado desde los daños que hemos infligido a la Tierra con nuestros avances.

Quién era Leopoldo II, el rey belga que fue «dueño» de un trozo de África en el que se cometieron los peores abusos.

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Leopoldo II se declaraba «propietario» del Congo.

Autor-Fuente: BBC. 22/12/2018

Si el próximo domingo 30 de diciembre se logran celebrar las elecciones presidenciales previstas en la República Democrática de Congo (RDC) y después todo sale bien, ese país vivirá su primera transición democrática del poder en su historia.

No será un logro menor. Desde que se independizó de Bélgica en 1960, todos los cambios en el poder en ese país se dieron por la vía violenta.

El primer presidente del país, Joseph Kasa-Vubu, fue derrocado en un golpe de Estado en 1965 por el general Mobutu Sese Seko, quien gobernó hasta 1997, cuando fue desplazado del poder por Laurent-Désiré Kabila.

Este murió asesinado en 2001 a manos de uno de sus guardaespaldas y fue sustituido en la presidencia por su hijo Joseph Kabila, quien debía entregar el poder a un nuevo mandatario que debía ser elegido en 2016 en unos comicios que fueron postergados hasta ahora.

Pero si esta parte de la historia de la RDC parece rocambolesca y traumática, más aún lo fue su creación como país y su pasado colonial cuando estuvo bajo el mando del rey belga Leopoldo II.

«De los europeos que luchaban para hacerse con el control de África a finales del siglo XIX, se puede decir que el rey belga Leopoldo II dejó el mayor y más horrible legado de todos«, escribió en 2004 Mark Dummet, excorresponsal de la BBC en Kinshasa, en una nota sobre el monarca.

«Mientras las grandes potencias competían por conseguir territorios en otros lugares, el rey de uno de los países más pequeños de Europa esculpió su propia colonia privada de 100 kilómetros cuadrados en la selva tropical centroafricana», agregó Dummet.

Leopoldo II extendió sus dominios hasta controlar un territorio equivalente a 60 veces el tamaño de Bélgica.

Pero no sería tanto el tamaño de esas posesiones sino lo que allí ocurriría y las condiciones en las que sucedió lo que marcaría su legado.

Colonia privada

Leopoldo II, quien reinó en Bélgica entre 1865 y 1909, buscó convertir su pequeño país en una potencia imperial para lo cual lideró los esfuerzos para desarrollar la cuenca del río Congo.

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.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES. Image caption. Poco antes de morir, Leopoldo II entregó a Bélgica la administración de los territorios en el Congo
 

Argumentando su deseo de llevar a los nativos africanos los beneficios del cristianismo, de la civilización occidental y del comercio, el monarca convenció a las potencias euroasiáticas de permitirle tomar el control de esa extensa región a través de una organización que llamó Asociación Internacional Africana y que en 1885 transformó en el Estado Libre del Congo.

Esta institución privada no estaba vinculada con el estado belga sino que dependía directamente del monarca, quien se presentaba como su «propietario». Era la única colonia privada del mundo.

Pero detrás del discurso filantrópico de Leopoldo II había un gran interés en hacerse con las grandes riquezas del territorio.

Primero, del marfil, que era inmensamente apreciado en la época previa a la creación del plástico por ser un material que podía ser utilizado para crear infinidad de piezas, desde estatuillas hasta teclas de piano pasando por piezas de joyería y dientes falsos.

De allí surgió la mayor parte de la riqueza obtenida por el monarca durante los primeros años del Estado Libre del Congo. Los abusos y las extremas condiciones a las que eran sometidos los nativos africanos allí para obtener este preciado material fueron retratados por el escritor británico de origen polaco Joseph Conrad en su novela «El corazón en las tinieblas».

Manos mutiladas

Gradualmente, el interés por el marfil fue desplazado por la fiebre del caucho, cuando en la década de 1890 su uso se disparó para producir ruedas de bicicletas y de autos, para recubrir cables así como para fabricar cintas de transporte para automatizar el trabajo en las fábricas.

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Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionA inicios del siglo XX crecieron las críticas hacia lo que ocurría en el Estado Libre del Congo.

El negocio del caucho tenía sus complejidades, pues la materia prima se extrae de un árbol que tarda muchos años en crecer, por lo cual quienes controlaran territorios con abundancia de estos árboles tenían una fortuna entre sus manos. Y el Estado Libre del Congo tenía muchos de ellos.

También abundan los relatos sobre la crudeza con la que se explotaba este material en los territorios controlados por Leopoldo II.

«Él convirtió su ‘Estado Libre del Congo’ en un campo de trabajo masivo, hizo una fortuna para símismo con la recolección del caucho y contribuyó en gran medida a la muerte de quizá unos 10 millones de inocentes«, señaló Dummet.

La cifra de las posibles víctimas es controvertida.

En 1998, el historiador estadounidense Adam Hochschild publicó un libro en el que Leopoldo II quedaba señalado como el responsable de una suerte de holocausto africano, que superaría en cantidad de víctimas al número de judíos muertos a manos de la Alemania nazi.

En Bélgica, algunos expertos rechazaron las conclusiones del polémico texto. «Ocurrieron cosas terribles, pero Hochschild está exagerando. Es absurdo decir que murieron tantos millones«, le dijo entonces Jean Stengers, un historiador especializado en la época de Leopoldo II, al diario británico The Guardian.

Stengers reconoció que la población del Congo mermó de forma dramática durante los 30 años siguientes a la toma de control de ese territorio por parte de Leopoldo II, pero advirtió que era imposible saber cuántas víctimas hubo pues nadie sabía cuántas personas habitaban allí en ese momento.

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Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionEn los jardines del Palacio Real de Laeken, Leopoldo II ordenó construir este invernadero para celebrar la adquisición del Congo.

En lo que sí hay coincidencia entre los estudiosos fue en los métodos brutales utilizados por los representantes de Leopoldo II para obligar a la población nativa a explotar el caucho.

El Estado Libre del Congo estaba controlado por un ejército privado de unos 19.000 hombres conocido como Fuerza Pública.

Miembros de esta organización aterrorizaban a las poblaciones nativas para obligarlas a trabajar.

El método era el siguiente: entraban en una aldea por la fuerza, tomaban a las mujeres y a las niñas como rehenes y ordenaban a los hombres adentrarse en la selva para recolectar una cuota determinada de caucho.

Mientras los hombres cumplían con la tarea impuesta para salvar a sus esposas e hijas, estas morían de hambre o eran sometidas a abusos sexuales.

Además, quienes no fueran capaces de completar la cuota que les había sido impuesta estaban amenazados con la amputación de una de sus manos o de las de alguno de sus hijos.

Este castigo también era una práctica habitual por otros motivos. Los miembros de la Fuerza Pública tenían que demostrar que no «malgastaban» las balas de las que disponían, pues estas debían ahorrarse para ser usadas en caso de un motín.

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Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionAunque rigió sobre el destino de millones de personas en Congo, Leopoldo II nunca visitó ese territorio.

Entonces, por cada bala gastada se les exigía que presentaran la mano cortada a uno de los rebeldes muertos. Como resultado, cuando los soldados regresaban de una expedición para sofocar una revuelta traían consigo cestas repletas de manos cortadas.

Pero esta medida de «ahorro» también se prestaba a otros adicionales abusos. Así, cuando un soldado erraba el tiro o cuando simplemente usaba sus balas para jugar al tiro al blanco, en ocasiones le cortaba la mano a un nativo para poder justificarse ante su oficial a cargo.

La biógrafa británica de Leopoldo II, Barbara Emerson, asegura que el monarca se sintió consternado cuando escuchó sobre los terribles abusos que ocurrían en sus dominios africanos -los cuales, por cierto, nunca conoció personalmente. «Estos horrores deben terminar o me retiraré del Congo. No seré salpicado de sangre y lodo», le habría escrito a su secretario de Estado.

Sin embargo, también se refiere que comentó: «Cortar las manos. Es algo idiota. Yo les cortaría todo lo demás, pero no las manos. Eso es lo único que necesito en el Congo».

Un legado polémico

Durante la primera década del siglo XX se fueron acumulando las críticas en contra de los abusos que se cometían en el Estado Libre del Congo.

