100 años de un Estado que no existe.

Los primeros ministros de República Checa y Eslovaquía, Andrej Babis y Peter Pellegrini, respectivamente, se reúnen en Praga. (Michal Cizek/AFP/Getty Images)

Fuente: esglobal.org, 17/04/2018

Autora: Vera Zatopkova

¿Qué queda de la identidad checoslovaca con la celebración de su centenario?

El comienzo del año 2018 despertó muchas emociones entre los checos. No solo por entrar en el territorio simbólico de los años que terminan en 8, periodos marcados en la memoria colectiva del país centroeuropeo con demasiados significados históricos… También por la reelección del presidente euroescéptico Miloš Zeman, que una vez más dividió al país en dos y lo va a seguir haciendo durante todo su segundo mandato como ya demostró en su discurso inaugural el pasado 8 de marzo. Con sus palabras atacó, públicamente, a la prensa libre y la televisión pública. Para empezar.

No hay mejor momento para la autorreflexión sobre la identidad de una nación como un centenario. En este caso, se conmemora la creación de Checoslovaquia, por tanto, hablamos del aniversario de un Estado que no existe. Aunque parezca kafkiano, tiene mucha coherencia. La primera república (1918-1938) fue una época de entusiasmo, desarrollo cultural y crecimiento económico surgida del magma del Imperio austrohúngaro. En ella se plasmó toda la riqueza multicultural bajo el liderazgo del filósofo y presidente Tomáš Garrigue Masaryk. Las fechas de 1918 y de la Revolución de terciopelo, en 1989, reflejan dos momentos sociales muy positivos. Fueron dos hitos cruciales que se convirtieron en gritos democráticos muy significativos. Más a lo largo de la historia de un país que parece un catálogo de traumas nacionales y destinos frustrados con sus reversos. Por ejemplo, cuando en 1938 se produjo la invasión del nazismo, en 1948, la dictadura comunista y, en 1968, la invasión soviética.

No sorprende que en el recién publicado sondeo del centro de encuestas públicas (CVVM) sobre la valoración de los momentos históricos más importantes tanto en Chequia como en Eslovaquia, lo que mejor se valore de toda la historia conjunta sea el establecimiento de Checoslovaquia en 1918. Para el 83% de los checos y el 68% de eslovacos fue el momento más importante y positivo. La Revolución de terciopelo ocupa el segundo lugar. Sin embargo, sólo para el 42% de checos y el 40% de eslovacos está bien vista y valorada la separación de Checoslovaquia en 1992. La entrada en la Unión Europea en 2004, además, resalta como un hecho muy positivo e importante solo para el 44% de checos – dato muy bajo- frente al 53% de eslovacos.

El entusiasmo europeísta más bajo que en Eslovaquia muestra la realidad actual de la República. Refleja la década de la política euroescéptica de los dos últimos presidentes desde 2003. Tanto de Václav Klaus como de Miloš Zeman, ambos arropados por políticos populistas que buscan siempre enemigos fuera del país. Populismo xenófobo, falta del consenso político y ausencia de visión de un proyecto para el país son los síntomas principales de la era posterior a Havel. No existe ni un liderazgo constructivo ni planes a largo plazo. El humanismo de los presidentes Havel y Masaryk ha desaparecido del mapa.

Para variar, Eslovaquia se declaró a finales de 2017 la única isla proeuropea en el contexto de sus vecinos, los miembros del grupo Visegrad. Pero, de pronto, los diez años del gobierno populista del primer ministro Fico terminaron en la crisis política más profunda ocurrida después de la muerte del periodista de investigación Ján Kuciak. Este destapó varios escándalos de corrupción y conexiones entre el primer ministro con el crimen organizado que llevaron a su dimisión después de protestas masivas en las calles. Crisis de liderazgo por toda la zona y un paralelismo entre Chequia y Eslovaquia: dimisión de gobiernos.

janpraga

Fin de dos sueños: 1938 y 1968

Para entender mejor las líneas populistas actuales, conviene analizar otra sombra histórica omnipresente que sigue alimentando el euroescepticismo y la xenofobia hasta hoy. Lo que en el país se conoce como “el trauma de Múnich”, aquel que terminó con el sueño de la Primera República en 1938. Fue un acuerdo firmado en la conferencia de dicha ciudad alemana en septiembre de ese mismo año, que cedió a Alemania la región checoslovaca de los Sudetes, de habla germana. El acuerdo se celebró entre el Gobierno de Hitler e Italia, Gran Bretaña y Francia. Checoslovaquia no tuvo permitido concurrir a la conferencia, lo que creó una idea permanente: “Sobre nosotros, sin nosotros”. Además, Hitler no tardó mucho en violar este pacto y devoró a todo el país seis meses después. Algo que dejó una cicatriz y que se activa dentro de la identidad checa a través de varias campañas políticas a lo largo de la historia moderna. Sin hablar de la expulsión de los alemanes: si en 1921 formaban un 30,6% del país, en 1950 representaban menos de un 1,8%. Las consecuencias de la guerra y los decretos de Beneš cambiaron la demografía de la sociedad checa para siempre. La multiculturalidad donde convivían alemanes, judíos y checos conformaba una esencia natural que transformó sin esa savia a la sociedad en un conglomerado hermético y sin mestizaje dentro de los muros de la dictadura comunista.

El trauma de Múnich sigue muy presente en la política nacional después de la Segunda Guerra Mundial. El mismo presidente Beneš declaró en 1944: “Nuestro pilar principal es Rusia. ¡Múnich no se va repetir nunca!”. El sueño de permanecer entre Rusia y Alemania –Oriente y Occidente-, sin pertenecer a ninguna parte construye una esencia muy fuerte para la identidad checa. Según los últimos sondeos del Centro de estudios empíricos (STEM), el 50% de la población checa prefiere mostrarse imparcial entre ambas zonas de influencia sin adscribirse a ningún bloque. Es una visión romántica -o más bien utópica- que se perpetúa como un hilo rojo en la historia del país desde el siglo XIX. Explica, perfectamente, la posición de Beneš en agosto 1945: “No volveremos a 1938 porque sabemos que la sociedad liberal es un anacronismo en la teoría y en su praxis”. Y tenía razón Beneš, aunque se refería a otra cosa: tardó mucho en volver el país al año 1938. Si en aquel año Checoslovaquia superaba el crecimiento económico de Bélgica, Italia y Austria, en 1956, ya rezagado, disminuyó en su productividad a 20 años atrás.

Además, la nueva ilusión de una sociedad liberal debía esperar hasta los 60. “Socialismo con cara humana”, el programa político de Alexander Dubček para la democratización y la reformas del “comunismo real”, fue un lema lanzado en enero 1968. Cristalizó en la esperanza de la Primavera de Praga. Pero terminó traumáticamente con la invasión del Ejército del Pacto de Varsovia, liderado por la Unión Soviética en la madrugada del 21 de agosto. Ocho meses después, 500.000 soldados, 6.300 tanques y 800 aviones de los 5 países formalizaron un gobierno de colaboradores domésticos y comenzó una época de duras persecuciones por parte de la policía secreta.

Más de 200.000 personas emigraron (o fueron obligadas a emigrar) después de 1968. Entre ellas, referencias culturales y voces importantes como el escritor Milan Kundera o el cineasta Miloš Forman. Mientras continuaba el éxodo del país, el Ejército ruso se instaló allí hasta 1991. Y pasaron aún 20 años antes de que el régimen comunista comenzara a desmoronarse en Europa del Este. En los años de la considerada “normalización”, después de 1968, las palabras perdieron su significado y el poder comunista introdujo su lenguaje, sus códigos de propaganda y su propia interpretación del pasado y el presente. Así siguen presentes algunos frutos envenenados de aquella era sin moral.

