Cuando el Gran Hermano espió a Orwell

George Orwell (el más alto al fondo a la izquierda), cuando formaba parte de la milicia del POUM en 1937 en Barcelona 
 Centelles

Autora: Leonor Mayor

Fuente: La Vanguardia 28/11/2020

Winston Smith vive vigilado por el Gran Hermano, el único ser humano al que se le permite amar, al que tiene que adorar. Napoleón es uno de los cerdos que propician la revolución que permite derrocar al granjero Jones e instaurar un orden nuevo en el que todos los animales son iguales… hasta que dejan de serlo. Rebelión en la granja y 1984 fueron en buena parte resultado del paso de su autor, George Orwell, por la Barcelona de 1937 en plena Guerra Civil cuando «la gente con conciencia política estaba mucho más pendiente de los enfrentamientos internos entre anarquistas y comunistas que de la lucha contra Franco».

El propio Orwell, que por entonces aún no era Orwell sino Eric Arthur Blair, fue espiado por el estalinismo en esos intensos meses de abril y mayo del 37, que ahora revive el periodista e historiador Giles Tremlett en Las Brigadas Internacionales (Debate). “Orwell tenía la ventaja de ser un simple soldado voluntario y, por tanto, no era uno de los pesos pesados entre los trotskistas extranjeros”, explica Tremlett a La Vanguardia. Aunque “corrió riesgo”, ese anonimato pudo salvar la vida del escritor, pero no evitó que algunos informes sobre sus andanzas en España elaborados por el espionaje ruso, el NKVD, y el servicio de inteligencia militar de las Brigadas Internacionales llegasen a Moscú.

Portada libro 1984 de George Orwell
Portada libro 1984 de George Orwell  Terceros

Tremlett recuerda que “la experiencia española es el germen tanto de 1984 como de Rebelión en la granja y de Homenaje a Cataluña”. Y agrega que Orwell era consciente de que el Gran Hermano Stalin le estaba vigilando, lo que precipitó su huida de España, aunque “desconocía los detalles” de ese espionaje. El escritor había elegido amistades peligrosas. En su mayoría pertenecían al POUM, una formación antiestalinista y filoanarquista, en la que Orwell no llegó nunca a militar, pero que estaba apoyada por el Partido Laboralista Independiente (ILP), que era a ojos del autor británico la única fuerza «que aspira a algo parecido a lo que yo considero el socialismo”.Lee también

FÈLIX BADIA

Fotografía oficial de Stalin con Nikolai Yezhov y, a la derecha, la misma foto retocada tras su ejecución.

Su simpatía por el POUM llevó a Orwell a coger “un fusil y varios cargadores de munición”, que le facilitaron los anarquistas en el hotel Falcón de las Ramblas, y a participar en los combates en que se sumió la ciudad aquella primavera de 1937. “Enviaron a Orwell a la parte alta de las Ramblas, al tejado del teatro Poliorama, para defender desde allí la sede del POUM, que estaba situada enfrente (…) Pasó tres noches allí. El único disparo que efectuó fue para detonar una granada de mano que había caído rodando sobre la acera”. Salió ileso de esa experiencia y regresó al hotel Continental, pero cuando acabaron los enfrentamientos, que dejaron 218 muertos, Orwell ya no era el mismo y “cada vez que alguien llamaba a la puerta de su habitación, instintivamente echaba mano de la pistola”.

George Orwell Terceros

Orwell, que estaba destinado en el frente de Aragón, había pasado esos días tan ajetreados en Barcelona durante un permiso. Después volvió a las trincheras y, el 20 de mayo, le alcanzó el disparo de un francotirador. También en esta ocasión sobrevivió, pero la guerra ya se había convertido en una pesadilla. Le enviaron de nuevo a Barcelona, al hospital, e “hizo planes para salir de España cuanto antes”, señala Tremlett en el capítulo de Las Brigadas Internacionales titulado Sabotaje a Cataluña. El propio escritor confesó que “sentía un deseo abrumador de alejarme de todo. Del horrible clima de sospechas y odios políticos, de las calles atestadas de hombres armados, de los tanques aéreos, las trincheras, las ametralladoras. Los tranvías chirriantes, el té sin leche, la cocina aceitosa y la escasez de cigarrillos”.

Para entonces, el Gran Hermano ya se había puesto en marcha. “Habían empezado a espiarlo”. “Entre los que seguían a Orwell había varios brigadistas internacionales que habían sido destinados al siniestro servicio secreto de Stalin, el Naródny Komissariat Vnútrennij Del (NKVD, Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), cuyos jefes en España eran Alexandr Orlov y Naum Eitingon”. Esta organización reclutaba a brigadistas “diestros en el combate y dispuestos a entregar su vida por la causa”. Eran elegidos que “se alegraban de espiar, mentir o asesinar por el mismo ideal”. Se sometían a entrenamiento en escuelas de formación para guerrilleros. Uno de ellos, David Crook, “un judío londinense e izquierdista educado en una escuela elitista británica”, sería el encargado de seguir al futuro autor de 1984.

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Tras instalarse en un hotel del Paseo de Gracia, Crook “se hizo pasar por un veterano desencantado convertido en periodista”, se afilió al sindicato de Artes Gráficas de la CNT y convirtió los hoteles Falcón y Continental en “su coto de caza”. “Allí robaba documentos, escribía sus informes y luego los pasaba en cafeterías o en lavabos del hotel, metidos entre las páginas de los periódicos, a su coordinador, un irlandés al que llamaban Sean O’Brien”. Los británicos del Falcón, como Orwell, “resultaron un objetivo sencillo”. Acostumbrados a las largas comidas y a las siestas españolas, “no solían volver hasta pasadas las cinco de la tarde”. Esos horarios facilitaron mucho la labor del espía soviético quien durante esas horas robaba documentos y los llevaba “al piso franco de la NKDV que regentaba una pareja de alemanes de mediana edad en la calle Muntaner”.

Crook devolvía luego los documentos y así culminaba su espionaje. Pero también encontró otras maneras de saber de las idas y venidas de los antiestalinistas. Forzó que lo detuvieran y lo metieran en una celda con amigos de Orwell con los que convivió durante nueve días. Tremlett relata que “no encontró prueba alguna de que estuvieran conspirando”, pero “eso no le provocó ningún malestar”. Y el propio espía reconoció que “a los ojos de los seguidores de Stalin (incluido yo mismo) […] los poumistas eran trotskistas y estaban ayudando al fascismo”. Sus informes sirvieron para poner en marcha la maquinaria represora del régimen soviético: secuestros con rumbo a Moscú de los que nunca se volvía o el horno crematorio de la checa de la NKVD en Barcelona fueron el siniestro destino de algunos de los simpatizantes del POUM.

Stalin.  Terceros

Pero la sangre no llegó al río en el caso de Orwell. Crook no pudo hallar nada que comprometiera al escritor. Sí informó de cuestiones relativas a su mujer, Eillen Blair, que no eran más que un puro chismorreo. “Un informe sobre Blair que acabó en los archivos de seguridad de las Brigadas Internacionales afirmaba que la esposa de Orwell mantenía una relación íntima con [George] Kopp [el robusto comandante belga de Orwell]”. No se sabe si Eillen llegó a ser consciente de que su vida íntima se estaba aireando en alguna oficina de Moscú, pero sí estaba al tanto de que era objeto del espionaje comunista y tuvo ocasión de alertar a su marido.

Tras volver de nuevo de Aragón para recoger el alta médica y nada más entrar por la puerta del Continental, Orwell “se sorprendió al recibir un abrazo teatral de su esposa Eillen, que le siseó al oído. “¡Sal de aquí pitando!”. Durante su ausencia, el POUM había sido ilegalizado y muchos de sus amigos estaban en la cárcel. Habían hecho redadas en oficinas y hospitales, para luego clausurarlos. Andreu Nin [el líder del partido], tras negarse a firmar una confesión al estilo moscovita, fue asesinado en secreto (…) Policías de paisano irrumpieron en la habitación de hotel de los Blair, de la que se llevaron un diario y recortes de prensa y llegaron a incautarse de la ropa sucia de Orwell”.

La esposa de Orwell, Eillen Blair, le alertó de que ambos estaban siendo vigilados por los soviéticos, lo que precipitó su huida a Francia

Las noches siguientes, Orwell durmió entre las ruinas de una iglesia y en un edificio abandonado. “Al cabo de dos días, él y Eileen cruzaron la frontera con Francia en tren, sentados en el vagón comedor de primera clase –que acababan de reintroducir en los ferrocarriles españoles- fingiendo ser turistas británicos con posibles. Sus nombres aún no figuraban en ninguna lista de la policía de fronteras, por lo que, después de seis meses en España, Orwell volvía a estar en Francia”.

Fue medio año difícil, pero Tremlett destaca que “a pesar de todo, sus experiencias en España vacunaron a Orwell contra toda clase de totalitarismos. No solo dieron lugar a Homenaje a Cataluña (de la que solo se vendieron 900 ejemplares antes de que se reeditara más de una década después), sino también a Rebelión en la granja y 1984”. El equipaje del escritor en ese tren rumbo a Francia iba cargado de unas vivencias que Orwell pudo dejar como legado para la humanidad a través de algunos de sus personajes como Winston Smith o Napoleón.