«Robo legalizado y ejecutado con el uso de la violencia», afirmó Dummet que era la forma como se describía en aquella época lo que ocurría en África bajo Leopoldo II.

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Algunos historiadores señalan que esas críticas eran, en parte, impulsadas por otras potencias coloniales europeas que buscaban desviar la atención de sus propios abusos.

En todo caso, la presión ejercida sobre el monarca derivó en la decisión de este de transferir en 1908 su «propiedad» en África a Bélgica, con lo cual el Estado Libre del Congo se convirtió en el Congo Belga.

Leopoldo II murió poco después, pero dentro de los proyectos que había dejado en marcha estaba la construcción del Museo Real de África, en las afueras de Bruselas, que se convirtió en el primer museo de Congo en el mundo.

Pensado, en parte, como un instrumento de propaganda sobre el proyecto colonial, esta institución fue reabierta a inicios de este mes luego de pasar cinco años cerrada en labores de adaptación de su colección a los nuevos tiempos.

Guido Gryseels, director general del museo, explicó en una entrevista concedida al diario The New York Times que parte del trabajo que hicieron tiene que ver con los esfuerzos para cambiar la visión positiva del colonialismo que ofrecía la institución.

«Generaciones enteras de belgas vinieron acá y recibieron el mensaje de que el colonialismo era algo bueno, de que trajimos civilización, bienestar y cultura al Congo», señaló.

Para combatir esa narrativa, el museo reorganizó la colección y colocó información que destaca los problemas causados por el colonialismo.

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Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionEl Museo de África, a las afueras de Bruselas, es parte del controvertido legado de Leopoldo II.

Pero ¿y qué hay del legado de Leopoldo II?

Mark Dummet, excorresponsal de la BBC en Kinshasa, señaló que el país nunca se había recuperado realmente de aquella experiencia colonial.

«Los soldados del Congo nunca se alejaron del rol que les atribuyó Leopoldo como una fuerza para ejercer la coerción, atormentar y violar a la población civil desarmada», apuntó en su texto de 2004.

Sin embargo, aquellos abusos al parecer sí tuvieron una consecuencia positiva aunque no buscada.

Según Dummet, la campaña para revelar lo que había ocurrido en el Estado Libre del Congo, liderada por el diplomático Roger Casement, se convirtió en el primer movimiento masivo moderno en defensa de los derechos humanos.

«La aparición de sucesores como Amnistía Internacional, Human Rights Watch o la organización con sede en Kinshasa Voix de San Voix (‘La voz de los que no tiene voz’) significa que en la actual República Democrática de Congo los abusos no pueden ocultarse por mucho tiempo», apuntó Dummet.

La crisis de los misiles que conmocionó al mundo.

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El presidente de los USA, Kennedy, anunciando el descubrimiento de los misiles en Cuba.

Autor: Victor Arrogante. 14/10/2018.

Fuente: nuevatribuna.es.

Se conoce como crisis de los misiles, a los trece días de octubre de 1962, en los que Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron a punto de comenzar una guerra nuclear por Cuba. El 14 de octubre de 1962, un avión espía de EEUU descubrió que la URSS había instalado secretamente sus misiles balísticos de medio alcance P-12 en la isla. Este hecho ocasionó un conflicto entre las dos superpotencias. La paz mundial estuvo seriamente en peligro, al borde de la Tercera Guerra Mundial.

Moscú había intentado restaurar el equilibrio nuclear en el mundo, después de que EEUU instalara en 1961 sus misiles balísticos en Turquía. Al descubrir los misiles soviéticos en Cuba, John Fitzgerald Kennedy, realizó un bloqueo militar contra la isla, creando un cerco con su flota y aumentando el número de sus tropas y aviones.

En marzo de 1962, la Comisión Taylor, planteó medidas para justificar la intervención militar en Cuba. En mayo, una delegación rusa llegó a la isla para proponer la instalación de cohetes con carga nuclear y garantizar que los norteamericanos no invadieran la isla. En junio, el Estado Mayor de la URSS aprobó la composición de tropas soviéticas que participarían en la operación. Todo se iba complicando, cuando en el mes de junio, el comandante Raúl Castro viajó a Moscú, para explicar los criterios de Fidel Castro de hacer público el acuerdo militar, como acto soberano entre dos estados. Los rusos insistieron en mantenerlo en secreto. Tres meses después, EEUU confirmaba la presencia de emplazamientos de misiles en Pinar del Río, Villa Clara y Camaguey.

Quedaban todavía días de intensas negociaciones para que la crisis de Octubre llegara a su fin. Entre los días 18 y 22 de octubre, el canciller Nikita Jruschov aseguraba que los misiles eran de carácter defensivo. Kennedy ordenó la máxima alerta y refuerza la base naval de Guantánamo, creando todas las condiciones para bombardear la isla caribeña. El 26 de octubre Fidel Castro ordena abrir fuego contra aviones enemigos en vuelos de baja altura y el 27, un avión de EEUU es derribado y muerto su piloto.

El 28 de octubre, Cuba presentó una declaración de cinco puntos, tras la reunión bilateral entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El presidente Kennedy aceptó eliminar las medidas de bloqueo a Cuba; mientras que Nikita Jruschov aceptó retirar del territorio cubano las instalaciones de armas de defensa estratégica. El Gobierno Revolucionario de Cuba, declaró que: «No existirán las garantías de que habla el Presidente Kennedy contra una agresión a Cuba, si, además de la eliminación del bloqueo naval que promete, no se adoptan otras medidas».

Cuba exige: el cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica que ejercen los EEUU en todas partes del mundo contra el país; cese de todas las actividades subversivas, lanzamiento y desembarco de armas y organización de invasiones mercenarias; cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde las bases existentes en Estados Unidos y Puerto Rico; cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval; y retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por los Estados Unidos. Algo se ganó, pero el bloqueo a Cuba se sigue produciendo y Guantánamo sigue siendo una base americana.

En el momento de la crisis de los misiles, Estados Unidos gozaba de una superioridad nuclear decisiva sobre la Unión Soviética. Poseía más de 400 misiles balísticos intercontinentales, en comparación con 78 en el arsenal de la URSS. La enorme ventaja estratégica incluía los sofisticados submarinos Polaris, con poder devastador para un golpe nuclear, y la abrumadora fuerza de choque de alrededor de 1.300 bombarderos nucleares, a diferencia de menos de 200 en el arsenal soviético. Además, en la década del 60 el tiempo para alcanzar el objetivo era un factor crucial. Se necesitaban unos 30 minutos para que los misiles soviéticos llegaran a Estados Unidos, un tiempo suficiente para que los estadounidenses tomaran represalias con un devastador contraataque. Desde Cuba los misiles soviéticos hubieran podido destruir la mayor parte de los centros militares y urbanos de Estados Unidos en 7 ó 10 minutos.

Anatoly Dobrinin, embajador soviético en Washington y figura decisiva junto a Robert Kennedy en la búsqueda de una solución a la crisis, declaró en sus memorias, que los motivos de Khrushchev fueron estratégicos: «la medida era parte de una estrategia geopolítica más amplia para lograr una mayor paridad con Estados Unidos». Un factor esencial para que el Kremlin decidiera introducir misiles nucleares en Cuba fue el fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos, donde Kennedy fue percibido como un presidente débil e indeciso que decaería bajo presión. El siguiente paso fue obtener la cooperación de Fidel Castro. El mensajero fue el embajador Alexander Alexeiev, un veterano agente de la KGB y estrecho colaborador de Raúl Castro.

Fidel Castro hizo suya la idea de los misiles nucleares en Cuba: «Es un movimiento muy arriesgado… pero si tomar tal decisión es indispensable para el bloque socialista, creo que estoy a favor del emplazamiento de los misiles en nuestra isla». Con el respaldo de Castro, el traslado secreto y el despliegue se puso en marcha.

Sin embargo, el 14 de octubre cambió el rumbo de la historia, cuando el avión espía tomó las fotos que proporcionaron a Washington la primera evidencia sólida de la presencia de misiles soviéticos en Cuba. El 16 de octubre el presidente Kennedy fue informado. Durante los siguientes cinco días, en absoluto secreto, el Presidente y sus asesores analizaron las opciones disponibles. Al final se decidió hacer frente, hasta sus últimas consecuencias, el desafío soviético.

