Las crisis que trajeron el auge de los fascismos: lecciones del siglo XX para un presente pandémico

Wall Street el 24 octubre 1929, cuando quebró la bolsa, una de las imágenes que ilustran el libro del CELAN.

Autor: Diego Saz

Fuente: eldiario.es 24/04/2020

‘1919, 1929, 1939: Crisis de la democracia’ narra una historia que se repite. Las crisis que genera el periodo de entreguerras y el resurgir de nacionalismos, populismos y fascismos que tradicionalmente han acabado por derrocar libertades ciudadanas. Se trata de una publicación surgida a raíz de las jornadas que el Centro de Estudios Locales de Andorra (CELAN) organizó el pasado 2019, coincidiendo con su 20º Aniversario y con el Centenario del Tratado de Versalles.

Explica el coordinador de la publicación y presidente del CELAN, Javier Alquézar, que ‘1919, 1929, 1939: Crisis de la democracia’ es una obra para reflexionar sobre el momento que atraviesa el país y para despertar la atención en el crecimiento de determinadas ideologías nacionalpopulistas que aparecen después de las crisis y «tienen un resultado fatal». «No se trata de comparar, pero hay reacciones suficientes para poder pensar que la historia nos enseña cómo funcionan las cosas», señala.

La publicación del centro de estudios andorrano sigue la misma estela de las jornadas en las que está basada y se divide en tres grandes bloques analizados por un autor diferente. El propio Alquézar abre la primera parte con ‘De mal en peor. Las relaciones internacionales en el periodo de entreguerras’, donde dibuja el mapa de Europa después de la Primera Guerra Mundial, con la conciencia del desastre que supuso el conflicto, la pérdida de confianza en el mundo de progreso y sus instituciones liberales y el intento de trazar la paz y un nuevo orden internacional con el Tratado de Versalles y la posterior Sociedad de Naciones.

Se trataba entonces de desestimar la guerra como forma de dirimir las diferencias y generar un espíritu de concordia. Sin embargo, tal y como relata el autor, el crac del 29, acompañado de una crisis económica, demográfica y de moral, así como del desequilibrio de Europa, el miedo al comunismo y la confrontación de clases sociales, impulsaron una tendencia hacia el autoritarismo, con nacionalismos y extremismos. La inacción de la Sociedad de Naciones y el desplanteamiento de las normas internacionales, además, aplanaron el camino hacia la Segunda Guerra Mundial.

El crac del 29: el mercado no se autorregula

La segunda parte de la publicación ahonda precisamente en el crecimiento de las ideologías nacionalpopulistas. ‘El catastrófico periodo de entreguerras: crisis económica y polarización política’, a cargo de Luis Germán Zubero, narra la etapa «más complicada» que ha vivido el mundo durante el siglo XX, con «los mayores progresos de la humanidad desde el punto de vista tecnológicos y de las mayores tragedias». El autor explica cómo Europa perdió protagonismo tras la Primera Guerra Mundial, en favor de Estados Unidos, que salió reforzado tras el hundimiento de Alemania.

Rusia continuaba con una economía alternativa al capitalismo, Japón tomaba protagonismo frente a China en oriente y en occidente, las condiciones del Tratado de Versalles, que apostaban por que los países vencidos pagaran en líquido sus deudas a los vencedores, la inflación y la falta de regulación del mercado por el sistema liberal, preveían una crisis financiera que hundiría la economía desde dentro. Ante la Gran Depresión, Estados Unidos repatrió sus capitales e impuso aranceles a productos extranjeros y Europa cerró fronteras, estableció el proteccionismo e impulsó pequeñas áreas comerciales.

Cada país apostó por adoptar medidas diferentes, pero la enorme sombra de la crisis dejaba paso libre a los «salvadores de la patria». Comienza aquí el tercer bloque de la publicación, ‘1939, año de los fascismos’, en el que Gustavo Alares analiza el auge fascista como «fenómeno transnacional», que sedujo a «millares de almas». El autor explica los elementos característicos del fascismo, como la capacidad de transmitir certezas y soluciones identitarias emocionales y simples frente a los miedos e inseguridades o el ultranacionalismo que encuentra los enemigos en el exterior o en el interior y la idea de una nación, lengua, raza y tradiciones frente a esos rivales.

También el estado totalitario se acompañaba del racismo y antisemitismo, basado en prejuicios y falsedades, la virilidad violenta del hombre en un modelo patriarcal de sociedad y familia, el culto a la personalidad del líder, la religión política y el uso de la propaganda como emoción colectiva, manipulando la realidad con el objetivo de legitimar el poder y seducir a las masas, tal y como precisa Alares. «Los fascismos se plantearon como garantes de la seguridad, la identidad y la pertenencia», añade el autor.

Alares finalizó su charla en las Jornadas del CELAN con el caso de España y también así lo hace en la publicación, donde ilustra cómo la República española fue «la gran damnificada» al recibir los sublevados el apoyo nazi y fascista italiano. Se consiguió instaurar tras la Guerra Civil una «dictadura fascistizada», compuesta por falangistas con capacidad militarizadora y conexiones internacionales, carlistas y nacional-católicos, «la derecha conservadora que abandonó la democracia».

Paralelismos con la realidad

La publicación del Centro de Estudios Locales de Andorra ha visto la luz, sin quererlo, en una crisis sanitaria y económica que también ha demostrado la ineficacia del modelo. «Hay que pensar si el modelo económico y social actual sirve, si el neoliberalismo sirve y si cuando volvamos a la realidad hay que volver a las andadas, ignorando cómo está la naturaleza», indica el presidente de la entidad, Javier Alquézar.

Alquézar reconoce que no estamos ante una situación como las que se vivieron en el siglo XX, pero asegura que es el momento de analizar el planteamiento futuro. En este sentido, cuestiona la deslocalización de las empresas y la «dependencia absoluta» de España con el exterior. Critica además la posición de la oposición frente a la crisis actual que insiste en que «no es banal». «No quieren simplemente desgastar el gobierno, sino resistirse a que luego haya unos replanteamientos en el modelo de la política económica y social».

