De los centros libertarios al exilio: la movilización política de las mujeres de Teruel en la República y la Guerra Civil

Escuela Racionalista del Ateneo Libertario de Mas de las Matas (Teruel). 1933 Archivo del Grupo de Estudios Masinos

Autora: Candela Canales

Fuente: eldiario.es 23/10/2020

  • En las juventudes libertarias se consiguió una cierta igualdad, llegando incluso a estar alguna dirigida por una mujer. En las colectividades durante la Guerra Civil, las mujeres trabajaban «sin dueño y sin amo» pero los dirigentes eran «todos varones”
  • Serafín Aldecoa recoge las historias y modos de vida de las mujeres turolenses desde 1930 hasta el final de la Guerra Civil

Palmira Pla salía de su casa para ir al centro socialista de la plaza del pueblo a principios de la década de 1930. Pero ese camino no lo hacía sola, para ir y volver al centro de forma segura, la acompañaba su amigo Feliciano Garcés «porque ella sola no llegaba a atreverse a ir a un centro socialista, si un chico la acompañaba y la llevaba y la traía, haciendo de alguna forma de portador, ella iba al centro y participaba en él, hasta se afilió a UGT y al Partido Socialista», explica el historiador Serafín Aldecoa.

Pla se hizo maestra en Teruel. Al poco de finalizar las clases de su primer curso, salió de casa un 18 de julio de 1936 con el objetivo de tomar una limonada y montar en los coches-chocantes. Tal y como recoge Víctor Juan, el director del Museo Pedagógico de Aragón, «un guardia civil amigo de su padre le advirtió que la estaban buscando, y que debía irse de la ciudad. Tenía 22 años y se sorprendió tanto como todos los que durante esos días fueron perseguidos, detenidos y asesinados. Cargada de dudas, se dirigió a la estación y subió a un vagón de un tren de mercancías que la llevó a Sagunto».

Este es uno de los ejemplos que recoge Serafín Aldecoa en sus estudios sobre las mujeres turolenses en la República y la Guerra Civil. Iba a formar parte de una charla programada para el martes 27 enmarcada en el ciclo de conferencias ‘Inesperadas. Cultura en Igualdad’ que finalmente no se podrá hacer debido a las restricciones sanitarias en Teruel.

Aldecoa repasa los modos de vida de las mujeres desde 1931 hasta el final de la Guerra Civil. Palmira Pla formaba parte de uno de los más de 40 centros instructivos republicanos que existían en el Jiloca y alrededor de la ciudad de Teruel. En estos locales se realizaban todo tipo de actividades, desde teatro a ciclos de lectura y charlas, actividades que hicieron que muchas mujeres salieran del entorno familiar.

Actas del pleno regional de las juventudes libertarias

En el Bajo Aragón estos centros tienen su auge entre 1931 y 1932, cuando aparecen también las juventudes libertarias, que eran mixtas y que realizaban giras entre los pueblos. «Una de las particularidades de estos centros instructivos es que se podía leer prensa, prensa ideologizada claro. Es un elemento interesante ya que las mujeres que no saben leer lo que hacen aquí es aprender a leer», explica Aldecoa.

Es en 1933 y 1934 cuando adquieren más relevancia las juventudes libertarias, «son estas jóvenes las que acuden a estos centros, en algunos centros libertarios la presidenta es una mujer, por ejemplo, en el de Mirambel hay 11 chicas y 16 chicos, ya participan por igual en estos centros libertarios».

Movilización de las mujeres «de derechas»

Sin embargo, no solo las mujeres republicanas se unían. Existe también una «gran movilización de las mujeres de derechas, las no republicanas», se crean asociaciones de acción popular, que luego serán la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y recorren los pueblos repartiendo propaganda y publicidad.