En el contexto histórico, la crisis se produjo durante la Guerra Fría (1945-1991). Las dos superpotencias nunca se llegaron a enfrentar directamente, pero sí indirectamente en diversos puntos del Planeta. El armamento nuclear de ambos países significaba que siempre fuera posible una gran guerra apocalíptica. El 1 de enero de 1959 la revolución liderada por Fidel Castro triunfa en Cuba. El 20 de enero de 1961 Kennedy jura como presidente de Estados Unidos. En abril de ese mismo año, los Estados Unidos respaldan a un grupo de cubanos anticastristas que fallan en su intento de invadir Cuba en Bahía de Cochinos. En agosto de 1961 comienza la construcción del Muro de Berlín. En febrero de 1962 comienza el embargo estadounidense a Cuba.

Los historiadores reconocen que la crisis de los misiles en Cuba fue el momento más peligroso de la historia de la humanidad. Las gestiones del Secretario General de las Naciones Unidas, U Thant, contribuyeron notablemente a desactivar la crisis. El 24 de octubre, en su discurso ante el Consejo de Seguridad, instó a que se celebrarán urgentemente negociaciones entre las partes involucradas e informó de que había enviado exhortaciones al Presidente Kennedy y al Primer Ministro Khruschev para que establecieran una moratoria de dos a tres semanas de duración. Esa medida entrañaría, por parte de la URSS, la suspensión voluntaria de todos los envíos de armamentos a Cuba; y por parte de los Estados Unidos la suspensión voluntaria del cerco y en especial registro de barcos rumbo a Cuba. Hizo un llamamiento a las autoridades de Cuba para que suspendieran la construcción y el desarrollo de servicios e instalaciones militares importantes durante el período de negociación.

A modo de conclusiones: El domingo 28 de octubre, la dirección soviética envió un mensaje urgente a Dobrynin en Washington, indicando que Kruschev había aceptado las demandas del Presidente. El acuerdo incluía un pacto secreto para el desmantelamiento gradual de los misiles estadounidenses obsoletos en Turquía y el compromiso de no invadir a Cuba. Durante las negociaciones Castro fue ignorado, por lo que se sintió humillado. Kennedy fue asesinado un año después por un homicida procastrista. Kruschev fue destituido como primer ministro a los dos años, y Castro se mantuvo como presidente durante más de medio siglo, fiel aliado de Moscú a cuyos intereses expansionistas sirvió en los años setenta enviando cuerpos militares expedicionarios a Angola, Mozambique o Etiopía.

Con todo, la crisis se resolvió rápidamente y muestra la eficacia de la estrategia de la disuasión; la amenaza del holocausto nuclear frenó el aventurerismo de las potencias y la importancia del diálogo ente las dos superpotencias, instalándose una comunicación directa entre la Casa Blanca y el Kremlin para desactivar cualquier crisis o malentendido: el «teléfono rojo».


−JFK: «Dean, por favor, explícame cómo se llevaría a cabo todo el proceso.
−DA: «Su primer paso, señor, será darles a los soviéticos entre 12 y 24 horas para que retiren los misiles. Ellos, obviamente, se negarán. Entonces usted ordenará los ataques, seguidos de la invasión. Opondrán resistencia y serán vencidos».
−JFK: «Planes que requieren armas nucleares… [Silencio] ¿Y cuál sería el paso siguiente?».
−DA: «Esperemos que prevalezca la cordura… antes de llegar al paso siguiente».

Extracto de la conversación entre John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos y Dean Acheson, exsecretario de Estado en la película Trece días (2000)

Azaña en la Primera Guerra Mundial: lo que aprendió en Verdún y no pudo practicar en la Batalla del Ebro.

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Destrucción en la ciudad de Reims. Al fondo, su catedral.

Autor: DARÍO PRIETO

Fuente: El Mundo, 18/12/2018

Una exposición sobre su viaje al frente francés en la I Guerra Mundial

 

«Estábamos detrás de la alambrada, a donde habíamos llegado arrastrándonos como lombrices por un tubo empapado de barro viscoso. Acurrucados en un hoyo atisbábamos la línea alemana, queriendo descubrir un movimiento cualquiera, una señal de actividad, percibir una voz, un ruido… ¡Nada! Un silencio de muerte pesaba sobre el campo (…) Pensábamos en los pobres soldados obligados a vivir meses y meses bajo tierra, como topos, vigilantes como serpientes, enervados por el acecho».

Mucho antes de liderar uno de los dos bandos de la Guerra Civil, Manuel Azaña(Alcalá de Henares, 1880 – Montauban, 1940) conoció de primera mano los desastres de otra gran contienda, la mayor que hasta entonces había conocido el ser humano. Siendo secretario del Ateneo de Madrid, realizó una serie de viajes a varios frentes de los Aliados durante la Primera Guerra Mundial. La destrucción que presenció le hizo tomar conciencia de que había que hacer algo y, a su vuelta, plasmó sus experiencias en una serie de conferencias y en una crónica, Nuestra misión en Francia, publicada en el Bulletin Hispanique en invierno de 1917.

De aquellos viajes Azaña trajo consigo una serie de placas fotográficas de cristal, tomadas en colaboración con las agencias de prensa que trabajaban para el ejército francés, que ilustraban la devastación causada por los bombardeos alemanes. Dichas imágenes tenían como objetivo conmover a unos españoles que entonces gozaban de la relativa calma de la neutralidad. Aquellas placas desaparecieron, pero fueron redescubiertas tiempo después en el Palomar del Ateneo de Madrid, la institución que ahora las expone, acompañadas de los textos de las crónicas y conferencias, en la exposición Manuel Azaña en Reims y Verdún. Impresiones de un viaje a Francia (1916).

La muestra ha sido realizada en colaboración entre el Ateneo, la Universidad de Alcalá de Henares, la Fundación Francisco Largo Caballero, el ayuntamiento complutense y la Fundación General de la Universidad alcalaína, que se ha encargado de la restauración de las piezas centenarias. Tras pasar por Montauban, localidad donde descansan los restos de Azaña, la exposición llega ahora al lugar donde empezó todo, comisariada por Jesús Cañete Ochoa.

«Verdún es un montón de escombros», describe Azaña una de las imágenes. «Hay casas que han sido rajadas de arriba abajo como por un hachazo y muestran la mitad interior de sus viviendas con muebles abiertos y enseres y menajes domésticos, todavía en el lugar de uso. Esto da la impresión de una catástrofe que instantáneamente hubiese acabado allí con la vida humana». Sin embargo, «ninguna fotografía puede dar idea del estado de destrucción en que la ciudad se encuentra, porque enseguida se hacen antiguas, enseguida las ruinas se añaden a las ruinas y los escombros se van pulverizando. Todo ello tiene un aspecto torvo».

Cañete Ochoa explica que, «de los intelectuales españoles, Azaña fue el que conoció más de cerca la guerra y el que visitó más veces el frente. Viajó en octubre de 1916 a Francia junto con Américo Castro, Ramón Menéndez Pidal y Rafael Altamira. Luego visitó el frente italiano en septiembre de 1917 con Miguel de Unamuno. Y a final de año volvió a Francia en compañía de Ramón Casas y Santiago Rusiñol, entre otros». Fue, según el comisario, «un defensor de la causa aliada y se comprometió con ella». Así, pronunció en enero de 1917 en el Ateneo la conferencia Reims y Verdún (Impresiones de un viaje a Francia), situada aquel escenario de destrucción. Las placas que trajo eran «como una especie de power point para ilustrar sus palabras», explica Cañete Ochoa. Sin embargo, «pide al público que no se quede con lo pintoresco». Para el futuro presidente de la República, «se estaba destruyendo lo mejor que había conseguido la civilización europea».

Destrucción del «patrimonio cultural europeo»

La catedral de Reims fue el lugar de coronación de los monarcas franceses. Y los alemanes se empeñaron a fondo en la destrucción de la ciudad, igual que en Verdún. «Lo primero que le sorprende», abunda el comisario sobre las impresiones de Azaña, «es la aniquilación, la cantidad de muertos y heridos. Y también la destrucción de ese patrimonio cultural europeo, entendiendo como patrimonio aquello que no nos pertenece a nadie y que debemos legar a las futuras generaciones».