El CELAN es un centro que se dedica desde hace 20 años a la investigación y la organización de actividades culturales. Ofrece publicaciones didácticas sobre historia local, así como nacional e internacional que permiten conocer el contexto de cada situación. La entidad está vinculada con el Instituto de Estudios Turolenses (IET) y con el Instituto de Bachillerato, donde varios de los componentes del centro fueron profesores.

La distancia social: lecciones de la pandemia de 1918

La policía de Seattle, Estados Unidos, con mascarillas hechas por la Cruz Roja durante la pandemia de 1918 WIKIMEDIA COMMONS

Autora: Nancy K. Bristow 

Fuente: eldiario.es 02/05/2020

En Estados Unidos, manifestantes armados han exigido que se pongan fin a las medidas de distanciamiento social. En Brasil, donde el presidente del país se ha unido a las protestas en contra de las medidas, algunos centros comerciales han reiniciado su actividad. A lo largo y ancho del mundo, se han oído voces que piden a las autoridades un menor control y que flexibilicen las medidas tan pronto como sea posible.

Sin embargo, tal vez nos conviene fijarnos en otro momento parecido de nuestra Historia. En los últimos días, se han publicado en las redes sociales unas sorprendentes imágenes de tablas y gráficos científicos de la pandemia de gripe de 1918. Aunque estos diagramas dibujados a mano puedan parecernos arcaicos, son una jarra de agua fría para los partidarios de una desescalada demasiado rápida y de levantar unas medidas que afectan a muchas personas de muchos países del mundo.

En 1918, una pandemia de gripe azotó al mundo entero, en distintas oleadas. En Estados Unidos, es probable que el brote se iniciara en los estados del medio oeste, y luego se expandiera por el resto de un país en guerra. Rápidamete, los soldados llevaron la enfermedad a Europa. Primero, se contagiaron los soldados europeos y más tarde todo el continente.

Sin embargo, la pandemia solo había comenzado. A finales de agosto de ese año, un segundo brote, mucho más letal, sacudió prácticamente de forma simultánea al litoral de Estados Unidos, Francia y Sierra Leona, y desde esos lugares se expandió por el mundo entero. A este segundo brote le siguió un tercero. Cuando el virus empezó a perder intensidad en 1920, había golpeado a unos 500 millones de personas y había matado entre 50 y 100 millones de personas. Estados Unidos registró unas 675.000 muertes.

Gráfico que muestra la mortalidad de la pandemia de gripe de 1918 en Estados Unidos y en Europa
Gráfico que muestra la mortalidad de la pandemia de gripe de 1918 en Estados Unidos y en Europa WIKIMEDIA COMMONS / NATIONAL MUSEUM OF HEALTH AND MEDICINE

Cuando en 1918 los científicos se enfrentaron a esta plaga, carecían de la tecnología necesaria que les permitiera ver el virus que lo causaba. Sin embargo, la revolución bacteriológica del siglo XIX proporcionó a las autoridades médicas y sanitarias de Estados Unidos la confianza suficiente para llegar a la conclusión de que se trataba de una enfermedad contagiosa.

En el ámbito nacional, el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos fomentó campañas educativas e impulsó, cuando lo creyó necesario, medidas de control sobre la población. Era competencia de las autoridades de los estados, del condado y de los municipios tomar las decisiones sobre cómo gestionar la pandemia. Las elecciones que tomaron fueron determinantes.

Las autoridades sanitarias tenían a su disposición una serie de medios para gestionar esta crisis de salud pública. Comenzaron por formar a la población sobre hábitos básicos de higiene, como lavarse las manos y cubrirse la boca al toser y estornudar.

El servicio de salud pública imprimió millones de folletos con información sobre la enfermedad y recomendó una serie de medidas para evitar y tratar la enfermedad. La Cruz Roja de Estados Unidos publicó su propia circular en ocho idiomas diferentes. Muchas comunidades aprobaron leyes que prohibían a los ciudadanos escupir en la calle, así como compartir tazas en espacios públicos como aulas y estaciones de tren, una costumbre que todavía existía en la época.

Estas fueron las medidas fáciles de impulsar. Siguieron otras, como la que fomentó una mejor ventilación en los tranvías. Para evitar grandes concentraciones de personas, algunas ciudades impulsaron unos horarios escalonados de trabajo y en los comercios. Pero la gripe siguió golpeando con fuerza y se establecieron controles más estrictos. A menudo se prohibieron las reuniones públicas y se ordenó el cierre de todos los negocios y actividades, incluso bodas y funerales, excepto los más esenciales. Algunas ciudades intentaron exigir el uso de mascarillas. Otras, obligaron a los enfermos a hacer cuarentena. En algunas ciudades incluso se probaron vacunas nuevas que todavía estaban en fase experimental.

Los modelos de gestión de Filadelfia y Seattle

Sin embargo, la lección que nos resulta más útil surge de la comparación de la gestión de las ciudades de Filadelfia y Seattle. Filadelfia, a pesar de tener alguna advertencia de que la pandemia se avecinaba, prácticamente no se preparó. Aunque la vecina Boston estaba sitiada a finales de septiembre, Filadelfia mantuvo su actividad. El 28 de septiembre organizó un desfile para celebrar el lanzamiento del Cuarto Préstamo de la Libertad; una campaña de emisión de bonos para apoyar los gastos bélicos de Estados Unidos.

Tres días más tarde, la ciudad registró 635 nuevos casos de gripe, y la situación empeoró. Aunque entonces intentó impulsar medidas para frenar la pandemia, la ciudad quedó desbordada. Las instalaciones sanitarias, que ya estaban al límite debido a la guerra, quedaron sobrepasadas. Las morgues se desbordaron, no se pudo suministrar esa elevada cantidad de ataúdes y las autoridades tuvieron que recurrir a las fosas comunes. Filadelfia registró una de las tasas de mortalidad más altas del país.