María Rosa Urraca Pastor fue la única candidata mujer a las elecciones de Teruel en los tres procesos electorales que tuvieron lugar durante la Segunda República. Carlista, en 1936 «fue elegida candidata única por los tradicionalistas de Teruel, iniciando un intenso periplo por los pueblos de la provincia para lograr el voto. Sin embargo, nuevamente, no logró obtener el ansiado escaño, por lo que Fal Conde le encomendó directamente la organización del Socorro Blanco. Ella manifestó que si bien habían perdido un acta habían ganado una provincia», lo explica Antonio Manuel Moral Roncal en su estudio sobre la figura de Urraca Pastor.

El papel de la mujer durante el conflicto

Con la sublevación militar y el inicio de la Guerra Civil, las cosas cambian. Más de 40 mujeres son fusiladas entre Cella y Villarquemado y muchas son reprimidas, en muchos casos por sustitución, es decir, por ser familiar de un hombre significado políticamente o perseguido.

En la zona franquista, las mujeres se dedicaban los cuidados y la atención a heridos o hambrientos, «son mujeres sometidas bajo la autoridad falangista que realizan las tareas que se consideraban propias de su condición y sexo. Pierden esa autonomía de la que gozaban en la república», explica Aldecoa.

Sin embargo, la situación no era muy diferente en el lado republicano. Las mujeres apenas se incorporan a las columnas militares y, a partir de la entrada de Largo Caballero como ministro del ejército, se retiran, «el propio Largo Caballero decía que el frente no es lugar para las mujeres, que trasmitían enfermedades asociadas a la prostitución y las retira del frente para que realicen tareas accesorias más propias del rol que se esperaba de ellas».

Junta femenina de la Agrupación Socialista de Torrevelilla (Teruel). 1937 Fundación Pablo Iglesias

Fueron las mujeres las que mantuvieron las colectividades, que se montaron en todas las zonas republicanas, y donde cultivaban y criaban ganado. En Aragón las primeras colectividades surgen en el mes de agosto de 1936; los agentes o promotores de la colectivización fueron muy diversos, generalmente los sindicatos y las fuerzas políticas locales. Tal y como recoge la Gran Enciclopedia Aragonesa, «el proceso colectivizador no se hubiera podido desarrollar sin que el voluntarismo ideológico no se hubiera encontrado con unas condiciones favorables provocadas por la situación de guerra». La misma fuente indica la existencia de 280 colectividades, con 141.794 afiliados: Huesca, con 137 localidades y 85.522 personas; Teruel, 116 y 48.618; Zaragoza, 24 y 7.524.

Las colectividades son oficialmente disueltas entre agosto y septiembre de 1937, «en el marco del giro político y militar del gobierno del Frente Popular. Esta disolución se ve reforzada por la presencia de las tropas de Líster en la región. En la práctica, muchas localidades seguirán colectivizadas en mayor o menor grado hasta la caída del frente y el final de la guerra, aunque muchos pequeños y medianos campesinos retornan a la propiedad y explotación individual de sus tierras». 

Sin embargo, Aldecoa rescata las declaraciones de una mujer casada con un anarquista en las que lamentaba que el mando seguía estando en manos de los hombres «ya no tenemos dueño, ni amo, cultivamos la tierra y no tenemos nadie que nos explote, hemos conseguido la libertad, pero el comité dirigente de la colectividad son todos varones». 

Imágenes de tres años de anarquísmo

Milicianos en el cuartel Bakunin (Bruc), en una foto de Antoni Campañà, de agosto de 1936. ARXIU CAMPAÑÀ

Autor: José ángel Montañés

Fuente: El País, 3/12/2019

El Arxiu Fotogràfic de Barcelona expone las fotografías de la Oficina de Información y Propaganda de la CNT-FAI (1936-1937)