Una de las principales esencias de la relación de Chequia con la Unión Europea se forja a través de su relación con Alemania. A pesar de que hayan pasado casi 29 años desde la caída del comunismo, sigue siendo uno de los temas donde continúa presente la propaganda del antiguo bloque. Pero no solo, porque ya en el siglo XIX era popular un dicho despectivo: “Quien quiere tener buenas relaciones con Alemania es un sirviente de Berlín”. Tomáš Garrigue Masaryk tuvo que enfrentarse bastante a este prejuicio en su época. Fue la crítica principal que recibió. Recientemente, ha sucedido también. Ese recelo hundió las expectativas presidenciales de Karel Schwarzenberg, en 2013. Su rival de entonces, Zeman, sacó tajada del tema alemán. Esgrimió los decretos de Beneš como una alarma en plena campaña política y le desacreditó con otra mentira más sobre la colaboración con los nazis. Fue así como cambió el voto a su favor.

Con este clima político y una campaña antieuropea permanente por parte de los principales líderes políticos, no sorprende que el apoyo actual de la Unión Europea haya quedado en el punto más bajo de los Estados miembros. Todo esto, a pesar de que la economía crece (4,4%, en 2017) y el paro baja a mínimos históricos (3,7% en febrero 2018 versus 5,1% en febrero de 2017). Mientras en España no existen apenas reticencias y el 88% de su población se siente ciudadano de la Unión, según el último Eurobarómetro, en Chequia la cifra alcanza el 56%, frente al 75% de una Eslovaquia mucho más proeuropea.

Prohibido olvidar

Aunque la fecha exacta de la declaración de la fundación de Checoslovaquia cae en la segunda mitad del año 2018 –concretamente el 28 de octubre–, el Gobierno checo destinó 410 millones de coronas checas (16 millones euros) para las celebraciones desde principios de 2018, con una intensa agenda de los eventos.

El viceministro del Ministerio de Asuntos Exteriores, Jakub Dürr resume a esglobal los principales impulsos del año conmemorativo: “Se trata de valores que queremos restablecer. Deseamos ser lo que éramos hace 100 años. Con todo respeto y dignidad conmemoramos la fecha del 1 de enero de 1993, cuando concluyó casi un siglo entero juntos y las dos naciones decidieron ir por su propio camino. La nación joven regresó no solamente a los principios del Estado del presidente Masaryk sino también a la tradición de San Venceslao, considerada como base de la estatalidad checa. Es decir, a principios que dan sentido auténtico a nuestra nación y forman la base de la identidad contemporánea”.

Hasta hoy día, a causa de la lobotomía comunista, cuesta reivindicar a esta región el legado de todo un siglo. Sobre todo la riqueza cultural que surgió del Imperio austrohúngaro y su mezcla de comunidades checa, alemana, judía y eslava que ha dado al mundo varios genios universales. Desde compositores como Janáček y Martinů, sin olvidarnos de Gustav Mahler, aunque muriera antes de la primera República, a escritores y pensadores como Sigmund Freud, Franz Kafka, Milan Kundera, Bohumil Hrabal, poetas de la altura de Holan y Seifert, pintores como František Kupka, Alfons Mucha, Emil Filla, Adolf Loos o cineastas reconocidos en todo el mundo como Miloš Forman… Sorprende la densidad de talento por metro cuadrado en los primeros estertores del siglo XX, hoy día cuesta encontrar ecos similares de aquella cosecha en un país sin visión ni memoria. Queda una buena base de gente muy trabajadora, dispuesta a aprender muy rápido todo lo que cruza la frontera y cuidar su patrimonio. Pero la grandeza multicultural es agua pasada y justo por eso viene bien reconstruir el mosaico de los acontecimientos y el legado de los últimos 100 años. Queda prohibido olvidar.

Cuando Castro quiso fichar a Bardem.

Fuente: El Mundo, 21/04/2018

Autor: Matías Rebolledo.

Corría el mes de abril de 1959. Una máquina de escribir recién comprada estampa letra a letra, mancha a mancha, una carta tan curiosa como descriptiva del tiempo en el que fue concebida. El destinatario es Juan Antonio Bardem, hermano de Pilar y tío de Javier, uno de los guionistas más importantes de la historia del cine español y reconocido miembro del Partido Comunista de España: «(…) Buenos días (la verdad es que no ha habido malos días) y un pisar más firme que el que se estila por acá. Y el recuerdo de 6 horas estupendas en La Habana, donde el Director General de Cine es nuestro amigo Alfredo Guevara quien, con otros, vino a recibirme». El remitente es Ricardo Muñoz Suay, quien luego fundaría la Filmoteca Valenciana y que termina la frase: «Objetivo número 1 de Fidel en el cine: hacer un film con Bardem».

En esa época, J.A. Bardem acababa de colaborar con Suay para rodar Sonatas, una de sus películas más reconocidas como director junto a la celebrada Los inocentes, ya de 1962. En Cuba, la revolución liberada por Castro para derrocar a Batista llevaba apenas tres meses en pie y España vivía en los albores de la reforma económica de la dictadura de Franco que se materializaría en la década de los 60. «Solo lo nuestro, para nosotros, es la salida», escribe Suay. Ello también significa el gusto de Fidel Castro y los suyos por el cine, no en vano y con el aperturismo, por su cine privado de La Habana pasaron Steven Spielberg, Sean Penn, Kevin Costner o su «amigo» Oliver Stone.

Por si fuera poco, la carta describe el proyecto de película de manera tan minuciosa que uno se pregunta por qué no llegó a realizarse. Con fecha de envío del 2 de abril, Suey asegura haber hablado con Lucía Bosé para que la dirigiese y que esta cuenta con el «permiso» de su marido, Luis Miguel «Dominguín». Toros, comunismo, franquismo, cine, exilio y la promesa de una gran película sobre la revolución cubana: «Si sábado lo resuelvo te mandaría un cable a la dirección de Hollywood que tú debes enviarme». La historia del cine español, negro sobre blanco.

Esta carta es una de las joyas que presenta la exposición Memorias de Luz. Historia del cine español en la Filmoteca Valenciana que acogerá hasta el 3 de junio la sede central en Madrid del Instituto Cervantes. Fundada hace ahora tres décadas por Suay, la institución que vela por el cuidado de la producción cinematográfica valenciana organiza la muestra en colaboración con el Institut Valencià de Cultura: «La idea era condensar el primer siglo de historia de nuestro cine en una exposición con todo nuestro patrimonio no fílmico», afirmó su director general, Abel Guarinos.

Más allá de las curiosidades y piezas de colección cinéfilas como la misiva antes citada o el plan de rodaje de Bienvenido Mr. Marshall (película en la que Bardem escribió el guion junto a Berglanga), en la exposición se podrá disfrutar de hasta 62 carteles originales de la historia del cine patrio. El visitante se encontrará con la mirada furtiva de Catherine Deneuve en la Tristana de Luis Buñuel, o con el mismísimo Charles Chaplin caracterizado como un torero en su adaptación de Carmen. A todo color y en gran formato.

Comisariada por Nieves López Menchero, responsable del fondo de la Filmoteca, Memorias de Luz es una retrospectiva tan bien cuidada como frágil: «Hemos tenido que superar muchos años de vicisitudes políticas y económicas para poder mostrarlo. De hecho, después del trabajo de restauración el papel es muy frágil y han tenido que seleccionarse tipos de cristal muy concretos para exponerlos sin dañarlos más y que puedan ser disfrutados por los ciudadanos, que es a quien pertenece este patrimonio», afirmó.

La muestra, que estará abierta al público hasta principios del mes de junio, se completa con varios bocetos y grabados de grandes producciones españolas de la década de los cincuenta o catálogos del NO-DO restaurados para su exposición.«Una de las cosas más interesantes que se puede observar es cómo cambian los reclamos durante el Gobierno de la República, con la Guerra Civil y con el Franquismo», aseguró la comisaria. Se fue Fidel, se fue Bardem y se fue Suay, pero aquella carta y el legado fílmico que dejaron ya forma parte del patrimonio cultural.

