De los centros libertarios al exilio: la movilización política de las mujeres de Teruel en la República y la Guerra Civil

Escuela Racionalista del Ateneo Libertario de Mas de las Matas (Teruel). 1933 Archivo del Grupo de Estudios Masinos

Autora: Candela Canales

Fuente: eldiario.es 23/10/2020

  • En las juventudes libertarias se consiguió una cierta igualdad, llegando incluso a estar alguna dirigida por una mujer. En las colectividades durante la Guerra Civil, las mujeres trabajaban «sin dueño y sin amo» pero los dirigentes eran «todos varones”
  • Serafín Aldecoa recoge las historias y modos de vida de las mujeres turolenses desde 1930 hasta el final de la Guerra Civil

Palmira Pla salía de su casa para ir al centro socialista de la plaza del pueblo a principios de la década de 1930. Pero ese camino no lo hacía sola, para ir y volver al centro de forma segura, la acompañaba su amigo Feliciano Garcés «porque ella sola no llegaba a atreverse a ir a un centro socialista, si un chico la acompañaba y la llevaba y la traía, haciendo de alguna forma de portador, ella iba al centro y participaba en él, hasta se afilió a UGT y al Partido Socialista», explica el historiador Serafín Aldecoa.

Pla se hizo maestra en Teruel. Al poco de finalizar las clases de su primer curso, salió de casa un 18 de julio de 1936 con el objetivo de tomar una limonada y montar en los coches-chocantes. Tal y como recoge Víctor Juan, el director del Museo Pedagógico de Aragón, «un guardia civil amigo de su padre le advirtió que la estaban buscando, y que debía irse de la ciudad. Tenía 22 años y se sorprendió tanto como todos los que durante esos días fueron perseguidos, detenidos y asesinados. Cargada de dudas, se dirigió a la estación y subió a un vagón de un tren de mercancías que la llevó a Sagunto».

Este es uno de los ejemplos que recoge Serafín Aldecoa en sus estudios sobre las mujeres turolenses en la República y la Guerra Civil. Iba a formar parte de una charla programada para el martes 27 enmarcada en el ciclo de conferencias ‘Inesperadas. Cultura en Igualdad’ que finalmente no se podrá hacer debido a las restricciones sanitarias en Teruel.

Aldecoa repasa los modos de vida de las mujeres desde 1931 hasta el final de la Guerra Civil. Palmira Pla formaba parte de uno de los más de 40 centros instructivos republicanos que existían en el Jiloca y alrededor de la ciudad de Teruel. En estos locales se realizaban todo tipo de actividades, desde teatro a ciclos de lectura y charlas, actividades que hicieron que muchas mujeres salieran del entorno familiar.

Actas del pleno regional de las juventudes libertarias

En el Bajo Aragón estos centros tienen su auge entre 1931 y 1932, cuando aparecen también las juventudes libertarias, que eran mixtas y que realizaban giras entre los pueblos. «Una de las particularidades de estos centros instructivos es que se podía leer prensa, prensa ideologizada claro. Es un elemento interesante ya que las mujeres que no saben leer lo que hacen aquí es aprender a leer», explica Aldecoa.

Es en 1933 y 1934 cuando adquieren más relevancia las juventudes libertarias, «son estas jóvenes las que acuden a estos centros, en algunos centros libertarios la presidenta es una mujer, por ejemplo, en el de Mirambel hay 11 chicas y 16 chicos, ya participan por igual en estos centros libertarios».

Movilización de las mujeres «de derechas»

Sin embargo, no solo las mujeres republicanas se unían. Existe también una «gran movilización de las mujeres de derechas, las no republicanas», se crean asociaciones de acción popular, que luego serán la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y recorren los pueblos repartiendo propaganda y publicidad.