El 21 de enero de 1939 las tropas franquistas estaban a las puertas de Barcelona, una ciudad exhausta y agotada por tres años de conflicto. Ante el inminente desenlace, los miembros de la Oficina de Información y Propaganda de la CNT-FAI deciden abandonar su sede en la cuarta planta de la casa CNT-FAI, de la vía Durruti (actual Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana). Con ellos se llevan 43 cajas de madera diseñadas para transportar fusiles Mauser con varias toneladas de documentación que cargan en un camión rumbo a Ámsterdam. Entre el material, miles de fotografías y negativos de la sección gráfica de la Oficina tomadas durante la guerra; uno de los fondos fotográficos propagandísticos más importantes de la historia del anarquismo ibérico. Pero el material tuvo que permanecer en Londres y Oxford durante toda la Segunda Guerra Mundial, antes de llegar a Ámsterdam debido a la ocupación nazi.

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Por fin, en 1947 ingresaron en la sede del Institut Internacional de Historia Social de Ámsterdam (IISG) un total de 2.288 fotografías, 5.590 negativos, 259 placas de vidrio de autores como Antoni Campañà, Katy Horna, David Marco, Margaret Michaelis y los Pérez de Rozas, entre otros fotógrafos reconocidos y anónimos. Poco se sabe de ella, solo que la dirigió Jacinto Toryho y vivió su mayor actividad entre julio de 1936 a mayo de 1937, momento en el que la ciudad se convirtió en referente de la lucha social y las reivindicaciones obreras. La oficina continuó en activo toda la guerra y convivió con el Comissariat de Propaganda de la Generalitat.

Casa CNT-FAI, situada en via Durruti (actual sede de Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana) en el segundo aniversario de la muerte de Durruti, en noviembre de 1938.
Casa CNT-FAI, situada en via Durruti (actual sede de Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana) en el segundo aniversario de la muerte de Durruti, en noviembre de 1938. AUTOR DESCONOCIDO

Pese a su importancia, hasta ahora no se había realizado una investigación, una publicación o un trabajo expositivo serio que pusiera en valor el impresionante legado gráfico de este movimiento, que ha permanecido 80 años casi inédito. Hasta ahora que el Arxiu Fotogràfic de Barcelona (AFB) ha inaugurado la exposición Gráfica anarquista. Fotografía y revolución social, 1936-1939 en la que se expone (hasta el 16 de mayo, gratis) este rico y desconocido fondo.

Organizada junto con el Observatori de la Vida Quotidiana (OVQ), la Fundación Anselmo Lorenzo y el Ateneu Enciclopèdic Popular las imágenes dejan claro que la oficina realizó bien su trabajo ilustrando las bonanzas y conquistas revolucionarias. En las imágenes, de soldados en el frente, de campesinos realizando su labor o de trabajadores en los puestos, pero también ocupando los despachos que hasta hace poco tiempo ocupaban los dueños, no hay nada de naturalidad. Todo son posados rígidos sea en una enorme empresa textil o de soldados en el cuartel del Bruc tomado las instalaciones por las armas.

La exposición, comisariada por Andrés Antebi, Pablo González Morandi, Teresa Ferré y Roger Adam, muestra gran parte de estas imágenes y algunos de los diarios, revistas, opúsculos, boletines, libros en el que se difundieron. También en el cine, como en la cinta Reportaje del movimiento revolucionario en Barcelona, la primera película que se hizo de la Guerra Civil,

Miembros de la Junta de la sección de técnicos del sindicato de Agua, Gas, Electricidad y Combustible de la CNT de Barcelona, en 1937.
Miembros de la Junta de la sección de técnicos del sindicato de Agua, Gas, Electricidad y Combustible de la CNT de Barcelona, en 1937. PÉREZ DE ROZAS (ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA)

“De la revisión de todo el material se deduce que se trata de una iniciativa más organizada y menos anárquica de los que podía parecer, en la que todo está perfectamente planificado”, explican los comisarios. En la exposición queda patente el interés por romper con la imagen estigmatizada de que el anarquismo era sinónimo de violencia, irracionalidad y pobreza. Para acabar con todo eso, produjeron una iconografía propia como la de los sanos e imponentes retratos de milicianos de Antoni Campañà.