También le llama la atención la situación ejército francés, que dos años después plasmaría en un libro de estudios de política militar gala. Entonces lo describe así: «Hormigueaba la tropa bajo los árboles, ocupada en sus faenas: lavar, cortar leña, limpiar los caballos. Algunos hombres se hacían la toilette al aire libre, mostrando su torso desnudo: otros, tendidos en la tierra, fumaban tranquilamente. Era, en fin, un tráfago vigoroso; la vida plena de la guerra, de la que no veíamos los horrores. Todos aquellos caminos canalizaban el fruto de la energía nacional, la absorbían, la chupaban, vertiéndola a pocos pasos de allí en el horno que la consumía sin agotarla».

Todo ello tenía un propósito claro: «El de movilizar; su misión era que España rompiera la neutralidad y entrase en la guerra», sentencia el comisario de la exposición. «Mientras la postura de Valle-Inclán y Unamuno se podría comparar a la de cronistas de guerra, en el caso de Azaña fue netamente política contra la neutralidad». Al no conseguir ese objetivo, «durante la Guerra Civil sentirá el abandono a las potencias aliadas, que él interpretará, en parte, como consecuencia remota de la falta de intervenció»».

Pero Azaña se fue de la Gran Guerra con otra lección. «Lo que descubre allí, y lo lo que le va a suponer un enfrentamiento con Negrín y el general Vicente Rojo, es la idea de que ya no hay batallas decisivas. Verdún es una lucha de desgaste, de resistencia». En la Guerra Civil, apunta Cañete Ochoa, «se esperaba que hubiese una que marcase definitivamente el curso de la contienda, pero ni siquiera sucedió así con la Batalla del Ebro. Azaña es consciente de que la estrategia militar contemporánea no va a por ese lado».

También se maravilló con las redes de protección civil y el importantísimo papel de las mujeres y de los inmigrantes (vietnamitas en su mayoría) en el esfuerzo de guerra. Una industria coordinada que le causó admiración y que marcaría su posterior proyecto de renovación del ejército español. «No lo culminó y las consecuencias son las que todos sabemos», reflexiona el comisario.

El Conde de Vallellano y su implicación en el Holocausto.

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Autora: Cristina Calandre Hoenigsfeld.

Fuente: nuevatribuna.es. 30/XI/2018

El Conde de Vallellano, Fernando Suarez de Tangil, Grande de España, fue nombrado Presidente de la Asamblea Suprema franquista de la Cruz Roja por Franco desde Burgos en septiembre de 1936.

Nada más ganar la guerra, los franquistas promulgaron una normativa antisemita de paso de fronteras, el 11 de mayo de 1939 desde el departamento Nacional de Políticas y Tratados, que dirigía el Conde de Casa Rojas, del Ministerio de Exteriores, siendo su ministro, el Conde de Gómez Jordana, y en donde participaba también el ministerio de Gobernación, dirigido por el antisemita Ramón Serrano Suñer.

Un día después, el 12 de mayo de 1939, el Conde de Vallellano, nombra a Juan ManuelAgrela, Conde de la Granja. Delegado de la Cruz Roja con plenos poderes para todas las acciones de repatriación de los civiles y militares residentes en los Campos de Concentración o Centros de refugiados en Francia…

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Juan Manuel Agrela, Conde de Agrela, abriría dos oficinas de la Cruz Roja, una en Irún y otra en Hendaya, para el trámite de canje de prisioneros.

Fue además nombrado el 27 de junio de 1939, Vicecónsul honorario en Hendaya por el Cónsul Fausto Navarro, con el visto bueno del Ministro Jordana y el embajador en Paris, Lequerica .

La firma de Fausto Navarro, aparece en el visado de mi abuela Rosa, (sello de consulado de Hendaya) judía polaca, a la que se le aplico la normativa antisemita de paso de fronteras de 11 de mayo de 1939, que pudo sortear, al tener el aval franquista del Marques de Ibarra. Con ella paso mi madre, Ruth, y gracias a esto, se salvaron del Holocausto, y yo estoy aquí para contarlo, aunque a muchos les moleste.

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En ese momento era Vicecónsul en Hendaya el conde de la Granja, a la vez compaginaba su puesto con el de delegado de la Cruz Roja, bajo la autoridad de su Presidente y su amigo, el Conde de Vallellano.

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Este, fue cesado en enero de 1941, mientras que el Conde de la Granja, paso a ser jefe de Gabinete de información Internacional de la oficina central de la Cruz Roja, a partir de noviembre de 1941.

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La vida siguió para ellos, llenos de premios, medallas y reconocimientos, para eso habían ganado la guerra.

Pero ¿cuantos judíos, no pudieron pasar la frontera por esa normativa antisemita que estuvo vigente hasta al menos 1942, y acabaron exterminados? Nadie se ha molestado en estudiarlo.

La normativa, sigue sin estar anulada al día de hoy, a pesar de mis protestas, ya que en los demás países europeos, hace años fueron anuladas las leyes antisemitas.

!Eso sí es una infamia!

Fernando VII, ¿el deseado?

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Fuente: Historia de la Iberia vieja. 26/XI/2018

n 1814, tras la derrota de los ejércitos franceses y la expulsión de José Bonaparte, Napoleón acabó reconociendo a Fernando VII como rey, liberándole y devolviéndole el trono mediante el Tratado de Valençay. Nada más poner un pie en España, entrando por el camino de Valencia, recibe de la mano de un grupo de diputados afectos a su persona el llamado Manifiesto de los Persas, una auténtica declaración a favor de la restauración del régimen absolutista.

Lo firmaban 69 diputados en total y lo habían mandado a imprimir, además, para que fuera “conocido por todos por medio de la prensa”. El título completo del documento era Representación y manifiesto que algunos diputados a las Cortes Ordinarias firmaron en los mayores apuros de su opresión en Madrid, para que la Magestad del Señor D. Fernando el VII a la entrada en España de vuelta de su cautividad, se penetrase del estado de la nación, del deseo de sus provincias, y del remedio que creían oportuno; todo fue presentado á S.M. en Valencia por uno de dichos diputados, y se imprime en cumplimiento de real orden.

Así pues, El Deseado pasó a cumplir los deseos de sus partidarios de restaurar el régimen absolutista, perseguir a los liberales e instaurar un gobierno caracterizado por la mano de hierro. Fue exactamente lo mismo que hicieron el resto de monarquías europeas tras la caída del Imperio napoleónico, ni más ni menos: esforzarse por legitimarse en la tradición, combatiendo los principios revolucionarios que habían acabado desembocando en la Revolución Francesa, el asesinato de la familia real francesa y la posterior instauración del Imperio –que había puesto la soberanía nacional en manos de la voluntad general de los súbditos, en contraposición a la soberanía por derecho divino.

Para llevar a cabo esta tarea, Fernando VII instauró un régimen de represión y persecución tan feroz, que fue necesaria la creación de la Policía, cuerpo de seguridad que ha llegado hasta nuestros días. Las funciones que Fernando VII dio a la recién creada “Policía General del Reino” por aquella época quedaron reflejadas en el decreto publicado el 13 de enero de 1824:

“Debe hacerme conocer la opinión y las necesidades de mis pueblos, e indicarme los medios para reprimir el espíritu de sedición, de extirpar los elementos de la discordia y de obstruir todos los manantiales de la prosperidad”, aunque también había otras más cotidianas, como “impedir que se coloquen tiestos, cajas u otros objetos de esta clase en ventanas, azoteas o tejados donde puedan caerse y dañar a los que por ellas transiten”.

Tras el breve paréntesis del Trienio Liberal (1820-1823), en el que Fernando VII simuló someterse a un nuevo régimen constitucional, dio comienzo lo que la historia bautizó como la Década Ominosa (1823- 1833), el último periodo de su reinado, en el que actuó con más dureza si cabe, llevado por el enfado y los deseos de venganza. Ya le habían quitado la varita del poder dos veces, y no estaba dispuesto a dejar que sucediera una tercera vez.