María Rosa Urraca Pastor fue la única candidata mujer a las elecciones de Teruel en los tres procesos electorales que tuvieron lugar durante la Segunda República. Carlista, en 1936 «fue elegida candidata única por los tradicionalistas de Teruel, iniciando un intenso periplo por los pueblos de la provincia para lograr el voto. Sin embargo, nuevamente, no logró obtener el ansiado escaño, por lo que Fal Conde le encomendó directamente la organización del Socorro Blanco. Ella manifestó que si bien habían perdido un acta habían ganado una provincia», lo explica Antonio Manuel Moral Roncal en su estudio sobre la figura de Urraca Pastor.

El papel de la mujer durante el conflicto

Con la sublevación militar y el inicio de la Guerra Civil, las cosas cambian. Más de 40 mujeres son fusiladas entre Cella y Villarquemado y muchas son reprimidas, en muchos casos por sustitución, es decir, por ser familiar de un hombre significado políticamente o perseguido.

En la zona franquista, las mujeres se dedicaban los cuidados y la atención a heridos o hambrientos, «son mujeres sometidas bajo la autoridad falangista que realizan las tareas que se consideraban propias de su condición y sexo. Pierden esa autonomía de la que gozaban en la república», explica Aldecoa.

Sin embargo, la situación no era muy diferente en el lado republicano. Las mujeres apenas se incorporan a las columnas militares y, a partir de la entrada de Largo Caballero como ministro del ejército, se retiran, «el propio Largo Caballero decía que el frente no es lugar para las mujeres, que trasmitían enfermedades asociadas a la prostitución y las retira del frente para que realicen tareas accesorias más propias del rol que se esperaba de ellas».

Junta femenina de la Agrupación Socialista de Torrevelilla (Teruel). 1937 Fundación Pablo Iglesias

Fueron las mujeres las que mantuvieron las colectividades, que se montaron en todas las zonas republicanas, y donde cultivaban y criaban ganado. En Aragón las primeras colectividades surgen en el mes de agosto de 1936; los agentes o promotores de la colectivización fueron muy diversos, generalmente los sindicatos y las fuerzas políticas locales. Tal y como recoge la Gran Enciclopedia Aragonesa, «el proceso colectivizador no se hubiera podido desarrollar sin que el voluntarismo ideológico no se hubiera encontrado con unas condiciones favorables provocadas por la situación de guerra». La misma fuente indica la existencia de 280 colectividades, con 141.794 afiliados: Huesca, con 137 localidades y 85.522 personas; Teruel, 116 y 48.618; Zaragoza, 24 y 7.524.

Las colectividades son oficialmente disueltas entre agosto y septiembre de 1937, «en el marco del giro político y militar del gobierno del Frente Popular. Esta disolución se ve reforzada por la presencia de las tropas de Líster en la región. En la práctica, muchas localidades seguirán colectivizadas en mayor o menor grado hasta la caída del frente y el final de la guerra, aunque muchos pequeños y medianos campesinos retornan a la propiedad y explotación individual de sus tierras». 

Sin embargo, Aldecoa rescata las declaraciones de una mujer casada con un anarquista en las que lamentaba que el mando seguía estando en manos de los hombres «ya no tenemos dueño, ni amo, cultivamos la tierra y no tenemos nadie que nos explote, hemos conseguido la libertad, pero el comité dirigente de la colectividad son todos varones». 

Las crisis que trajeron el auge de los fascismos: lecciones del siglo XX para un presente pandémico

Wall Street el 24 octubre 1929, cuando quebró la bolsa, una de las imágenes que ilustran el libro del CELAN.

Autor: Diego Saz

Fuente: eldiario.es 24/04/2020

‘1919, 1929, 1939: Crisis de la democracia’ narra una historia que se repite. Las crisis que genera el periodo de entreguerras y el resurgir de nacionalismos, populismos y fascismos que tradicionalmente han acabado por derrocar libertades ciudadanas. Se trata de una publicación surgida a raíz de las jornadas que el Centro de Estudios Locales de Andorra (CELAN) organizó el pasado 2019, coincidiendo con su 20º Aniversario y con el Centenario del Tratado de Versalles.