En la muestra destaca el trabajo de una fotógrafa comprometida como Katy Horne que vino a fotografiar el conflicto de primera mano. En el otro extremo las imágenes de la saga, padre e hijo, de los Pérez de Rozas, que “sorprendentemente por su ideario conservador” fotografiaron las colectivizaciones de los obreros y campesinos pagados por los recursos de esta oficina anarquista. Entre medio un buen número de profesionales y aficionados que con sus fotos (a 10 pesetas cada una) inmortalizaron el momento.

El archivo permaneció sin abrir hasta 1975 y sigue siendo propiedad de la institución y de los camaradas que lo promovieron y lo utilizaron. “Aquí continúa siendo peligroso, aunque no le han faltado novios, desde la Generalitat hasta el Ministerio”, explica con contundencia Sònia Turón, secretaria de cultura de la CNT. El 20 de febrero verá la luz un libro con este material y el trabajo de los comisarios, que para ellos solo es el comienzo de un “relato que hay que seguir construyendo”.

Las tres guerras contra el fascismo de un calderero anarquista

Martín Bernal, integrante de La Nueve y luchador antifascista.

Autor: Eduardo Bayona

Fuente: publico.es 01/09/2019

Martín Bernal luchó tres veces contra el fascismo. Una, en la guerra civil, primero en la Columna Ascaso y después en las tropas regulares de la Segunda República. Después, en África con la Legión Extranjera. Y. por último, en la campaña de liberación de Francia y Alemania como alférez de La Nueve, la legendaria compañía de republicanos españoles que el 24 de agosto de 1944 liberó el Ayuntamiento de Paris y, unas horas más tarde, detuvo al general Dietrich con Choltitz, el comandante de las tropas nazis de ocupación, con todo su Estado Mayor.

Martín, de 24 años cuando los militares franquistas se sublevaron en 1936, se ganaba la vida como instalador de calderas, ocupación que compaginaba con la de novillero bajo el pseudónimo de Larita II. “La guerra le obligó a dejar las dos ocupaciones”, explica Diego Gaspar, investigador y profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, autor de La guerra continúa. Voluntarios españoles al servicio de la Francia Libre (1940-1945) y que está trabajando en la redacción de Banda de cosacos. Historia y memoria de La Nueve y sus hombres, que llegará a las librerías el año que viene.

Vecino del barrio de Torrero, aunque había nacido en Garrapinillos, y miembro del sindicato anarquista CNT como su hermano Francisco, optó tras el golpe militar por escapar de Zaragoza, donde los sublevados desatarían una feroz represión con más de 3.500 fusilados y desaparecidos, para unirse a la Columna Ascaso, una de las milicias libertarias que salieron de Barcelona en los primeros días de la guerra para intentar liberar la capital aragonesa.

Una fuga a pie de Llíria al Pirineo

Ya no dejaría las armas hasta once años después, cuando, a mediados de 1945, fue licenciado tras terminar la Segunda Guerra Mundial en Europa. “Era un coloso de mirada clara y gesto tranquilo”, lo describe la periodista Evelyn Mesquida en su libro La Nueve. Los españoles que liberaron París. Medía 1,80.

Tras la disolución y militarización de las milicias anarquistas, Bernal participó como soldado regular en varias batallas de la guerra civil, como la de Teruel. “Hecho prisionero por los franquistas al final de la guerra, se había evadido y había atravesado toda España a pie, caminando por la noche y ocultándose durante el día”, narra Mesquida.

Sin embargo, nada más cruzar los Pirineos, a los que había llegado desde Llíria (Valencia) en septiembre de 1939, fue arrestado por la Gendarmería, lo que le situaba ante tres opciones: ser deportado a España, ir a un campo de refugiados (o de prisioneros) o enrolarse en la Legión Extranjera. Optó por la tercera. Poco después, tras formalizar los papeles en Tarbes, estaba viajando a África.