Del Che a la Pasionaria. Fotografías para la Historia

Fuente: La aventrura de la Historia.

Autor: Arturo Arnalte

El 19 de julio de 1936, el joven fotógrafo autodidacta Agustí Centelles se encontró con unos caballos muertos y medio destripados en la confluencia de las calles Roger de Llúria y Diputació de Barcelona, donde se estaba produciendo un tiroteo. Cuando terminó el enfrentamiento, se acercó a los participantes y les pidió que posaran para él reproduciendo la acción. Incuso colocándose en dirección contraria a como habían combatido, para evitar el contraluz. Como complemento decorativo bélico, colocó un casco sobre uno de los animales muertos. La puesta en escena incluyó a un cuarto personaje que participaba en la parodia en una actitud excesivamente cinematográfica y poco creíble, por lo que fue eliminado de la instantánea cuando esta se editó para ser reproducida. Así se gestó una de las fotografías más famosas de los primeros días de la Guerra Civil española.

La imagen editada, la original, la historia de sus protagonistas y el perfil del fotógrafo integran una de las 50 piezas seleccionadas en el libro 50 fotografías con historia, que Signo Editores acaba de publicar. Los fotógrafos son todos españoles, la selección abarca ochenta años y cada una de las imágenes viene contextualizada también gráficamente con otras de la misma serie o que tienen un paralelismo icónico. La estructura del trabajo no es cronológica o por escuelas, sino que responde a un itinerario poético en el que las fotos dialogan entre sí y se remiten unas a otras, fruto del trabajo de un equipo integrado por Félix Fuentes(diseño editorial y redacción de textos), José María Díaz Maroto (selección de autores y obras), Gonzalo Revidiego (coordinador editorial) y Cristina García y Esther Ginés (corrección de textos).

En el abanico de imágenes hay fotografías escogidas por su faceta estética, por su compromiso social y también por su valor como documento histórico.

El Che Guevara en Madrid, en 1959.

Le ocurre a la célebre foto del Che Guevara, de paso por Madrid camino de El Cairo en 1959. El diario Pueblo, dirigido por Emilio Romero, quiso cubrir la breve visita del guerrillero argentino, ya convertido en dirigente de la revolución cubana, y el encargado del reportaje gráfico fue un joven de 19 años, César Lucas, que trabajaba en la agencia Europa Press.

El Che quería conocer la Ciudad Universitaria, la plaza de toros e ir de compras, todo en una mañana de domingo antes de volver a embarcar a mediodía en Barajas. Cuando se encontraban en Moncloa a las 7.00 de la mañana, el fotógrafo vio en el Arco del Triunfo la oportunidad de sacar al guerrillero junto a imagen inconfundible de Madrid, la que necesitaba para su trabajo. Y así, en una salida de la ciudad casi desierta por la hora, junto a un cruce de peatones y con un autobús de dos pisos alejándose de la escena, quedó para la posteridad esa imagen madrileña del Che que todos conocemos.

Dolores Ibárruri y Rafael Alberti en el Congreso, en julio de 1977.

El apartado en que se comenta esta toma se completa con otras varias de esa mañana, en la que Ernesto Guevara desayunó en la cafetería California de la Gran Vía y logró hacer algunas compras en Galerías Preciados, que abrieron solo para él, tras pasearse por la plaza de Callao.

Casi veinte años después, otros destacados comunistas, Dolores Ibárruri y el poeta Rafael Alberti, irrumpían en otro escenario madrileño emblemático, el Congreso de los Diputados. Lo hacían después de cuatro décadas de prohibición de su partido en lo que constituía un símbolo de reconciliación nacional, normalización de la vida política y prueba gráfica de que se vivía un proceso en España que el tiempo dio en llamar la Transición. El lento descenso de ambos ancianos por la escalinata central del hemiciclo fue recogido por la fotógrafa Marisa Flórez, cuya carrera como fotoperiodista estuvo muy vinculada al diario El País. Aquel día, 13 de julio de 1977, la Pasionaria fue vicepresidenta de la mesa de edad del Congreso. En ese lugar privilegiado de la cámara y junto a sus compañeros de partido, exiliados o encarcelados hasta solo un año antes, aparece también retratada en la serie que la fotógrafa recogió para la prensa del día siguiente y, sobre todo, para la historia.

50 fotografías con historia incluye en su narrativa imágenes que hablan de nuestro pasado con protagonistas sin pretensiones: los habitantes del barrio de La Chanca en Almería, en los años 50, inmortalizados porCarlos Pérez Siquier; las fiestas religiosas y populares que por las mismas fechas retrataba Ricard Terré; la llegada de los Beatles a España, captada por Joana Biarnés en 1965; la España poblada de curas y seminaristas con sotana que Ramón Masats atrapó jugando al fútbol; el deseo en las calles de Barcelona visto por Joan Colom, y otras historias relatadas por fotógrafos españoles, pero que sucedieron fuera de nuestras fronteras, como el horror de las minas en Mozambique del que dio testimonio Gervasio Sánchez o la terrible historia de Piset Pisika, una estrella del ballet nacional camboyano de 17 años, cuya belleza la llevó a la muerte por los celos de la entonces mujer del presidente. De ella, Isabel Muñoz inmortalizó la mano que con un sencillo y ritualizado gesto evoca la danza jemer y es una de las imágenes más icónicas de esta fotógrafa.

Un libro que enseña a leer las mejores fotografías, extrayendo de ellas todas sus enseñanzas.

Arturo Arnalte

La historia secreta de cómo Alemania Oriental y la Unión Soviética construyeron el Muro de Berlín.

GETTY IMAGES Image caption Las autoridades de Alemania del Este comenzaron a erigir de forma abrupta el muro de Berlín en 1961.

Fuente: BBC Mundo.8 de abril de 2018.

Autor: Patrick Major

Berlín había sido un espacio peculiar desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Era una ciudad «isla» cuatripartita, dirigida por los cuatro ocupantes, cada uno con su propio sector, pero encerrado dentro de la zona soviética y a más de 160 kilómetros de las zonas occidentales de Estados Unidos, Reino Unido y Francia.

En represalia por los intentos de formar el estado de Alemania Occidental separado en 1948, Stalin había explotado la posición expuesta de Berlín Occidental cortando sus enlaces terrestres hacia el oeste.

Pero Berlín Occidental eventualmente se convirtió en una espina permanente para la Alemania del Este circundante. La CIA y el MI6 la usaban como base de espionaje de avanzada; su economía atraía a decenas de miles de viajeros de Alemania Oriental.

En la noche del 13 de agosto de 1961, esta grieta en la Cortina de Hierro se cerró con una brusquedad dramática.

Desde la una de la madrugada, cordones humanos de la policía fronteriza de Alemania del Este y milicianos descendieron al límite del sector soviético para enfrentarse a la policía de Berlín Occidental y las tropas estadounidenses, británicas y francesas.

Construcción del muro de Berlín.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption Pronto el alambra de púas fue dando paso a estructuras de hormigón.

Grandes depósitos de alambre de púas, así como cercas de malla y postes de concreto, se erigieron rápidamente justo adentro del sector este, a veces hasta aprovechando farolas y vías de tranvías soldados para hacer barreras improvisadas.

Cuatro días más tarde, sin contramedidas occidentales, las autoridades de Alemania del Este comenzaron a construir una estructura más permanente de bloques de cemento y losas de hormigón: el Muro de Berlín propiamente dicho.

De un solo golpe, la RDA había puesto fin a un éxodo humano en marcha desde 1945, que había alcanzado proporciones epidémicas en el verano de 1961.

Apodado por el partido Republikflucht, o «fuga de la República», uno de cada seis del alemanes del este se habían ido al oeste, la mayoría vía Berlín.