Explica el coordinador de la publicación y presidente del CELAN, Javier Alquézar, que ‘1919, 1929, 1939: Crisis de la democracia’ es una obra para reflexionar sobre el momento que atraviesa el país y para despertar la atención en el crecimiento de determinadas ideologías nacionalpopulistas que aparecen después de las crisis y «tienen un resultado fatal». «No se trata de comparar, pero hay reacciones suficientes para poder pensar que la historia nos enseña cómo funcionan las cosas», señala.

La publicación del centro de estudios andorrano sigue la misma estela de las jornadas en las que está basada y se divide en tres grandes bloques analizados por un autor diferente. El propio Alquézar abre la primera parte con ‘De mal en peor. Las relaciones internacionales en el periodo de entreguerras’, donde dibuja el mapa de Europa después de la Primera Guerra Mundial, con la conciencia del desastre que supuso el conflicto, la pérdida de confianza en el mundo de progreso y sus instituciones liberales y el intento de trazar la paz y un nuevo orden internacional con el Tratado de Versalles y la posterior Sociedad de Naciones.

Se trataba entonces de desestimar la guerra como forma de dirimir las diferencias y generar un espíritu de concordia. Sin embargo, tal y como relata el autor, el crac del 29, acompañado de una crisis económica, demográfica y de moral, así como del desequilibrio de Europa, el miedo al comunismo y la confrontación de clases sociales, impulsaron una tendencia hacia el autoritarismo, con nacionalismos y extremismos. La inacción de la Sociedad de Naciones y el desplanteamiento de las normas internacionales, además, aplanaron el camino hacia la Segunda Guerra Mundial.

El crac del 29: el mercado no se autorregula

La segunda parte de la publicación ahonda precisamente en el crecimiento de las ideologías nacionalpopulistas. ‘El catastrófico periodo de entreguerras: crisis económica y polarización política’, a cargo de Luis Germán Zubero, narra la etapa «más complicada» que ha vivido el mundo durante el siglo XX, con «los mayores progresos de la humanidad desde el punto de vista tecnológicos y de las mayores tragedias». El autor explica cómo Europa perdió protagonismo tras la Primera Guerra Mundial, en favor de Estados Unidos, que salió reforzado tras el hundimiento de Alemania.

Rusia continuaba con una economía alternativa al capitalismo, Japón tomaba protagonismo frente a China en oriente y en occidente, las condiciones del Tratado de Versalles, que apostaban por que los países vencidos pagaran en líquido sus deudas a los vencedores, la inflación y la falta de regulación del mercado por el sistema liberal, preveían una crisis financiera que hundiría la economía desde dentro. Ante la Gran Depresión, Estados Unidos repatrió sus capitales e impuso aranceles a productos extranjeros y Europa cerró fronteras, estableció el proteccionismo e impulsó pequeñas áreas comerciales.

Cada país apostó por adoptar medidas diferentes, pero la enorme sombra de la crisis dejaba paso libre a los «salvadores de la patria». Comienza aquí el tercer bloque de la publicación, ‘1939, año de los fascismos’, en el que Gustavo Alares analiza el auge fascista como «fenómeno transnacional», que sedujo a «millares de almas». El autor explica los elementos característicos del fascismo, como la capacidad de transmitir certezas y soluciones identitarias emocionales y simples frente a los miedos e inseguridades o el ultranacionalismo que encuentra los enemigos en el exterior o en el interior y la idea de una nación, lengua, raza y tradiciones frente a esos rivales.