Bernal se hacía llamar Manuel Garcés, en una especie de homenaje a su amigo y cuñado de ese nombre, al que conoció cuando ambos actuaban como novilleros. Aunque la elección también tenía algo de protección: “trataba de evitar que su familia, que se había quedado en España, pudiera sufrir algún tipo de represalias”, anota Gaspar.

Como legionario pasó por varias unidades y participó en diversas batallas, tanto en Senegal como en Túnez contra el Áfrika Korps del mariscal Rommel, antes de desertar para alistarse en el Cuerpo Franco africano en 1943, a poco de que este fuera finalmente disuelto para integrarse en el Ejército de Liberación Nacional francés. Allí fue uno de los 144 españoles (de 160 miembros) que fundaron La Nueve, adscrita al Tercer Regimiento del comandante Joseph Putz dentro de la Segunda División Blindada del general Leclerc.

«Por su valor tranquilo, logró imponerse con rapidez»

Meses después, el 24 de agosto de 1944, sería uno de los 70 hombres de esa unidad que liberaron el Ayuntamiento de París, en la acción militar que simbolizó la reconquista de la ciudad tras la ocupación nazi.

Al día siguiente, Bernal participaría en el asalto a la central telefónica de París, operación en la que terminaría haciéndose cargo del mando tras resultar herido el teniente inicialmente encargado de ello, y, uno más tarde, el 26 de agosto, comandaría el vehículo “Resistencia”, uno de los cuatro con los que los soldados de La Nueve escoltaron al general Charles de Gaulle en el desfile de la victoria.

Durante la campaña previa había dirigido el “Liberación”, el “Teruel” y el “Brunete”.La presencia de los soldados republicanos en esa celebración provocó una queja formal ante el Eliseo por parte de la dictadura franquista, que se refería a sus compatriotas como “españoles enganchados en África y recogidos en Francia conforme avanzaban por la metrópoli las tropas desembarcadas del general Leclerc”, cuenta Mesquida. Las autoridades de la Francia Libre la despacharon sin mayores ceremonias.

“Por su valor tranquilo, logró imponerse con rapidez en La Nueve”, señala Mesquida, que recuerda cómo más tarde sería condecorado “por hacer frente a un enemigo muy superior, ocasionar numerosas bajas y conseguir salvar a un compañero herido”.

El hermano ‘perdido’ en Mauthausen

Tras resultar herido durante la guerra en cinco ocasiones, varias de ellas en la dura campaña de Alsacia, que concluyó con la liberación de Estrasburgo, Bernal fue uno de los integrantes de la tercera sección de La Nueve que, el 5 de mayo de 1945, participaron en las tareas de escolta de la retaguardia de las fuerzas aliadas que, tras los bombardeos de la aviación, ‘barrieron’ en desfiladero de Inzell, el acceso al Nido de las Águilas, la ostentosa residencia de montaña que los nazis habían regalado a Hitler.

Esa fecha, en el que participó en una de sus últimas operaciones bélicas antes de regresar a París y licenciarse, quedaría grabada en la memoria del calderero anarquista que estaba a punto de dejar de ser soldado.

Meses después, en la capital francesa, Martín se reencontraría con su hermano Francisco, de quien no tenía noticias desde hacía cinco años. Había llegado a París repatriado desde Mauthausen, el siniestro campo de concentración que los nazis habían instalado en el noreste de Austria y al que las tropas estadounidenses habían llegado el mismo día que caía el Nido de las Águilas.

Los dos hermanos abrieron una zapatería en las afueras de París, ciudad en la que, aunque viajaron a Zaragoza en varias ocasiones, ambos residieron hasta su muerte. “Soy feliz porque estoy vivo después de lo que he pasado”, explicaba Paco en el documental Aragoneses en el infierno, de Mireia R. Abrisqueta, en el que recordaba la sobrecogedora leyenda que había en la entrada del campo: “vosotros que entráis, dejad aquí toda esperanza”.