Ni con zanahorias

Desde 1958, las autoridades comunistas habían estado particularmente alarmadas ante el número de médicos, profesores e ingenieros que se marchaban.

Personas saludan desde el otro lado del muro.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl muro, de súbito, comenzó a separar a quienes había sido vecinos.

A pesar de la política de zanahoria y palo, no lograban disuadir a los desertores mientras mantenían la frontera abierta, como exigía el estado cuatripartito especial de Berlín.

Desde mayo de 1960, la Stasi, la temida policía secreta de la Alemania Oriental, había sido reclutada pero solo había podido interceptar a uno de cada cinco.

Y concluyeron: «Un cierre total de Berlín Occidental no es posible y por lo tanto no se puede dejar el combate de Republikflucht a los órganos de seguridad de la RDA solamente».

Se necesitaba una solución más radical, que implicara un aislamiento físico de Berlín Occidental, una válvula de una sola vía que mantuviera a los alemanes orientales en el este, pero que no negara el acceso del occidente al oriente.

Pelea con Kennedy

Los alemanes del Este habían contemplado en privado esta idea a lo largo de la década de 1950, pero habían sido vetados por el hermano mayor soviético a favor de una solución diplomática.

Nikita Jruschov y Walter Ulbricht.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEn julio de 1961, Nikita Jruschov accedió a la petición del líder de Alemania oriental, Walter Ulbricht, para construir una barrera física que separara Berlín.

En mayo de 1961, el líder de Alemania Oriental, Walter Ulbricht, le solicitó formalmente a Moscú que cerrara la frontera.

Pero fue solo después de la confrontación del primer ministro soviético, Nikita Jruschov, con el nuevo presidente estadounidense, John F. Kennedy, en junio, seguida por un intransigente discurso televisado de este último, a finales de julio, que el líder del Kremlin finalmente cedió.

La decisión de construir un muro llegó por lo tanto última hora, y tuvo que llevarse a cabo en secreto extremo, a fin de evitar una estampida de gente queriendo salir.

Un anillo de hierro

Al día siguiente del discurso de Kennedy, el 26 de julio, Jruschov le ordenó al embajador soviético que le dijera a Ulbricht que tenían que «usar la tensión en las relaciones internacionales para rodear Berlín con un anillo de hierro«.

«Esto debe hacerse antes de concluir un tratado de paz».

Alambre de púas cerca de la Puerta de Brandemburgo.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionPor seguridad, los británicos colocaron en el lado occidental un alambre de púas cerca de la Puerta de Brandemburgo.

En efecto, el líder soviético estaba cortocircuitando la crisis diplomática que él mismo había desencadenado en noviembre de 1958 al emitir un ultimátum a las potencias occidentales para que desalojaran Berlín Occidental o aceptaran un acuerdo de paz que los habría obligado a reconocer lo que consideraban un estado títere soviético ilegítimo: la llamada «República Democrática Alemana».

La soberanía de la RDA le habría dado a los alemanes orientales el control directo sobre las autopistas de tránsito entre Berlín Occidental y Alemania Occidental, así como sobre los corredores aéreos.

Alemania Oriental efectivamente habría podido comenzar un segundo bloqueo de Berlín.

La discreta operación rosa

El discurso de Kennedy había dejado en claro que Estados Unidos estaba dispuesto a ir a la guerra para defender Berlín Occidental, pero cualquier compromiso con un Berlín Oriental abierto había brillado por su ausencia.

Implícitamente, se le había dado mano libre a los comunistas en su sector.

John F. Kennedy.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl entonces presidente de EE.UU., John F. Kennedy, había dejado clara su disposición de ir a la guerra para defender Berlín occidental.

Desde ese punto, «la operación rosa» -el plan para cortar Berlín Occidental- se desarrolló rápidamente bajo el más estricto secreto.

La cadena de mando normal fue eludida, y en total sólo unos 60 funcionarios de la RDA sabían de ella.

El jefe de operaciones en tierra era Erich Honecker, número dos en el partido comunista de Alemania Oriental, destinado a convertirse en líder de la RDA una década más tarde. En 1961, era el secretario de seguridad del Politburó responsable de la seguridad interna y militar.

El cierre de la frontera se llevaría a cabo desde un sábado por la noche hasta el domingo por la mañana, para evitar posibles paralizaciones en las fábricas; el partido tenía dolorosos recuerdos de las huelgas masivas del 17 de junio de 1953.

Para el 24 de julio, la sección de seguridad del partido había calculado que el cierre total requeriría 27.000 días-hombre de trabajo y casi 500 toneladas de alambre de púas.

Anillo de tanques

Los pocos elegidos del ministerio del Interior se reunieron en la escuela de formación del Volkspolizei, en las afueras de Berlín, bajo las órdenes de Willi Seifert, comandante de las tropas del interior, pero también exrecluso de Buchenwald, por lo tanto con amplia experiencia «desde dentro» de instalaciones de máxima seguridad.

Erich Honecker.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionSolo unos pocos funcionarios de la RDA, incluyendo al futuro líder Erich Honecker conocían los planes para construir el muro.

Poco a poco, los materiales para las cercas fueron secretamente trasladados a la capital desde otras regiones fronterizas y unidades policiales. Pero no se trataba solo una acción policial.

A finales de julio, el jefe del Estado Mayor de las fuerzas soviéticas, el teniente general Ariko, se reunió con su homólogo de Alemania Oriental, el mayor general Riedel, para discutir la coordinación del «anillo de hierro» de los tanques soviéticos y alemanes orientales que proporcionaría una fuerza de disuasión a 1,6 kilómetros detrás las unidades de policía.

El ejército comenzó la planificación conspirativa en Schloß Wilkendorf, al noreste de Berlín, donde el ministro de Defensa Heinz Hoffmann, Riedel y otros 11 oficiales trazaron los planes para una avanzada en el más estricto silencio de radio, detallando hasta la necesidad de amortiguar los tanques.

Occidente despistado

Mantener en secreto la operación también era importante pues había mucha especulación sobre cuánto sabía Occidente de antemano.

Tanques soviéticos desplegados en Berlín.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionSoviéticos y alemanes orientales desplegaron un «anillo de hierro» con tanques en apoyo a las obras del muro.

Los estadounidenses tenían un superespía del Kremlin, Oleg Penkovsky, que el 9 de agosto supo de la acción inminente pero no pudo transmitir la información hasta después del evento.

Las estimaciones previas de inteligencia de la CIA, ya en otoño de 1957, por ejemplo, habían predicho el posible cierre de fronteras. El Comité Conjunto de Inteligencia británico llegó a conclusiones similares en febrero de 1959.

En 1961, sin embargo, los analistas de la CIA estaban más obsesionados con lo que sucedería si los soviéticos intentaban repetir el bloqueo de 1948 para expulsar a los aliados de Berlín occidental atacando las rutas de tránsito.

También hubo informes de acaparamiento de alambre de púas, pero estos no eran nuevos y, como con la mayoría de las evaluaciones de inteligencia, el problema era una sobrecarga de información. Las misiones militares de los aliados occidentales, que podían recoger inteligencia abiertamente, no encontraron evidencia de la acción inminente.

Como los estadounidenses informaron el 2 de agosto: «Situación en gran medida igual que hace una semana«.

El 12 de agosto, los británicos también descartaron soluciones drásticas: «Los rusos probablemente estén más impresionados por los riesgos de disturbios si la ruta de escape es completamente cortada que por el daño actual a la RDA».

Una opción poco clara

La evidencia que ha salido a la luz de fuentes de Alemania Occidental tampoco es concluyente.

Konrad Adenauer.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl canciller de Alemania occidental, Konrad Adenauer, había sido advertido sobre la importancia que tenía Berlín occidental para el régimen comunista del Este.

El Bundesnachrichtendienst (BND), el servicio secreto de la República Federal de Alemania, tenía una gran red de informantes anticomunistas en la RDA.