También el estado totalitario se acompañaba del racismo y antisemitismo, basado en prejuicios y falsedades, la virilidad violenta del hombre en un modelo patriarcal de sociedad y familia, el culto a la personalidad del líder, la religión política y el uso de la propaganda como emoción colectiva, manipulando la realidad con el objetivo de legitimar el poder y seducir a las masas, tal y como precisa Alares. «Los fascismos se plantearon como garantes de la seguridad, la identidad y la pertenencia», añade el autor.

Alares finalizó su charla en las Jornadas del CELAN con el caso de España y también así lo hace en la publicación, donde ilustra cómo la República española fue «la gran damnificada» al recibir los sublevados el apoyo nazi y fascista italiano. Se consiguió instaurar tras la Guerra Civil una «dictadura fascistizada», compuesta por falangistas con capacidad militarizadora y conexiones internacionales, carlistas y nacional-católicos, «la derecha conservadora que abandonó la democracia».

Paralelismos con la realidad

La publicación del Centro de Estudios Locales de Andorra ha visto la luz, sin quererlo, en una crisis sanitaria y económica que también ha demostrado la ineficacia del modelo. «Hay que pensar si el modelo económico y social actual sirve, si el neoliberalismo sirve y si cuando volvamos a la realidad hay que volver a las andadas, ignorando cómo está la naturaleza», indica el presidente de la entidad, Javier Alquézar.

Alquézar reconoce que no estamos ante una situación como las que se vivieron en el siglo XX, pero asegura que es el momento de analizar el planteamiento futuro. En este sentido, cuestiona la deslocalización de las empresas y la «dependencia absoluta» de España con el exterior. Critica además la posición de la oposición frente a la crisis actual que insiste en que «no es banal». «No quieren simplemente desgastar el gobierno, sino resistirse a que luego haya unos replanteamientos en el modelo de la política económica y social».

El CELAN es un centro que se dedica desde hace 20 años a la investigación y la organización de actividades culturales. Ofrece publicaciones didácticas sobre historia local, así como nacional e internacional que permiten conocer el contexto de cada situación. La entidad está vinculada con el Instituto de Estudios Turolenses (IET) y con el Instituto de Bachillerato, donde varios de los componentes del centro fueron profesores.

A propósito de los soldados de Franco: represión, disciplina, vigilancia y silencio

Autora: Patricia Martínez Fernández

Fuente: Nueva Tribuna 13/07/2020

¿Quién formaba el ejército sublevado? Hasta hace unos años, nadie en el mundo historiográfico y social se preguntaba esto. Se daba por hecho que se trataba de militaristas y contrarrevolucionarios procedentes de partidos de la derecha reaccionaria y causantes de la represión. La misma impresión tenía la ciudadanía, en la que se daba por sentado que el ejército era fascista y se repetía el mantra de “a mi abuelo (o padre) le tocó ir porque vivía aquí”. Se tenía una vaga idea de quiénes eran, pero se desconocía su historia. La investigación previa de Soldados de Franco. Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar (Siglo XXI, España), de Francisco J. Leira, se centra en responder a esa pregunta, sin sospechar que la respuesta era muy compleja.


Retrocedamos en el tiempo. A partir del 8 de agosto de 1936, se envió a miles de jóvenes al frente para luchar en una guerra civil que no habían provocado y que no entendían ni deseaban, una confrontación armada que rompía esquemas de vida y planes de futuro. La movilización se desarrolló como consecuencia del fracasado golpe de Estado de julio de 1936, que encabezó una parte de la jerarquía militar. La movilización forzosa se inició por la necesidad de incrementar la tropa para combatir en una lucha de duración desconocida cuyo objetivo era controlar a la sociedad en retaguardia. El reclutamiento se extendió desde el 8 de agosto de 1936 hasta el 9 de enero de 1939 e incluyó a todos los varones nacidos entre el año 1907 y el año 1920.

