La tragedia de la gripe española.

WELLCOME LIBRARY Image caption La gripe española mató a cerca de 100 millones de personas en todo el mundo en 1918-1919.

Un archivo extraordinario de cartas escritas por sobrevivientes de la pandemia de gripe española, que muestra cómo el miedo y el caos se adueñaron del Reino Unido en 1918-1919, está ayudando a entender cómo era vivir a la sombra de una enfermedad mortal.

Hannah Mawdsley, quien está investigando los documentos en el Museo Imperial de la Guerra, en Londres, describe las cartas como una «valiosa ventana a la experiencia humana de la pandemia» que mató a más de 250.000 personas en Gran Bretaña y de 50 a 100 millones en todo el mundo.

Legada al museo por el historiador y periodista Richard Collier, la colección se armó en la década de 1970 y está compuesta por cerca de 1.700 relatos de quienes presenciaron la pandemia de primera mano.

Uno de ellos recoge los recuerdos de una niña de nueve años de Coventry, cuya madre de 35 años y su hermana de 7 murieron con dos días de diferencia. La mujer le escribió a Collier en la década de 1970 sobre el impacto de la enfermedad.

«Fue muy impactante tener un doble funeral el 11 de noviembre de 1918, que fue el mismo día en que terminó la Primera Guerra Mundial«, escribió.

Pacientes contagiados por la gripe española
Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES Image caption Millones de personas de todo el mundo se contagiaron de gripe española.

«Puedo recordar muy bien cuando el cortejo se dirigía a la iglesia. Por todos lados sonaban las campanas, las sirenas y todos los sonidos de la celebración pero cuán silenciosa se quedaba la gente cuando se daba cuenta de nuestro funeral», se lee en la carta.

«Realmente fue un momento terrible, no sabíamos quién de nosotros sería el próximo en morir«.

Después de la guerra

En lo que fue un cruel giro del destino, la gripe española llegó a las costas británicas justo cuando los soldados regresaban a casa de los horrores de la guerra.

«Hay historias terribles de soldados que han sobrevivido a la guerra… están en el barco de regreso a casa y reciben una carta que les informa que su esposa murió», cuenta Mawdsley, investigadora de doctorado en la Universidad Queen Mary de Londres.

«Había toda esta celebración, alegría y alivio al final de la guerra que colisiona con la muerte y el dolor».

Celebraciones por el Día del Armisticio en Londres en 1918.
Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES Image caption. La alegría por el final de la Primera Guerra Mundial chocó con el dolor que provocó la pandemia, que dejó más víctimas a nivel mundial que el conflicto bélico.

El joven hijo de un ministro bautista en Leicester contó cómo su padre dormía en la capilla del cementerio mientras dirigía funerales desde el amanecer hasta el anochecer.

Quería evitar llevar el virus a la casa que compartía con su esposa y sus ocho hijos, todos los cuales sobrevivieron. Ellos fueron los afortunados: Leicester fue particularmente golpeado, con más muertes que nacimientos en 1918.

Aproximadamente una de cada cuatro muertes en la ciudad ese año se atribuyó a la influenza.

«Los cortejos fúnebres iban uno atrás de otro por la ciudad», le escribió el hombre a Collier el 19 de mayo de 1973.

«A menudo había más de un ataúd en una carroza fúnebre. Las tumbas se usaban para enterrar a más de una persona, especialmente cuando más de un miembro de la familia eran víctimas al mismo tiempo», relató.

Un extracto de las cartas
Image caption. Las cartas que relatan el horror vivido fueron recopilados por el historiador y periodista Richard Collier en la década de 1970.

Las cartas también describen los síntomas «espectaculares» de la gripe española, señala Mawdsley.

«Algunas víctimas sufrieron algo llamado cianosis heliotropo, que era un color azul que comenzaba en las yemas de los dedos, las puntas de las orejas y la nariz y los labios, pero se podía volver completamente negro», dice.

«A medida que progresaba, era cada vez más probable que murieras. Inmediatamente después de la muerte el cadáver se ponía completamente negro, lo que debe haber sido muy traumático para los seres queridos».

«Olor a muerte»

Las implacables procesiones de cadáveres por las calles eran un espectáculo que un hombre de Stepney, en el este de Londres, nunca podrá olvidar.

«Las funerarias no podían hacer los ataúdes lo suficientemente rápido y mucho menos pulirlos», escribió el 16 de mayo de 1973. «Los cuerpos cambiaban de color tan rápido después de la muerte que tuvieron que atornillarlos mientras esperaban el entierro».

«Los sepultureros trabajaban desde el amanecer hasta el atardecer, los siete días de la semana, para sobrellevarlo. El olor de esas muertes era indescriptible».

Bosque
Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES Image caption. Los soldados británicos en Dorset se quitaban la vida en un bosque debido a la influenza, señaló una de las cartas.

La gripe española también le provocó a algunas personas una psicosis que podía llevar a asesinatos y suicidios. Los informes periodísticos detallan algunas de estas muertes, que los tribunales atribuyeron al «delirio durante la influenza».

Un hombre que estaba en la Fuerza Aérea Real en Blandford Camp en Dorset escribió: «Un bosque pequeño cerca del campamento se apodó ‘el bosque de los suicidios’ debido a la cantidad de hombres que tenían gripe y se suicidaban allí».

«La gripe parecía dejar a las personas con la mente perturbada», relató.

Un panadero de Norfolk golpeó a su esposa y dos hijos hasta la muerte antes de ahorcarse, según informó el Hartlepool Northern Daily Mail el 6 de noviembre de 1918.

«Sitch fue atacado por la enfermedad la semana pasada y se obligó a toda la familia a permanecer en sus camas», relató el periódico.

«Ayer por la mañana un vecino descubrió el cadáver de Sitch colgando de una soga en el dormitorio y luego encontraron a su esposa e hijos muertos a golpes en otra habitación».

El artículo sobre la tragedia de los Shaw en el Aberdeen Evening Express.
Derechos de autor de la imagen ABERDEEN EVENING EXPRESS Image caption El artículo sobre la tragedia de los Shaw en el Aberdeen Evening Express.

Un tal James Sydney Shaw, de 33 años, cortó la tráquea de su hija Edith de dos años, según el Aberdeen Evening Express del 26 de noviembre de 1918.

«Los hechos fueron muy tristes porque el acusado quería mucho a su hija», reportó el diario.

«En la noche del 18 de octubre una vecina escuchó a la señora Shaw gritar: ‘¡Vengan rápido! ¡Mi marido se ha vuelto loco!‘ y ella encontró [al acusado] tendido en el piso con una herida en la garganta», se lee en el reporte.

«La pequeña Lucy… estaba sentada en la cama llena de sangre. Leonard también lloraba y la pobre Edith estaba tumbada en la cama con el cuello cortado».

Cuando fue examinado por un médico Shaw «no parecía saber nada sobre la tragedia». Fue declarado loco por «delirio durante la influenza«.

Números extraordinarios

Una cuarta parte de la población británica cayó enferma con la gripe española en algún momento durante la pandemia, y alrededor de 228.000 personas murieron, según la Biblioteca Wellcome.

Como contraste, la cantidad de muertes por influenza en Inglaterra y Gales en 2016 fue de 430.

En lugares como Leicester, Coventry Felixstowe y Malmesbury, alrededor del 25% de las muertes en 1918 se atribuyeron a la influenza.

En esa época no se sabía mucho sobre los virus y los médicos no sabían cómo tratar a las personas.

«Las ‘curas’ variaron desde el alcanfor estándar y la quinina hasta el alcohol; el whisky en particular fue considerado como el mejor remedio», explicó Mawdsley.

«Pero se usaron algunos productos más extremos como la creosota y la estricnina. Básicamente las personas estaban tan desesperadas que intentaban cualquier cosa«.

Un anuncio en el Northern Whig de Belfast aseguraba que el famoso caldo Oxo era muy efectivo «como medida de protección».

Publicidad de Oxo promocionando el caldo para protegerse contra la gripe.
Derechos de autor de la imagen BELFAST: NORTHERN WHIG Image caption La gente estaba desesperada por encontrar una cura e incluso un famoso caldo se promocionó como un protector contra la gripe.

«La enfermería fue una de las únicas cosas que realmente ayudó y hubo una gran convocatoria para enfermeras voluntarias en ese momento, ya que muchas habían sido enviadas al frente occidental», dice Mawdsley.

«Obviamente, las personas que aceptaban estaban más expuestas al virus y hay informes sobre enfermeras que sucumbieron a la gripe después de haberse ofrecido a ayudar».

Hoy en día los más vulnerables a la gripe son los más pequeños y los ancianos. Pero la gripe española demostró ser desproporcionadamente fatal para aquellos con 20, 30 y 40 años.

«El pico, sorprendentemente, era el rango de edad exacto de los hombres que sirvieron en la guerra y las enfermeras que trabajaron en el frente occidental», cuenta Mawdsley.

En familia

Un año después de su investigación, la historiadora descubrió que su tatara-tatara-abuela, Elizabeth Ann Mawdsley, de 57 años, murió de gripe el 14 de diciembre de 1918.

«Ella era una dama de aspecto formidable, bastante fornida y decidida», afirma.

Su antepasado era la esposa de un barquero del canal de Lancashire y su certificado de defunción declaró que murió de gripe y neumonía.