Ricardo Mella, el anarquista condenado al destierro a quien Durruti leía en el frente.

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El pensador anarquista y activista libertario Ricardo Mella Cea

Autor: HENRIQUE MARIÑO.

Fuente: Público, 13/12/2018

Quizás en su tierra lo recuerden por haber facilitado los desplazamientos de sus paisanos y en los ateneos por haber sido un libertario rebelde de formas exquisitas, pero la figura de Ricardo Mella Cea terminó difuminándose durante el franquismo, hasta que su currículo se vio reducido a la dirección de la Compañía Anónima de Tranvías Eléctricos de Vigo. “La represión que instauró la guerra civil y la posterior dictadura desfiguró su trayectoria y provocó que fuese más recordado como gerente de esa empresa, buena persona y lúcido escritor que como organizador, agitador y revolucionario”, explica la filóloga Iria Presa, quien no ha cejado en su empeño de reivindicar a uno de los teóricos patrios del anarquismo hasta dedicarle su particular homenaje: una web que nace con la vocación de reivindicar su legado y de recopilar su obra, dispersa en libros y colaboraciones de prensa.

“Es considerado, con razón, como el más profundo, el más penetrante, el más lúcido de los pensadores anarquistas españoles. Sus escritos, todos concisos, cortos en dimensión, lo equiparan a los mejores teóricos del anarquismo internacional”, bendijo la ministra republicana Federica Montseny. Sin embargo, Iria prefiere citar a otros autores que alabaron sus soflamas, como José Nakens, quien lo consideró “el ácrata que más vale de este país”, recuerda la investigadora viguesa, cuyo rescate también ha sacado a la luz algunos pasajes ocultos de otros gallegos ilustres, como el poeta vanguardista Manoel Antonio (Fomos ficando sós / o Mar o barco e mais nós), léase su expediente en la extinta Escuela de Náutica de Vigo.

Presa ha tirado de cabos e hilos, revelando con cada arrastre las vidas singulares de Alianza, Esperanza, Alba, Flora, Luz, Alicia y Urania, defensora de los derechos de las mujeres y de los valores de la Segunda República, lo que le valió una condena a muerte, conmutada por una pena de treinta años de cárcel. Su marido fue fusilado, ella encerrada en una prisión guipuzcoana y sus cuatro hijos, cuando volvieron a verla casi una década más tarde, sólo pudieron disfrutar de su calor durante un mes, el tiempo que medió entre la cadena y la muerte. Urania era feminista e hija de Ricardo y sobre ella también ha escrito la filóloga graduada en la Universidade de Vigo, quien hoy presenta la web en la Fundación Cuña Novas de Pontevedra y mañana hará lo propio en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad, donde estarán presentes el abogado José Ángel Maquieira y el profesor Gonzalo Navaza, respectivamente.

Detalle de un retrato de Ricardo Mella pintado por Nicanor Pardo. / ARCHIVO DE LA FAMILIA MELLA

Detalle de un retrato de Ricardo Mella pintado por Nicanor Pardo. / ARCHIVO DE LA FAMILIA MELLA

“Hemos decidido regalarle a Ricardo por su cumpleaños un espacio donde se recojan sus escritos y se recupere el ideal anarquista que promulgó. El homenaje no consiste en ponerle su nombre a una calle —un atentado toponímico— ni a un instituto; no si antes no se le explica al alumnado quién era Mella y qué era para él la anarquía. El verdadero homenaje reside en leerlo y en practicar sus conceptos. Para eso es necesario editar sus textos e incluir su figura e ideal en los libros de texto”, defiende Presa, secretaria general del Comando RM, un “grupo de afinidad y acción libertaria” que se ha propuesto divulgar su vida y su obra en una página que permite descargar sus escritos originales. Y, de paso, ejercer de buzón de toda la documentación “perdida por el mundo” para, una vez recopilada, ponerla a disposición de los estudiosos y lectores.