La recluta forzosa y el terror formaron parte de un solo cuerpo que sirvió para nutrir de hombres al ejército, evitando las huidas y teniendo fiscalizada la retaguardia, en clara conexión entre represión y necesidades bélicas

Es destacable la maquinaria represiva que desarrollaron los golpistas, tanto a través de los juicios sumarísimos que se pusieron en marcha tanto por la declaración del estado de guerra como por las milicias civiles formadas al calor del golpe, controlado todo ello siempre por el ejército insurgente. La meta era romper los lazos de solidaridad de una sociedad civil compleja. La recluta forzosa y el terror formaron parte de un solo cuerpo que sirvió para nutrir de hombres al ejército, evitando, en la medida de lo posible, las huidas, y tener fiscalizada la retaguardia, clara conexión entre represión y necesidades bélicas. Todas las familias se vieron relacionadas con los nuevos poderes, por motivos como la movilización forzosa, la muerte, el encausamiento, o el ser testigo o delator. Este fenómeno vino acompañado por una movilización civil que se organizó en torno a milicias, que resultó insuficiente para que triunfase el golpe, pero relevante en términos numéricos, y que ayudó a recrudecer la presión social y la represión. La idea del escenario de violencia es crucial, pues revela que la aparente –solo en la retórica insurgente– recluta masiva y entusiasta fue en realidad un mecanismo de supervivencia de todo tipo de individuos.

El bagaje sociopolítico y cultural llevado a cabo desde finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX no es en absoluto desdeñable. Se había formado una sociedad civil compleja que había traído consigo espacios de socialización donde los individuos se manifestaban y desarrollaban formas críticas de entender la realidad en que vivían, no exclusivamente de corte político, sino también social, íntimo y familiar. El golpe de Estado quebró inmisericordemente esos cimientos. Afectó especialmente a los jóvenes sujetos a movilización ante el encuadramiento militar que estaban desarrollando las fuerzas golpistas, con excepción de las quintas de menor edad. Esto se comprobó con la resistencia activa al golpe (des)organizada por organizaciones políticas del espectro de la izquierda, pero también con la oposición al reclutamiento militar que, a menudo de forma individual, realizaron muchas personas.

La respuesta fue diversa. Es prácticamente imposible cuantificar y encuadrar los comportamientos sociales adoptados por la ciudadanía ante el reclutamiento. Basta asomarse a las páginas de Soldados de Franco (Siglo XXI España) para que quede claro que el perfil de los combatientes del ejército sublevado fue mucho más complejo que el elaborado por las simplificaciones discursivas del pasado y que, tristemente, aún predominan en el presente y nos imposibilitan ser objetivos y aprender de ello como correspondería a una sociedad adulta.

Por lo tanto, ese ejército diverso obligó a los mandos golpistas a establecer una maquinaria de vigilancia y castigo que se fue perfeccionando a medida que avanzaba la contienda.En el frente de guerra se impusieron la integración, la disciplina, la vigilancia y el castigo. A partir de la formación del primer Gobierno franquista se desarrollaron las medidas más eficientes y crueles para el control de los combatientes. Estas manifestaban un doble deseo: asegurar la victoria militar y la implantación, a través de la fuerza, del nuevo régimen. El papel de estas reglas coercitivas fue fundamental para la represión sociopolítica desarrollada en la posguerra. A todo ello contribuyó sobremanera el Servicio de Información, que generó informes de todos los territorios que conquistaban y de los soldados que se integraban en sus filas, un trabajo coordinado por el SIMP, con la ayuda de la Guardia Civil, de los gobernadores provinciales y de todos los civiles y militares que esperasen obtener réditos sociopolíticos del nuevo contexto.