Esa red recaba información de inteligencia militar. Su jefe, Reinhard Gehlen, afirmó en sus memorias que el BND había informado de la acción antes de que ocurriera.

Su informe de julio de 1961 efectivamente indicaba que el cierre de las fronterasdel sector era considerado como una posibilidad real e inminente.

A pesar de estos indicadores aparentemente amenazadores, hubo informes contradictorios.

La inteligencia interna de Alemania Occidental, Verfassungsschutz, le dijo al canciller, Konrad Adenauer, que, aunque «la isla de Berlín Occidental se ha convertido en una cuestión de vida o muerte para el régimen comunista», unas restricciones de viaje más contundentes serían «intolerables para toda la población».

Por lo tanto, parece probable que la comunidad de inteligencia sabía que el cierre de Berlín era una opción que el Este estaba sopesando y planificando activamente, pero no estaba segura de una fecha exacta.

El momento y lugar correcto

«La lección estratégica y táctica más importante de la exitosa acción del 13 de agosto», como registraron sus contrapartes en la Stasi, «es la importancia de mantener en secreto el momento en el tiempo, como un requisito previo decisivo para más golpes exitosos contra el enemigo, en el momento correcto y en el lugar correcto».

Antes de una reunión de los principales líderes del bloque oriental, el 1 de agosto,Ulbricht habló con Jruschov durante dos horas por teléfono en una conversación descubierta hace pocos años en Moscú.

Walter Ulbricht y Nikita Khrushchev.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption Walter Ulbricht y Nikita Jruschov acordaron en secreto la construcción del muro.

Después de algunas bromas sobre el estado de la colectivización de la RDA, Khrushchev repitió su llamado a poner «un anillo de hierro alrededor de Berlín».

«Creo que nuestras tropas deberían poner el anillo, pero sus tropas deberían controlarlo».

Ulbricht estaba claramente muy preocupado por un embargo económico occidental contra la RDA y gran parte de sus comentarios se referían la situación económica de Alemania Oriental.

Los dos finalmente terminaron hablando de la seguridad:

Jruschov: Leí informes originales de los servicios secretos occidentales que estiman que las condiciones para un levantamiento han madurado en la RDA. Ellos están usando sus propios canales para evitar que las cosas lleguen a un levantamiento porque eso no logrará nada. Están diciendo: no podemos ayudar y los rusos aplastarán todo con tanques. Por lo tanto, están pidiéndole a la gente que espere hasta que las condiciones sean adecuadas. ¿Es eso realmente cierto? No estoy seguro y estoy basándome solamente en los informes occidentales.

Ulbricht: Tenemos información de que, de forma lenta pero segura, reclutando desertores y organizando la resistencia, el gobierno de Bonn está preparando las condiciones para un levantamiento que tendrá lugar en el otoño de 1961. Vemos losmétodos que usa el enemigo: la iglesia organiza el retiro de los agricultores de los colectivos, aunque con poco éxito; hay acciones de sabotaje… Un levantamiento no es realista, pero hay acciones posibles que podrían causarnos un gran daño internacional.

Sin embargo, incluso en esta etapa, Ulbricht parecía estar contemplando medidas graduales que requerían preparación política.

«Realízalo cuando quieras», respondió el líder del Kremlin. «Podemos coordinarlo en cualquier momento».

Sin embargo, estaba más inclinado a la conspiración que su homólogo de Alemania Oriental: «Antes de la introducción del nuevo régimen fronterizo no deberías explicar nada, ya que eso solo aumentaría el movimiento de refugiados y podría conducir a una estampida… Te daremos una, dos semanas para que puedas prepararte económicamente».

Walter Ulbricht.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionWalter Ulbricht quería que la construcción se hiciera de forma muy rápida.

Jruschov luego planteó el estado de las cuatro potencias de Berlín: ¿debería la frontera rodear el Gran Berlín en lugar de solo los sectores occidentales?

Sin embargo, Ulbricht se mantuvo firme; el cerco pasaría por el centro de la ciudad: «Por encima de todo, tiene que suceder rápido».

Jruschov confiaba en que Occidente no reaccionaría de forma exagerada: «Cuando implementes estos controles, todos estarán satisfechos. Además, van a tener una muestra del poder que detentas«.

Ulbricht: «Sí, entonces lograremos la estabilización».

A pesar de la conversación, una cuestión de guerra y paz requería el respaldo político del Pacto de Varsovia. Aunque para cuando llegó la reunión del 3 al 5 de agosto, la suerte ya estaba echada.

Ya en el primer día, en lo que probablemente fue una reunión privada con Jruschov, el líder de la RDA había elaborado los elementos esenciales de lo que estaba por venir, y para entonces tenían una fecha: 13 de agosto.

«Bromeamos entre nosotros porque en Occidente se supone que el 13 es un día desafortunado«, recordó Jruschov más tarde. «Bromeé que para nosotros y para todo el campo socialista sería un día muy afortunado».

Una mujer intenta escapar hacia Berlín occidental.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage captionAunque el muro se construyó para evitar que los ciudadanos de Alemania oriental se fugarán a Occidente, muchas personas siguieron intentando hacerlo.

El 12 de agosto, alrededor de las 4 p.m., Ulbricht firmó la inminente acción y luego invitó a los funcionarios del gobierno y del partido a su residencia rural en el lago Dölln, al norte de Berlín, para dar un paseo y cenar.

Hablando con el embajador soviético, el líder del partido de Alemania del Este, en un raro estallido de humor, bromeó diciendo: «No los dejaré ir hasta que la operación termine. Por si acaso».

Los líderes reunidos estaban un poco desconcertados por la ronda de bromas e interludios musicales, hasta que alrededor de las 9.30 p.m.,Ulbricht, repentinamente los convocó a una sesión de emergencia del Consejo de Ministros para aprobar las medidas por venir.

Cuando los invitados se separaron hacia la medianoche, el camino de regreso a Berlín ya estaba lleno de tanques rusos.

La operación rosa había comenzado.

«Un muro es no muy agradable, pero es muchísimo mejor que una guerra», dijo John F. Kennedy.

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Patrick Major, el autor de este artículo, es profesor de Historia Moderna en la Universidad de Reading. Sus libros incluyen «A la sombra del muro: Historias verdaderas del pasado dividido de Berlín» y «Detrás del muro de Berlín: Alemania Oriental y las fronteras del poder«.

El día que Franco entró en Catalunya

La popular Calle Mayor de Lleida protegida con sacos terreros de las balas que el Ejército Popular disparaba desde el otro lado del río (Fons Porta / Servei Audiovisuals)

Fuente: La Vanguardia, 01/04/2018 23:52 | Actualizado a 02/04/2018

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El 27 de marzo de 1938, las tropas de legionarios y marroquíescomandados por el general Yagüe entraron por la mañana en Barbastro y Fraga y hacia el final del día tomaron Massalcoreig, la primera localidad catalana ocupada por el ejército franquista. Yagüe había roto las defensas republicanas y después de atravesar el Cinca tenía muy claro su próximo objetivo, conquistar Lleida para la España de Franco. Mañana, 3 de abril, se cumplen 80 años de aquella batalla que significó la irrupción por la fuerza de las armas de un nuevo régimen político. La caída de Lleida significó para el bando republicano la certeza de que la guerra no podía ganarse. Los franquistas pronto llegarían al mar por Vinaròs y aislarían Catalunya, desde el margen izquierdo del Segre por el oeste y del Ebro por el sur. Según los historiadores, Yagüe quería atravesar el Segre y avanzar hacia Barcelona, pero Franco se lo impidió. La guerra aún duraría otro año.