Lecciones de la guerra civil: pensar diferente enriquece

El General Millán Astray, Miguel de Unamuno, el Cardenal Pla y Deniel y Carmen Polo de Franco se despiden a las puertas de la Universidad de Salamanca tras el acto de celebración del denominado ‘Día de la Raza’ el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo, acto presidido por Unamuno. BNE -Biblioteca Digital HispánicaCC BY-NC-SA

Autor: Jaume Claret

Fuente: theconversation.com 16/07/2020

Mientras dure la guerra es una de las últimas exitosas aproximaciones cinematográficas a la guerra civil española. Sin entrar en el avispero de las consideraciones sobre sus valores artísticos e históricos, me gustaría fijarme en la mirada de Alejandro Amenábar sobre la curiosa tertulia conformada por el rector salmantino Miguel de Unamuno, el pastor anglicano Atilano Coco y el arabista Salvador Vila Hernández.

A pesar de sus diferencias políticas, religiosas y estéticas, el debate intelectual resultaba sugerente y adictivo para todos ellos y, cuando el fragor de la discusión desbordaba la civilidad, la amistad siempre reconducía la situación hacia el respeto y la estima. Los tres contertulios entendían perfectamente que una cosa eran las ideas y otra las personas.

Esta elemental distinción desaparece a partir de julio de 1936. La violencia ideológica y discursiva deviene violencia física, y los términos se confunden.

Así, en aquellas fechas, se publicaba en Sevilla un artículo titulado A las cabezascitado por Josep Fontana, que decía:

“No es justo que se degüelle al rebaño y se salven los pastores. Ni un minuto más pueden seguir impunes los masones, los políticos, los periodistas, los maestros, los catedráticos, los publicistas, la escuela, la cátedra, la prensa, la revista, el libro y la tribuna, que fueron la premisa y la causa de las convulsiones y efectos que lamentamos”

Y, garantizada su impunidad e incluso promovida por el nuevo poder su actuación, los verdugos se aplicaron a la tarea.

Como nos muestra la película, Atilano Coco será una de las primeras víctimas de un terror alérgico a la diferencia, al disenso, al debate, al conocimiento. De nada sirvieron las gestiones de un Unamuno que asistía anonadado a la detención y después ejecución de su amigo. Y con él y tras él, muchos más, convirtiendo Salamanca –como muchos otros lugares de la retaguardia sublevada, donde no hubo guerra, pero sí represión y violencia— en una “salvaje pesadilla”.

Justamente será en el reverso de una carta enviada por la viuda del pastor anglicano –una de entre las muchas misivas desesperadas que recibió– donde el rector salmantino anotará las líneas básicas de su intervención, no prevista, en la Fiesta de la Raza, como respuesta a las barbaridades de los discursos previos. Aquel mítico aunque quizás no literal “venceréis, pero no convenceréis” cerraba su último acto público y, aunque su figura se seguiría utilizando propagandísticamente, Unamuno fue destituido de todos sus cargos y prácticamente recluido hasta su muerte.

Revés de la carta de Enriqueta Carbonell a Miguel de Unamuno en el que escribió las notas para su intervención en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936, entre las que figuran ‘Vencer y convencer’. Casa-Museo Unamuno – Universidad de Salamanca

Más cruel fue aún el destino de Salvador Vila. El tercer miembro de la tertulia salmantina –“sonriente siempre y sencillo y bueno”– desaparece del relato cinematográfico al ser detenido irregularmente. En realidad, el joven arabista fue llevado por la fuerza hasta Granada, en cuya universidad ejercía como catedrático desde diciembre de 1934 y, desde abril de 1936, como rector interino.

Precedido por su prestigio intelectual y su compromiso con la democracia y con el republicanismo de izquierdas, esta significación, junto con el hecho de ser el discípulo predilecto del ahora decantado Unamuno, significó su condena. A los 32 años, la madrugada del 22 al 23 de octubre de 1936 era ejecutado junto con 28 ciudadanos más.

No satisfechos con la sangre derramada (del poeta Federico García Lorca a ocho ex alcaldes republicanos, pasando por decenas de campesinos), las nuevas autoridades granadinas se recrearon en su ejercicio de la violencia excluyente. Así, encarcelaron a la mujer de Salvador Vila, la alemana Gerda Leimdörfer, a quien no liberaron hasta el 1 de noviembre de 1936, gracias a los buenos oficios del compositor Manuel de Falla. Sin embargo, la ‘gracia’ exigía que previamente abjurase del judaísmo –aunque provenía de una familia secularizada– y se convirtiera al catolicismo.

Con un niño de pocos meses –Ángel–, con sus padres expulsados de España, con parte del patrimonio incautado y con la incertidumbre sobre su futura suerte, la viuda tomaba el nombre de María de las Angustias, virgen patrona de Granada. Nunca más volvió a pisar suelo español.

Por fortuna, con el retorno de la democracia y sobre todo con la implicación de la profesora Mercedes del Amo, lentamente la Universidad de Granada ha recuperado la memoria de aquellos hechos y dignificado la figura de sus docentes ejecutados.

Sin embargo, hay legados de la dictadura más permanentes. La antes evocada tertulia de Mientras dure la guerra sigue siendo la excepción en nuestra sociedad. Como comentaba recientemente el politólogo Roger Senserrich, “la identificación partidista es una de las drogas más poderosas que existen”.

En la Academia, ello imposibilita la crítica pues no existe la costumbre de distinguir entre obra y autor, y todo se personaliza, cuando no directamente se cae en el compadreo paralizante o en el papel de justiciero radical. En la política, se premia al maximalista, se aplaude al polemista y se ridiculiza a quien tiende puentes, castigándose incluso la simple cortesía. Y así con todo, y así todo se empobrece.

De ahí la necesidad de romper las cómodas burbujas que habitamos y que las redes sociales simplemente han reforzado. Lo expresa inmejorablemente un grupo de intelectuales en una reciente carta abierta:

“La restricción del debate, ya sea por parte de un gobierno represivo o una sociedad intolerante, invariablemente perjudica a quienes carecen de poder y hace que todos sean menos capaces de participar democráticamente. La forma de derrotar las malas ideas es mediante la exposición, la discusión y la persuasión, no tratando de silenciarlas o desear que desaparezcan. Rechazamos cualquier falsa elección entre justicia y libertad, pues una no puede existir sin la otra”.

Evidentemente, no todos podemos acceder a una tertulia conformada por Unamuno, Coco y Vila, pero sí que está en nuestras manos algo tan sencillo como buscar voces moderadas al otro lado de la trinchera mediático-social, contrastar nuestras ideas, escuchar las suyas… Y, si es el caso, reconocerles la parte de razón que seguro incorporan y, si no la tienen, disentir civilizadamente.

Evitar la simplificación y la alergia a la diferencia se encuentra a un clic de distancia.

De los centros libertarios al exilio: la movilización política de las mujeres de Teruel en la República y la Guerra Civil

Escuela Racionalista del Ateneo Libertario de Mas de las Matas (Teruel). 1933 Archivo del Grupo de Estudios Masinos

Autora: Candela Canales

Fuente: eldiario.es 23/10/2020

  • En las juventudes libertarias se consiguió una cierta igualdad, llegando incluso a estar alguna dirigida por una mujer. En las colectividades durante la Guerra Civil, las mujeres trabajaban «sin dueño y sin amo» pero los dirigentes eran «todos varones”
  • Serafín Aldecoa recoge las historias y modos de vida de las mujeres turolenses desde 1930 hasta el final de la Guerra Civil

Palmira Pla salía de su casa para ir al centro socialista de la plaza del pueblo a principios de la década de 1930. Pero ese camino no lo hacía sola, para ir y volver al centro de forma segura, la acompañaba su amigo Feliciano Garcés «porque ella sola no llegaba a atreverse a ir a un centro socialista, si un chico la acompañaba y la llevaba y la traía, haciendo de alguna forma de portador, ella iba al centro y participaba en él, hasta se afilió a UGT y al Partido Socialista», explica el historiador Serafín Aldecoa.

Pla se hizo maestra en Teruel. Al poco de finalizar las clases de su primer curso, salió de casa un 18 de julio de 1936 con el objetivo de tomar una limonada y montar en los coches-chocantes. Tal y como recoge Víctor Juan, el director del Museo Pedagógico de Aragón, «un guardia civil amigo de su padre le advirtió que la estaban buscando, y que debía irse de la ciudad. Tenía 22 años y se sorprendió tanto como todos los que durante esos días fueron perseguidos, detenidos y asesinados. Cargada de dudas, se dirigió a la estación y subió a un vagón de un tren de mercancías que la llevó a Sagunto».

Este es uno de los ejemplos que recoge Serafín Aldecoa en sus estudios sobre las mujeres turolenses en la República y la Guerra Civil. Iba a formar parte de una charla programada para el martes 27 enmarcada en el ciclo de conferencias ‘Inesperadas. Cultura en Igualdad’ que finalmente no se podrá hacer debido a las restricciones sanitarias en Teruel.

Aldecoa repasa los modos de vida de las mujeres desde 1931 hasta el final de la Guerra Civil. Palmira Pla formaba parte de uno de los más de 40 centros instructivos republicanos que existían en el Jiloca y alrededor de la ciudad de Teruel. En estos locales se realizaban todo tipo de actividades, desde teatro a ciclos de lectura y charlas, actividades que hicieron que muchas mujeres salieran del entorno familiar.