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Abundando en ello, hay que señalar que se hacía partícipe del sistema punitivo a todos los miembros del ejército. Cuando se abría un juicio dentro de un regimiento, testificaban todos los compañeros del batallón. De esta forma, se intentaba que los compañeros se convirtiesen en elementos de disuasión frente a posibles actitudes discordantes mediante el miedo a ser objeto de represalias. En definitiva, el bando sublevado desarrolló un sistema coercitivo y disciplinario que no podría haberse llevado adelante sin la participación, en ocasiones forzada e indeseada, de los miembros que componían su ejército.Así pues, a la sensación de ser vigilados, al miedo, a la supervivencia individual, familiar y colectiva, habría que sumarle la culpabilidad por convertirse en los ejecutores de las órdenes de Franco. No en vano fueron estas las herramientas que empleó el franquismo para asentarse socialmente durante la posguerra.

El fin de la guerra civil española estuvo plagado de dificultades, al contrario de lo que se le había hecho creer a la sociedad durante la guerra. En abril de 1939 flotaba en el ambiente la sensación de que, con el cese de la violencia, se volvería a la normalidad, pero aquella España previa al golpe del verano de 1936 quedó diluida para siempre con la implantación de una dictadura militar fascistizada y ultracatólica que se impuso durante cuarenta años. En su mayoría, los soldados republicanos fueron enviados al abarrotado sistema carcelario franquista. Por su parte, en el ejército sublevado existía la sensación de que, con el fin de la guerra,llegaría el fin de su vida militar, pero tampoco eso ocurrió. Tras el parte de la victoria no fue desmovilizado ninguno de los reemplazos. Muchos no volvieron a sus casas hasta finales de año, y en ocasiones, debido a la legislación, se les volvió a llamara filas en los años cuarenta por los problemas coloniales del Rif. Así, el fin de la guerra no supuso la desmovilización militar, puesto que todos tuvieron que pasar revista y estar localizables, por si el “Nuevo Estado” los necesitaba, una situación que se extendería hasta mediados de la década de los años cincuenta.

Por lo demás, la desmovilización también presentó dificultades. A esta realidad hay que sumarle la mala planificación económica del Estado franquista, que quiso aplicar una política autárquica que solo reportó más miseria a un país ya arruinado por la guerra. Esto causó que las medidas desarrolladas para mitigar el paro obrero, como el Servicio de Reincorporación al Trabajo y la Delegación Nacional de Excombatientes fuesen un fracaso, hasta tal punto que muchos ya ni acudían a él.

Del mismo modo, existieron consecuencias sociales, pues el pasado quedó sepultado en la memoria de quienes lo vivieron y se aceptaron las normas impuestas por el “Nuevo Estado”. En este sentido, muchos mantuvieron el silencio en la posguerra y no se atrevieron a transmitir sus recuerdos de la Segunda República, el golpe y la guerra a sus hijos ya décadas más tarde. La mayoría de los excombatientes intentó adaptarse y convivir con sus propios demonios, aquellos que entraron en su mente a causa de la experiencia de guerra, una de las más desagradables que puede vivir un hombre.

Esta intrahistoria terrible que subyace tras los legajos que reposaban en diversos archivos merece ser conocida y reconocida, tanto por los que no supieron de ella en las clases de Historia de hace dos o tres décadas como por los estudiantes actuales, así como por toda la sociedad. Las inhumanas vivencias que soportó toda la población, el dejar en suspenso un país durante cuarenta años y la imposición de la ley del silencio no favorecen la integración de nuestro país en un mundo que está cambiando a gran velocidad. Es necesario comprender lo que sucedió en ambos bandos y conversar sobre ello, honrar a las familias que vieron truncadas sus vidas y asimilar que no puede repetirse o el futuro, que ya es presente, nos sorprenderá de nuevo con el paso cambiado y volveremos a quedar fuera.


soldados de franco

Título: Soldados de Franco. Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar.
Editorial: Siglo XXI España
Lugar: Madrid
Páginas: 347
Premio Miguel Artola a Historia Contemporánea, 2018.

Premio Ciencias Sociales Juana de Vega, 2012.

Mención honorífica en el concurso de ensayo histórico George Watt de la ALBA-VALB, 2012.