En cambio, la gestión de Seattle fue completamente distinta. El 20 de septiembre, el responsable de salud, el doctor J.S McBride, reconoció que «no era improbable» que la gripe llegara a la ciudad y advirtió a la ciudadanía que, si esto pasaba, sería necesario aislar a los enfermos. Cuando los soldados del cercano Campamento Lewis contrajeron la gripe, el campamento fue puesto en cuarentena. El 4 de octubre, se supo que un gran número de estudiantes de la escuela naval de la Universidad de Washington había contraído la gripe. En dos días, la ciudad, a pesar de la gran oposición en contra de estas medidas, cerró las escuelas, prohibió los servicios religiosos y cerró muchos espectáculos públicos. Se prohibieron las aglomeraciones en los negocios que seguían abiertos.

En los días siguientes, se impulsaron otras medidas. Las autoridades decidieron transformar un hotel de la ciudad en un hospital de emergencia. Escupir en público pasó a ser un acto castigado con penas de cárcel y mal visto por la sociedad. Era obligatorio el uso de mascarillas, se redujeron las horas de apertura de los negocios, y se establecieron nuevas restricciones para aquellos negocios que seguían abiertos.

Aunque en un inicio McBride había previsto que la pandemia perdiera fuerza en menos de una semana, mantuvo las restricciones, incluso cuando la cifra de contagios comenzó a disminuir. Finalmente, el 11 de noviembre, la ciudad y el estado Washington anunciaron que los negocios podían reiniciar la actividad y que ya no era necesario el uso de mascarillas. La ciudad pronto tuvo que hacer frente a un nuevo brote de gripe. Una vez más Seattle actuó, esta vez poniendo en cuarentena a los enfermos. Como resultado de estas acciones, Seattle registró una de las tasas de mortalidad más bajas de la Costa Oeste, sustancialmente inferior a la de Filadelfia.

Obviamente, muchos se opusieron a las medidas impuestas por las autoridades estadounidenses durante la pandemia de gripe de 1918. Los líderes religiosos indicaron una y otra vez que, en el contexto de una pandemia, eran necesarios los servicios de culto para atender a las necesidades de sus feligreses.

Por otra parte, los propietarios de negocios también lucharon con uñas y dientes para poder permanecer abiertos. Los propietarios de teatros cuestionaron la legalidad de los cierres y fueron muchos los que se opusieron al cierre de las escuelas. En San Francisco incluso surgió una «liga antimascarillas».

Las autoridades que no se doblegaron son las que obtuvieron mejores resultados. Estudios de académicos del Centro de la Historia de la Medicina de la Universidad de Michigan y de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades evidencian que la imposición «temprana, sostenida y estratificada» de intervenciones no farmacológicas como el distanciamiento social funcionó en 1918, ralentizando el ritmo de la pandemia y reduciendo las tasas de mortalidad.

Y Seattle y Filadelfia ofrecen una dura lección: la imposición de medidas de confinamiento, así como la obligatoriedad de las mascarillas y la cuarentena de las personas contagiadas, tanto enfermas como asintomáticas, salva vidas. Pueden hacerlo de nuevo, si encontramos el valor y los recursos para mantenerlas.

Nancy K. Bristow es profesora de Historia en la Universidad de Puget Sound y es la autora de American Pandemic: The Lost Worlds of the 1918 Influenza Epidemic and Steeped in the Blood of Racism [La pandemia estadounidense: Los mundos perdidos de la epidemia de gripe de 1918 y Empapados en la sangre del racismo (publicado en julio de 2020).

Traducido por Emma Reverter

Cómo la icónica máquina de coser Singer cambió la vida de millones de personas en todo el mundo

La primera máquina de coser Singer, hecha por Isaac Singer y patentada en 1851. Getty images

Pocas máquinas han sido tan atesoradas en los hogares del mundo, pasadas de generación en generación, evocando memorias e inspirando sueños como la máquina de coser Singer.

Es además uno de los productos más vendidos de la historia.

La Compañía Máquina de Coser fue la creación de un excéntrico estadounidense llamado Isaac Merritt Singer, quien inventó lo que llamó «el motor de coser» y lo patentó en 1851.

Aunque no fue la primera máquina de coser, pues había sido inventada por Walter Hunt en 1833, la Singer era más confiable y capaz de coser continuamente 900 puntadas por minuto, 20 veces más que una costurera experta.

Dos años después fue aclamada como «uno de los dispositivos de ahorro de mano de obra más eficientes que se haya presentado al público».

Todo un espectáculo

Singer y su socio comercial Edward Clark se dedicaron a establecer lo que llegaría a ser un imperio comercial internacional.

«Singer era brillante para el espectáculo. Era muy bueno vendiendo la máquina de coser. Abrió fantásticas salas de exhibición grandes y lujosas en EE.UU. Además las llevaba a ferias y circos», le contó a la BBC la historiadora de textiles Lin Gadner.

Isaac Singer
Image captionSinger había sido actor y tenía una gran facilidad para montar espectáculos, y su talento contribuyó a crear la imagen de su máquina. En 1869, el artista Edward Harrison May lo retrató en una pose y ropa que reflejaba su riqueza y extravagancia característica.

«Sabía que tenía que persuadir no solo a los manufactureros de que las adoptaran, sino también a los consumidores de que las prendas cosidas a máquina eran tan buenas, y hasta mejores, que las cosidas a mano», señala Gardner.

«Durante toda la historia, la gente había cosido a mano todos y cada uno de los pedazos de tela, y de repente apareció esta máquina que supuestamente se iba a encargar de hacerlo… ¡era difícil de creer!«, explica Alex Askaroff, especialista en máquinas de coser.

«Así que montaron espectáculos públicos en Broadway, Nueva York: pagabas 10 centésimos de dólar y podías ver que era cierto. Y así es como todo empezó».

La creación de una ciudad

En la década de 1870, varias compañías estadounidenses se dieron cuenta de que podían vender sus máquinas en el extranjero.

Publicidad de Singer en español
Image captionLas máquinas Singer se llegaron
a vender en todo el mundo.

Para Singer, el mercado más obvio en el cual experimentar era Reino Unido.

Primero establecieron una fábrica en Glasgow, Escocia. Pero pronto fue evidente que, aunque producían más de mil máquinas a la semana, no podían satisfacer la demanda.

Así que buscaron otro sitio en Europa para hacer una sede más grande y, al final, se quedaron en Escocia, en un lugar que tenía todo lo que necesitaban: un río, bosques y tren.