Intelectual políglota e hijo de un sombrerero, Ricardo Mella (1861​-1925) trabajó de joven en una agencia marítima y, tras sacarse una oposición, ejerció como topógrafo en varias localidades y llegó a ser el director de la Compañía de Tranvías de Vigo. Ávido lector cuando niño, fue un adulto propagandista: de aquellos textos federalistas que le brindaba su padre a sus posteriores manifiestos anarquistas. No sólo escribió en numerosos periódicos y semanarios, sino que también los fundó y los dirigió. La lista es ingente, aunque sus cabeceras (La Anarquía, El Despertar, La Solidaridad, El Progreso, La Protesta, El Corsario, La Idea Libre…) son señales que conducen a su ideario: republicano, federalista y defensor de la clase obrera. Su firma no sólo fue solicitada por periódicos de Madrid o Barcelona, sino también por publicaciones extranjeras —de París a Nueva York, pasando por Roma o Buenos Aires—, de las que se valía para expeler su ardor revolucionario.

Su denuncia de un presunto desfalco cometido en el Banco de España motivó que el marqués José Elduayen, político canovista y exdirector de la institución, se querellase contra él por injurias, lo que le acarreó en 1883 una pena de destierro y una multa. Cuando toma la decisión de refugiarse en Madrid, pisa el acelerador ácrata. Juan Serrano Oteiza, director de La Revista Social, motiva su giro ideológico del federalismo al anarquismo, alimentado por las doctrinas de Proudhon y Spencer, sin perder nunca de vista el credo de Pi i Margall. Empapado por los contenidos de la citada publicación, la relación con su responsable —a quien había conocido durante el congreso de la Federación de Trabajadores de la Región Española, celebrado en Sevilla, cuando contaba con poco más de veinte años— se estrecha tras contraer matrimonio con su hija Esperanza.

Tras dos décadas de febril escritura, echa el freno, quizás desengañado, escéptico o deprimido ante las divisiones o luchas intestinas del movimiento. Sin embargo, la Semana Trágica de Barcelona espolea al pensador, quien se había volcado en el estudio y la meditación, mas sin dejar de prestar su pluma en alguna contada ocasión. Su reentré necesitaba de una nueva cabecera, que no duda en fundar con la ayuda de su seguidor Eleuterio Quintanilla: el semanario Acción Libertaria, al que sucedió El Libertario hasta que volvió a recuperar su nombre original. Ahí «está lo mejor que Ricardo Mella escribió con su pluma», en palabras de su discípulo Pedro Sierra, quien años después de su muerte le dedicaría una semblanza en Solidaridad Obrera, el órgano del movimiento libertario español en Francia. En ella, reflexionaba sobre su exilio interior, que le había llevado a perfilar sus tesis intelectuales, a madurar sus ideas y a pulir su estilo, antaño sencillo y claro. «Hasta su último folleto, Doctrina y Combate, sus razonamientos siguen siendo válidos, mientras que su estilo resulta ágil, claro, directo y con una gran dosis de retranca», añade Presa.

No dejó de ser «profundamente libertario», aunque cuando se olvidó de darle cuerda al reloj ya habitaba en «una suerte de escepticismo filosófico con gran fondo idealista». O, dicho de otro modo, «había evolucionado hacia una comprensión de las ideas por encima de todos los dogmas», escribía Sierra, quien ya en 1956 consideraba un deber publicar la obra completa del pensador, dispersa entre libros y colaboraciones en prensa. El mismo objetivo que persigue hoy Iria, quien profundizó en su figura gracias al fallecido Xosé Reigosa, bisnieto de Ricardo y activista enrolado en plataformas como Galiza non se vende. “Es el ideólogo del anarcosindicalismo español, que cuajó en diferentes pupilos, como José Villaverde Velo, el mayor impulsor de su ideario y de su obra, faro del anarcosindicalismo gallego y protagonista de El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas”, afirma la secretaria general del Comando RM, quien derrocha anécdotas, desde “Durrutileyendo sus escritos en el frente” hasta “las peleas cara a cara con Pablo Iglesias”, pasando por “aquel texto que no fue galardonado en un concurso anarquista porque era demasiado revolucionario”.