Elisa Garrido, la libertaria que voló una fábrica nazi de bombas

La ‘Carta de deportado resistente’ da fe de su paso por los campos de concentración nazis entre enero de 1944 y junio de 1945./ Cedida por la familia

Autor: Eduardo Bayona

Fuente: Público.es 8/11/2019

«Dentro del drama de lo que ocurrió, al menos uno sabe dónde llevarle una flor. Eso es lo importante dentro de las fases del duelo, que haya un homenaje, que es lo que no ocurre con tantos desaparecidos», explica la cantante Rozalén, que este viernes participa en Magallón (Zaragoza) en la jornada de reconocimiento que ese pueblo rinde a Elisa Garrido, una militante libertaria que en 1945 logró hacer saltar por los aires la fábrica de obuses en la que los nazis la explotaban como esclava de guerra, y a Justo, el tío abuelo de la artista albaceteña, el único integrante de la «Quinta del Biberón» que no regresó a su pueblo de la Sierra del Segura y cuyos restos reposan en una fosa de Arganda del Rey. 

La historia de Elisa ha sido recuperada por Afaem (Asociación de Familiares de Enterrados en Magallón), que preside su sobrina Pilar Gimeno, y por Amical de Mathausen, uno de cuyos miembros, Juan Manuel Calvo, logró documentar, mientras investigaba las vidas del millar largo de aragoneses que pasaron por los campos de concentración nazis, que las tres Elisa Ruiz de Angulo, Ruiz de Masalle y Ruiz Garrido cuyo rastro había localizado eran en realidad una sola: La Mañica, el apodo con el que se la conocía tanto en el movimiento libertario de la Barcelona de los años 30 como en la Resistencia a los nazis en la Francia de la década siguiente, donde también utilizó el seudónimo de FranÇoise

Elisa, natural de Magallón y que se ganaba la vida como sirvienta de una familia acaudalada, se afilió a la CNT y formó parte de las columnas libertarias que en las primeras semanas de la guerra civil salieron de Barcelona con el objetivo de liberar Zaragoza de los sublevados. Casi tres años después, cruzaba el Pirineo en dirección a Francia, donde acabaría afincándose en Toulouse con su compañero, Marino Ruiz.

Resistencia, cárceles y campos de concentración

Ella relevó a Marino como correo de la Resistencia y como guía para ayudar a fugitivos a cruzar la frontera cuando fue detenido por la Gestapo, que acabó atrapándola también a ella en noviembre de 1943. Comenzaron entonces varias semanas de torturas antes de su traslado de la cárcel tolosana a otra de París, desde donde fue deportada a primeros del año siguiente al campo de concentración de Ravensbrück, cercano a Berlín y donde los alemanes solo recluían a prisioneras. 

Elisa Garrido, con varios sobrinos-nietos en una de sus visitas a España./ Cedida por la familia

En septiembre de1944, los nazis la destinaron como esclava a una fábrica de obuses adscrita al campo de Buchenwald en el Kommando Hasag, un complejo de la industria militar alemana ubicado en Leipzig donde llevaría a cabo una arriesgada acción que hizo saltar por los aires buena parte de la factoría: dejaba parte de la carga explosiva en las bombas defectuosas que debían pasar de nuevo por la fresadora para ser pulidas hasta que la propia máquina acabó haciendo de percutor y provocando una explosión en cadena. 

Antes de ser liberada en un canje de prisioneros realizado en Frankfurt en junio de 1945 pasaría de nuevo por Ravensbrück. Todavía tardaría unos meses en regresar a Francia, para lo que tuvo que pasar por Dinamarca y Suecia. 

La pareja llegó a pasar unos años en España en la década de los 50, ella como pescatera en Cortes de Navarra y él como taxista en Mallén. Sin embargo, poco después regresaban a Francia, donde ella sería galardonada con la Legión de Honor y donde el Estado le reconoció el grado de teniente de la Resistencia.

¿Una calle en París?