Actas del pleno regional de las juventudes libertarias

En el Bajo Aragón estos centros tienen su auge entre 1931 y 1932, cuando aparecen también las juventudes libertarias, que eran mixtas y que realizaban giras entre los pueblos. «Una de las particularidades de estos centros instructivos es que se podía leer prensa, prensa ideologizada claro. Es un elemento interesante ya que las mujeres que no saben leer lo que hacen aquí es aprender a leer», explica Aldecoa.

Es en 1933 y 1934 cuando adquieren más relevancia las juventudes libertarias, «son estas jóvenes las que acuden a estos centros, en algunos centros libertarios la presidenta es una mujer, por ejemplo, en el de Mirambel hay 11 chicas y 16 chicos, ya participan por igual en estos centros libertarios».

Movilización de las mujeres «de derechas»

Sin embargo, no solo las mujeres republicanas se unían. Existe también una «gran movilización de las mujeres de derechas, las no republicanas», se crean asociaciones de acción popular, que luego serán la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y recorren los pueblos repartiendo propaganda y publicidad.

María Rosa Urraca Pastor fue la única candidata mujer a las elecciones de Teruel en los tres procesos electorales que tuvieron lugar durante la Segunda República. Carlista, en 1936 «fue elegida candidata única por los tradicionalistas de Teruel, iniciando un intenso periplo por los pueblos de la provincia para lograr el voto. Sin embargo, nuevamente, no logró obtener el ansiado escaño, por lo que Fal Conde le encomendó directamente la organización del Socorro Blanco. Ella manifestó que si bien habían perdido un acta habían ganado una provincia», lo explica Antonio Manuel Moral Roncal en su estudio sobre la figura de Urraca Pastor.

El papel de la mujer durante el conflicto

Con la sublevación militar y el inicio de la Guerra Civil, las cosas cambian. Más de 40 mujeres son fusiladas entre Cella y Villarquemado y muchas son reprimidas, en muchos casos por sustitución, es decir, por ser familiar de un hombre significado políticamente o perseguido.

En la zona franquista, las mujeres se dedicaban los cuidados y la atención a heridos o hambrientos, «son mujeres sometidas bajo la autoridad falangista que realizan las tareas que se consideraban propias de su condición y sexo. Pierden esa autonomía de la que gozaban en la república», explica Aldecoa.

Sin embargo, la situación no era muy diferente en el lado republicano. Las mujeres apenas se incorporan a las columnas militares y, a partir de la entrada de Largo Caballero como ministro del ejército, se retiran, «el propio Largo Caballero decía que el frente no es lugar para las mujeres, que trasmitían enfermedades asociadas a la prostitución y las retira del frente para que realicen tareas accesorias más propias del rol que se esperaba de ellas».

Junta femenina de la Agrupación Socialista de Torrevelilla (Teruel). 1937 Fundación Pablo Iglesias

Fueron las mujeres las que mantuvieron las colectividades, que se montaron en todas las zonas republicanas, y donde cultivaban y criaban ganado. En Aragón las primeras colectividades surgen en el mes de agosto de 1936; los agentes o promotores de la colectivización fueron muy diversos, generalmente los sindicatos y las fuerzas políticas locales. Tal y como recoge la Gran Enciclopedia Aragonesa, «el proceso colectivizador no se hubiera podido desarrollar sin que el voluntarismo ideológico no se hubiera encontrado con unas condiciones favorables provocadas por la situación de guerra». La misma fuente indica la existencia de 280 colectividades, con 141.794 afiliados: Huesca, con 137 localidades y 85.522 personas; Teruel, 116 y 48.618; Zaragoza, 24 y 7.524.

Las colectividades son oficialmente disueltas entre agosto y septiembre de 1937, «en el marco del giro político y militar del gobierno del Frente Popular. Esta disolución se ve reforzada por la presencia de las tropas de Líster en la región. En la práctica, muchas localidades seguirán colectivizadas en mayor o menor grado hasta la caída del frente y el final de la guerra, aunque muchos pequeños y medianos campesinos retornan a la propiedad y explotación individual de sus tierras». 

Sin embargo, Aldecoa rescata las declaraciones de una mujer casada con un anarquista en las que lamentaba que el mando seguía estando en manos de los hombres «ya no tenemos dueño, ni amo, cultivamos la tierra y no tenemos nadie que nos explote, hemos conseguido la libertad, pero el comité dirigente de la colectividad son todos varones». 

¿Quién fue Largo Caballero?

Autores: ALMUDENA ASENJO Y ANTÓN SARACÍBAR

Fuente: Nueva Tribuna 15/10/2020

A propuesta de Vox, y apoyado por el PP y Ciudadanos, el pleno del Ayuntamiento de Madrid aprobó recientemente una moción para retirar los nombres de Francisco Largo Caballero y de Indalecio Prieto de las calles de la capital. Para ello no se dudó en invocar la Resolución del Parlamento Europeo de 19 de septiembre de 2019 (aprobada como rechazo a la 2ª Guerra Mundial iniciada por el nazismo) y el artículo 15 de la conocida como Ley de Memoria Histórica del año 2007, impulsada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Una Ley que se aprueba precisamente para todo lo contrario: restaurar la memoria de las personas asesinadas y represaliadas por la dictadura, además de combatir y denunciar los juicios sumarísimos y los crímenes franquistas. Precisamente, Largo Caballero e Indalecio Prieto fueron los que encabezaron la oposición, junto a otros muchos, al fascismo, al levantamiento militar, la guerra civil, la dictadura y la brutal represión franquista: asesinatos, cárcel, clandestinidad y exilio.

Largo Caballero fue un líder obrero de un marcado carácter independiente, incompatible con la hipocresía, el arribismo, la claudicación y la cobardía moral

Por eso, este breve relato es obligado y pretende denunciar las falsedades y mentiras que se le vienen imputando a Largo Caballero, como se ha puesto de manifiesto en un informe técnico firmado por más de 300 historiadores, además de poner en valor su descomunal Obra realizada y, en coherencia con ello, responder a la siguiente pregunta: ¿Quién fue Francisco Largo Caballero? Nace Madrid, el 15 de octubre de 1869, en el seno de una familia obrera y a los siete años comenzó su aprendizaje en diversos oficios: encuadernador, cordelero, estuquista… En 1890 se afilia a la Sociedad de Albañiles de Madrid y tres años más tarde ingresa en la Agrupación Socialista Madrileña. Llegó a presidir la Mutualidad Obrera, la Fundación Cesáreo del Cerro, la Agrupación Socialista y la Cooperativa Socialista Madrileña. Desde 1902, Largo Caballero desempeñó altos cargos en el sindicato (UGT) y en el partido (PSOE), siendo secretario general de UGT de 1918 a 1938 y presidente del PSOE de 1932 a 1935.

Participó en el Instituto de Reformas Sociales, desde el año siguiente a su constitución (1903), formando parte del grupo de vocales obreros, en su gran mayoría socialistas. En 1905 fue elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid. Formó parte también del Consejo de Estado (desde el más absoluto pragmatismo) durante la dictadura de Primo de Rivera y elegido diputado encabezando las listas socialistas durante cuatro legislaturas. Como representante de la clase obrera española asistió a la Conferencia de Berna y al Congreso de Ámsterdam en 1919, donde se fundó la Federación Sindical Mundial. Además, en ese mismo año participó en la Conferencia de Washington, donde se constituyó la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) y, después, en todas sus Asambleas anuales, desde 1919 hasta 1933, las dos últimas como ministro de Trabajo. Finalmente, con la proclamación de la II República, Largo Caballero se hace cargo del ministerio de Trabajo (de abril de 1931 a septiembre de 1933) promulgando la legislación social más avanzada de su época (siendo todavía una referencia obligada para el legislador en materia social laboral) y, posteriormente, ocupa la presidencia del Consejo de Ministros y el Ministerio de la Guerra, en plena contienda civil, desde el 4 de septiembre de 1936 hasta el 19 de mayo de 1937.

Su exilio en Francia se produce en febrero de 1939 y posteriormente la policía francesa le entrega a la Gestapo y es trasladado al campo de concentración de Sachsenhausen-Orianenburg (Alemania). Fue liberado por las tropas rusas en abril de 1945 regresando a Francia donde reside hasta su muerte. En su sepelio, Rodolfo Llopis (secretario general del PSOE en el exilio) le rindió homenaje manifestando que: “el proletariado español ha perdido al hombre más representativo de su clase”. Finalmente, sus restos fueron trasladados a España el día 8 de abril de 1978. La masiva manifestación que le acompañó, desde la plaza de Las Ventas al cementerio civil de La Almudena, constituyó un acontecimiento político de primera magnitud, lo que contribuyó a acelerar, en muy buena medida, la transición política a la democracia (Obras Completas de Francisco Largo Caballero, publicadas por el Instituto Monsa de Ediciones y la Fundación F. Largo Caballero, 2003).

De Largo Caballero se han dicho y escrito muchas cosas. En todo caso, es bueno recordar que sólo acudió a la escuela desde los 4 a los 7 años, lo que le obligó a formarse en la Casa del Pueblo de Madrid destacándose como un buen estudiante, un extraordinario lector y un comprometido militante, llegando a ser el único obrero en España que presidió un Consejo de Ministros. Efectivamente, en las Casas del Pueblo se fomentaba el entusiasmo por la organización obrera, la militancia, la austeridad, la ética, la honradez y la solidaridad internacional. A este comportamiento se llamaba y se sigue llamando el “Pablismo” en reconocimiento de lo que representaba Pablo Iglesias dentro de las organizaciones socialistas.