El mismo día 27 de marzo, los aviones italianos y alemanesbombardearon Lleida sin piedad, acción que repitieron el día 30 con el ánimo de debilitar la moral combativa. Buena parte de la población civil optó por abandonar la ciudad, y de estos, muchos se refugiaron en pueblos vecinos o en torres de la huerta. Lleida quedó desierta y con grandes columnas de humo y polvo, sin agua, ni luz, derruidos numerosos edificios oficiales y en la práctica, inhabitable en buena parte del centro histórico. Cuando las bombas dejaron de caer, llegó la 46ª División, comandada porValentín González, conocido como El Campesino , al que se había encargado, junto a otros batallones, la defensa de Lleida.

Aviones italianos y alemanes habían bombardeado antes la ciudad intensamente

La resistencia republicana en los campos alrededor de la capital consiguió frenar el avance durante cinco días, a costa de numerosas bajas causadas por la artillería nacional, la aviación y también unidades de carros de combate. Yagüe concentró sus fuerzas por la carretera de Zaragoza y así el día 2 de abril conseguían tomar la colina de Gardeny al mismo tiempo que otras columnas se infiltraban por la carretera de Huesca.

Según el historiador Joan Sagués, autor de La Lleida vençuda i ocupada del 1938 (Pagès Editors), “los combates fueron muy intensos, calle por calle, casa por casa, y los republicanos ya estaban preparados para lo peor, así que incendiaron varias casas en el centro y con el Tabor Ifni Sahara y la 43 Bandera de la Legión pisándoles los talones pasaron al margen izquierdo del Segre y dinamitaron el Pont Vell, aunque hay otras versiones que aseguran que sólo dinamitaron el del Ferrocarril”.

La caída significó para el bando republicano la certeza de que la guerra no podía ganarse

La voladura se produjo una media hora después de que los soldados franquistas izaran la bandera rojigualda en la Seu Vella y se desplegaran por el centro urbano histórico. El río era la tierra de nadie que dividía el frente de guerra. Los republicanos pasaron de defender la ciudad a disparar sobre ella. La República había perdido Lleida, pero la ocupación franquista no trajo la paz, pues el frente todavía permanecería activo nueve meses más, hasta Navidad.

La tarde del domingo 3 de abril, el general Yagüe tomó posesión de la Comissaria de la Generalitat en Lleida, la actual Diputación, y tras izar la bandera en el balcón, dio un discurso a los escasos leridanos que habían salido de sus refugios. “Vengo en nombre del Caudillo a daros el pan, la paz y la justicia”.

La caída de Lleida fue considerada una “resistencia heroica” por la prensa republicana, mientras que los diarios de la zona nacional resaltaban que “Lérida volvió el ­domingo a ser de España”, según recoge Sagués en su libro. La es­trategia seguida por El Campesino fue criticada incluso por cama­radas comunistas, como José del Barrio, que, en sus memorias, le acusa de abandonar su puesto, ­escudándose en que se encontraba enfermo. Está confirmado que Valentín González marchó de Lleida mucho antes de la voladura del puente y que fue trasladado a Barcelona en ambulancia.

La fotografía, de autor desconocido, es el único documento gráfico de los combates entre republicanos y franquistas por las calles de Lleida
La fotografía, de autor desconocido, es el único documento gráfico de los combates entre republicanos y franquistas por las calles de Lleida (Arxiu fotogràfic/Ateneu Popular)

Las calles de Lleida se llenaron de soldados y al día siguiente de la ocupación, la población civil empezó a congeniar con los conquistadores. Detrás del Estado Mayor de Yagüe viajaba una numerosa comitiva de periodistas, españoles y extranjeros. Entre ellos cabe destacar el tándem formado por Víctor Ruiz Albéniz, que firmaba con el seudónimo de El Tebib Arrumi, abuelo del exalcalde de Madrid Alberto Ruiz Gallardón, y el fotógrafo José Demaría, más conocido como Campúa. La crónica de El Tebib Arrumi describe una ciudad “con muy poca gente” y destrozada por la “iracundia” del enemigo “sobre todas las iglesias y la magnífica catedral”. También explica que algunas zonas son peligrosas por los disparos republicanos desde el otro lado del río y se refiere a El Campesino, que “escapó ayer tarde a las seis, acreditándose como discípulo de Prieto a costa de tanta fuga como va practicando”.

A su vez, las fotos de Campúa muestran cadáveres por las calles, casas abiertas por las bombas y el encuentro entre la población que saluda brazo en alto, además de muchos soldados con guitarras y botellas de vino. Un compañero de fatigas de Ruiz Albéniz y Campúa siguiendo la campaña de Yagüe es el barman Perico Chicote, que se encarga de la intendencia de los periodistas y del propio general. Campúa lo fotografía paseando por una ciudad y bebiendo vino, celebrando la victoria.

Pese a la ocupación franquista, el frente aún seguiría activo nueve meses más

La normalización de la vida ciudadana y de los servicios públicos era muy difícil al estar la ciudad en primera línea de fuego y el retorno de los vecinos fue escalonado. Paralelamente se inició una dura represión que conllevó el uso de varios edificios religiosos y la propia Seu Vella como cárceles, el espacio previo al juicio sumarísimo y en su mayoría al pelotón de fusilamiento. Según Joan Sagués, “los nueve ­meses posteriores a la ocupación fueron de duros combates en todo el frente del Segre, como el de la masacre del Merengue, en la cabeza de puente de Balaguer, donde centenares de soldados de la denominada Quinta del Biberón cayeron muertos por las ametralladoras de una columna falangista”. Es muy posible que la caída de Lleida fuera uno de los hechos bélicos que llevaron a Màrius Torres a componer tal vez su poema más famoso, La ciutat llunyana, una reflexión íntima sobre la derrota y la destrucción de “la ciutat d’ideals que volíem bastir”, y como reconstruirla con la esperanza. “Ja no ens queda quasi cap més consol que creure i esperar la nova arquitectura amb què braços més lliures puguin ratllar el teu sòl”.

Con un trozo de Catalunya en sus manos, Franco firmó el día 5 de su puño y letra la derogación del Estatuto de Autonomía y tres días después fusilaba a Manuel Carrasco i Formiguera. Juan Negrín tuvo que formar un nuevo Gobierno con un programa de trece puntos para negociar la paz. “Resistir es vencer”.

El archiduque en Sarajevo, un atentado para detonar la guerra.

Fuente: El Mundo. La Aventura de la Historia. 28/06/2016

Autor: ÁLVARO LOZANO, Historiador y diplomático,

 

El domingo 28 de junio de 1914 amaneció caluroso y despejado sobre los Balcanes. Aquella mañana de verano, nada hacía presagiar que unas horas más tarde tendría lugar uno de los asesinatos políticos más decisivos de la Historia, magnicidio que a la postre sería el detonante de la Primera Guerra Mundial, aunque no su causa, en la que 13 millones de personas perderían la vida (contabilizando las víctimas civiles, 23 millones).

Para los serbios era un día muy especial: San Vitus (Vidovdan), patrón nacional de Serbia. En esa fecha se recordaba la trágica batalla de Kosovo Polje (el Campo de los Mirlos) de 1389, en la que el reino medieval serbio del príncipe Lázaro fue derrotado por los turcos. Para la Historia serbia, se iniciaba un largo período de sufrimiento bajo la opresión otomana, opresión que, para los nacionalistas serbios, era similar a la que, en 1914, representaba el Imperio Austro-Húngaro como sucesor del Imperio turco en los Balcanes.

Ese día era también especial, por razones diferentes, para el archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona de Austria-Hungría, ya que celebraba el decimocuarto aniversario de su matrimonio con Sofía Chotek. La pareja se encontraba en ese momento en Bosnia, asistiendo a las maniobras militares de verano y, terminadas estas, tenían programada una visita a la vecina ciudad de Sarajevo, donde serían recibidos con alto protocolo, algo impensable en Viena, puesto que la esposa del archiduque no era de sangre real.