Elizabeth Ann Mawdsley
Derechos de autor de la imagen HANNAH MAWDSLEY Image caption Investigando sobre la pandemia, Mawdsley descubrió que un antepasado suyo, Elizabeth Anne, falleció a causa de la enfermedad.

«La tasa de mortalidad promedio de la gripe española fue de entre 2% y 5% en todo el mundo», dijo.

«Son muchas las personas cuyas familias fueron afectadas y sobrevivieron para contarlo».

«Mucha gente, como yo, debe tener vínculos personales aún no descubiertos con esta catástrofe global, que quizás puedan descubrir a través de diarios y cartas».

La gripe española no ha generado la misma cultura conmemorativa que la Primera y Segunda Guerra Mundial y, en consecuencia, Inglaterra no tiene monumentos conmemorativos específicos para las víctimas de la pandemia.

En el Reino Unido el período más mortal de la gripe española fue entre octubre y diciembre de 1918 y se pueden encontrar grupos de tumbas de ese período en los cementerios de todo el país.

«Para mí estos sepulcros sirven como una especie de memorial no oficial para aquellos que murieron, e ilustran con qué velocidad nos golpeó la enfermedad y nos ayudan a comprender cuán aterrador debe haber sido«, señala Mawdsley.

«Estas cartas dan un paso más y son uno de los únicos recursos de memoria física de lo que fue la realidad de la gripe española».

Informes adicionales de Faye Hatcher.

Un invento español poco conocido: los campos de concentración.

Más se perdió en Cuba… Imagen de Latin American Studies.

El primer campo de concentración de la era moderna lo puso en marcha el general Valeriano Weyler en Cuba en 1895, en vísperas de la guerra con EEUU que finalizaría con la pérdida de las colonias de ultramar, en 1898. La idea del general era “reconcentrar” a los campesinos, con el fin de evitar que ayudaran al Ejército Libertador, conocidos como “mambises“.

La proclama que daba inicio a la reconcentración decía:

1. Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días. Todo aquel que desobedezca esta orden o que sea encontrado fuera de las zonas prescritas, será considerado rebelde y juzgado como tal.

2. Queda absolutamente prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto de partida, sacar productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y condenados en calidad de colaboradores de los rebeldes.

3. Se ordena a los propietarios de cabezas de ganado que las conduzcan a las ciudades o sus alrededores, donde pueden recibir la protección adecuada.

El general Weyler (izquierda) y algunos de los cubanos que sufrieron los campos de “reconcentración”.

Los cerca de 400.000 cubanos encerrados en estos campos hacia finales de 1896 vivían en “condiciones higiénicas deplorables” y carecían de una alimentación suficiente. Además, la privación de libertad de los campesinos provocó una hambruna que cercenó a un tercio de la población de la isla. La cifra de fallecidos en los campos entre 1895 y 1898 se estima entre 300.000 y 600.000, según el historiador Miguel Leal Cruz.

Por los servicios prestados a la Corona española, el general Valeriano Weylerostenta desde hace décadas una placa en el Paseo del Pintor Rosales: “Modelo de lealtad constitucional”, según puede leerse sin aparente ironía.

Tal fue el éxito de los campos de concentración que los ingleses no tardaron en copiar la idea y aplicarla en su guerra contra los boers en Sudáfrica, aunque fueron los nazis los que llevaron la idea de concentrar -y aniquilar- civiles hasta el paroxismo durante la Segunda Guerra Mundial.

El soborno que evitó que Hitler le arrebatara Gibraltar a los británicos y controlara el Mediterráneo.

GETTY IMAGES Image caption. Una imagen del encuentro entre Hitler (izq.) y Franco (der.) en Hendaya, Francia, el 23 de octubre de 1940.

Autora: Jules Stewar

Fuente: Revista BBC History.  7/10/2018.

Adolf Hitler estaba particularmente malhumorado la tarde del 23 de octubre de 1940.

Caminando furioso por la plataforma ferroviaria en la ciudad francesa de Hendaya, cerca de la frontera con España, sostenía sus brazos rígidamente a sus lados, de la misma forma que había enervado a Neville Chamberlain dos años antes durante la Conferencia de Munich.

El tren del generalísimo Francisco Franco estaba retrasado, lo que confirmaba las sospechas de la delegación alemana de que los españoles eran un grupo de inservibles.

Cuando el pequeño y regordete general de voz chillona finalmente descendió de su vagón, la sonrisa en el rostro de Hitler ocultó su premonición de que se dirigía a un encuentro exasperante.

Y lo fue. «Preferiría que me extrajeran cuatro dientes antes que tratar con ese hombre de nuevo», le habría confiado Hitler a Benito Mussolini unos días más tarde.

Durante siete horas Hitler luchó en vano para persuadir a Franco de que su nación no beligerante debía entrar en la guerra. El astuto líder español se mostró reacio, sabiendo que tenía poco que perder haciendo demandas que el líder nazi seguramente descartaría como inaceptables.

Franco aseguró al Führer y a su secretario de Relaciones Exteriores, Joachim von Ribbentrop —quien estaba presente junto con su homólogo español, Ramón Serrano Súñer— que se uniría a los poderes del Eje en una fecha futura no especificada.

Lo que pidió a cambio fue nada menos que las colonias del norte de África y el Camerún francés, además del suministro alemán de armamentos y alimentos para su pueblo, que sufría horribles estragos después de tres años de guerra civil.

El encuentro de Hitler y Franco en Hendaya, Francia.
Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES Image caption. «Preferiría que me extrajeran cuatro dientes antes que tratar con ese hombre de nuevo», dijo Hitler, tras su encuentro con Franco en Hendaya.

Dejó para el final la guinda del pastel: solicitó la transferencia de Gibraltar a la soberanía española una vez que Gran Bretaña fuera derrotada.

Un pasado complicado

La palabra más precisa sería «devolución». Gibraltar había sido arrebatada a los musulmanes en 1462 por el noble castellano Juan Alonso de Guzmán y permaneció bajo dominio español por más de 250 años, hasta la Guerra de Sucesión española.

En 1704, una fuerza naval angloholandesa capturó la península de poco más de tres kilómetros cuadrados que controla la entrada al Mediterráneo, bajo el mando de Sir George Rooke, quien la bombardeó en nombre de la Reina Ana de Gran Bretaña.

Bajo el Tratado de Utrecht, firmado en 1713, Gibraltar fue cedido «a perpetuidad» a Gran Bretaña, y ahora goza del estado de territorio extranjero del Reino Unido, para la eterna molestia del gobierno español.

Después de su enfrentamiento con Franco, la siguiente parada de Hitler fue otra reunión en un vagón de ferrocarril en Francia, donde debía sellar un acuerdo de colaboración con el títere de Vichy, el presidente de Francia, mariscal Philippe Pétain.

El Führer bien podría haberse imaginado cómo reaccionaría el héroe de 84 años de la Primera Guerra Mundial a la noticia de que las posesiones africanas de su país serían entregadas a Franco.

Hitler había dejado en claro en una directiva emitida después de la caída de Francia que «la tarea más apremiante de los franceses es la protección defensiva y ofensiva de sus posesiones africanas contra Inglaterra y el movimiento de De Gaulle».

Esto aseguraría la participación de Francia en la guerra contra Gran Bretaña, el único país europeo que todavía resistía contra la máquina de guerra nazi, para furia de los alemanes.

Fuerzas británicas en Gibraltar, en 1939.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionFuerzas británicas en Gibraltar, en 1939. El peñón fue cedido «a perpetuidad» a Gran Bretaña en 1713.

Pero Hitler necesitaba a Franco. Si Gran Bretaña no podía ser aplastada por un bombardeo aéreo —una realidad que el Führer tuvo que digerir a mediados de septiembre de 1940, cuando quedó claro que la Luftwaffe no había logrado obtener una superioridad aérea en la Batalla de Gran Bretaña— entonces el enemigo debía ser estrangulado para someterse.

Eso significaba cerrar el estrecho de Gibraltar.

El profesor Hugh Trevor-Roper explicó las consecuencias que hubiera generado una invasión alemana de Gibraltar: «El Eje habría obtenido el control de todo el Mediterráneo, hubiera cortado al medio al ejército británico en Medio Oriente y eliminado todo un futuro teatro de guerra. ¿Qué esperanza de victoria podría haber tenido incluso Churchill?».

Puerta de entrada crucial

Hitler no tenía dudas de que Gibraltar era la clave de la derrota definitiva de Gran Bretaña. En una carta posterior a Franco, el líder nazi reprendió a su homólogo español por negarse a aliarse con Alemania y a permitir que la Wehrmacht marche a través de España para asaltar Gibraltar.

«El ataque a Gibraltar y el cierre del Estrecho», lamentó Hitler, «hubieran cambiado la situación del Mediterráneo de un solo golpe. Si hubiéramos podido cruzar la frontera española (…) Gibraltar estaría hoy en nuestras manos», escribió.

El Führer estaba convencido de que privar a Gran Bretaña del acceso al Mediterráneo «hubiera ayudado a definir la historia mundial«.

No se puede acusar a Hitler de no haber hecho su mejor intento. La Operación Félix, el nombre en clave de la ofensiva alemana contra Gibraltar, sufrió una sola desventaja importante: la falta de aquiescencia española.