Sin duda, fue el discípulo más destacado de Pablo Iglesias, con el que convivió y aprendió durante muchos años. Se puede afirmar que fue un autodidacta, con intuición de clase, con grandes dotes de organización, comprometido éticamente con las clases trabajadoras, además de sumamente austero y honesto en su comportamiento personal. También fue el artífice de la estructura moderna de UGT y un firme defensor de la organización obrera (propagar ideas y hacer proselitismo) y de la educación de clase (formar “obreros conscientes y organizados”). Siempre fue coherente con sus ideas, destacando la coincidencia de su discurso con la acción política y sindical, lo que le acarreó críticas sin fundamento de una derecha montaraz y reaccionaria, así como de patronos y caciques sin escrúpulos. En este sentido, es oportuno recordar la contestación de los terratenientes andaluces, a la petición de trabajo de los jornaleros en las plazas de los pueblos, por haber votado a la Conjunción Republicana Socialista: “Comed República”.

Largo Caballero fue también un firme defensor de la autonomía del sindicato, superando la supeditación al partido de los primeros años y un firme activista en defensa de la II República, de las libertades y del socialismo democrático. Consideró un suicidio la división de la clase obrera (sobre todo en un contexto de guerra) y condenó con firmeza los intentos secesionistas en su lucha contra el fascismo. A pesar de ser acusado de desviación hacia el comunismo y el anarquismo, sin ninguna razón ni fundamento, fue también un firme y decidido defensor de la legalidad republicana.

Por último, fue muy relevante su protagonismo en las movilizaciones obreras- de acuerdo siempre con los órganos de dirección de UGT y el PSOE-, destacando su participación en la huelga general del 17, en la proclamación de la II República y en la huelga general de Asturias en 1934. En este caso, en apoyo de la democracia y, particularmente, de la obra social de la República; pero, sobre todo, de la lucha de la clase obrera contra el avance del fascismo internacional en sus intentos de restaurar la monarquía e imponer la dictadura. En todo caso, se puede afirmar, sin faltar a la verdad, que Largo Caballero fue un líder obrero de un marcado carácter independiente, incompatible con la hipocresía, el arribismo, la claudicación y la cobardía moral, lo que explica sobre todo sus sucesivos pasos por las cárceles españolas por encabezar las movilizaciones obreras en defensa de sus propios intereses.

Desde luego, este lamentable episodio ha tenido un amplio eco mediático y ha demostrado, con mucha claridad, el gran desconocimiento que tienen los ciudadanos, en particular los jóvenes, de nuestra historia reciente y, en particular, de la figura de Largo Caballero. Razón poderosa para reflexionar sobre la educación que están recibiendo nuestros jóvenes en cuanto a nuestra historia contemporánea: II República, guerra civil, dictadura y transición hacia la democracia. Los libros de texto tienen que reflejar la verdad de los hechos y, en coherencia con ello, los educadores actuar en consecuencia dedicando el tiempo necesario a esta materia. También los medios de comunicación y las redes sociales deben obrar con responsabilidad y, por lo tanto, no deberían hacerse eco -como lo están haciendo algunos- de falsos historiadores o políticos interesados en tergiversar la historia y practicar un revisionismo obsceno a base de patrañas, necedades y mentiras.

En todo caso, se trata de reflexionar sobre nuestra memoria histórica para no cometer nuevos errores; no se trata de abrir nuevas heridas ni de fomentar el odio, como reiteradamente pontifica la derecha más extrema. En definitiva, no tiene ningún sentido que nuestros escolares conozcan más y dediquen más horas lectivas al Cid Campeador, a los Reyes Católicos y a reseñar las monarquías absolutas, que a lo acontecido en nuestra historia más reciente.

Finalmente, no debemos olvidar tampoco que estos hechos lamentables se producen en un contexto de confrontación ideológica y polarización política, propiciada, sobre todo, por el auge de los populismos de extrema derecha. Lo más grave e incomprensible de todo es que el PP y Cs también están participando de manera decisiva en estos hechos, haciendo dejación de la responsabilidad exigible a un partido de oposición -con visión de Estado- como se presume debería ser el PP. Sobre todo, cuando se produce en medio de una profunda crisis sanitaria, económica y social que no tiene precedentes conocidos.

Por todo ello, resulta incomprensible la actitud y, sobre todo, la ignorancia mostrada por las derechas en el Ayuntamiento de Madrid. Sin duda, la personalidad y figura de Largo Caballero, junto a la de Indalecio Prieto, justificará plenamente la aplicación de las medidas que sean necesarias para restaurar la dignidad de ambas figuras, la verdad de los hechos y, sobre todo, reparar la infamia y la injusticia histórica cometida.

Imagen: Placa conmemorativa en el lugar donde se hallaba la madrileña casa natal de Largo Caballero, retirada hoy por orden del Ayuntamiento.

A propósito de los soldados de Franco: represión, disciplina, vigilancia y silencio

Autora: Patricia Martínez Fernández

Fuente: Nueva Tribuna 13/07/2020

¿Quién formaba el ejército sublevado? Hasta hace unos años, nadie en el mundo historiográfico y social se preguntaba esto. Se daba por hecho que se trataba de militaristas y contrarrevolucionarios procedentes de partidos de la derecha reaccionaria y causantes de la represión. La misma impresión tenía la ciudadanía, en la que se daba por sentado que el ejército era fascista y se repetía el mantra de “a mi abuelo (o padre) le tocó ir porque vivía aquí”. Se tenía una vaga idea de quiénes eran, pero se desconocía su historia. La investigación previa de Soldados de Franco. Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar (Siglo XXI, España), de Francisco J. Leira, se centra en responder a esa pregunta, sin sospechar que la respuesta era muy compleja.


Retrocedamos en el tiempo. A partir del 8 de agosto de 1936, se envió a miles de jóvenes al frente para luchar en una guerra civil que no habían provocado y que no entendían ni deseaban, una confrontación armada que rompía esquemas de vida y planes de futuro. La movilización se desarrolló como consecuencia del fracasado golpe de Estado de julio de 1936, que encabezó una parte de la jerarquía militar. La movilización forzosa se inició por la necesidad de incrementar la tropa para combatir en una lucha de duración desconocida cuyo objetivo era controlar a la sociedad en retaguardia. El reclutamiento se extendió desde el 8 de agosto de 1936 hasta el 9 de enero de 1939 e incluyó a todos los varones nacidos entre el año 1907 y el año 1920.

La recluta forzosa y el terror formaron parte de un solo cuerpo que sirvió para nutrir de hombres al ejército, evitando las huidas y teniendo fiscalizada la retaguardia, en clara conexión entre represión y necesidades bélicas

Es destacable la maquinaria represiva que desarrollaron los golpistas, tanto a través de los juicios sumarísimos que se pusieron en marcha tanto por la declaración del estado de guerra como por las milicias civiles formadas al calor del golpe, controlado todo ello siempre por el ejército insurgente. La meta era romper los lazos de solidaridad de una sociedad civil compleja. La recluta forzosa y el terror formaron parte de un solo cuerpo que sirvió para nutrir de hombres al ejército, evitando, en la medida de lo posible, las huidas, y tener fiscalizada la retaguardia, clara conexión entre represión y necesidades bélicas. Todas las familias se vieron relacionadas con los nuevos poderes, por motivos como la movilización forzosa, la muerte, el encausamiento, o el ser testigo o delator. Este fenómeno vino acompañado por una movilización civil que se organizó en torno a milicias, que resultó insuficiente para que triunfase el golpe, pero relevante en términos numéricos, y que ayudó a recrudecer la presión social y la represión. La idea del escenario de violencia es crucial, pues revela que la aparente –solo en la retórica insurgente– recluta masiva y entusiasta fue en realidad un mecanismo de supervivencia de todo tipo de individuos.

El bagaje sociopolítico y cultural llevado a cabo desde finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX no es en absoluto desdeñable. Se había formado una sociedad civil compleja que había traído consigo espacios de socialización donde los individuos se manifestaban y desarrollaban formas críticas de entender la realidad en que vivían, no exclusivamente de corte político, sino también social, íntimo y familiar. El golpe de Estado quebró inmisericordemente esos cimientos. Afectó especialmente a los jóvenes sujetos a movilización ante el encuadramiento militar que estaban desarrollando las fuerzas golpistas, con excepción de las quintas de menor edad. Esto se comprobó con la resistencia activa al golpe (des)organizada por organizaciones políticas del espectro de la izquierda, pero también con la oposición al reclutamiento militar que, a menudo de forma individual, realizaron muchas personas.

La respuesta fue diversa. Es prácticamente imposible cuantificar y encuadrar los comportamientos sociales adoptados por la ciudadanía ante el reclutamiento. Basta asomarse a las páginas de Soldados de Franco (Siglo XXI España) para que quede claro que el perfil de los combatientes del ejército sublevado fue mucho más complejo que el elaborado por las simplificaciones discursivas del pasado y que, tristemente, aún predominan en el presente y nos imposibilitan ser objetivos y aprender de ello como correspondería a una sociedad adulta.