La fábrica se empezó a construir en 1882 y 2 años después estaba lista. Era una instalación de vanguardia, la más grande de su tipo en el mundo.

«Hay un mapa brillante de 1861 en el que lo único que ves es un ferrocarril, un canal y el río Clyde», cuenta Gardner. «Y en el mapa de 1891 ya hay un laberinto de calles y la enorme fábrica».

«Literalmente cambió la geografía del lugar».

GUÍA INTERACTIVAMapa de la zona antes y después de la llegada de Singer

1891

Mapa de la zona depués de la llegada de Singer

1861

Mapa de la zona antes de la llegada de Singer

Más que eso.

Con el mundialmente famoso astillero de John Brown en el área empleando una enorme cantidad de personas y la flamante fábrica Singer, que atrajo a miles más, el aluvión de la industria inadvertidamente creó una ciudad completamente nueva que se llamó Clydebank.

Pero su gran impacto lo tuvo en los hogares de todo el mundo.

En las fábricas

No obstante, ese no fue el primer destino de la que era considerada una maravilla tecnológica.

Inicialmente la compañía abordó las fábricas, pensando que, al enterarse que con la máquina podían hacer un sombrero o un abrigo en dos días en vez de dos semanas, la comprarían.

Máquina Singer usada en la encuadernación de libros.
Image captionCosiendo libros desde el siglo XIX hasta el XXI.

Y efectivamente así fue: encargaron decenas, centenas y, en ocasiones, miles.

Además, su uso se extendió más allá de la manufactura de prendas de vestir. Alterando la forma de partes de la máquina, podía usarse para hacer una variedad de cosas, desde zapatos y guantes hasta libros.

De hecho, hoy en día siguen habiendo encuadernadoras de libros que las utilizan y no son nuevos modelos, sino las mismas máquinas que compraron hace décadas.

Hechas para perdurar

Las máquinas de coser Singer producidas a principios del siglo XX eran finamente diseñadas. Construidas con hierro fundido y una combinación de aleaciones, estaban hechas para durar. Eran virtualmente indestructibles.

Pero tenían un problema: también eran extremadamente costosas.

Así que en la década de 1870 se les ocurrió una idea que para entonces era toda una novedad: entregarle al consumidor la máquina y dejar que la pagara en cuotas a lo largo de algunos años.

Máquina Singer
Image captionEran casi indestructibles y llevaban decoraciones en pan de oro.

En el primer año las ventas subieron de 5.000 a 25.000 máquinas y cada año después la cantidad se doblaba.

Para 1918, al final de la Primera Guerra Mundial, las máquinas de coser Singer eran tan populares que estaban en uno de cada cinco hogares en el mundo.

Y esa no era la única táctica de marketing. Tenían vendedores de puerta a puerta, en las vitrinas de sus tiendas ponían chicas atractivas a coser, ofrecían cursos para aprender a manejar las máquinas… toda una estrategia que le aseguró a la marca su lugar a la cabeza de todas las demás durante décadas.

Así que abrieron fábricas en varios otros lugares del mundo.

En el hogar

Gran parte del éxito de Singer se debía a la lealtad de sus consumidoras. La compañía había alimentado esa relación desde que empezó a vender a particulares.

Conscientes de que la idea de llevar una máquina a la casa para que la usara una mujer era una idea sui generis, la presentaron como un aparato que ahorraba tiempo y podía ayudarles a ganar dinero.

Afiche promocional
Image captionUna máquina que tenía cabida
en todos los hogares, según la compañía.

A menudo se dice que este o aquel producto cambió la vida de la gente. Este es uno de esos casos.

Para darnos una idea, Andrew Godley, historiador de gestión y negocios, cuenta que, según «los diarios que escribían las amas de casa en EE.UU. en las décadas de 1860 y 1870, pasaban el equivalente a dos días a la semana haciendo o reparando ropa, cosiendo a mano y otras tareas asociadas con ello».

«La máquina de coser les ahorró el 90% de ese tiempo«, dice Godley.

Además, no solo podían coser para su familia más rápido, sino también para otra gente, cobrar y así ganar su propio dinero, algo realmente transformativo.

Un final feliz

Pero todo llega a su fin.

Cuando se recuperaron las industrias que habían estado inhabilitadas debido a la Segunda Guerra Mundial, el monopolio de Singer se vio amenazado.

Nuevas máquinas de coser mejores y más baratas entraron al mercado. Singer no adoptó la estrategia adecuada para competir y eso, combinado con la llegada de la revolución de la moda de los años 60 -con ropa barata y atractiva- llevó a que la compañía perdiera el estatus que por tanto tiempo había conservado.

No obstante, en algunos lugares las máquinas de coser Singer siguen transformando vidas.

Uno de ellos es la organización Street Girls Aid (o «Ayuda a chicas de la calle») en Ghana, donde reciben máquinas de coser restauradas por la organización benéfica Herramientas para la Autosuficiencia en un taller en Southampton, en el sureste de Inglaterra.

Gloria Boakyewaa
Image captionGloria Boakyewaa es una de las chicas que recibió una de las máquinas Singer.

Son máquinas Singer de principios del siglo XX y, sin embargo, generalmente solo necesitan una limpieza profunda para funcionar como nuevas.

Herramientas para la Autosuficiencia restaura unas 300 máquinas al año y las envía a Accra, a 5.000 kilómetros de distancia en dirección sur.

En Street Girls Aid decenas de jóvenes aprenden a coser, a diseñar y a soñar.

«No importa si las máquinas que tenemos son nuevas o viejas, lo que importa es que son duraderas«, dice Vida Amoako, la directora de la organización.

De hecho, la mayoría de las chicas prefieren máquinas de coser manuales, «porque no tienes que pagar cuentas de electricidad», dice una de ellas.

«Al final del curso de un año, se llevan la máquina con la que han aprendido. Así pueden abrir su propio negocio», explica Amoako.

Más de 20 jóvenes se gradúan cada año.

«¡Tener esta máquina de coser va a cambiar mi vida a más no poder!», exclama Abena Ntiriawah.