Sofía, embarazada de su cuarto hijo, podría por fin acompañar a su marido en el mismo automóvil en un acto oficial, algo que le era vedado por el estricto protocolo de Viena, dirigido por el implacable gran maestro de ceremonias, el príncipe Montenuovo. También aquel 28 de junio era un día especial parta siete jóvenes serbo-bosnios.

Para ellos, la visita del Archiduque el día de la festividad del patrón nacional de Serbia constituía toda una provocación, por lo que representaba el momento oportuno para atentar contra él, representante y heredero del odiado Imperio, y un paso importante para alcanzar el sueño de la Gran Serbia, en la cual se integrasen la mayoría de los eslavos de los Balcanes. En ella debían incluirse, según las aspiraciones nacionalistas, las provincias de Bosnia-Herzegovina, que habían sido anexionadas por el Imperio Austro-Húngaro en 1908.

La Mano Negra

En Belgrado se habían formado diversas sociedades secretas, cuyo fin era atentar con todos lo medios disponibles contra el poder austro-húngaro, muy especialmente en las provincias que Serbia deseaba anexionarse. Una de tales sociedades era la llamada Ujedinjenje lli Smrt (Unión o muerte), popularmente conocida como La Mano Negra. Su misión era conseguir, a través de métodos terroristas contra personalidades y objetivos austríacos, la anexión de Bosnia a Serbia.

Entre la lista de objetivos no se encontraba el emperador de Austria-Hungría, Francisco José, ya que su figura era respetada en todo el Imperio y la causa serbia no ganaría ninguna simpatía con su desaparición. Por el contrario, el heredero al trono, su sobrino Francisco Fernando, constituía el mejor objetivo posible.

En la corte de Viena, el Archiduque no era muy popular. Por un lado, el emperador se había negado a dar a su enlace matrimonial otro carácter que el de morganático, lo cual excluía a sus descendientes de la sucesión monárquica. Por otro, eran bien conocidos sus proyectos de conceder más derechos a los serbios del Imperio, poniéndoles en pie de igualdad con austriacos y húngaros en el sistema dual, vigente desde el Ausgleich o compromiso de 1867.

Atentar contra alguien con proyectos favorables a los serbios parecería, a simple vista, una contradicción. Pero, para los nacionalistas serbios, las concesiones de Viena alejarían la posible insurrección, con lo que se perdería el objetivo de la Gran Serbia. Cuando se supo que el heredero del trono visitaría Sarajevo en junio de 1914, La Mano Negra decidió atentar contra él. Para ese fin se reclutó a siete jóvenes serbo-bosnios -se evitó reclutar directamente a terroristas serbios, para dejar a salvo la responsabilidad de Serbia-.

El entrenamiento y las armas para la misión provenían directamente de Serbia. La organización La Mano Negra estaba dirigida por el coronel Apis, cuya verdadera identidad era la del coronel Dragutin Dimitrevich, nada menos que la cabeza de la Inteligencia militar serbia. Los jóvenes, ligeramente adiestrados, llegaron a Sarajevo el 3 de junio.

Una vaga advertencia

Las conexiones de La Mano Negra con el ejército y la administración serbias, eran conocidas por casi todos los miembros del Gobierno de Belgrado. Cuando el primer ministro serbio, Nikoia Pasic, tuvo noticias indirectas de lo que se tramaba, se encontró con un dilema de difícil solución. Si dejaba actuar a La Mano Negra y ésta llevaba a cabo su plan con éxito, las numerosas conexiones de los terroristas con el Gobierno serbio no tardarían en salir a la luz, lo que llevaría sin duda a un conflicto con Austria-Hungría.

Por el contrario, si avisaba directamente al Gobierno austríaco, sus compatriotas le considerarían un traidor y se convertirla sin duda en el siguiente objetivo de La Mano Negra. Finalmente, decidió avisar al Gobierno de Viena en términos vagos, de forma que no se inculpase directamente a La Mano Negra. La persona elegida para trasladar el mensaje a las autoridades austríacas era el representante serbio en Viena, Jovan Jovanovic, un ardiente nacionalista que no era muy apreciado en la Cancillería austríaca.

Sin embargo, Jovanovic había cultivado una relación de amistad con el ministro de finanzas austríaco, Ritter Von Bilinski. La misión no era sencilla, ya que no podía dar la impresión de que Serbia estaba intentando intimidar a los austríacos hasta el punto de querer hacerles abandonar las proyectadas maniobras y la visita del heredero a Bosnia.

El día 5 de junio, Jovanovic se entrevistó con Von Bilinski, aconsejándole que el Archiduque renunciase a visitar Sarajevo y que las maniobras no se organizasen en Bosnia y mucho menos en junio, por la celebración del Vidovdan. Von Bilinski, totalmente ajeno al sutil lenguaje diplomático, no se percató de la advertencia y se limitó a responder: «Esperemos que no ocurra nada».

Al regresar a su embajada, Jovanovic comentó que su amigo Bilinski no se había dado cuenta del mensaje, pero no hizo más esfuerzos para avisar del grave peligro a las autoridades austríacas. La advertencia de Jovanovic a Bilinski nunca fue transmitida a los miembros de la Seguridad austríaca; en Sarajevo nadie fue detenido ni sometido a control. Europa se encontraba a tan solo un paso de la guerra.

Aquel año, el archiduque Francisco Fernando había sido invitado por el gobernador de Bosnia, el general Oskar Potoirek, a las maniobras militares de verano, que ese año tendrían lugar a las afueras de Sarajevo. La seguridad para la visita planeada dejaba mucho que desear. Al Archiduque le fastidiaba profundamente la presencia de miembros del servicio secreto en sus viajes y tampoco le gustaba que un cordón policial le separase de la gente en sus desplazamientos. Edmund Gerde, jefe de la Policía de Sarajevo, creía que existía un peligro real de atentado y pidió que se reforzaran las medidas de seguridad. La respuesta que recibió de los oficiales del Ejército fue que «estaba obsesionado con fantasmas». Los jóvenes terroristas nunca gozarían de una mejor ocasión.

Recepción con bomba

Francisco Fernando llegó el 25 de junio a Tarcin, localidad próxima a Sarajevo. Mientras, su mujer se entretuvo unas horas en esta ciudad. Su visita transcurrió sin novedad y es posible que comentara a su marido que nada había que temer. Comenzaba así la última etapa de su estancia en Bosnia. En tan sólo 30 horas calculaba estar de regreso en casa con sus hijos. A las 9 de la mañana del 28 de junio, una vez finalizadas las maniobras, la comitiva se dirigió en tren hacia Sarajevo. Allí les esperaban, a las 10 una recepción ofrecida en el Ayuntamiento y diversos actos, entre ellos la inauguración del museo local.

Posteriormente se dirigirían a almorzar con el general Potoirek en su residencia, e inmediatamente después partirían de regreso. La multitud esperaba a lo largo de la ruta para saludar a la pareja imperial. Entre la gente y apostados en diversos lugares del trayecto se encontraban los siete terroristas. El primero de ellos era un joven llamado Mehmedbasic y a pocos pasos se encontraba su compañero Cabrinovic.

Al acercarse la caravana, Mehmedbasic no actuó, porque un policía le bloqueaba el espacio por donde pensaba lanzar su bomba, pero al paso de la comitiva, Cabrinoviclanzó la suya hacia el vehículo del Archiduque. Francisco Fernando desde su asiento trasero se percató del objeto que volaba en su dirección y levantó el brazo para alejarlo de su mujer, que se encontraba a su derecha, entre él y Cabrinovic.

La bomba rebotó en el brazo del Archiduque y fue a parar al suelo donde estalló, hiriendo a una docena de personas. El conductor del vehículo resultó herido leve y la peor parte se la llevó el teniente coronel Erich von Merizzi, ayudante del general Potoirek, herido en la cabeza. Mientras tanto, el terrorista había ingerido el cianuro que llevaba y se había arrojado al río. Sin embargo, el veneno no hizo efecto y durante el verano el río Miljacka no tiene la profundidad suficiente para ahogarse. Unos minutos más tarde, Cabrinovic era detenido.

