Imágenes de tres años de anarquísmo

Milicianos en el cuartel Bakunin (Bruc), en una foto de Antoni Campañà, de agosto de 1936. ARXIU CAMPAÑÀ

Autor: José ángel Montañés

Fuente: El País, 3/12/2019

El Arxiu Fotogràfic de Barcelona expone las fotografías de la Oficina de Información y Propaganda de la CNT-FAI (1936-1937)

El 21 de enero de 1939 las tropas franquistas estaban a las puertas de Barcelona, una ciudad exhausta y agotada por tres años de conflicto. Ante el inminente desenlace, los miembros de la Oficina de Información y Propaganda de la CNT-FAI deciden abandonar su sede en la cuarta planta de la casa CNT-FAI, de la vía Durruti (actual Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana). Con ellos se llevan 43 cajas de madera diseñadas para transportar fusiles Mauser con varias toneladas de documentación que cargan en un camión rumbo a Ámsterdam. Entre el material, miles de fotografías y negativos de la sección gráfica de la Oficina tomadas durante la guerra; uno de los fondos fotográficos propagandísticos más importantes de la historia del anarquismo ibérico. Pero el material tuvo que permanecer en Londres y Oxford durante toda la Segunda Guerra Mundial, antes de llegar a Ámsterdam debido a la ocupación nazi.

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Por fin, en 1947 ingresaron en la sede del Institut Internacional de Historia Social de Ámsterdam (IISG) un total de 2.288 fotografías, 5.590 negativos, 259 placas de vidrio de autores como Antoni Campañà, Katy Horna, David Marco, Margaret Michaelis y los Pérez de Rozas, entre otros fotógrafos reconocidos y anónimos. Poco se sabe de ella, solo que la dirigió Jacinto Toryho y vivió su mayor actividad entre julio de 1936 a mayo de 1937, momento en el que la ciudad se convirtió en referente de la lucha social y las reivindicaciones obreras. La oficina continuó en activo toda la guerra y convivió con el Comissariat de Propaganda de la Generalitat.

Casa CNT-FAI, situada en via Durruti (actual sede de Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana) en el segundo aniversario de la muerte de Durruti, en noviembre de 1938.
Casa CNT-FAI, situada en via Durruti (actual sede de Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana) en el segundo aniversario de la muerte de Durruti, en noviembre de 1938. AUTOR DESCONOCIDO

Pese a su importancia, hasta ahora no se había realizado una investigación, una publicación o un trabajo expositivo serio que pusiera en valor el impresionante legado gráfico de este movimiento, que ha permanecido 80 años casi inédito. Hasta ahora que el Arxiu Fotogràfic de Barcelona (AFB) ha inaugurado la exposición Gráfica anarquista. Fotografía y revolución social, 1936-1939 en la que se expone (hasta el 16 de mayo, gratis) este rico y desconocido fondo.

Organizada junto con el Observatori de la Vida Quotidiana (OVQ), la Fundación Anselmo Lorenzo y el Ateneu Enciclopèdic Popular las imágenes dejan claro que la oficina realizó bien su trabajo ilustrando las bonanzas y conquistas revolucionarias. En las imágenes, de soldados en el frente, de campesinos realizando su labor o de trabajadores en los puestos, pero también ocupando los despachos que hasta hace poco tiempo ocupaban los dueños, no hay nada de naturalidad. Todo son posados rígidos sea en una enorme empresa textil o de soldados en el cuartel del Bruc tomado las instalaciones por las armas.

La exposición, comisariada por Andrés Antebi, Pablo González Morandi, Teresa Ferré y Roger Adam, muestra gran parte de estas imágenes y algunos de los diarios, revistas, opúsculos, boletines, libros en el que se difundieron. También en el cine, como en la cinta Reportaje del movimiento revolucionario en Barcelona, la primera película que se hizo de la Guerra Civil,

Miembros de la Junta de la sección de técnicos del sindicato de Agua, Gas, Electricidad y Combustible de la CNT de Barcelona, en 1937.
Miembros de la Junta de la sección de técnicos del sindicato de Agua, Gas, Electricidad y Combustible de la CNT de Barcelona, en 1937. PÉREZ DE ROZAS (ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA)

“De la revisión de todo el material se deduce que se trata de una iniciativa más organizada y menos anárquica de los que podía parecer, en la que todo está perfectamente planificado”, explican los comisarios. En la exposición queda patente el interés por romper con la imagen estigmatizada de que el anarquismo era sinónimo de violencia, irracionalidad y pobreza. Para acabar con todo eso, produjeron una iconografía propia como la de los sanos e imponentes retratos de milicianos de Antoni Campañà.

En la muestra destaca el trabajo de una fotógrafa comprometida como Katy Horne que vino a fotografiar el conflicto de primera mano. En el otro extremo las imágenes de la saga, padre e hijo, de los Pérez de Rozas, que “sorprendentemente por su ideario conservador” fotografiaron las colectivizaciones de los obreros y campesinos pagados por los recursos de esta oficina anarquista. Entre medio un buen número de profesionales y aficionados que con sus fotos (a 10 pesetas cada una) inmortalizaron el momento.

El archivo permaneció sin abrir hasta 1975 y sigue siendo propiedad de la institución y de los camaradas que lo promovieron y lo utilizaron. “Aquí continúa siendo peligroso, aunque no le han faltado novios, desde la Generalitat hasta el Ministerio”, explica con contundencia Sònia Turón, secretaria de cultura de la CNT. El 20 de febrero verá la luz un libro con este material y el trabajo de los comisarios, que para ellos solo es el comienzo de un “relato que hay que seguir construyendo”.