Por lo tanto, ese ejército diverso obligó a los mandos golpistas a establecer una maquinaria de vigilancia y castigo que se fue perfeccionando a medida que avanzaba la contienda.En el frente de guerra se impusieron la integración, la disciplina, la vigilancia y el castigo. A partir de la formación del primer Gobierno franquista se desarrollaron las medidas más eficientes y crueles para el control de los combatientes. Estas manifestaban un doble deseo: asegurar la victoria militar y la implantación, a través de la fuerza, del nuevo régimen. El papel de estas reglas coercitivas fue fundamental para la represión sociopolítica desarrollada en la posguerra. A todo ello contribuyó sobremanera el Servicio de Información, que generó informes de todos los territorios que conquistaban y de los soldados que se integraban en sus filas, un trabajo coordinado por el SIMP, con la ayuda de la Guardia Civil, de los gobernadores provinciales y de todos los civiles y militares que esperasen obtener réditos sociopolíticos del nuevo contexto.

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Abundando en ello, hay que señalar que se hacía partícipe del sistema punitivo a todos los miembros del ejército. Cuando se abría un juicio dentro de un regimiento, testificaban todos los compañeros del batallón. De esta forma, se intentaba que los compañeros se convirtiesen en elementos de disuasión frente a posibles actitudes discordantes mediante el miedo a ser objeto de represalias. En definitiva, el bando sublevado desarrolló un sistema coercitivo y disciplinario que no podría haberse llevado adelante sin la participación, en ocasiones forzada e indeseada, de los miembros que componían su ejército.Así pues, a la sensación de ser vigilados, al miedo, a la supervivencia individual, familiar y colectiva, habría que sumarle la culpabilidad por convertirse en los ejecutores de las órdenes de Franco. No en vano fueron estas las herramientas que empleó el franquismo para asentarse socialmente durante la posguerra.

El fin de la guerra civil española estuvo plagado de dificultades, al contrario de lo que se le había hecho creer a la sociedad durante la guerra. En abril de 1939 flotaba en el ambiente la sensación de que, con el cese de la violencia, se volvería a la normalidad, pero aquella España previa al golpe del verano de 1936 quedó diluida para siempre con la implantación de una dictadura militar fascistizada y ultracatólica que se impuso durante cuarenta años. En su mayoría, los soldados republicanos fueron enviados al abarrotado sistema carcelario franquista. Por su parte, en el ejército sublevado existía la sensación de que, con el fin de la guerra,llegaría el fin de su vida militar, pero tampoco eso ocurrió. Tras el parte de la victoria no fue desmovilizado ninguno de los reemplazos. Muchos no volvieron a sus casas hasta finales de año, y en ocasiones, debido a la legislación, se les volvió a llamara filas en los años cuarenta por los problemas coloniales del Rif. Así, el fin de la guerra no supuso la desmovilización militar, puesto que todos tuvieron que pasar revista y estar localizables, por si el “Nuevo Estado” los necesitaba, una situación que se extendería hasta mediados de la década de los años cincuenta.

Por lo demás, la desmovilización también presentó dificultades. A esta realidad hay que sumarle la mala planificación económica del Estado franquista, que quiso aplicar una política autárquica que solo reportó más miseria a un país ya arruinado por la guerra. Esto causó que las medidas desarrolladas para mitigar el paro obrero, como el Servicio de Reincorporación al Trabajo y la Delegación Nacional de Excombatientes fuesen un fracaso, hasta tal punto que muchos ya ni acudían a él.

Del mismo modo, existieron consecuencias sociales, pues el pasado quedó sepultado en la memoria de quienes lo vivieron y se aceptaron las normas impuestas por el “Nuevo Estado”. En este sentido, muchos mantuvieron el silencio en la posguerra y no se atrevieron a transmitir sus recuerdos de la Segunda República, el golpe y la guerra a sus hijos ya décadas más tarde. La mayoría de los excombatientes intentó adaptarse y convivir con sus propios demonios, aquellos que entraron en su mente a causa de la experiencia de guerra, una de las más desagradables que puede vivir un hombre.

Esta intrahistoria terrible que subyace tras los legajos que reposaban en diversos archivos merece ser conocida y reconocida, tanto por los que no supieron de ella en las clases de Historia de hace dos o tres décadas como por los estudiantes actuales, así como por toda la sociedad. Las inhumanas vivencias que soportó toda la población, el dejar en suspenso un país durante cuarenta años y la imposición de la ley del silencio no favorecen la integración de nuestro país en un mundo que está cambiando a gran velocidad. Es necesario comprender lo que sucedió en ambos bandos y conversar sobre ello, honrar a las familias que vieron truncadas sus vidas y asimilar que no puede repetirse o el futuro, que ya es presente, nos sorprenderá de nuevo con el paso cambiado y volveremos a quedar fuera.


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Título: Soldados de Franco. Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar.
Editorial: Siglo XXI España
Lugar: Madrid
Páginas: 347
Premio Miguel Artola a Historia Contemporánea, 2018.

Premio Ciencias Sociales Juana de Vega, 2012.

Mención honorífica en el concurso de ensayo histórico George Watt de la ALBA-VALB, 2012.

Franco creó 300 campos de concentración en España, un 50% más de lo calculado hasta ahora

Los prisioneros abarrotan el campo de concentración habilitado en la plaza de toros de Santander BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

Autora: Belén Remacha

Fuente: eldiario.es 11/03/2019

Franco creó en España un centenar más de campos de concentración de los que se creía hasta ahora. Una investigación del periodista Carlos Hernández plasmada en su libro Los campos de concentración de Franco documenta 296 en total, a partir sobre todo de la apertura de nuevos archivos municipales y militares. Por los campos pasaron entre 700.000 y un millón de españoles que sufrieron «el hambre, las torturas, las enfermedades y la muerte», la mayoría de ellos además fueron trabajadores forzosos en batallones de esclavos. Estuvieron abiertos desde horas después de la sublevación militar hasta bien entrada la dictadura.

El estudio anterior más completo, de Javier Rodrigo, había documentado hasta 188 campos de concentración en todo el país. También en torno a 10.000 víctimas mortales entre los asesinados y los fallecidos a consecuencia de las condiciones vividas ahí, pero Hernández cree que «esa cifra se queda corta con estos nuevos datos. Es imposible documentar todos los asesinatos y muertes porque no dejaban registro, pero en solo 15 campos que han podido ser investigados en esto ya calculamos entre 6.000 y 7.000. No es una proporción exacta porque entre esos 15 estaban algunos de los más letales, pero nos hacemos una idea de que hay muchas más víctimas».

Mapa elaborado por Ana Ordaz

La comunidad autónoma que más campos albergó fue Andalucía, pero hubo por todo el territorio: el primero fue el de la ciudad de Zeluán, en el antiguo Protectorado de Marruecos, abierto el 19 de julio de 1936, y el último fue cerrado en Fuerteventura a finales de los años 60. El 30% eran «lo que imaginamos estéticamente como campos de concentración, es decir, terrenos al aire libre con barracones rodeados de alambradas. El 70% se habilitaron en plazas de toros, conventos, fábricas o campos deportivos, hoy muchos reutilizados», explica Hernández. Ninguno de los presos había sido juzgado ni acusado formalmente ni siquiera por tribunales franquistas, y pasaron ahí una media de 5 años. Sobre todo eran combatientes republicanos, aunque también había «alcaldes o militantes de izquierdas» capturados tras el golpe de estado en localidades que cayeron en manos del ejército franquista.

Prisioneros de las Brigadas Internacionales en el campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos).
Prisioneros de las Brigadas Internacionales en el campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos). BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

Trabajos forzosos, hambre y torturas

En los campos de concentración de Franco se hacía una labor de «selección». Se investigaba a cada uno de los prisioneros, principalmente mediante informes de alcaldes, curas, y de los jefes de la Guardia Civil y la Falange de las localidades natales. A partir de ahí, clasificaban a los prisioneros en tres grupos, en términos franquistas: los «forajidos», considerados «irrecuperables», iban directamente a juicio, en el que se les decretaba cárcel o paredón. Los «hermanos forzados», es decir, los que creían en las ideas fascistas pero obligados a combatir en el bando republicano; y los «desafectos» o «bellacos engañados», los que estaban del lado republicano pero los represores valoraban que no tenían una ideología firme y que eran «recuperables».

Los «desafectos» poblaron de manera estable los campos de concentración y fueron condenados a trabajos forzosos. Durante la guerra estuvieron obligados a cavar trincheras, y al término del conflicto, principalmente a labores de reconstrucción de pueblos o vías. Sufrieron torturas físicas, psicológicas y lavados de cerebro: tenían que comulgar, ir a misa, o cantar diariamente el Cara al Sol, como ha documentado Hernández. También hay testimonios explícitos de hambrunas extremas, «la peor pesadilla de los prisioneros», enfermedades como el tifus o tuberculosis y plagas de piojos. Muchos de ellos fueron asesinados en el propio campo o por tropas falangistas que iban a buscarles, y otros muchos no sobrevivieron a la falta de alimento, higiene y atención sanitaria.

En noviembre de 1939, meses después del fin de la guerra, se cerraron muchos campos, «pero lo que sucede realmente es una transformación», relata el periodista. «La represión franquista era tan bestia y tenía tantas patas que evolucionó en función de las circunstancias. Franco, aunque aliado con Italia y Alemania, quería dar una buena imagen ante Europa, quería emitir una propaganda de respeto de los derechos humanos. Por eso oficialmente los campos terminan, pero algunos perduran durante mucho tiempo». El último oficial, también el más longevo, fue el de Miranda de Ebro (Burgos), que duró de 1937 a 1947.