Cerró periódicos y universidades, erradicó cualquier atisbo de liberalismo, prohibió las sociedades secretas tanto en España como en América, y se produjeron levantamientos absolutistas. Fue durante este periodo cuando empezó a desmembrarse el Imperio Español, con la pérdida de la práctica totalidad de las colonias americanas. Hoy, parece que lo único que hizo este rey por sus súbditos fue engañarles, imponerles un régimen absolutista y actuar únicamente a favor de sus intereses personales. En general, el perfil de este monarca se ha pintado con una paleta de colores peyorativos: chaquetero, corrupto, dictatorial, traicionero y vengativo.

Algunos, incluso, han llegado a afirmar que, de todos los reyes y reinas que ha tenido la Corona española, Fernando VII fue el que menos satisfizo a los españoles durante su regencia. Pero, ¿es cierto? ¿Hizo alguna aportación beneficiosa? Pasados los años, y con las gafas de la distancia, si le sometiéramos a una especie de juicio moderno, ¿cuál sería el veredicto? ¿Culpable o inocente?

Es verdad que, como rey de España, quizá no supo estar a la altura de un pueblo que derramó sangre por él, luchando en el frente de batalla para que “El Deseado”, como así le llamaban,volviera a coger las riendas del poder tras la ocupación napoleónica; pero no es menos cierto que a este monarca le tocó enfrentarse con un enemigo inédito: el terror gabacho había degollado a la monarquía francesa. Las cabezas de Luis XVI y María Antonieta sobre el cesto lanzaban un mensaje muy claro: un día, tu propio pueblo, instigado por los afrancesados, te puede mandar al cadalso en nombre de palabras tan gloriosas como “igualdad, libertad y fraternidad”.

Marie Curie: 10 veces número uno

curieFuente: Muy Historia.

Inteligencia, rigor, voluntad, imaginación, pasión… Estas y muchas otras fueron las cualidades que describirían a Marie Curie a lo largo de su vida. Plagada de dificultades y piedras en su camino, Marie Curie demostró una constancia y compromiso para con la ciencia que la llevarían a luchar durante toda su vida por el derecho a seguir su sueño.

En 1895, dos años después de acabar la carrera de Física en la Sorbona, se casaría con el que fue su compañero en lo personal y en lo profesional: Pierre Curie. Mostrando gran interés por los trabajos sobre radiación de Roentgen y BecquerelMarie centró sus esfuerzos en medir las radiaciones de uranio en la pechblenda (uraninita) empleando para ello las técnicas piezoeléctricas inventadas por su marido. Esta investigación atrajo la atención de Pierre, que dejó sus estudios y se unió a su mujer para descubrir, en 1898, los elementos radiactivos polonio y radio.

A pesar de que ella había sido la principal responsable de la investigación, la sociedad de la época seguía rechazando la idea de que una mujer pudiese destacar en el mundo científico y Marie Curie quedó en un segundo plano hasta después de la muerte de su marido en 1906. Aun sin Pierre, Curie siguió dedicando su vida a la ciencia y obtuvo el reconocimiento que merecía. Muchos la conocen porque fue la primera mujer en ganar el Premio Nobel, pero hubo más cosas en las que fue pionera. Te las enumeramos a continuación:

 

1. La primera de su clase cuando terminó a los 15 años los estudios de bachillerato (1883). Le otorgaron una medalla de oro.

2. La primera mujer graduada en Física en la Universidad de la Sorbona. Aquel año (1893) solamente dos mujeres se graduaron en toda la Universidad de París. Marie fue, también, la primera de la clase.

3. La primera persona en utilizar el término radiactividad (1898).

4. La primera mujer en Europa que recibió el doctorado en Ciencias (1903).

5. La primera mujer en recibir un Premio Nobel de Física (1903). El galardón le fue otorgado, conjuntamente con su esposo Pierre y con Henri Becquerel, por el descubrimiento de la radiactividad.

6. La primera mujer que fue profesora y jefe de laboratorio en la Universidad de la Sorbona (1906).

7. La primera persona en tener dos Premios Nobel. El segundo sería de Química, en 1911, por haber preparado el radio e investigado sus compuestos.

8. La primera mujer que fue miembro de la Academia Francesa de Medicina (1922).

9. La primera madre Nobel con una hija Nobel. En 1935 su hija Irene obtuvo el galardón en Química.

10. La primera mujer en ser enterrada bajo la cúpula del Panteón por méritos propios (1995).

Nacida en una familia polaca de clase media e hija de un profesor de física y una maestra que falleció cuando Maria Sklodowska (su nombre de nacimiento) tenía 11 años, destacó desde muy temprana edad como una alumna brillante y que sentía gran interés por el mundo de las ciencias. En la Polonia de la época las mujeres no podían asistir a la universidad, por lo que decidió trasladarse a París con 24 años para tener la oportunidad de desarrollar una carrera científica y malviviendo con los ahorros que había ganado trabajando como institutriz y la escasa ayuda que le daban su padre y su hermana.

La dama de hierro del islam

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Autor: Jordi Joan Baños

Fuente: Muy Historia.

El asesinato de Benazir Bhutto, el 27 de diciembre de 2007, a la salida de un mitin en Rawalpindi sacudió Pakistán y apenó al resto del mundo. Con ella moría la primera mujer que ha gobernado un país musulmán y la mejor baza para que, en vísperas de elecciones, la sofocada democracia pakistaní se liberara de una vez por todas de la tutela militar. Desde entonces, su nombre viene precedido por el adjetivo de respeto ‘mohtarma’. Una señal de que el martirio de la hija y hermana de mártires, así como su entrada en la Historia, parecen haberla exculpado de todo pecado. Y esto, a pesar de que su figura y sus dos mandatos -ambos recortados por el presidente de turno, alegando corrupción y desgobierno- tengan tantas sombras como luces.

En cualquier caso, Benazir demostró inteligencia política –excesivamente pragmática para algunos– y contribuyó decisivamente a que el mayor partido de Pakistán sobreviviera contra viento y marea, a pesar de los intentos del ejército de debilitar e incluso desmantelar el sistema parlamentario de partidos. También hizo gala de un coraje extraordinario hasta la muerte, algo reconocido por sus propios detractores, que eran muchos, sobre todo entre el establishment, eufemismo usado en Pakistán para referirse al ejército y los servicios de inteligencia.

La animadversión arrancaba de lejos. Por lo menos, desde el derrocamiento y ajusticiamiento de su padre, Zulfikar Ali Bhutto, a finales de los setenta, por orden del general Zia ul-Haq. Porque si Benazir Bhutto es la figura política más destacada del Pakistán de los últimos veinte años, su padre, fundador del Partido Popular de Pakistán (PPP), lo es de su historia entera (con el permiso, claro está, de Mohammed Ali Jinnah, ideólogo y fundador en 1947 del Estado propio reclamado por muchos musulmanes indios). Las «democracias» del subcontinente indio han heredado una cultura política dinástica: en India, con los Nehru-Gandhi; en Bangladesh, con los archirrivales Sheikh y Zia; en Sri Lanka, con los Bandaranaike; y en Pakistán, con los Bhutto.

Infancia y primeros años

Benazir Bhutto fue la mayor de cuatro hermanos. Nació en 1953, y pasó su infancia y primera juventud en Karachi con temporadas en la casa solariega de Larkana, muy cerca de los yacimientos arqueológicos de Mohenjo-Daro. Su familia, de grandes terratenientes, estaba y está al frente de un clan que suma más de 100.000 personas en la provincia de Sind. Su bisabuelo ya fue un alto funcionario al servicio de los británicos; luego, su abuelo fue uno de los artífices de la separación de Sind respecto a la región de Bombay y posteriormente, como Jefe de Gobierno del Estado principesco de Junagadh, impulsó su adhesión a Pakistán (algo que sería desbaratado por el Ejército indio).