Los líderes nazis habían previsto el paso libre de las tropas alemanas a través de España bajo una supuesta protesta diplomática formal, proporcionando así un camuflaje para refutar los cargos británicos de que Franco violaba su compromiso de ser neutral.

Es exagerado imaginar que Franco podía haber convencido a Gran Bretaña de que España había sido invadida en contra de su voluntad. La inteligencia británica estaba al tanto del plan de Hitler para involucrar a España en su ataque a Gibraltar.

Francisco Franco y Adolfo Hitler
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionGran Bretaña sabía que Hitler quería que Franco rompiera su neutralidad y le permitiera a los alemanes atravesar su territorio para invadir Gibraltar.

Un memorándum ejecutivo de operaciones especiales de alto secreto menciona la intención de Alemania de utilizar barcos y ferrocarriles españoles para transportar suministros disfrazados como importaciones ordinarias, y el uso de aeródromos españoles por parte de combatientes y bombarderos de la Luftwaffe.

Cuando Hitler regresó a Berlín en noviembre de 1940 emitió una directiva que establecía los detalles de la Operación Félix, comenzando con las misiones de reconocimiento de los agentes alemanes para explorar las defensas y el campo de aviación de Gibraltar.

Unidades especiales del Departamento de Inteligencia Exterior de Alemania «en cooperación disfrazada con los españoles» protegerían el área de los intentos británicos de descubrir los preparativos para el ataque, que comenzaría 39 días después de que las tropas alemanas entraran a España.

La estrategia de batalla de Hitler fue reunir a una fuerza de ataque compuesta por dos cuerpos del ejército, una división de las SS y un cuerpo de aire.

El cuerpo 39, protegido por la SS, debía estar preparado para invadir Portugal en caso de una amenaza aliada desde esa dirección. La Luftwaffe ocuparía seis aeródromos dentro y alrededor de la costa atlántica para lanzar un bombardeo aéreo contra la Royal Navy.

El alto mando nazi trazó la Operación Félix con una precisión minuciosa: cuatro cañones para proteger el flanco oriental, otros cuatro al sur, un asalto de tres columnas en la ciudad y el envío de 13.000 toneladas de municiones, 7.500 toneladas de combustible y 136 toneladas de alimentos por día para alimentar a las tropas.

La inteligencia británica no se hizo ilusiones sobre el resultado de una exitosa Operación Félix, y señaló: «La fuerza de artillería alemana habría sido abrumadora y la mayoría de nuestros equipos pesados y baterías antiaéreas habrían sido eliminados».

Pero el hecho es que la Operación Félix nunca sucedió. Y la razón subyacente fue Franco, quien nunca aceptó la inevitabilidad de una victoria del Eje.

Gibraltar durante la Segunda Guerra Mundial
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionLos nazis tenían todo calculado para tomar Gibraltar, solo les faltó la complicidad española.

Sin embargo, el gobierno británico seguía muy preocupado por la amenaza alemana a Gibraltar. Winston Churchill reconoció que sus dos mayores preocupaciones en esa etapa de la guerra eran la pérdida de Gibraltar y los ataques de submarinos a los convoyes del Atlántico.

Churchill temía que los nazis pudieran perder la paciencia con Franco y enviar un ejército a través de los Pirineos en cualquier momento después de abril de 1941, con Franco impotente para resistir un ataque de la Wehrmacht.

Su razonamiento era que debido a que Gibraltar no estaba equipado para resistir un asedio alemán, la solución era evitar que sucediera.

Siguiendo la sugerencia del agregado naval de la embajada británica en Madrid, el colorido aventurero Alan Hillgarth, Churchill lanzó una de las tácticas políticas más audaces de la guerra: la distribución de US$13 millones en sobornos a las principales figuras militares españolas.

Así podía asegurarse de que Franco mantuviese su compromiso con la neutralidad, de ser necesario lanzando un golpe de estado.

El dinero ya había comenzado a fluir en el verano de 1940, antes de la reunión frustrante entre Hitler y Franco.

Disfrazando los sobornos

La fuente de este dinero debía mantenerse en secreto a toda costa. Ningún general español se arriesgaría a aceptar sobornos de Gran Bretaña, la Pérfida Albión.

El intermediario fue Juan March, un banquero de impecables credenciales franquistas. En ese momento era el sexto hombre más rico del mundo y el principal financiero de Franco durante la Guerra Civil.

Habiendo operado como agente doble en la Primera Guerra Mundial, March estaba altamente capacitado en actividades secretas. También era partidario de la monarquía española y de su ilustrado heredero, Don Juan de Borbón, quien era un experto en whisky escocés y un exoficial de la Royal Navy británica.

Una foto de Juan March en 1933.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionEl plan de sobornos de los británicos se realizó con la intermediación del multimillonario baquero español Juan March.

A pesar de sus inclinaciones de derecha, March se opuso a la entrada de los españoles en la guerra. Sabía muy bien que Hitler tenía poca simpatía por la causa monárquica y mucho menos por Don Juan y su mente abierta.

March actuó como el conducto para la transferencia de US$10 millones a la Swiss Bank Corporation en Nueva York, que luego se completaría con otros US$3 millones.

Unos US$2 millones de este dinero terminaron en el bolsillo del hermano mayor de Franco, Nicolás, quien utilizó su ganancia inesperada para construir un imperio comercial considerable después de la guerra.

Valentín Galarza fue otro beneficiario de alto rango de la generosidad británica. Su nombramiento como ministro del Interior había sido un duro golpe para el cuñado de Franco, el suave y bigotudo Ramón Serrano Súñer, un rabioso hitleriano con apariencia de estrella de cine.

Como ministro de Asuntos Exteriores, había ejercido de facto el control sobre la policía, un rol ahora usurpado por Galarza, con quien se podía contar para frustrar la beligerancia pro nazi de Serrano Súñer.

En total, ocho funcionarios de alto rango y una serie de funcionarios de rangos inferiores bien ubicados se incorporaron a la operación.

El Ministerio de Asuntos Exteriores británico ha desclasificado la correspondencia secreta relacionado con los sobornos, pero los telegramas en archivos españoles parecen haber desaparecido.

Sin embargo, los sobornos cumplieron su propósito. Sus destinatarios neutralizaron a los de línea dura en la comitiva franquista.

A mediados de 1941 Hitler había vuelto su máquina de guerra hacia el este y Churchill pudo respirar mejor.

Un soldado británico en Gibraltar, en 1940
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionLos británicos sabían que si los nazis tomaban Gibraltar, ganar la guerra hubiera sido casi imposible.

Si se hubiera perdido Gibraltar, Gran Bretaña habría intentado capturar las Islas Canarias para asegurar una base naval. Después de que Alemania invadió Rusia, Churchill pudo archivar ese plan.

Hitler nunca perdonó a Franco por negarse a permitir que la Wehrmacht accediera a Gibraltar desde territorio español. Según escribió, Franco y su régimen fueron «más allá de la palidez [sic] de la ley (…) con la bendición del sacerdocio, a expensas del resto».

Unas semanas antes de su muerte, Hitler dictó su testimonio político a su secretario privado, Martin Bormann. Reflexionando sobre sus aspiraciones para Gibraltar, afirmó que: «Lo más fácil hubiera sido ocupar Gibraltar con nuestros comandos y con la complicidad de Franco, pero sin ninguna declaración de guerra de su parte».

Esto «hubiera cambiado la situación en el Mediterráneo en un solo golpe».

Ni el Führer ni Franco estuvieron al tanto de las fuerzas que habían estado trabajando en secreto para evitar ese resultado.

Matanza de Tlatelolco: qué pasó el 2 de octubre de 1968, cuando un brutal golpe contra estudiantes cambió a México para siempre.

Soldados en el Zócalo de Ciudad de México, la plaza central del país. PORTAL 68. ARCHIVO HISTÓRICO. UNAM

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La historia que derivó en una masacre empezó con una pelea de estudiantes en el centro de Ciudad de México.

El grupo antimotines de la policía capitalina, conocido como Cuerpo de Granaderos, intervino para calmar la riña. Pero lo hizo de manera brutal.

Golpeó a decenas de estudiantes y testigos de la pelea. Persiguió a los jóvenes hasta las escuelas donde buscaron refugio y también allí agredió a alumnos y profesores que impartían clase.


Era el 23 de julio de 1968. En esa época la policía mexicana tenía fama de cometer abusos, pero la agresión a los estudiantes fue excesiva.

Cuatro días después, estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN) organizaron una marcha contra la violencia policial.

Pero la caminata, a la que se sumaron miembros del Partido Comunista Mexicano, fue reprimida por los granaderos.

A partir de ese momento empezó un movimiento estudiantil que en pocas semanas creció rápidamente. La UNAM, el IPN y otras universidades del país se declararon en huelga.

Las autoridades reportaron autobuses quemados y el estallido de artefactos explosivos. Decenas de jóvenes fueron detenidos y en el Zócalo, la plaza central del país, se desplegaron tanquetas y decenas de militares.

Cientos de estudiantes fueron detenidos tras la masacre de Tlatelolco en 1968.
Derechos de autor de la imagen COLECCIÓN JUSTINA LORI Image caption. Cientos de estudiantes fueron detenidos tras la masacre de Tlatelolco en 1968.