El asesinato que se pudo evitar

La comitiva siguió su camino sin que ninguno de los otros terroristas se decidiese a actuar, bien por falta de valor, bien porque pensaban que su compañero había tenido éxito. Cuando los vehículos llegaron al Ayuntamiento, el Archiduque estaba furioso y dirigiéndose al alcalde, quien había iniciado el discurso de bienvenida, le increpó: «¡Señor alcalde uno viene aquí de visita y es recibido con bombas! ¡Esto es un escándalo!».

El alcalde, ignorante de cuanto había sucedido, prosiguió el discurso. Se llegó así al momento más importante de aquel día: ¿cuáles deberían ser los planes para el resto de la jornada? Se discutió si no sería más conveniente que el Archiduque abandonase sin demora Sarajevo, pero él se negó a que se cambiaran los planes, pidiendo solo que se alterase su agenda para poder incluir una visita al hospital, donde se encontraban los heridos del atentado. Antes de partir, el gobernador Potoirek se dirigió al Archiduque, asegurándole que podía seguir su trayecto con toda tranquilidad, ya que se habían redoblado las medidas de seguridad y los controles en toda la ciudad.

A pesar de esta tranquilizadoras palabras, el Archiduque le pidió a su mujer que no le acompañase durante el resto de la jornada y que abandonase Sarajevo, a lo que ella se negó. A las 11 menos cuarto, los mismos vehículos de la mañana se ponían en marcha. El automóvil del Archiduque era conducido por un antiguo soldado llamado Leopold Sojka. A su lado se situó el general Potoirek. En la parte posterior, se sentaron Fernando y Sofía.

Para mayor seguridad, el conde Frantisek Harrach, dueño del vehículo y amigo personal del Archiduque, se apostó en el estribo por el lateral donde esa mañana habla caído la bomba.

Una casualidad para una guerra

Los vehículos debían dirigirse al Hospital siguiendo la avenida Appel, que bordea el río, sin adentrarse en las angostas callejuelas de la ciudad antigua.

El cambio de planes serviría de medida de seguridad, ya que nadie les esperaría por esta avenida y porque así se evitarían las calles más estrechas y concurridas de la ciudad. Sin embargo, ninguno de los conductores había sido informado de los cambios, por lo que pensaban seguir el camino originariamente trazado, por la calle Francisco José en dirección al Museo, para posteriormente dirigirse a la residencia del gobernador. El trabajo de alertar a los conductores sobre las rutas era responsabilidad del teniente coronel Merizzi, pero éste se encontraba herido en el hospital. Ese error iba a tener trágicas consecuencias.

Mientras tanto, los terroristas se encontraban desconcertados. Sin ninguna certeza de que el Archiduque fuese a seguir el itinerario previsto, se situaron en diversos puntos de la ruta. Uno de ellos, el estudiante de 19 años, Gavrilo Princip, deprimido por la falta de suerte de la misión, decidió comer algo mientras reflexionaba sobre lo que haría después. Se encaminó hacia la calle Francisco José, donde se detuvo para comprar un bocadillo en el establecimiento de un tal Moritz Schiller.

Al salir, se encontró con un amigo. Justo en ese mismo instante, ignorando el cambio de itinerario, el conductor del primer automóvil de la comitiva giró para adentrarse en la calle Francisco José, según las instrucciones que había recibido esa mañana. El general Potoirek se dio cuenta del error y le gritó para que rectificase: «¿Qué es esto? ¡Este es el camino equivocado, se supone que seguiríamos por la avenida Appel!». El conductor, sorprendido por los gritos del general, frenó en seco para dar marcha atrás. El automóvil se detuvo así a escasos pasos de Princip.

Pocas veces en la Historia un error ha tenido unas consecuencias tan graves. Princip se dio cuenta rápidamente de lo que estaba sucediendo. Apenas se lo podía creer: allí, a escasos metros se encontraba el Archiduque, el odiado enemigo. No se lo pensó dos veces, sacó su pistola del bolsillo y realizó dos disparos sin apenas apuntar. Tras ellos, el Archiduque y su mujer siguieron erguidos, Potoirek pensó que los terroristas habían vuelto a fallar y dio ordenes al conductor para que se dirigiera a toda prisa hacia la residencia del gobernador. Princip intentó suicidarse disparándose un tiro, pero un espectador le agarró el brazo y se lo impidió. Momentos después, estaba a punto de ser linchado por la multitud.

No es nada, no es nada…

Mientras el vehículo aceleraba a través del Puente Lateiner, un hilo de sangre comenzó a surgir de la boca del Archiduque. Había sido alcanzado en el cuello y la bala le había perforado la yugular, alojándose en la columna vertebral. Su mujer exclamó: «¡Por Dios! ¿Qué te ha sucedido?» y, acto seguido, se inclinó hacia delante. El general Potoirek pensó que se había desmayado e intentó ayudarla. Sin embargo, la duquesa Sofía había sido mortalmente alcanzada en el abdomen. Agonizando, su marido alcanzó a pronunciar: «¡Querida Sofía no te mueras, vive por nuestros hijos!», pero la duquesa Sofía estaba muerta y unos minutos después fallecería también el Archiduque. Sus últimas palabras fueron:

«No es nada, no es nada…» A las 11,30 de la mañana comenzaron a sonar todas las campanas de Sarajevo; los terroristas habían logrado su objetivo. En un primer momento pareció que nada iba a suceder en Europa tras el atentado; el asesinato de Sarajevo pareció ser algo distante y sin mayor importancia.

Al recibir la noticia en su central de Londres, la redacción de Reuter pensó que aquel mensaje urgente era el resultado de una carrera de caballos, con indicación de los vencedores: Sarajevo (1º), Fernando (2º), Asesinado (3º). En Viena se celebró un discreto funeral para el heredero; el origen plebeyo de la duquesa impidió su entierro en la iglesia de los Capuchinos en Viena, lugar reservado para la realeza de los Habsburgo. La pareja fue enterrada en el castillo de Arttesten, propiedad de Francisco Fernando.

Como señala Marc Ferro, «Viena siguió siendo Viena y la música no cesó de sonar». En Sarajevo, los terroristas, salvo uno, ya habían sido arrestados el 5 de julio. Dada la escasa simpatía que Francisco Fernando despertaba, Viena delegó la investigación policial a las autoridades de Sarajevo. Estas, únicamente pudieron establecer con claridad que las armas provenían de Serbia, pero nunca pudo probarse la complicidad del Gobierno serbio. Mas eso no salvaría a Belgrado, cuyas aspiraciones a la Gran Serbia atentaban directamente contra la supervivencia del Imperio Austro-Húngaro. Por eso, Viena decidió que el doble asesinato no podía quedar impune.

Así, tras recibir el acuerdo de su aliado alemán, dirigió el 23 de julio un ultimátum a Belgrado que, de haberlo aceptado en su totalidad, le hubiese reducido a un satélite de Austria. Serbia aceptó todas las condiciones, salvo la participación de investigadores austríacos en su territorio, por considerarla un atentado a su soberanía. La respuesta de Serbia no satisfizo a Austria, que le declaró la guerra el día 28 de julio.

La razón por la cual este atentado desencadenó un conflicto mundial estuvo en el funcionamiento automático de movilizaciones y en el sistema de alianzas establecidas en Europa desde hacía años. Rusia quería evitar el aniquilamiento de Serbia y así, el 26 de julio, el zar decretaba una movilización parcial para intimidar a Austria Hungría. El día 1 de agosto, Alemania declaraba la guerra a Rusia y el día 3, a Francia. Inglaterra entró en el conflicto el 4 de agosto. La Primera Guerra Mundial había comenzado, tal y como había previsto unos años antes el canciller Bismarck, «por alguna estupidez en los Balcanes».