Del Che a la Pasionaria. Fotografías para la Historia

Fuente: La aventrura de la Historia.

Autor: Arturo Arnalte

El 19 de julio de 1936, el joven fotógrafo autodidacta Agustí Centelles se encontró con unos caballos muertos y medio destripados en la confluencia de las calles Roger de Llúria y Diputació de Barcelona, donde se estaba produciendo un tiroteo. Cuando terminó el enfrentamiento, se acercó a los participantes y les pidió que posaran para él reproduciendo la acción. Incuso colocándose en dirección contraria a como habían combatido, para evitar el contraluz. Como complemento decorativo bélico, colocó un casco sobre uno de los animales muertos. La puesta en escena incluyó a un cuarto personaje que participaba en la parodia en una actitud excesivamente cinematográfica y poco creíble, por lo que fue eliminado de la instantánea cuando esta se editó para ser reproducida. Así se gestó una de las fotografías más famosas de los primeros días de la Guerra Civil española.

La imagen editada, la original, la historia de sus protagonistas y el perfil del fotógrafo integran una de las 50 piezas seleccionadas en el libro 50 fotografías con historia, que Signo Editores acaba de publicar. Los fotógrafos son todos españoles, la selección abarca ochenta años y cada una de las imágenes viene contextualizada también gráficamente con otras de la misma serie o que tienen un paralelismo icónico. La estructura del trabajo no es cronológica o por escuelas, sino que responde a un itinerario poético en el que las fotos dialogan entre sí y se remiten unas a otras, fruto del trabajo de un equipo integrado por Félix Fuentes(diseño editorial y redacción de textos), José María Díaz Maroto (selección de autores y obras), Gonzalo Revidiego (coordinador editorial) y Cristina García y Esther Ginés (corrección de textos).

En el abanico de imágenes hay fotografías escogidas por su faceta estética, por su compromiso social y también por su valor como documento histórico.

El Che Guevara en Madrid, en 1959.

Le ocurre a la célebre foto del Che Guevara, de paso por Madrid camino de El Cairo en 1959. El diario Pueblo, dirigido por Emilio Romero, quiso cubrir la breve visita del guerrillero argentino, ya convertido en dirigente de la revolución cubana, y el encargado del reportaje gráfico fue un joven de 19 años, César Lucas, que trabajaba en la agencia Europa Press.

El Che quería conocer la Ciudad Universitaria, la plaza de toros e ir de compras, todo en una mañana de domingo antes de volver a embarcar a mediodía en Barajas. Cuando se encontraban en Moncloa a las 7.00 de la mañana, el fotógrafo vio en el Arco del Triunfo la oportunidad de sacar al guerrillero junto a imagen inconfundible de Madrid, la que necesitaba para su trabajo. Y así, en una salida de la ciudad casi desierta por la hora, junto a un cruce de peatones y con un autobús de dos pisos alejándose de la escena, quedó para la posteridad esa imagen madrileña del Che que todos conocemos.

Dolores Ibárruri y Rafael Alberti en el Congreso, en julio de 1977.

El apartado en que se comenta esta toma se completa con otras varias de esa mañana, en la que Ernesto Guevara desayunó en la cafetería California de la Gran Vía y logró hacer algunas compras en Galerías Preciados, que abrieron solo para él, tras pasearse por la plaza de Callao.

Casi veinte años después, otros destacados comunistas, Dolores Ibárruri y el poeta Rafael Alberti, irrumpían en otro escenario madrileño emblemático, el Congreso de los Diputados. Lo hacían después de cuatro décadas de prohibición de su partido en lo que constituía un símbolo de reconciliación nacional, normalización de la vida política y prueba gráfica de que se vivía un proceso en España que el tiempo dio en llamar la Transición. El lento descenso de ambos ancianos por la escalinata central del hemiciclo fue recogido por la fotógrafa Marisa Flórez, cuya carrera como fotoperiodista estuvo muy vinculada al diario El País. Aquel día, 13 de julio de 1977, la Pasionaria fue vicepresidenta de la mesa de edad del Congreso. En ese lugar privilegiado de la cámara y junto a sus compañeros de partido, exiliados o encarcelados hasta solo un año antes, aparece también retratada en la serie que la fotógrafa recogió para la prensa del día siguiente y, sobre todo, para la historia.

50 fotografías con historia incluye en su narrativa imágenes que hablan de nuestro pasado con protagonistas sin pretensiones: los habitantes del barrio de La Chanca en Almería, en los años 50, inmortalizados porCarlos Pérez Siquier; las fiestas religiosas y populares que por las mismas fechas retrataba Ricard Terré; la llegada de los Beatles a España, captada por Joana Biarnés en 1965; la España poblada de curas y seminaristas con sotana que Ramón Masats atrapó jugando al fútbol; el deseo en las calles de Barcelona visto por Joan Colom, y otras historias relatadas por fotógrafos españoles, pero que sucedieron fuera de nuestras fronteras, como el horror de las minas en Mozambique del que dio testimonio Gervasio Sánchez o la terrible historia de Piset Pisika, una estrella del ballet nacional camboyano de 17 años, cuya belleza la llevó a la muerte por los celos de la entonces mujer del presidente. De ella, Isabel Muñoz inmortalizó la mano que con un sencillo y ritualizado gesto evoca la danza jemer y es una de las imágenes más icónicas de esta fotógrafa.

Un libro que enseña a leer las mejores fotografías, extrayendo de ellas todas sus enseñanzas.

Arturo Arnalte