El Ejército ocupó las instalaciones de la UNAM y el IPN, pero no logró contener el movimiento agrupado en el Consejo Nacional de Huelga (CNH).

El rector de la Universidad Nacional, Javier Barros Sierra, renunció en protesta por la invasión a la autonomía universitaria.

El movimiento sólo fue contenido hasta la tarde del 2 de octubre. Ese día se había convocado una nueva marcha de protesta que partiría de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

Cientos de soldados rodearon el sitio. Cuando los estudiantes anunciaban que se cancelaba la caminata para evitar violencia, inició una balacera contra la multitud.

Cincuenta años después, aún no está claro dónde empezaron los disparos. Tampoco se sabe realmente cuántas personas murieron o fueron heridas.

Pero el ataque se convirtió en un parteaguas en la historia del país. Desde el 2 de octubre de 1968 México fue otro, social y políticamente distinto al del día anterior.

La década anterior

Plaza de las tres culturas
Derechos de autor de la imagen. GETTY IMAGES Image caption. La masacre tuvo lugar en la Plaza de las Tres Culturas de la Ciudad de México

Esta es la historia que se recuerda cada año durante el aniversario de la masacre.

Pero se habla poco del entorno social y político que había en el país por esos años, que motivó el acelerado crecimiento del movimiento estudiantil de 1968.

Un momento que explica también la fuerte reacción del gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Desde los años 50 y en la siguiente década, en el país se registró una serie de movimiento de médicos, ferrocarrileros, electricistas, campesinos y estudiantes.

En todos los casos, las protestas fueron disueltas por policías y militares.

Los sobrevivientes de la masacre recuerdan al movimiento estudiantil como "alegre, creativo".
Derechos de autor de la imagen. PORTAL 68. ARCHIVO HISTÓRICO. UNAM Image caption. Los sobrevivientes de la masacre recuerdan al movimiento estudiantil como «alegre, creativo».

Las movilizaciones estudiantiles de 1968 fueron consecuencia de ese largo proceso, explica Gilberto Guevara Niebla, uno de los fundadores del CNH.

“El movimiento de 68 no se comprendería si no se considera que en esa época existía un régimen autoritario y represivo”, le dice a BBC Mundo.

“Sobre todo en los años 60 hubo una sucesión de intervenciones militares en las universidades, que fue creando un ambiente de descontento y de malestar entre la juventud”.

Ese 1956, por ejemplo, los estudiantes del IPN protagonizaron una huelga que terminó con la ocupación militar de sus instalaciones. La vigilancia de los soldados permaneció durante un año.

Otro caso fue la huelga de 1963 en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, también disuelta por el Ejército.

Tlateloco
Derechos de autor de la imagen. COLECCIÓN JUSTINA LORI Image caption. El rector de la UNAM en 1968, Javier Barrios Sierra.

Dos años más tarde, hubo una serie de paros y marchas de médicos y enfermeras en demanda de mejor salario. A las protestas se sumaron también estudiantes de la carrera de medicina.

Esos acontecimientos estaban muy presentes en el ánimo de los estudiantes en 1968, recuerda Rolando Cordera quien fue consejero por la Escuela de Economía ante el CNH.

Tlateloco
Derechos de autor de la imagen. PORTAL 68. ARCHIVO HISTÓRICO. UNAM. Image caption. La UNAM, el IPN y otras universidades del país se declararon en huelga.

“En algunos que se convirtieron en dirigentes de la movilización existía algún tipo de memoria”, le dice a BBC Mundo.

“Antes de nosotros hubo otros mexicanos que habían reclamado más o menos lo mismo: cumplimiento de la ley, respeto a los derechos y la Constitución”.

“Vivíamos un mar de estímulos”

Pero el enojo por las intervenciones militares y la decisión de las autoridades para disolver las protestas son una parte de la historia tras el movimiento de 1968.

Ese año en Europa ocurrió una serie de protestas estudiantiles, sobre todo en Francia. Un elemento que influyó en México, pero su impacto fue menor a lo que sucedía en Estados Unidos, recuerda Guevara Niebla.

En ese país había una intensa oleada de protestas contra la guerra en Vietnam, la lucha por los derechos civiles de algunas minorías así como un creciente proceso de liberalización sexual y feminismo.

“Coincidieron muchos factores”, recuerda el fundador del CNH. “A través de la televisión sabíamos lo que ocurría en Estados Unidos y con los jóvenes de Francia”.

Manifestación de estudiantes en julio de 1968.
Derechos de autor de la imagen. PORTAL 68. ARCHIVO HISTÓRICO. UNAM. Image caption «Los estudiantes del 68 en México se unieron a un reclamo internacional frente al orden existente en aquel tiempo», dijo Rolando Cordera.

“Los estudiantes de México vivíamos en un mar de estímulos que jugaron un papel decisivo para explicar la revuelta estudiantil”.

Rolando Cordera recuerda. “Los estudiantes del 68 en México se unieron a un reclamo internacional frente al orden existente en aquel tiempo”.

“En el caso nuestro era un orden muy autoritario, que no respetaba las movilizaciones de reclamo social”.

Con tal escenario el movimiento estudiantil creció en poco tiempo. A las primeras manifestaciones, en julio de ese año, acudieron cientos de jóvenes.

Al paso de los meses aumentó el número de asistentes. En la llamada Marcha del Silencio, el 13 de septiembre, participaron más de 150.000 personas.

Tlatelolco
Derechos de autor de la imagen. GETTY IMAGES Image captionLa matanza fue un parteaguas en la historia de México.

No todos eran estudiantes. El movimiento logró el respaldo de sindicatos, grupos de vecinos y hasta amas de casa. Las protestas se extendieron por varias ciudades del país.

Las demandas del CNH también cambiaron. Al inicio era la disolución del cuerpo de granaderos, eliminar de las leyes el delito de disolución social y castigo a los responsables de agredir estudiantes.

Luego el pliego petitorio incluyó la liberación de todos los presos políticos, y un diálogo público y abierto del Consejo Nacional con el gobierno federal.

Juegos Olímpicos

Más allá de la creciente inconformidad, ¿por qué ocurrió la masacre en Tlatelolco?

Hubo varios elementos, coinciden algunos historiadores. Ese 1968 México era sede de los Juegos de la XIX Olimpiada, programada para empezar el 12 de octubre de ese año.

Semanas antes del evento llegaron periodistas enviados por medios internacionales. Además sería la primera vez que los Juegos Olímpicos se transmitirían por satélite a todo el mundo.

Portal 68. Archivo Histórico. UNAM
Derechos de autor de la imagenPORTAL 68. ARCHIVO HISTÓRICO. UNAM Image caption. Las protestas estudiantiles comenzaron a intensificarse conforme se aproximaban los Juegos Olímpicos y esa no era la imagen que el gobierno de México quería proyectar.

Para ese momento, las protestas estudiantiles eran más intensas. Muchos periodistas empezaron a cubrir las movilizaciones.

No era la imagen de país que pretendía enviar el gobierno de Díaz Ordaz. Además, el presidente estaba convencido que los estudiantes formaban parte de una especie de conjura comunista en contra de los juegos.

La decisión fue enviar un mensaje contundente para terminar con la rebeldía de varios años, señala Guevara Niebla.

“Después de 1968, Díaz Ordaz declaró que al enfrentar el conflicto se habían agotado los recursos políticos y se tuvo que acudir a la fuerza”, recuerda.

“Lo que se quería era destruir de un solo golpe el movimiento estudiantil para dar paso a las Olimpiadas. La represión tuvo lugar diez días antes de que empezaran, estaban obligados a sofocar las protestas, pero lo hicieron de una manera brutal”.

Soldados en la UNAM.
Derechos de autor de la imagen. PORTAL 68. ARCHIVO HISTÓRICO. UNAM. Image caption. La represión fue brutal.

 

Los españoles que lucharon por Hitler en las SS.

Autor: Lorenzo Silva.

Fuente: XLSemanal.

La vosstrasse es hoy una calle discreta, con descampados y bloques de viviendas. En buena parte de su longitud se encuentra en obras. Ningún letrero oficial recuerda lo que la ocupaba antes, pero el viajero avisado sabe que hay gato encerrado, como en tantos otros lugares de esta zona céntrica de Berlín, donde hasta el año 1989 se alzaba el muro que dividía la ciudad.

Eran 200. Había falangistas, anticomunistas y antiguos hombres de la Legión Azul

La única indicación nos la ofrece el restaurante chino Peking-Ente, en el número 1, en la esquina con la Wilhelmstrasse, que ha colocado un llamativo cartel publicitario rojo a mitad de la calle. En su parte inferior hay un croquis que muestra lo que había en los terrenos donde ahora se alternan la nada y los apartamentos construidos en su día para funcionarios de la extinta RDA. En el primer tramo de la calle, según el croquis, se hallaba la antigua Cancillería del Reich. A continuación, la nueva, mucho más grande, que concibió Albert Speer para Adolf Hitler. Tras ellas, en lo que hoy es descampado, estaban el patio y el búnker en el que a finales de abril de 1945 el Führer se enfrentaba a su oscuro destino.