Después hubo lo que Hernández denomina «campos de concentración tardíos», creados durante los años 40 y 50 y con denominaciones ya distintas. Fueron el de Nanclares de Oca (Álava), La Algaba (Sevilla), Gran Canaria y Fuerteventura, estos dos últimos para prisioneros marroquíes de la guerra del Ifni y cerrados en el 59. Durante el resto de la dictadura siguieron quedando vestigios: por ejemplo, en 1966 se clausuró la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía (Fuerteventura), en la que se encarcelaba y «reeducaba» a homosexuales.

Prisioneros haciendo el saludo fascista en el campo de concentración de Irún en Guipúzcoa
Prisioneros haciendo el saludo fascista en el campo de concentración de Irún en Guipúzcoa BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

«Ha habido miedo a hablar»

Según Hernández, hay que «rehuir» la comparación que parece inevitable con los campos nazis. En primer lugar porque «al lado de Auschwitz, de millones de víctimas en la cámara de gas, cualquier crimen brutal parece menos crimen». Y en segundo porque el sistema franquista era muy diferente: así como en la Alemania nazi todo estaba más o menos estructurado y los dividían entre los de exterminio directo y los de exterminio por trabajo, los españoles eran mucho más heterogéneos y todo más «caótico». Los campos de Franco variaban mucho en tamaño, y la suerte y destino de los prisioneros dependía en muchos casos de las decisiones del propio oficial, que los había más y menos sanguinarios.

Sobre el papel, estos centros estaban destinados solo a hombres: «En la mentalidad machista y falsamente paternalista de los dirigentes franquistas, las mujeres no encajaban en los campos de concentración». Aunque sí hubo grupos de cautivas en algunos como en el de Cabra (Córdoba), ellas fueron sometidas a idénticas torturas sobre todo en las cárceles. Las prisiones, al igual que las unidades del Patronato de Redención de Penas que construyeron el Valle de los Caídos, no están incluidas en esta investigación. Hernández la ha limitado a lo que la propia documentación del régimen categoriza como ‘campos de concentración’ –además de los cuatro tardíos– porque «la represión fue de tal magnitud y tuvo tantas estructuras que para poder explicarla tienes que parcelarla».

La segunda parte del libro de Hernández, que se publica el próximo 14 de marzo, consta de testimonios de víctimas. Quedaban pocos supervivientes que pudieran contarlo pero el autor conversó directamente con media docena de los que fueran presos en uno o varios de los casi 300 campos de concentración. Todos ellos han fallecido en los últimos tres años, el último el pasado jueves, Luis Ortiz, quien pasó por el de Irún, por el de Miranda de Ebro y por el de Deusto.

Durante muchas décadas «ha habido vergüenza y miedo» a hablar. Además de esas conversaciones con los antiguos presos, mucho de lo recuperado por Hernández parte de publicaciones elaboradas durante la Transición y de documentos familiares: «Hubo mucha gente que dejó escritos a sus hijos y nietos de lo que ocurrió». Él anima a eso, «a preguntar a la abuela, al abuelo, por lo que pasó: en todas las familias españolas hay alguien cercano con historias sobre esto. No quiero que esto sea un punto y final a la investigación sobre los campos de concentración, sino un estímulo para reabrir el tema».

Prisioneros del campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos) trabajando en la construcción de una carretera cercana.
Prisioneros del campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos) trabajando en la construcción de una carretera cercana. BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

La Italia fascista que se retrató en la Guerra Civil

Cañones de artillería italianos en Sigüenza (Guadalajara), en octubre de 1936. La fotografía la tomó Guido Giovinazzi. CDMH / MINISTERIO DE CULTURA

Autor: Manuel Morales

Fuente: El País, 21/12/2019

Se los ve desembarcando en Cádiz o a punto de cruzar el Ebro para la gran batalla, también en sus pequeños carros de combate, que parecen de juguete, camino de Guadalajara, donde perdieron la única batalla importante que ganaron las tropas republicanas en la Guerra Civil. Son fotografías de episodios de la contienda española en los que participaron los soldados italianos del Cuerpo de Tropas Voluntarias, casi 50.000 hombres. Otras son de actos públicos en los que, por ejemplo, se ve al general Franco con su hija o condecorando a un soldado.

Como otras colecciones fotográficas del conflicto, esta ha permanecido décadas en manos de particulares, hasta que por fin ve la luz. Son 212 imágenes vintage en papel que pertenecieron al coronel Luis de Martín-Pinillos (1877-1956), militar africanista que participó en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, luego fue gobernador militar de Cáceres y, a partir del 29 de julio de 1937, Franco lo situó al frente de la poderosa y temible Inspección de los Campos de Concentración de Prisioneros de guerra (ICCP), organismo encargado de articular el sistema represivo. Los servicios prestados al régimen le valió el ascenso a general.

Martín-Pinillos no era fotógrafo, las imágenes que estuvieron en su poder y ha adquirido el Ministerio de Cultura, por unos 15.000 euros a una nieta suya, fue un regalo de los amigos y aliados italianos. Martín-Pinillos inició esa relación con los jefes de las tropas enviadas por Mussolini cuando pelearon juntos en el primer asedio a Cádiz, que lograron romper los republicanos. “Él no hizo ningún uso de esas fotos, han estado en manos de la familia. Se encontraban en una caja, pero en buen estado”, dice Teresa Engenios Martín, jefa del Servicio de  Coordinación Archivística, perteneciente al Ministerio de Cultura.

Casi todas las instantáneas llevan al reverso el sello del Istituto Nazionale LUCE (Libera Unione Cinematografica Educativa), órgano de propaganda italiano, creado en 1920, que se puso a las órdenes de la Italia fascista desde 1924. Cuando estalló la Guerra Civil, el LUCE envió a varios profesionales a España para loar las esperables hazañas bélicas de sus tropas. Tuvo incluso una sede permanente en Salamanca, desde diciembre de 1936, dependiente de la Oficina de Prensa y Propaganda italoespañola, a cuyo frente estaba el periodista Guglielmo Danzi. Precisamente a este se lo ve en una de las instantáneas del brazo del general José Millán-Astray, posando a las puertas de la Catedral nueva de Salamanca. Danzi era el enlace oficioso entre Franco y Mussolini.

El general Millán-Astray (derecha) con el periodista Guglielmo Danzi delante de la catedral nueva de Salamanca.
El general Millán-Astray (derecha) con el periodista Guglielmo Danzi delante de la catedral nueva de Salamanca. URBANI CDMH / MINISTERIO DE CULTURA

Además del material para trabajar, llegaron a España un jefe de reparto, dos operadores cinematográficos, un fotógrafo y tres técnicos. Hubo hasta tres reporteros que se dedicaron a aquella tarea, entre los que destacó Guido Giovinazzi. Su misión principal era documentar fotográfica y cinematográficamente los eventos en que participasen sus soldados, pero también ceremonias civiles y castrenses, manifestaciones folclóricas… Además, había un objetivo más ambicioso, como apunta el estudioso Félix Monguilot-Benzal en un artículo publicado por la Filmoteca Valenciana: «Crear las bases para una posterior afirmación de la cinematografía italiana entre el público y los empresarios». Por lo tanto, que se empezase a apreciar la marca italiana en los espectadores españoles para facilitar la posterior penetración de sus películas.

La llegada de las tropas italianas se produjo en Cádiz, en febrero de 1937, como muestra una de las imágenes. Tras el fracaso en Guadalajara, estos soldados fueron enviados a varios focos de lucha, como Sigüenza o el frente de Aragón, donde participaron en batallas tan sangrientas como Belchite, Teruel o la del Ebro. Entre las tomas hay una espectacular del puente de Fraga (Huesca) hundido y otras más curiosas, como la del aeródromo de Soria, en la que junto a un avión a la espera de entrar en combate se ve un carro tirado por bueyes.

Los fotógrafos siguieron durante todo el conflicto a los soldados de su país allí donde entraban en combate, ya fuese el cerro de Los Ángeles (Madrid) o Málaga… No son, sin embargo, imágenes de lucha, no hay heridos, sino que son tomas del antes y el después. Los voluntarios italianos regresaron a su país en octubre de 1938 y con ellos llegó el final de la presencia del LUCE en España.

Imágenes de tres años de anarquísmo

Milicianos en el cuartel Bakunin (Bruc), en una foto de Antoni Campañà, de agosto de 1936. ARXIU CAMPAÑÀ

Autor: José ángel Montañés

Fuente: El País, 3/12/2019

El Arxiu Fotogràfic de Barcelona expone las fotografías de la Oficina de Información y Propaganda de la CNT-FAI (1936-1937)

El 21 de enero de 1939 las tropas franquistas estaban a las puertas de Barcelona, una ciudad exhausta y agotada por tres años de conflicto. Ante el inminente desenlace, los miembros de la Oficina de Información y Propaganda de la CNT-FAI deciden abandonar su sede en la cuarta planta de la casa CNT-FAI, de la vía Durruti (actual Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana). Con ellos se llevan 43 cajas de madera diseñadas para transportar fusiles Mauser con varias toneladas de documentación que cargan en un camión rumbo a Ámsterdam. Entre el material, miles de fotografías y negativos de la sección gráfica de la Oficina tomadas durante la guerra; uno de los fondos fotográficos propagandísticos más importantes de la historia del anarquismo ibérico. Pero el material tuvo que permanecer en Londres y Oxford durante toda la Segunda Guerra Mundial, antes de llegar a Ámsterdam debido a la ocupación nazi.