Cuando Benazir era niña, su padre, Zulfikar Ali Bhutto, se convirtió en Ministro de Exteriores con apenas 30 años. Tras servir durante largo tiempo al general Ayub Khan, Ali Bhutto se desvinculó del régimen militar en 1967 para fundar el PPP. Su fuerza política recogía por primera vez las aspiraciones de la mayoría silenciosa de la población, bajo la consigna de » pan, vestido y techo», lo que le llevó a ganar las elecciones de 1971 en la parte occidental del país. No obstante, en el lado oriental, los soberanistas bengalíes se hicieron con casi todos los escaños, lo que desembocó en la Guerra de Independencia de Bangladesh con apoyo militar indio. Aunque las culpas estaban repartidas, el ejército descargaría posteriormente en Ali Bhutto la responsabilidad de la mutilación del país, por el fracaso de las negociaciones que condujo. En honor a la verdad, el PPP no había logrado ningún diputado en Pakistán Oriental, con lo que la secesión de Bangladesh facilitó que Ali Bhutto se convirtiera en líder indiscutible de lo que quedaba de Pakistán.

Zulfikar Ali Bhutto fue nombrado presidente poco después. Una Benazir de apenas 18 años fue luego testigo de excepción de la Conferencia de Simla en la que su padre e Indira Gandhi firmaron el acuerdo de paz y la repatriación de los prisioneros pakistaníes.

Siguiendo el camino de su padre

Ali Bhutto ganaría luego las elecciones legislativas, alcanzando el cargo de primer ministro. No obstante, su fraude -seguramente innecesario- en las urnas en 1977 sirvió de excusa a ul-Haq para su derrocamiento y arresto. A esto se sumó luego la acusación de asesinato del padre de un rival político, utilizado como coartada legal para su ejecución en la horca.

El caso de Bangladesh no sería el primero en que el ejército pakistaní intentaría lavar un fiasco militar echando la culpa a los civiles. En la siguiente guerra con India, la de Kargil (Cachemira), conducida en 1999 por Pervez Musharraf, la retirada sería tapada por el general con un golpe de Estado en contra del entonces primer ministro, Nawaz Sharif. En su último libro, ‘Reconciliación’, Benazir Bhutto remonta a la época de la secesión de Bangladesh el inicio de la santa alianza entre la jerarquía militar y los partidos religiosos que iban a perseguir al PPP en el futuro. Una alianza revitalizada por el dictador ul-Haq, entre 1978 y 1988, y por Pervez Musharraf, entre 1999 y 2008.

En el fondo subyace la resistencia del ejército a perder la tutela que ha ejercido sobre Pakistán desde su sangrienta creación. Benazir Bhutto, en sus dos mandatos (1988-1990 y 1993-1996)tuvo que librar la misma pugna por afianzar el predominio del poder civil. Perdió la batalla dos veces, como también lo haría su dos veces sucesor, Nawaz Sharif, de la rival Liga Musulmana de Pakistán (PML-N). No en vano, el conflicto de Cachemira -cuya soberanía se disputan India y Pakistán- y el temor del país a ser balcanizado y absorbido por la India de la que procede, han servido al ejército para justificar su predominio en la vida pública. De este modo, durante gran parte de la historia de Pakistán, los gastos militares y el pago de la deuda externa han absorbido más de la mitad de los presupuestos.

“Para hacer la paz, se debe ser un líder sin intereses. Para hacer la paz, uno debe comprometerse”.

Como consecuencia, Pakistán es un Estado socialmente subdesarrollado donde la mitad de la población sigue siendo analfabeta. En el haber de Benazir Bhutto está el tratar de mitigar estos déficits, por ejemplo, con la construcción de miles de escuelas y con la electrificación y extensión de la red telefónica, así como con campañas a favor de la escolarización de las niñas y de la planificación familiar. Su acercamiento a la India de Rajiv Gandhi en 1989 pretendía liberar recursos militares para gastos sociales.

La prometedora complicidad generacional y cultural entre los dos, huérfanos de dos grandes pesos pesados de la política del subcontinente, y que incluía a sus respectivos cónyuges (Asif y Sonia), se fue al garete por la disolución del gobierno de Benazir y el asesinato de Rajiv. La reactivación de la rivalidad regional culminaría en las pruebas nucleares de India y Pakistán a finales de los noventa, bajo los gobiernos del PML-N y del nacionalismo hindú, respectivamente.

Problemas familiares

En la saga de los Bhutto, como en todas, hay conflictos familiares. La herencia política de Zulfikar Ali Bhutto, como si de una corona se tratara, ha sido disputada por varios miembros de la familia en distintos momentos, lo que ha provocado sangrías en el PPP. En un primer momento, Benazir tuvo que competir con su tío y, luego, con sus dos hermanos varones, con su propia madre -alineada con Murtaza-, con su cuñada… Nadie descarta que el joven Bilawal Bhutto, estudiante de Historia en Oxford, tenga que pelear en el futuro por la «legitimidad» sucesoria contra su prima escritora o contra el resto de sus primos. Aunque las hijas de su tío Shah Nawaz desaparecieron en un momento dado en Estados Unidos sin dejar rastro, supuestamente de la mano de sus abuelos afganos.

De ahí las prisas del viudo de Benazir, Asif Ali Zardari, por declarar a su hijo Bilawal Zardari –inmediatamente rebautizado como Bilawal Bhutto Zardari– como jefe del PPP pese a sus 19 años, a los pocos días del magnicidio. Hasta su madurez, quien ejerció de hombre fuerte del partido sea Ali Zardari. Pocos dudaban en Pakistán que su objetivo era el cargo de primer ministro que ocupó su esposa  durante cinco años.

La sombra de la corrupción

En aquella época se acuñó para Zardari el denigrante apelativo de Mister 10%, en referencia a su cobro de comisiones. Aunque algo hay de hipocresía en querer ver en el advenedizo Zardari un comisionista inmoral y en la heredera Bhutto una política sin tacha. Lo cierto es que el matrimonio fue objeto de persecución judicial tras cada pérdida del poder. Y aunque Benazir siempre habló de infundios con motivación política, tuvo que tragarse la cólera cuando se probó que su marido poseía una mansión en las afueras de Londres.

Su exilio en Dubái y Londres a partir de 1998 está directamente relacionado con dicha persecución judicial, que su marido no eludió, cumpliendo más de ocho años de cárcel. Y en el caso de sus fondos millonarios congelados en cuentas suizas, solo la muerte ha librado a Benazir de la investigación. En cambio, logró escapar en vida de los casos abiertos en Pakistán, graciosamente anulados en 2007 por el General Musharraf. Efectivamente, uno de los puntos de la negociación -patrocinada por EE UU y Gran Bretaña– entre Benazir y el General era una amnistía a los políticos por delitos y faltas no juzgadas anteriores a 1999. Una decisión hecha a medida para beneficiar a la pareja pero no a Nawaz Sharif, que había sido ya efectivamente juzgado y condenado. En cualquier caso, casi nadie en Pakistán duda de la corrupción de Bhutto y su marido.

Otra cosa es que esta corruptela sea la regla entre la clase política, militar y burocrática del subcontinente. La negociación que permitió que Benazir regresara de Dubái en 2007 barajaba otros puntos a su medida, pero que Musharraf se reservó como as en la manga de cara al futuro. Por ejemplo, la derogación de la ley -aprobada bajo los auspicios de Musharraf- que prohíbe que un ex-primer ministro pueda ser reelegido por segunda vez.

Bhutto

El rostro de Benazir Bhutto, que era una buena oradora, reapareció como invitada habitual en la BBC a un año de las elecciones legislativas previstas para finales de 2007, luego pospuestas hasta enero de 2008por el infame estado de excepción decretado por Musharraf y finalmente celebradas en febrero, por temor al voto de simpatía hacia el PPP tras el magnicidio. Había conseguido que el Reino Unido y EE UU apoyaran el retorno de Pakistán a un gobierno civil, mediante un pacto entre el régimen militar de Musharraf y el PPP de Benazir Bhutto. No obstante, el pactismo de Benazir con un dictador cuya popularidad caía en picado sembró el desconcierto entre sus filas. El electorado premió, en cambio, el regreso teóricamente sin condiciones de Nawaz Sharif y es difícil predecir cuál hubiera sido el resultado del PPP sin el martirio de su carismática líder.