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Un soldado español con uniforme de los Cazadores Alpinos (aún dentro de la Wehrmacht, las fuerzas armadas unificadas de los nazis) en 1944, con España ya neutral

En esos días, según los libros de Historia (y, singularmente, el excelente y vibrante Berlín, 1945, de Antony Beevor), la defensa del sector gubernamental de la capital del Reich estaba en manos de algunos restos de unidades alemanas, un puñado de niños de las Juventudes Hitlerianas y de viejos de la milicia popular Volkssturm y un contingente de voluntarios franceses y escandinavos de las Waffen-SS, extranjeros repudiados por sus países que fueron quienes de hecho llevaron el peso de los combates.

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Reverso de la postal, escrita en castellano por él mismo soldado de la imagen de arriba, prueba de que era español

Mucho menos se suele mencionar, y por tanto saber, que entre esos voluntarios de las SS había también un batallón de letones y, lo que más nos interesa, una pequeña y extraña unidad de españoles.

La mayoría murió en combate, a manos de soviéticos o en largos cautiverios tras ser apresados

Cuando el 30 de abril de 1945, a eso de las 15.30, Hitler acabó con su vida en el búnker, aún había algunos de ellos luchando en las inmediaciones de la Vosstrasse. Cumplían así el juramento de fidelidad que le habían prestado al Führer. Al principio de la batalla eran, como mucho, un par de cientos.

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Luis García Valdajos nació en 1918 en Tordesillas (Valladolid), ingresó en la Falange en 1936 y en la División Azul en 1942. Rechazó volver de Alemania cuando lo ordenó Franco e ingresó en las SS. Tras la guerra logró volver, de incógnito, a España. Preso por desertor, quedó libre en 1947. Nunca más se supo de él

Muy lejos del millón de bayonetas españolas que el día de San Valentín de 1942 había prometido Franco para el caso de que los rusos llegaran a Berlín. Pero allí estaban. Por voluntad propia y contra las órdenes del propio Franco. La mayoría murió bajo las balas soviéticas, en combate o al caer prisioneros. A unos pocos se les perdonó la vida y sufrieron largo cautiverio en Rusia. Otros lograron escapar casi milagrosamente. Su historia es una de esas que, cuando las conoce alguien cuyo oficio es el de narrar, despiertan una fascinación casi irresistible.

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Fuerza Multicultural: Miembros de las SS, en junio de 1944. Al final de la guerra, la antigua fuerza de élite del Führer era ya casi una especie de legión extranjera integrada por anticomunistas y antisemitas de diversos países
¿Quiénes eran aquellos españoles y cómo llegaron hasta allí?

La respuesta no es fácil, ni cien por cien segura. Conservamos algunas fotos y documentos que atestiguan la presencia y el itinerario de algunos de ellos. El comandante Miguel Ezquerra, el jefe de la unidad, y el alférez Ocaña dejaron su testimonio en sendos libros. Pero en el más detallado, el de Ezquerra, se observan contradicciones entre sus dos ediciones (una portuguesa poco después de la guerra y otra española muy posterior) y, aunque en su relato demuestra un conocimiento de la topografía de la ciudad y del desarrollo de la batalla que hacen difícil considerarlo un impostor, hay otros pasajes poco verosímiles o inexactos (como el de su condecoración por Hitler entre el 29 y el 30 de abril, cuando ya el líder nazi se aprestaba a suicidarse, o la defensa del hotel Kaiserhof desde las plantas superiores cuando el edificio había sido derruido por un bombardeo aéreo en 1943).

Algunos soldados eran adictos a la guerra. No luchaban por dinero. No había provecho en unirse a quienes ya habían perdido la partida

Depurando la información disponible, con la ayuda de los historiadores que se han ocupado del asunto (como Carlos Caballero Jurado, que entrevistó a algunos de los supervivientes), puede decirse que aquella unidad tenía una composición bastante heterogénea. Algunos eran antiguos combatientes de la División Azul y la Legión Azul que se habían negado a volver cuando la última fue repatriada en marzo de 1944 o que, tras regresar, y cuando ya España, por voluntad de un Franco deseoso de congraciarse con los victoriosos aliados, había adoptado el estatuto de potencia neutral, cruzaron ilegalmente la frontera para unirse a las tropas alemanas.

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Ricardo Botet Moro, uno de los pocos españoles de los que se conserva una foto, con uniforme nazi. Al terminar la guerra, logró escapar de los soviéticos haciéndose pasar por un trabajador desplazado. Desde allí huyó a la zona aliada y en 1946 logró regresar a España, donde, al parecer, murió hace unos años

Otros eran jóvenes, fervientes falangistas y anticomunistas que no habían estado en la campaña de Rusia, pero acompañaron a estos veteranos en su aventura. Tampoco faltaron, al parecer, algunos de los 50.000 españoles que se calcula que a la sazón trabajaban en la industria bélica alemana y que se alistaron como soldados para eludir la muerte que los amenazaba en los bombardeos continuos sobre sus fábricas. Incluso se dice que algunos de ellos eran antiguos combatientes republicanos, o rotspanier, en la jerga nazi, a los que hay constancia de que Hitler llegó a pensar en reclutar de forma general.

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Mito y verdad: Miguel Ezquerra, jefe de la unidad española de las SS en Berlín. Sobrevivió. Años después de la guerra escribió una autobiografía en la que algunos datos resultan, cuando menos, inexactos, lo cual no lo señala en ningún caso como un impostor

Con tan diferentes orígenes y extracciones, los vericuetos que siguieron aquellos españoles para acabar defendiendo el Tercer Reich en su batalla terminal fueron variopintos y, en algún caso, casi increíbles. Muchos iniciaron su periplo en Versalles, en el todavía hoy existente Quartier de la Reine (en el 5 de la Rue Carnot), donde se reunió hacia mayo-junio de 1944 a aquellos voluntarios que los propios alemanes no tenían gran interés en hacer demasiado visibles, porque seguían comprando materias primas estratégicas a Franco. Luego marcharon a Stablack, en Prusia Oriental, donde se los instruyó, y desde allí se repartieron por diversos frentes. Unos acabaron en Yugoslavia luchando contra los partisanos de Tito; otros, en Italia; otros, en Rumanía tratando de parar a los rusos en los Cárpatos.

Los llamaron ‘los irreductibles’ o el Batallón Fantasma. Se enfrentaron cuerpo a cuerpo a los tanques soviéticos en Berlín

Los supervivientes de estos últimos, todavía encuadrados en la Wehrmacht o ejército regular, acabaron compartiendo cuartel en Stockerau, cerca de Viena, con un contingente croata con el que mantuvieron pésimas relaciones. Eso fue lo que movió a muchos a acudir a la leva organizada por la división Wallonie, del belga Léon Degrelle, en la que constituyeron dos compañías y se pusieron por primera vez el uniforme de las Waffen-SS. Con él participaron en la dura batalla de Stargard, en Pomerania, a comienzos de 1945. Los que salieron vivos de ella constituían la columna vertebral de la unidad española de las SS, que se formó en marzo en Potsdam a las órdenes de Ezquerra y que acudió a defender a la desesperada Berlín el 21 de abril de 1945.

Los llamaron “los irreductibles” o el Batallón Fantasma. Gente a la que hoy nos cuesta comprender y que en medio de los escombros, junto a los niños feroces de las juventudes hitlerianas, se enfrentaron a cuerpo a los tanques soviéticos. Aunque no pocos, en cuanto vieron lo que había y pudieron, pusieron pies en polvorosa. No eran mercenarios, no había provecho en unirse a quienes a aquellas alturas habían perdido notoriamente la partida: algunos eran soldados crónicos, adictos a la guerra; a otros los movía el fervor anticomunista; más de uno podía alegar que lo llevó allí el azar de los acontecimientos. En cualquier caso, se trata de un grupo de españoles en el hecho histórico central del siglo XX. Recorriendo esa hoy casi clandestina Vosstrasse que los vio pasar y morir (como la Potsdamerplatz, o la Moritzplatz, o la Friedrichstrasse), es ineludible, para este contador de historias, evocar y compartir su pasmosa peripecia.

La Primera Guerra Mundial resumida en 15 imágenes.