El Palacio de Bellas Artes de Barcelona acoge en 1889 el Segundo Certamen Socialista. El tema propuesto por Unión Local de Resistencia de Sabadell, premiado con cincuenta y cinco pesetas, es el Deber del trabajador en la actualidad. El jurado no escatima en elogios, pero le niega la gloria: “El trabajo número 31 es bellísimo en la forma y en su fondo […], mas el carácter excitante del escrito le convierte más en un manifiesto revolucionario que en exposición de procedimientos que integren el deber del trabajador […]; y así juzgado, sin dejar de reconocer sus bonitas cualidades […], se le concede el accésit de la publicación”. Huelga decir que el título era Organización, agitación, revolución. “Más allá de ser topógrafo, publicista y pensador anarquista, fue un gallego rebelde, inadaptado y contestatario”, escribe Presa en su blog, Epifanías libertarias.

La filóloga gallega, aficionada a bucear en hemerotecas y archivos históricos, pretende traducir los contenidos de la web al castellano y al inglés para difundir la palabra de Mella urbe et orbi. Aunque aspira a ser un trabajo colectivo, abierto a los hallazgos de otros investigadores, su incansable labor ya permite consultar sus primeros artículos, publicados en 1880 en El Estudiante de Pontevedra, algunas rarezas y los dos volúmenes que abarcan parte de la producción del intelectual vigués, Ideario y Ensayos y conferencias. El proyecto de editar sus obras completas fue desbaratado por el golpe de 1936, si bien algunos libros han sido reeditados gracias al esfuerzo de sus incondicionales José Villaverde —responsable de la publicación en 1926 de la primera antología— y Eleuterio Quintanilla y Pedro Sierra —quienes posibilitaron la edición de la segunda en 1934—. “Sin embargo, el estudio de su pericia vital y la compilación de su trabajo continúan pendientes. Lo ideal sería crear una Biblioteca Ricardo Mella que albergase sus periódicos y folletos, así como un lugar de referencia del autor, del anarquismo y de los movimientos sociales”, apunta Iria Presa, quien ha dejado escrito que “Mella fue la voz del pueblo y el pueblo tiene su voz en Mella”.

El pensador vigués llevó a su terreno algunas teorías anarquistas. “Los que quieran conocer a fondo estas doctrinas habrán de estudiar la forma original en que las interpretaba, principalmente en lo que se refiere al concepto que tenía de los límites de la libertad individual, que le llevó a defender durante muchos años el colectivismo por oposición al comunismo, guardando en esto gran afinidad con Tucker”, recomendaba Pedro Sierra en Homenaje a Ricardo Mella, publicado en la revista Solidaridad Obrera, editada en París. Una obra que, a su juicio, conserva el “valor de perennidad”, es “rica en ideas y contenido”, abarca diversas temáticas y está escrita “con pluma de artífice”, por lo que “su brillante labor” debería ser plasmada en su conjunto para honrar su memoria “sin profanar así nada su espíritu iconoclasta”.

La secretaria general del Comando RM coincide en la conclusión de su admirador, consciente del silencio al que fue sometido dentro y fuera de nuestras fronteras, así como a su blanqueamiento por la dictadura, que lo despojó de una ideología que empapó su pluma en el tintero libertario. “Aparte de su base doctrinal y teórica desde un punto de vista organizativo y táctico, ejerció un activismo que no han permitido que pasase a la historia”, concluye Iria. “Así, mientras en México lo consideraban un pensador de salón, el régimen franquista diluyó su figura para que trascendiese como un gerente de tranvías demócrata, no como un agitador que convocaba asambleas revolucionarias. Y esa faceta se perdió, pero no puede olvidarse”.