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Por fin, en 1947 ingresaron en la sede del Institut Internacional de Historia Social de Ámsterdam (IISG) un total de 2.288 fotografías, 5.590 negativos, 259 placas de vidrio de autores como Antoni Campañà, Katy Horna, David Marco, Margaret Michaelis y los Pérez de Rozas, entre otros fotógrafos reconocidos y anónimos. Poco se sabe de ella, solo que la dirigió Jacinto Toryho y vivió su mayor actividad entre julio de 1936 a mayo de 1937, momento en el que la ciudad se convirtió en referente de la lucha social y las reivindicaciones obreras. La oficina continuó en activo toda la guerra y convivió con el Comissariat de Propaganda de la Generalitat.

Casa CNT-FAI, situada en via Durruti (actual sede de Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana) en el segundo aniversario de la muerte de Durruti, en noviembre de 1938.
Casa CNT-FAI, situada en via Durruti (actual sede de Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana) en el segundo aniversario de la muerte de Durruti, en noviembre de 1938. AUTOR DESCONOCIDO

Pese a su importancia, hasta ahora no se había realizado una investigación, una publicación o un trabajo expositivo serio que pusiera en valor el impresionante legado gráfico de este movimiento, que ha permanecido 80 años casi inédito. Hasta ahora que el Arxiu Fotogràfic de Barcelona (AFB) ha inaugurado la exposición Gráfica anarquista. Fotografía y revolución social, 1936-1939 en la que se expone (hasta el 16 de mayo, gratis) este rico y desconocido fondo.

Organizada junto con el Observatori de la Vida Quotidiana (OVQ), la Fundación Anselmo Lorenzo y el Ateneu Enciclopèdic Popular las imágenes dejan claro que la oficina realizó bien su trabajo ilustrando las bonanzas y conquistas revolucionarias. En las imágenes, de soldados en el frente, de campesinos realizando su labor o de trabajadores en los puestos, pero también ocupando los despachos que hasta hace poco tiempo ocupaban los dueños, no hay nada de naturalidad. Todo son posados rígidos sea en una enorme empresa textil o de soldados en el cuartel del Bruc tomado las instalaciones por las armas.

La exposición, comisariada por Andrés Antebi, Pablo González Morandi, Teresa Ferré y Roger Adam, muestra gran parte de estas imágenes y algunos de los diarios, revistas, opúsculos, boletines, libros en el que se difundieron. También en el cine, como en la cinta Reportaje del movimiento revolucionario en Barcelona, la primera película que se hizo de la Guerra Civil,

Miembros de la Junta de la sección de técnicos del sindicato de Agua, Gas, Electricidad y Combustible de la CNT de Barcelona, en 1937.
Miembros de la Junta de la sección de técnicos del sindicato de Agua, Gas, Electricidad y Combustible de la CNT de Barcelona, en 1937. PÉREZ DE ROZAS (ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA)

“De la revisión de todo el material se deduce que se trata de una iniciativa más organizada y menos anárquica de los que podía parecer, en la que todo está perfectamente planificado”, explican los comisarios. En la exposición queda patente el interés por romper con la imagen estigmatizada de que el anarquismo era sinónimo de violencia, irracionalidad y pobreza. Para acabar con todo eso, produjeron una iconografía propia como la de los sanos e imponentes retratos de milicianos de Antoni Campañà.

En la muestra destaca el trabajo de una fotógrafa comprometida como Katy Horne que vino a fotografiar el conflicto de primera mano. En el otro extremo las imágenes de la saga, padre e hijo, de los Pérez de Rozas, que “sorprendentemente por su ideario conservador” fotografiaron las colectivizaciones de los obreros y campesinos pagados por los recursos de esta oficina anarquista. Entre medio un buen número de profesionales y aficionados que con sus fotos (a 10 pesetas cada una) inmortalizaron el momento.

El archivo permaneció sin abrir hasta 1975 y sigue siendo propiedad de la institución y de los camaradas que lo promovieron y lo utilizaron. “Aquí continúa siendo peligroso, aunque no le han faltado novios, desde la Generalitat hasta el Ministerio”, explica con contundencia Sònia Turón, secretaria de cultura de la CNT. El 20 de febrero verá la luz un libro con este material y el trabajo de los comisarios, que para ellos solo es el comienzo de un “relato que hay que seguir construyendo”.

Elisa Garrido, la libertaria que voló una fábrica nazi de bombas

La ‘Carta de deportado resistente’ da fe de su paso por los campos de concentración nazis entre enero de 1944 y junio de 1945./ Cedida por la familia

Autor: Eduardo Bayona

Fuente: Público.es 8/11/2019

«Dentro del drama de lo que ocurrió, al menos uno sabe dónde llevarle una flor. Eso es lo importante dentro de las fases del duelo, que haya un homenaje, que es lo que no ocurre con tantos desaparecidos», explica la cantante Rozalén, que este viernes participa en Magallón (Zaragoza) en la jornada de reconocimiento que ese pueblo rinde a Elisa Garrido, una militante libertaria que en 1945 logró hacer saltar por los aires la fábrica de obuses en la que los nazis la explotaban como esclava de guerra, y a Justo, el tío abuelo de la artista albaceteña, el único integrante de la «Quinta del Biberón» que no regresó a su pueblo de la Sierra del Segura y cuyos restos reposan en una fosa de Arganda del Rey. 

La historia de Elisa ha sido recuperada por Afaem (Asociación de Familiares de Enterrados en Magallón), que preside su sobrina Pilar Gimeno, y por Amical de Mathausen, uno de cuyos miembros, Juan Manuel Calvo, logró documentar, mientras investigaba las vidas del millar largo de aragoneses que pasaron por los campos de concentración nazis, que las tres Elisa Ruiz de Angulo, Ruiz de Masalle y Ruiz Garrido cuyo rastro había localizado eran en realidad una sola: La Mañica, el apodo con el que se la conocía tanto en el movimiento libertario de la Barcelona de los años 30 como en la Resistencia a los nazis en la Francia de la década siguiente, donde también utilizó el seudónimo de FranÇoise

Elisa, natural de Magallón y que se ganaba la vida como sirvienta de una familia acaudalada, se afilió a la CNT y formó parte de las columnas libertarias que en las primeras semanas de la guerra civil salieron de Barcelona con el objetivo de liberar Zaragoza de los sublevados. Casi tres años después, cruzaba el Pirineo en dirección a Francia, donde acabaría afincándose en Toulouse con su compañero, Marino Ruiz.

Resistencia, cárceles y campos de concentración

Ella relevó a Marino como correo de la Resistencia y como guía para ayudar a fugitivos a cruzar la frontera cuando fue detenido por la Gestapo, que acabó atrapándola también a ella en noviembre de 1943. Comenzaron entonces varias semanas de torturas antes de su traslado de la cárcel tolosana a otra de París, desde donde fue deportada a primeros del año siguiente al campo de concentración de Ravensbrück, cercano a Berlín y donde los alemanes solo recluían a prisioneras. 

Elisa Garrido, con varios sobrinos-nietos en una de sus visitas a España./ Cedida por la familia

En septiembre de1944, los nazis la destinaron como esclava a una fábrica de obuses adscrita al campo de Buchenwald en el Kommando Hasag, un complejo de la industria militar alemana ubicado en Leipzig donde llevaría a cabo una arriesgada acción que hizo saltar por los aires buena parte de la factoría: dejaba parte de la carga explosiva en las bombas defectuosas que debían pasar de nuevo por la fresadora para ser pulidas hasta que la propia máquina acabó haciendo de percutor y provocando una explosión en cadena. 

Antes de ser liberada en un canje de prisioneros realizado en Frankfurt en junio de 1945 pasaría de nuevo por Ravensbrück. Todavía tardaría unos meses en regresar a Francia, para lo que tuvo que pasar por Dinamarca y Suecia. 

La pareja llegó a pasar unos años en España en la década de los 50, ella como pescatera en Cortes de Navarra y él como taxista en Mallén. Sin embargo, poco después regresaban a Francia, donde ella sería galardonada con la Legión de Honor y donde el Estado le reconoció el grado de teniente de la Resistencia.

¿Una calle en París?

«Da igual dónde los hayan matado o dónde hayan sufrido», explica Pilar Gimeno, organizadora del homenaje, dedicada “a todas las Elisas y a todos los Justos de España” y en la que, además de Rozalén, intervendrán varios periodistas como los reporteros de guerra Ramón Lobo y Gervasio Sánchez o Conchi Cejudo, que mantendrán un coloquio en el cine local a las cuatro de la tarde. La jornada, que será clausurada por el consejero de Cultura del Gobierno de Aragón, Felipe Faci, comenzará a las 11.45 con una ofrenda floral en el cementerio de Magallón. 

Elisa, ‘La Mañica’ o ‘FranÇoise’, es una de tantas personas que lucharon por las libertades y contra el fascismo y que, en una situación más que frecuente y que tiene como principal exponente el olvido local de La Nueve, la compañía de republicanos que liberó el Ayuntamiento de París y capturó al comandante de los nazis en septiembre de 1944, carecen en España del reconocimiento que sí se les da en otros países europeos. 