Fuente: El País, 28/09/2018

La denominada Gran Guerra causó 10 millones de muertos, trastocó el mapa de Europa, tumbó tres imperios, contribuyó a la revolución soviética y fue una causa latente de la Segunda Guerra Mundial. El 29 de septiembre de 1918, Bulgaria firmó un armisticio con las potencias aliadas que desencadenaría el final de la Primera Guerra Mundial. Con motivo del centenario, repasamos en 15 imágenes las claves del conflicto

Fotografía tomada el 28 de junio de 1914 del terrorista serbio Gavrilo Princip (2º derecha) tras su arresto después del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa en Sarajevo, uno de los episodios que desencadenaría el inicio de la Gran Guerra.
1. Fotografía tomada el 28 de junio de 1914 del terrorista serbio Gavrilo Princip (2º derecha) tras su arresto después del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa en Sarajevo, uno de los episodios que desencadenaría el inicio de la Gran Guerra. AFP 

En esta foto de archivo tomada el 2 de agosto de 1914 y publicada por el Historial de Péronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, muestra un cartel que llama a la movilización de la población civil en las paredes en Francia, al comienzo de la Primera Guerra Mundial.
2. En esta foto de archivo tomada el 2 de agosto de 1914 y publicada por el Historial de Péronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, muestra un cartel que llama a la movilización de la población civil en las paredes en Francia, al comienzo de la Primera Guerra Mundial.AFP
En esta foto de archivo tomada en 1914, los taxis del Marne conducen en su camino hacia el frente.
3. En esta foto de archivo tomada en 1914, los taxis del Marne conducen en su camino hacia el frente. AFP
Una foto de archivo tomada durante la Primera Guerra Mundial muestra a soldados franceses cuidando a compañeros heridos, en una trinchera.
4. Una foto de archivo tomada durante la Primera Guerra Mundial muestra a soldados franceses cuidando a compañeros heridos, en una trinchera. AFP 

Una foto de archivo publicada por el Historial de Peronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, muestra fuerzas de Triple Entente durante la operación de los Dardanelos en la Primera Guerra Mundial. El 25 de abril de 1915, las tropas británicas y francesas aterrizaron en la península de Gallipoli, en el estrecho de Dardanelos, en Turquía, aliada de Turquía. El imperio otomano cerró los estrechos al comienzo de la guerra, cortando a Rusia del Mediterráneo. La campaña aliada, presionada por Winston Churchill, apunta a atravesar los estrechos y más allá, atacar a Alemania y Austria desde el este y establecer un vínculo con Rusia.
5. Una foto de archivo publicada por el Historial de Peronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, muestra fuerzas de Triple Entente durante la operación de los Dardanelos en la Primera Guerra Mundial. El 25 de abril de 1915, las tropas británicas y francesas aterrizaron en la península de Gallipoli, en el estrecho de Dardanelos, en Turquía, aliada de Turquía. El imperio otomano cerró los estrechos al comienzo de la guerra, cortando a Rusia del Mediterráneo. La campaña aliada, presionada por Winston Churchill, apunta a atravesar los estrechos y más allá, atacar a Alemania y Austria desde el este y establecer un vínculo con Rusia. STR AFP 

Una foto de archivo tomada en 1916 muestra a soldados franceses entrando en ataque desde su trinchera durante la batalla de Verdún, en el este de Francia, durante la Primera Guerra Mundial. El 25 de febrero de 1916, las fuerzas alemanas lanzaron una ofensiva en Verdún, al este de París, para "desangrar a Francia de blanco" y obligar al país a la mesa de negociaciones. Las fuerzas alemanas avanzan pero están contenidas. Cuando terminan los combates en diciembre, las líneas de frente apenas han cambiado a pesar de las bajas asombrosas.
6. Una foto de archivo tomada en 1916 muestra a soldados franceses entrando en ataque desde su trinchera durante la batalla de Verdún, en el este de Francia, durante la Primera Guerra Mundial. El 25 de febrero de 1916, las fuerzas alemanas lanzaron una ofensiva en Verdún, al este de París, para «desangrar a Francia de blanco» y obligar al país a la mesa de negociaciones. Las fuerzas alemanas avanzan pero están contenidas. Cuando terminan los combates en diciembre, las líneas de frente apenas han cambiado a pesar de las bajas asombrosas. AFP 

Una foto de archivo del 8 de octubre de 1916 muestra a un soldado francés y uno alemán, muertos en una zanja después de un duelo a muerte.
7 . Una foto de archivo del 8 de octubre de 1916 muestra a un soldado francés y uno alemán, muertos en una zanja después de un duelo a muerte. STR AFP 

Una foto de archivo, tomada el 1 de junio de 2016, muestra imágenes de archivo de los soldados de la Primera Guerra Mundial en el centro histórico dedicado a las batallas de la Primera Guerra Mundial del Somme en Thiepval, al este de Francia. La batalla de 141 días del Somme es la más sangrienta de la guerra, con más de un millón de bajas, incluyendo alrededor de 400,000 muertos o desaparecidos. El 1 de julio de 1916 las fuerzas aliadas, principalmente británicas, atacan a las tropas alemanas en el frente del río Somme para aliviar la presión sobre el ejercito francés en el frente de Verdún.
8. Una foto de archivo, tomada el 1 de junio de 2016, muestra imágenes de archivo de los soldados de la Primera Guerra Mundial en el centro histórico dedicado a las batallas de la Primera Guerra Mundial del Somme en Thiepval, al este de Francia. La batalla de 141 días del Somme es la más sangrienta de la guerra, con más de un millón de bajas, incluyendo alrededor de 400,000 muertos o desaparecidos. El 1 de julio de 1916 las fuerzas aliadas, principalmente británicas, atacan a las tropas alemanas en el frente del río Somme para aliviar la presión sobre el ejercito francés en el frente de Verdún. DENIS CHARLET AFP 

 Una foto sin fecha tomada durante la Primera Guerra Mundial muestra la mano de la víctima en un campo de batalla en el norte de Francia.  Las batallas más sangrientas y decisivas de la Primera Guerra Mundial se libraron en Europa, en el frente occidental atravesando los campos fangosos del norte de Francia y Bélgica. La línea del frente se extendía a más de 700 kilómetros (435 millas), desde el Mar del Norte hasta las montañas de los Vosgos, cerca de Suiza
9. Una foto sin fecha tomada durante la Primera Guerra Mundial muestra la mano de la víctima en un campo de batalla en el norte de Francia. Las batallas más sangrientas y decisivas de la Primera Guerra Mundial se libraron en Europa, en el frente occidental atravesando los campos fangosos del norte de Francia y Bélgica. La línea del frente se extendía a más de 700 kilómetros (435 millas), desde el Mar del Norte hasta las montañas de los Vosgos, cerca de Suiza STF AFP
Tropas estadounidenses en el frente francés durante la Primera Guerra Mundial. En enero de 1917, Alemania, bajo la presión de un bloqueo marítimo británico, intensifica una campaña de ataque a los buques mercantes británicos con submarinos, con el objetivo de estrangular la isla. Impulsa a los Estados Unidos a entrar en el conflicto, enojado por el torpedeo de barcos neutrales en el Atlántico y buques que transportan ciudadanos estadounidenses. Washington declara la guerra a Alemania el 6 de abril y el 26 de junio llega el primer despliegue estadounidense al puerto francés de Saint-Nazaire.
10. Tropas estadounidenses en el frente francés durante la Primera Guerra Mundial. En enero de 1917, Alemania, bajo la presión de un bloqueo marítimo británico, intensifica una campaña de ataque a los buques mercantes británicos con submarinos, con el objetivo de estrangular la isla. Impulsa a los Estados Unidos a entrar en el conflicto, enojado por el torpedeo de barcos neutrales en el Atlántico y buques que transportan ciudadanos estadounidenses. Washington declara la guerra a Alemania el 6 de abril y el 26 de junio llega el primer despliegue estadounidense al puerto francés de Saint-Nazaire. STR AFP
Junio 1917. Tarjeta postal publicada por el Historial de Peronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, de John Joseph 'Black Jack' Pershing (Centro - derecha), el general del ejército estadounidense que dirigió la Fuerza Expedicionaria Americana, recibido en Boulogne, en el norte de Francia, por el general francés Peltier, miembro de la misión militar francesa para ayudar a la instalación del ejército de los EE. UU en Francia
11. Junio 1917. Tarjeta postal publicada por el Historial de Peronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, de John Joseph ‘Black Jack’ Pershing (Centro – derecha), el general del ejército estadounidense que dirigió la Fuerza Expedicionaria Americana, recibido en Boulogne, en el norte de Francia, por el general francés Peltier, miembro de la misión militar francesa para ayudar a la instalación del ejército de los EE. UU en Francia STR AFP 

Una foto de archivo tomada en septiembre de 1918 durante la primera Guerra Mundial muestra a los artilleros estadounidenses golpeando a los soldados de las líneas alemanas cerca de Verdún.
12. Una foto de archivo tomada en septiembre de 1918 durante la primera Guerra Mundial muestra a los artilleros estadounidenses golpeando a los soldados de las líneas alemanas cerca de Verdún. AFP 

Una foto sin fecha publicada por la Biblioteca Internacional de Documentación Contemporánea (BDIC) muestra a un soldado francés sosteniendo un cráneo humano en un campo de batalla durante la Primera Guerra Mundial.
13. Una foto sin fecha publicada por la Biblioteca Internacional de Documentación Contemporánea (BDIC) muestra a un soldado francés sosteniendo un cráneo humano en un campo de batalla durante la Primera Guerra Mundial. STR AFP 

En octubre de 1918, Lenin se dirige a sus partidarios en Moscú durante el primer aniversario de la revolución bolchevique. Entre 1914 y 1917, Rusia pierde más de dos millones de soldados y oficiales en el Frente Oriental, donde sus fuerzas mal equipadas son diezmadas. El conflicto se vuelve altamente impopular.
14. En octubre de 1918, Lenin se dirige a sus partidarios en Moscú durante el primer aniversario de la revolución bolchevique. Entre 1914 y 1917, Rusia pierde más de dos millones de soldados y oficiales en el Frente Oriental, donde sus fuerzas mal equipadas son diezmadas. El conflicto se vuelve altamente impopular. AFP 

Esta foto de archivo tomada el 11 de noviembre de 1918, muestra en una foto de familia de los firmantes del tratado de armisticio entre los aliados y Alemania: el alemán Matthias Erzberger, el conde Alfred von Oberndorff, el capitán británico Ernst Vanselow, el primer marinero almirante Rosslyn Wemyss, el representante británico, el general francés Maxime Weygand, el jefe de personal de Foch, el mariscal Ferdinand Foch y el comandante supremo aliado, firmaron en el propio vagón de ferrocarril de Ferdinand Foch en el Bosque de Compiegne el tratado que marcó el final de la Primera Guerra Mundial en el frente occidental.
15 . Esta foto de archivo tomada el 11 de noviembre de 1918, muestra en una foto de familia de los firmantes del tratado de armisticio entre los aliados y Alemania: el alemán Matthias Erzberger, el conde Alfred von Oberndorff, el capitán británico Ernst Vanselow, el primer marinero almirante Rosslyn Wemyss, el representante británico, el general francés Maxime Weygand, el jefe de personal de Foch, el mariscal Ferdinand Foch y el comandante supremo aliado, firmaron en el propio vagón de ferrocarril de Ferdinand Foch en el Bosque de Compiegne el tratado que marcó el final de la Primera Guerra Mundial en el frente occidental. STR AFP

La patada que valió una guerra: incidentes de Zagreb (13 de mayo de 1990).