Todavía más improbable parece que el nuevo hombre fuerte del PPP, Asif Ali Zardari -que hasta ser contratado por su esposa Benazir Bhutto como Ministro de Medio Ambiente había sido más conocido como playboy, jugador de polo y hombre de negocios– dé algo a la imprenta, por mucho que sea un hombre de coraje y acción. Cabe recordar que, ya con 34 años, Benazir la feministadecidió casarse con el hijo de un terrateniente político del ANP, partido también antidictatorial y jefe de un clan baluchi establecido en Sind desde hacía siglos, no por amor, sino aceptando el matrimonio concertado por su tía y su madre. Se defendió diciendo que su vida estaba bajo una lupa por ser quien era y no podía permitirse devaneos ni romances. Pero en las memorias de Benazir, su época más feliz parece ser la de estudiante de Políticas en Harvard (EE UU) -donde se uniría a las campañas contra la Guerra del Vietnam– y Oxford, donde su elocuencia la convertiría en líder estudiantil. Conservó amistades occidentales de dicha época hasta el final.

Seguidores

Entre el poder y la prisión

Luego, la política activa la llevó de forma intermitente de la cárcel al palacio de gobierno, de la persecución judicial a la mesa de los poderosos del mundo y del exilio a los regresos más apoteósicos. En sus memorias ocupan menos espacio sus años de gobierno que los de arresto domiciliario y cárcelmientras su padre estaba en el corredor de la muerte y con posterioridad, o que los periodos de exilio. Recuerda como una fiesta, por ejemplo, el día que ul-Haq le permitió salir de su lóbrego calabozo para asistir a la boda de su hermana Sanam.

En sus memorias, Benazir también se extiende sobre su primer exilio, que culminó en 1986 con su multitudinario recibimiento en Lahore y su enfrentamiento con el ejecutor de su padre, Zia ul-Haq. En aquel entonces, los soviéticos ya habían decidido poner los pies en polvorosa de Afganistán, por lo que la democracia volvía a tener una oportunidad en Pakistán. Un ul-Haq nervioso se echó atrás en su convocatoria de elecciones, las pospuso, defendió que fueran no partidistas… y las convocó finalmente para el día que sus espías habían previsto que Benazir daría a luz a Bilawal. Pero la embarazada había engañado a todo el mundo sobre sus meses de gestación.

Entre tanto, un misterioso accidente de avión acabó con la vida de ul-Haq (y del embajador norteamericano) y dejó las puertas expeditas para elecciones libres. Benazir trajo al mundo a su heredero y aún le sobró un mes para hacer campaña en unos comicios en los que arrollaría y haría historia. Aunque más por ser la primera Jefa de Gobierno musulmana que por los resultados efectivos de su gestión. Eso sí, tanto en su primer mandato, como sobre todo, en el segundo, consiguió multiplicar las inversiones extranjeras y crear empleo, además de aumentar las políticas destinadas a la mujer.

Benazir no sólo libró a lo largo de su vida una guerra de declaraciones contra el establishment militarsino también otra, más silenciosa, dentro de su propia familia. Un enfrentamiento que llegó a su cénit cuando Murtaza, el hermano de Benazir, denunció al marido de esta por corrupción. Cabe recordar que, a principios de los ochenta, los dos hermanos de Benazir (Murtaza y Shah Nawaz) dirigían desde el Afganistán ocupado por los soviéticos una organización armada dedicada a derrocar la dictadura de Zia ul-Haq. De ahí que el general ul-Haq sostuviera durante mucho tiempo que Benazir y no sus hermanos era la jefa de una organización terrorista que, por cierto, llegó a secuestrar un avión.

Benazir, en su libro ‘Daughter of the East’, dedica muchísimas páginas a la misteriosa muerte de su hermano menor Shah Nawaz en la Costa Azul francesa, coincidiendo con su visita y la de su madre. La política no descarta que fuera un suicidio con veneno, pero deja abiertas las teorías conspirativas. La esposa de Shah -los dos hermanos Bhutto se casaron en Afganistán con dos hermanas-, de la que este se quería divorciar, no sale bien parada en su relato y, en realidad, fue investigada. Benazir, que prodiga los elogios a su «hermano favorito», es parca con su otro hermano cuyo asesinato liquida en apenas cuatro líneas. No en vano, Murtaza Bhutto fue asesinado por una veintena de policías apostados frente a la puerta de la casa familiar en Karachi, mientras Benazir era primera ministra. Las acusaciones cayeron de inmediato sobre el marido de Benazir. Cuando esta perdió el poder Zardari ingresó en la cárcel, donde su salud se deterioró a pesar de que su implicación nunca fue probada.

Mientras su progenitor fue un intelectual, autor de más de veinte librosBenazir no escribió ninguno de sus tres libros sin la ayuda de su padre (el primero) o de periodistas (los dos siguientes). El último e involuntariamente póstumo, ‘Reconciliation. Islam, democracy & the west’, parece tener como primer objetivo ganarse el favor de Estados Unidos y Reino Unido para su regreso a la jefatura de gobierno. En él, Benazir Bhutto parece haber aprendido la lección de sus dos defenestraciones y llega a la conclusión definitiva de que solo apareciendo más cercana a los intereses centrales de Washington que los propios uniformados tiene opciones de alcanzar el poder y mantenerlo.

Pero, a pesar de su apoyo a la sangrienta toma de la fundamentalista Mezquita Roja de Islamabad (108 muertos reconocidos) y sus ataques a la talibanización del país bajo Musharraf, nunca se sabrá si esa hubiera sido verdaderamente su política, una vez al mando. A día de hoy, el PPP liderado por su hijo y apoyado por la Liga de Nawaz Sharif y los pastunes del ANC actúa en una línea completamente distinta, anteponiendo la reconciliación con los talibanes pakistaníes a su erradicación. Zulfikar Ali Bhutto definía del siguiente modo el Pakistán que quería: “Nuestra religión, el islam; nuestra política, la democracia; nuestra economía, el socialismo”.

En el primer punto, Ali Bhutto defendió el panislamismo e implantó, por ejemplo, la estricta prohibición del alcohol. Y es cierto que, pese a las características feudales de su familia terrateniente, Zulfikar nacionalizó grandes empresas y la banca. Una década más tarde, su hija sería la primera jefa de gobierno que echó mano de la privatización. En las antípodas, pues, de su padre político y biológico. Por último, Ali Bhutto manifestó una voluntad creciente de desmarcarse de la tutela de Estados Unidos -incrementada por la oposición de Washington a su programa nuclear-, a favor de los no-alineados y del gobierno procomunista que acababa de tomar el poder en Kabul antes de la invasión soviética. Así lo indica su libro póstumo y testamento político escrito en el corredor de la muerte: ‘A mi queridísima hija

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También en este punto, la política de Benazir sería una vuelta atrás respecto a la maduración ideológica del padre. Fue bajo el gobierno de la hija cuando los talibanes afganos, con apoyo pakistaní, estadounidense y saudí lograron hacerse con el poder en Kabul. Pese a lo cual, los dos libros de Benazir Bhutto, pensados para lectores occidentales, la sitúan en la primera línea de combate contra los talibanes, Al Qaeda y el fundamentalismo en general. ‘Reconciliation’ es, básicamente, una oportunista declaración de fe en este sentido y un tratado sobre la compatibilidad de Oriente y Occidente. Y, aunque tras su muerte, el PPP se apresuró a descartar la autoría de Al Qaeda en beneficio de la teoría de la conspiración del establishment, en sus libros, Benazir se presenta como víctima predilecta de la organización.

Talibanes, Al Qaeda y otras criaturas

Según explica, ya en 1989Osama bin Laden financió con diez millones de dólares una moción de censura fracasada contra su gobierno. Un lustro más tarde, los posteriores autores del primer atentado contra las Torres Gemelas o la decapitación del periodista Daniel Pearl atentarían personalmente contra su vida. Los libros de Benazir delatan un rasgo de su carácter comentado por quienes la conocieron a saber: la absoluta falta de autocrítica y de paciencia para escuchar recriminaciones. En sus páginas, Benazir Bhutto no va más allá de la apología de sus gobiernos, cuya corta duración atribuye a complots de nostálgicos de ul-Haq en una confabulación del presidente de turno, los servicios de inteligencia, la jerarquía militar y el elemento religioso.