En este caso, Afaem ha tomado la iniciativa de dirigirse al Ayuntamiento de París para solicitar que le dedique una calle dentro del proceso de feminización del callejero de la ciudad impulsado por la alcaldesa Anne Hidalgo, y que ya ha llevado a la inclusión en él de Neus Català. El estudio histórico que acompaña la petición ha sido elaborado por la periodista Pilar Barranco, miembro de la asociación y que colaboró con el consistorio parisino en los preparativos del homenaje a La Nueve este verano.

Una fosa en Arganda del Rey

«Me impactó que volara la fábrica y, la verdad, tengo muchas ganas de que me cuenten allí su historia», explica Rozalén, comprometida con la Memoria desde que conoció lo que le ocurrió a su tío-abuelo. «Siempre he tenido muy claro que mis raíces y mis ancestros son importantes para mí, y en mi familia hubo una historia de desaparecidos». 

La ‘Carta de deportado resistente’ da fe de su paso por los campos de concentración nazis entre enero de 1944 y junio de 1945./ Cedida por la familia

«Nunca supimos muy bien cómo ocurrió, eran tiempos en los que no se podía hablar», recuerda, y «yo he vivido la angustia de una abuela preguntando dónde estaba su hermano, y he visto cómo su madre y otro hermano morían sin saber dónde estaba. En mi pueblo había una placa por los caídos por la patria, pero era como si mi abuelo no hubiera existido». 

Hace unos años, con la ayuda de la ARMH, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, y de uno de sus fundadores, Emilio Silva, lograron confirmar que sus restos están en una fosa de Arganda junto con los de otro cuarto de millar de víctimas de la guerra civil. «Mi abuela está feliz porque yo puedo llevarle flores», anota.

DDHHy reparación son algo de sentido común

Rozalén lleva años realizando colaboraciones con los espacios memorialistas, tanto en España como en otros países, como Chile. “Está el mundo plagado de falta de Memoria”, dice.  

“Creo en los derechos humanos y en la reparación a las víctimas, eso es algo de sentido común”, anota. Y ese es uno de los motivos por los que le cuesta entender la situación de España: “en la transición hicieron lo que tuvieron que hacer, pero ahora deberían explicarnos la historia tal como fue. Eso es necesario para entender los odios que se están levantando”. 

En este sentido, a la cantante le preocupa “muchísimo que se estén normalizando discursos de odio, de machismo, de xenofobia. Antes daba pudor decir esas cosas, pero ahora no. No sé qué va a pasar. Aunque soy optimista, yo tengo miedo. Ojalá el miedo haga reaccionar y votar a la gente”. 

El programa de la jornada no incluye ninguna actuación de Rozalén, aunque ella llevará consigo su guitarra. “Siempre la llevo. Cantar es mi manera de hablar y de convencer. Con las canciones se consiguen más cosas que con los discursos”, señala.

El Vaticano y España durante la Guerra Civil

Procesión y ofrenda del Cabildo Catedralicio y del Clero Secular a la Virgen del Pilar (entre 1936 y 1939). Miguel Marín Chivite / Biblioteca Nacional de EspañaCC BY-NC-SA

Autor: Santiago Navarro de la Fuente

Fuente: The conversation, 1/10/2019

En 1936, la nunciatura apostólica en España se enfrentaba a un cambio de ciclo. La marcha del ya cardenal Federico Tedeschini ponía fin a un periodo de representación iniciado en 1921, todavía durante el pontificado de Benedicto XV. El fin de etapa coincidía también con la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero y con la crisis del posibilismo católico tras la derrota. Pero no fue el único cambio.

El auditor de la representación, Tito Crespi, se suicidó en abril. Lo hizo mientras marchaba a Roma en barco para reponerse de un severo trastorno depresivo. Eso provocó que Silvio Sericano fuese destinado a la nunciatura de Madrid. Aquella llegada fue la primera de las provisionalidades que marcaron la representación del Papa en España durante la Guerra Civil, como he estudiado en el libro La Santa Sede y la Guerra Civil.

La etapa de Sericano

Poco después del suicidio de Crespi, en junio, fue cuando Tedeschini marchó definitivamente a Roma. La nunciatura quedó entonces en manos de Sericano como encargado provisional de negocios. Su papel estaba en mantener la representación a la espera de la llegada del nuevo nuncio, Filippo Cortesi.

Durante el periodo que medió entre la salida de Tedeschini y el golpe de Estado de julio, Sericano demostró gran habilidad a la hora de defender los derechos de los católicos usando el ordenamiento jurídico democrático de la Segunda República, en una muestra de la tendencia que la Santa Sede parecía querer imprimir al nuevo periodo de sus relaciones con el gobierno español.

El golpe de Estado de julio y el comienzo de la guerra sorprendieron a una nunciatura a cargo de Sericano, que hubo de mantener la representación en calidad de encargado de negocios en aquellas circunstancias. Finalmente, Cortesi nunca llegó y en la Navidad de 1936 fue destinado a Polonia.

Isidro Gomá en el XXX Congreso Eucarístico
Internacional en Cartago (1930). 
Fondo Marín-Kutxa Fototeka /
Wikimedia CommonsCC BY-SA

La condición provisional de la representación del Papa en España no sólo afectó a Sericano, sino que se proyectó también sobre los dos primeros representantes del pontífice ante el gobierno de los sublevados. Así, el cardenal arzobispo de Toledo Isidro Gomá fue representante confidencial y oficioso ante Franco entre la Navidad de 1936 y octubre de 1937.

Le sucedió, como encargado de negocios, Ildebrando Antoniutti, quien había llegado a España a finales de julio de 1937 con la misión inicial de ocuparse de la repatriación de los niños vascos evacuados antes de la caída de Bilbao.

Las relaciones provisionales

Este rasgo de provisionalidad que compartieron las tres misiones, muy distintas entre sí en muchos aspectos, permite analizar cómo las relaciones formales del gobierno de los católicos al máximo nivel se fueron apagando ante el gobierno de la Segunda República y comenzaron a construirse con las autoridades emanadas del golpe militar. No nos referiremos, por tanto, a la posición de la Iglesia a nivel español ante el conflicto; cuestión compleja, que merece un tratamiento por sí misma.

Retrato de Monseñor Cicogniani (1942).
 Ruiz Vernacci / Fototeca del Patrimonio HistóricoCC BY-NC

Las fuentes del Archivo Secreto Vaticano y las de la Sagrada Congregación para Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios permiten reconstruir cómo fue este proceso que culminó con la acreditación de Gaetano Cicognani como nuncio ante Franco. No fue un nombramiento casual, puesto que se trataba del último representante del Papa en Austria antes de la anexión de aquel país al III Reich.

Las orientaciones que la Santa Sede dio a sus distintos representantes en este periodo revelan muy bien las profundas diferencias entre las preocupaciones del episcopado español y las del gobierno romano de la Iglesia. También reflejan sus diferentes percepciones sobre los peligros y las potencialidades que aquel conflicto suponía para los católicos en particular y para los españoles y el resto del mundo en general.

Así, mientras en la primavera de 1937 Pío XI publicó tres documentos de máximo nivel sobre el “comunismo ateo”, el nazismo y la situación de la Iglesia en México, su contenido influyó muy poco en la elaboración de la Carta Colectiva del episcopado pocos meses después.

Vocablos de hielo

Esta fue una muestra más de la impermeabilidad de buena parte del catolicismo español a ciertas orientaciones de la Santa Sede, como lo había sido la parcial recepción del mensaje del Papa a los huidos de la guerra en septiembre de 1936; un texto que la prensa franquista tachó de “vocablos de hielo”, en una expresión que incomodó mucho a la Secretaría de Estado vaticana.

Las misiones diplomáticas provisionales de la Santa Sede durante la Guerra Civil abordaron no sólo los problemas derivados de la persecución religiosa y la destrucción de los templos y las estructuras eclesiales. También se ocuparon de la reconstrucción de la Iglesia en cuanto fue posible y procuraron la asistencia a los fieles que permanecían en la zona republicana. Llevaron a cabo determinadas misiones de caridad destinando a ello importantes sumas llegadas tanto del Vaticano como de católicos de otras partes del mundo y se afanaron en influir en el mayor grado posible para que la España que resultase del dramático conflicto fuese lo más conforme al catolicismo, tratando de neutralizar las amenazas percibidas en ambos contendientes.

La trascendencia del enfrentamiento entre españoles también afectó a la Iglesia en otros muchos países, en los que el apoyo a cada uno de los contendientes fue motivo de especial debate. Sobre todo, fue causa de distintas movilizaciones a favor de los católicos españoles: ya fuera acogiendo a los niños evacuados del conflicto o enviando ayuda económica para la atención de los damnificados y la reconstrucción de templos (aunque en alguna ocasión puntual el destino de aquellas cantidades fuera desviado hacia lo militar).

Nazismo, comunismo, prácticas eugenésicas, políticas educativas, orientaciones pastorales hacia la conquista o hacia la reconciliación… todo ello puebla las trepidantes misiones que en aquellos años ostentaron Sericano, Gomá y Antoniutti. Unos meses que marcaron irreversiblemente sus vidas y en los que su acción también se reveló determinante para la situación de los católicos en España.