«Cuando termine el curso, voy a tener mi propio negocio para poder trabajar para mí misma», asegura Gloria Boakyewaa. «Voy a ser una profesional perfecta, una costurera de alta calidad».

Este artículo está basado en parte en el documental de la BBC Scotland «The Singer Story: Made in Clydebank» (La historia de Singer: hecho en Clydebank»)

Por qué la Ley Seca de EE.UU. fracasó de una manera tan espectacular

La ley seca tuvo como objetivo ilegalizar la producción y venta de alcohol en todo Estados Unidos. GETTY IMAGES

Autor: Tim Harford

Fuente: BBC, 27/10/2019

Los economistas tenemos un pequeño problema de imagen. La gente cree que descaradamente manipulamos las estadísticas, hacemos terrible pronósticos con cifras alegres y somos unos aguafiestas en los cócteles.

Es posible que parte de la culpa la tenga un hombre que, hace un siglo, probablemente fue el economista más famoso del mundo: Irving Fisher.

Fue Fisher quien infamemente declaró, en octubre de 1929, que el mercado bursátil había alcanzado «un nivel alto permanente».

Nueve días después, la bolsa de valores cayó estrepitosamente y generó el período conocido como la Gran Depresión.

En cuanto a los cócteles, lo más bondadoso que se puede decir de Fisher es que era un anfitrión generoso.

Como registra Mark Thorton en su libro «La economía de la prohibición», un invitado de Fisher escribió: «Mientras yo devoraba una sucesión de deliciosos platos, (Fisher) cenaba con un vegetal y un huevo crudo».

Era un fanático del buen estado físico, que evitaba el consumo de carne, té, café y chocolate.

Tampoco bebía alcohol y era un ardoroso partidario de la prohibición, la medida de las autoridades estadounidenses de vetar la producción y venta de alcohol, que empezó en 1920.

Fue un cambio extraordinario que hizo que la quinta industria más grande del país de repente se volvió ilegal.

Fisher predijo: «(Quedará) escrito en la historia como el comienzo de una nueva era en el mundo, de cuyo logro esta nación estará siempre orgullosa».

Añadió que no podía encontrar a un solo economista dispuesto a oponerse a esa política en un debate.

Irving Fisher
Image caption Irving Fisher creía que la ley seca marcaría «el comienzo de una nueva era en el mundo».

De hecho, la prohibición resultó ser tan acertada como su vaticinio del alto nivel permanente de la bolsa, pues hoy los historiadores la consideran un fracaso.

La ley fue violada tan ampliamente que el consumo descendió apenas en una quinta parte.

Fue finalmente anulada en 1933, cuando, en una de sus primeras medidas, el nuevo presidente Franklin D. Roosevelt legalizó la cerveza, provocando la aclamación de muchedumbres frente a la Casa Blanca.

Productividad versus borrachera

Las raíces de la ley seca en EE.UU. se pueden rastrear a la religión, teñida tal vez con un poco de esnobismo clasista.

Pero la verdadera preocupación de los economistas era la productividad.

¿No serían las naciones sobrias mucho más competentes que aquellas con una fuerza laboral borracha?

El primer cargamento de cerveza "legal" llega a la Casa Blanca, después del fin de la prohibición en abril de 1933.
Image caption El primer cargamento de cerveza «legal» llega a la Casa Blanca, después del fin de la prohibición en abril de 1933.

Para confirmar la teoría, parece ser que Fisher se tomó algunas libertades con las cifras. Sostuvo, por ejemplo, que la prohibición representaba US$6.000 millones para la economía estadounidense.

El problema es que la cifra no surgió de un cuidadoso análisis.

Fisher empezó con los reportes de unos cuantos individuos a los que un trago fuerte con el estómago vacío los hacía 2% menos eficientes.

Luego supuso que los trabajadores habitualmente ingerían cinco tragos fuertes antes de iniciar labores, así que multiplicó ese dos por cinco y concluyó que el consumo de alcohol rebanaba 10% de la producción.

Cifras dudosas, por decir lo menos.

Tal vez los economistas no hubieran quedado tan sorprendidos por el fracaso de la ley de prohibición si hubieran podido saltar medio siglo hacia el futuro para conocer las perspectivas del Nobel de economía Gary Becker sobre «crimen racional».

Crimen y demanda

Becker observó que volver algo ilegal simplemente añadía otro costo que la gente racional sopesaría con otros costos y beneficios, en este caso, la multa por violar la ley modulada por la probabilidad de ser encontrado con las manos en la masa.

Ilustración de dos profesionales estadounidenses bebiendo en una casa suburbana, cerca de 1945
Image caption¿Es verdad que un trago al día puede reducir la productividad?

Hablaba en serio: la primera vez que lo conocí, estacionó su auto de una manera que podría ser multado. «No creo que se fijen mucho», me dijo, reconociendo con una sonrisa que había cometido un crimen racional.

«Los criminales racionales», dijo Becker, «proveerán bienes al precio que se ajuste».

Si los consumidores pagan ese precio depende de lo que los economistas llaman elasticidad de la demanda.

Imaginémonos, por ejemplo, que el gobierno prohíba el brócoli. ¿Se pondrían unos «contrabandistas» a cultivar brócoli en jardines escondidos para venderlo en callejones oscuros a un precio inflado?

Es poco probable, porque la demanda de brócoli es elástica: si su precio sube, la mayoría de nosotros compraría coliflor o repollo a cambio.

Pero resulta ser que con el alcohol, la demanda es inelástica: así suba el precio, muchos todavía lo pagarían.

El presidente de EE.UU., George Bush, coloca la Medalla Presidencial de Libertad al premio Nobel de economía de 1992, Gary Becker
Image captionGary Becker recibió la Medalla Presidencial de Libertad de EE.UU. en 2008 por su trabajo en teorías económicas.

La prohibición fue una bonanza para criminales racionales como Al Capone, que defendió su contrabando en términos empresariales.

«Le doy al público lo que el público pide», declaró. «Nunca he tenido que enviar vendedores agresivos. Nunca hubiera podido dar abasto».

Los mercados negros también cambian los incentivos de otras maneras.