Autor: Fernando Torres Lara

Fuente: revistadehistoria.es.  28/09/2018

Zagreb, 13 de mayo de 1990, la violencia se apoderaba del deporte, una vez más los grandes focos de un estadio sirvieron de escenario al odio y el nacionalismo.

En el encuentro que enfrentaban a los equipos del Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja de Belgrado se vivieron uno de los momentos más tensos de la historia del deporte y es que lo que para Boban fue un acto de justicia social sería uno de los desencadenantes de una guerra que se cobraría 145.000 vidas.

La patada que valió una guerra: incidentes de Zagreb

Croacia y Serbia eran las dos principales repúblicas de la antigua Yugoslavia, aquel país comunista atípico y neutral, gobernado con mano de hierro por el mariscal Broz Tito hasta su muerte en 1980 estaba formado por seis repúblicas y cinco nacionalidades, además de las ya nombradas la SFR Yugoslavia la conformaban Eslovenia, Macedonia, Bosnia y Herzegovina y Montenegro y tres religiones: católica, ortodoxa y musulmana. Algunas voces del nacionalismo croata incitaban al odio a través de las diferencias étnico-culturales y religiosas, añadían que Croacia, un país europeo y católico vivía secuestrado de un país ortodoxo y bizantino.

A la muerte de Tito, los Estados Unidos habían puesto su interés comercial en Yugoslavia, lo que había facilitado el acceso al capitalismo y que permitió que las regiones de Croacia y Eslovenia se enriquecieran fruto del comercio y la industrialización y que sintieran que su economía tenía un crecimiento por debajo de los esperado por las rémoras que representaban las estériles economía de las repúblicas meridionales de Montenegro y Macedonia, mientras que las clases serbias con mayor poder adquisitivo pensaban que el gobierno beneficiaba a los albanokosovares por lo que pronto se vería mermada las aportaciones al Fondo Común de Yugoslavia.

Hasta entonces la vida en la antigua SFR Yugoslavia parecía funcionar sin mayores problemas, sin embargo, a la muerte de Tito se unió el viraje político y el auge de los nacionalismos yugoslavos a esto se sumaba los intereses de la mayoría étnica serbia representada por S. Milosevic que pretendió la centralización yugoslava en el proyecto de una gran nación Serbia. El movimiento nacionalista croata obtuvo la victoria en abril de 1990 tras el fracaso de la XIV Liga de los Comunistas Yugoslavos, estos pretendían impulsar un proyecto de confederación yugoslava. Milosevic por su parte pretendía por todos los medios que el Partido Comunista conservara el poder en la totalidad del territorio yugoslavo por lo que pretendió convocar unas nuevas elecciones en la que el valor de cada hombre fuera el de un voto aprovechando la mayoría étnica serbia. Las manifestaciones de ambas facciones se habían saldado con víctimas mortales que no eran sino un síntoma más de la gangrena que consumía cada una de las extremidades de la malograda Yugoslavia.

Una semana antes del partido había tenido lugar las elecciones croatas y la crispación social invadía todos los ámbitos de la vida cotidiana y es que el nuevo gobierno del HDZ (Hrvatska Demokratska Zejednika) representaba un peligro para los intereses paneslavos de Serbia. La prensa pro-Serbia tomaron los resultados con cierto recelo y publicaron en la prensa artículos que incitaban al odio entre ambas etnias.

Tudman, el líder nacionalista croata del HDZ fue amenazado de muerte en los cánticos de ultras serbios que subían al tren al son del cántico “od topole”, surgido como canto nacionalista serbio contrario a la ocupación turca y utilizado en la Guerra de los Balcanes como canción patriótica,  que los llevaría hasta Zagreb para acudir a un partido que, si bien siempre fue de alta tensión por la máxima rivalidad entre dos de los clubes, en esta ocasión se sobrepasarían unos límites provocados por la tensión política entre ambas naciones. En los aledaños del estadio se habían producido incidentes entre los grupos ultras de los dos equipos. Sin embargo, los ultras de Delije Seber (grupo ultra del Estrella Roja de Belgrado que posteriormente conformarían el grupo paramilitar los Tigres de Arkan) en la zona del estadio que se les había asignado comenzaron a provocar destrozos y a lanzar asientos contra el resto de aficionados al grito de “Zagreb je Srbija” (Zagreb es Serbia) y “ubicémo Tudmana” (mataremos a Tudman). Los croatas por su parte acudieron al estadio cargados de piedras y comenzaron a quemar banderas yugoslavas a la vez que alzaban la “Trobojnika” (tricolor).

A la media hora del comienzo de los incidentes los BBB (Bad Blue Boys), ultras del Dinamo de Zagreb invadieron el campo y la policía intervino con gas lacrimógeno e intentaron inmovilizar a los invasores, ante la mirada de veinte mil personas que acudieron al Stadion Maksimir cuando Boban, quien llegara a ser posteriormente capitán del A.C. Milán de Italia, intervino con una patada voladora para ayudar a un ultra croata que estaba siendo atacado por la policía, fue ese el momento que desencadenaba la guerra de Croacia para muchos de los aficionados que acudieron aquel día al campo de fútbol.

Boban diría tiempo después:

“Ahí estaba yo, una cara pública, dispuesto a arriesgar mi carrera, todo lo que la fama puede comprar, por un ideal, por una causa: la causa croata”

Ese maldito 13 de mayo, no se jugó en Zagreb un solo minuto de fútbol, tiempo después autoridades del deporte yugoslavo admitieron que ese partido jamás debió haberse organizado, debido a la tensión política y social que vivían ambas naciones en tal momento. Los incidentes de aquel día dejaron más de 70 heridos por arma blanca e intoxicación por inhalación de humo. Sin embargo, este sería el entrante de una guerra que comenzaría en marzo del año siguiente y que se extendió por más de 4 años que acabaría con la muerte de 145.000 personas.

Bibliografía:

  • Boban, y la patada que originó el fin de Yugoslavia – Libertad Digital 11/08/2013.
  • La derecha nacionalista triunfó en las elecciones de Croacia – El País 25/04/1990.

Yugoslavia, de la grada a la trinchera – de Nacho Carretero en jotdown.es.

Más información.

 

La conferencia de Potsdam: el reparto del mundo entre los ganadores de la guerra.

Autora: Gabriela Liszt, 17/07/2018.

Fuente: laizquierdadiario.com

La Conferencia de Teherán se realizó entre noviembre y diciembre de 1943, entre Churchill (Gran Bretaña), Roosevelt (EEUU) y Stalin (URSS). Yalta en febrero de 1945, ya casi terminada la guerra. La conferencia de Potsdam se realizó en la ciudad del mismo nombre (cerca de Berlín, Alemania), entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945.

La Unión Soviética ya había derrotado al nazismo, primero en Stalingrado en febrero de 1943, y luego de su entrada a Berlín, por lo que tuvo que ser reconocida como ganadora por los imperialismos Aliados. EEUU aún no había entrado en la guerra, salvo en la zona del Pacífico. Recién haría su “entreda triunfal” en el “Día D”. En el caso de Potsdam, asistieron Truman, que reemplazó a Roosevelt dado su fallecimiento; Churchill (acompañado por Clement Atllee del Partido Laborista) y Stalin.

El reparto del mundo luego de la Segunda Guerra

Allí acordaron, entre otros, cómo administrarían Alemania, que se había rendido incondicionalmente nueve semanas antes, el 8 de mayo. El acuerdo establecía la división de Alemania en cuatro zonas de ocupación (ya acordada en la conferencia de Yalta), y una división similar de Berlín y Viena, y un Consejo Supremo de Control dirigido por EEUU, Francia, Gran Bretaña y la URSS, los 4 ocupantes). Viena, Austria y Polonia también fueron divididas en una forma similar.

Las colonias habían sido atraídas por EEUU, por ser la potencia en ascenso y permitir cierta libertad política, pasando a ser semicolonias. EEUU se convertía en el dominador principal económico, política y militarmente del mundo y las excolonias (inglesas, francesas, etc,) en general pasaron su órbita de influencia.