«Da igual dónde los hayan matado o dónde hayan sufrido», explica Pilar Gimeno, organizadora del homenaje, dedicada “a todas las Elisas y a todos los Justos de España” y en la que, además de Rozalén, intervendrán varios periodistas como los reporteros de guerra Ramón Lobo y Gervasio Sánchez o Conchi Cejudo, que mantendrán un coloquio en el cine local a las cuatro de la tarde. La jornada, que será clausurada por el consejero de Cultura del Gobierno de Aragón, Felipe Faci, comenzará a las 11.45 con una ofrenda floral en el cementerio de Magallón. 

Elisa, ‘La Mañica’ o ‘FranÇoise’, es una de tantas personas que lucharon por las libertades y contra el fascismo y que, en una situación más que frecuente y que tiene como principal exponente el olvido local de La Nueve, la compañía de republicanos que liberó el Ayuntamiento de París y capturó al comandante de los nazis en septiembre de 1944, carecen en España del reconocimiento que sí se les da en otros países europeos. 

En este caso, Afaem ha tomado la iniciativa de dirigirse al Ayuntamiento de París para solicitar que le dedique una calle dentro del proceso de feminización del callejero de la ciudad impulsado por la alcaldesa Anne Hidalgo, y que ya ha llevado a la inclusión en él de Neus Català. El estudio histórico que acompaña la petición ha sido elaborado por la periodista Pilar Barranco, miembro de la asociación y que colaboró con el consistorio parisino en los preparativos del homenaje a La Nueve este verano.

Una fosa en Arganda del Rey

«Me impactó que volara la fábrica y, la verdad, tengo muchas ganas de que me cuenten allí su historia», explica Rozalén, comprometida con la Memoria desde que conoció lo que le ocurrió a su tío-abuelo. «Siempre he tenido muy claro que mis raíces y mis ancestros son importantes para mí, y en mi familia hubo una historia de desaparecidos». 

La ‘Carta de deportado resistente’ da fe de su paso por los campos de concentración nazis entre enero de 1944 y junio de 1945./ Cedida por la familia

«Nunca supimos muy bien cómo ocurrió, eran tiempos en los que no se podía hablar», recuerda, y «yo he vivido la angustia de una abuela preguntando dónde estaba su hermano, y he visto cómo su madre y otro hermano morían sin saber dónde estaba. En mi pueblo había una placa por los caídos por la patria, pero era como si mi abuelo no hubiera existido». 

Hace unos años, con la ayuda de la ARMH, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, y de uno de sus fundadores, Emilio Silva, lograron confirmar que sus restos están en una fosa de Arganda junto con los de otro cuarto de millar de víctimas de la guerra civil. «Mi abuela está feliz porque yo puedo llevarle flores», anota.

DDHHy reparación son algo de sentido común

Rozalén lleva años realizando colaboraciones con los espacios memorialistas, tanto en España como en otros países, como Chile. “Está el mundo plagado de falta de Memoria”, dice.  

“Creo en los derechos humanos y en la reparación a las víctimas, eso es algo de sentido común”, anota. Y ese es uno de los motivos por los que le cuesta entender la situación de España: “en la transición hicieron lo que tuvieron que hacer, pero ahora deberían explicarnos la historia tal como fue. Eso es necesario para entender los odios que se están levantando”. 

En este sentido, a la cantante le preocupa “muchísimo que se estén normalizando discursos de odio, de machismo, de xenofobia. Antes daba pudor decir esas cosas, pero ahora no. No sé qué va a pasar. Aunque soy optimista, yo tengo miedo. Ojalá el miedo haga reaccionar y votar a la gente”. 

El programa de la jornada no incluye ninguna actuación de Rozalén, aunque ella llevará consigo su guitarra. “Siempre la llevo. Cantar es mi manera de hablar y de convencer. Con las canciones se consiguen más cosas que con los discursos”, señala.