Tus competidores no te pueden llevar a juicio, así que, ¿por qué no utilizar cualquier medio necesario para establecer un monopolio local?

La teoría mayormente aceptada de que la violencia delincuencial subió súbitamente después del establecimiento de la ley seca ayudó a su derogación.

Cada cargamento de artículos ilegales conlleva algún tipo de riesgo, así que,¿por qué no volverte más eficiente haciendo tu producto más potente?

Durante la prohibición, el consumo de cerveza cayó frente al de bebidas espirituosas. Cuando se derogó la ley, esa tendencia se revirtió.

Al Capone
Image captionAl Capone no fue condenado por contrabando, sino por evasión fiscal en 1931.

Y, ¿por qué no cortar costos reduciendo la calidad? Si estás destilando ilegalmente un aguardiente casero, no tienes que incluir tus ingredientes en la etiqueta.

Prohibiciones

Estados Unidos no fue el único país en ensayar con una ley seca. Otros incluyeron Islandia, Finlandia y las islas Feroe. Hoy en día las naciones que imponen una veda estricta al alcohol tienden a ser islámicas.

Otras tienen restricciones parciales. En Filipinas y algunas partes de América Latina, por ejemplo, no hay venta de alcohol durante elecciones, tampoco en Tailandia durante festivos budistas, con la excepción de la zona franca de los aeropuertos.

En EE.UU. todavía hay condados «secos» y las llamadas «leyes azules» que prohíben su venta los domingos.

Esas leyes inspiraron al economista Bruce Yandle a acuñar un término que se ha vuelto común en una rama de la economía llamada teoría de la elección pública: «contrabandistas y bautistas (de la denominación religiosa)».

La idea es que las regulaciones frecuentemente están apoyadas por una sorpresiva alianza entre moralistas magnánimos y cínicos con ánimo de lucro.

Pensemos en las prohibiciones contra la marihuana. ¿Quién las apoya?

De acuerdo a la teoría de Yandel, los «bautistas» son los que creen que la marihuana es mala.

En cambio, los «contrabandistas» son los criminales racionales que se lucran de las drogas ilícitas, tal como cualquier otro que tenga un interés económico en las leyes antidrogas, como los burócratas que reciben sueldo para hacer cumplir las leyes.

Planta de marihuana
Image captionEl consumo de marihuana se ha despenalizado en muchos lugares.

En años recientes, esa alianza se ha debilitado: la marihuana ha sido legalizada o despenalizada desde California hasta Canadá, de Austria a Uruguay.

Acalorados debates continúan en otros países. Si se va a imponer un costo a los productores de marihuana, ¿debería hacerse aplicando leyes contra la venta de marihuana o haciéndola legal y gravarla con un impuesto?

En Reino Unido, el Instituto de Asuntos Económicos, un centro que estudia el libre mercado, ha analizado las cifras sobre la demanda elástica de la marihuana.

Calcula que un impuesto de 30% erradicaría casi por completo el mercado negro, recaudaría casi US$1.000 millones para el gobierno y llevaría al consumo de drogas más seguras, de la misma manera que la derogación de la ley seca condujo a la producción de bebidas alcohólicas más seguras.

En la actualidad no es difícil encontrar economistas que se opongan a la prohibición de la marihuana: por lo menos cinco premios Nobel han hecho un llamado para poner fin a la «guerra contra las drogas», instando en su lugar a «políticas basadas en evidencia y sustentadas por rigurosos análisis económicos».

Naturalmente, esa evidencia se centra en la productividad. Algunos estudios concluyen que la marihuana afecta las funciones; otros no encuentran efecto alguno.

Un caso atípico y un poco improbable encontró que fumarse un «porro» proporcionaba un impulso a corto plazo a la producción horaria de trabajadores.

Uno se pregunta qué reacción tendría Irving Fisher a eso.

Las dos grandes crisis económicas de entreguerras: hiperinflación alemana y crac del 29.

Autor: Jesús de Blas Ortega.

Fuente: Descubrir la Historia, 18/03/2019.

Durante el período de entreguerras se produjeron dos grandes crisis económicas cuyas consecuencias fueron dramáticas, tanto desde un punto de vista social, como político: la hiperinflación alemana, que se extendió durante los años 1922 y 1923, y el crac bursátil de 1929, que daría paso a la Gran Depresión de los años 30.

La hiperinflación alemana coincidió en el tiempo con la ocupación militar franco-belga de la cuenca del Ruhr, una de las zonas más industrializadas del continente europeo, y estuvo a punto de llevar a Alemania y a Europa a una situación crítica. Alemania fue el escenario de una escalada de acontecimientos revolucionarios que alcanzaron su apogeo en 1923 (gobiernos revolucionarios de Sajonia y Turingia) y también de la primera intentona golpista contrarrevolucionaria de las fuerzas de la extrema derecha (Hitler y Ludendorff en Munich). Los cambios políticos que se produjeron en Francia y en Reino Unido tras las elecciones de 1924, favorables al centroizquierda, así como el apoyo financiero diseñado por el norteamericano Charles Dawes, permitieron una estabilización temporal de la situación económica, social y política europea. Pero el estallido del crac bursátil en Nueva York en octubre de 1929 iba a dar paso a una década dominada por la Gran Depresión económica mundial, caldo de cultivo de una conflictividad social creciente que iba a dar paso a una radicalización política, tanto a izquierda, como a derecha. El desarrollo del fascismo y del nazismo en Europa, con su componente militarista y expansionista, iba a contribuir a precipitar el estallido de la II Guerra Mundial.

La Primera Guerra Mundial había sido la consecuencia de la rivalidad interimperialista por repartirse los mercados con el objetivo de las principales potencias de llegar a dominar la economía mundial. La devastación que se había conocido en Europa permitió a EE.UU. alcanzar un lugar preeminente como potencia hegemónica, tanto en el plano económico, como en el militar, o en el político. Pero las bases económicas y políticas sobre las que sustentaba la estabilidad europea y mundial eran muy débiles. Así, cuando se produjo el estallido de la burbuja bursátil en Nueva York, todo el edificio que se había ido construyendo con grandes dificultades durante la posguerra (Conferencia de París, Sociedad de Naciones, Conferencia de Génova, Plan Dawes, Plan Young, etc.), se vino abajo.