La Conferencia de Potsdam estudió los territorios que habían de someterse a la tutela soviética:

  •  Absorción de los países satélites (glacis).
  •  Intervención, por la fuerza, para liquidar regímenes contrarios a su visión de la política (consideración muy especial al caso de España, Francia, Italia).
  •  Estudio de los Mandatos de Siria y Líbano.
  •  Polonia y sus fronteras, a expensas del territorio alemán.
  •  Reparto de la Marina, de guerra y mercante, de los alemanes.
  •  Estudio de las reparaciones a pagar por Alemania.
  •  La ocupación de los bienes alemanes en el extranjero.
  •  El desmontaje de las fábricas, evaluándolas en el concepto de reparaciones. Se calculaban éstas, de acuerdo con el criterio de Stalin en Yalta, en 20.000 millones de dólares, repartidos así: 50 por 100 para la URSS; 14 por 100 para el Reino Unido; 12,5 por 100 para Estados Unidos; 10 por 100 para Francia y el resto, sin especificar.
  •  Austria. Los aliados eximen a Austria de reparaciones, pero queda sometida a la autoridad de una comisión aliada, con sede en Viena.
  •  Irán. Las tropas británicas y soviéticas, que ocupan Irán desde 1941, deben evacuarl inmediatamente. Pero Stalin, que quería establecer una República Soviética en el Azerbaiján, no evacuó el territorio hasta 1946.
  •  Marruecos. Las tropas deben evacuar Tánger, incorporada desde 1940 al Marruecos español, y la zona volverá a tener su estatuto internacional con la participación de representantes norteamericanos y soviéticos.
  •  La devolución de todos los territorios europeos anexionados por la Alemania nazi desde 1938 y la separación de Austria.
  •  La declaración de Potsdam subrayó los términos de la rendición para Japón, pocos días antes que EEUU tirara las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, luego de meses de bombardear Tokio y otras ciudades bajo la excusa de que el imperialismo japonés no se había rendido formalmente. Por otro lado, fue un aviso a la URSS y el resto del mundo de quién tenía el poder militar.
  •  Acuerdo para la reconstrucción. Los aliados estimaron sus pérdidas en 200 mil millones de dólares. Alemania fue obligada a pagar únicamente 20 mil millones en productos industriales y mano de obra. Sin embargo, la Guerra Fría evitó que se pagara esta deuda.“Baja composición orgánica del capital, necesidades de reconstrucción asociadas a la ‘tierra arrasada’ dejada por la guerra, masas de hombres hambrientos dispuestos a trabajar por un pedazo de pan, derrotas de los procesos revolucionarios particularmente en los países centrales y clara hegemonía mundial norteamericana, fueron todos factores que reestablecieron el equilibrio capitalista desde su ruptura en 1914 y crearon condiciones para la obtención de una alta tasa de ganancia para el capital. Sin embargo, las condiciones de la formación de un ‘pluscapital’, es decir, de la acumulación ampliada, nuevamente debieron ser sostenidas por una participación sin precedentes de los Estados en la economía. El Plan Marshall que data del año 1947 y constituyó una enorme inyección de capital por parte del Estado norteamericano sobre las destruidas economías de Europa, junto con la previa creación de organismos multilaterales tales como el FMI o el Banco Mundial, resultan sendos ejemplos de dicha participación. Las políticas keynesianas de estímulo de la demanda efectiva (gasto de consumo, gasto de inversión y gasto público) a través de la inflación del crédito, resultaron por vez primera verdaderamente exitosas en cuanto a garantizar mecanismos aceitados de producción y realización del plusvalor. Sin embargo, el “éxito” del “círculo virtuoso” que apelando a mecanismos keynesianos caracterizó a los llamados “30 años gloriosos” del capital debe considerarse en el marco de dos aspectos fundamentales. El primero es que los mecanismos keynesianos que habían arrojado resultados poco satisfactorios en los años ’30, funcionaron de manera efectiva sólo tras la destrucción de la guerra y las derrotas mencionadas. El segundo es que estos mecanismos, que fundamentalmente en los países centrales permitieron un boom de producción y consumo con fuertes ganancias y salarios en alza, hallaron su límite ni bien hacia fines de la década del ’60, una composición orgánica creciente del capital volvió a poner en escena la ley de la caída de la tasa media de ganancia que se puso de manifiesto a través de la disminución de la masa de ganancias del capital” (Paula Bach, La Verdad Obrera, 25 de septiembre del 2008).Es decir, la Guerra Fría se basó en pactos ultrarreaccionarios que partían del reconocimiento de EEUU como potencia hegemónica mundial (cedida por Gran Bretaña) y que Stalin dominaría el “socialismo real” en la tercera parte del mundo, pero sin tener injerencia (incluso ayudar) en la política imperialista. En 1968, con el Mayo Francés, la primavera de Praga, Tlateloco, el inicio del Cordobazo, las masas lucharían por derribar estos pactos contrarrevolucionarios.

 

La forja del Eje.

Autor: Nacho Otero.

Fuente: muyhistoria.

Cómo tres países tan distantes y distintos como la nórdica y severa Alemania, la mediterránea y exuberante Italia y el impenetrable y lejano Japón –bajo el liderazgo de un veterano de guerra austríaco de clase media, un buscavidas ex socialista de humilde extracción y un aristócrata de origen divino (la familia imperial nipona, según la tradición sintoísta, desciende de la diosa Amaterasu)– se convirtieron en aliados y amigos se explica por numerosos factores. El más obvio, la confluencia de intereses ideológicos, en el umbral de una conflagración a escala global, entre el nazismo germano, el fascismo italiano y el militarismo japonés; asimismo, la necesidad de Hitler de recabar ayuda en áreas geoestratégicas que le hubiera costado controlar por sí solo, y la de sus socios de apoyarse en el poderoso Tercer Reich para alcanzar sus propios objetivos. Por eso esta alianza prosperó, y no así el Bloque Latino con que soñara Mussolini: la mera similitud cultural no era argamasa suficientemente sólida para un frente común.

Pero en la aproximación de las tres naciones, que se inició mucho antes del Pacto Tripartito de 1940, pesó además un motivo de carácter más emocional que político, convenientemente agitado por sus respectivos dirigentes: un sentimiento solidario de humillación y derrota.

El germen de este rencor nacionalista hay que buscarlo en el resultado de la anterior contienda mundial y, concretamente, en las condiciones (e incumplimientos) del llamado Tratado de Versalles, que cerró –en falso, como luego se vería– las heridas de la Guerra del 14. Con razón o sin ella –con más razón en unos casos que en otros–, tanto Alemania como Italia y Japón se sentían “parte damnificada” por dicho acuerdo: a la primera, la gran perdedora de la I Guerra Mundial, se le impusieron en 1919-1920 sanciones draconianas y duras limitaciones (desarme absoluto, importantes concesiones territoriales, exorbitantes indemnizaciones) que hundieron su economía durante la República de Weimar; a la segunda, pese a haber luchado en el bando ganador, se la ninguneó en el reparto del “botín” incumpliendo las promesas de Francia e Inglaterra; al tercero, también alineado en aquella ocasión con los vencedores, se le vejó desde la misma mesa de negociaciones, de la que fue apartado con excusas netamente racistas.

Ese fue el caldo de cultivo del ascenso de los fascismos europeos, que desde 1931 contaron con un sosias en Japón, el gobierno militar sustentado en el movimiento Kodoha (Facción del Camino Imperial). Así, a partir de los años 30, se intensificaron los contactos entre los tres “resentidos de Versalles” que culminarían en la forja del Eje. No obstante, a diferencia de lo que ocurrió con los aliados, nunca llegó a haber una reunión conjunta de los tres líderes del Eje: la naturaleza sagrada del emperador Hirohito le impedía aparecer en público para mezclarse en asuntos mundanos, hasta el punto de que en los carteles propagandísticos que celebraban la amistad de Japón con Alemania e Italia su efigie era sustituida por la del primer ministro Fumimaro Konoe, pues otra cosa hubiera sido irreverente. Mussolini y Hitler, sin embargo, sí mantuvieron encuentros con bastante regularidad, encuentros que iban a empezar a propuesta del primero.

Mussolini toma la iniciativa

Porque, aunque sería lógico pensar lo contrario dada su posición jerárquica en la historia, lo cierto es que Hitler fue a rebufo del Duce en el progresivo acercamiento entre las Potencias del Eje; al principio, ya que luego le tomaría la delantera y tendría literalmente que empujarle a involucrarse en el esfuerzo bélico. De hecho, en honor a la verdad, el italiano había precedido al germano en casi todo: fundó los Fasci di Combattimento, germen del Partido Nacional Fascista, el 23 de marzo de 1919 en Milán –el NSDAP o Partido Nazi nació el 24 de febrero de 1920 en Múnich; dio el golpe que lo llevó al poder a finales de 1922, mientras que a los nazis les costó más de una década alcanzarlo (1933); inició su escalada colonialista e imperialista –Libia, Abisinia (Etiopía)– antes que su homólogo (en 1934)… e incluso se le adelantó en el uso de un título de resonancias clásicas y pretensiones grandilocuentes. En efecto, Mussolini escogió para sí el epíteto latino Dux –transformado en Duce–, que significa general, caudillo, y eso estimuló a Hitler a hacer lo propio con la palabra alemana Führer (jefe, líder, guía, conductor).