Algo de verdad hay en todo esto -la suficiente para darle pábulo en un país que su historia ha hecho proclive a las explicaciones conspirativas– pero no se molesta en explicar el fracaso de sus gobiernos más allá de resaltar que en su primera toma de posesión contaba con apenas 35 años. La percepción de la mayoría de los pakistaníes es muy distinta. Benazir Bhutto y Nawaz Sharif -igualmente corruptos- habrían dilapidado los once años de democracia tolerados por los militares entre el final de la Guerra Fría y el inicio de la Guerra contra el Terror. Hasta el punto de que la mayoría de los ciudadanos celebró el golpe de Estado del General Musharraf. Dicho esto, ningún candidato parecía más idóneo en enero de 2008 para enderezar el rumbo de Pakistán que Benazir Bhutto.

Y los pakistaníes, que ahora ya critican abiertamente el poder omnímodo y los privilegios de los militares como colectivo le quisieron dar una victoria póstuma. El PPP, con una nueva mártir en su panteón, volverá a marcar los próximos años de la política pakistaní, aunque la ausencia de Benazir abre muchos interrogantes sobre su futuro liderazgo y cohesión.

El atentado

Entre todos la mataron y ella sola se murió. El dicho popular se acopla como un guante a las dramáticas últimas semanas de Benazir Bhutto, la primera mujer que gobernó un país musulmán en la época moderna. La dos veces Primera Ministra de Pakistán tuvo un caluroso recibimiento a su regreso al país, en octubre de 2007 y tras ocho años de exilio. Más de un millón de vecinos de Karachi salieron a recibirla ya en los accesos al aeropuerto, convirtiendo en un lentísimo  peregrinaje el avance de su caravana blindada hasta la megalópolis musulmana. A medianoche, todavía en las afueras, un artefacto explosivo sembró de muerte la comitiva. Benazir, que acababa de regresar al interior de su vehículo blindado -montado sobre una plataforma elevada- se salvó por los pelos. No así unos 180 voluntarios de su Partido Popular de Pakistán (PPP), la mayoría jóvenes, que acordonaban el progreso de la marcha. El equipo de Benazir había ido observando con angustia, desde hacía horas, cómo las farolas se iban apagando a medida que la comitiva se acercaba, dificultando las labores de seguridad. Algunos de los que viajaban con Benazir hablan del impacto de disparos, de dos explosiones y hasta de lanzallamas. Nada pudo ser probado, puesto que el escenario de la carnicería fue limpiado a las pocas horas. Desde su casa en Karachi, Benazir Bhutto pedía una investigación internacional, luego denegada por el gobierno del todavía general Pervez Musharraf.

Haciendo gala de su coraje, la misma mañana acudía al hospital a visitar a los heridos. Pocos días antes, había hecho llegar al dictador una lista de nombres a los que se debía investigar en caso de ser asesinada. Luego se ha sabido que se trataba de los primeros ministros de las provincias de Punyab y Sind -ambos de un partido que apoyaba a Musharraf-, del jefe de la inteligencia militar y del que fuera enlace con los talibanes en tanto que jefe del Inter-State Services cesado por ella, Hamid Gul.

Benazir se rebeló contra el estado de excepción decretado por el general Musharraf, reelegido presidente de forma dudosa, y las limitaciones que le imponía a la hora de hacer campaña en un país donde el baño de multitudes lo es todo. Sin embargo, las preocupaciones por su seguridad resultaron acertadas. El régimen también prohibió la marcha que pretendía realizar entre Lahore e Islamabad. Finalmente, el 27 de diciembre, Benazir pronunció un mitin en Liaqat Bagh, un céntrico descampado de Rawalpindi, sede del ejército donde ya fue asesinado un primer ministro, y a unos cientos de metros del lugar donde su padre fue ejecutado.

Disturbios

A la salida del acto, una Benazir conmovida por la acogida popular, alzó la trampilla de su coche blindado para saludar. Un pistolero esperaba ese momento y disparó tres vecesActo seguido, estalló una bomba que provocó más de veinte muertos. Entre ellos Benazir Bhutto, que falleció casi en el acto por la onda expansiva, según Scotland Yard, o por herida de bala, según sus allegados y su marido. Finalmente, la investigación ha confirmado el primer supuesto.

Y nació el mito. Al principio con dolor y con ira, ya que durante varios días sus seguidores se lanzaron a incendiar cientos de coches, gasolineras y entidades bancarias en unos tumultos antigubernamentales que provocaron 50 muertos. Tras estos dramáticos acontecimientos, pocos pakistaníes confían en que alguna vez se condene a alguien por el magnicidio, pero el sentido de su voto, cuarenta días más tarde (que barrió al partido pro- Musharraf) dejaba claro a quién consideran culpable.

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Las reformas de las Cortes de Cádiz

 

Autor: Eduardo Montagut.

Fuente: Nueva Tribuna. 22/11/2018.

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Las Cortes de Cádiz, además de la Constitución de 1812, y de proclamar la soberanía nacional, aprobaron una serie de disposiciones legales de carácter político, administrativo, económico y social que supusieron una ruptura total con las estructuras del Antiguo Régimen. Son menos conocidas que el texto constitucional, pero de profunda significación para el futuro.

En primer lugar, se planteó una desamortización de gran calado, aunque ya Godoy había decretado una primera, algo más tímida. Ahora se aplicaría a las propiedades de los afrancesados por considerarlos traidores, de las disueltas Órdenes Militares, de los jesuitas, de una parte de los conventos, y la mitad de las tierras de los concejos, los propios y baldíos. Su propósito inicial era el de intentar sanear los problemas hacendísticos del Estado, una característica que definiría claramente el sentido de las futuras desamortizaciones, sin ningún contenido de reforma agraria. También se abolieron los privilegios de la Mesta, y se permitió el cercamiento de las tierras.

Se estableció el fin de la vinculación de la tierra en relación con los mayorazgos. Además, se suprimió el régimen señorial. Se abolieron los derechos feudales y los señoríos jurisdiccionales (1811), es decir, la dependencia personal de los campesinos. Los señores no podrían administrar justicia ni percibir rentas, aunque conservaron casi todos sus bienes porque sus posesiones serían convertidas en propiedades privadas. El nuevo Estado liberal se sustentaba en la igualdad legal de los ciudadanos, por lo que no podía mantenerse la jurisdicción señorial. Otra cuestión muy distinta era desposeer a la nobleza de sus propiedades, algo que explicaría la relativa facilidad con la que el antaño estamento privilegiado se adaptaría al nuevo orden liberal frente a lo que ocurrió con la Iglesia.

Se decretó la libertad de trabajo y de contratos. Suponía abolir los gremios (1813). Se trataba de una clara aplicación de los principios del liberalismo económico. Es importante destacar que esta libertad de contratación y de empresa tenía su contrapartida: el final de la cobertura laboral y ante los riesgos de la vida que ofrecían los gremios hacia sus miembros, una consecuencia social de gran envergadura, y que con el tiempo se agravaría ante el hecho de que la Iglesia no pudo seguir ejerciendo con amplitud su labor social de antaño, y el nuevo Estado liberal carecía de medios y voluntad para atender a desfavorecidos, enfermos, ancianos y marginados, que constituyeron un porcentaje muy elevado de la población española.

Por fin, se suprimió el Santo Oficio de la Inquisición, algo fundamental desde la ideología liberal por considerar que se trataba de una institución que atentaba contra la libertad de pensamiento y había imposibilitado el desarrollo de la ciencia en España desde hacía más de dos siglos. En este sentido, y siempre dentro de la lógica liberal, es importante destacar la labor de las Cortes a favor de la libertad de expresión, o de imprenta, como era concebida en ese momento. Se abolió la censura sobre los escritos políticos.

Las Cortes intentaron establecer un nuevo modelo de organización territorial distinto al del Antiguo Régimen, eliminando reinos, provincias e intendencias del pasado más remoto o más cercano del despotismo ilustrado. Los diputados liberales buscaban un modelo provincial de uniformidad territorial y de centralización, en línea con la idea de la igualdad ante la ley, y sin concebir ninguna particularidad territorial, marcando el sello profundamente centralizador del liberalismo español durante todo el siglo XIX.

Pero, al igual que la Constitución, estas medidas apenas pudieron aplicarse a causa de la guerra y de la restauración posterior del absolutismo. Aún así, esta legislación fue el referente de las futuras leyes y reformas que los liberales desarrollaron en el reinado de Isabel II, iniciando el peculiar proceso de Revolución liberal en España.