Vamos a analizar en este artículo estas dos grandes crisis de entreguerras, partiendo de la situación en que se encontraba el mundo tras la finalización de la Gran Guerra, con sus profundos desequilibrios económicos, monetarios y financieros.

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La tragedia de la gripe española.

WELLCOME LIBRARY Image caption La gripe española mató a cerca de 100 millones de personas en todo el mundo en 1918-1919.

Un archivo extraordinario de cartas escritas por sobrevivientes de la pandemia de gripe española, que muestra cómo el miedo y el caos se adueñaron del Reino Unido en 1918-1919, está ayudando a entender cómo era vivir a la sombra de una enfermedad mortal.

Hannah Mawdsley, quien está investigando los documentos en el Museo Imperial de la Guerra, en Londres, describe las cartas como una «valiosa ventana a la experiencia humana de la pandemia» que mató a más de 250.000 personas en Gran Bretaña y de 50 a 100 millones en todo el mundo.

Legada al museo por el historiador y periodista Richard Collier, la colección se armó en la década de 1970 y está compuesta por cerca de 1.700 relatos de quienes presenciaron la pandemia de primera mano.

Uno de ellos recoge los recuerdos de una niña de nueve años de Coventry, cuya madre de 35 años y su hermana de 7 murieron con dos días de diferencia. La mujer le escribió a Collier en la década de 1970 sobre el impacto de la enfermedad.

«Fue muy impactante tener un doble funeral el 11 de noviembre de 1918, que fue el mismo día en que terminó la Primera Guerra Mundial«, escribió.

Pacientes contagiados por la gripe española
Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES Image caption Millones de personas de todo el mundo se contagiaron de gripe española.

«Puedo recordar muy bien cuando el cortejo se dirigía a la iglesia. Por todos lados sonaban las campanas, las sirenas y todos los sonidos de la celebración pero cuán silenciosa se quedaba la gente cuando se daba cuenta de nuestro funeral», se lee en la carta.

«Realmente fue un momento terrible, no sabíamos quién de nosotros sería el próximo en morir«.

Después de la guerra

En lo que fue un cruel giro del destino, la gripe española llegó a las costas británicas justo cuando los soldados regresaban a casa de los horrores de la guerra.

«Hay historias terribles de soldados que han sobrevivido a la guerra… están en el barco de regreso a casa y reciben una carta que les informa que su esposa murió», cuenta Mawdsley, investigadora de doctorado en la Universidad Queen Mary de Londres.

«Había toda esta celebración, alegría y alivio al final de la guerra que colisiona con la muerte y el dolor».

Celebraciones por el Día del Armisticio en Londres en 1918.
Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES Image caption. La alegría por el final de la Primera Guerra Mundial chocó con el dolor que provocó la pandemia, que dejó más víctimas a nivel mundial que el conflicto bélico.

El joven hijo de un ministro bautista en Leicester contó cómo su padre dormía en la capilla del cementerio mientras dirigía funerales desde el amanecer hasta el anochecer.

Quería evitar llevar el virus a la casa que compartía con su esposa y sus ocho hijos, todos los cuales sobrevivieron. Ellos fueron los afortunados: Leicester fue particularmente golpeado, con más muertes que nacimientos en 1918.

Aproximadamente una de cada cuatro muertes en la ciudad ese año se atribuyó a la influenza.

«Los cortejos fúnebres iban uno atrás de otro por la ciudad», le escribió el hombre a Collier el 19 de mayo de 1973.

«A menudo había más de un ataúd en una carroza fúnebre. Las tumbas se usaban para enterrar a más de una persona, especialmente cuando más de un miembro de la familia eran víctimas al mismo tiempo», relató.

Un extracto de las cartas
Image caption. Las cartas que relatan el horror vivido fueron recopilados por el historiador y periodista Richard Collier en la década de 1970.

Las cartas también describen los síntomas «espectaculares» de la gripe española, señala Mawdsley.

«Algunas víctimas sufrieron algo llamado cianosis heliotropo, que era un color azul que comenzaba en las yemas de los dedos, las puntas de las orejas y la nariz y los labios, pero se podía volver completamente negro», dice.

«A medida que progresaba, era cada vez más probable que murieras. Inmediatamente después de la muerte el cadáver se ponía completamente negro, lo que debe haber sido muy traumático para los seres queridos».

«Olor a muerte»

Las implacables procesiones de cadáveres por las calles eran un espectáculo que un hombre de Stepney, en el este de Londres, nunca podrá olvidar.

«Las funerarias no podían hacer los ataúdes lo suficientemente rápido y mucho menos pulirlos», escribió el 16 de mayo de 1973. «Los cuerpos cambiaban de color tan rápido después de la muerte que tuvieron que atornillarlos mientras esperaban el entierro».

«Los sepultureros trabajaban desde el amanecer hasta el atardecer, los siete días de la semana, para sobrellevarlo. El olor de esas muertes era indescriptible».

Bosque
Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES Image caption. Los soldados británicos en Dorset se quitaban la vida en un bosque debido a la influenza, señaló una de las cartas.

La gripe española también le provocó a algunas personas una psicosis que podía llevar a asesinatos y suicidios. Los informes periodísticos detallan algunas de estas muertes, que los tribunales atribuyeron al «delirio durante la influenza».

Un hombre que estaba en la Fuerza Aérea Real en Blandford Camp en Dorset escribió: «Un bosque pequeño cerca del campamento se apodó ‘el bosque de los suicidios’ debido a la cantidad de hombres que tenían gripe y se suicidaban allí».

«La gripe parecía dejar a las personas con la mente perturbada», relató.

Un panadero de Norfolk golpeó a su esposa y dos hijos hasta la muerte antes de ahorcarse, según informó el Hartlepool Northern Daily Mail el 6 de noviembre de 1918.

«Sitch fue atacado por la enfermedad la semana pasada y se obligó a toda la familia a permanecer en sus camas», relató el periódico.

«Ayer por la mañana un vecino descubrió el cadáver de Sitch colgando de una soga en el dormitorio y luego encontraron a su esposa e hijos muertos a golpes en otra habitación».

El artículo sobre la tragedia de los Shaw en el Aberdeen Evening Express.
Derechos de autor de la imagen ABERDEEN EVENING EXPRESS Image caption El artículo sobre la tragedia de los Shaw en el Aberdeen Evening Express.

Un tal James Sydney Shaw, de 33 años, cortó la tráquea de su hija Edith de dos años, según el Aberdeen Evening Express del 26 de noviembre de 1918.

«Los hechos fueron muy tristes porque el acusado quería mucho a su hija», reportó el diario.

«En la noche del 18 de octubre una vecina escuchó a la señora Shaw gritar: ‘¡Vengan rápido! ¡Mi marido se ha vuelto loco!‘ y ella encontró [al acusado] tendido en el piso con una herida en la garganta», se lee en el reporte.

«La pequeña Lucy… estaba sentada en la cama llena de sangre. Leonard también lloraba y la pobre Edith estaba tumbada en la cama con el cuello cortado».

Cuando fue examinado por un médico Shaw «no parecía saber nada sobre la tragedia». Fue declarado loco por «delirio durante la influenza«.

Números extraordinarios

Una cuarta parte de la población británica cayó enferma con la gripe española en algún momento durante la pandemia, y alrededor de 228.000 personas murieron, según la Biblioteca Wellcome.

Como contraste, la cantidad de muertes por influenza en Inglaterra y Gales en 2016 fue de 430.

En lugares como Leicester, Coventry Felixstowe y Malmesbury, alrededor del 25% de las muertes en 1918 se atribuyeron a la influenza.

En esa época no se sabía mucho sobre los virus y los médicos no sabían cómo tratar a las personas.

«Las ‘curas’ variaron desde el alcanfor estándar y la quinina hasta el alcohol; el whisky en particular fue considerado como el mejor remedio», explicó Mawdsley.

«Pero se usaron algunos productos más extremos como la creosota y la estricnina. Básicamente las personas estaban tan desesperadas que intentaban cualquier cosa«.

Un anuncio en el Northern Whig de Belfast aseguraba que el famoso caldo Oxo era muy efectivo «como medida de protección».

Publicidad de Oxo promocionando el caldo para protegerse contra la gripe.
Derechos de autor de la imagen BELFAST: NORTHERN WHIG Image caption La gente estaba desesperada por encontrar una cura e incluso un famoso caldo se promocionó como un protector contra la gripe.

«La enfermería fue una de las únicas cosas que realmente ayudó y hubo una gran convocatoria para enfermeras voluntarias en ese momento, ya que muchas habían sido enviadas al frente occidental», dice Mawdsley.

«Obviamente, las personas que aceptaban estaban más expuestas al virus y hay informes sobre enfermeras que sucumbieron a la gripe después de haberse ofrecido a ayudar».

Hoy en día los más vulnerables a la gripe son los más pequeños y los ancianos. Pero la gripe española demostró ser desproporcionadamente fatal para aquellos con 20, 30 y 40 años.

«El pico, sorprendentemente, era el rango de edad exacto de los hombres que sirvieron en la guerra y las enfermeras que trabajaron en el frente occidental», cuenta Mawdsley.

En familia

Un año después de su investigación, la historiadora descubrió que su tatara-tatara-abuela, Elizabeth Ann Mawdsley, de 57 años, murió de gripe el 14 de diciembre de 1918.

«Ella era una dama de aspecto formidable, bastante fornida y decidida», afirma.

Su antepasado era la esposa de un barquero del canal de Lancashire y su certificado de defunción declaró que murió de gripe y neumonía.

Elizabeth Ann Mawdsley
Derechos de autor de la imagen HANNAH MAWDSLEY Image caption Investigando sobre la pandemia, Mawdsley descubrió que un antepasado suyo, Elizabeth Anne, falleció a causa de la enfermedad.

«La tasa de mortalidad promedio de la gripe española fue de entre 2% y 5% en todo el mundo», dijo.

«Son muchas las personas cuyas familias fueron afectadas y sobrevivieron para contarlo».

«Mucha gente, como yo, debe tener vínculos personales aún no descubiertos con esta catástrofe global, que quizás puedan descubrir a través de diarios y cartas».

La gripe española no ha generado la misma cultura conmemorativa que la Primera y Segunda Guerra Mundial y, en consecuencia, Inglaterra no tiene monumentos conmemorativos específicos para las víctimas de la pandemia.

En el Reino Unido el período más mortal de la gripe española fue entre octubre y diciembre de 1918 y se pueden encontrar grupos de tumbas de ese período en los cementerios de todo el país.

«Para mí estos sepulcros sirven como una especie de memorial no oficial para aquellos que murieron, e ilustran con qué velocidad nos golpeó la enfermedad y nos ayudan a comprender cuán aterrador debe haber sido«, señala Mawdsley.

«Estas cartas dan un paso más y son uno de los únicos recursos de memoria física de lo que fue la realidad de la gripe española».

Informes adicionales de Faye Hatcher.

Crack de 1929: causas, desarrollo y consecuencias.

Artículo sobre el crack de 1929.

Autor: Enrique López Fdez de Lascoiti, Universidad Autónoma de Madrid.

Fuente: Revista Internacional del Mundo Económico y del Derecho. Volumen I (2009) Págs. de 1 – 16.

Resumen: El crack del 29, fue una la mayor crisis jamás conocida que estalló el 24 de octubre de 1929. En esta fecha la bolsa de valores de Wall Street sufrió una caída en sus precios. Esto provocó la ruina de muchos inversores, tanto grandes hombre de negocios como pequeños accionistas, el cierre de empresas y bancos. Esto conllevó al paro a millones de ciudadanos. Pero el problema no solo quedó en Nueva York, esto se trasladó a casi todos los países del mundo como un efecto dominó. Afectó tanto a países desarrollados como a los que estaban en vías de desarrollo. Europa se estaba recuperando de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, entonces su situación empeoro. Lo que comenzó como un simple descenso de las cotizaciones en la bolsa de Nueva York, en el otoño de 1929, se convirtió, en poco tiempo, en la mayor crisis de la historia del capitalismo.

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